26 de agosto de 2022

OPERACIÓN ALCÁZAR: LOS COMANDOS QUE PLANEARON SACAR MENÉNDEZ Y HACER UN CONTRAATAQUE “EN SERIO” CONTRA LOS INGLESES

 

Los Mayores Mario Castagneto y Aldo Rico idearon un plan para resistir el embate final inglés y, de ser necesario, morir peleando. Iban a tomar la casa del gobernador en Puerto Argentino y atrincherarse. Cómo le llegó esa información a Menéndez, la acción que tomó y la misión suicida a la que fueron enviados cuando la guerra ya se terminaba. 

Por Nicolás Kasanzew 

Mario Castagneto (tercero de izquierda a derecha) junto a integrantes del Grupo de Comandos 601

El jefe de la Compañía de Comandos 601 consideraba que un contraataque era perfectamente posible. Mario Castagneto recorría permanentemente las posiciones y sabía de lo que hablaba. Pero los Generales estuvieron siempre con los borceguíes lustrados, jamás se acercaron a recorrer los pozos de zorro de primera línea para calibrar la situación. De haberse animado a ensuciar su calzado, se hubieran anoticiado de que los soldados estaban enteramente dispuestos a jugarse. Siempre y cuando, claro está, los Generales se pusieran al mando. 

Excepto las posiciones del Regimiento 8, que estaba en Bahía Fox, el Mayor Castagneto recorrió todas las unidades. Y pudo constatar que los combatientes esperaban y necesitaban la presencia de sus jefes. Esos jefes que están cerca de la tropa, que no le escurren el bulto a la primera línea, que recorren las posiciones, que tienen el conocimiento profundo de cómo está la situación por la que se está atravesando, que llevan a todas partes su aliento, que hacen la arenga final. Lo que los soldados querían era el ejemplo personal, no que los Generales se quedaran encerrados en el pueblo. En vez de ello, estos Generales vivían lo más tranquilos en sus casas de Puerto Argentino. Con cocinero y calefacción. 

Si los de Malvinas no hubieran sido Generales de escritorio, nada les hubiera impedido reunir a oficiales y suboficiales, incluyendo a aquellos que pululaban en el pueblo y en la retaguardia y, sumándoles a los comandos, lanzar ese contraataque que los ingleses tanto temían. 

Pero Mario Benjamín Menéndez, jefe de la Guarnición Malvinas y gobernador del archipiélago, hacía gala de una indiferencia rayana en la resignación. Siempre me pareció que el General ya se había rendido internamente hacía mucho tiempo atrás. 

Mario Benjamín Menéndez con el mayor Castagneto en Malvinas (Fotos: Nicolás Kasanzew)

El talentoso periodista Manfred Schönfeld, escribió después de la rendición: 

“Faltó el último coraje personal en la conducción. Si hubo sentimientos humanitarios, si no se quiso exponer a la tropa a ser víctima de una carnicería generalizada –suponiendo que verdaderamente, el armamento del enemigo era tan superior que casi diez mil hombres no pudieron resistirlo siquiera un poco más– pero en fin, si hubo ese acto de compasión para con la masa de jóvenes civiles conscriptos, nadie hubiera impedido, sin embargo, a los oficiales superiores al mando de la guarnición, licenciar a sus tropas, ordenarles rendirse, dar a conocer amplia y profundamente tal decisión a los cuatro vientos –para evitar posibles represalias ulteriores contra la tropa inerme– y una vez hecho eso, atrincherarse un puñado de hombres cuyo honor profesional los hubiera obligado a semejante acto de heroísmo, alrededor de su bandera, y pelear por ella hasta morir. De haberse dado un gesto de esta naturaleza, hoy los argentinos andaríamos con la frente más alta, e incluso en aquellos hogares atribulados por la tragedia de la pérdida o la mutilación de un hijo se sentiría que ese sacrificio impuesto por el destino fue correspondido, fue igualado, sin que quedasen sueltos los cabos de la duda y de la incertidumbre sobre la justificación del sacrificio”. 

Aldo Rico en una Kawasaki KE 125 en la costa de Puerto Argentino

Sin embargo, hubo dos oficiales que quisieron hacer exactamente lo imaginado por Schonfeld: atrincherarse con un puñado de hombres y vender cara la derrota. Eran los jefes de las Compañías de Comandos 601 y 602, Mayores Mario Castagneto y Aldo Rico. 

