El
21 de mayo de 1982, una escuadrilla de aviones Mirage M5 Dagger de la Fuerza
Aérea bombardeó y puso fuera de combate a la fragata HMS Ardent, que finalmente
se hundió en aguas del canal San Carlos
Por
Mariano Roca
Mir
González, en ese entonces Capitán de la Fuerza Aérea, es un héroe de Malvinas
que fue parte protagonista y testigo del bombardeo que puso fuera de combate a
la fragata HMS Ardent. Foto: Gentileza Mir González.
“Esa
tarde lloviznaba en Río Grande”, recuerda Horacio Mir González, por ese
entonces Capitán de la Fuerza Aérea. Había llegado hacía un mes y medio a la
isla de Tierra del Fuego, junto a sus compañeros del Grupo VI de
Cazabombarderos de la Brigada Aérea de Tandil, que operaban los legendarios
Mirage M5 Dagger, comprados a Israel en 1978. Ese 21 de mayo de 1982 dejaría un
recuerdo imborrable en la memoria de este experimentado piloto, quien se retiró
en 2003 de la Fuerza con el grado de Brigadier. “Nos llegó desde Comodoro
Rivadavia la orden fragmentaria de preparar dos escuadrillas para atacar
unidades navales británicas en el canal San Carlos, que estaban bombardeando
las bases argentinas en Pradera del Ganso y Darwin”, detalla, en diálogo con
DEF.
En
Comodoro Rivadavia, funcionaba el Estado Mayor de la Fuerza Aérea Sur, creado
para coordinar las operaciones en Malvinas y cuyo comandante era el entonces Brigadier
Ernesto Horacio Crespo. El 6 de abril, cuatro días después de la recuperación
de las islas por las tropas argentinas, se habían desplegado en Puerto San
Julián y en Río Grande, respectivamente, dos escuadrones de la Brigada Aérea de
Tandil. El destino de Mir González fue Río Grande, a unos 600 kilómetros de las
islas Malvinas, donde él y los demás pilotos de su escuadrón se alojaron en la
Base Aeronaval de la Armada. “La Fuerza Aérea jamás había realizado un
entrenamiento especial para operar en Malvinas”, reconoce Mir González, quien
puntualiza que el entrenamiento siempre había sido para combates aire-aire o
aire-tierra, que eran sus misiones primarias. “La responsabilidad del ataque a
buques quedaba a cargo de la Armada”, aclara, puntualizando que esa fuerza
contaba con los aviones Súper Etendard, dotados de misiles para el combate
aeronaval.
El
21 de mayo de 1982, una escuadrilla de aviones Mirage M5 Dagger de la Fuerza
Aérea bombardeó y puso fuera de combate a la fragata HMS Ardent. Foto:
Gentileza Mir González.
Lo
cierto es que, a pocos días de un despliegue que inicialmente respondía a la
necesidad de proteger la Patagonia de una eventual incursión chilena
aprovechando el conflicto del Atlántico Sur, los pilotos de los Mirage
recibieron del mando de la Fuerza Aérea Sur la directiva de prepararse para el
combate en Malvinas. Tuvieron, entonces, que aprovechar al máximo el poco
tiempo con el que contaban para estudiar el armamento de los buques británicos
y adaptar su entrenamiento para conseguir atacar con cierto éxito a esas
fragatas de última generación. Las primeras operaciones aeronavales contra la
flota británica se produjeron el 1º de mayo, día que sería recordado como el
“bautismo de fuego” de la Fuerza Aérea por tratarse de su primera entrada en
acción en un conflicto bélico en su historia. Ese día también se produjeron los
únicos combates aéreos contra los Sea Harrier.
A
la ya señalada dificultad que presentaban los Mirage para el combate aeronaval,
se sumaban otras tres barreras adicionales con las que los pilotos tuvieron que
lidiar durante todo el conflicto del Atlántico Sur: la falta de
reaprovisionamiento en vuelo, lo que obligaba a optimizar el uso del
combustible y reducía el espacio para ubicar bombas en las aeronaves; la
necesidad de ingresar a las islas en vuelo rasante para evitar ser detectados por
los radares enemigos; y el imprescindible accionar diurno para este tipo de
operaciones de combate, circunstancia que forzaba a operar entre las 8:30 de la
mañana y no más allá de las 17:30. El invierno, tal como indica Mir González,
no era el momento más adecuado, y las duras condiciones climáticas de la
Patagonia en ese período tampoco ayudaban. Ninguna de estas situaciones fue
obstáculo para el heroico despliegue de la Fuerza Aérea, cuya intervención en
el conflicto tomó de sorpresa a los propios británicos, como admitirían
posteriormente sus altos mandos.
