31 de mayo de 2020

LA INGENIOSA INSTALACIÓN DE TIRO BERRETA EN MALVINAS

Lanzar un misil Exocet desde tierra era impensado en 1982. Menos para ellos, quienes cambiaron un poco el curso de la guerra.


Berreta, berreta, pero ese invento argentino dejó fuera de combate a un buque inglés, en los últimos días de la Guerra de Malvinas.


La “inventiva bajo presión”, así se lo calificó en un congreso internacional de historia militar en Europa, llevó a dos civiles de la Armada y a un ingeniero militar a desarrollar un lanzador de misiles Exocet nunca antes imaginado; y a ser usado con éxito en una de las batallas más cruentas del conflicto con Gran Bretaña, el 12 de junio de 1982, en el Monte Dos Hermanas.


Lo llamaron ITB: Instalación de Tiro Berreta.


“Porque era feo, improvisado… una berreteada”, cuentan Antonio Shugt y Luis Torelli, quienes lo idearon en sólo tres días, junto con el Capitán de Navío Julio Pérez.


En el Taller de Misiles, Antonio y Luis alcanzaron a conocer los Exocet como la palma de sus manos. 

En el Taller de Misiles, Antonio y Luis alcanzaron a conocer los Exocet como la palma de sus manos.


Antonio y Luis tenían 22 y 24 años cuando el Capitán Pérez, su Jefe en la División de Misiles del Arsenal Naval Puerto Belgrano, les encomendó una misión que parecía imposible: lograr disparar un misil Exocet Mar-Mar 38 desde la costa para contrarrestar el bombardeo británico sobre las defensas de Puerto Argentino.


—Sí, se puede —dijeron ellos.


—¡Es para ya, eh! —les advirtió el jefe.


Luis llevaba 6 años como civil de la Armada y 3 como técnico electrónico en la División Misiles del Arsenal. Junto con Pérez y Shugt había estado en Francia, donde se fabrican los Exocet, cuando la Argentina los adquirió. Por eso su conocimiento sobre el arma.


Es así que en el más absoluto de los secretos se encerraron a principios de mayo en el Taller a tirar ideas, planos, cables…


“No existía ni en la Armada ni en ningún lado, dice Luis, que explica, el misil sólo no hace nada; necesita una instalación de tiro, que es una serie de equipamientos que le dan la orden al misil para ser lanzado, información de blanco, condición de tiro, situación de vuelo… Había que construir algo así, pero debía ser portátil, móvil, transportable.”


 Luis, Antonio y el Capitán Pérez, en 1982.

Luis, Antonio y el Capitán Pérez, en 1982.


“El jefe quería diseñar un circuito totalmente nuevo, pero no teníamos tiempo. Así que nos pareció más práctico usar lo que ya existía: la instalación de tiro de un buque, que es un cuarto grande lleno de equipos que tarda un año en instalarse. Se usó la de uno de los destructores viejos. Había que desmontarla y reducir eso”, relata Antonio.


Al tercer día salieron del taller con la idea de hacer algo con los equipos más vitales, y al resto fabricarlos de manera más sencilla.


¡Fue una apuesta! Y dio resultados. Probaron el sistema con un simulador de misil en el destructor “Seguí”. En la cubierta habían armado una carpa para que no los espiaran los satélites enemigos, pero con el sistema y el misil solo no podían hacer nada. Había que pensar la rampa de lanzamiento.


“A alguien se le ocurrió ponerlas arriba de un acoplado. Así que sacaron las rampas del buque y se las puso sobre un carro. La parte electrónica se hizo con un sistema de alimentación de unos antiguos reflectores de arco de la Infantería de Marina que era móvil. Quedó el lanzador y una unidad de control y comando en otra unidad. Todo eso interconectado”, cuenta Luis.


Lo construyeron volando, trabajando todo el taller en dos turnos las 24 horas, de 6 a 19 y de 19 a 6. Los Talleres Generales hicieron la parte mecánica. Y quedó.


Fue todo urgente. A las 4 de la tarde lo probaron y a las 6 ya estaban en la Base Espora subiéndolo a un avión Hércules de la Fuerza Aérea para llevarlo a las islas y usarlo en batalla.


A Malvinas fue el Capitán Pérez. Él iba a operar la ITB con los Tenientes de Fragata Edgardo Rodríguez y Mario Abadal. Por ser civiles, a Luis y Antonio no los mandaron.


El ITB pudo llegar a las Malvinas el 31 de mayo, después de varios vuelos esquivando los radares británicos.


 


Cada uno de los dos carromatos pesaba 5000 kilos. Desplazarlo en Malvinas era muy difícil. Solo se podía por la ruta que iba al Aeropuerto porque en la tundra se hundía.


Habían designado un sitio a 300 metros del mar frente al aeropuerto de Puerto Argentino, al sur del archipiélago, ver mapa. Los componentes estaban dispersos, lejos del lanzador, para evitar ser detectados. Se apostaban alrededor de las 18 cuando oscurecía. Dos horas tardaban en instalar la ITB. Y estaban hasta las 3 o 4 de la mañana en posición. De día la desmontaban para evitar que los vieran los satélites. Durante 12 días montaron y desmontaron todo el equipo, esperando el momento ideal.


Emplazamiento de la ITB


Con un radar del Ejército que operaba el oficial retirado Carlos Ríes Centeno, que había viajado como documentalista, se rastreaban los movimientos de los buques. Era un radar antipersonal que operaba con otro tipo de datos y había que convertirlos en información que les sirviera a los sistemas del Exocet. Combinada con la que enviaba otro radar de vigilancia se pudo determinar la derrota por donde pasaban todas las noches los buques ingleses.


