30 de abril de 2019

BREXIT, GIBRALTAR, LA HAYA: ¿SE FORTALECE LA POSICIÓN ARGENTINA SOBRE MALVINAS?


(Foto: Adrián Escandar) 

Por Rosendo Fraga (*)

Empecemos con un poco de historia. El Imperio Británico, fundado como tal a fines del siglo XVII, y que llegó a extenderse por todo el mundo en el siglo XIX y comienzos del XX, sobrevive a su desmembramiento a través de los catorce "territorios de ultramar" del Reino Unido. Para las Naciones Unidas, diez de ellas son colonias. Esta caracterización fortalece la posición de los países que reclaman soberanía sobre estos territorios.

En el Mediterráneo, está Acrotiri y Dhekelia, que son "bases soberanas" británicas en la isla de Chipre, con 14.000 habitantes. El territorio es reclamado por el gobierno chipriota. En el otro extremo de este mar se encuentra el Peñón de Gibraltar, con 28.875 personas. Está en el sur de la península ibérica, en el paso entre el Atlántico y el Mediterráneo y es reclamado por España.

El parlamento europeo, en función del proceso de separación del Brexit, resolvió el 4 de reconocer al Peñón el carácter de "colonia británica", dando así razón a un argumento central a España que las pretende.

Anguila está en el Mar Caribe, y está integrada por un conjunto de pequeñas islas, con una población de 13.477 personas. En la misma región están las islas Caimán, al noroeste de Jamaica, pobladas por 69.000 personas. En este Mar se ubican también las Islas Vírgenes Británicas, que integran el archipiélago de las Antillas Menores, pobladas por 23.098 personas. En el mismo conjunto de islas está Montserrat, pobladas por 4.819 personas.

En América del Norte, en el Atlántico, está Bermudas, que comprende 150 islas, pobladas por 66.163 personas. En el mismo océano, al norte de Cuba, están las islas Turcas y Kaikos, pobladas por 30.600 personas. En el Océano Pacífico, hay un territorio de ultramar, las islas Pitcairn, en la Polinesia, con sólo 48 personas.

El Territorio Británico del Océano Indico está integrado por 70 islas, que comprenden los archipiélagos de Chagos, Aldabra, Farquhar y las islas Des Roches, siendo la más grande Diego García. Están pobladas por 3.500 personas. El primer archipiélago es reclamado por Mauricio, un estado africano que también fue colonia británica.

En los años sesenta del siglo XX, el Reino Unido dio la independencia a dicho país, pero manteniendo las islas Chagos como dependencia inglesa. A pedido de las Naciones Unidas, la Corte Internacional de Justicia (CIJ), determinó el 26 de febrero de este año que este archipiélago debe volver a formar parte de Mauricio, cuya población había sido trasladas antes por las autoridades británicas a la isla de Diego García, al construirse una base militar estadounidense en ella. El fallo no es vinculante, pero tiene efectos políticos y ha sido rechazado por el gobierno británico. 

En el Atlántico Sur, al oeste de África, está Santa Elena, Ascensión y Tristán de Acuña. Tiene valor estratégico como bases de reabastecimiento naval y aéreo, fueron usadas durante el conflicto de Malvinas, con una población de 6563 personas.

Más al Sur en este océano, se encuentran las Islas Georgias del Sur y Sandwich del Sur. Tienen sólo 26 habitantes y son reclamadas por Argentina. En esta región están también las islas Malvinas, pobladas por 2.967 personas, que también son reclamadas por Argentina y tienen una superficie de 12713 kilómetros cuadros. Más al sur está el Territorio Antártico Británico, con 200 habitantes y 1.709.400 kilómetros cuadrados. Es un territorio en conflicto con Argentina y Chile, que reclaman la soberanía sobre el mismo territorio.

De los catorce territorios Británicos de Ultramar, la Argentina es el que más reclama, al plantear controversia sobre tres de ellos, los anteriormente mencionados.

Pero en términos de dimensiones, el Territorio Antártico que reclama el Reino Unido es el 98% de la superficie de los 14 y a su vez las Malvinas supera en superficie a los 12 restantes. Desde el punto de vista militar, Malvinas tiene la base militar más importante de los 14.

Puesto en este contexto, el fallo de la Corte Internacional de Justicia a favor de Mauricio en el caso del reclamo sobre el archipiélago Chagos y la resolución del Parlamento Europeo reconociendo status colonial al Peñón de Gibraltar, en ninguno de los casos son resoluciones ejecutivas, son antecedentes que pueden favorecer la política argentina que apunta a recuperar la soberanía sobre las islas Malvinas.

El primero, porque sostiene que un país no puede ser dividido contra su voluntad. La segunda porque debilita la posición británica, que todos los años es rechazada por el Comité de Descolonización de la UN.

No se trata de antecedentes decisivos, pero sí argumentos que fortalecen la posición argentina, que sin abandonar el diálogo y la interacción con los isleños debe mantener una política paciente pero permanente, para lograr la soberanía sobre las islas.

(*) El autor es analista político y director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.

Fuente: https://www.infobae.com

LOS ESCALOFRIANTES TESTIMONIOS DE LOS DOS ÚLTIMOS HOMBRES QUE ABANDONARON EL CRUCERO GENERAL BELGRANO CUANDO SE HUNDÍA EN UN MAR FURIOSO



La foto de esas dos figuras fantasmagóricas en la proa del barco contiene una historia de lealtad y coraje. Las estremecedoras vivencias de un capitán que pensó hundirse con su barco y un suboficial que, sin saberlo, esa tormentosa tarde del 2 de mayo de 1982 se convirtió en héroe

Por Gaby Cociffi

Las dos figuras parecen fantasmas en el barco que se hunde. El gigante está herido de muerte. Su tumba será el océano. Ellos lo saben, pero siguen allí, aferrados a la baranda que ya roza el agua, sacudidos por la tormenta. Son los últimos hombres que quedan a bordo.

¿Dejo o no dejo el buque?, duda el comandante Héctor Bonzo con el casco hundido nueve metros en el mar.

Piensa que está solo en el ARA General Belgrano. La nave ya fue evacuada. Y frente al inexorable final, por un instante duda.

Una voz lo sorprende en medio de la penumbra. No alcanza a reconocer al hombre que debajo de una capucha le grita:

¡Si no salta, yo tampoco salto! ¡Me quedo con usted, comandante!

El Capitán piensa que es una visión, que está enloqueciendo. "Es el estrés, es la presión, no puede haber quedado un hombre a bordo", se dice.

¿¡Cómo no se arrojó todavía a las balsas!? ¿¡Qué hace usted aquí si ya no queda nadie!?, increpa Bonzo a la figura irreconocible, tapada de pies a cabeza con un impermeable y un pasamontaña gris, que se niega a abandonar el crucero.

¡Tirese al agua que es su deber!, eleva su voz el oficial frente a un mar que ruge.

No señor, si usted no se tira, yo tampoco ¡Me quedo con usted comandante!, recibe la firme respuesta.

A las 16.01 el submarino británico HMS Conqueror disparó el primero de los dos misiles MK8 que dieron en la popa y proa del barco. La increíble imagen fue tomada por el teniente de fragata Martín Sgut desde una de las balsas 
A las 16:01 el submarino británico HMS Conqueror disparó el primero de los dos misiles MK8 que dieron en la popa y proa del barco. La increíble imagen fue tomada por el Teniente de Fragata Martín Sgut desde una de las balsas

Es el domingo 2 de mayo de 1982. Son las 16:35 de una tarde negra y helada en el mar austral. Treinta y cuatro minutos antes, en las profundidades del océano, el operador del submarino británico HMS Conqueror había recibido las tres palabras que sellaría el destino del crucero.

