La
Armada, encabezada por el Almirante Jorge Anaya, era la única fuerza que había
esbozado un plan para tomar las islas. El “golpe blanco” que destituyó al
entonces presidente de facto Roberto Viola y el ascenso del Teniente General
Galtieri al poder aceleraron los tiempos. Primera parte de un completo informe
sobre el inicio de uno de los hechos más dolorosos de nuestra historia
Por
Juan Bautista Yofre
La
Junta Militar que encaró la aventura de llevar al país a una guerra: el Almirante
Anaya, el Teniente General Galtieri y el Brigadier General Lami Dozo
Los
argentinos estamos a un año de rememorar los dramáticos días de la guerra de
las Malvinas, que estalló hace 40 años. El conflicto no nació el 2 de abril de
1982 porque la planificación del hecho militar se remonta a varios meses antes
y a circunstancias políticas de esa época. En especial, según la visión militar
de la época, a realizar un acontecimiento de carácter nacional que consolidara
a la dictadura frente a la sociedad.
El
jueves 10 de diciembre de 1981, el Almirante Jorge Anaya anunció la decisión de
la Junta de remover al presidente de facto Roberto Eduardo Viola y pidió su
renuncia lo más rápido posible: “Se han agotado los procedimientos y los
tiempos para el tratamiento de la actual situación institucional”. Era un
ultimátum. A su lado escuchaban el Teniente General Leopoldo F. Galtieri y el Brigadier
General Omar Rubens Graffigna. El militar depuesto no había durado un año en el
poder.
En
la mañana del 11, Viola se entrevistó con los tres miembros de la Junta en el
edificio Libertador. La conversación no duró más de media hora porque insistió
en no renunciar, entonces fue invitado a pasar a otro salón para esperar una
decisión y después de unos minutos volvió a entrar para ser notificado de su
relevo por “razones de Estado” (porque Viola no presentó su renuncia) y a las
17, el General Héctor Eduardo Iglesias, en nombre de la Junta Militar, informó
que el Teniente General Galtieri asumiría la presidencia de la Nación, el
martes 22 de diciembre en dependencias del Congreso de la Nación, asiento de la
Junta Militar. Iba a ser presidente de la Nación de facto, reteniendo su cargo
de comandante en Jefe del Ejército, para completar el período de Viola.
La
Armada y el Ejército habían realizado un “golpe blanco”, sin ruido, como lo
denominaron en el exterior. “La última oportunidad” fue el título de una larga
columna que firmó Álvaro Alsogaray, el 13 de diciembre en La Prensa, en la que
clamó por un cambio de política económica y “una apertura política que lleve a
la constitución de un congreso a partir de 1984”. Frente a los acontecimientos,
el lúcido dirigente conservador Emilio Hardoy observó que era “difícil apreciar
la pérdida en términos económicos. Pero también cuenta el desprestigio, en
inseguridad, en incertidumbre, en expectativas nocivas. Esta situación ha
creado un costoso escepticismo’”.
Así
reflejó la prensa el ascenso de Galtieri a la presidencia
Al
margen de las intrigas militares, el 16 de diciembre los dirigentes más
importantes de la Multipartidaria se reunieron en la Casa Radical para firmar
la declaración “Antes de que sea tarde”. Sus diecisiete carillas fueron
rubricadas por Deolindo Bittel (PJ), Carlos Contín (UCR), Arturo Frondizi
(MID), Oscar Alende (Intransigente) y Francisco Cerro (Demócrata Cristiano), y
en ellas se realizó un fervoroso llamamiento “para encontrar el camino de la
unión” y reclamó elecciones Generales “sin proscripciones, gradualismos, ni
condicionamientos de ninguna especie”. Presentaron un balance de los seis años
de gobierno militar y recordaron:
•
“La etapa de la subversión deshumanizada y violenta ha concluido porque junto a
la acción de las Fuerzas Armadas existió un firme rechazo de la conciencia
moral del pueblo que supo ver en el terrorismo la expresión de la desmesura del
elitismo, de la insensatez y el crimen.”