Una madrugada, el Capitán Pérez y su gente hicieron el primer lanzamiento, pero el equipo tuvo problemas de conexión y el misil no salió.


“El único componente inglés que tenía la ITB falló: un diodo sin valor. Pero dio la casualidad de que la Artillería Antiaérea de la Infantería de Marina tenía exactamente el mismo que se nos había quemado”, contó el Capitán Pérez.


El segundo día hicieron otro lanzamiento. Esta vez falló por un error humano con los cálculos de los datos de radar.


A la tercera o cuarta noche ya no pasaban los buques ingleses. Nada cerca en los radares.


“Ya era cerca de la madrugada y a uno de los Tenientes de Fragata se le ocurre hacer algo que solían hacer de guardiamarinas en el terreno y les resultaba: bailar a lo indio alrededor de un árbol para invocar la lluvia. “¿Y si hacemos una vuelta?”, dice. Imagínese a dos Tenientes y un Capitán haciendo eso. Nos llegan a ver…”, dice Pérez.


Pero en un momento dado, Pérez les dice: “Ahora, que no nos ve nadie. Y en el medio de la oscuridad dimos dos vueltas al carromato cantando como los indios. Crease o no, a la media hora nos avisan que había un buque inglés en la zona”.


Aprestaron todo y lanzaron. La tercera fue la vencida. ¡El Exocet dio en el blanco!


Un montaje fotográfico muestra tres componentes esenciales de la ITB en acción. 

Un montaje fotográfico muestra tres componentes esenciales de la ITB en acción.


El ataque


12 de junio de 1982. La artillería británica abría fuego sobre las posiciones de la defensa en Puerto Argentino y esa misma madrugada, la Argentina disparaba por primera vez en el mundo un misil Exocet desde tierra contra un buque. Ingenio argentino, dos puntaltenses civiles de la Armada lo habían ideado en Puerto Belgrano y ahora estaba en las islas, en el fragor de la batalla.


A las 3.30, el HMS “Glamorgan”, que apoyaba desde el mar la avanzada británica sobre el Monte Dos Hermanas, ya había descargado casi 4 toneladas de explosivos. Los royal marines agradecieron esa ayuda, pero cuando el destructor iba a tomar otra posición entró en el alcance del radar de la ITB.


“Actualizo rumbo. Tri, cinco, ocho, cero. Distancia 29960 metros”, se oye a Ríes Centeno por el intercomunicador.


“Detectan un buque y lanzan”


“Nuestro radar alcanzaba a 30000 metros nada más, explicó el Capitán Pérez. Había poco tiempo para introducir los datos y efectuar el tiro. ¡Pudimos!”


Fogonazo en la madrugada seguido por una estela serpenteante y un sonido a turbina que se pierden en la oscuridad del horizonte.


Esa luz brillante que se aproximaba capturó la mirada de todos en el puente de comando del “Glamorgan”. Desde la costa también la vieron.


Eran las 3.36 y en los radares del Glamorgan tardaron nada en darse cuenta de que estaban siendo atacados por un Exocet. No alcanzaron las maniobras para evadirlo y el misil entró por la popa.


“3.37. ¡Boom! El buque se movió como si chocara contra el muelle. Nos quedamos sin luces. Fue un caos”, contó un tripulante del buque inglés.


El Exocet MM-38 lanzado con la ITB había hecho blanco.


Los daños provocados por el Exocet argentino dejaron al buque británico fuera de combate.

Los daños provocados por el Exocet argentino dejaron al buque británico fuera de combate.



“El helicóptero en el hangar del buque estalló y la noche se volvió día con llamas de 300 metros que sobrepasaban el mástil del buque”, relató el oficial británico que intentó evadir el misil argentino. El impacto dejó un hueco de 4 metros de diámetro en la cubierta y de metro y medio en la galería inferior. La explosión se vio desde Darwin y Pradera del Ganso. Tardaron 4 horas en apagar los incendios. El “Glamorgan” tuvo 14 víctimas y una veintena de heridos.


La guerra de Malvinas terminó 2 días después, con la rendición argentina. Severamente averiado, tardaron un mes en reparar al “Glamorgan” para poder volver a su país. 4 años después fue desafectado del servicio y vendido a la Armada de Chile. Desafectado en 1998, se hundió en 2005 en el Pacífico cuando lo remolcaban para desguace.


¿Qué pasó con la ITB después de la guerra? ¿Dónde quedó?


Los restos del invento argentino no volvieron a verse en las islas, pero el legado perdura. 

Los restos del invento argentino no volvieron a verse en las islas, pero el legado perdura.


“No sabemos, dice Antonio. Se lo llevaron los ingleses. Yo escuché de un francés que lo tenían en un museo de armas de guerra. Los ingleses hicieron una versión mejorada llamada Excalibur y la instalaron en el peñón de Gibraltar.” Se llama Excalibur, como la espada del rey Arturo clavada en la piedra.


Cuando terminó la guerra, el Capitán Pérez y los otros oficiales se preparaban con granadas de mano para volar la ITB, pero les ordenaron dejarla así, “para que los ingleses se enteren con qué les dimos”.


“Siento el orgullo de haber trabajado en algo que funcionó”, dice Antonio.


“Se basaron en nuestros diseños. Sin dudas. Tendríamos que haberles cobrado la patente”, dice Luis, un poco en broma y un poco en serio.