El
jefe de la escuadrilla argentina consiguió lanzar una bomba, que terminaría
explotando en la popa de la fragata Ardent, dañando el hangar del helicóptero
Sea Lynx y el lanzador de misiles SeaCat. Foto: Gentileza Mir González.
El
21 de mayo de 1982, tal como relata Mir González, alrededor de las 14,
partieron las dos escuadrillas desde Río Grande hacia las islas. La primera de
ellas, que recibió el nombre de “Cueca”, estaba compuesta por tres pilotos: el
propio Mir González como jefe de escuadrilla, el Teniente Juan Bernhardt, quien
moriría en combate el 29 de mayo, y el Primer Teniente Héctor Luna. La segunda,
bautizada como “Libra”, la integraban los Capitanes Amílcar Cimatti e Higinio
Robles. A poco de despegar, una falla en el motor del Mirage de Cimatti lo
obligó a regresar a Río Grande, situación que determinó que Luna pasara a
integrarse a la escuadrilla “Cueca”, que se convirtió así en una formación
tradicional de cuatro integrantes.
Tras
el despegue, seguiría un vuelo durante 45 minutos a una altura de entre 30000 y
33000 pies, unos 10000 metros, durante el cual los pilotos no podían efectuar
ninguna comunicación de radio para no ser detectados por los radares de las
fragatas. Volaban ese primer trayecto sobre el mar en una formación de
transición, con una distancia de entre 30 y 50 metros entre aviones, conocida
por los pilotos con la denominación “dedo de la mano”. Para graficarlo, tal
como explica Mir González, el “dibujo” que tenía la escuadrilla era el de la
palma de una mano, con el dedo pulgar escondido. En el caso de la que partió
ese 21 de mayo desde Río Grande, Mir como jefe de escuadrilla ocupaba el lugar
del dedo mayor; Bernhardt, el índice; Robles, que pasó a ser jefe de sección,
segundo al mando, el anular; y Luna, el meñique. Cada uno de ellos llevaba en
su aeronave una sola bomba MK-17 de 500 kilos, ya que el resto del lugar
disponible debía ser ocupado por tanques externos de combustible. Cabe remarcar
que, al ser un artefacto diseñado para atacar objetivos terrestres, muchas de
esas MK-17 no llegaron a explotar sobre los buques enemigos durante el
conflicto.
Siguiendo
el trayecto habitual que hacían los pilotos, al llegar a las primeras
estribaciones de las islas se producía el “descenso operativo”, que requería de
una gran pericia por parte del piloto, ya que debía efectuarse a máxima
velocidad para quedar rasante e ingresar así a la Gran Malvina. En ese momento,
se producía el cambio de formación, que debía pasar a convertirse en un
“escalonado táctico”, con los aviones separados a una distancia de no más de
500 metros, uno detrás de otro, ubicándose delante el jefe de escuadrilla y,
detrás de él en forma escalonada hacia la derecha o hacia la izquierda, los
restantes tres componentes de la formación.
Un
héroe de carne y hueso: Mir González es uno de los tantos hombres que supo
combatir en Malvinas y tiene una historia para contar. Foto: Fernando Calzada.
Mir
González no omite ningún detalle de lo ocurrido aquel 21 de mayo: “Cruzamos la
isla Gran Malvina en vuelo rasante y, en un momento dado, la meteorología se
puso muy fea, con lluvias y nubes. Delante de nosotros, apareció un conjunto de
sierras”. En ese momento, sin que los pilotos lo supieran, la escuadrilla
argentina había sido detectada por dos Sea Harrier enemigos, que, como se
sabría luego de la guerra, recibían información de inteligencia desde Chile. El
destino quiso que uno de los misiles Sidewinder diera de lleno contra el avión
de Luna, el último de la formación, que dio la voz de alerta, pero no pudo ser
escuchado porque le falló la radio. Si bien el Mirage fue abatido, él pudo
eyectarse y salvar su vida, circunstancia que ninguno de sus compañeros
conocería hasta tres días más tarde. Lo cierto es que, al escabullirse por un
cañadón con destino a San Carlos, los restantes tres pilotos argentinos que
seguían en combate pudieron evadir el patrullaje de los Sea Harrier.