•
“Tras un ciclo de dolor y muerte para toda la familia argentina, diezmada por
la violencia, resuena el profundo sentir por el desconocimiento de los derechos
humanos en las acciones represivas y por la justicia nunca satisfecha de miles
de desaparecidos cuyos destinos se ignoran. Esta lacerante situación hace
necesaria una explicación oficial a los familiares y al país, así como es
indispensable regularizar la situación de los presos sin proceso ni condena.”
Las
crónicas de esos días no cuentan que el Brigadier Basilio Arturo Lami Dozo
estuvo a punto de no integrarse a la Junta Militar, simplemente, porque
asumiendo Galtieri como presidente de la Nación con retención de la comandancia
en jefe del Ejército se tiraba por la borda años de discusiones sobre el papel
de “el cuarto hombre” y el “Órgano Supremo del Estado”, que era la Junta
Militar. “Así no asumo”, le dijo al Brigadier General Graffigna. Fue en esas
horas que Graffigna lo hizo participar en una reunión de la Junta y Galtieri se
comprometió a pasar a retiro en un tiempo “prudencial” (fines de 1982). Las
usinas militares y civiles próximas al régimen militar trabajaron a destajo en
esos días para imponer a sus hombres en el nuevo gabinete. Las condiciones para
ser canciller las adelantó el Secretario General del Ejército, Alfredo Saint
Jean: “Deberá ser una persona que comparta ‘la firmeza’ de las Fuerzas Armadas
sobre dos temas: el conflicto de límites con Chile y la recuperación de la
soberanía argentina sobre las Islas Malvinas, actualmente en poder de Inglaterra”.
Así llegaron sus definiciones al exterior, el 16 de diciembre de 1981, por la
Agencia UPI. También las fuentes militares, no identificadas, adelantaron que
se buscaría un mayor acercamiento con los Estados Unidos y “es muy probable que
la Argentina se retire del Movimiento de Países No Alineados que lidera Fidel
Castro”.
El
17 de diciembre Basilio Lami Dozo asumió como Comandante en Jefe de la Fuerza
Aérea Argentina y al día siguiente la Junta Militar comenzó a deliberar sobre
las “Las Pautas de la Junta Militar al P.E.N. para el Ejercicio de la Acción de
Gobierno 1982-1984.” En el Área Internacional se indicó que “las prioridades
para la integridad territorial y el ejercicio pleno de la soberanía deberían
seguir en gran parte las Pautas para 1981-1984, con la revisión necesaria, en
las siguientes directivas:
-Contribuir
a la solución del conflicto con CHILE desarrollando acciones fijadas por el
COMITÉ MILITAR;
-Defender
y controlar los intereses argentinos en el Cono Sur;
-Preservar
nuestros derechos antárticos y desarrollar la presencia argentina en la Región;
-Intensificar
todos los cursos de acción necesarios y oportunos para que se obtenga el
reconocimiento de nuestra soberanía sobre las Islas MALVINAS, GEORGIAS DEL SUR
Y SANDWICH DEL SUR.”
El
18 de diciembre de 1981 llegó a Buenos Aires el Contralmirante (R) Luis Pedro
Sánchez Moreno, el embajador argentino en Lima, Perú. Se tomaba una corta
licencia porque venía a apadrinar la boda de su hija. Ya que estaba, como había
una nueva Junta Militar, fue a visitar a cada uno de los comandantes. El
viernes 19, fue a la audiencia que le fijo su compañero de la Promoción 75 y
comandante de la Armada, Jorge Isaac Anaya. La entrevista se realizó en el
despacho que el jefe naval tenía en el piso 13 del edificio Libertad. Se
saludaron con afecto y Sánchez Moreno comenzó a hablar de la situación peruana
mientras Anaya manifestaba una mirada desatenta. Poco rato después lo
interrumpió:
Anaya:
“El proceso se ha deteriorado mucho y tenemos que buscar un elemento que
aglutine a la sociedad. Ese elemento es Malvinas.” Dicho esto, se quedó
mirando, esperando una respuesta.
Sánchez
Moreno: “He estudiado varios años en un colegio inglés. Conozco a los ingleses
tanto como vos, Margaret Thatcher no se va a dejar llevar por delante por un
gobierno militar. Los ingleses son como los “bull dog”, cuando muerden a la
presa no la sueltan…”.