El accionar de los militares argentinos en la Guerra de Malvinas fue épico y heroico. Incluso los ingleses lo rememoran. Uno de los oficiales británicos que murió en el “Glamorgan” le contaba a su familia en varias cartas previas al ataque que “la valentía de los argentinos demuestra que tienen mucho más que un tibio interés en estas islas. Son mucho más patriotas con respecto a las Malvinas que nosotros”. Igual de épico y heroico fue el trabajo de estos civiles de la Armada para desarrollar un dispositivo nunca antes imaginado.


Fuente: http://gacetamarinera.com.ar


MALVINAS: EL SORPRENDENTE ATAQUE AL SHEFFIELD, EL PRIMER BUQUE INGLÉS HUNDIDO EN COMBATE DESPUÉS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Una sección de aviones Súper Etendard sorprendió a la Royal Navy y al gobierno de Margaret Thatcher cuando sus misiles hirieron de muerte al destructor. Cómo se planeó el ataque, los Mirage que protegieron a los pilotos navales, los Lear jet que hicieron de señuelos para distraer a los Sea Harrier y el misterio que encerró el hundimiento


Por Daniel Roca Centurión


El HMS Sheffield  en llamas. Misiles Exocet de la aviación naval lo hirieron de muerte el 4 de mayo 1982

El HMS Sheffield en llamas. Misiles Exocet de la aviación naval lo hirieron de muerte el 4 de mayo 1982


El 2 de mayo el submarino HMS Conqueror había logrado hundir al crucero ARA General Belgrano. De los 1093 tripulantes 323 encontraron su destino final en el mar austral.


Al día siguiente, cerca de la una y media de la madrugada, el aviso ARA Sobral -que se encontraba en las inmediaciones de las islas buscando a la tripulación de un bombardero Canberra de la Fuerza Aérea que había sido derribado-, es atacado por un helicóptero Sea Linx británico que, desde una distancia aproximada de 20 km, le lanza un misil aire-mar e impacta en la cubierta. Ocho tripulantes mueren en medio de la explosión, las esquirlas y las llamas.


Frente al ataque, la Fuerza Aérea Sur (FAS) dispone las salidas de aviones y helicópteros de búsqueda y rescate para asistir a los hombres de la Armada.


No había tiempo para perder. La búsqueda frenética del buque atacado reúne a los aviones turbo hélices Fokker F-27 indicativo de misión TITAN, los Twin Otter indicativo SIERRA, un avión Mitsubishi MU-2B del escuadrón Fénix indicativo BRAVO y un helicóptero Bell 212 indicativo LIEBRE.


Recién el 4 de mayo el Sobral logra transmitir su posición a la deriva y el 5 se produce el primer contacto con el Bell 212 que logra realizar un arriesgado rescate del Cabo Primero Enríquez con quemaduras de gravedad, para ser trasladarlo de inmediato a Puerto Deseado. El marino, gracias al rescate, pudo salvar su vida.


En su periplo cerca de las islas, la Fuerza de Tareas británica ha ido coqueteando con el peligro y el 1 de mayo sintió el fuego de la fuerza aérea: 57 misiones y 20 toneladas de bombas cayeron sobre la Royal Navy en lo que fue el "bautismo de fuego" de la Fuerza Aérea.


Los planes de la Operación Corporate, que marcaban el desembarco y la "recuperación" de las islas por parte de las tropas comandadas por el Almirante Sandy Woodward, debieron posponerse.


En un solo día los ingleses sufrieron las pérdidas y daños del HMS Exeter, dos fragatas clase Amazon tipo 21, el HMS Arrow y HMS Glamorgan seriamente dañadas, la pérdida de dos helicópteros Sea Kingy la posibilidad de haber herido al Sheffield.


Woordward, frente al ataque de los aviones argentinos, dio la orden y la flota se alejó de las islas a distancias más seguras.


Pilotos, mecánicos, técnicos y soldados del Escuadrón M5 Dagger antes de una de las misiones en Comodoro Rivadavia. Los aviones de la Fuerza Aérea protegieron a los caza de la aviación naval durante el ataque al Sheffield

Pilotos, mecánicos, técnicos y soldados del Escuadrón M5 Dagger antes de una de las misiones en Comodoro Rivadavia. Los aviones de la Fuerza Aérea protegieron a los cazas de la aviación naval durante el ataque al Sheffield


Desde el 21 de abril, y de todas las maneras posibles -incluso usando Boeing 707 de transporte de pasajeros-, la Fuerza Aérea había estado siguiendo a la Royal Navy desde una latitud cercana a la de Río de Janeiro.


La información conseguida era buena, pero para que los Súper Etendard pudieran emplear sus misiles aire-mar Exocet la posición de los barcos a atacar debía ser "actual y precisa".


Los datos precisos que necesitaban los brindó finalmente el viejo, pero confiable avión de exploración Neptune, que se encontraba "trackeando a la flota", es decir siguiendo su posición. A las 7:50 del 4 de mayo detectó al destructor inglés.


En Río Grande, se prepararon dos Súper Etendard con misiles Exocet, que despegaron a las 9:45, piloteados por el Capitán de Corbeta Augusto Bedacarratz y el Teniente de Navío Armando Mayora.


La aviación argentina puso en el aire un Hércules KC-130 indicativo RATA, como nave de reabastecimiento de combustible en vuelo para los aviones de la armada, que en esta oportunidad se les asigna el indicativo LITORAL.


A su vez, una pareja de caza bombarderos Mirage M-5 Dagger de la Fuerza Aérea, conocidos como el escuadrón “Las Avutardas Salvajes", indicativo de misión Pollo, armados con misiles Shafrir, guiados por los radares desde tierra, tuvieron la misión de proteger al Hércules y a los Súper Etendard.