“Disparen a hundir”.

La voz del Capitán Richard Hask, de la Task Force, recorre en segundos los 12489 kilómetros que separan el Reino Unido de las Islas Malvinas. El comandante es quien transmite la implacable orden de Margaret Thatcher, la primera ministra británica.

A las 16:01 el primer torpedo MK8 atraviesa el barco, que navega a 30 millas de la zona de exclusión. La explosión sacude a la mole de 13500 toneladas como si fuese de papel. Los 1093 tripulantes sienten que el buque se eleva por el aire. El torpedo perfora las cuatro cubiertas en forma vertical.

El agua penetra todos los compartimentos. El Belgrano se convierte en un infierno. Treinta segundos después, el segundo torpedo se incrusta en la proa que se desprende como cortada por un cuchillo. Quince metros de la mole de acero desaparecen en el mar.

El ARA se inclina a babor, el fuego surge de sus entrañas. Hay gritos. Hombres quemados. La piel que se desprende de la carne. El horror. Y después el silencio de la muerte.

Desde el puente, y con un megáfono, el Capitán Bonzo, 23 minutos después del primer impacto, da la trágica orden: "¡Abandonen el barco!".

Setecientos setenta hombres alcanzan las balsas. Trescientos veintitrés encuentran su destino final en el océano.

Gastada y borrosa por los años, esta es la única foto que el suboficial Ramón Barrionuevo tiene junto al capitán Héctor Bonzo
Gastada y borrosa por los años, esta es la única foto que el suboficial Ramón Barrionuevo tiene junto al Capitán Héctor Bonzo

Bonzo, de pie en el casco, sabe que la gran escora del barco puede provocar una vuelta campana. Y entonces el mar se lo tragará.

La voz vuelve a sacudirlo:

¡No hay tiempo, mi comandante!¡Debe abandonar la nave!, ese hombre está decidido a impedir que el Capitán cumpla con la ley marinera de hundirse con su barco.

"Ahí, de cara al mar, para mí era más difícil vivir que morir", confesaría años más tarde el comandante Bonzo.

"Lo vi al Capitán con esa actitud de irse a pique con el crucero, y no lo iba a permitir", explicó a Infobae con humildad desde su Catamarca natal, a 37 años de la tragedia, el Suboficial Ramón Barrionuevo, como si no tuviera conciencia de su acto de heroísmo.

"Yo soy una de las dos figuras que se ven en la foto, ahí en la cubierta. En ese momento le estaba inflando el chaleco salvavidas al Capitán", aclaró.

¿Y si Bonzo no saltaba, usted estaba dispuesto a hundirse con el barco?

No lo sé. Íbamos a tener una larga discusión. Yo no iba a dejar a mi comandante solo en el Belgrano. Porque lo que allí estábamos viviendo era el peor de los infiernos.

Los últimos tripulantes

El Capitán de Navío Héctor Elías Bonzo, nacido en General Rodríguez el 11 de agosto de 1932, fue último comandante del ARA General Belgrano, había navegado 200000 millas marinas en su vida en la Armada y hasta el día que murió, a los 76 años en 2009, recordó a cada uno de los hombres que tuvo bajo su mando durante la guerra de Malvinas. Conmovido repetía: "El crucero y sus tripulantes siguen navegando en la memoria de todos nosotros".

Ramón Barrionuevo, nacido en Piedra Blanca el 17 de febrero de 1947, hijo de Gerardo, albañil, y Antonia Sánchez, costurera, era suboficial en el crucero y amaba la vida en el mar. Aquella trágica tarde del 2 de mayo de 1982 marcó su vida y dejó una cicatriz. Frente a Infobae rememoró con emoción el instante en que vio cómo el océano se tragaba al gigante de 185,5 metros de eslora. Nombró uno por uno a sus compañeros muertos. Recordó al Capitán Bonzo con afecto. Y pidió disculpas cuando las lágrimas surgieron incontrolables.

2 de mayo de 1982. Hora 16.40. Dos hombres quedan en el crucero que se hunde en un mar enfurecido. Son el capitán de mavío Héctor Bonzo y el suboficial Ramón Barrionuevo 
2 de mayo de 1982. Hora 16:40. Dos hombres quedan en el crucero que se hunde en un mar enfurecido. Son el Capitán de Navío Héctor Bonzo y el Suboficial Ramón Barrionuevo

La imagen de esos últimos hombres en la cubierta del buque dio la vuelta al mundo. Lo que allí vivieron, esos instantes entre la vida y la muerte, quedaron grabado para siempre en su memoria. Ambos, Bonzo hace años, Barrionuevo tiempo después, desgranaron esos dramáticos recuerdos frente a Infobae.

16:01, comienza el horror

Barrionuevo: "A mí me tocaba hacer guardia de 4 am a 8 am y de 16 a 20. El 2 de mayo salí de mi camarote a las cuatro menos cuarto para tener tiempo de recibir la información de mi compañero Juan Carlos Córdoba, y tomar el puesto a las 16 en punto. Juan me pasó los datos de los cañones cargados, de la gente que estaba lista, y de la posición del barco. Lo saludé como cualquier día. Y él se fue para la popa, a nuestro camarote para descansar. Ahí pegó el segundo torpedo. No lo vi más".

Bonzo: "Estaba subiendo a la torre de comando cuando sentí el golpe y la vibración. Mi di cuenta que era un ataque de torpedos porque se sentía el olor acre de los explosivos. El buque se frenó de golpe, como si el crucero con sus 13 mil toneladas se levantara por los aires. Y entonces comenzó a hundirse".

De los 1093 tripulantes, 770 llegaron a las balsas, 323 murieron en el mar
De los 1093 tripulantes, 770 llegaron a las balsas, 323 murieron en el mar

Barrionuevo: "A las 16:01 llegó el primer torpedo. El ruido fue tremendo. El crucero se sacudió. Yo estaba sentado en una banqueta y me caí. Era como si el barco se hubiese hundido debajo de mis pies. Yo ya tenía 35 años y 14 de servicio, era experto en armamentos, supe que nos estaban torpedeando".

Bonzo: "El proyectil había dado en la sala de máquinas de popa, ingresó 2 metros dentro del buque antes de explotar e hizo un boquete de 20 metros de largo por 4 de ancho. Por allí el Belgrano embarcó en segundos 9500 toneladas de agua. Esa explosión causó la mayor cantidad de muertos. Creo que al menos 275 cayeron en ese instante. El buque se quedó sin fuerzas, sin luz, sin energía. Y lo más tremendo fue que ya no podía repararse. No funcionaban las bombas de achique ni el generador de emergencia".