La iniciativa partió del primero, quien le planteó a Rico la idea de preparar la última resistencia en Puerto Argentino. La operación se llamaría “Alcázar”, un término muy caro a Castagneto, ya que evocaba la heroica resistencia del asediado Alcázar de Toledo en 1936. El jefe de la 602 no estaba muy convencido, pero finalmente accedió ante el ímpetu y la convicción irreductible de Castagneto. 

Bastante antes del arribo de Rico a Malvinas, el jefe de la 601 había anticipado que ese momento podía llegar. Y su idea era atrincherarse en la casa del gobernador. Es que en una campaña, lo que simboliza el triunfo es la conquista del objetivo estratégico; en este caso la ciudad de Puerto Argentino. Pero el enemigo no podría cantar victoria, mientras la casa del gobernador no estuviese en su poder. 

Desde tiempo atrás, Castagneto creía que iba a ser necesaria una resistencia final, sin posibilidades de éxito tal vez, pero que encarnara el deseo de combatir hasta la muerte. Erróneamente se dijo luego que la idea era resistir casa por casa, pero Castagneto nunca lo imaginó así. Por empezar, era imposible con los efectivos de que disponía en aquel momento. Contaba sólo con unos sesenta hombres, ya que había perdido gente que tenía en la Gran Malvina. Sumados a los comandos de Gendarmería y los de Rico no superaban un total de noventa o cien. Pero sobre todo, Castagneto no quería escudarse en la población civil, contra la cual los ingleses no iban a disparar. 

Mohamed Alí Seinldín (izquierda) se negó a formar parte de la Operación Alcázar. Dijo que no se podía alterar la cadena de mandos de esa manera, que era una falta de disciplina

Discretamente, ambos mayores y sus jefes de sección reconocieron por dentro y por fuera la casa del gobernador, para determinar la mejor manera en que podía ser defendida. Y por expresa orden del jefe de la 601, a la que se plegó Rico, a partir del 5 de junio los comandos, tanto de Ejército, como de Gendarmería realizaron un relevamiento completo del poblado: tipos de casas, particularidades de los terrenos baldíos, lugares para hacer voladuras o tender trampas, vías de repliegue, cantidad de radios y vehículos de toda clase. Sin pedir permiso a la superioridad. 

Es evidente que para Castagneto era una cuestión de honor mostrar a los ojos del mundo entero que los cuadros argentinos eran capaces de combatir hasta la muerte, aunque no tuvieran posibilidades de triunfo. 

Lamentablemente, Menéndez tenía una idea bien distinta del sentido de la vida militar. 

Seineldín habla frente a los Comandos. Sentado, Aldo Rico (Fotos: Nicolás Kasanzew)

Sólo quedaba la opción de desplazarlo. Pero, ¿quién tenía la talla suficiente para conducir a los cuadros a un sacrificio heroico? Las miradas de Castagneto y Rico convergieron sobre el Teniente Coronel Mohamed Alí Seineldín. Por su prestigio, porque no estaba comprometido directamente en el combate, porque su regimiento estaba en las cercanías, parecía la persona más adecuada para ponerse al frente de la defensa de Puerto Argentino. 

De ahí que, a renglón seguido de la reunión de camaradería de los integrantes de ambas Compañías de Comandos, el domingo 6 de junio ambos oficiales visitaron a Seineldín en su amplia casamata subterránea de las posiciones del Regimiento 25 y le ofrecieron un plan: apartar a Menéndez y que él se ponga al frente de una defensa en serio. Inesperadamente, el Turco rechazó de plano la propuesta. Adujo que no se podía alterar la cadena de mandos de esa manera, que era una falta de disciplina. 

Años más tarde, sin embargo, no tuvo los mismos miramientos al liderar, al menos formalmente, las asonadas de 1988 y 1990. Si bien decepcionados por la actitud de este jefe, Castagneto y Rico no abandonaron la idea de una postrera defensa de Puerto Argentino: la encabezarían ellos mismos. Al parecer, no los amilanaba siquiera que sus actitudes fueran pasibles de consejo de guerra y fusilamiento inmediato. 

