25 de abril de 2021

LOS EXOCET, EL ARMA MÁS TEMIDA POR LOS BRITÁNICOS EN MALVINAS Y EL FRANCÉS DESPECHADO QUE LOS HIZO FUNCIONAR A ÚLTIMO MOMENTO

 

En el libro “La Guerra Invisible” se revelan las operaciones de espionaje de los agentes de inteligencia de la Marina argentina y sus pares británicos del MI6 en torno a los misiles. El embargo a la Argentina y las gestiones en el mercado negro de armas. El doble rol que jugó Francia y la aparición fortuita de un hombre que brindó la “tabla de coeficientes” que faltaba para poder usarlos. 

Por Marcelo Larraquy (*)

Un Súper Etendard de la aviación naval con su carga de misiles Exocet, el arma más temida por los británicos en la guerra de Malvinas

A partir de desembarco argentino en Malvinas del 2 de abril de 1982, dos miembros de la Subcomisión de Compras de la Armada Argentina asentados en París, el Capitán Carlos Corti y el Capitán Julio Ítalo Lavezzo, iniciaron un desesperado raid entre traficantes de armas e intermediarios para la compra en el mercado negro de misiles Exocet, el arma más temida por Gran Bretaña. Francia, adherida al embargo de la Comunidad Europea, había suspendido el envío a la Argentina, y tampoco entregó la tabla de coeficientes que permitían que los misiles pudieran ser lanzados desde los aviones Súper Etendard. Lo que sigue es un extracto del libro “La Guerra Invisible”, de Marcelo Larraquy, en el que se relata la guerra de espías británicos y argentinos en Europa en torno a los Exocet y de cómo la Argentina obtuvo finalmente los coeficientes que posibilitaron que los misiles luego impactaran sobre la flota británica. 

(…) La entrega de los primeros cinco aviones y cinco misiles se cumplió en las condiciones programadas, aunque no sin sospechas. La compra había activado a la contrainteligencia británica, que se informó sobre las características del Súper Etendard y el adiestramiento de los pilotos argentinos. El Servicio Secreto de Inteligencia (SIS), la agencia de ultramar de la inteligencia británica, más conocido como MI6 (Inteligencia Militar Sección 6), recibía informes de sus espías en el exterior y de servicios como la Agencia Central de Inteligencia (CIA) o la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), y de otros países aliados, amigos o con los que compartían intereses puntuales. Un cuerpo de criptógrafos que descifraban mensajes, expertos en radiofrecuencias, programadores, operadores de escuchas y agentes encubiertos en distintos territorios, en su rutina de trabajo, enviaban materiales que distintos equipos del SIS procesaban, analizaban y valoraban política y estratégicamente, valoración que llegaba al Comité de Inteligencia Conjunto (Joint Intelligence Committee), el centro de la inteligencia británica. Para el caso de los Súper Etendard y los pilotos argentinos, el SIS tenía la autorización de sus pares de la Seguridad Exterior francesa para el espionaje sobre las actividades de la Subcomisión Naval de Compras en París. Francia, que consideraba aliado a los británicos y amigos a los argentinos, fue leal hasta donde pudo con las partes en conflicto. Asistió a Gran Bretaña en sus indagaciones sobre el reequipamiento militar argentino y también le informó al embajador argentino Gerardo Schamis que tanto Corti como Lavezzo, y él mismo, estaban siendo escuchados por el SIS. 

El traslado a la Argentina de los aviones SUE y los misiles Exocet se realizó́ bajo extremos recaudos de seguridad. Los materiales, embalados por partes, fueron custodiados por la Gendarmería Francesa hasta su llegada al puerto de Saint-Nazaire. Un grupo de comandos anfibios viajó desde Mar del Plata para verificar que el buque de la Armada ARA Cabo de Hornos, que transportaría el material, no tuviese explosivos. 

Al misil Exocet se lo denomina "Fire and forget" (Tire y olvídese) ya que se trata de un arma con capacidad de autonomía para redireccionarse en vuelo y buscar el centro de gravitación del blanco.

Los cinco aviones y cinco misiles zarparon hacia Puerto Belgrano, Bahía Blanca, a principios de noviembre de 1981. El resto de la entrega de la compra quedaría postergada para abril de 1982. Según Francia, la demora se debía al cambio del sistema inercial y a la prioridad del contrato de Aérospatiale con Irak. 

La entrega, para un objetivo bélico, hasta ese momento era inocua: Francia no había proporcionado a la Argentina la información de los coeficientes de la computadora central —el coeficiente de armamento (CDA)—, que permitía establecer el “diálogo electrónico” del Súper Etendard con el Exocet. Los aviones podían volar, pero los misiles no podían lanzarse. 

El 8 de diciembre la primera remesa de los SUE fue recibida por el jefe del Ejército, General Leopoldo Galtieri, en un acto oficial en la Base Naval de Puerto Belgrano. Los Súper Etendard volaron sobre Bahía Blanca y luego comenzaron a utilizarse para las ejercitaciones en el Mar Argentino. Era una rutina que se realizaba cuatro o cinco veces al año desde la Base Espora. Los pilotos todavía no habían sido capacitados para despegar desde el portaviones 25 de Mayo. Esta instancia estaba programada para 1983. 

El General Galtieri se aprestaba a asumir el poder y también tenía en mente la recuperación de las islas Malvinas. (…) 

En ese tiempo intermedio, el jefe de la Armada activó la operación. Puso en funciones al nuevo comandante de Operaciones Navales, el Vicealmirante Juan José́ Lombardo. Su primera tarea, le dijo, debía ser la presentación de un “plan actualizado para capturar las Malvinas”. Como parte de ese plan, debía traer al país el resto de los aviones y misiles comprados a Francia para que llegaran antes del 1° de junio de 1982. Lombardo entendió́ que el plan no se ejecutaría antes de esa fecha y tampoco después del 3 de enero de 1983, cuando se cumplieran los ciento cincuenta años de la ocupación británica. (…) 

El desembarco argentino fue retrasado por un temporal, pero en la madrugada del viernes 2 de abril de 1982 ochocientos soldados del Segundo Batallón de Infantería comenzaron a tomar posiciones. Los marinos británicos en servicio, que no eran más de treinta, no opusieron resistencia. Solo hubo una escaramuza, en la que murió el Capitán Pedro Giachino y otros soldados resultaron heridos. A las 9:30 de la mañana el gobernador británico Rex Hunt se rindió en la residencia oficial de Puerto Stanley. A partir de ese momento, la capital de las islas se denominaría Puerto Argentino. Al día siguiente, tras dos horas de combate, la Argentina tomaría el control de las islas Georgias. (…) 

La Guerra Invisible, el último libro de Marcelo Larraquy 

El 6 de abril, Francia se plegó al embargo resuelto por la Comunidad Europea y los Estados Unidos: se ordenaba el bloqueo de la relación comercial con la Argentina, incluido el envío de armas, por cuarenta y cinco días; cumplido ese plazo se renovaría. La continuidad del contrato de aviones y misiles entre Francia y la Argentina quedó suspendida. En la práctica, hasta ese momento, la Armada contaba con cinco aviones Súper Etendard, pero su sistema de armas, el misil Exocet AM-39, no estaba en condiciones operativas. La Subcomisión Naval de Compras intentó romper el bloqueo y conseguir los misiles al precio que fuera, asumiendo cualquier riesgo. Contaba con la autorización del Almirante Anaya. Tenía libertad de acción. La Subcomisión estaba instalada en el 58 de Avenue Marceau. Un piso más arriba estaba Ofema (Office français d’exportation de matériel aéronautique) (…) Durante casi dos años el Capitán Corti había mantenido con ellos un trato constante y amable, hasta que la suspensión del contrato enfrió la relación. Ahora no era solo el servicio británico, sino también distintas agencias de inteligencia francesas las que grababan sus conversaciones en su oficina y en su casa. 

Los integrantes de la Subcomisión Naval eran hombres controlados. 