“El proyectil había dado en la sala de máquinas de popa, ingresó 2 metros dentro del buque antes de explotar e hizo un boquete de 20 metros de largo por 4 de ancho. Por allí el Belgrano embarcó en segundos 9500 toneladas de agua”, relató el comandante 
“El proyectil había dado en la sala de máquinas de popa, ingresó 2 metros dentro del buque antes de explotar e hizo un boquete de 20 metros de largo por 4 de ancho. Por allí el Belgrano embarcó en segundos 9500 toneladas de agua”, relató el comandante

Barrionuevo: "Un vigía que estaba con prismáticos vio la estela en el agua y alcanzó a gritar: '¡Torpedo!'. Abrí la puerta del cuarto de control y llegó el segundo impacto en la proa. Pero ése no lo sentí, quizás fue por los nervios o porque el humo del primero ya cubría la cubierta. Escuché los gritos de la gente que se estaba quemando. Bajé las escaleras desde la tercera cubierta, y fui llevando conmigo a todos los tripulantes que encontraba en el camino. Veía el miedo de los más jóvenes, intentaba mantener el orden. Era un infierno".

Bonzo: "El segundo proyectil dio en la proa 30 segundos después. Estaba ya en el puente cuando impactó al crucero. Entonces ocurrió algo inenarrable: una columna de agua se elevó 20 metros, volaron hierros y maderas, y cuando cayó faltaban 15 metros de la proa. El duro barco de acero se había partido como manteca"

Gritos, muerte y la orden de abandonar el barco

Barrionuevo: "La gente saltaba directo a las balsas porque el barco había comenzado a escorarse, a ladearse cada vez más. El viento era muy fuerte y las balsas golpeaban contra el costado del buque. Algunas eran arrastradas por la corriente hacia la proa, donde las chapas abiertas como filos las partían al medio. Vi como la cadena del ancla arrastró al fondo del océano una balsa con todos los tripulantes. Nadie pudo salvarse".

Bonzo: "La situación era tremenda. Sin luz era difícil moverse… los gritos de heridos y quemados, los muertos y la escora que iba siendo cada vez más pronunciada. A los 4 minutos ordené largar las balsas al mar, pero sin abandonar el barco. Era una decisión muy difícil. Quería lograr que los sobrevivientes se mantuvieran reunidos antes de dar la voz de abandono, que es la más tremenda que puede dar un comandante. El riesgo, con el mar encrespado, era que el casco diese una vuelta de campana y nos tragara a todos".

A las 16.50, el crucero está inclinado a 60 grados. El Belgrano tardó menos de una hora en hundirse. No tenía sonares para detectar submarinos, por eso navegaba en compañía de los destructores Bouchard y Piedrabuena que sí contaban con el equipamiento 
A las 16:50, el crucero está inclinado a 60 grados. El Belgrano tardó menos de una hora en hundirse. No tenía sonares para detectar submarinos, por eso navegaba en compañía de los destructores Bouchard y Piedrabuena que sí contaban con el equipamiento

Barrionuevo: "No quisiera volver a ver nunca en mi vida lo que vi aquella tarde. Había un marino con el cuerpo totalmente quemado, la corbata y los puños de la camisa estaban pegados a la piel, chamuscados. La piel escamosa, en carne viva. Nos pidió que lo tiráramos al agua. Si caía al mar, con el cuerpo quemado, no hubiese podido sobrevivir. Lo bajamos con mucho cuidado con una soga que habíamos hecho con las sábanas que iban dejando tiradas en la cubierta aquellos marinos que estaban en su hora de descanso cuando comenzó la tragedia".

Bonzo: "Mi función en ese momento era dar la trágica voz de abandono, que fui demorando porque no sabía cuántos habían llegado a las balsas. La voz de abandono significa que el buque ya queda solo… 23 minutos más tarde la tuve que dar ¿Si dudé en hundirme con el barco? En ese momento, frente al mar, para mí era más fácil decidir morir que vivir. Porque si moría, otros se ocuparían de lo que iba a venir, si vivía tendría que enfrentar que muchos de mis hombres murieron."

Barrionuevo: "De pronto un chico llegó gritando: 'Ayúdenme, ayúdenme'. Se tapaba la cara con las manos. Le separamos las manos y la piel se despegó y quedó adherida a las palmas. Empezó a sangrar mucho. Le di un pañuelo para que se secara la sangre. Lo bajamos a una balsa. Y no lo vi más. Meses después, en julio de 1982, fui hasta el hospital de Azul, en la provincia de Buenos Aires. Y sentí que alguien me llamaba. '¡Suboficial Barrionuevo! Tengo algo suyo para devolverle'. No lo reconocí hasta que me trajo el pañuelo. ¡No sabés la emoción que sentí! ¡Estaba vivo!".

El hundimiento

Barrionuevo: "Eran las 16:38 y el barco estaba muy escorado. La gente desde las balsas nos gritaba que saltáramos al agua, que el crucero se hundía. Fuimos hasta la proa. Y ahí noté la duda del Capitán. “Si usted no salta yo también me quedo”, le dije. Me miró. El Belgrano se inclinaba cada vez más. Me ordenó: “Salte y yo lo sigo".

Bonzo: "En esa duda estaba cuando apareció una figura fantasmagórica. Creí que la imaginaba, que era productor de mi estrés. Pero él era el oficial Barrionuevo. Me dijo que si no saltaba él tampoco lo haría. Le ordené que abandonara el barco. Y se negó. Entonces le pedí: “Ayúdeme a ver si hay alguien más, si quedó algún herido”. La cubierta del barco casi rozaba el mar, entraban toneladas de agua… Fui el último hombre que abandonó el Belgrano".

“El barco hizo un movimiento, volvió a surgir del agua y se hundió definitivamente en forma vertical. En el fondo del mar explotaron las calderas y se hizo un gigantesco torbellino de agua”, recuerda Barrionuevo 
“El barco hizo un movimiento, volvió a surgir del agua y se hundió definitivamente en forma vertical. En el fondo del mar explotaron las calderas y se hizo un gigantesco torbellino de agua”, recuerda Barrionuevo

Barrionuevo: "Antes de tirarnos, le inflé el chaleco salvavidas. Nos atamos las sábanas como cinturón para poder deslizarnos. Nos sacamos los zapatos para nadar mejor, y guardamos las medias en los pantalones. Me tiré por la parte más alta del barco, que en ese momento estaba a unos 4 metros del mar, porque el viento impedía bajar por el lado donde la cubierta casi rozaba con el mar.

Salté al agua y no sentí frío, era una situación tan grande la que estábamos viviendo que había bloqueado mis sentimientos. Empecé a nadar para alejarme del crucero, porque si se hundía me iba a arrastrar. A Bonzo no lo vi más, lo perdí en el océano".

Bonzo: "Barrionuevo aceptó tirarse. Hizo la señal de la cruz, se paró en la quilla del buque y desde ahí se lanzó al mar. Segundos después, yo también hice la señal de la cruz y me dejé deslizar por la misma soga hasta el agua. Tres balsas estaban esperando a esas dos figuras humanas que no sabían quiénes eran, pero eran dos tripulantes, con el peligro de que el buque se diera vuelta y las chupara.

“Nadé 50 metros y me subí a esas balsas. Estaba exhausto. Me quedé tirado en el piso. A las cinco de la tarde escucho una voz que me dice: ‘Señor, el buque se está hundiendo’. Saqué mi cabeza y me asomé. Vi al crucero desaparecer en el océano”, contó Bonzo 
“Nadé 50 metros y me subí a esas balsas. Estaba exhausto. Me quedé tirado en el piso. A las cinco de la tarde escucho una voz que me dice: “Señor, el buque se está hundiendo”. Saqué mi cabeza y me asomé. Vi al crucero desaparecer en el océano”, contó Bonzo

Barrionuevo: "Las olas eran gigantescas. Veía a las balsas subir y bajar, sacudidas como cáscaras de nueces. De pronto, una vino hacia mí a toda velocidad empujada por el viento. Nadé y me agarré como pude. El golpe me sacó un dedo de lugar: fue la primera vez que sentí dolor. Cuando pude subir a la balsa, empecé a temblar de frío. Era como si mil agujas se clavaran en mi cuerpo. Me estaba congelando".

