Del
1 de mayo, día que comenzó la guerra, al 26 los ingleses consolidaron su
estrategia en las islas. Los errores militares y políticos. Las barbaridades de
Galtieri. El error de los altos mandos. Los buques de la Royal Navy hundidos
por la Fuerza Aérea y la Aviación Naval. Y el reconocido valor de nuestros
soldados
Por
Martín Balza
El
desembarco inglés en San Carlos, el 21 de mayo de 1982
El
1° de mayo se inició la guerra que se prolongaría por 44 días. En el
continente, la conducción estratégica -política y militar- seguía apreciando
que se impondrían las negociaciones. Según el General Mario Benjamín Menéndez,
el propio General Leopoldo Fortunato Galtieri aseguraba que después del primer
enfrentamiento “las hostilidades se detendrían y se replantarían las
conversaciones, ya con verdaderas posibilidades de solución”.
En
Puerto Argentino compartían esa opinión el propio Menéndez, el General Oscar
Jofre y quizás hasta el General Omar Parada, pero distinta era la opinión de
algunos jefes de las unidades tácticas; no me constan las de todos. No quiero
omitir que, en mi opinión, Jofre contaba en su estado mayor con excelentes
oficiales, particularmente recuerdo al jefe de operaciones, Teniente Coronel
Eugenio Dalton.
El
2 de mayo en horas de la tarde, el submarino nuclear Conqueror hundió el
crucero General Belgrano y produjo más del 50 por ciento de las bajas
argentinas en el conflicto. A pesar de que a mediados de abril Jofre me había
dicho que el crucero se fondearía en Puerto Argentino para aprovechar el
calibre y el alcance de sus cañones y de sus misiles antiaéreos, el crucero, al
mando del Capitán de navío Héctor Bonzo, estaba fuera de la denominada zona de
exclusión, establecida unilateralmente por los británicos y navegaba con proa a
la Isla de los Estados.
Sobre
el hecho, comparto lo expresado por fuentes de la Armada, una de ellas la del Vicealmirante
Juan José Lombardo: “En circunstancias como las de la guerra de Malvinas, yo
hubiera ordenado el hundimiento de un hipotético crucero General Belgrano de la
flota inglesa, simplemente porque se trataba de una guerra”. Yo aprecio que se
trató de un hecho de guerra, y no de un crimen de guerra. El Reino Unido,
invocó su derecho de autodefensa, conforme al artículo 51 de la Carta de las
Naciones Unidas (ONU).
El
Belgrano, veterano del mar, había sido botado por la Marina de los Estados
Unidos en 1938 con el nombre de Phoenix, luego había salido indemne del ataque
japonés a la base aeronaval de Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941, y la
Armada Argentina lo adquirió en 1951, rebautizándolo con el nombre de 17 de
octubre.
El
viejo crucero yace con gran parte de su tripulación en el fondo del mar, y su
ubicación ha sido, con justicia, declarada “lugar histórico nacional y tumba de
guerra”, por Ley Nacional 25554/2001. Después de su hundimiento, la flota
argentina de superficie se mantuvo dentro de las 12 millas de la costa.
El
3 de mayo, el Aviso Alférez Sobral recibió varios misiles de un helicóptero
Lynx, pero logró sobrevivir, no así su comandante, el Capitán de Corbeta Sergio
Gómez Roca. Al día siguiente tomamos conocimiento del hundimiento del
destructor Sheffield, como consecuencia del impacto de un misil AM-39 Exocet
(aire-mar) lanzado por un avión Súper Etendard de nuestra Aviación Naval. Los
británicos tuvieron varias bajas.
Al
día siguiente, insistí a Jofre -con resultado negativo- para traer del
continente cañones pesados, pues nosotros solo contábamos con obuses Oto Melara
(105 mm y 12,2 km de alcance), mientras que los británicos disponían de
artillería terrestre y naval con 17 km de alcance. El 9 de mayo, el pesquero
Narwal fue atacado por varios aviones Harrier, la tripulación abandonó el barco
y fue apresada.