Augusto Bedacarratz, el capitán que comandó la misión de los Super Étendard

Augusto Bedacarratz, el Capitán que comandó la misión de los Súper Etendard


"Volamos muy bajo, con suma discreción. No utilizamos prácticamente el radar, no hablamos por radio y solo nos comunicamos de avión a avión por señas", recordaría años más tarde Bedacarratz.


A la operación se agregaron dos Lear jet, indicativo ROTULO, de la Fuerza Aérea Sur que tuvieron la arriesgada misión de hacer de señuelo de los Harrier británicos. Estos aviones ejecutivos, sin armamento ni tampoco ningún tipo de contramedida antimisil, buscaban ser confundidos con cazas de la Fuerza Aérea -por su velocidad y por la imagen de radar similar a un avión de combate- atrayendo hacia ellos a los cazas ingleses para distraerlos del ataque real.


El reabastecimiento en vuelo se realizó a 240 kilómetros al oeste de Malvinas. La recarga permitió que la sección pudiera volar bajo, casi rozando el mar, hasta el punto de lanzamiento que estaba ubicado a 480 kilómetros de distancia.


Bedacarratz y Mayora dejaron tras de sí al reabastecedor e iniciaron el descenso y se mantuvieron volando a 15 metros sobre el mar. El cielo estaba nublando y el viento era intenso.


El Neptune transmitió la última posición de la flota y los pilotos volaron en silencio de radio, pegados al mar, para evitar ser detectados por los radares.


"La misión era sumamente riesgosa. La Armada sólo tenía cinco misiles Exocet, ya que Francia había impuesto el embargo a raíz del conflicto bélico. Además, se desconocía la efectividad de este tipo de misil aire mar, para ser lanzados desde aviones de ataque. Hasta ese momento no se había hecho en ninguna parte del mundo. Fuimos los primeros en probarlos en Malvinas", relató el Capitán en una entrevista al diario El Mundo de España 35 años después de la guerra.


Super Étendard fueron claves en la guerra de Malvinas

Súper Etendard fueron claves en la guerra de Malvinas


Durante el vuelo hacia el blanco, el Neptune transmitió una corrección de posición. Los pilotos recibieron la última información y se prepararon para subir hasta 40 metros de altura por unos breves instantes. La maniobra era necesaria, a pesar del riego de ser detectados, para que la información del radar de a bordo se integrara a la programación de trayectoria del misil. En la jerga de los pilotos de combate eso se llama "enganchar" dos blancos: uno grande y uno chico.


Había que asegurar la efectividad del lanzamiento y de la operación. Los dos misiles fueron programados contra el blanco grande. "En ese instante colocamos las posiciones de nuestros sistemas de navegación. Introdujimos 20 dígitos y tuvimos que interrumpir el silencio de radio para cotejar entre los dos la información", contó el piloto del Súper Etendard.


Al menos uno de los dos misiles lanzados había impacto en el destructor británico

Al menos uno de los dos misiles lanzados había impacto en el destructor británico


A las 11:05 y a unas 25 millas náuticas de su posición (aproximadamente 48 kilómetros), en aquel 4 de mayo de 1982, la dupla Súper Etendard/Exocet hizo su entrada en la historia de la guerra aeronaval moderna.


Bedacarratz dio la orden de atacar. Los aviones estaban a 30 kilómetros del blanco (los ingleses aseguraron que estaban a 11 kilómetros y que por eso no pudieron detectarlos). El misil de 650 kilos tardó tres segundos en desprenderse del avión, que se sacudió en el aire al perder peso.


Al menos uno de los Exocet impactó en el Sheffield. El fuego invadió a la nave. La HMS Arrow se acercó al destructor para rescatar a los sobrevivientes de los 287 tripulantes. La fragata remolcó al destructor fuera de la zona de peligro. El ataque dejó un dramático saldo de 20 y muertos y 63 heridos. El Sheffield se hundió finalmente el 10 de mayo en aguas del Atlántico Sur.


Los pilotos pintaron en los aviones los barcos hundidos de la flota británica

Los pilotos pintaron en los aviones los barcos hundidos de la flota británica


La sección de Bedacarratz y Mayora aterrizó en Río Grande a las 12:04. Ninguno sabía, en ese momento, si los misiles habían dado en el blanco. Pero en la base de Tierra del Fuego hubo clima de celebración por el logro técnico de haber lanzado los Exocet con éxito.


Esa tarde, la BBC informó que el Sheffield había sido herido de muerte por un misil. Ante el Parlamento británico, el canciller Francis Pym admitió que el Sheffield había sido hundido. Pero eso no era verdad: el buque terminaría en el fondo del mar seis días más tarde.


Mucho se ha discutido, después del conflicto, si el Sheffield habría sido atacado por Dagger de la Fuerza Aérea Sur el 1 de mayo y si el ataque de los Súper Etendard solo remató al buque de guerra inglés. Lo cierto es que esta operación dejó en claro que, si se quería hundir o al menos neutralizar a un portaaviones británico, iba a ser necesario un gran poder de fuego.


Este fue la simiente del futuro ataque al Invencible, en el cual los Súper Etendard de la Armada y cazabombarderos A4-C de la Fuerza Aérea, trabajarían en conjunto contra ese insigne portaaviones.


Pero esa es otra historia.


Fuente: https://www.infobae.com


DOCE BOMBAS Y EL ÚLTIMO EXOCET: EL ATAQUE AL INVENCIBLE, EL BUQUE INSIGNIA DE LA FLOTA BRITÁNICA EN MALVINAS

Reunidos por primera vez, los cuatro sobrevivientes de la operación del 30 de mayo de 1982 narraron a Infobae los escalofriantes detalles de aquella misión suicida en la que aseguran, sin margen de duda, haberle infligido daños al legendario portaaviones inglés


Por Loreley Gaffoglio


El 27 de mayo fue un día de júbilo en el Centro de Información y Control de la Fuerza Aérea (FAA). El Radar Malvinas, relocalizado el 12 de abril desde su posición primigenia en el aeropuerto a un área lateral y guarecida de Puerto Argentino, había localizado "el" objetivo.