Bonzo: "Las balsas eran para 20 personas. Primero se habían atado unas con otras para formar en el mar una gran mancha de color y que los aviones de rescate pudieran encontrarlas. Las olas enormes y el mar encrespado hicieron que tuviéramos que cortarlas, para evitar que las balsas se rajaran. Estaban equipadas con sachets de agua, raciones de comida, cigarrillos, una pequeña Biblia, elementos de botiquín para curaciones. El comportamiento de los hombres, el "espíritu de buque" hizo que muchos se salvaran y es lo que llevo grabado en mi memoria".

Barrionuevo: "Me asomé y al ARA se lo estaba tragando el mar. Era tristísimo ver cómo semejante mole desaparecía. El buque hizo un movimiento, volvió a surgir del agua y se hundió definitivamente en forma vertical. En el fondo del mar explotaron las calderas y se hizo un gigantesco torbellino de agua. Lo último que vi fue el guardabote, el palo de 6 metros que salió a la superficie y quedó flotando en el océano. La gente gritó: “¡Viva el crucero, viva el Belgrano, viva la Patria!”. No sé de dónde sacamos las fuerzas".

Los días a la deriva y el rescate

Barrionuevo: "Estuvimos más de 48 horas a la deriva. Yo pensé que no nos iban a encontrar nunca. Sabía que la unión de los dos océanos tira hacia el sureste y que en algún momento si el mar nos arrastraba íbamos a morir. Miré a mis compañeros y pensé: “Somos todos finados”, pero no se lo dije a nadie. Recordé a mis cuatro hijos pequeños. Le pedí a Dios que los cuidara. Y me encomendé a la Virgen del Valle: “Madre mía, solo te pido no sufrir”. Cuando estás en la balsa no dormís… La oscuridad del mar es la más absoluta y tremenda que existe, es la nada. Cuando amanecía seguíamos con la incertidumbre: “Somos una sola balsa en el mar… no la puede ver nadie… y el enemigo anda por ahí".

Bonzo: "Mi balsa fue la última que se rescató. Cuando subí al Gurruchaga no sentía las piernas, eran como de algodón. Antes de ir al médico para que me revisara o me diera una inyección para hacerme dormir, en la balsa nos manteníamos en vigilia, quise ver a mis tripulantes. Entonces bajé. Estaban en el suelo, en las mesas, en los bancos, desparramados por todas partes. Cuando me vieron muchos se incorporaron, empezaron a gritar "Viva el Belgrano".

El rescate de las balsas. Estuvieron más de 48 horas a la deriva en un mar furioso con vientos de 120 kilómetros por hora
El rescate de las balsas. Estuvieron más de 48 horas a la deriva en un mar furioso con vientos de 120 kilómetros por hora

Barrionuevo: "Cuando ya no esperábamos nada, el 4 de mayo escuchamos el ruido del motor de un avión. ¡Era un A4-Q de la Armada! No sabíamos si nos había visto… Pasó un rato, que fue eterno- hasta que empezamos a ver, en medio de la tormenta, las luces de un barco que apuntaban al cielo y luego al mar, sacudidas por el tremendo oleaje. “¡Nos están buscando!”, gritamos. Y el ánimo cambió. Nos olvidamos del frío, de la sed, del hambre y empezamos a organizarnos para el rescate. Y apareció el Gurruchaga. Nos subieron a bordo. El barco estaba repleto. Nos sacaron la ropa helada y dura por la sal y nos dieron un caldo caliente. Éramos tantos que se habían quedado sin víveres. El cocinero hizo un poco de pan con harina y agua. Nos acomodamos en el piso como pudimos, y nos envolvimos con unas mantas".

“Miré a mis compañeros y pensé: ‘Somos todos finados’, pero no se lo dije a nadie. Recordé a mis cuatro hijos pequeños. Le pedí a Dios que los cuidara. Y me encomendé a la Virgen del Valle: ‘Madre mía, solo te pido no sufrir’”, recordó Barrionuevo
“Miré a mis compañeros y pensé: “Somos todos finados”, pero no se lo dije a nadie. Recordé a mis cuatro hijos pequeños. Le pedí a Dios que los cuidara. Y me encomendé a la Virgen del Valle: “Madre mía, solo te pido no sufrir”, recordó Barrionuevo

Bonzo: "Empecé a saludar a mis hombres, a preguntar… En ese momento se acercó una persona y me dijo: “Está viniendo para aquí el Suboficial Barrionuevo”. No podía creerlo, porque cuando él saltó al mar lo había perdido de vista. No supe durante todos esos días a la deriva si Ramón había sobrevivido. Y ahora iba a verlo. ¡Estaba vivo! Nos dimos un abrazo eterno. Y todos los hombres comenzaron a aplaudir".

Barrionuevo: "Cuando entramos al Canal de Beagle, el Gurruchaga parecía una coctelera. En medio de la gente, apareció un Cabo que gritaba mi nombre: “Barrionuevo, ¿está aquí Barrionuevo?”. Yo me incorporé. Eran las 6 am. “El Capitán Bonzo está en el barco y lo busca, quiere hablar con usted”, me dijo. Yo no sabía que él había sobrevivido, y él tampoco sabía si yo estaba vivo… pero me estaba buscando. De pronto se abrió una puerta y apareció el Capitán. Se acercó hasta donde yo estaba de pie, firme, esperándolo. Se olvidó de las jerarquías, de la venia, del saludo formal. Nos dimos un abrazo. “Ya vamos a hablar de esto que pasó”, me dijo. Y lloramos. Antes de irse, me dijo al oído: “Gracias. Gracias".

Fuente: https://www.infobae.com

27 de abril de 2019

GUERRA DE MALVINAS: LOS ESCALOFRIANTES TESTIMONIOS DE DOS SOBREVIVIENTES DEL ATAQUE AL AVISO ALFÉREZ SOBRAL



El buque iba a rescatar a dos pilotos que se habían eyectado muy cerca de la flota británica. Dos ataques con misiles convirtieron a la nave en un infierno sobre el mar. Los dramáticos relatos de los oficiales Eduardo Fondevila y Sergio Bazán describen esas las trágicas horas, el horror de la guerra y el recuerdo a los compañeros caídos

Por Adrián Pignatelli

EL ARA Aviso Alférez Sobral sufrió dos ataques cuando iba a rescatar a dos pilotos que se habían eyectado muy cerca de la flota británica
El ARA Aviso Alférez Sobral sufrió dos ataques cuando iba a rescatar a dos pilotos que se habían eyectado muy cerca de la flota británica

"Estaba como oficial de guardia en el Aviso Alférez Sobral, y nos ordenan zarpar. Un compañero mío me lleva al camarote, para hablarme en reserva. Me dice: 'Vamos a tomar las Malvinas'.

–¿¿¿Qué???
–Vamos tomar las Malvinas.