El
hundimiento de la HMS Ardent (Captura YouTube)
El
día 10, la fragata Alacrity incursionó en el estrecho de San Carlos para
comprobar si estaba minado, lo que era importante en los planes de desembarco
del adversario y se encontró con el carguero Isla de los Estados, que
transportaba material y abastecimientos para dos regimientos de Infantería (RI
5 y RI 8) ubicados en la isla Gran Malvinas (en Puerto Howard y en Bahía Fox,
respectivamente). La Alacrity lo atacó, y lo convirtió en “una bola de fuego”.
Allí nuestras pérdidas en vidas y materiales fueron importantes.
El
12 de mayo, Galtieri reunió en Buenos Aires a su gabinete y, entre otras
declaraciones, afirmó: “Estamos llegando al momento de mayor confrontación…
Esto terminará en enfrentamiento bélico… La Argentina lleva ventajas… Existe la
firme decisión de afrontar ese enfrentamiento, que fue debidamente razonado”.
No solo el enfrentamiento, sino también la jamás pensada guerra, ya habían
producido cientos de muertos y heridos argentinos. Lamentablemente, el gabinete
nacional y los altos mandos militares aceptaron, sin chistar, semejante
disparate.
Los
días 14 y 15 de mayo, a pesar de la opinión en contra de Jofre, sobrepasé la
“cadena de comando” y llegué a un vedado acuerdo con el Brigadier Luis
Castellano, quien era el jefe del componente aéreo en Malvinas. En esos días
arribaron en aviones Hércules C-130 dos cañones pesados SOFMA (155mm y 20 km de
alcance) ¡Cómo hubiera querido tener 10 de ellos! Pertenecían al GA 101 de
Junín, y constituyeron una cuarta batería.
Cuando
Jofre se enteró, me hizo conocer su disgusto. De inmediato fueron emplazados
como una improvisada artillería de costa y logramos disminuir sensiblemente los
bombardeos navales nocturnos. El fuego de los mismos cumplió también un
importante objetivo psicológico sobre la propia tropa, pues terminaron con la
sensación de impotencia para atacar a los buques.
Fragata
HMS Alarcrity
El
Teniente de la Royal Navy David Tinker, entre otros conceptos, manifestó al
respecto: “…los días 16,18, 19 y 20 de mayo bombardeamos Stanley (sic), a veces
también con las fragatas Ambuscade y Avenger. El fuego de los cañones
argentinos caía a menos de 50 yardas de nuestros buques, nos asustamos más que
ellos. Ahora tiramos y nos alejamos a gran velocidad. Los soldados argentinos
han demostrado ya honrosamente su valentía, espero que se rindan en poco
tiempo”.
El
16 de mayo, Menéndez envió un mensaje a Galtieri e informativo al General
Antonio Vaquero (subjefe del Ejército) y al General Osvaldo García (comandante
del Teatro de Operaciones Sur), en el que expuso la seria situación logística y
las imperiosas necesidades referentes a víveres, vestimenta, munición,
repuestos y combustible para aeronaves, vehículos, generadores utilizados por
radares y armas antiaéreas, etc.
En
algunos de sus considerandos, expresó: “Que todo ello comprometía la operación
(…) Que la cesión de la iniciativa era considerada como una consecuencia en el
actuar desde el continente (…) Que el adversario operaba con todo tipo de
aeronaves, de día y de noche y con mal tiempo, y que las propias aeronaves no
lo hacían ni aun de día (…) Que los ataques aéreos propios eran ejecutados sin
coordinación con el comando en Puerto Argentino y no masivamente”. Sin embargo,
su conclusión no guardó relación con lo informado, pues agregó: “Todo lo
expresado no afecta ni afectará el espíritu de esta Guarnición Militar Conjunta
para hacer frente al enemigo con todos los medios a su disposición, y la máxima
decisión en procura del cumplimiento de la misión asignada”. La pregunta era
¿con qué medios?
La
situación no se modificó; por el contrario, se agravó con el correr de los
días. Lo expuesto permite concluir que, en Malvinas, y en el continente, los
altos mandos de las FFAA no se atrevían a expresar opiniones contrarias a las
órdenes recibidas, pese a que los hechos así lo exigían. Parafraseando a
Antoine de Saint- Exupéry en “El Principito”, para todos ellos: “La historia
militar era invisible a sus ojos”.
