Rubén
Otero era parte de la tripulación del crucero General Belgrano hundido por un
submarino inglés el 2 de mayo de 1982. Años después del conflicto, lo invitaron
a tocar en una banda tributo a los Beatles. Muchos años después, lo invitaron a
formar parte del elenco de una obra sobre Malvinas, Campo Minado, y recorrió el
mundo contando su historia
Por
Joaquín Sánchez Mariño
Rubén
Otero nunca llegó a Malvinas: participó del hundimiento del crucero General
Belgrano y estuvo 41 horas arriba de una balsa esperando el rescate
-4.01.
Siento un estruendo como si el crucero hubiese chocado contra una montaña. Se
apagan las luces. Busco mi salvavidas, voy hacia la cubierta principal. El
buque está inclinado, y como está cubierto de petróleo, es imposible caminar.
Pero tengo que llegar a mi balsa agarrándome de donde pueda. Entonces llega la
última orden: abandonen el Belgrano… Bueno, así lo cuento en la obra, pero
ahora te lo voy a decir como tiene que ser.
Rubén
Otero está sentado frente a la computadora. Las paredes que se ven detrás suyo
están cubiertas de goma espuma gris, la que se usa para contener el sonido. Se
ven algunos instrumentos de fondo y Rubén -58 años, veterano de Malvinas y uno
de los protagonistas de Campo Minado, la obra de Lola Arias- explica que está
conectado desde su sala de ensayo personal. Es que una de sus grandes pasiones
es tocar la batería, y aunque cuando cuenta su historia todos le preguntan por
la guerra, a veces él también piensa en la música.
Y
no en cualquier música, porque si bien en la adolescencia era fanático del rock
nacional, desde mediados de los noventa toca casi exclusivamente canciones de
la banda inglesa más famosa de todos los tiempos: los Beatles. Es que Rubén es
uno de los integrantes del grupo tributo Get Back, y aunque suene paradójico
haber peleado en Malvinas y dedicarse, años después, a tocar música inglesa, la
verdad es que es una paradoja falsa.
Después
de casi un año sin presentarse en vivo por la pandemia, el trío Get Back, con
Rubén en la batería, volvió a tocar en un bar. Completan la banda Sergio
Fernández en guitarra y voz, y Carlos Chiavetto en bajo y voz (Gustavo Gavotti)
“La
música de los Beatles y Malvinas son cosas que llevo dentro de manera separada.
No porque yo toque música de los Beatles estoy a favor de los ingleses, por
supuesto que no. Incluso mis compañeros ingleses de la obra lo saben bien. Para
los argentinos las Malvinas son argentinas desde el primer día, y la música es
una cosa internacional”, dice.
-¿Te
han hecho reproches de por qué siendo ex combatiente de Malvinas tocás música
inglesa?
-Sí,
me lo han dicho algunas veces en algún escenario. Antes de la pandemia con Get
Back tocábamos mucho en una feria que se llama Feria de las Colectividades, que
va por todo el conurbano bonaerense, y en alguno de esos shows alguno me dijo:
“¿Cómo sos ex combatiente y tocás música de los Beatles?”. Y bueno… En el
momento uno tiene que ponerse en el rol de artista y tratar de ignorarlo, uno
no puede estar dando explicaciones a cualquiera en cualquier momento. Entonces
hago como que no lo escucho.
-¿Y
otros veteranos te han dicho algo?
-Sí,
también me han preguntado. Pero ahí lo explico, porque siento que ellos sí
tienen el derecho a saber, porque son mis compañeros y les debo una
explicación. Algunos lo entienden y otros no, y algunos incluso me vienen a ver
y me felicitan.
-¿Cuándo
te encontraste con la música?
-La
música la vivo desde que iba a la primaria. Yo tengo dos hermanos mayores, y al
del medio siempre le gustó tocar la batería. Y cuando él era adolescente yo era
muy chico, y compró una batería, y estaba en nuestra habitación. Él se iba a
trabajar, yo volvía de la escuela y me sentaba a tocar. Y a partir de ese
momento no me pude despegar más.