Pero la intención de resistir llegó al conocimiento de Menéndez, y abruptamente todos los comandos fueron sacados de Puerto Argentino en el anochecer del 13 de junio. Se les dijo que del otro lado de Wireless Ridge, donde estaban los tanques de combustible, en la península de Freycinet, desembarcaron comandos del SAS y había que neutralizarlos. En realidad, mandaron allí un rejuntado, ya que la 602 había perdido parte de su capacidad militar y la 601 estaba desparramada, tenía gente en Howard, que no había logrado cruzar a Soledad. 

Decepcionados por la actitud de Seineldín, Castagneto y Rico no abandonaron la idea de una postrera defensa de Puerto Argentino: la encabezarían ellos mismos

Los comandos pasaron la noche bajo la nieve, mirando con los visores nocturnos, pero el SAS nunca apareció. Y a eso de las cuatro de la mañana Castagneto los impone de una nueva orden que acababa de recibir: ocupar una posición de bloqueo al oeste de la península de Cambers, en dirección a Monte Longdon, para evitar el avance de los ingleses, que venían de superar al Regimiento 7. Se trataba lisa y llanamente de una misión suicida. Unos cuarenta hombres sin armamento pesado eran ubicados a la intemperie frente a la artillería británica y dos o tres de sus batallones. “No me pregunten el porqué de esta orden”, se atajó Castagneto. Pero cuando el Capitán Ricardo Frecha, que tenía con él una relación especial más allá de la profesión, lo agarra en un aparte, el Mayor le dice: “No quieren que estemos en Puerto Argentino y hagamos la Operación Alcázar”. 

Para evitar eso, los mandaban a una misión suicida. 

“Ponernos en esa posición de bloqueo era una locura –me comenta Frecha–. Pero te aseguro que de ahí no nos íbamos a mover, moriríamos allí. Castagneto moría ahí, Rico moría ahí, yo moría ahí. Pensaba en mi esposa: bueno, ella va a poder rehacer su vida, es una linda mujer, todo pasará para ella. ¿Y mis hijos? ¡Los dejo huérfanos! ¿Trascenderé en ellos? Pero no había marcha atrás. Milagrosamente, la guerra terminó esa madrugada, y pararon todo”. 

El Capitán Ricardo Frecha supo que los sacaron a último momento de Puerto Argentino para impedir la Operación Alcázar (Fotos: Nicolás Kasanzew)

Ese día Castagneto agotó las baterías, llamando por radio para que los cruzaran nuevamente a Puerto Argentino. Quería volver para poner en práctica la Operación Alcázar. Y no hubo manera. Recién cuando escuchó por la radio militar que la rendición estaba acordada, después de unos cuarenta llamados que había hecho pidiendo que mandaran el barquito para cruzarlos, vio al Forrest que salía de enfrente a recogerlos. 

El jefe de comandos nunca imaginó que la rendición se produciría en forma tan precipitada y sin haber ofrecido la resistencia final. Él había propuesto lo que haría cualquier soldado verdaderamente profesional: combatir sin parar. Su postura era, asimismo, altamente espiritual: pensaba en el juicio de la Historia, antes que en la propia supervivencia. 

El Mayor Mario Castagneto (centro) pensó que podían tomar la Casa del gobernador y resistir

Sin embargo, no necesariamente la iniciativa de Castagneto iba a ser coronada con la muerte de todos los valientes atrincherados. En 1984, ese brillante intelectual que fue Manfred Schönfeld, me decía: 

“No acepto de modo alguno la típica excusa de que Menéndez estaba preocupado por su tropa. Hay ejemplos en la historia de cómo resuelve eso un oficial pundonoroso. Si entre esa muchachada se hubiese corrido la voz ‘¡El General en persona está lanzándose al ataque! ¡Carga frente a nosotros contra el enemigo!’ eso los hubiera galvanizado. Porque no hay soldado; ni profesional, ni conscripto, que resista eso. Y eso es lo que debiera haber hecho el General Menéndez. También, si se hubiera atrincherado en la casa del gobernador con cuadros, anunciando a los cuatro vientos que ha licenciado a su tropa, especialmente a los conscriptos, pero que él de ahí no se mueve, que tendrán que sacarlo muerto, yo me juego la cabeza, conociendo como creo conocer a los ingleses, en cuyo país viví nueve años seguidos, que si él hace eso, los ingleses se frenan. Si llega el mensaje a Londres –y a todo el orbe–: “El hombre no se va a rendir. Habrá que pasarlo a cuchillo a él y a sus doscientos selectos. ¿Qué hacemos? ¿Vamos a pasar por unos monstruos? ¿Cinco mil hombres vamos a masacrar a doscientos, cuando ellos con sus diez mil respetaron a nuestros ochenta Marines que estaban antes del 2 de abril?” –me juego nuevamente la cabeza que la respuesta iba a ser: “Negocie con el hombre”. Y entonces, cuando se negocia, algo se saca. Algo más honorable, más digno. Pero irse así al mazo, es lamentable. Demostrativo de que ese General evidentemente no domina su oficio, ni tampoco tiene las cualidades esenciales del militar, que son el coraje y el espíritu de sacrificio”. 