Corti continuó sus acciones con normalidad, como si nada sucediera. En las comunicaciones telefónicas, transmitía un falso optimismo. Comentaba que los coeficientes ya habían sido enviados a la Argentina pero que desconfiaba de la capacidad de los técnicos para integrarlos al sistema de armas. Era cuestión de tiempo. Trataba de desinformar, de confundir, sobre todo de fastidiar a los espías. El funcionamiento del sistema de armas era la clave del enigma, el misterio que trataban de descifrar las agencias de inteligencia. 

Súper Etendard en 1982 Guerra de Malvinas 

El Súper Etendard era el único medio de combate actualizado a la altura de las patrullas aéreas de combate británicas. El resto de las unidades de la Aviación Naval y la Fuerza Aérea Argentina estaban una generación atrasada. Los Mirage no podían reabastecerse en vuelo y los Skyhawk, en sus distintas versiones —A-4B, A-4C y A-4Q—, operaban con bombas convencionales. La única amenaza real era el Súper Etendard, si contaba con el misil en condiciones de ser disparado. Y, para ello, era imprescindible la introducción de los coeficientes en la computadora del avión. Sin los coeficientes, el Exocet perdía utilidad. El misil podía lanzarse a una distancia de 40 kilómetros del blanco. Desde que se oprimía el botón de la alidada con la empuñadura que maneja al radar Agave hasta el impacto, podían mediar no más de tres minutos. El Exocet volaba a una velocidad de 1200 kilómetros por hora. (…) En 1982, el único sistema de contramedida frente al Exocet era el chaff, una nube de láminas metálicas que se lanzaba al aire con la intención de crear ecos falsos para “seducir” al misil e intentar confundirlo, a fin de que desviara su recorrido. Sin embargo, la más eficaz protección de los portaviones británicos, el Hermes y el Invincible, eran los buques destructores tipo 42 que los rodeaban. Tenían la función de protegerlos con sus defensas antisubmarinas y antiaéreas. 

El presidente francés François Mitterrand se comprometió́ con el embargo. Le aseguró a Gran Bretaña que no habría más aviones ni misiles para la Argentina y confirmó que el sistema de armas no estaba integrado. Faltaban los coeficientes. Y no habría posibilidad de “fuga de misiles” desde Aérospatiale. Tenía la palabra de su hermano, el General Jacques Mitterrand, aviador retirado y titular de la empresa estatal. Francia estaba dispuesta a cooperar: entregó a Gran Bretaña los contratos de compra firmados con la Argentina, cedió́ aviones para que conocieran sus prestaciones y también pudieran realizar pruebas de detección y contramedidas con el radar Agave. El servicio de inteligencia francés también monitoreó la búsqueda de misiles de la Subcomisión Naval en el mercado negro. Las transcripciones de las conversaciones del Capitán Corti fueron enviadas al SIS. 

Corti intentó obtener misiles adquiridos por otros países, aun cuando hubieran firmado el “certificado de usuario final” que impedía la venta posterior a un tercero. También gestionó la compra con traficantes de armas. Uno de ellos era el franco-libanés Anthony Tannoury, apodado “El Magnífico Tony”, que llegaba a las reuniones en un Rolls-Royce y decía ser el primo de Kadhafi. Tannoury prometió interceder ante Libia, Paquistán e Irak para obtener los misiles. Corti tenía esperanzas de que los libios lograran liberar algunos de los misiles que poseía Irak, pero Bagdad se negó a ceder parte de su compra. Ellos también estaban en guerra. Enterado de las gestiones, el General Jacques Mitterrand recomendó al embajador Schamis, a través del General Roland Glavany, director de Ofema, que ofició de mensajero, que no se vincularan más con traficantes, empresas, intermediarios ni agentes secretos de ningún país. Sería una pérdida de tiempo y de dinero. Francia tenía controlado el “parque logístico” y no permitiría ninguna transacción. “Nadie les venderá nada y les van a robar el dinero”, le explicó. (…) 

Las necesidades para el combate aéreo continuaron enfocadas en los misiles Exocet. Corti tenía muchas acciones en progreso, pero le resultaba complicado el manejo técnico de las operaciones financieras y, además, por el boicot a la Argentina, Gran Bretaña intentaba inmovilizarle el dinero. Todos los días aparecían supuestos vendedores de misiles en busca de un contrato, con promesas más o menos serias o extravagantes, con cartas de recomendación de agregados navales, militares o embajadores, con los que se reunía junto al Capitán Lavezzo. Si la propuesta no le resultaba convincente, los enviaba a Buenos Aires para que prosiguieran las negociaciones en el Edificio Libertad. En una oportunidad el embajador Gerardo Schamis conectó a la Subcomisión Naval con un grupo de franceses que prometieron entregar diez misiles por un valor de nueve millones de dólares. Pero, luego de una reserva inicial, el material no se entregó́, el dinero fue bloqueado y solo se recuperaría tras arduas gestiones financieras. 

El armado del Exocet en el avión Súper Etendard 

Otra de las tratativas de Conti fue con un traficante norteamericano, Marcus S. Stone, que le ofreció́ cuatro misiles a un costo de 6.300.000 dólares. La operación triplicaba el precio del contrato con Aérospatiale —el costo era 450 mil dólares por unidad—, pero la Armada le había dado carta blanca. Stone, que operaba desde Los Ángeles, le dio a Corti las instrucciones para el pago. El deposito debía hacerse en la cuenta bancaria de su socio en Holanda. Corti hizo los chequeos previos y realizó el pago, pero los misiles nunca se entregaron. 

El SIS también distraía a Corti con operaciones de contrainteligencia: le plantaban traficantes. Querían ilusionarlo, hacerle creer que estaba a punto de comprar los misiles y luego le hacían caer la operación. El SIS tenía informantes que los ponían al corriente de las negociaciones en curso, y la Secretaria de Defensa les había autorizado a mejorar cualquier oferta argentina en el mercado negro para bloquear la compra. 

John Dutcher fue uno de los traficantes puestos por el SIS en el camino de Corti. Era un ex infante de marina norteamericano con experiencia en contratos con Libia. Contactó a Corti en París, le presentó las cartas de su empresa en Milán, mostró sus antecedentes y le ofreció́ ayudarlo a buscar misiles en el mercado negro. Corti aceptó. Duchar empezó́ a reunirlo con supuestos vendedores de distintos países, todos ellos informantes del SIS. El paso siguiente fue la presentación de una oferta con origen en Bagdad, un jeque iraquí́ y un General que le ofrecían veinte misiles AM-39 a un millón de dólares cada uno. Mantuvieron varios días a Corti a la expectativa, detrás de esa operación, pero luego Duchar súbitamente la dio por caída. 

La búsqueda continuó por intermedio de Perú́, que había comprado doce Exocet y, cuando comenzó́ la guerra, reclamó la entrega inmediata. A fin de acelerar el trámite, Perú́ ofreció́ el traslado de un barco para retirarlos del puerto. Demandó al menos ocho misiles. La documentación de pago dejaba ver a la logia italiana Propaganda Due (P2) mezclada en la operación. Era una carta de crédito emitida por el Banco Central de Lima respaldado por el Banco Andino, propiedad del Banco Ambrosiano, que a su vez estaba asociado a la banca vaticana, el Instituto para las Obras Religiosas (IOR). La entidad solía utilizarse como red de lavado de dinero. 

El Capitán Corti, como muchos oficiales de la Marina argentina, era miembro de la P2 y estaba casado en segundas nupcias con una sobrina de Licio Gelli, el jefe de la logia masónica. La contrainteligencia británica solicitó a sus pares italianos que le informaran si Gelli estaba ayudando a Perú́ en la compra de misiles que, no dudaban, serían trasladados a la Argentina. (En ese momento el jefe masón se encontraba prófugo, luego de escapar de un allanamiento de su residencia de Arezzo, Italia, en el que se reveló la identidad de los miembros de la P2. Roberto Calvi, apodado “el banquero de Dios” por su vínculo con la banca vaticana, había sido condenado y liberado luego del derrumbe del banco Ambrosiano. Aparecería colgado de un puente de la city de Londres tres días después del final de la guerra). 

