19 de marzo de 2009

TESTIMONIO DE UN VETERANO DE GUERRA


El siguiente testimonio pertenece al VGM Soldado/Clase 62 Sergio Daniel Rodríguez, que relata la muerte en combate de su jefe, el Teniente D. Roberto N. Estévez, a quien admiraba como un ejemplo.(Tiempo Argentino, martes 02Abr85, Suplemento Especial)

“Nosotros, el 27 de marzo y los días anteriores, nos habíamos estado preparando para lo que se decía iba a ser un ejercicio, maniobras... El 27 teníamos los bolsones con equipo completo, las municiones de guerra y demás accesorios para salir. Ese día, a las 0000 hs, partimos en camión. La Compañía C (compañía especial formada al efecto) con soldados de la Compañía A del mismo RI 25 y soldados de la Compañía Comando.

Así sin saber nada, salimos rumbo a Comodoro Rivadavia; llegamos al aeropuerto, nos embarcamos y llegamos a Bahía Blanca. De allí fuimos al puerto, donde esperamos una o dos horas. Había muchos barcos, fragatas, transportes y también estaba el rompehielos Almirante Irízar, donde nos embarcamos...

(...) Muy poco antes de llegar nos dijeron que estábamos cerca de Malvinas y que íbamos a tomarlas. En el mismo barco se hizo una jura de la bandera, que fue un poco simbólica. Nos emocionamos todos porque íbamos a ser partícipes de un suceso histórico...

(...) Estábamos convencidos de lo que íbamos a hacer. Mi Jefe de Sección era el Teniente Estévez, que murió en combate. Además tenía como Jefe de Compañía al Teniente 1º Esteban. Y había otros oficiales con nosotros, encargados de otra sección, como el Subteniente Gómez Centurión y el Subteniente Reyes. Sentí admiración por ellos desde el primer momento, especialmente por el Teniente Estévez y por un Suboficial, que hoy es Sargento, en ese entonces Cabo 1º, Faustino Olmos.

El contacto con nuestro jefe era mayor que el contacto común entre jefe y soldados. Entramos, nos seleccionaron para formar parte del AOR (Aspirantes a oficiales de reserva) y Estévez nos decía que teníamos que ser distintos. El nos hablaba distinto. Íbamos a hacer cosas importantes, nos decía. Nos ambientaba, nos unía en cada momento, nos hablaba continuamente. Recuerdo que todas las noches desde el primero al último día rezábamos, pedíamos por nuestros hermanos, padres, novias, por la Argentina. Quizás fue un poco eso lo que nos ayudó a nosotros, todo eso que era una experiencia reciente, pero inolvidable...

(...) El día 02 de Abril, a las 1400, desembarcamos con helicóptero con equipo completo y fuimos a Puerto Argentino. De allí embarcamos en el Isla de los Estados, juntamente con una Compañía de Ingenieros del mismo regimiento...

(...) Creo que la guerra no le gusta a nadie, pero me gustaba formar parte de la gente que iba a recuperar las Malvinas. Claro qué sentí miedo, y lo que me ayudó a superar todo eso fue la confianza que tenía en el Tte. Estévez. Además, andábamos siempre todos unidos. Si había algún soldado que lo veíamos decaído o mal, entre todos lo ayudábamos. El Teniente nos tenía informados de lo que pasaba; todas las noches nos venía a hablar, nos trasmitía confianza, fe y fuerzas, y nos predicaba nuestro lema, es decir el lema que teníamos escrito en el escudo del regimiento: “Si Dios con nosotros, quién contra nosotros”. Sí, fue esa frase la que nos llevó a tener fuerza hasta el final del combate. La misión de la Compañía C era tomar Darwin. Eso lo supimos durante el viaje. Yo manejaba una MAG y nos habíamos traído fotos y mapas del lugar y, en el caso de que hubiera algún enfrentamiento, una resistencia, nosotros ya sabíamos lo que teníamos que hacer, donde tomar posición y con quienes. Gracias a Dios no hubo resistencia, desembarcamos. Previamente, el Teniente Estévez bajó con unos soldados en helicóptero para ver el terreno, pero no hubo ningún problema, todo estaba normal. Fue entre las 1100 y las 1400, a mediodía. Se requisaron autos, motos y radios de los habitantes por razones de seguridad. Después ocupamos el edificio de la escuela de Darwin, en donde estuvimos hasta el combate...