Después de todo, los jefes están justamente para hacer esa clase de gestos, interpretando la necesidad histórica. Menéndez, en cambio, no se rindió el 14 de junio. Ya había llegado rendido a las islas el 7 de abril.

 

Fuente: https://www.infobae.com

EL GRAN SECRETO DE MALVINAS: EL PLAN DE ARGENTINA PARA DESTRUIR BOMBARDEROS INGLESES SI ATACABAN EL CONTINENTE

 

En 1982 la Royal Air Force tenía entre sus planes bombardear con aviones Avro Vulcan las bases argentinas en Comodoro Rivadavia, San Julián, Río Gallegos y Río Grande. Recién en 2022 se conoció que la Fuerza Aérea Argentina diseñó la Operación Pampero para contrarrestar la temida amenaza. Los detalles de un operativo top secret que se guardó durante 40 años 

Por Mariano Sciaroni 

Avión Avro Vulcan B.2 utilizado por la Real Fuerza Aérea para cumplir operaciones en el Atlántico Sur. Esta aeronave, matrícula XM597, cumplió misiones sobre Malvinas con misiles antirradar Shrike norteamericanos

Existen documentos desclasificados de la guerra de Malvinas que cuentan como la Royal Air Force británica planeó bombardear con aviones Avro Vulcan bases aéreas argentinas. Los blancos elegidos: Comodoro Rivadavia, San Julián, Río Gallegos y Río Grande. Pero recién 40 años más tarde se reveló uno de los secretos mejor guardados del conflicto armado: los planes que ideó la Fuerza Aérea Argentina para contrarrestar esta temida amenaza. 

Los británicos habían considerado el escenario que llevaría la guerra al continente: el ataque a bases argentinas (ver el excelente artículo de Alejandro Amendolara “Opción 13″: el plan secreto de los ingleses para bombardear Buenos Aires durante la guerra de Malvinas en Infobae), pero la decisión política de no escalar el conflicto, en base a la posición de los Estados Unidos al respecto y el temor que se activara el TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) poniendo a toda Latinoamérica contra Gran Bretaña, hizo que esos planes se dejaran de lado. 

Sin embargo, para mediados de mayo, con las grandes pérdidas de la Royal Navy y sin avances significativos en tierra, la Fuerza Aérea Británica decidió reactivar el plan de ataque. La aviación inglesa ya había ejecutado varias de las misiones de bombardeo de largo alcance “Black Buck” (Ciervo Negro), por lo que las preguntas iniciales acerca de “largas travesías aéreas sobre el mar con múltiples reabastecimientos en vuelo” habían sido contestadas. Podía hacerse. 

Hay aquí que aclarar que el planeamiento no es siempre la antesala de la ejecución. Los militares muchas veces planean operaciones o misiones para la eventualidad de necesitarlo, lo que estará sujeto a la propia dinámica de la guerra y orientada por los fines políticos que la desencadenaron. 

El documento secreto del ministerio de Defensa británico con el plan de las operaciones para los aviones Vulcano, elegidos para bombardear Buenos Aires y otros blancos del continente

En ese orden de cosas, es más que interesante el memo preparado en el seno de la Royal Air Force el 25 de mayo de 1982, que da cuenta que el ataque a los aeródromos del sur continental era posible y que se justificaba porque “reduciría la efectividad de las fuerzas aéreas argentinas en atacar nuestras unidades marítimas y la efectividad del apoyo terrestre y logístico para las fuerzas argentinas en las Malvinas. Asimismo, esos ataques en las bases continentales tendrían impacto en la opinión pública y oficial argentina, así como serían un visible indicador de la determinación permanente del gobierno de Su Majestad”. 