Perú́ continuó presionando a Francia por la entrega de ocho misiles. Debían embarcarse el 10 de mayo en el puerto de Le Havre, en la región de Normandía. Era un reclamo de gobierno a gobierno. Perú́ no tenía ningún tipo de embargo y se estaba incumpliendo el contrato, pero Francia argumentó que una supuesta huelga en el puerto imposibilitaba la carga del material para el traslado. El General Jacques Mitterrand, que había viajado a Londres esa misma semana, le aseguró a Thatcher que no los entregaría. 

Mientras continuaba el trato con intermediarios que además del Exocet ofrecían toda clase de misiles, cañones y municiones, con operaciones directas o trianguladas a través de Irak, Pakistán o Sudáfrica, Corti conseguiría, de manera inesperada, la información clave para que el sistema de armas del Súper Etendard funcionara y los cinco misiles que poseía la Argentina en la Base Espora pudieran ser lanzados. (…) 

Un técnico apresta el Exocet mientras el Capitán de corbeta Francisco pone en marcha el avión en Río Grande 

El 31 de marzo, el Capitán Colombo, comandante de la escuadrilla (de los Súper Etendard), había recibido la directiva de preparar a los pilotos con una técnica de ataque nueva, que no tenía antecedentes en la historia de la aeronáutica, para la eventualidad de una guerra. Colombo los reunió́ a todos en la base. “A partir de ahora”, les dijo, “el hangar será́ como un portaviones. Pasaran día y noche acá́ adentro. Les conviene despedirse de sus familias. Las luces del hangar no se apagarán hasta lograr el diálogo electrónico”. Quería que el misil pudiera ser lanzado. “Si se lanza en condiciones adecuadas”, explicó, “con la velocidad que corresponde, a la altura que corresponde y sobre el objetivo que corresponde, se hace blanco. O se debería hacer blanco. Porque la certeza absoluta en materia de tiro no existe. A lo mejor usted tira, todo está́ bien, y no acierta. Es lo que Carl von Clausewitz llama ‘la niebla de la guerra’. En la guerra reina la confusión, la incertidumbre. La guerra es la actividad más compleja del hombre”. No eran palabras suyas, dijo. Eran de Charles de Gaulle. “No hay ninguna certeza de que lo que se prevea vaya a suceder”. 

Los ingenieros y técnicos del taller de misiles de la Base Espora estaban familiarizados con el Exocet mar-mar 38 (MM-38) que podía impactar de buque a buque. La Armada había adquirido veinticuatro unidades. Pero con los Exocet aire-mar (AM-39) no había experiencia. Acababan de llegar y no podían utilizarse. La implementación del “diálogo electrónico” había sido anunciada para el 8 de abril, cuando arribara desde Francia de la comisión técnica de Aérospatiale, la fábrica que había diseñado y construido el misil, que introduciría los coeficientes en la computadora y realizarían las pruebas para asegurar el funcionamiento del sistema de armas. Con la ocupación de las islas, y el posterior embargo al que adhirió́ Francia, la llegada de la comisión se canceló́. 

El desembarco argentino también abrió́ un margen de incertidumbre con los técnicos franceses ya instalados en la Base Espora. Un ingeniero hidráulico y un técnico de motores de Dassault, otro técnico de Snecma, y dos técnicos más: uno de Sagem, especialista en electrónica para la central inercial, y el otro de Thompson-CSF. Habían llegado en diciembre de 1981, después del arribo de los cinco Súper Etendard. Residían en Bahía Blanca. Durante el verano convivieron con los técnicos de la base, trabajaban de 7 a 14. Los capacitaban, realizaban inspecciones, participaban de las practicas, pero no estaba entre sus aptitudes la resolución del “diálogo electrónico”. Una vez iniciada la guerra el Capitán Colombo les recomendó́ que se fueran por un tiempo, que tomaran vacaciones. Pero Hervé Colín, jefe de la delegación francesa, dijo que preferían quedarse para cumplir con la letra del contrato. La delegación permaneció́ en la base intentando colaborar junto a los mecánicos armeros en las pruebas de validación del Exocet con los aviones, aunque no conocían el procedimiento. 

Hasta el 10 de abril, cuando la Fuerza de Tareas navegaba rumbo a las islas, no se había logrado la comunicación entre el avión y el misil, pese al trabajo diurno y nocturno de los oficiales, suboficiales y cabos de la escuadrilla, los ingenieros y técnicos del Arsenal Aeronaval y los especialistas en el sistema de armas en la Base Espora. Se buscaba la compatibilidad de todos los sistemas para que funcionasen integrados y pudiera lanzarse el misil. Pero no lo lograban. Probaban coeficientes de manera simulada, se generaban blancos supuestos en la pantalla de radar, hacían cuentas matemáticas para cargar los valores en la computadora, y tampoco resultaba. Solo quedaba la esperanza de que la Subcomisión Naval de Compras en Francia obtuviera los datos faltantes, pero esa ilusión era lejana. Aun sin contar con el sistema de armas en condiciones operativas, la escuadrilla comenzó́ a diseñar tácticas de ataque. (…) 

La escuadrilla hizo su propia experiencia para crear un perfil de vuelo sobre la ría del Puerto Belgrano, próxima a la Base Espora. Los favoreció́ que el principal buque de defensa antiaérea de la flota enemiga fuera el HMS Sheffield, el primero de la serie tipo D42 (destructor 42). La Armada argentina contaba con los destructores ARA Santísima Trinidad y su gemelo ARA Hércules, que se habían construido junto al Sheffield y tenían el mismo radar, tipo 965. (…) 

Hundimiento del Sheffield Guerra de Malvinas 4 de mayo 1982 

Mientras se producían las practicas, un hombre de mediana edad se presentó́ en la oficina de la Subcomisión Naval de Compras en París para conversar con Corti y Lavezzo. Dijo que durante muchos años había trabajado en Aérospatiale y que había sido despedido de un modo injusto. Quería vengarse. Y la venganza ahora estaba en su attaché. De allí́ extrajo una carpeta y les mostró unos papeles que estaban dentro. Eran los coeficientes para introducir en la computadora del Súper Etendard, situada a la derecha de la pierna del piloto, para activar la comunicación electrónica con el misil Exocet, ubicado debajo del ala derecha. Los coeficientes del “diálogo electrónico”. Estaban allí́, sobre la mesa. Corti y Lavezzo revisaron el material y lo creyeron autentico. Lo remitirían a Buenos Aires. 

El problema era como enviar información tan sensible con todas las agencias de espionaje detrás. ¿Debía llevar la carpeta uno de ellos? ¿Iría por valija diplomática, con la gestión del embajador Schamis? Quizás el material quedaría muy expuesto. Alguien recordó́ a un piloto naval retirado, en ese momento comandante de Aerolíneas Argentinas, que volaba con regularidad a Francia: Walter Oppen. Lo contactaron ni bien tocó el aeropuerto con un Jumbo 747. Le hablaron del secreto, de las prevenciones, de los espías, del valor que tenía para el país que esa carpeta llegara a destino. Oppen lo entendió́. Apenas aterrizó la aeronave en el aeropuerto de Ezeiza un auto de la Armada lo esperó en la pista y lo condujo al Edificio Libertad. 

Los coeficientes llegaron el 15 de abril a la Base Espora. Los tomaron el Capitán Curilovic, jefe de Logística, y el Teniente Rodríguez Mariani, jefe de Armamento. Todos los técnicos electrónicos del taller de misiles empezaron a trabajar. También convocaron al Capitán de Fragata e ingeniero electrónico Julio Pérez, especialista en control y guiado de misiles. En las pruebas del hangar, se simulaba el vuelo del Súper Etendard. Hasta que Curilovic pronunció ante Colombo la frase sagrada, “tenemos el Top Misil”. Se produjo el “diálogo electrónico”. El avión ya podía comunicar su blanco al misil. El 17 de abril Bedacarratz y Mayora realizaron un simulacro de ataque, con reabastecimiento aéreo a 300 millas náuticas de la Base Espora, contra el destructor Santísima Trinidad, situado a 530. La posición fue dada por un avión explorador Tracker S-2E, quince minutos antes del lanzamiento. 