Enero
de 1982. Rubén Otero descansa en tierra firme en Ushuaia con el crucero General
Belgrano de fondo
La
batería, o más bien Rubén sentado a la batería es una de las escenas más
impactantes de Campo Minado. Se trata de una obra teatral que recupera la historia
real de seis ex combatientes de Malvinas, tres argentinos y tres ingleses. Los
mismos veteranos son quienes protagonizan la obra, que ya lleva muchos años de
gira por el mundo. Allí Rubén cuenta su historia a bordo del Crucero General
Belgrano, hundido el 2 de mayo de 1983 por un torpedo inglés lanzado desde un
submarino, mientras el buque se encontraba por fuera de la zona de exclusión.
De los 1093 tripulantes que había a bordo, 323 argentinos resultaron muertos
(casi la mitad de las bajas argentinas en el conflicto) y 770 fueron
rescatados. Entre los sobrevivientes estaba Rubén.
-¿Cuándo
empieza tu historia con Malvinas?
-Bueno,
yo técnicamente no fui nunca a Malvinas, es decir, jamás pisé las islas, no las
conozco. Yo entré en la Marina como colimba en octubre de 1981. Hice dos meses
de instrucción en Puerto Belgrano y después me tocó el Crucero Belgrano como
destino. Y ahí fui: el primero de diciembre de 1981 me sumé a la tripulación. A
partir de ahí pasé a ser de la dotación permanente. El 2 de abril de 1982 pasa
lo de Malvinas y tenemos que arrancar para el sur, primero a hacer un chequeo
técnico del crucero y si estaba todo bien para entrar en combate, seguíamos
viaje. El 16 de abril entonces zarpamos para Malvinas. Bah, más bien para el
sur. Fuimos a Ushuaia y desde ahí nos movíamos. Estábamos fondeados abajo de la
Isla de los Estados.
-¿Cómo
fue que partieron para la misión que deparó en el hundimiento?
-El
1 de mayo a la mañana ya estábamos navegando rumbo a la flota inglesa en
Malvinas (aunque yo de esto me enteré después, porque en ese momento solo
cumplíamos órdenes sin saber los planes). Íbamos a hacer un ataque en pinzas a
la flota inglesa, ese era el plan. Y el 2 de mayo a la madrugada recibimos la
orden de dar la vuelta y navegar rumbo al continente porque no estaban dadas
las condiciones climáticas. Entonces se abortó la misión y cambiamos de rumbo
para esperar las nuevas órdenes. Y a las cuatro de la tarde, mientras
volvíamos, fue que recibimos los dos torpedos del submarino inglés.
A
bordo del General Belgrano navegando por el canal de Beagle. Rubén tenía solo
19 años y había sido reclutado apenas unos meses antes
-Eso
lo contás en la obra… ¿no?
-Sí:
4.01. Siento un estruendo como si el crucero hubiese chocado contra una montaña.
Se apagan las luces. Busco mi salvavidas, voy hacia la cubierta principal. El
buque está inclinado, y como está cubierto de petróleo, es imposible caminar.
Pero tengo que llegar a mi balsa agarrándome de donde pueda… Así lo cuento en
la obra, pero ahora te lo voy a decir como tiene que ser.
-¿Cómo
fue?
-Yo
estaba en el comedor y tenía que ir a tomar la guardia a proa, al cuarto de
agua dulce. Salí del comedor, y cuando iba por el pasillo me crucé con el
colimba al que tenía que reemplazar, que me dijo que me quedara tranquilo, que
estaba todo bien en la sala. Desde ahí a donde tenía que ir había como 50
metros, el crucero medía 186 metros de largo, eran dos cuadras. Entonces
aproveché que estaba todo en orden para afeitarme, porque tenía un poco de barba
y no quería que me echaran la bronca. Agarré la máquina de afeitar y la brocha
y encaré para el baño en lugar de ir a la guardia. Y entonces sucedió: 4.01,
pega el torpedo. Yo tendría que haber estado en mi puesto, en el cuarto de agua
dulce, y si hubiera estado ahí el torpedo me hubiera pegado justo.