El ataque sería llevado a cabo con los cuatrimotores Avro Vulcan que despegarían desde la Isla Ascensión, y requerirían el apoyo de hasta once aviones reabastecedores Handley Page Víctor. Lo cierto es que la carga de bombas a llevar (por la distancia) debería ser reducida, no más de 7 bombas de 1.000 libras (el avión podía cargar 21) de caída libre o solamente 3 bombas guiadas por láser (máxima cantidad de estas bombas que admitía este avión). Las bombas guiadas necesitarían, además, un equipo en tierra que las apunte. 

Se volaría a gran altura (también, para ahorrar combustible) y solo en la etapa final del ataque se reduciría la altitud, aun cuando a no menos de 8.000 pies (2.438 metros), ya que las bases argentinas (se conocía) contaban con defensas de artillería antiaérea. 

Un Mirage III despega desde una base área. En este caso, lleva misiles MATRA Magic

Las misiones, se consideraba, podrían destruir las pistas y las instalaciones militares cercanas, por lo cual era un riesgo aceptable para correr: un único bombardeo podría destruir varios aviones y equipos y, con ello, aligerar en mucho la presión sobre la Marina Real. Esos ataques serían realmente al límite de las capacidades británicas y, vale decir, requerirían de tripulaciones altamente entrenadas y motivadas. 

Si bien todo este planeamiento era, obviamente, secreto, la Fuerza Aérea Argentina no desconocía las capacidades británicas de atacar con bombarderos el continente. Conocían a la perfección el avión Vulcan y su alcance (la Argentina había estado interesada en adquirirlo antes de la guerra, algo que fue finalmente vetado por Gran Bretaña), así como había experimentado sus bombas sobre la pista de Puerto Argentino. 

Con la amenaza del continente bombardeado, nació la Operación Pampero el 20 de mayo de 1982 en Merlo (Provincia de Buenos Aires), en el seno del Comando de Defensa Aérea. El plan tenía como claro propósito “detectar, interceptar y destruir material aéreo de bombardeo, reabastecimiento y/o reconocimiento británico en su ruta hacia o desde territorio continental”. Recién en el año 2022 vio la luz, permaneciendo secreta en los archivos hasta hoy. 

El Learjet matrícula LV-0AS de la firma Ledesma (enmarcado en el Escuadrón Fénix), que fue el avión que se pensó se desplegaría hacia Mar del Plata para dar apoyo a los Mirage y Dagger

La operación tenía dos fases. 

La primera de ellas implicaba desplegar a la Base Aérea Militar (BAM) Mar del Plata dos aviones Mirage III, armados con cañones y un misil Matra 530, dos aviones Dagger armados con cañones y misiles Shafrir y un avión Learjet de apoyo (con matrícula LV-OAS y de la firma Ledesma S.A.A.I.) 

Los Mirage III, franceses y los Dagger, una copia israelí del Mirage V, eran de las únicas aeronaves en el inventario militar argentino con posibilidades ciertas de atacar a un bombardero ágil y veloz como el Vulcan. 

La segunda fase era la de ejecución. Una vez detectado un despegue de la Isla Ascensión (desde donde operaban los aviones de la Royal Air Force que podían llegar al continente), los aviones argentinos saldrían y se dirigirían a un punto de interceptación prefijado (Puntos A, B y C, según cual fuera el objetivo previsto), para esperar a los enemigos y derribarlos. 

Carta aeronáutica que señala el rumbo que debían tomar los aviones para llegar a los puntos de interceptación A, B y C, donde se encontrarían con los bombarderos que quisieran atacar las bases argentinas en el sur del país

La parte más difícil era detectar un despegue de estos aviones y, los documentos de la Operación Pampero solo mencionan que esa información sería dada por una “fuente confidencial”. La Isla Ascensión está, realmente, en medio de la nada y no había casi ojos curiosos que pudieran reportar esa información. 

Los únicos ojos que podrían reportarlo eran los de los marinos soviéticos del Zaporozhye, un buque espía de 4.500 toneladas de desplazamiento, de la clase “Primorye” (Proyecto 394B) que llevaba a 160 hombres a cargo del Capitán de Primera Clase P. Zyryanov. Este buque se encontraba desde el 29 de abril frente al aeródromo de la isla. 

Sea o no fuera esta la “fuente confidencial”, los documentos indican que la misma proporcionaría específicamente la hora de despegue y el rumbo al cual se dirigían los bombarderos británicos, con lo cual podría inferirse a que base se atacaría. 