No
pasaron más de cuatro o cinco minutos desde el inicio del vuelo rasante, que la
escuadrilla ya se encontraba en el canal San Carlos. “¡Cueca, objetivo al
frente!”, recuerda haber dicho Mir González, al detectar la primera nave
británica en la zona. En medio de la lluvia, su avión comenzó a ser blanco de
los cañonazos lanzados desde la fragata HMS Ardent. Su respuesta fue comenzar a
disparar con los propios cañones ubicados en el fuselaje del Mirage, aunque
reconoce que fue más una defensa psicológica que real. Al acercarse al buque
británico, el jefe de la escuadrilla argentina consiguió lanzar una bomba, que
terminaría explotando en la popa de la fragata Ardent, dañando el hangar del
helicóptero Sea Lynx, que quedó destruido, y el lanzador de misiles SeaCat, de
última generación. Posteriormente, la fragata recibiría el impacto de otras
bombas, lo que terminaría por hacerla zozobrar y hundirse.
El
peligro para los pilotos argentinos de la escuadrilla “Cueca” no terminaría
allí. Cuando Mir González se disponía a emprender el regreso tras finalizar el
bombardeo, escuchó un mensaje de su compañero Robles por radio: “¡Rompa a la
derecha, carajo! ¡Hágalo que le van a dar!”. Sin saber bien a quién iba
dirigido, él giró bruscamente hacia la derecha, con toda la fuerza que le
dieron sus brazos, y acto seguido, vio pasar a su lado un misil lanzado desde
el buque. Había salvado milagrosamente su vida. La salida hacia la isla Soledad
y el regreso tampoco daba margen a la distensión. Los Sea Harrier y otras
embarcaciones de la flota británica también podían estar al acecho. “Luego del
cruce rasante de la isla Soledad, levantamos vuelo rápidamente y regresamos a
unos 12000 metros de altura sobre el mar, siempre atentos al indicador del
combustible”, completa el jefe de la escuadrilla “Cueca”.
La
fragata Ardent se hundiría en las primeras horas del 22 de mayo de 1982, lo que
infligiría una sensible pérdida al bando británico. Foto: Gentileza Mir González.
La
llegada a Río Grande y el reencuentro con los compañeros y con el equipo de
mecánicos, electricistas y armeros fue muy emotivo. “Ellos viajaban, de alguna
manera, con nosotros a las islas y nos esperaban con ansiedad y expectativa por
saber lo que había ocurrido”, rememora Mir González. Ese 21 de mayo, solo tres
de los cuatro pilotos que partieron a la misión habían regresado. La gran
incógnita era qué había ocurrido con Luna. “Nosotros estimamos que puede haber
tenido un problema cuando cruzamos rasantes las sierras de Gran Malvina”, le
dijo Mir González al mismísimo Basilio Lami Dozo, jefe del Estado de Mayor de
la Fuerza Aérea, que había llegado en visita a la base de Río Grande poco
después del regreso de la escuadrilla “Cueca” de su misión a las islas. Todos
lo daban por muerto. La sorpresa llegó tres días más tarde, cuando recibieron
una comunicación por radio y Mir pudo escuchar “la tonada inconfundible del
mendocino Luna”. Al haberse eyectado a máxima velocidad y en vuelo rasante, condiciones
no previstas en las condiciones de uso de los asientos eyectables Martin Baker,
curiosamente de fabricación inglesa, Luna sufrió graves lesiones en uno de sus
brazos y en la rodilla, pero pudo ser rescatado dos días más tarde por unos
granjeros isleños y posteriormente trasladado en un helicóptero de las Fuerzas
Armadas argentinas, para finalmente volver al continente. El trágico destino
quiso que falleciera el 23 de noviembre de 1991, en un accidente en la base de
Plumerillo, en su Mendoza natal.
La
fragata Ardent se hundiría en las primeras horas del 22 de mayo de 1982, lo que
infligiría una sensible pérdida al bando británico, aunque no sería suficiente
para torcer el destino de una guerra cuya suerte estaba echada. De lo que no
quedan dudas es de que, contra viento y marea, los pilotos argentinos dieron
muestras de un gran espíritu de sacrificio y de un coraje sin igual para
enfrentar a una de las flotas más poderosas del planeta. Su actuación no
pasaría desapercibida y aún hoy se estudia en los libros de historia y en los
manuales de estrategia más importantes del planeta.
Fuente:
https://www.infobae.com
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