Al día siguiente la Segunda Escuadrilla de Caza y Ataque preparó el traslado para la base de Rio Grande. Eran diez pilotos, ochenta y seis suboficiales de distintas especialidades y cuatro soldados conscriptos. Tenían a disposición cinco Súper Etendard —aunque uno sería “canibalizado” para usarse como repuesto— y cinco misiles Exocet. La delegación de técnicos franceses se ofreció́ para viajar con ellos, pero Colombo les agradeció́ el gesto. Se quedarían en la Base Espora. 

La Argentina ahora contaba con su arma de guerra más poderosa. Solo faltaba saber si funcionaba. 

El 4 de mayo, con el impacto del Exocet sobre el destructor Sheffield, comprobarían que sí.  

 

(*) Marcelo Larraquy es periodista e historiador (UBA) www.marcelolarraquy.com

 Fuente: https://www.infobae.com

24 de abril de 2021

¿QUÉ PASÓ REALMENTE EN MALVINAS? LA GUERRA NO ES SOLO UN CONMOVEDOR RELATO HEROICO

A pesar de las casi cuatro décadas transcurridas, la gente está unida en forma emotiva a las islas y la guerra de 1982 más que informada del cómo, el por qué se gestó y realmente qué sucedió 

Por Martín Balza


Mayo de 1982. Una unidad de comandos perteneciente a la Compañía 601 se dispone a abordar un helicóptero para realizar una misión de control de población en el Estrecho de San Carlos apenas unos días antes del desembarco inglés

El presente año ha sido declarado por el ministro de Defensa como el de “La vigilia de los cuarenta años de la Guerra de Malvinas”. 

Fuentes extranjeras la calificaron como una pequeña gran guerra, y la primera de la era misilística. No obstante, salvando las circunstancias del ámbito geográfico, de los efectivos participantes, de la población afectada, de la duración y el comportamiento de los adversarios, las secuelas y traumas fueron similares a todas las guerras. Evitar ello es un imperativo humanitario, moral, político y económico. 

A pesar de las casi cuatro décadas transcurridas, nuestro pueblo está mayormente familiarizado en forma emotiva, más que informado del cómo y el por qué se gestó y realmente qué sucedió, no solamente en una narración conmovedora de hechos heroicos, que sí los hubo, y muchos. 

La crisis de Malvinas comenzó el 20 de marzo de 1982, con una inusitada reacción del Reino Unido ante el desembarco de personal y material de la empresa privada argentina Georgias del Sur S.A. del señor Constantino Davidoff, en la isla San Pedro en las Georgias del Sur, a 1.600 km al este de Malvinas, para el desguace de una vieja factoría.  

El episodio no tenía nada de sorpresivo o extraordinario, pues la empresa de Davidoff había cumplido con todas las formalidades contractuales, legalizadas en septiembre de 1979, ante las autoridades competentes británicas. La embajada del Reino Unido en la Argentina estaba al tanto de ello, pero Londres, el gobernador de las Islas Rex Hunt, y los intereses asociados a la Compañía de las Islas Falklands (Malvinas) realizaron una presentación ante nuestra Cancillería, el día 22 de marzo.

Leopoldo Galtieri en los días en que se decidió la guerra de Malvinas 

El gobierno de la Primera Ministro Margaret Thatcher, no era ajeno a los hechos que imponían el desalojo forzado de los obreros argentinos. La intención de originar una crisis con nuestro país era evidente. ¿Podía ignorarla el gobierno argentino? Aprecio que no. Y su decisión fue adelantar cuarenta días la recuperación militar de las islas. 

Se trataba de un viejo proyecto del Almirante Emilio Massera, cuyo ejecutor fue el Almirante Jorge I. Anaya, que condicionó al General Leopoldo F. Galtieri y al Brigadier Basilio Lami Dozo. No fue un actor de reparto el canciller de entonces, Nicanor Costa Méndez, quien en una reunión privada en enero de 1982 dijo: “Soy el canciller que va a recuperar las Malvinas”. 

La exitosa Operación Rosario se inició la noche del 1° al 2 de abril y se consolidó rápidamente en pocas horas. La guarnición británica estaba defendida por un reducido destacamento que no superaba los 80/100 hombres, con armamento liviano. 

Solo se planificó esa operación. Jamás se pensó en “el día después” ante la segura reacción del RU y de sus aliados de la Organización del Atlántico Norte (OTAN) y, por lo menos, encausar nuevamente en forma seria las negociaciones en el ámbito político-diplomático, aceptando la Resolución 502 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas del 3 de abril.

Solo se planificó esa operación. Jamás se pensó en “el día después” ante la segura reacción del RU y de sus aliados de la Organización del Atlántico Norte
 

La crisis continuó el resto del mes de abril con inconducentes negociaciones, sin prestar la más mínima atención desde el punto de vista operativo y logístico a los efectivos que en forma desordenada, y carente de la más mínima planificación, eran enviados a las Islas. 

El 1° de mayo a las 04:42 horas se inició una guerra jamás pensada y que nunca había constituido una hipótesis de conflicto. A combatir en una zona insular sin control del mar y del aire. 

El adversario empleó simultáneamente una estrategia de desgaste y de estrangulamiento. La primera, a partir del 7 de abril, consistió en la amenaza marítima, concretar el apoyo operativo- logístico y sanciones económicas de países de la OTAN, gestiones diplomáticas y un efectivo empleo de la acción psicológica. La segunda buscó conformar un cerco completo, que condujo al aniquilamiento perfecto, que se vio facilitada por la ejecución de una actitud defensiva lineal sobrextendida, sin profundidad, movilidad y reservas. 

La batalla decisiva tuvo dos fases: la primera, predominantemente aeronaval, entre el 1° y el 20 de mayo; y la segunda, con predominio casi totalmente terrestre, entre el 21 de mayo y el 14 de junio. 

Durante la primera, los efectivos en tierra fuimos sometidos a un desgaste psicofísico en las húmedas y frías trincheras y refugios, esperando el desembarco británico. La fase terrestre la iniciamos conscientes de nuestras propias limitaciones, de haber cedido totalmente la iniciativa al adversario y de la incapacidad de recibir apoyo del continente.


Así quedó un Harrier abatido por la artillería argentina. Un soldado argentino se aleja después de comprobar el derribo 

Nuestras Fuerzas fueron eliminadas por partes: primero nuestra Flota de Superficie, que se auto marginó del conflicto sin siquiera intentar disputar el espacio marítimo; segundo, la Fuerza Aérea y la Aviación Naval, debido a las importantes pérdidas sufridas, a pesar de los reconocidos éxitos iniciales y la excelente profesionalidad evidenciada; por último, los efectivos terrestres del Ejército y de la Infantería de Marina, cuando el estrangulamiento terrestre cerró definitivamente el previsible cerco total que condujo a la inevitable rendición. 

La guerra del Atlántico Sur tuvo la misma duración que la del Golfo, de 1991, en la cual la campaña aérea estadounidense duró 38 días y la terrestre solo 4 días, en total 42 días, con un saldo de 144 estadounidenses muertos en combate. En Malvinas, la campaña aérea y naval británica duró 20 días y la terrestre 24, en total 44 días.

El 4 de mayo de 1982 dos aviones Súper Etendard hundieron al destructor HMS Sheffield de flota británica

Las pérdidas británicas fueron del orden de 5/6 buques hundidos y no menos de 9 averiados (según fuentes de estadounidenses); 14/15 aviones Harrier (derribados por el moderno sistema de armas de la artillería antiaérea del Ejército, excepto un caso atribuido a un misil portátil tierra-aire disparado por efectivos de la Compañía de Comandos 601) y 23/25 helicópteros (en distintas circunstancias). El número de británicos muertos en combate fue del orden de 270/300 y el de argentinos caídos en esas circunstancias oscila entre 634/649. 

A pesar de la incompetencia política, diplomática y militar de los altos mandos en el continente, y de algunos en Malvinas, nuestros soldados cumplieron con la sentencia sanmartiniana: “Una derrota bien peleada vale más que una victoria casual”. 

A casi 40 años del conflicto, sigo pensando que la guerra es un renunciamiento a las escasas pretensiones de la humanidad. 