La interceptación y ataque se haría en medio del océano (entre 500 y 770 kilómetros mar adentro) y, llegado el caso que no se pudiera interceptar a los bombarderos antes de atacar las bases, se procuraría hacerlo en su viaje de regreso. 

Ficha del bombardero Avro Vulcan, según el anexo de Inteligencia de la Operación Pampero

Hay que tener en cuenta que iba a ser necesario por lo menos un mínimo de luz solar para poder identificar a las CHINCHES (nombre clave que se deba a los aviones enemigos), en tanto se requería identificación visual para poder disparar (solo los Mirage III poseían radar, los demás aviones solo podían detectar otros aviones a través de la visión de sus tripulantes). 

Los indicativos y claves asignados requieren un párrafo aparte. La escuadrilla de interceptación serían los HALCON y el LearJet de apoyo sería LIBRA. Los aviones enemigos serían, como se dijo, las CHINCHE, con diversos colores según el tipo de avión (Vulcan: CHINCHE AZUL, Nimrod: CHINCHE ROJA, etc). Para el caso que se destruyera alguna CHINCHE, se anunciaría que se fue AL BOMBO, si el combustible estaba al mínimo se señalaría que estaba DESINFLADO, la meteorología podría estar DULCE o ACIDA, según buena o mala, entre otros. Y si el enemigo lograba escabullirse, pasando a los interceptores, solo se anunciaría PASARON. 

Un avión Dagger despegando durante el conflicto por Malvinas

Pero los británicos, finalmente, nunca pusieron en marcha el plan de bombardear las bases continentales, ni los argentinos desplegaron a los aviones interceptores a la BAM Mar del Plata. 

Sin embargo, el día 29 de mayo a las 6:00 hs, se emitió una alerta amarilla por despegue de dos aviones bombarderos Vulcan, con rumbo sur, lo que habría ocurrido a las 3:00 hs desde la Isla Ascensión. 

Esta información pudo bien haber provenido del buque de inteligencia Zaporozhye, que seguía en las cercanías de dicha isla en ese momento. Lo cierto es que los datos llegaron al CAE (Comando Aéreo Estratégico) desde los Estados Unidos vía el Brigadier Peña, quien alertó específicamente que los enemigos llevaban misiles anti-radar. En este caso, la inteligencia militar parece haber alertado de la misión “Black Buck 4″, que consistía en un ataque contra radares emplazados en Malvinas, por parte de un Avro Vulcan, ataque que fue abortado por no poder el avión reabastecer en vuelo. 

No había, en ese momento, aviones desplegados en Mar del Plata, pero se pusieron en alerta a los interceptores Mirage argentinos en las bases del sur, por si se acercaban al continente. 

La isla Ascensión desde el buque espía soviético Zaporozhye. Son visibles claramente las instalaciones militares del aeropuerto. 

En la planificación también se consideró defender Buenos Aires y sus alrededores de ataques aéreos británicos, por lo que había en alerta (desde el 19 de abril) dos Mirage III en la Base Mariano Moreno y dos Dagger en Tandil, complementados con aviones IA-58 Pucará en La Plata y aviones MS-760 Paris en Mar del Plata. 

¿Qué podría haber sucedido si los británicos intentaban bombardear las bases continentales? Nunca lo sabremos, pero es interesante conocer que la Fuerza Aérea Argentina había previsto ese escenario y planeado como contrarrestarlo. 

Quizá hubiera todo terminado con el mensaje de un piloto de Mirage de CHINCHE AZUL AL BOMBO. O un grito de guerra de los aviadores en los combates aéreos de la guerra de Malvinas: “¡No hay quien pueda!”. 

Fuente: https://www.infobae.com 

3 de agosto de 2022

LA FRAGATA LIBERTAD Y UN EMOTIVO HOMENAJE A LOS PIONEROS FRANCESES DE MALVINAS

 

La Fragata Libertad, en el puerto de Saint-Malo, con la bandera que homenajea a los pioneros de Malvinas

Por Pablo Morosi

Arribó al puerto de Saint-Malo con una vela que contiene una obra artística con imágenes de las islas y los colores de la bandera francesa; desde allí partieron en 1763 los primeros colonos que se asentaron en el archipiélago.