Al
instante, Anaya dio por terminada la reunión. Asumió su papel de Comandante y
con un formal “es todo Sánchez Moreno” lo despidió. Sin embargo, la cuestión no
terminó ahí. El sábado 20, durante la fiesta de casamiento, el dueño de casa y
el Almirante Carlos Castro Madero –también compañero de Promoción de Anaya –
intentaron disuadirlo al Comandante en Jefe de la Armada, pero fue imposible.
El
martes 22 de diciembre de 1981, Galtieri juró en el edificio del Congreso —sede
de la Junta Militar— como presidente de la Nación. Luego fue hasta la Casa
Rosada para juramentar a su gabinete. Los ministros más destacados eran:
Nicanor Costa Méndez, en la Cancillería; Roberto Alemann, Economía; Cayetano
Licciardo, Educación; Amadeo Frúgoli, Defensa; Jaime Lucas Lennon, Justicia; el
General Alfredo Saint Jean en Interior y el General Héctor Iglesias, Secretario
General de la Presidencia.
El
mismo martes 22, según algunos medios, hubo un cambio de “atmósfera” en la
Argentina a partir de la propia personalidad de Galtieri, a quien comparaban
con George Smith Patton, el mítico General norteamericano de la Segunda Guerra
Mundial. Intentaba reflotar el Proceso, pero nadie le creía. La indiferencia
era evidente.
Galtieri
entra como presidente a la Casa de Gobierno el 23 de diciembre de 1981
“Aquello
lo veo muy complicado. Tengo la impresión que en el gobierno no se dan cuenta
de algo de fondo: creen que recién empiezan, pero llegaron hace seis años.
Parece una perogrullada lo que te digo, sin embargo, es el secreto de todo. De
allí que se entretengan en “crear la imagen de Galtieri”, juegan con los
partiditos provinciales, el “Negro” [Massera] construye sus mosaicos. Es tarde
para las especulaciones. Galtieri no entiende nada de lo que ocurre a su
alrededor, así como Viola creía que el tiempo estaba en su favor, y lo perdió
lastimosamente. No sé qué ocurrirá con [Roberto] Alemann. Es un técnico serio,
sin sentido político alguno. Parece cuento, pero el gobierno ya está
desgastado. Lo mismo que ocurrió con Viola”, escribió el embajador argentino en
Dinamarca, Enrique Benjamín Vieyra.
“El
efímero gobierno de Viola dejó una herencia de dificultades económicas y
prácticamente en el mismo lugar el proyecto de apertura política, no obstante,
los primeros esfuerzos concretos para colocarlo en sus carriles”, dijo O Globo
de Brasil. También afirmó: “Los signos de agotamiento del régimen discrecional
saltan a la vista”. Más contundente fue Jornal do Brasil al afirmar que el
“ciclo de intervenciones militares se revela agotado”.
- “Esto
se derrumba”, palabras más, palabras menos, dijo el embajador de carrera
Gustavo Figueroa.
- “No
se preocupe, el jefe tiene un plan”, respondió el Coronel Norberto Ferrero, el
hombre de íntima confianza de Galtieri, durante una cena a solas con Figueroa,
el cónsul en Nueva York, en noviembre de 1981.
En
realidad, Galtieri no tenía un plan sobre las Malvinas porque el Ejército nunca
lo trabajó como hipótesis de conflicto. La que sí tenía un plan que se
actualizaba permanentemente era la Armada.
El
22 de diciembre, el mismo día que asumió Galtieri, el Almirante Anaya le pasó a
su jefe de Estado Mayor, Vicealmirante Alberto Gabriel Vigo, una orden escrita
a mano que contenía tres puntos, tal como se desprenden de su minúscula letra.
Fue la primera orden del conflicto armado que se avecinaba:
“1.
MALVINAS
1.1.-
El CON (Comandante de Operaciones Navales) presentarme un plan actualizado.
1.2-
Enviar personal seleccionado para reconocimiento.
1.3.-
Plan después ocupación.
1.3.1.
- Efectivos para permanecer en STANLEY.