Quedé petrificado. Lo primero que se me ocurrió fue llamar a mi familia porque dije “no los veo más”. Hablé con mi madre y con mi novia, mi actual esposa. Con un nudo en la garganta, no sabía cómo aguantarme. “Es una navegación normal, son sólo unos días, no se hagan problema…”, y no pude decir nada más. Eso fue el 27 de marzo.

Con el testimonio del actual Vicealmirante VGM Eduardo Alberto Fondevila Sancet, actual subjefe del Estado Mayor General de la Armada, comienza un relato por momentos electrizante, por otros, dramático, del ataque al Aviso Alférez Sobral, ocurrido el 2 de mayo de 1982. Junto al Capitán de Navío (R) VGM Sergio Bazán, por entonces Teniente de Navío y segundo comandante de la nave, reconstruyeron para Infobae un relato único de una situación límite que vivieron durante la guerra de Malvinas.

Así fue la historia.

En la navegación hacia el sur, el comandante de la nave, el Capitán de Corbeta Sergio Gómez Roca informó a la tripulación sobre la recuperación de las islas y de la misión asignada al Sobral: situarse en un punto entre el continente y las islas y estar preparados para misiones de búsqueda y rescate.

Construido en 1944 en los Estados Unidos, esta nave de 43,6 metros de eslora y 10,3 de manga, había participado en tareas auxiliares en el Pacífico durante la II Guerra Mundial bajo el nombre de USS Salish. En 1972, fue entregado a la Armada Argentina. Lleva el nombre del Alférez José María Sobral, un destacado explorador militar y geólogo, de importante trayectoria en la Antártida.

La primera misión en la guerra de Malvinas para este buque no demoraría en llegar.

"Fue un momento muy fuerte"

A la noche de ese día, había sido derribado el Canberra MK-62, número 110 por un misil supersónico Sidewinder que impactó en su turbina derecha. Los pilotos, Teniente Eduardo de Ibáñez y el Primer Teniente Mario González debieron eyectarse.

El Alférez Sobral recibió la orden de ir a su rescate, a un punto situado a 180 km al norte del Estrecho de San Carlos.

El mapa que muestra el lugar del ataque
El mapa que muestra el lugar del ataque

Fondevila Sancet, por entonces un joven Guardiamarina, recibido en diciembre del año anterior y que el Sobral era su primer destino, acota que "cuando llega la orden de ir a buscar a los dos pilotos, el comandante reúne a todos los oficiales en la cámara. Y mirando una carta donde estaba ploteada toda la flota inglesa, señala un punto 90 millas al norte de Malvinas. Era el lugar donde debíamos dirigirnos. Estaríamos al lado de la flota inglesa. Hubo un silencio total. No me olvido las miradas de cada uno entre nosotros. Nadie dijo nada. Fue un momento muy fuerte".

Luego de un reabastecimiento en Puerto Deseado, el buque llegó al lugar asignado casi a la medianoche del 2 de mayo.

"Sentía que me estaba quemando. Atiné a ponerme el casco sobre la cara, porque pensé que todo lo que estaba a mi alrededor se estaba quemando. Había alaridos, gritos"

Al llegar, el Sobral fue sobrevolado por un helicóptero británico Sea King que luego se alejó.

"Cubrimos los puestos de combate, esperando un ataque inglés. Luego de unos cuantos minutos, apareció un segundo helicóptero, un Sea Lynx y abrimos fuego con el cañón de 40 mm y las ametralladoras de 20 mm, provocando que se alejara. Era un armamento elemental, porque un aviso no era un buque estrictamente de combate", explicó Bazán.

El comandante del buque, Sergio Góez Roca 
El comandante del buque, Sergio Gómez Roca

Fondevila, que estaba descansando luego de haber hecho la guardia de 16 a 20 horas, saltó de la cama al oír la alarma de combate. Le preguntó al Teniente Alemán qué ocurría: "Nos divisó un helicóptero inglés". Mientras tanto, Bazán estaba en la radio enviando un mensaje al comando de tierra.

La pregunta surge natural: ¿Por qué abrir fuego si el Sobral estaba en una misión de búsqueda y rescate? "El nuestro no era un buque de la Cruz Roja y no estaba exento de la acción del enemigo. En ese momento éramos dos unidades enemigas enfrentadas. Gómez Roca cumplió con su deber como comandante de un buque de guerra con las órdenes que tenía de abrir fuego ante la presencia del enemigo, ante la amenaza de que, si no lo hacía, el buque podría ser abordado por los ingleses", explicaron los marinos.

"Ahora entramos en la realidad"

Bazán recuerda que "había mar gruesa, el buque navegaba lentamente. Había que prepararse para repeler el ataque. Pasan unos cuantos minutos, vemos unas luces en un sector, creemos que son las bengalas que arrojaron los pilotos a rescatar. Pero eran misiles".

En el primer ataque, un misil Sea Skua destrozó la lancha que el buque llevaba, y se hundió parcialmente el baño del personal. Hubo heridos. Bazán fue alcanzado por una esquirla en su pierna y la onda expansiva lo arrojó hacia el centro del comando. Sólo sentía ruidos y veía mucho humo. Mientras tanto, Fondevila Sancet pensaba "Ahora entramos en la realidad". Era el bautismo de fuego de un Guardiamarina recién egresado de la Escuela Naval.

“En el segundo ataque un misil impactó de lleno en el puente de comando que, junto al puesto de radio ubicado debajo, quedaron destruidos. Mató a toda la gente que estaba allí menos a un cabo, que quedó herido”, recordó Bazán 
"En el segundo ataque un misil impactó de lleno en el puente de comando que, junto al puesto de radio ubicado debajo, quedaron destruidos. Mató a toda la gente que estaba allí menos a un Cabo, que quedó herido”, recordó Bazán

"Como no sabíamos dónde había pegado, relata el entonces Guardiamarina, me ordenan verificar el sector de proa. Cada puerta que abría, el corazón dejaba de latir, porque no sabía con lo que me iba a encontrar, si se estaba incendiando o qué. Afortunadamente, no encontré nada y ahí se produce el segundo ataque".

Años después, Bazán se enteraría de fuentes inglesas que los helicópteros provenían de los destructores Coventry y Glasgow. En el trayecto hacia el Sobral, uno de ellos acusó una avería y regresó a la nave. El otro siguió y es el que llevó adelante el primer ataque. Y cuando regresó a su barco, despegó el helicóptero que había tenido la avería. "Ellos siempre creyeron que habían atacado a dos barcos", comentó Bazán.

"Fondevila vio caer en llamas al Cabo Enríquez, que se desplomó por la escala. Bazán lo cubrió con una manta y lo corrieron hacia un costado".

"En el segundo ataque un misil impactó de lleno en el puente de comando que, junto al puesto de radio ubicado debajo, quedaron destruidos. Mató a toda la gente que estaba allí menos a un Cabo, que quedó herido. No hubo más víctimas gracias al comandante Gómez Roca que, luego del primer ataque, había ordenado que permaneciera en el puente de mando sólo la dotación indispensable; el resto quedó bajo cubierta", relató Bazán que, desde ese momento, se convertía en el comandante de la nave. "La decisión de Gómez Roca salvó muchas vidas".

Se desató un gran incendio, que pudo ser controlado.

Fondevila, que al momento del ataque estaba recorriendo el pasillo de oficiales viendo cómo estaban los heridos alojados en los camarotes, salió impulsado hacia atrás. "Sentía que me estaba quemando. Atiné a ponerme el casco sobre la cara, porque pensé que todo lo que estaba a mi alrededor se estaba quemando. Había alaridos, gritos".