La imagen que simboliza la Libertad pintada con los colores de la bandera francesa y la silueta de las Islas Malvinas ondeando entre el velamen de la Fragata Libertad arribó hoy al puerto de la histórica ciudad amurallada de Saint-Malo, en el norte de Francia, desde donde en 1763 partieron los primeros colonos que se asentaron en el archipiélago del Atlántico Sur, cuyo gentilicio dio origen al nombre: Iles Malouines.

La inédita iniciativa, que apunta a recordar la odisea de aquellos pioneros en coincidencia con los 40 años de la guerra de Malvinas, se enmarca en las actividades vinculadas con el viaje de instrucción número 50 del tradicional buque escuela de la Armada Argentina. La vela fue pintada por el artista plástico Walter Di Santo quien también realizó una serie de obras en acuarela expuestas a bordo durante la estadía en cada puerto y que luego son donadas a los museos de las ciudades incluidas en el itinerario de la nave insignia de la Marina. 

La vela de homenaje a los pioneros de Malvinas que portó la Fragata Libertad, obra del artista Walter Di Santo

“Nos pareció oportuno rememorar en el paso de la fragata por Saint-Malo a aquellos pioneros de Malvinas y su legado que la posterior devolución de Francia a la corona española validó nuestros derechos soberanos”, indicó el Contraalmirante Marcelo Tarapow, director General de Educación de la Armada.

Según los registros, el 8 de septiembre de 1763, dos naves capitaneadas por el marino Luis Antonio de Bougainville, con 29 colonos partieron del puerto de Saint Malò y llegaron a Malvinas a fines de enero del año siguiente. Los pioneros construyeron una primera fortificación designada como Port Saint Louis, en honor del monarca Luis XV, en la isla oriental, que hoy es Soledad. “Un año después, en enero de 1765, tres navíos comandados por el comodoro inglés John Byron desembarcaron en la isla occidental y la llamaron Falkland Islands, ignorando la presencia de los franceses en la zona”, relató el oficial en base a documentos y evidencias históricas entre ellas las referencias aportadas por el periodista y escritor de origen galo Paul Groussac, autor del trabajo “Iles Malouines, sobre las primeras expediciones y asentamientos en Malvinas”. 

La Fragata Libertad, en el puerto de Saint-Malo, con la bandera que homenajea a los pioneros de Malvinas

Amante de la historia y autor de un libro sobre la nave insignia llamado “Fragata Libertad. Una escuela en el mar”, Tarapow subrayó que “el reconocimiento en 1767 por parte de Francia de la soberanía de España sobre este archipiélago es un relevante antecedente dentro de la jurisprudencia internacional en favor de los derechos sucesorios del Virreinato del Río de la Plata, junto a las bulas papales y lo establecido en el Tratado de Tordesillas de 1494″. 

La Fragata Libertad, en su escala en Dublín

Al reconocer el derecho español sobre las islas, Luis XV aceptó reintegrarlas a la corona española, previo pago de una indemnización para Bougainville por sus servicios. “Podemos coincidir que, en la concepción política de Francia de la época, era preferible que las Malouines fueran reconocidas a la soberanía de España, y no que los ingleses establecieran una colonia en esas latitudes y lograran el dominio o proyección, desde allí a otras tierras del Pacífico y del Indico. España asumió el control de Saint Louis y lo llamó Puerto Soledad”, sostuvo Tarapow en un reciente artículo publicado por la Gaceta Marinera. 

Un mapa de las Malvinas en los tiempos de la llegada de los pioneros franceses

En diálogo con LA NACION el Contraalmirante destacó que “las distintas generaciones de Saint Malò han mantenido viva esta historia hasta nuestros días y eso nos ha permitido cotejarla con la población actual”.

A pocas horas de llegar a destino, la tripulación instaló la vela pintada por Di Santo para honrar la memoria de los pioneros franceses. “Colocamos la vela artística en la Jarcia, que es el conjunto de cables y cabos que sostienen los (tres) mástiles a los costados de la embarcación. De ese modo puede visualizarse claramente a distancia desde el muelle”, explicó el capitán de la nave, Carlos Schavinsky Trinchero.

Con una tripulación de 300 personas, de los cuales 92 son guardiamarinas, la Fragata Libertad zarpó el 30 de abril último de Buenos Aires con destino a Fortaleza, en Brasil, para iniciar, de ese modo, el 50° viaje de instrucción con el que prevé recalar en once puertos. Este fin de semana pasado estuvo en Dublín, Irlanda, donde realizó un homenaje al Almirante, Guillermo Brown, primer comandante de la escuadra naval en el Río de La Plata nacido en la localidad de Foxford, el 22 de junio de 1777.