1.3.2.
- Apoyo a dichos efectivos.
1.3.3.
– Logística para STANLEY.
1.3.4.
– Defensa de STANLEY.
2.-
SUPER ETANDARD
Deben
ser traídos al país con todo su armamento a medida que estén listos. Antes del
01 JUN 82.
3.-
P-3. Antes 01 JUN 82.”
Sobre
la base de esa orden, al día siguiente, el Vicealmirante Alberto Gabriel Vigo
le envió el documento “Secreto” Nº 326/81 al Vicealmirante Juan José Lombardo
con la instrucción de que “deberá elaborar personalmente y entregarme a la
mano, el Plan actualizado para la recuperación de Malvinas.” El 23 de diciembre
de 1981 a la noche, Galtieri apareció hablando por primera vez en cadena
nacional al país como Presidente de la Nación. Pidió confianza a la población y
reclamó austeridad a su gobierno. Ese mismo día jueves, la Confederación General
del Trabajo, en una declaración que tituló “Por una Navidad en paz”, reclamó a
Galtieri un gobierno de emergencia con la participación de “todos los sectores
de la vida nacional”, al estimar “el fracaso total y absoluto de la pretendida
gestión gubernamental del llamado Proceso”.
Faltaban
apenas unos días para que la Argentina --y el Mundo-- entrara en el año 1982.
Una rápida mirada de los diarios que leían los argentinos nos enseña sus
preocupaciones y desafíos. “Clarín” nos cuenta que el presidente Galtieri se
había entrevistado con el decano del Cuerpo Diplomático, Monseñor Ubaldo
Calabresi, y que se preparaba para recibir la semana siguiente a tres senadores
del congreso americano muy importantes. Uno era el representante de Tennesse y
líder del bloque de la mayoría del Senado, Howard Baker (pocos años más tarde
Jefe de Gabinete de Ronald Reagan); otro era Paul Laxalt, republicano del
Estado de Nevada, considerado el “Primer Amigo” de Reagan de quien fue jefe de
su campaña electoral y el tercero fue Ernest Hollings de Carolina del Sur (ex
precandidato presidencial Demócrata en 1984). En otra página se informaba que
el Almirante Anaya se había reunido con el Consejo de Almirantes, y también se
informaba que el presidente de la Unión Cívica Radical, Carlos Contín, había
insistido en que “este proceso está agotado” y que las revoluciones no pueden
ser perpetuas pues “vienen para corregir un hecho anormal, pero solucionado el
problema se debe volver a las instituciones”.

El
canciller Nicanor Costa Méndez, durante una conferencia de prensa en el
exterior
En
“La Nación” el título de tapa del último ejemplar del año fue: “Aumentan
tarifas y congelan las remuneraciones del sector público”. En la página 4
sobresalía una foto del Ministro de Economía, Roberto Alemann, siendo abrazado
por José Alfredo Martínez de Hoz en ocasión de realizarse el acto de asunción
de sus funcionarios. En ese mismo momento dijo que al nuevo ministro lo
acompañaban sus “mejores muchachos”, un hecho que Joaquín Morales Sola lo
reseñó de la siguiente manera el 3 de enero en Clarín: “Nadie ignora que en el
equipo de Alemann hay un buen caudal de hombres que estaban con el doctor
Martínez de Hoz, pero ningún hombre político puede no saber que esa declaración
era impolítica y que en nada benefició al nuevo jefe de la cartera económica”.
Para
Nicanor Costa Méndez, volver a la jefatura de la Cancillería, el 22 de
diciembre de 1981, fue su gran revancha. Lo sintió como una reivindicación
personal. Había partido del Palacio San Martín en 1969, después de la crisis
del “cordobazo”, en pleno gobierno de facto del Teniente General Juan Carlos
Onganía. Nunca se explicó bien por qué Onganía lo relevó, porque estaba claro
que los manifestantes durante los “incendios” en la Docta no pedían
personalmente su cabeza. En todo caso, exigían el fin del gobierno militar o,
cuanto menos, la inmediata salida de Adalbert Krieger Vasena, el titular de
Economía. “Canoro” Costa Méndez nunca se alejó del mundillo diplomático y su
simpatía personal lo mantuvo cerca de los ambientes de poder. También se dedicó
a escribir sobre cuestiones internacionales, en la que puso su pluma para
afirmar cosas que después no supo o no pudo concretar. Como editorialista, en
el mensuario “Carta Política”, se convirtió en el más duro crítico de algunas
posiciones de la política internacional argentina del régimen de facto. Por
casos, las relaciones con Cuba y la pertenencia argentina, como miembro pleno,
al bloque de Países No Alineados.