Una
posición de artillería argentina al mando del teniente coronel Balza responde
al martilleo del ataque final de la artillería inglesa (Foto: Eduardo Farré)
El
20 de mayo, la Task Force avanzó hacia la Isla Soledad para acercarse al
estrecho de San Carlos. Una bruma proporcionó protección; ningún avión nuestro
pudo descubrirla. La Operación Sutton -el desembarco- se iniciaba, y se
concretaría a partir de la noche de ese día y de los días sucesivos. Menéndez y
Jofre desoyeron la advertencia que días antes había formulado un isleño sobre
el muy probable lugar del desembarco: la bahía de San Carlos. Pero nada se hizo
para impedirlo, excepto la decisión de enviar al Teniente Primero Daniel
Esteban, dos Subtenientes y 64 soldados del RI 25 que, en una encomiable acción
derribaron y averiaron helicópteros y fueron testigos del ataque de nuestra
Fuerza Aérea a la Task Force. También fue meritoria la incursión del Teniente
de Navío Guillermo Owen Crippa, con un Aermacchi estacionado en Puerto
Argentino, quien se sorprendió al encontrar doce buques de guerra en la bahía,
atacó valientemente una fragata y retornó a su base.
Menéndez
se comunicó con Galtieri, quien le preguntó “si eran muchos”, y recibió como
respuesta "que no se preocupara, pues estaba dentro de nuestras
previsiones; que no era el ataque principal sino una acción secundaria para
distraer a las fuerzas argentinas”. Sin comentarios.
Según
fuentes británicas, el carácter esporádico del ataque de nuestros aviones
impidió que la defensa antiaérea inglesa se viera desbordada, y esta y los
aviones Harrier derribaron no menos de 10 máquinas argentinas (Dagger y
Skyhawk). Reconocen también el hundimiento de la fragata Ardent, y seriamente
averiada la fragata Argonaut y el destructor Brilliant. Aprecio que las
pérdidas hubieran podido ser mayores.
El
día 23 de mayo, continuaron desembarcando en San Carlos armamento, material y a
alrededor de 4 mil hombres. Los ataques de nuestra Fuerza Aérea disminuyeron.
Al día siguiente, un Skyhawk propio atacó el destructor Coventry, que se hundió
después de recibir tres bombas.
El
25 de mayo, dos aviones Súper Etendard de la Armada con dos misiles Exocet (aire-mar),
hundieron uno de los buques logísticos más importantes de la flota adversaria:
el Atlantic Conveyor, produciendo, según fuentes británicas, la muerte de 15
hombres y la pérdida de una carga excepcionalmente valiosa de no menos de 10
helicópteros, repuestos variados e importante material, munición y armamento.
El
día 26 de mayo, la “cabeza de playa” de San Carlos estaba consolidada.
Galtieri
durante la guerra de Malvinas (Foto: Víctor Buggé)
La
fase predominantemente aeronaval entre el 1° y el 21 de mayo había finalizado.
El control del mar y del aire era totalmente británico. La fase terrestre no
sería menos sangrienta. Durante todos esos días, los efectivos en tierra fuimos
sometidos a un desgaste psicofísico y a bombardeos aéreos y navales en las
frías y húmedas trincheras. La fase siguiente la iniciamos conscientes de
nuestras propias limitaciones, de haber perdido totalmente la iniciativa y de
la imposibilidad de recibir apoyo o ayuda del continente.
Hasta
ese momento, la incompetencia política y diplomática era notoria. La militar,
entre otros aspectos, evidenciaba: falta de reconocimiento adecuado; tendencia
a rechazar o ignorar informaciones, subestimar al enemigo y falta de decisión y
tendencia a la obligación de tomar decisiones.
Por
fin, me pregunto, ¿cómo pudieron esos hombres cometer -como vimos y veremos-
serios errores políticos, diplomáticos y militares, y alcanzar una posición o
rango que les permitiera perpetrarlas? No tengo respuestas, o quizás sí: porque
principalmente los altos mandos militares evidenciaron una obediencia
paralizadora y terriblemente patológica.
Como
continuaremos viéndolo: la guerra es la única experiencia humana que no puede
reproducirse en un laboratorio o en un gabinete. Además, mueren personas.
*Ex
Jefe del Ejército Argentino. Veterano de la Guerra de Malvinas y ex Embajador
en Colombia y Costa Rica.
Fuente:
https://www.infobae.com
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