 

Fuente: https://www.infobae.com 

19 de abril de 2021

LA NOCHE QUE PERDIÓ LOS ESTRIBOS EN PIJAMA Y UNA TENSA CHARLA CON UN ALMIRANTE: EL INTENTO FINAL DEL ENVIADO DE LOS EEUU PARA DETENER LA GUERRA DE MALVINAS

 

El 14 de abril de 1982, Alexander Haig -el secretario de Estado norteamericano entonces- viajó por última vez a Buenos Aires para negociar un acercamiento entre la Junta Militar y el gobierno británico. Según escribió en sus memorias encontró un clima “bélico” que ni siquiera una charla entre Leopoldo Galtieri y Ronald Reagan pudo apaciguar. 

Por Juan Bautista Tata Yofre 


Alexander Haig y Leopoldo Galtieri 

Las horas que pasó Alexander Haig en Buenos Aires durante su segundo viaje van a ser primordiales para el desarrollo del conflicto de las Islas Malvinas. La visita se dio en el marco de una segunda conversación de Ronald Reagan con Galtieri; su paso por Londres y Washington; la entrega de sus nuevas propuestas; el encuentro con Galtieri, primero, y la Junta Militar después; sus diálogos con el canciller Costa Méndez, su fracaso y su partida. Luego sobrevendrían la convocatoria argentina al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) y el retiro de los EEUU de la gestión para acercar a las partes - no mediación - que había emprendido entre Londres y Buenos Aires. 

El 14 de abril, a las 23.40 de Washington, fue emitido el cable secreto N° 1023, hacia Buenos Aires, “para conocimiento exclusivo del canciller”. Faltaban apenas unas horas para que arribara por segunda y última vez el secretario de Estado. El texto del mensaje escrito por el Embajador Esteban Takacs informaba que, siguiendo instrucciones de Nicanor Costa Méndez, mantuvo un encuentro con el Senador de Carolina del Norte, Jesse Helms y sus asesores. “Durante las conversaciones mencionaron las dificultades que plantean para la gestión del secretario Haig las influencias de personas y grupos, a los que me referiré por otra vía (el teléfono en clave, que se encontraba “pinchado”) uno de los cuales manifestó ante distintas personalidades que en caso de conflicto los Estados Unidos debe ponerse del lado británico (Takacs se refería al secretario de Defensa, Caspar Weinberger). Asimismo, expresaron que el presidente Reagan está siendo influido por una creciente campaña que objeta la gestión amistosa hacia la Argentina.” Luego, Takacs dice que Helms y sus asesores “sugieren que, a más tardar hoy 14 de abril, antes del viaje del secretario Haig o mañana durante su presencia en Buenos Aires, el presidente Galtieri se comunique con el presidente Ronald Reagan. El aspecto central de la conversación sería comunicar la predisposición argentina a encontrar una solución al diferendo alrededor de los términos de la Resolución 502, ratificando su disposición para buscar una solución pacífica. También [debería] incorporar todo elemento que se considere conveniente, reiterando lo referente a eventuales fórmulas destacando que el fin del colonialismo en América, iniciado por [los] americanos en 1776 se termina en el extremo sur del continente americano el 2 de abril”. El objetivo de los consejos de Helms y sus asesores se debía a que Reagan debía dar un “nuevo impulso a la gestión del secretario Haig para contrarrestar a los sectores de influencia negativa ya mencionados”. La conversación entre Galtieri y Reagan no se puede entender sin tener en cuenta el texto del cable de Takacs a Costa Méndez con los consejos del senador Jesse Helms. El mismo 14 de abril, pocas horas antes de iniciar su segunda visita a Buenos Aires, el Secretario de Estado le escribió un memorando al presidente Ronald Reagan, en el que dejo traslucir su visión y el escenario del conflicto, tras haberse cumplido 12 días de la ocupación argentina de las Islas Malvinas. Del trabajo se destaca que “el problema que enfrenta Galtieri es que la población argentina está tan entusiasmada que él mismo se ha dejado poco espacio para maniobrar”. El 15 de abril de 1982, a las 19 horas, Galtieri y el presidente Reagan mantuvieron una segunda conversación telefónica: 

--Reagan: "Señor Presidente, lo escucho muy bien, estoy enterado que Ud. quiere continuar las conversaciones, tengo mucho gusto en escucharlo, lo escucho muy bien. Estoy a su disposición". 

--Galtieri: "Es realmente un placer volver a conversar con usted señor Presidente después de la primera conversación no muy fructífera que tuvimos el 1° de abril en la noche cuando prácticamente desde el punto de vista del Gobierno argentino ya estaban resueltos aspectos muy importantes y no pude acceder a su requerimiento. Es deseo, el profundo deseo del pueblo y Gobierno argentino que no siga en un mayor deterioro esta situación y con la insistencia de los EEUU buscar para ambas partes una solución aceptable dentro de la Resolución 502 de las Naciones Unidas y teniendo en cuenta antecedentes existentes sobre este problema, ya sea en forma bilateral, desde hace 150 años, como así también todo lo tratado al respecto a través de las Naciones Unidas durante los últimos 17 años en lo que a la descolonización en el mundo se refiere, a ver si me escuchó señor Presidente".

 

Parte de la desgrabación del diálogo Galtieri y Reagan

--Reagan: "Si, le escuché todo señor Presidente. Pregunto señor Presidente si usted quiere que yo formule una respuesta en este momento o deseaba añadir algo más".

--Galtieri: "Yo prefiero agregar un párrafo más señor Presidente. Existe la mejor buena voluntad del Gobierno argentino, pero yo deseo que también interprete que el avance de la flota y los medios ingleses hacia el Océano Atlántico Sur no sólo están poniendo cada vez más en peligro la situación del Atlántico Sur (…) Las relaciones establecidas entre ambos gobiernos, acentuadas en estos últimos tiempos entre nuestras dos administraciones tan estrechas; es firme el deseo de continuarla en todos los aspectos de la vida internacional y temo que si las hostilidades inglesas continúan hacia el Atlántico Sur se puede ir de las manos y de nuestro control transformándose en un tema en extremo delicado en todo el mundo, no sé si me ha tomado bien señor Presidente". 

--Reagan: Señor Presidente lo escuché muy bien y por lo tanto deseaba decirle que yo personalmente permanezco comprometido a una resolución pacífica de esta disputa, esto es de gran importancia porque como he dicho en el pasado, se trata del movimiento de dos naciones amigas nuestras, por lo tanto, nosotros continuaremos con nuestros buenos oficios en relación a ambas naciones, ahora el Secretario Haig está encaminado, estará llegando a Buenos Aires dentro de pocas horas para continuar nuestros esfuerzos; Ud. sabe ya que el Secretario Haig, es mi representante personal, en él coloco toda fe y confianza en este asunto. (…) La única parte que podría beneficiarse en este tipo de conflicto sería la Unión Soviética y sus aliados esclavos; por lo tanto, yo tengo esperanzas de que podamos llegar a una solución en un futuro próximo. 

Aparato usado en la Casa de Gobierno para grabar diálogos y encuentros

--Galtieri: "Agradezco al señor Presidente, comparto sus puntos de vista, pero en la medida que transcurran las horas y continúe el bloqueo por parte de Gran Bretaña en nuestras costas y siga avanzando la flota inglesa hacia el sur, pueden producirse buscado o no, por otros elementos interesados del mundo, un hecho desgraciado que va a ser imposible identificar y va a agravar sensiblemente la situación actual". 

--Reagan: "Señor Presidente, yo naturalmente tengo esperanzas de que se pueda llegar a un acuerdo que salve esta situación y comparto sus temores de que surja algún hecho que volvería difícil controlar la situación o del cual sería difícil retroceder…”. 