Formar
su equipo de colaboradores no fue problemático, lo problemático fue “la
condición” para volver a ser canciller. Bastante tiempo después de la guerra de
Malvinas, José Alfredo Martínez de Hoz, el hombre más importante del
“establishment” argentino de esa época le preguntó: “Dígame Canoro, ¿cómo no
los asesoró?” [a los militares]. La respuesta fue: “La condición [para aceptar]
era entrar, tocar e irse” [de las Malvinas]. Se puede decir que el nuevo
Ministro introdujo muy pocos cambios en las embajadas. Su amigo Eduardo Roca
fue a Naciones Unidas, respetando un acuerdo previo: si Roca era canciller Costa
Méndez iba a Naciones Unidas y la misma variante si la situación se daba al
revés. El embajador Juan Carlos Beltramino de Naciones Unidas paso a Austria.
Carlos Ortiz de Rozas, que estaba de embajador en Londres, fue designado, al
mismo tiempo, jefe de la delegación argentina ante la mediación del Papa Juan
Pablo II en el conflicto del Beagle, en Roma, en reemplazo del jurista
Guillermo Moncayo. La Armada ambicionaba la embajada en Londres para el Almirante
(RE) Rodolfo Luchetta, pero los ingleses hicieron llegar su disconformidad.
El
Foreign Office, a través del embajador Anthony Williams, manifestó su
preocupación por que deseaban entenderse con un diplomático de carrera. Además,
les molesto que Luchetta, ex interventor en Santa Fe, haya salido en los medios
como embajador en Londres antes de otorgarse el placet de estilo. Por lo tanto,
Carlos Ortiz de Rozas retuvo por un tiempo los dos destinos. En los mentideros
de la época se contaba que el Almirante Anaya quería tener a Luchetta en
Londres para que pudiera explicar a la Armada británica de “igual a igual” las
limitaciones de la futura Operación Malvinas.
Después
del 1º de enero de 1982, Costa Méndez se recluyó en una quinta del Gran Buenos
Aires y hasta allí llegaban los funcionarios con las carpetas para analizar. A
decir verdad, en las primeras semanas de su gestión Costa Méndez pareció
concentrarse en el problema del Beagle. Un atril y un mapa de la zona en su
despacho así lo demostraban. Vivo como era, debe suponerse que lo hacía como
cortina de humo. Él ya sabía para dónde rumbeaban Galtieri y Anaya.
Parte
del Informe de la Junta Militar sobre la actuación en Malvinas
Aprovechando
el período de duro invierno y el receso parlamentario en Washington, entre el
martes 5 y el viernes 8 de enero, cuatro legisladores de los Estados Unidos
visitaron Buenos Aires. Los que más se destacaban eran el ex gobernador y
senador por Tennessee, Howard Baker, y Paul Laxalt del estado de Nevada. En conversaciones
con Roberto Alemann y Costa Méndez, los influyentes parlamentarios pudieron
conocer en detalle los planes que tenía el equipo económico en el corto plazo.
En el Palacio San Martín, el canciller le habló del Beagle y las Malvinas.
También Baker pudo escuchar el pensamiento político del gobierno: “Según la
versión, los legisladores habrían oído que entre 1983 y 1984, los principales
partidos políticos argentinos deberán convenir con el gobierno, una negociación
abierta y pública, un candidato de compromiso para la presidencia del período
que se iniciará en 1984. No se les dijo si tal período durará tres, cuatro o
seis años. Como contrapartida, la vicepresidencia de la Nación quedaría en
manos de un civil proveniente de la fuerza política más votada en comicios para
cubrir cargos legislativos y gobernaciones”, escribió en su columna Joaquín
Morales Solá el domingo 10 de enero de 1982. Expresión de deseos, la
Multipartidaria ya había proclamado que el gobierno militar estaba extenuado.