"Primero muevo los brazos y las piernas para cerciorarme de que los tenía. Alumbro. Lo primero que veo es al conscripto Roberto D'Errico totalmente bañado en sangre, agonizando. Había sido herido en el primer ataque y una esquirla lo había atravesado en el segundo. Al momento de la explosión, estaba a un metro delante mío. Las esquirlas habían perforado el cielo y el piso. ¿Por qué no me tocó a mí? Pregúntale al de arriba".

Todo pasaba en cuestión de segundos. Fondevila vio caer en llamas al Cabo Enríquez, que se desplomó por la escala. Bazán lo cubrió con una manta y lo corrieron hacia un costado.

El cuarto de la radio destrozado: “Transmití en morse, en radiotelegrafía y en radiotelefonía. “Mayday, Mayday”, sin decir quiénes éramos, y S.O.S. en morse. Estuve 15 minutos transmitiendo”, recuerda Fondevila 
El cuarto del radio destrozado: “Transmití en morse, en radiotelegrafía y en radiotelefonía. “Mayday, Mayday”, sin decir quiénes éramos, y S.O.S. en morse. Estuve 15 minutos transmitiendo”, recuerda Fondevila

"Yo estaba totalmente aturdido y shockeado", explica Fondevila. "No sabíamos si nos estábamos hundiendo. Bajo a máquinas, estaban funcionando, no había inundación. Me senté en la línea de eje en el cojinete para ordenar mi cabeza. Me venían los flashes de lo que había visto. Luego, me levanté y salí. Bazán me ordenó conseguir la radio de emergencia, guardada en el cuarto de radio, que se estaba incendiando. Agarrado a la escala, subí; me encuentro con el cuerpo del Cabo Tonina, que estaba colgando porque el piso del puente se había perforado. Me empecé ahogar y bajé. Me acordé de lo aprendido en la Escuela Naval, donde nos hiperoxigenábamos antes para aguantar la respiración, y volví subir. Corrí los restos del Cabo Alancay, totalmente destrozado, y encontré la radio. Transmití en morse, en radiotelegrafía y en radiotelefonía. "Mayday, Mayday", sin decir quiénes éramos, y S.O.S. en morse. Estuve 15 minutos transmitiendo".

Segundos antes del segundo ataque, Bazán se disponía a subir al puente. "Me crucé con el médico, que me preguntó por mi herida de la pierna. Y ahí se produce el impacto en el puente. Si el médico no me hubiera parado, hubiese estado en el lugar de la explosión. Voy al puente, no veo a nadie con vida, asumí que había muerto el comandante, sus restos los encontraríamos después y nos abocamos a apagar los incendios, mientras esperábamos un nuevo ataque", recuerda con precisión Bazán.

"Hubo que detener las máquinas por un problema en el timón. Una hora después, el jefe de máquinas solucionó el problema y volvimos a navegar. No se produjo un nuevo ataque; los ingleses veían las llamas", dijo.

¿Hacia dónde ir?

La disyuntiva fue hacia dónde ir: a Malvinas o hacia el continente. Primó la segunda opción, ya que la explosión había destruido todas las cartas náuticas y los sistemas de navegación. Ir hacia las islas suponía estar a merced de otro ataque inglés o desviarse y tal vez terminar en la Antártida. Sólo contaban con un vigía en cubierta y con una brújula terrestre que se confundía con los hierros de la nave. De algo estaban seguros: que las olas venían del norte y hacia allá se dirigieron.

El Sobral tardó tres días en regresar al continente, sabían que si se desataba una tormenta el buque no aguantaría 
El Sobral tardó tres días en regresar al continente, sabían que si se desataba una tormenta el buque no aguantaría

La navegación fue trabajosa. Hubo reiterados incendios, y se debió cortar cables para evitar nuevos porque los matafuegos ya estaban descargados. Así transcurrieron los días 3, 4 y 5, sin avistar la costa. Para Bazán, "esos tres días no fueron nada fáciles. No sabíamos si se podía desatar una tormenta, y el buque no aguantaría. Teníamos ocho heridos, uno muy grave, los muertos, las medicinas estaban escaseando. Era una situación muy precaria. Esa dotación fue extraordinaria, nadie flaqueó".

"Llegamos al continente sin que nadie nos ubicara. Porque nos estaban buscando un poco más al norte de donde realmente estábamos. Luego de varias horas de haber avistado la costa, hizo contacto un helicóptero de la Fuerza Aérea. Esto fue al sur de Puerto Deseado", explicó Fondevila Sancet.

"Hemos recibido su mensaje"

"Hubo un momento un poco emocionante", remarcó. "Empezamos a transmitir por la red de emergencia. “para todas las estaciones que nos escuchan”, cada cinco minutos. Un Cabo, en su Spika escucha que un locutor dice “para el señor Gómez Roca, hemos recibido su mensaje”. Sabían que estábamos. De pronto, el Teniente de Corbeta Casal cayó en la cuenta de que no teníamos bandera, que se había perdido con el mástil en el ataque. Pidió autorización para izar la bandera de guerra, que se ató a la pluma del buque".

Eduardo Bazán y Sergio Bazán en Infobae. Los dos sobrevivientes de los ataques británicos al Sobral relataron sus escalofriantes vivencias durante la guerra de Malvinas (Santiago Saferstein) 
Eduardo Bazán y Sergio Bazán en Infobae. Los dos sobrevivientes de los ataques británicos al Sobral relataron sus escalofriantes vivencias durante la guerra de Malvinas (Santiago Saferstein)

"Llegamos justo. Cuando el helicóptero se aproxima, lanzamos dos bengalas. La nave pensó que le estábamos abriendo fuego y se alejó, para aproximarse muy lentamente. Bajaron una camilla por los heridos. Luego un avión, con pasadas rasantes, nos indicó hacia dónde dirigirnos. Pasamos junto al buque Cabo San Antonio. Formamos en puesto de honores, demostrando que estábamos en un buque que seguía navegando", relata Fondevila Sancet.

"Tuvimos ocho muertos, comenzando con el Capitán de Corbeta Sergio Gómez Roca, que con su ejemplo impulsó a toda esa dotación. Su decisión de ir a una zona de extremo peligro, pero con la intención de tratar de rescatar a los pilotos, la premisa de todo marino es de no dejar a nadie en el mar, eso se transmitió a toda la dotación", remarcó Bazán.

El día 5 de mayo de 1982, cuando se encontró el ARA Sobral 
El día 5 de mayo de 1982, cuando se encontró el ARA Sobral

Los otros caídos fueron el Guardiamarina Claudio Olivieri; el Cabo principal Mario Alancay; el Cabo Segundo Sergio Medina; el Cabo Segundo Elvio Tonina; el Cabo Segundo Ernesto Del Monte; el Marinero de 1ª Héctor Dufrechou y el Conscripto Roberto D'Errico.

"Otro punto emocionante fue cuando volvimos", recuerda Fondevila. "Repararon el buque, se improvisó un nuevo puente y nos dirigimos a Puerto Belgrano. A los tres meses volvimos a zarpar hacia Ushuaia. Y ahí a fin de año los conscriptos se iban de baja. Despedirnos de ellos fue tremendo".