--Galtieri: "Le agradezco mucho señor Presidente, el motivo principal de esta llamada y su gentileza es para continuar el diálogo que habíamos iniciado el 1° de abril, en este intercambio directo entre ambos presidentes, ir manteniendo la cordialidad, la amistad y el entendimiento de ambas naciones, en función de buscar para el mundo occidental las soluciones a sus problemas y evitar las fisuras; solamente le quiero agregar que el pueblo de los EEUU en 1776, allá en el norte del hemisferio comenzó la lucha contra el colonialismo y logró su independencia. Nosotros acá en el sur también en el siglo pasado, más tarde que Uds., hicimos lo mismo, logramos nuestra independencia parcialmente y el 2 de abril, recién en 1982 tratamos de completarla, un poco más tarde que los EEUU, deseo que el señor Presidente comprenda ese sentimiento del pueblo argentino”. 

Cuando el jueves 15, cerca de las 22.30, Alexander Haig volvió a pisar tierra argentina el ambiente, según lo notó, era otro “La prensa había adoptado un tono más notoriamente sombrío y belicoso”. “Había un clima menos optimista”. Todo estaba “oscurecido por el fervor patriótico”. Según el Secretario de Estado, traía una propuesta que había sido aprobada en Londres que “pedía el retiro de los argentinos de las islas; la detención de la flota británica a una distancia de 1.000 millas de las Malvinas; una administración interina mixta argentino-británica con los Estados Unidos también presentes en las islas, y el cese total de las sanciones económicas y financieras, y que garantizaba completar la negociación sobre la cuestión de soberanía para el último día del año 1982. Entregué la propuesta a los argentinos y esperé los resultados”. 


Informe del encuentro de Haig con Galtieri

Cerca de las 23, Costa Méndez fue a verlo al Hotel Sheraton con un mensaje de rechazo a las nuevas iniciativas y le entregó una respuesta de la Junta Militar: desechaba sus términos y proponía el control administrativo compartido de las islas y “condiciones para un arreglo final que automáticamente produjera el reconocimiento de la soberanía argentina”. La sorpresa y la desazón se reflejaron en la cara de Haig: “Estoy seguro de que los británicos van a saltar cuando reciban este mensaje”. Pero lo más llamativo para el funcionario estadounidense fue escuchar de Costa Méndez su sorpresa “de que los británicos vayan a la guerra por un problema tan pequeño como el de estas pocas islas rocosas.” Entonces Costa Méndez sugirió hablar directamente con la Junta. A las 09.45 del 16 de abril Alexander Haig entró a la Casa Rosada para conversar con el Teniente General Galtieri. También estuvieron presentes el General Vernon Walters y el canciller argentino. Primero, Haig se mostró contemplativo al exponer la posición de los EEUU sobre un acuerdo. Luego, exhibió el látigo y habló de la tragedia de una guerra y la mejor posición británica a medida que transcurría el tiempo y solicitó entrevistarse en algún momento con la Junta Militar.

Cable de la embajada en Londres del 14 de abril de 1982

Galtieri aseveró tener “la mejor buena voluntad para buscar una solución pacífica con el objeto de tratar de evitar el empeoramiento del panorama estratégico mundial” y Haig afirmó que “ni su Presidente, ni nadie en Washington” había encontrado “intransigencia en Buenos Aires, sino más bien un esfuerzo serio y buena fe para solucionar este problema”. Años más tarde, Haig diría otra cosa, cuando escribió en sus “Memorias” que “resultaba perfectamente claro que no estaba tratando con personas que estuvieran en posición de negociar de buena fe…aparentemente, existía una fuerza invisible que ejercía el poder de veto sobre las autoridades legalmente constituidas del gobierno". 

A las 10.40, Haig, Walters y Costa Méndez se dirigieron al Palacio San Martín para reunirse con sus delegaciones. Las conversaciones se extendieron hasta las 12.40, hora en que Haig se retiró a almorzar con el embajador Schalaudeman y otros altos funcionarios al “Palacio Bosch”, residencia de los embajadores de los EEUU, ideado por el arquitecto René Sergent, lo mismo que el “Palacio Errázuriz” y la villa “Sans Souci”, mudos testigos de una Argentina que ya no existía. De ese Buenos Aires que sorprendió a André Malraux, hasta hacerle decir: “Cuando fui a la Argentina tuve la impresión de que Buenos Aires era la capital de un imperio que nunca llegó a nacer. Es una capital imperial.” 

A las 16.30 las delegaciones volvieron a encontrarse para llegar a un documento común. Según relato la Junta Militar, “a las 1900 horas, el Sr. Canciller se dirigió a la Casa de Gobierno, mientras la delegación de los EEUU seguía reunida en el Palacio San Martín. El Sr. Canciller le informó al Sr. Presidente cual había sido el curso de las negociaciones del día, por lo que se procedió a reunir la Junta Militar a las 20.15 horas en la Casa de Gobierno”. En esta reunión Costa Méndez explicó que el proyecto de Haig proponía “en el caso del punto seis (Gobierno de las Islas), una Autoridad Especial Interina Tripartita, tres banderas, y los comités iguales al 1º de abril con un solo representante argentino. En el caso del punto 10 (Soberanía), el proyecto estadounidense proponía no mencionar el tema y que el 31 de diciembre de 1982 se produjera el fin del interinato y la remoción de las islas de la lista de Territorios No Autónomos, según los principios de las Naciones Unidas. El Sr. Canciller hizo notar que este proyecto de los EEUU no conformaba la posición argentina. Los argumentos de Costa Méndez fueron compartidos por la Comisión Militar (COMIL) y se elaboraron tres textos definitivos de los cambios propuestos a los puntos 6, 8 y 10.” 

El informe de la Junta Militar (no aceptado posteriormente por la Comisión Rattenbach) dice a continuación que Costa Méndez, a las 22.45, mantuvo otra reunión con Haig en el Hotel Sheraton en la que hizo entrega de las últimas objeciones argentinas. Sin embargo, el relato no es certero, sino que sucedió de la siguiente manera: Nicanor Costa Méndez no fue hasta el Hotel Sheraton. “Llevale la respuesta” le dijo el canciller al joven diplomático Roberto García Moritán que fue hasta el Hotel Sheraton. Luego de unos minutos lo recibió Haig en pijama. Abrió el sobre, lo leyó, y de manera extemporánea se lo tiró en la cara al funcionario, al tiempo que decía “fuck”. 

El sábado 17 de abril se reunieron, a partir de las 10, los miembros de la Junta Militar y Costa Méndez con Haig y el General Vernon Walters, quedando en una dependencia contigua el subsecretario Thomas Enders, el embajador Schlaudeman y el General Iglesias. Por fin el Secretario de Estado pudo ver la cara oscura y filosa del Almirante Jorge Isaac Anaya y cruzar con él un ríspido diálogo, cuando el jefe naval le dijo que su hijo, piloto naval, estaba “dispuesto a morir por las Malvinas y en nuestra familia sentimos que sería un honor saber que su sangre se mezcló con el sagrado suelo patrio”. Con la irritación que produce el cansancio o la impotencia, por decir lo menos, Haig le respondió: "Permítame asegurarle, Almirante que nadie aprecia realmente el significado de una guerra hasta que ve cómo meten los cadáveres de hombres jóvenes en bolsas para muertos.” Sabía de lo que hablaba, lo había vivido en Vietnam. Entonces “subrayó que el texto que había recibido la noche anterior conduciría a la guerra y que se debía elaborar uno más benigno, y si hay guerra la opinión pública de los Estados Unidos los llevará a dar apoyo material a Gran Bretaña, con las consiguientes repercusiones en el continente americano y en el seno de las Naciones Unidas.” 

Galtieri saluda al General Jofré en Malvinas

A partir de allí se abrió un puntilloso intercambio de opiniones sobre los puntos más delicados. “Haig insistió en la necesidad de sostener un marco político ambiguo que sugiriera la solución final y que permitiera a los británicos pensar que estaban negociando. Sin embargo, debía quedar claro, en Buenos Aires e internacionalmente, que la solución final sería la devolución de las islas a la Argentina”. Añadió que, si la dejaban sin alternativas, la señora Thatcher “iría al combate para sobrevivir, en el entendimiento de que estaba combatiendo con el principio de la ley internacional de su parte”. Finalizada la cumbre, las delegaciones diplomáticas se volvieron a reunir en la Sala de Situación de la Casa Rosada y también lo hicieron a partir de las 16 en el mismo lugar. Al día siguiente, domingo, Haig volvió a reunirse a las 15 horas en la Sala de Situación de la Casa Rosada y tras diez horas de discusiones, Haig vio crudamente que la Junta Militar también carecía de poder, ya que cada decisión debía ser aprobada por cada comandante de Cuerpo y sus equivalentes en la Armada y la Fuerza Aérea. “Si cedo demasiado no estaré más en este puesto” le dijo Galtieri a Haig en un momento a solas. “Le pregunté cuánto tiempo pensaba que sobreviviría si perdía una guerra con los británicos.” 