Tras intensos y esforzados monitoreos, el Alférez Hugo Mercau y sus radaristas habían auscultado una febril actividad 160 km al este, casi en línea recta, de Puerto Argentino.


Se trataba de un enjambre de ecos que se disipaban en un mismo punto en aguas abiertas, reaparecían súbitamente y enseguida se dispersaban en el fatigado monitor. Se presumía que aquel trajín provenía de aviones Sea Harrier que operaban desde una de las dos plataformas de la Royal Navy.


Las trayectorias sindicaban que allí, en aquel punto phi omega alejado del epicentro del teatro de operaciones se ocultaba la "Abeja Reina": el buque núcleo e insignia de la flota británica, el portaaviones HMS Invencible. 


El portaaviones HMS Invencible, símbolo del poderío naval británico

El portaaviones HMS Invencible, símbolo del poderío naval británico


Había que neutralizarlo. Pero, ¿cómo? ¿Con qué? Tras la masacre del ARA General Belgrano, y el asedio depredador de los submarinos nucleares, el Comando Naval había retirado a la flota argentina.


Veinticinco años después de la contienda, el Vicealmirante de la Royal Navy, Sir Tim McClement, aseveró que los sumergibles nucleares afectados en Malvinas fueron cinco: además del HMS Conqueror, escaneaban el Atlántico e interceptaban los vuelos de los cazabombarderos a 12 millas de las costas argentinas, los HMS Splendid, Spartan, Courageous, Valiant y el submarino convencional Onyx.


Los sobrevivientes del ataque conjunto del 30 de mayo en Malvinas: Ernesto Ureta y Gerardo Isaac y los pilotos de SUE Alejandro Francisco y Luis Collavino, por primera vez reunidos por un medio de prensa (Foto: Santiago Saferstein)

Los sobrevivientes del ataque conjunto del 30 de mayo en Malvinas: Ernesto Ureta y Gerardo Isaac y los pilotos de SUE Alejandro Francisco y Luis Collavino, por primera vez reunidos por un medio de prensa (Foto: Santiago Saferstein)


Cuatro de los cinco Exocet ya habían zarandeado y enviado a pique al Sheffield y al carguero Atlanctic Conveyor y aquel último misil podía ser la "bala de plata". No solo para lacerar al más rentable de los objetivos navales; también para doblegar la moral de una Task Force que, envalentonada, avanzaba incólume desde San Carlos.


Sin dilaciones, ese mismo día por la tarde llegó la orden a la base de Río Grande, centro de operaciones del eficaz tándem Súper Etendard (SUE)-Exocet (AM39). El Capitán de Corbeta Alejandro Francisco dispararía el misil subsónico de casi 6 m de largo con una ojiva de 170 kg de explosivos, secundado en apoyo de radio e instrumentos por el Teniente de Navío Luis Collavino.


Los Ala, tal el indicativo, debían planificar la misión, maximizar el efecto sorpresa del ataque, permanecer indetectados ante la cortina antiaérea y arremeter en la estocada final con el último Exocet, entregado meses antes sin sus códigos operativos por la francesa Aérospatiale.


Uno de los técnicos de la Base de Río Grande junto al misil Exocet mientras el piloto Francisco pone en marcha el Super Étendard el día de la misión: 30 de mayo de 1982

Uno de los técnicos de la Base de Río Grande junto al misil Exocet mientras el piloto Francisco pone en marcha el Súper Etendard el día de la misión: 30 de mayo de 1982


Había un obstáculo inicial entre la ristra de peligros: el Invencible navegaba en el límite del radio de acción de los SUE, posicionado 100 millas al este de Puerto Argentino y a unos 800 km de Río Grande. Se imponía asomar desde un punto inesperado, bien alejado del asedio aéreo de los misiles Sea Dart y de las avezadas PAC (Patrulla Aérea de Combate).


Encerrados en una sala durante horas de preparación, Francisco y Collavino planificaron la ruta de vuelo y pergeñaron la trampa de desconcierto: un desvío pronunciado a 250 millas (400 km) al sudeste de la posición del portaaviones, fuera del límite de los radares enemigos.


Esa ruta suponía un extenso reabastecimiento con el KC-130. Había que volar hermanados con el tanquero hasta aquel punto de viraje para luego iniciar desde allí el descenso y una aproximación sigilosa en el asalto final a 15 millas del blanco.


Los pilotos de la Armada Alejandro Francisco y Luis Collavino

Los pilotos de la Armada Alejandro Francisco y Luis Collavino


Al día siguiente, las camionetas que conducían a los Ala por la pista se detuvieron imprevistamente: "Misión cancelada", los anoticiaron. Los Hércules estaban abocados a otras faenas. Reeditaron el mismo trayecto el 29 de mayo y se introdujeron en las cabinas de los SUE, cuando otra vez los técnicos alertaron: "Misión pospuesta".


En la sala de prevuelo, les comunicaron la novedad: aquella sería la primera, y la única, misión conjunta entre la Armada y la Fuerza Aérea.


Los SUE lanzarían el Exocet el 30 de mayo y para potenciar el daño al Invencible otros 4 pilotos de A4-C Skyhawk, munidos con tres bombas de 250 kg cada uno, completarían el ataque un minuto después.