-Te
salvó la decisión de afeitarte…
-Sí.
Y ahí se cortó la luz, saltaron las camas, saltó todo por el aire, se hizo un
caos, como si el crucero hubiera chocado contra una montaña en serio. Y agarré
mi gabán, mi salvavidas, y me fui para cubierta principal a ocupar mi lugar de
abandono, que es donde tenía que estar en una situación así. Llegué y nos
dieron la orden de empezar a tirar por la borda todo lo que tenía peso, porque
el buque se inclinó y había que intentar equilibrarlo. Empezamos a tirar toda
la munición, cajas, de todo. No hubo caso, y nos tuvimos que trasladar todos a
la banda de estribor. La sección de control de averías estaba tratando de tapar
lo que había provocado el torpedo, pero no hubo caso. Entonces dieron la orden
de abandono, tiramos las balsas al agua y nos empezamos a tirar todos contra
las ellas. Había un problema porque las balsas se pegaban al crucero, y
empujábamos para separarnos, porque nos podíamos hundir con el Belgrano si se
iba para abajo. Nos podía chupar.
-¿Cuántas
veces recordaste esta escena después?
-Durante
muchos años me despertaba de noche, soñaba que estaba en la balsa. Tuve muchas
pesadillas sobre ese tema. No fue un momento lindo para vivir. Se te cruzan
muchas cosas por la cabeza. Fueron 41 horas arriba de una balsa en la que el
tiempo se hacía interminable. En la balsa te asomás y no hay nada, solo agua.
Lo único que quería era que llegáramos a una playa, no importaba dónde, pero en
un lugar con tierra firme, eso era todo lo que deseaba.
Rubén
a bordo del crucero General Belgrano, en Puerto Madryn, un tiempo antes de
salir para las islas
-¿Qué
pasó cuando se hundió el crucero?
-Esto
lo cuento en la obra: sale una burbuja gigante y hace una ola que nos desplaza
como cinco o seis metros. A partir de ahí la corriente ya nos empieza a
separar. Y ahí empieza la travesía en la balsa, la espera a que nos vengan a
rescatar.
-¿Cómo
fue eso?
-Pasó
la primera noche, veíamos luces en el mar, pensamos que venían a buscarnos. Nos
habíamos atado con otra balsa, así que no estábamos solos. El capitán de la
balsa decía: “a la cuenta de tres, gritamos todos juntos”. Y gritábamos. Pero
nadie nos escuchaba. Había unas olas tremendas, un frío. Es la zona donde se
empiezan a congelar las aguas, imaginate… Hasta que se hizo de madrugada.
Estábamos las dos balsas únicamente, no había nada ni nadie alrededor.
-¿Nadie
dormía?
-No.
El capitán de la balsa no nos dejaba. “El primero que se duerme lo cago a
remasos”, decía. No sabíamos por qué, pero después supe que dormirse es empezar
a morirte por el congelamiento. Así que pasamos toda la noche del domingo al
lunes, todo el lunes, y toda la noche del lunes. El martes a las 11 de la
mañana apareció el destructor Bouchard y nos rescató. Unos días después, ya
estaba en mi casa en Mataderos.
Rubén,
junto a otros veteranos también rescatados del Belgrano, en el hangar del
destructor Bouchard unos minutos después de que encuentren su balsa
-¿Cuánto
tiempo después de Malvinas volviste a tocar música?
-Creo
que fue inmediatamente, porque la batería seguía en casa.
-¿Y
cuánto tiempo después entraron los Beatles en tu vida?