Homenaje inglés

Pasaron los años. En una oportunidad en que el Alférez Sobral estaba anclado en Ushuaia, y era posible visitarlo, un inglés subió a bordo. Antes de descender, dejó escrito en el libro de visitas: "Me complació visitar esta hermosa nave con un espíritu de amistad y como señal de respeto a los valientes hombres que tan bien sirvieron a su país en el ARA Alférez Sobral en 1982".

Paul Hoddinott, el comandante de la HMS Glasgow rindió homenaje al buque cuando lo visitó en Ushuaia: “Mi respeto a los valientes hombres que tan bien sirvieron a su país en el ARA Alférez Sobral en 1982”, escribió 
Paul Hoddinott, el comandante de la HMS Glasgow rindió homenaje al buque cuando lo visitó en Ushuaia: “Mi respeto a los valientes hombres que tan bien sirvieron a su país en el ARA Alférez Sobral en 1982”, escribió

El visitante era el Almirante, ya retirado, Paul Hoddinott, quien en la guerra de Malvinas era el comandante del destructor Glasgow, de donde despegaron los helicópteros que habían protagonizado el ataque.

El puente original del Sobral se exhibe en el Museo Naval de Tigre y el barco, luego de tantos años de servicio, fue reclamado por la provincia de Santa Fe para que sea museo, como un merecido homenaje de su participación en la guerra de Malvinas y a aquella tripulación que también hizo historia en el Atlántico Sur.

Fuente: https://www.infobae.com

26 de abril de 2019

LA MIRADA DEL CAPITÁN CASTILLO, NOS DICE ALGO



El Capitán Omar Jesús Castillo, nació en Cosquín, Córdoba, lugar criollo si los hay. A Omar lo apodaban “Indio”, que lo llevaría cargado, tirando lanzazos a la flota invasora.

El 30 de mayo de 1982 despegó de Río Grande, a las 12,30 horas, conformando una fuerza conjunta aeronaval, compuesta por dos Súper Etendard (3-A-202 y 3-A-205), con indicativo "Ala", comandados por el Capitán de Corbeta Alejandro Francisco, quien portaba el último un Exocet AM-39 que poseían las fuerzas argentinas, y el Teniente de Navío Luis Collavino (en apoyo de radar) y cuatro A -4C Skyhawk armados con tres bombas retardadas por paracaídas de 250 kilogramos cada una, Grupo 4 de Caza con indicativo "Zonda", al mando de los Primeros Tenientes, José Daniel Vázquez (avión C-301) y Ernesto Ureta (avión C-321), Castillo (avión C-310) y el Alférez Gerardo Guillermo Isaac (avión C-318).

Una vez disparado el Exocet, este habría impactado en la base de la torre de mando, los cuatro A-4C, Ureta e Isaac a la derecha y Castillo y Vázquez a la izquierda, se lanzaron convergiendo casi en línea, sobre la estela del misil. Vieron una columna de humo en el horizonte. Cerca del blanco, un misil, posiblemente un Sea Dart, impactó en el avión del jefe de escuadrilla, Vázquez, la aeronave se partió en dos y se estrelló en el mar.

Cinco segundos antes del lanzamiento de bombas, la artillería del buque impactó en el numeral 2, Castillo, cuyo avión explotó. Probablemente su motor cayó sobre la cubierta del portaviones y se deslizó hasta el hueco del ascensor de aviones, por donde entró e incendió su interior. Los dos aviones restantes estaban también alcanzando el objetivo, que ya se cubría de humo. Ambos lanzaron sus bombas sobre la cubierta. Con posterioridad al ataque, Ureta e Isaac se reabastecieron en vuelo y se dirigieron a la Base Aérea Militar Río Grande. La operación duró cuatro horas.

EL CAPITAN (P.M.) JESUS OMAR CASTILLO, DIO LA VIDA POR LA PATRIA, POR UN JURAMENTO, EN LA MISION QUE LO LLEVARÍA A TOMAR VUELO ALTO Y ETERNO, EN SU MEMORIA, ALGUIEN QUE ELEVA LAS ACCIONES DE LA AVIACIÓN ARGENTINA, LO ADMIRA Y LO RESPETA.

GLORIA Y HONOR.

“BAUTISMO DE FUEGO” DEL COMANDO DE LA FUERZA DE SUBMARINOS



El 14 de abril de 1982, la Fragata inglesa HMS Brilliant, recibió la orden de dirigirse a las Malvinas junto a una formación de barcos, dividiendo así el grupo de batalla ingles que había arribado a la Isla Ascensión como respuesta militar a la recuperación argentina de la Malvinas el 2 de abril.

Encabezado por la Brilliant, los navíos Arrow, Coventry, Glasgow y Sheffield se dirigieron al sur, a gran velocidad. El 22 de abril, la Brilliant se separó del grupo a toda máquina, para apoyar al grupo del Crucero Antrim en las Islas Georgias del Sur. Navegando como podía en un agitado Atlántico Sur, se dispuso que se uniera a tiempo al Antrim y la Fragata Plymouth a 150 millas al norte de Georgias.

La invasión inglesa de Georgias se había fijado para el 25 de abril, pero surgió una complicación, se sabía de la presencia del Submarino Argentino Santa Fe, en Grytviken. El Antrim, barco insignia, decidió que debería posponerse el desembarco hasta haber eliminado la amenaza que representaba el submarino.

El 25 de abril, helicópteros Wessex del Antrim ven al submarino saliendo de la bahía a gran velocidad, había desembarcado tropas de la Infantería de Marina Argentina para reforzar esa posición; el Santa Fe también sabia del despliegue de buques ingleses a la Isla, por eso realizó su aproximación de entrada a la Bahía Guardia Nacional de la Isla San Pedro navegado en superficie muy cerca de la costa para burlar los radares de búsqueda y cumplir con su misión.

La aeronave inglesa inicio un decidido ataque con cargas de profundidad, a bordo de la Brilliant, uno de los helicópteros Lynx, fue enviado para unirse al ataque contra el Santa Fe. El Wessex estaba suspendido en el aire, tras lanzar dos cargas de profundidad, esperando la llegada de su relevo aéreo antes de volver al Antrim a rearmarse.

El submarino argentino resistió ese primer ataque y puso rumbo de regreso a la Bahía de Cumberland en busca de resguardo, desde el helicóptero se vio que el submarino argentino dejaba un rastro de aceite por la popa. El Comandante Santa Fe, Capitán de Corbeta Horacio Bicain, al ver por el periscopio caer el torpedo con su paracaídas, decidió rápidamente quedarse en la superficie para evitar su impacto, ya que esos torpedos operaban a profundidades mayores a 9 metros.

El Lynx, dio una pasada rasante con el tableteo de la ametralladora. La tripulación del submarino se dispersó en el puente del Santa Fe, para protegerse, luego se armaron con fusiles y comenzaron a repeler la aproximación de los helicópteros ingleses, en el interior del submarino se formó rápidamente una cadena de hombres para aprovisionamiento de municiones y fusiles hacia el puente. El helicóptero pasó una y otra vez, a unos 90 metros y a 10 metros de altura aproximadamente.

El Lynx se había unido al Wessex, y de repente se vio la estela de un misil guiado AS-12 disparado por un helicóptero Wasp que volaba por detrás del Lynx, y que impactó directamente contra la torreta del submarino traspasándola sin explotar por su estructura de fibra de vidrio. Ese impacto tendría el primero de los costos de guerra que pagaría el Santa Fe, la perdida de la pierna de uno de los tripulantes que se encontraba en esa cadena de amunicionamiento.