Algo así como intentar rematar al herido y una misión kamikaze para los A4-C. Cuatro "moscas" libradas a su suerte para fogonear a un dragón, dotado con misiles, artillería y aviones de última generación y defendido, además, por el grueso de la flota. Se daba por descontado que la tasa de derribos sería altísima.


El plan de ataque al Invencible

El plan de ataque al Invencible


En lo estrictamente técnico, el Comando de la FAA había dispuesto la intervención de los A4-C por su mayor potencia, mejor aviónica y capacidad de oxígeno líquido para la autonomía de vuelo. Pero, fundamentalmente, porque el trayecto era extenso, y sólo los A4-C contaban con raquetas con cinco puntos para cargas externas: dos para sendos tanques de combustible y otros tres para colgar las bombas de 250 kg, que descargarían exactamente tres minutos después del lanzamiento del AM39.


Los técnicos cargando las bombas de 250 kg en uno de los A4-C

Los técnicos cargando las bombas de 250 kg en uno de los A4-C


Mientras tanto, a 700 km de Río Grande, en la base de Puerto San Julián, el Vicecomodoro Juan José Lupiánez, jefe del Escuadrón I, reunía a seis de sus pilotos más experimentados y con tono circunspecto lanzaba un pedido inusual:


Necesito dos voluntarios para una misión, dijo lacónico, sin ofrecer mayores precisiones.


Era la primera vez desde el inicio de las hostilidades que se demandaba algo así. Aquella elipsis discursiva permitía entrever que las chances de regresar con vida dependían del azar.


Yo me ofrezco, señor, dijo al dar un paso al frente el 1er Teniente Ernesto Ureta.


Segundos después lo emuló su amigo y compañero de promoción, José "Pepe" Vázquez. La directiva del jefe apuntó a que fueran ellos los que seleccionaran a sus numerales en la misión cuyo indicativo era Zonda.


Ureta eligió al Alférez Gerardo Isaac y Vázquez al Teniente Omar Jesús Castillo. Esa misma tarde volaron los cuatro a Río Grande, se juntaron con los pilotos de SUE y estudiaron el ataque del día siguiente.


Al mediodía despegarían los Ala, inmediatamente después los Zonda. Volarían en altura hasta un punto de encuentro a 6000 metros de altitud con dos Hércules reabastecedores. Con las dos mangueras de uno de los KC-130, los SUE completarían la carga volando enganchados unas 150 millas, entre 30 a 40 minutos, al sur de Malvinas mientras los A4-C se reabastecerían por turnos de a dos en el mismo trayecto.


En el punto de desacople, a unos 320 km del blanco, Vázquez y Castillo formarían a la izquierda de los SUE, Francisco y Collavino, y Ureta e Isaac por la derecha. Desde allí habría un descenso suave hasta alcanzar posición rasante para la aproximación final y la localización certera del portaaviones inglés.


El reabastecimiento en vuelo de uno de los A4-C

El reabastecimiento en vuelo de uno de los A4-C


"Para confirmar la posición, describe Francisco, debíamos elevarnos, escanear con los radares de los SUE, intercambiar información con Collavino y volver a descender, para seguir aproximándonos. Al encender el radar, el ataque se hacía absolutamente indiscreto y desde ese momento en que nos detectaban hasta que lanzábamos el AM 39 pasaban 3,5 minutos. En ese lapso, el Invencible no tenía tiempo suficiente para interceptarnos con los Harrier y tampoco para evitar el ataque. El misil alcanzaba el blanco en unos dos minutos y los AC 4, que saldrían detrás del él, llegarían un minuto después. Es decir, que el preaviso que el Invencible y sus escoltas tenían para esperar a los cuatro Skyhawk era de entre 6 y 7 minutos. Tiempo más que suficiente para abatirlos desde cualquier buque".


La intimidad de un pacto


Días antes, y como atajando al destino y su fatalidad, Ureta y Vázquez habían sellado un pacto en el cuarto de hotel que compartían cerca de la base de San Julián. Allí mismo donde algún piloto día por medio debía juntar las pertenencias de otro.


"Si alguno de los dos no regresa, se dijeron, prometamos que sólo el otro se lo comunicará a la esposa". Buscaban evitar otros intermediarios, la información confusa, los rodeos, los consuelos piadosos sobre la recuperación de los cuerpos en aquella ruleta rusa de atacar a la supremacía británica en Malvinas.


Mendocino, de origen humilde y muy devoto, tras recibirse como Cabo fotógrafo de la Fuerza Aérea (FAA), Vázquez quiso ir por más y se convirtió en piloto de caza de la IV Brigada Aérea. Sobresalía en su foja. Era el quinto de su promoción y el 11 de marzo de 1982, a sus 30 años, había sido padre por tercera vez. Ureta, de Avellaneda y un año mayor, también esperaba a su tercer hijo. Sus esposas, muy amigas, seguían juntas en Mendoza el devenir de la guerra. Mientras tanto, Isaac, porteño, de 23 años, y Castillo, oriundo de Cosquín, de 28 años, eran solteros sin ataduras.


El piloto Ernesto Ureta fue el primero en ofrecerse como voluntario.

El piloto Ernesto Ureta fue el primero en ofrecerse como voluntario.


"Aquel gesto de Ureta y de Vázquez los convirtió en el acto en hombres distintos", señala a Infobae Isaac. "Tienen que haber tenido algo muy especial para presentarse como voluntarios, porque lo nuestro era mucho más fácil: nos designaban y listo".


Día D


El 30 de mayo a las 12:00 despegó la formación. El vuelo transcurrió según lo previsto en absoluto silencio instrumental. Los seis reabastecieron con los nobles tanqueros volando a la par. Era como una miríada de ocho aviones entrelazados preparándose para sobrevivir.