-Yo
no escuchaba los Beatles, yo escuchaba música nacional, siempre. La mejor época
musical para mí fue justamente la época de Malvinas, porque cualquier radio que
prendías tenía música nacional. Estaba prohibido pasar música en inglés en
todas las radios argentinas. Y para mí estaba buenísimo porque era lo que me
gustaba. Pero después pasó la guerra, pasó el tiempo, y se empezó a autorizar.
Y en el año ’95, más o menos, mi profesor de batería le habló de mí a una
persona que buscaba un baterista para una banda que tocaba música de los
Beatles, se llamaba Get Back. Yo no sabía si ir, estaba dudando, y me insistió
mucho mi profesor y finalmente fui. Hice la prueba y me eligieron y recién
entonces comencé a conocer la música de los Beatles. En el ’95 o ’96… ya
bastante viejito el tipo.
-¿Cómo
siguió todo?
-Bueno,
en el año 2000 cambió un poco la formación y nos convertimos en un trío. Y así
participamos en la semana Beatle de Latinoamérica, en el The Cavern de Paseo La
Plaza. Llegamos a la final, pero no ganamos. En el 2004 volvimos a participar y
ganamos como mejor banda Beatle latinoamericana, y fuimos a Liverpool a tocar
en el año 2005. Eso fue lo más trascendente que hicimos con la banda.
-¿Fue
la primera vez que viajaste a Inglaterra?
-Sí,
fue mi primera vez.
-¿Significó
algo Malvinas en ese viaje o estuvo muy disociado?
-Estuvo
disociado, no lo mezclé para nada. Pero sentí en momentos en algunos shows que
alguna gente entraba como si fueran inspectores, sentí que tenían registrado
que yo era veterano de Malvinas. No sé cómo es la inteligencia británica, capaz
fue persecuta mía. Yo fui a tocar y listo, en ningún momento me quise hacer el
guapo ni a decir nada por fuera de lo que era la música.
Rubén
junto a sus compañeros de Campo Minado, la obra de teatro de Lola Arias que lo
llevó a recorrer el mundo junto a otros cinco ex combatientes de Malvinas
-¿Y
cómo fue que llegó la propuesta de la obra de teatro?
-En
el año 2015 Lola Arias me contactó porque me quería hacer una entrevista. Fui,
le conté mi historia: lo del Belgrano, que hacía música de los Beatles, otras
cosas de mi vida, de mi familia… Ella quería saber absolutamente todo de
nosotros. Y en el 2016 me volvió a llamar y me dijo que para ella era muy
importante que estuviera en la obra. Y yo le agradecí, pero le dije que no
tenía intenciones de viajar, de hacer una obra… Nada de eso. Pero ella me
insistió, me dijo que me tomara el fin de semana para pensar, y que fuera al
lunes siguiente a su casa con mi señora.
-¿Fuiste?
-Sí,
fuimos el lunes y me convenció. Vi que estaba tan entusiasmada que me sentía
mal de decirle que no, sentía que la estaba cagando, no sé. Ella lo iba a hacer
de otra forma seguro, porque es una genia, pero vi que realmente quería que
estuviera y acepté. Y hoy con los chicos del elenco, los ingleses y los
argentinos, ya de algún modo somos otra banda.
-Y
viajaron a Inglaterra juntos también, ¿no?
-Sí,
varias veces. E incluso conocimos el cuartel de instrucción de los Royal
Marines, no lo podíamos creer. Fue muy impactante.
-Última:
¿discutiste con tus compañeros ingleses de la obra sobre el hundimiento del
Belgrano? ¿Hablaron de si fue un acto de guerra o fue un crimen de guerra, dado
que estaba fuera de la zona de exclusión?
-Discusión
discusión no tuvimos, no, ellos nunca me dijeron nada. Yo siento que más allá
de todo, los héroes del Belgrano son los héroes del Belgrano. Eso no va a
cambiar nunca.
Fuente:
https://www.infobae.com