En la madrugada del lunes 19 se logró cristalizar un último borrador, en el que se establecía un cese inmediato de las hostilidades y el retiro de las fuerzas; una presencia argentina en las islas, bajo garantía de los Estados Unidos, y negociaciones destinadas a solucionar el conflicto para el 31 de diciembre de 1982. Con ese papel en la mano, Haig tomó la decisión de volver a Washington. Cerca de las 16, cuando estaba a punto de abordar, el canciller argentino le dijo que la Junta había vetado uno de los puntos centrales que había negociado en esas horas. Si bien había convenido que se debía llegar a un acuerdo el 31 de diciembre de 1982, el gobierno militar consideraba que en esa cláusula no se hablaba de la fórmula condicionante del traspaso de la soberanía. El nuevo mensaje establecía que, si para esa fecha todavía no se había logrado un acuerdo, el gobierno argentino se reservaba el derecho a designar la jefatura y la administración de las Malvinas a partir del 1º de enero de 1983. Textualmente, condicionaba: “A partir del 1º de enero de 1983 y hasta tanto entre en vigencia el acuerdo sobre el status definitivo de las islas, la Jefatura del Gobierno y la administración será ejercida por un funcionario designado por el gobierno argentino”. 

La respuesta dejaba al mediador sin espacio para negociar en Londres. Además, también, Costa Méndez le anunció que la Argentina denunciaría el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca en la OEA, un arma al que Washington pensaba echar mano si se descontrolaba la conflictiva situación en América Central. Al finalizar su nueva estadía en Buenos Aires, Haig le envió a Francis Pym un borrador con las cuestiones tratadas con los argentinos, a los que agregó comentarios personales. “Al irme de acá, me negaré a caracterizar el texto, y sólo diré que ha terminado esta etapa de mi esfuerzo, y que regreso a Washington para informar al presidente. Francis, no sé si se les puede sacar más a los argentinos. No está claro quién manda acá. Tanto como 50 personas, incluyendo comandantes de tropas, pueden estar ejerciendo vetos. Ciertamente, no puedo conseguir nada mejor en este momento”. 

El jueves 22, la Argentina dio un paso más en su política de los hechos consumados. Por decreto N° 757 se dio a conocer que la capital de las Malvinas ya no será más Puerto Stanley y pasó a denominarse, por iniciativa de la Secretaría de Cultura de la Presidencia, “Puerto Argentino”. Y Leopoldo Fortunato Galtieri visitó Malvinas, recorriendo los diferentes destacamentos militares apostados en las islas. 

El 23 la Junta Militar recibió un nuevo sondeo de opinión que resaltaba el clima “firme y unánime de la Opinión Pública de que las islas no deben ser devueltas bajo ningún precio, aún a costa de guerra […] Sigue siendo generalizada la creencia de que la mayoría de los países de América, en caso de guerra, se pondrán a favor de la Argentina” y “se ha registrado un moderado predominio de quienes piensan que en las negociaciones ‘no se debe ceder nada’, sobre quienes proponen diversas pautas de negociación o concesiones.” 

Fuente: https://www.infobae.com

EL REINO UNIDO DISUADE CON SUBMARINOS NUCLEARES

 

La presencia (actual o potencial) de esas naves cerca de las Islas Malvinas surge como un tema de preocupación para Argentina y la región. 

El HMS Astute, uno de los submarinos de última generación sumado por la marina británica. 

Por Rafael Bielsa (*) 

El profesor Julián Gadano se refirió en su columna del 20 de marzo pasado a la publicación de un documento producido por el Gobierno del Reino Unido, titulado “Revisión Integrada de la Política de Seguridad, Defensa, Desarrollo y Exterior”. Allí se actualiza la estrategia de ese país en materia de relacionamiento externo y posicionamiento geopolítico con respecto a la última política, publicada en 2015. 

En particular, se refirió a uno de los aspectos que ha generado controversia de la nueva revisión –la primera, como señala puntualmente Gadano desde que el Reino Unido abandonara la Unión Europea−, a saber: el anuncio del aumento de su arsenal nuclear. 

Coincido con las conclusiones de su artículo, cuando señala que: “el gobierno del Reino Unido está diciendo al mundo que agita su política de disuasión mínima (minimal deterrence) y que va a incrementar su arsenal para que sus submarinos dispongan de más unidades listas mientras navegan por el mundo, lejos de sus costas”. 

Con todo, para llegar a esa conclusión, Gadano recorre una serie de argumentos; por ejemplo, que en su opinión el problema es cualitativo (lo que recoge en su conclusión que ya he citado) antes que cuantitativo. Para ello señala que el incremento de capacidad ofensiva nuclear anunciado por el gobierno de Su Majestad Británica es de unas 45 cabezas, de 215 a 260 lo que “en un contexto en el que Rusia y los Estados Unidos tienen armas nucleares como para hacer desaparecer el sistema solar completo, no parece tanto”. 

Ese juicio sobre la modestia del incremento cuantitativo anunciado por Gran Bretaña sale a relucir a lo largo del artículo en sucesivas comparaciones (fundadas) sobre los inventarios de arsenales de los 9 países que cuentan hoy con capacidad ofensiva nuclear: los 5 reconocidos por el Tratado de No Proliferación –TNP−, a la sazón miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y los cuatro cuya capacidad nuclear es conocida y que no son signatarios de ese acuerdo (India, Paquistán, Corea del Norte e Israel). Para no glosar en exceso, valga apuntar que compara el arsenal británico con los mucho más amplios de las otras superpotencias del mundo bipolar, y reitera la equivalencia del arsenal británico con el pakistaní, entre los menores de los conocidos a la fecha. 

Gadano concede que, considerando el poder destructivo de las armas nucleares “una es mucho”, pero aun así, insiste en no hacer primar el aspecto cuantitativo del anuncio. Es en esto en lo que discrepo, y lo señalo. 

No se trata sólo y simplemente de que el gesto británico implica abrir una compleja y peligrosa Caja de Pandora, como afirma el autor en sus conclusiones. En materia de arsenales nucleares, los compromisos multilaterales buscan desde hace décadas propender tanto a la no proliferación como al desarme nuclear. El otrora Subsecretario no puede ignorar que, en este punto, la Argentina ha mantenido una posición histórica en favor de esa tendencia. Al anunciar un aumento de su arsenal nuclear, el Reino Unido puede no estar incurriendo en ningún quiebre del derecho internacional (“el diablo está en los detalles”, y el Foreign Office no los ignora), pero definitivamente está decidiendo tensar los límites que éste impone. Podría incluso argüirse que cualquier incremento supone una forma de proliferación. En cualquier caso, y desde cualquier perspectiva teórica que se lo aborde, lo que un incremento del arsenal no hace, es propender al desarme. 

Gadano concede que, considerando el poder destructivo de las armas nucleares “una es mucho”, pero aun así, insiste en no hacer primar el aspecto cuantitativo del anuncio. Es en esto en lo que discrepo, y lo señalo. 

Sería poco responsable omitir que el desarme total y general es un objetivo político de la República Argentina y de la humanidad en su conjunto, consagrado entre otros instrumentos, en el Tratado de No Proliferación Nuclear. Dicho instrumento, en su artículo sexto prevé: “Cada Parte en el Tratado se compromete a celebrar negociaciones de buena fe sobre medidas eficaces relativas a la cesación de la carrera de armamentos nucleares en fecha cercana y al desarme nuclear, y sobre un tratado de desarme general y completo bajo estricto y eficaz control internacional”. Este compromiso, firmado por el Reino Unido hace más de 50 años, no parece conciliar con la “agitación” de un incremento en sus arsenales. 