Hasta el ex presidente de facto, Teniente General Juan Carlos Onganía
(1966-1970) había declarado que “el Proceso está agotado” y que la Junta
Militar está tratando de eludir toda responsabilidad de los desastres del
país”.
Los
diarios del martes 5 de enero de 1982 informaron que los tres comandantes en
Jefe de las Fuerzas Armadas se reunirían para analizar distintas cuestiones.
Entre otras, “la recomposición del cuadro de gobernadores” que secundarían la
gestión de Galtieri, los nombramientos de algunos embajadores políticos, la
situación de algunos oficiales de las Fuerzas Armadas que ejercían la
presidencia en empresas estatales y a los que se les había solicitado la
renuncia y algunas líneas Generales del plan de austeridad, en particular los
gastos de publicidad del Estado. La reunión se llevó a cabo en el edificio
“Libertador”, sede del Ejército, a partir de las 9 de la mañana. En esa reunión
se analizó la cuestión Malvinas en el contexto de la política exterior y se
concluyó que debía adoptarse una política “agresiva”. Tras numerosos y largos
argumentos que acentuaban la importancia de las islas y el desasosiego
argentino por los años de negociaciones, se decidió encargar un estudio de
Estado Mayor “abreviado” con la participación de un representante por cada fuerza
armada. La Junta Militar lo recordó así: “Se conversó, además, en dicha
ocasión, que no solamente había que obtener una reestructuración de las
negociaciones con GRAN BRETAÑA con miras a la nueva ronda de negociaciones,
sino que se deberían comenzar los estudios para analizar la factibilidad y
conveniencia de una ocupación de las islas. Esta decisión se tomó considerando
la rigidez y emotividad que había evidenciado el tema en GRAN BRETAÑA durante
el año 1981. Tras otros considerandos, los detalles para analizar tanto la
reactivación máxima de las negociaciones por la soberanía de las islas
MALVINAS, GEORGIAS DEL SUR Y SANDWICH DEL SUR, como la previsión del empleo del
poder militar en caso de fracasar la primera alternativa, se concretarían en la
reunión más próxima de la JUNTA MILITAR.”

Informe
de la Junta Militar que no fue considerado por la Comisión Rattenbach
Como
surge de la documentación expuesta la fecha determinante fue el 5 de enero. Ese
día se consideró dar un paso militar en el caso de no progresar la vía
diplomática. La decisión fue tomada con la participaron formal de los tres Comandantes
en Jefe. Sin embargo, la cuestión había sido analizada y planificada por la Armada,
primero, y tratada entre Anaya y Galtieri después. Luego el jefe del Ejército
se lo dijo a Lami Dozo, como al pasar, en un pasillo del tercer piso del
edificio “Libertador”, antes del inicio formal de la reunión: “‘Negro’ (así lo
llamaba Galtieri a veces al jefe aeronáutico) quiero hablar con vos sobre
Malvinas. La cosa no anda bien” (ya se observaban las próximas reuniones de
fines de febrero en Nueva York).
El
martes 12 de enero, la Junta Militar, reunida en el edificio Libertador a las 9
de la mañana, terminó de completar “un análisis político”, según La Nación, y
analizar las próximas designaciones de gobernadores y embajadores.
Lo
que no se dijo al periodismo fue que el 12 de enero “se trató la planificación
militar de Malvinas como acción alternativa en caso de fracasar la solución
negociada con Gran Bretaña y teniendo siempre el propósito de lograr el
objetivo político a través de un acuerdo. Por Resolución no incorporada al Acta
de la Junta Militar, se designaron—por consiguiente—a los señores General de
División García, Brigadier Mayor Plessl y Vicealmirante Lombardo para analizar
la previsión del empleo del poder militar para el caso Malvinas con un enfoque
político-militar que especificara los posibles cursos de acción. Se planeó
asimismo que el trabajo sería secreto y manuscrito, eligiendo distintos lugares
de reunión.
Fuente:
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