En aquel punto perdido en el extremo sudeste del Atlántico se desacoplaron y viraron a la par con rumbo norte. Cuando llegó el momento, los Ala se elevaron y encendieron sus radares. Un eco grande, flanqueado por otro mediano, unos 10 grados a la derecha, confirmaban en ambos monitores la posición phi-omega que cuatro días antes había trasmitido el Radar Malvinas. Algo insólito en lo táctico para un buque de esa envergadura e importancia capital. O quizá, la confiada convicción de John "Sandy" Woodward, comandante de la flota británica, de que aquella posición sería inalcanzable para los pilotos argentinos.


30 de mayo de 1982: el SUE de Francisco con el misil AM 39 se reabastece mientras los 4 Skyhawk se alternan de dos para cargar combustible.

30 de mayo de 1982: el SUE de Francisco con el misil AM 39 se reabastece mientras los 4 Skyhawk se alternan de dos para cargar combustible.


A unos 150 metros sobre el nivel del mar, lo suficiente para la caída libre del AM39, Francisco comunicó el top de lanzamiento y disparó. Al ver desprenderse el misil como un peso muerto, sin propulsión, Collavino pensó: "Listo, sonamos. ¡Falló!".


Sólo después de una caída apreciable, el Exocet encendió su motor y navegó enhiesto y veloz, dibujando una estela blanca sobre el paisaje peltre y nuboso de un océano encrespado.


En ese instante, las contramedidas del SUE de Collavino detectaron una iluminación de radar enemigo en su cola. Si estaban a distancia de tiro, la muerte era cuestión de segundos. Sin margen para el miedo, lo informó por radio y los Súper Etendard huyeron virando por izquierda a máxima potencia.


El actual Capitán de Navío (RE) Alejandro Francisco lanzó el último Exocet contra el Invencible (Crédito: Santiago Saferstein)

El actual Capitán de Navío (RE) Alejandro Francisco lanzó el último Exocet contra el Invencible (Crédito: Santiago Saferstein)


En la maniobra Francisco alertó a los Skyhawk:


Al frente, 20 millas, los guío hacia el Invencible en su tiempo de descuento.


Los 4 Zonda cerraron la formación como dos pares de siameses. Veinte, treinta metros separaban sus alas. Avanzaban en una misma línea como férreo tabique alado, al ras del mar: Vázquez y Castillo por la izquierda; Ureta e Isaac, a la derecha. Así, en bloque, al enemigo se le dificultaría determinar cuántos halcones se alistaban para aquel feroz ataque kamikaze.


Restaba poco más de un minuto para llegar al objetivo cuando la silueta del Invencible desprendía dos columnas de humo a cada banda, en el medio de la estructura del buque.


"Yo lo veía desde su popa y eran como dos bigotes negros a cada costado", grafica Isaac. Para los pilotos no hay dudas: el Exocet magulló a la "Abeja Reina".


A 900 km por hora, arañando el océano en el tramo final, en un milisegundo Ureta observó que el ala de uno de los A4-C a su izquierda se desprendía violentamente; luego se desguazaba la cola y, desestabilizado, el avión de uno de sus compañeros, no sabía cuál, exhibía su panza. "La última imagen de aquel A4-C es aquella panza con el ala derecha solamente", describe Ureta, intentando contener la emoción.


El 1er Teniente José Daniel Vázquez trepando a su Skyhawk tras ofrecerse como voluntario para una misión sumamente peligrosa. Tenía 30 años y acababa de ser padre por tercera vez.

El 1er Teniente José Daniel Vázquez trepando a su Skyhawk tras ofrecerse como voluntario para una misión sumamente peligrosa. Tenía 30 años y acababa de ser padre por tercera vez.


"Yo sentí la onda expansiva de la explosión en mi cabina", agrega Isaac. "Nunca vi el misil. Evidentemente no vino desde el Invencible, sino de otro buque en otra posición. Miré a mi izquierda y veo un A4-C que explota, se le vuela el plano, el triángulo del plano sale hacia arriba, el avión me muestra su panza e impacta contra el agua. Tampoco sabía quién era. No había margen para averiguarlo. No en ese momento. Aunque suene raro la atención estaba íntegramente posada sobre el blanco".


Ureta deseaba comenzar a disparar sus cañones de 20 mm para al menos distraer la lluvia de la artillería de defensa antiaérea que les lanzaba un Invencible humeante. Pero la distancia de tiro quedaba corta. Había que esperar unos segundos más. A medida que se aproximaban aquel humo negro que exudaba el Invencible se iba depositando sobre el agua, cubriendo el casco del navío. Volaban a la altura de la pista del portaaviones.


"El cielo estaba encapotado pero la visibilidad era buena y yo estaba esperando el instante para disparar mis cañones, por el sólo hecho que al apretar el gatillo sentía que nada podía pasarme", dice Isaac.


"Y en esa fase el vuelo, a unos 500 m del blanco, sentí adentro de mi cabina otra explosión, mucho mayor a la anterior. Miré nuevamente a mi izquierda y a unos 5 metros de mi ala vi a otro A4-C que explotaba en una forma totalmente distinta a la anterior. Tampoco sabía quién era. El avión se infló, tenía el doble de ancho y de largo y sus placas metálicas remachadas estaban todas separadas, pero se mantenía la estructura del avión. Adentro todo era una bola naranja del fuego. Inmediatamente me separé. Lo que yo vi fue fuego de artillería antiaérea, cañones que tienen munición autoexplosiva. Son como pompones que explotan alrededor de uno o en la línea de ataque. Creo que el primer derribo fue con un misil que vino desde atrás. El segundo, estimo, fue producto de esa artillería, que podrían haber impactado en los tanques o en el sistema hidráulico del avión".


