Los
acuerdos políticos, las ventajas para cada país, el espionaje durante el
conflicto y las alertas que avisaban a los ingleses sobre el despegue de
nuestros aviones para atacar a la flota
Por
Martín Balza (*)
La primera ministro
Margaret Thatcher (Shutterstock)
Días
después del 2 de abril de 1982, el embajador británico en Chile, John Heath,
inició conversaciones con el gobierno de Augusto Pinochet Ugarte para lograr su
apoyo en el conflicto. El gestor e interlocutor fue el comandante de la Fuerza
Aérea y miembro de la Junta Militar, General Fernando Matthei, quien recibió en
Santiago al Capitán de la Real Fuerza Aérea (RAF) David L. Edwards, jefe de
Inteligencia en el cuartel general de la RAF en High Wycombe, Gran Bretaña.
Éste le entregó una carta de su comandante en jefe, Sir David Great, en la cual
solicitaba apoyo. Pinochet prestó su consentimiento y dispuso la más estricta
confidencialidad, pues vio una gran oportunidad de reforzar su posición
internacional, de fortalecer sus fuerzas armadas, posicionarse mejor en el
diferendo sobre el Beagle y contribuir a la victoria británica.
Matthei
dijo: “Más que una alianza se trató de una oportunidad, pues el enemigo de mi
enemigo es mi amigo. El apoyo se extendió durante toda la guerra. Nosotros
quedamos con el avión de reconocimiento electrónico, con los radares, los
misiles y los aviones. Ellos (los ingleses) recibieron a tiempo la información
y todos quedamos conformes”.
Mientras
el acuerdo se instrumentó, el secretario británico de Asuntos Exteriores,
Francis Pym, y la primera ministra Margaret Thatcher, expresaron: “Los
británicos no satisfacemos a dictadores. La Argentina sistemáticamente
desprecia los derechos humanos. Somos los británicos quienes sostenemos la democracia”.
¿Desconocían
ellos el Plan Cóndor, una internacional del terror para eliminar disidentes en
ambos países?
Bajo
los términos del pacto, Gran Bretaña obtuvo:
- El uso de la base aérea chilena de Punta Arenas para los aviones y acciones de inteligencia y espionaje de la RAF, que utilizó colores y distintivos chilenos en sus máquinas, cosa prohibida por los usos y leyes de la guerra.
- Intercambio de Información e Inteligencia, incluyendo el monitoreo y desencriptado de códigos y señales argentinos, que les proporcionó el servicio de inteligencia de la Armada chilena.
- El uso de la base de Punta Arenas y de otras áreas para infiltrar fuerzas especiales (Special Air Service y Special Boat Service) dentro de nuestro país, con fines de inteligencia.
La
primera parte del pacto consistió en el envío de 6 bombarderos Canberra desde
Inglaterra, vía Belice, donde se les pintó con los colores de la Fuerza Aérea
de Chile (FACH). Desde allí se dirigieron, ilegalmente, a Punta Arenas. El
Canberra-PR9 tiene una buena autonomía y puede volar a 20000 metros de altura.
También envió un avión Moondrop, transformado para tareas de guerra
electrónica.
Los
aviones espías británicos, disfrazados de chilenos, operaban piloteados por
ingleses, pero con observadores de la FACH a bordo. El citado Capitán Edwards
disponía de un equipo satelital para comunicarse con la Real Armada Británica,
en el Comando Central de Northwood, cerca de Londres, que centralizaba la
información y la enviaba a la Task Force en el Atlántico Sur.
Las
salidas de nuestros aviones de combate del continente -Río Gallegos, Río Grande
y San Julián- hacia Malvinas eran conocidas de inmediato por los británicos,
que disponían de una “alerta temprana” para protegerse, prevenirse y atacarlos.