Y llegados hasta aquí, hay en la nota del profesor Gadano un silencio que clama en cada línea. Recorre los números, tipos y alcances del armamento nuclear británico y sus medios de lanzamiento y reconoce que sus misiles estratégicos sólo pueden ser lanzados desde su flota de submarinos “mientras navegan por el mundo, lejos de sus costas”. ¿Cómo acallar, entonces, la necesaria relación que nuestra posición y nuestra historia nos imponen respecto de las potenciales consecuencias del “gesto” cualitativo británico sobre el Atlántico Sur? Una y otra vez, en el universo de ademanes que le dan coreografía al ballet del rearme y la disuasión, la presencia (actual o potencial) de submarinos británicos con capacidad ofensiva nuclear cerca de las Islas Malvinas surge como un tema de preocupación no sólo para la Argentina, cuyas legítimas reclamaciones son sostenidas en las arenas del derecho, la diplomacia y la solidaridad entre los pueblos, sino para toda América Latina y el Caribe, que se dieron −al amparo de las Actas de Chapultepec−, el compromiso de mantenerse como zona libre de armas nucleares, el que podría verse violentado por una potencia ocupante ajena a los consensos regionales. O que está siendo violentado. 

Luego, lamento que alguien que tuvo un rol importante en la conducción de los asuntos nucleares para la Argentina, escriba desde una posición descriptiva. Gadano no es actualmente funcionario, pero lo fue, y acaso vuelva a serlo. Espero que su pensamiento no anticipe un futuro en el que se nos presente como beneficioso contemporizar y bendecir la posición de fuerza y el incremento de la capacidad agresiva de un país, que se ha dado la política de ocupar una parte de nuestro territorio soberano, en donde yacen compatriotas que se atrevieron a luchar para recuperarlo. 

(*) Ex canciller. Embajador de la República Argentina en Chile. 

Fuente: https://www.perfil.com

17 de abril de 2021

MALVINAS: LAS HAZAÑAS DEL HÉRCULES C-130 Y LA HISTORIA DEL CAPITÁN RUBÉN HÉCTOR MARTEL

 

Misiones arriesgadas, proezas y coraje en el aire: las historias de un avión mítico y sus pilotos en la guerra. 

Por Redacción DEF

La guerra de Malvinas está llena historias, de hazañas y proezas aéreas. Pero poco se conoce sobre los peligrosos vuelos que realizó el escuadrón de Hércules para detectar a la flota británica. Incluso, años más tarde, estos vuelos fueron reconocidos y elogiados por los ingleses. 

El 2 de abril de 1982, en el inicio de la “Operación Rosario”, la primera aeronave que aterrizó en la pista de Malvinas fue un Hércules C-130. Estos aviones establecieron un puente logístico. No solo llevando municiones, armamento y comida, sino también personal: partían desde el continente hacia las islas con tripulaciones integradas por siete hombres de la Fuerza Aérea. Para recorrer estas distancias y aumentar la carga, los aviones hacían reabastecimiento de combustible en pleno vuelo. 

Las misiones del Hércules 

Con el desembarco de los británicos en Malvinas, a partir del 21 de mayo, la situación táctica requirió del apoyo de los Hércules para poder realizar misiones de exploración lejana. El comando de la Fuerza Aérea buscaba identificar al convoy inglés que brindaba apoyo logístico a su ejército y, así, afectar su sostenimiento. A estas misiones, se las conoció como “vuelos locos”. 

Fueron llamadas así por el modo intrépido en el que los pilotos llevaban adelante sus proezas en el aire. El Hércules es una aeronave que mide casi 30 metros y pesa más de 34 toneladas, y que no se caracteriza por ser maniobrable ni rápida a la hora de escapar. Los hombres que las piloteaban volaban a baja cota, a 15 o 25 metros sobre el nivel del mar, algo considerado demasiado bajo para un avión de transporte. 

Un Hércules finalizando el giro para ocupar la cabecera de la pista en Malvinas. Foto: Gentileza Fuerza Aérea Argentina.

Una ventaja con la que contaba este avión era su radar, que, por su característica particular, no solo podía ayudar a hacer tareas de búsqueda y de rescate en el mar, sino que también podía triangular y ubicar a la flota enemiga y a sus principales elementos. 

La experiencia del C-130 en Vietnam 

La idea de poder utilizar los C-130 en este tipo de misiones no fue azarosa. La Argentina estaba al tanto de la experiencia de los EEUU con el Hércules en Vietnam, por lo que sabía que, ante una amenaza, el vuelo a baja cota era una de las mejores medidas de defensa que podía tener un avión de transporte lento y poco maniobrable. Sin embargo, fueron los pilotos argentinos quienes tuvieron el valor y la astucia de ponerlos a prueba en combate. 

El Vicecomodoro Sebastián Coria, actual jefe del Escuadrón C-130, perteneciente a la I Brigada Aérea de la Fuerza Aérea, explica que, ante los vuelos de las patrullas aéreas de combate, el vuelo a baja cota les permitía –a los pilotos– eliminar rápidamente la firma calórica y, de esa manera, hacer más difícil que los misiles fueran guiados hacia la aeronave. 

Los pilotos intrépidos del Hércules 

Volviendo a Malvinas, los Hércules, en sus vuelos, ya tenían información previa sobre los puntos probables donde estaba ubicada la flota inglesa y tenían que hacer una cabreada abrupta. Es decir, empezaban a elevarse en el aire y, una vez que lograban altura, el navegador del avión encendía el rastreador y hacía dos pinceladas de antena de radar. En ese momento, se determinaban los ecos en la pantalla e inmediatamente los Hércules debían volver a tirarse en una especie de clavado. 

El 1 de junio, un Hércules con la tripulación encabezada por el entonces Capitán Ruben Martel fue abatido mientras realizaba una de estas operaciones. Foto: Gentileza Fuerza Aérea Argentina.

Un detalle: esto se hacía cuando los radares estaban encendidos. Emitían una señal, entonces los ingleses (que también estaban buscándolos a ellos) podían detectar esta señal y atacarlos. El margen era ínfimo: si algo salía mal, toda una tripulación podía perder la vida. 

Los C-130 repetían varias veces esta maniobra en lo que ellos denominan un “circuito serrucho”: se acercaban, subían, emitían, bajaban y se alejaban, y nuevamente, volvían a repetir la maniobra en otro lugar; cada vez que se acercaban determinaban donde estaban los buques. 

Al tener el mismo punto desde distintas posiciones, podían triangular las coordenadas enemigas. Sin embargo, el 1º de junio, la tragedia golpearía de cerca: un Hércules, con la tripulación que encabezaba el Capitán Rubén Héctor Martel, fue abatido mientras realizaba una de estas operaciones. 

Los Sea Harrier ingleses sabían que la Fuerza Aérea hacía estas maniobras. De hecho, había una sección de combate de la Fuerza Aérea británica que estaba a la caza para poder localizar aviones que vinieran del continente. Fue ahí que, a Martel, junto a los suyos, lo identificaron y lo derribaron. Cuando se encontraba en descenso para amerizaje, el piloto británico los remató con cañones. Tras eso, el avión cayó al mar y no hubo sobrevivientes. 

“En lo personal, es un orgullo saber que tu apellido es parte de la historia y lo tenés que llevar de la mejor manera, aunque muchas veces cuesta porque te quedaste sin algo y tuviste que salir solito adelante y costó”, dice Ezequiel Rubén Martel Barcia, hijo del entonces Capitán y héroe de guerra. En 2012, sentado frente a un mapa de las islas, empezó a marcar en el papel la ubicación en dónde murieron su papá y los otros 54 miembros de la Fuerza Aérea caídos en combate. 

Estas historias sirven para pensar en el conflicto y para comprender las hazañas de nuestros héroes en Malvinas y, así, valorar el compromiso que tuvieron todos ellos con las exigencias de su misión: una misión que tuvo patriotismo, vocación y entrega. 

Fuente: https://www.infobae.com