Desde tierra los efectivos argentinos, empezaron a repeler con el armamento disponible la persecución del submarino que retornaba defendiéndose, averiado y con un herido grave.  Momentos más tarde amarraba dificultosamente en un muelle de madera en la boca de la Caleta. El Comandante ordenó el desembarco de los 76 tripulantes y del herido al muelle, por las condiciones en que se encontraba, mientras las tropas inglesas desembarcaban en todos los frentes.

Evaluada la situación, a las 17:00 horas del 25 de abril, se rindió toda la guarnición argentina.

Al día siguiente, el Comandante del Brilliant, Capitán John Coward, ex-oficial de submarinos, voló a Grytviken para inspeccionar al Santa Fe, ahora amarrado en el muelle y hundiéndose lentamente. Estaba inclinado a babor y con la proa levantada, su torreta agujereada y partes arrancadas por el ataque del misil. La veterana nave exponía innumerables agujeros de metralla. Dentro, ofrecía un panorama similar estaba averiado, desolado, y con luces de emergencia.

El estado de la nave decidió a los ingleses a sacar al submarino del muelle, y ubicarlo en un amarradero vacío de la vieja estación ballenera, donde pudiera hundirse. Tripulantes argentinos designados por su Comandante serían los encargados de hacer funcionar los sistemas y mecanismos para navegar la nave unos 300 metros dentro de la caleta “Capitán Vago” bajo la supervisión de un oficial británico y la estricta vigilancia de los Royal Marines; los Comandantes Bicain y Coward estarían en el puente. El submarino comenzó a moverse lentamente con una grave falta de flotabilidad, el Comandante argentino dio a toda prisa órdenes por intercomunicador en español a su reducida tripulación, para estabilizar la nave; esto requirió del Suboficial Primero Maquinista Félix Oscar Artuso rápidos movimientos para accionar válvulas neumáticas de la Sala de Control. Por la creencia de que se intentaba hundir la nave el guardia ingles que lo custodiaba lo hiere de muerte con su ametralladora.

Durante el desenlace de este trágico incidente, el Santa Fe llegaba finalmente a su amarradero, horas más tarde comenzó a hundirse producto de una sutil maniobra de sabotaje de los argentinos, más tarde aflorando solamente su torreta en la superficie.

El Suboficial Artuso se encuentra sepultado en el cementerio de Grytviken Islas Georgias del Sur.

En 1971, luego de veinticinco años de servicio en la Armada norteamericana, fue transferido a la Argentina. Fue desplegado en 1978 junto a otras unidades submarinas en los preliminares del conflicto con Chile, operando en el Pacifico. Protagonista absoluto de la recuperación de las Islas Malvinas desembarcando una patrulla de trece hombres de la Agrupación Buzos Tácticos en las primeras horas del 2 de abril.

El Submarino A.R.A. "Santa Fe" (S-21), fue merecedor de la condecoración "Operaciones de Combate" y otorgó a la historia de la Fuerza de Submarinos de la Armada Argentina su “Bautismo de Fuego”.

Campaña de Guerra del Submarino A.R.A. “San Luis” - “David contra Goliat”


El regreso a Mar del Plata del “Santa Fe”, el 7 de abril, con su primera misión cumplida, motivó aún más a la Base Naval para lograr el alistamiento del Submarino A.R.A. ”San Luis” (S-32), para una patrulla de guerra que no olvidarían argentinos e ingleses.

El “San Luis”, de acuerdo a los planes de mantenimiento previsto para estas naves, esperaba su turno para entrada a dique seco para distintos trabajos programados, fundamentalmente la limpieza de las incrustaciones de su casco y conductos de refrigeración.
Esta tarea como así también y la revisación de sus equipos y sistemas fue cumplido por los buzos, técnicos y tripulantes de la Base. A través de su escotilla se internaban; víveres, repuestos que completaron los embarques de gas-oíl y de torpedos para ponerlo en alistamiento de combate.

A las 18 horas, del domingo 11 de abril, treinta y cuatro hombres formaron junto a su Comandante Capitán de Fragata Fernando María Azcueta para escuchar la orden de zarpada en medio de la llovizna. La misión del San Luis fue la de desgastar a la Fuerza Naval inglesa en proximidades de Malvinas.

Días más tarde, se ordenó al submarino navegar a un área de espera al este del Golfo de San Jorge, donde permaneció por diez días. En esa espera, por problemas técnicos, quedó limitada la capacidad de la computadora control de armas, siendo imposible su reparación a bordo pese a los esfuerzos de la tripulación.

El 29 de abril, tras la caída de las negociaciones diplomáticas, el San Luis fue autorizado a emplear todo su potencial bélico en su área de patrulla al nordeste de la Isla Soledad. Las Fuerzas Británicas, alertas por la posible presencia de submarinos argentinos desplegaron toda su capacidad y prestigio en guerra antisubmarina, en una búsqueda estresante como costosa, sin obtener el resultado esperado.

El San Luis, ante la detección de tres buques enemigos se preparó para efectuar un ataque, a pesar de sus limitaciones. El primer lanzamiento culminó con la desazón de su tripulación al perder control sobre el torpedo por corte de su cable de guiado.

Delatada su presencia, el San Luis evadió con éxito un feroz ataque que se prolongó por más de 20 horas, tras una arriesgada maniobra para asentarse en el fondo marino.

El 8 de mayo detectó un contacto por sonar que se clasifica como posible “submarino en inmersión”, y en las mismas condiciones técnicas de su sistema de control tiro, se lanzó un torpedo antisubmarino MK 37, escuchándose una explosión al finalizar la corrida. Nunca se obtuvieron datos suficientes como para confirmar los resultados de ese lanzamiento.

En la noche del 10 de mayo, luego de haber sido hundido el transporte argentino “Islas de los Estados”, la Fragata HMS “Alacrity” sale a toda velocidad del estrecho de San Carlos, buscando el apoyo de otras unidades en aguas abiertas. El San Luis que se encontraba al acecho en la boca del estrecho, tuvo en su sonar a los blancos. Luego de ajustar los datos para el ataque, lanzó dos torpedos en la madrugada del día 11. Uno de los torpedos no salió del tubo lanzatorpedos y el otro presento la misma falla técnica de corte de cable que el anterior.

Ante la situación técnica y táctica, horas más tarde el Comandante rompe su silencio de radio para informar la situación general de submarino.

Dos días después el San Luis recibió la orden de regresar al continente entrando para su revisión en la Base Naval Puerto Belgrano. Todo el esfuerzo puesto para recuperar la operatividad de su sistema de armas no culminó a tiempo, el 14 de junio finalizó el conflicto.

El empeño de sus acciones le mereció la condecoración “Honor al Valor en Combate”. El San Luis y su gemelo el Salta, modernas unidades de diseño alemán, fueron incorporadas a la Armada Argentina en 1974. Las capacidades técnicas y el adiestramiento de las tripulaciones de ambas naves fueron probadas en 1975, cuando cumplieron una campaña histórica de 50 días en inmersión ininterrumpida.

En 1997, el Submarino A.R.A. “San Luis”, fue desafectado del servicio en la Armada. El Salta, no participó en las acciones de guerra por encontrarse en ese momento en reparaciones y pruebas, en la actualidad está en servicio.

Fuente: https://podernavalargentino.blogspot.com