La
segunda fase del acuerdo permitió la instalación de la base de las fuerzas
especiales (SBS y SAS) en territorio chileno. Antes de concretarlo, la señora
Thatcher se asesoró al respecto y recibió como respuesta que una acción en
nuestro territorio sería legal según el artículo 51 de la Carta de las Naciones
Unidas, pero debía tratarse de una acción sobre “objetivos (blancos) muy específicos”.
No se concretaron.
Augusto
Pinochet (AP)
Tiempo
después, el Almirante Lord Lewin, importante funcionario de Defensa durante el
conflicto, expresó: “Las fuerzas británicas obtuvieron ‘algunas’ informaciones
de los chilenos”. El ya citado Francis Pym, fue un poco más allá, y en un
lenguaje poco diplomático, dijo: “Chile fue muy útil para nosotros en el
conflicto y deberíamos tenerlo en mente al plantear nuestra relación actual”.
En septiembre de 1982, el ministro de Comercio británico, Peter Rees, se
pronunció en Santiago de Chile con motivo del aniversario del golpe militar
encabezado por Pinochet, y señaló al efecto que su gobierno había sido “una
fuerza moderada y estabilizadora en América del Sur”.
Pero,
sin duda, la revelación más contundente surgió públicamente el 9 de octubre de
1999 en oportunidad de la conferencia anual del Partido Conservador británico,
cuando la Dama de Hierro Margaret Thatcher defendió a Pinochet, detenido
entonces en Londres, al tiempo que recriminaba la actitud del gobierno
laborista de Tony Blair por haber accedido a la petición del juez español
Baltasar Garzón de detener y extraditar a Pinochet a España.
Thatcher,
en su discurso expresó: “Chile es nuestro más viejo amigo en Sudamérica. Nuestros
vínculos son muy estrechos desde que el Almirante Cochrane ayudó a liberar a
Chile del opresivo dominio español. Pinochet fue un incondicional de este país
cuando la Argentina invadió las islas Falklands (SIC) y nos brindó valiosa
asistencia, él entregó oportunas alertas de inminentes ataques aéreos
argentinos que permitieron a la flota británica tomar acciones defensivas. En
total unos 250 miembros de las fuerzas armadas británicas perdieron la vida
durante esa guerra; sin el General Pinochet las víctimas hubieran sido muchas
más”.
Sin
embargo, un inglés, George Foulkes, vocero para Asuntos Latinoamericanos en
1984, refiriéndose a la Primer Ministro, dijo: “Su hipocresía es increíble, se
niega a negociar con un gobierno democrático en la Argentina, pero se muestra
dispuesta a realizar negocios sucios con una dictadura”.
Thatcher
en una visita a Pinochet durante su arresto domiciliario en Virginia Water (Herself
Alone)
¿Qué
obtuvo Chile? Un dispuesto y efectivo aliado y, además:
- Seis aviones de bombardeo Camberra.
- Un escuadrón de aviones de cazabombardeo Hawker de la RAF, entregados antes de la iniciación de la guerra.
- El crucero Glamorgan de la Royal Navy.
- La derogación de las restricciones británicas a la venta de armamento a Chile, la provisión de uranio enriquecido y la oferta de un reactor nuclear inglés tipo Magnox.
- El apoyo político y diplomático para neutralizar las investigaciones realizadas por las Naciones Unidas, en relación a la violación de los derechos humanos por el régimen chileno.
Comparto
lo que el periodista Oscar R. Cardozo expresó en el diario Clarín el 25 de mayo
de 2002: “Los gobiernos sucesivos que la Argentina tuvo desde entonces (1982)
echaron en la bolsa del secreto todas esas pruebas, con la excusa de no
producir un deterioro en la relación con el vecino país”.
Aprecio
que los lazos de amistad con el pueblo chileno jamás se vieron afectados por
decisiones del gobierno militar presidido por Pinochet. Por el contrario, se
consolidan con la verdad histórica expresada con respeto y sinceridad.
(*)
Ex Jefe del Ejército Argentino. Veterano de la Guerra de Malvinas y ex
Embajador en Colombia y Costa Rica.
Fuente:
https://www.infobae.com
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