“Mascarones en Libertad”

La propuesta de la vela pintada, que fue pensada como un homenaje para los pioneros y, a la vez, una sorpresa para los actuales habitantes y autoridades de Saint-Malo, comenzó a gestarse luego de que, a fines de 2018, el Contraalmirante Tarapow asistió a una exposición de Di Santo llamada “Mascarones de proa” en el Museo Municipal de Arte de La Plata en la que el artista retrató a personalidades argentinas como Jorge Luis Borges, Ástor Piazzolla, Lola Mora, Benito Quinquela Martín y René Favaloro, cuyos rostros aparecen “como mascarones de proa que abrieron caminos trascendentes”, explicó Di Santo. 

El artista Walter Di Santo

El marino propuso a Di Santo hacer una serie de acuarelas inspiradas en el mascarón de proa la Fragata Libertad. Así surgió la muestra itinerante “Mascarones en Libertad”, que tomó como leitmotiv la figura que ornamenta el tajamar de la fragata realizado entre 1963 y 1964 por el escultor español Carlos García González y que en 2021 fue presentada en el apostadero naval de Puerto Madero y en los puertos de Chile, Uruguay y Perú. Se entregó en este último país a las autoridades locales un cuadro en el que aparece la figura del General José de San Martín con su uniforme de gala de Protector de las Libertades del Perú y portando la bandera de la naciente república.

Cuando se preparaba el nuevo itinerario del buque escuela Di Santo acercó la idea de pintar una de las velas. “Había reparado en que, en ciertas ocasiones especiales se habían usado velas con los colores de los países visitados y, fue así que, se me ocurrió la posibilidad de pintar sobre uno de los paños”, relató. El antecedente más cercano tiene como protagonista al célebre artista uruguayo Carlos Páez Vilaró que en 2004 estampó sus característicos soles en el velamen del buque escuela Capitán Miranda de la Armada del vecino país.

Tras las consultas del caso, la comandancia de la fuerza aprobó la propuesta y le hizo llegar a Di Santo el retazo de un viejo paño de vela, de 5 por 4 metros. La magnitud de la tarea excedía las dimensiones de su estudio y lo obligó a buscar una cochera para su auto y transformar el garaje de su casa de La Plata en un improvisado atelier. Allí, sentado en el piso sobre la vela trabajó durante los meses de marzo y abril últimos hasta cumplir su cometido.

“Se trata de una imagen colorida de trazos sencillos pensada de un modo escenográfico que representa la Libertad y está inspirada en la figura del mascarón de proa de la fragata para que pueda ser vista a distancia y que lleva los colores de la bandera francesa”, explicó el artista que al ser consultado sobre la inclusión de la imagen de las Islas Malvinas dijo: “Me surgió espontáneamente incluir en la obra a las amadas islas del Atlántico Sur pero tenía dudas por una cuestión de no interferir en un asunto diplomático. Cuando lo consulté me dijeron que no había ningún problema”, indicó. 

El artista Walter Di Santo pinta la vela de homenaje a los pioneros en Malvinas que portó la Fragata Libertad

Durante el viaje de la fragata cinco de las obras de Di Santo quedarán en museos de las ciudades europeas. Entre esas pinturas hay una que reproduce la escena de la “Libertad guiando al pueblo” en homenaje al famoso óleo de Eugène Delacroix, además de un retrato del marino francés Hipólito Bouchard, que combatió por la independencia de las naciones de América y otro de José de San Martín, que según lo previsto será donado a la casa-museo de Boulogne-sur-Mer.

“Para mí es un honor enorme y una alegría haber podido hacer este trabajo que simboliza la Libertad abriendo caminos y apunta a entrelazar redes de confraternidad con los pueblos, uniendo a través del mar, el arte y la cultura”, indicó Di Santo quien se graduó como profesor de Artes Plásticas en la Universidad Nacional de La Plata, es secretario de Extensión de la Universidad Católica de La Plata y codirige el Museo de Arte Beato Angélico. Entre sus obras, que se exhiben en varios museos del país y el exterior, sobresale el óleo “Virgen de la sonrisa” que integra las colecciones de los Museos Vaticanos. En 2013 su trabajo “Virgen de la ternura” fue recibido por el Papa Francisco. 

Fuente: https://www.lanacion.com.ar