Omar Jesús Castillo fue abatido por fuego de artillería a unos 500 metros del invencible. Su avión se convirtió en una bola de fuego.

Omar Jesús Castillo fue abatido por fuego de artillería a unos 500 metros del invencible. Su avión se convirtió en una bola de fuego.


Ureta nunca llegó a ver el segundo derribo.  Estaba concentrado en la inminencia del ataque. Dos, tres disparos y se le trabó el cañón. Isaac en cambio descargó con furia el grueso de sus 200 municiones y al acercarse a la popa del Invencible lanzó sus tres bombas de 250 kg y bordeó su pista por derecha, volando por todo el lateral del portaaviones en su escape final.


A su turno, el otro Zonda, por lo bajo que venía, debió levantar la trompa para arrojar 50 metros antes y con un desvío de 30 grados en relación al eje del buque su racimo de bombas. La maniobra lo obligó a atravesar a baja altura la pista del portaaviones. Al girar a la izquierda para la huida, Ureta no tuvo dudas: sus bombas fueron efectivas. "Todo era ya una nube de humo que envolvía al Invencible. Habían pegado y habían explotado", afirma.


Jorge Isaac y su jefe, Ernesto Ureta, los dos sobrevivientes del audaz bombardeo aeronaval, a su regreso a la base de Río Grande.

Jorge Isaac y su jefe, Ernesto Ureta, los dos sobrevivientes del audaz bombardeo aeronaval, a su regreso a la base de Río Grande.


Cada uno por su lado, en la soledad de su ruta de regreso, tanto Isacc como Ureta creyeron que solo uno de los cuatro pilotos había sobrevivido. Isaac vio un punto hacia adelante, se acercó y observó por el traje naranja del piloto que los abatidos habían sido Vázquez y Castillo. Prendió su radio y él contó a su jefe de sección la secuencia de lo que había visto. Ambos confluyeron en el punto de encuentro con los dos Hércules, que esperaban la información del ataque para retrasmitirla a la base.


Los leales CK-130 que operaron sin tregua durante toda la Guerra de Malvinas 

Los leales KC-130 que operaron sin tregua durante toda la Guerra de Malvinas


A Vázquez y a Castillo no los esperen, dijo Ureta y precisó el resultado de la misión.


Al aterrizar en Río Grande, tras cuatro horas de misión, el abrazo con los técnicos no logró aplacar el llanto.


No hay consuelo. El abrazo fraternal  entre los compañeros por la pérdida de dos héroes y mártires. Isaac, a la derecha, será inmediatamente conducido al interrogatorio de Inteligencia Militar.

No hay consuelo. El abrazo fraternal entre los compañeros por la pérdida de dos héroes y mártires. Isaac, a la derecha, será inmediatamente conducido al interrogatorio de Inteligencia Militar.


"Sentía algo muy ambivalente, cuenta Isaac, la alegría de estar vivo y la tristeza por la muerte de mis dos compañeros".


"Yo cumplí con la promesa a mi amigo y la llamé a Liliana, la mujer de Vázquez, y al llegar a la Base San Julián debí contárselo también a su hermano, Pelucho, mecánico de paracaídas de nuestra escuadrilla. Hoy soy el padrino el Mariano, aquel hijo de entonces 50 días que el Pepe Vázquez prácticamente no llegó a conocer", dice con orgullo Ureta.


De los tres interrogatorios por separado a los pilotos tras el ataque con personal de Inteligencia quedó una certeza, que Inglaterra siempre negó: el buque orgullo de la Royal Navy había sido al menos averiado. Fue vencido primero por un Exocet y luego por bombas de 250 kg.


Los cuatro halcones reunidos por Infobae dicen comprender el porqué de esa negación, usual en la historia de las conflagraciones. "Nosotros sabemos muy bien qué vimos y cómo lo vimos. Lo que digan los ingleses nos tiene sin cuidado", repiten, cada uno a su turno. "Si el secreto de guerra es por 90 años, en algún momento la verdad saldrá a la luz".


Héroes de Malvinas: los pilotos de A4-C Pepe Vázquez y Omar Jesús Castillo

Héroes de Malvinas: los pilotos de A4-C Pepe Vázquez y Omar Jesús Castillo


El 1er Teniente José Daniel "Pepe" Vázquez y el 1er Teniente Omar Jesús Castillo fueron ascendidos post mortem al grado de Capitán y declarados Héroes Nacionales. Cosquín emplazó en la plaza "Héroes de Malvinas" un busto de su mártir e hijo pródigo mientras que la Base Aérea de Puerto San Julián añadió a su nombre el del Capitán José Daniel Vázquez. Los pilotos abatidos y el actual Brigadier (RE) Ernesto Ureta recibieron la máxima distinción del Estado Argentino: la Cruz al Heroico Valor en Combate.


Reencuentro y hermandad: .Gerardo Isaac, Alejandro Francisco, Osvaldo Bilmesi, tripulante de un Hércules de reabastecimiento, Enesto Ureta, Luis Collavino y el Brigadier Litrenta, piloto de uno de los Hércules que participaron de la única operación conjunta entre las fuerzas

Reencuentro y hermandad: Gerardo Isaac, Alejandro Francisco, Osvaldo Bilmezis, tripulante de un Hércules de reabastecimiento, Enesto Ureta, Luis Collavino y el Brigadier Litrenta, piloto de uno de los Hércules que participaron de la única operación conjunta entre las fuerzas.


Fuente: https://www.infobae.com