(...) Llegó el 01 de mayo y con él el primer ataque... Ese día aprendí lo que era la guerra. A diario teníamos ataques aéreos, casi siempre a la hora del almuerzo o al amanecer. Por eso la guardia se hacía a conciencia... después del 01 de mayo sufrimos ataques aéreos y lo que pude observar bien era que hasta ese momento el objetivo no éramos nosotros sino la pista, el lugar donde estaban los Pucará y la municiones... Hubo otro día que fue cuando más miedo tuve. Recibimos fuego de artillería naval; primero hacia la pista de césped del aeropuerto, luego, hacia nuestras posiciones. En ese momento me sentí impotente. Estaba con un compañero y le dije: lo único que nos queda es el Rosario, con la cinta celeste y blanca (algo que nos hizo poner el Teniente Coronel Mohamed A. Seineldín en todos los Rosarios fue una cinta celeste y blanca del alto de la Virgen, o sea de unos 36 centímetros). Eso nos daba fuerzas, esperando, porque aparte del arma que teníamos, no sé, la MAG, el fusil, teníamos nuestra más poderosa arma, una que no mata, pero que es muy buena, la de nuestros rezos del Rosario...

(...) Y llegó el día. El 27, a las 0400 horas, salimos todo el grupo con el Teniente Estévez adelante y con el Cabo Zárate, el Cabo Castro, el jefe de mi grupo, y el Cabo Donós... Avanzamos hacia la primera línea, habrán sido unos 8 kilómetros, no me acuerdo bien. Se veía fuego de artillería, morteros y ametralladoras; también vimos balas trazantes en la oscuridad; se escuchaban gritos. Nuestra sección se acopló a otra compañía, que no recuerdo cuál era, y pudimos ver unas cabezas del lado del mar... Ellos estaban abajo, del lado de las rocas y nosotros arriba, en los acantilados. Luego, cuando comienzan a subir, empezó el enfrentamiento.... Para combatir al enemigo era necesario levantar el arma y disparar en forma instantánea. Porque sino en segundos nos volaban la cabeza. Fue transcurriendo el combate y llegó a mi posición el Teniente Estévez, herido con dos balazos en el cuerpo, en la pierna derecha y el brazo, que lo tenía colgando. Llevaba el arma con el otro y la radio. Me preguntó si yo estaba herido, que lo de él no era nada, según dijo...

(...) El Teniente Estévez seguía dando órdenes y haciéndonos sostener el combate, mientras él, con su único brazo sano se comunicaba con el puesto de comando en Darwin, dando toda la información sobre el enemigo. No sé cómo los ingleses habían tomado posiciones tan elevadas. Estaba hablando por radio a mi lado cuando recibió otro balazo en la cabeza, que le entró por el pómulo derecho. El impacto del proyectil lo tiró para atrás a Estévez. Yo ya no tenía miedo ni nada. Era como que esperaba tener a tiro algún inglés, o lo mato yo o él me mata a mí. Y el Teniente seguía desangrándose...

(...) Hubo un momento en que me rozaron dos esquirlas la cabeza y el Teniente Estévez, que agonizaba en silencio, me habla y me dice que me ponga el casco de un muerto. Me caían unos hilitos de sangre por la cara. Cuando me volví a mirarlo, mi Teniente Estévez había muerto... El nos había dicho que en caso de quedarse sin jefes, es decir, que cayeran nuestros oficiales y suboficiales, había que aplicar los niveles de soldados. El soldado Álamo era S 1, yo era S 2 y así los demás,. S 3...S 4...

(...) Me considero afortunado. Por haber combatido por las Malvinas. Por haber sobrevivido en medio de tanta muerte. Y sobre todo por haber tenido jefes como el Teniente Roberto Néstor Estévez o el Cabo 1º Olmos, que para mí serán siempre los prototipos del soldado, los mejores. Estoy contento de recordarlos como estoy contento de poder contar esto, de estar vivo...

(...) Agradezco a Dios lo que me enseñaron y espero, si es posible, ser digno de ellos.


Fuente: "http://www.batallas.org"

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