18 de julio de 2010

MALVINAS: DOS BATALLAS SANGRIENTAS Y LA CAIDA DE PUERTO ARGENTINO

Los últimos tres días fueron los más sangrientos, más inciertos y más terribles de toda la guerra.















El final. Tropas argentinas entregan sus armas en Puerto Argentino el 14 de junio 1982. La guerra ha terminado

Por Alberto Amato

De pronto, las tropas británicas descubrieron que frente a ellos tenían a casi once mil prisioneros argentinos y no tenían ni carpas para albergarlos ni agua para calmarles la sed ni raciones para alimentarlos. Después de 74 días, la guerra de Malvinas había llegado a su fin y los ingleses volvían a ocupar las islas, por la fuerza, como lo hicieron en el siglo XIX.

El avance británico final empezó en la noche del 11 y la mañana del 12 de junio, para dominar las alturas que rodean a Puerto Argentino: Monte Kent, Monte Harriet, Dos Hermanas, Tumbledown, Monte Longdon. El alto mando inglés calculaba que a las tropas argentinas se les habían terminado las raciones frescas el 10 de junio y, revela el historiador Lawrence Freedman en su libro "The Official History of the Falklands Campaign" "había versiones que indicaban que no contaban con pan desde hacía un mes y que muchos soldados argentinos padecían deficiencia de proteínas, desnutrición avanzada y comienzos de problemas psiquiátricos graves".

La mañana del 12 de junio unos cuatro mil quinientos soldados ingleses atacaron Monte Longdon y Monte Harriet. Las posibilidades de ataque a los británicos por parte de la Fuerza Aérea Argentina eran cada vez más difíciles: los Sea Harrier británicos cubrían buena parte del cielo malvinense. De todos modos, el 13 de junio, dieciocho misiones aéreas argentinas cayeron sobre las tropas enemigas. Una de ellas casi cambia el curso de la guerra. A las tres y diez de la tarde del 13 de junio, siete aviones A4B Skyhawks lanzaron sus bombas sobre Monte Kent, alrededor de la base de la Tercera Brigada. En ese momento los comandantes Jeremy Moore y Julian Thompson evaluaban el ataque final a Puerto Argentino. Salvaron sus vidas por milagro.

Los británicos también tenían problemas de abastecimiento. Al mando de la flota naval, el almirante John "Sandy" Woodward empezaba a notar la escasez de barcos y de municiones: le quedaban dos mil quinientas ráfagas de proyectiles Mk8 y la fragata Plymouth y el Glamoran estaban averiados. Igual, la noche del 12 de junio, el Arrow y el Active dispararon ciento ochenta y seis andanadas contra objetivos argentinos en Moody Brock, no muy lejos del que había sido cuartel de los marines británicos y a Sapper Hill, la última colina antes de Puerto Argentino.

Pero a esas horas la lucha no era ni naval ni aérea. Era por tierra. Los Guardias Escoceses asumieron la misión de tomar Tumbledown junto a las unidades gurkhas. Se toparon con una resistencia feroz y violentísima del Batallón de Infantería de Marina 5 conformado en un setenta y cinco por ciento por conscriptos.

En su diario, el general inglés John Kiszley escribió: "El enemigo (por el BIM 5) estaba bien colocado y esperó a que estuviéramos a cien metros de distancia para abrir fuego con todo lo que tenía. Los dos pelotones de avanzada estaban detenidos, y cada vez que avanzaban sufrían bajas. No podíamos imponernos. Al contrario de lo que se esperaba, el enemigo estaba en pie y luchaba".

En Monte Longdon, en la noche del 13 al 14 de junio, las tropas del Regimiento 7 de Infantería de La Plata también se trenzaron en una batalla feroz con las tropas británicas, que en muchos casos, como en Tumbledown, llegó a la lucha cuerpo a cuerpo. Las fuerzas británicas usaron "un intenso bombardeo con todas las armas disponibles" y poco a poco el avance hacia Puerto Argentino se hizo incontenible.

Al amanecer del 14 de junio, la primera avanzada británica llegó a las inmediaciones de la capital malvinense, junto con una intensa nevada. El General Moore instó al General Mario Menéndez a rendirse "sin involucrar al gobierno argentino" y le dijo lo que Menéndez ya sabía: la resistencia sólo podía aumentar las bajas.

Lo demás es historia conocida. Sin embargo, el documento de la rendición no se firmó hasta muchas horas después. Había algo que los ingleses temían y Menéndez no podía garantizar: los ataques de la Fuerza Aérea.

Se pidió Vicecomodoro Eugenio Miari, uno de los testigos firmantes de la rendición, que hablara al continente con el Jefe de la Fuerza Aérea Sur, Brigadier Ernesto Crespo para que se rindiera. Miari anticipó: "No lo va a hacer".

Esa fue la respuesta de Crespo. Hubo horas de cabildeos hasta que los británicos hallaron una fórmula: "Que nos de su palabra de honor de que no nos va a atacar". Esta vez fue el Brigadier Luis Castellanos quien habló con Crespo, que ya tenía su decisión pero igual la respuesta: "Dejámelo pensar". Horas después dio su palabra de honor.

La rendición se firmó casi en el primer minuto del 15 de junio. Se hizo una traducción al castellano en la que, como en el original, Menéndez tachó la palabra "incondicional".

Pero en la traducción, y con el apuro, se escribió a mano que la rendición "surtirá efecto a partir de la 0 hora del 10 de junio". Cuatro días antes que en el original.

Todo importaba ya muy poco.
Fuente: Clarin. Publicado 14 de junio 2007

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