30 de junio de 2022

MALVINAS, LA GESTA INCOMPRENDIDA

 

Entrevista a Rosana Guber, antropóloga especializada en el conflicto de 1982 

Por Jorge Martínez 

Los intelectuales argentinos no hemos sabido entender la guerra ni a sus protagonistas, sostiene la autora de "Experiencia de Halcón". La paradoja de que una causa nacional haya sido concretada por un régimen denostado desubica las posiciones simplistas del mundo académico. 

La guerra de Malvinas no terminó el 14 de junio de 1982. Como suele ocurrir con los hechos históricos, en especial los conflictos armados, el combate por la interpretación de lo que sucedió ha continuado desde aquel mediodía triste de hace 40 años. Sólo que lo hizo por otras vías y con otros objetivos (¿o tal vez son los mismos?) de hace cuatro decenios. A la derrota siguió, implacable, la "desmalvinización" que en 1983 pedía el intelectual francés Alain Rouquié. Es decir, transformar la casi unánime "causa nacional" del 2 de abril en una "guerra absurda" decidida por un "General borracho". 

A comprender ese proceso destinó Rosana Guber buena parte de su vida profesional. Antropóloga social, doctora por la Universidad Johns Hopkins, investigadora principal del Conicet, autora de una decena de libros e incontables publicaciones universitarias, Guber ha indagado en la llamada "paradoja de Malvinas". Sus trabajos referidos a los conscriptos movilizados (De chicos a veteranos, 2004), a los pilotos de caza de la Fuerza Aérea (Experiencia de Halcón, 2016) o, más recientemente, el que coordinó sobre la Armada en operaciones (Mar de guerra, 2022), eluden fórmulas y cuestionan ideas arraigadas en el mundo académico sobre 1982. Se dedicó, según sus propias palabras, a "entender aquella guerra desde el punto de vista de quienes la atravesaron". Nada más y nada menos. 

Hilar fino 

A 40 años del conflicto, Guber respondió por correo electrónico la consulta de este diario acerca de sus investigaciones, los principios que las guiaron y los ecos que siguen provocando. 

-Usted se ha referido muchas veces a la resistencia o negativa del mundo académico a estudiar la guerra de Malvinas en tanto guerra. ¿Puede decirse que esa resistencia obedece esencialmente a un prejuicio ideológico anti-militar? 

-A primera vista así parece, pero hilando un poco más fino aparecen novedades. Salvo excepciones, que siempre las hay, pienso que el mundo académico no investigó Malvinas como evento bélico. Lo que me permito revisar es que esto pueda atribuirse a un prejuicio anti-militar. ¿Cuándo habría comenzado ese prejuicio? ¿Incluiría a los dos primeros gobiernos de Juan D. Perón, un oficial del Ejército Argentino? ¿Incluiría a los movimientos armados de la segunda mitad de los "60 y primera de los "70, con sus estructuras y sus operaciones de orden netamente castrense? Aparentemente, el objeto de prejuicio anti-militar en los ambientes universitarios serían las Fuerzas Armadas del "82. Entonces, el problema no sería ser militar sino otra cosa. ¿La ideología? ¿La posición política? Aquí surge claramente el desafío que nos presenta Malvinas, porque esas mismas Fuerzas Armadas, las de 1976, fueron las que decidieron recuperar las Islas Malvinas. Y lo consiguieron por dos meses y medio, contando con el apoyo del pueblo argentino, los presos políticos, los exiliados. Estos hechos plantean una paradoja que, como toda paradoja, es difícil de desentrañar desde posiciones simplistas. No veo que el mundo académico haya podido ni decidido hacerlo. 

-Cuando usted empezó con sus propios estudios sobre Malvinas, ¿sentía esos mismos prejuicios? Si fue así, ¿Cómo los superó? 

-El problema con la palabra "prejuicio" es que siempre son los demás los prejuiciosos. Uno sólo tiene "juicios", una posición algo arrogante que no nos ayuda a comprender el fenómeno. Por mi parte, decidí investigar la guerra de Malvinas en 1986, y tuve mis primeros encuentros en julio de 1989. Sabía que emprendía un camino diferente, porque no sabía adónde me llevaba. Mi única garantía era mi propia disciplina, la antropología, cuya premisa principal según la entiendo es que no es posible definir los hechos sociales y los históricos sin comprender cómo los entienden y los viven sus protagonistas. Así nace la antropología y así la practico y concibo. Por eso me dediqué a entender aquella guerra desde el punto de vista de quienes la atravesaron. Mi límite no era el conocimiento de las teorías, sino mi absoluta ignorancia de la materia militar. En estos años traté de aprender de y con ellos, no opinar ni evaluar. 

-¿Cómo es su relación actual con sus colegas en ciencias sociales o humanidades a partir de sus críticas a la manera en que abordaron la guerra? ¿Se siente marginada, respetada, ignorada, valorada? 

-Supongo que muchos colegas, sobre todo mis contemporáneos, no simpatizan con mis trabajos sobre la guerra, pero asumo que los evalúan con cierto respeto. Como dije, mis trabajos no evalúan lo hecho en Malvinas; tratan de entender y de analizar. Si hubiera sido ignorada o marginada, no hubiera podido hacer mi carrera académica en una institución donde nos evaluamos entre pares. En verdad, nunca pedí que estuvieran "de acuerdo", sino que evaluaran mi antropología, que en este caso se aplicó al único hecho bélico que atravesó la Argentina como principal contendiente en un escenario internacional. 

-Ha dicho que la guerra de Malvinas presenta una paradoja para los investigadores actuales. ¿Cómo definiría en pocas palabras esa paradoja? 

-Desde mi punto de vista, y retomando lo que dije antes, la paradoja de Malvinas es un régimen (ya) impopular y fuertemente represivo (además de aliado a la OTAN), encarando una recuperación territorial largamente sostenida por el Estado, por la sociedad y por la política argentinas. Algunos sectores, aunque no todos, identifican la causa antiimperialista con una causa nacional y popular. No veo que ésta fuera la línea adoptada por el régimen iniciado en 1976. Las plazas llenas y el General Galtieri desde el histórico balcón de la sede del Poder Ejecutivo Nacional evocaron escenas demasiado familiares en aquel entonces. Pero la plaza no decía lo mismo que el General, sino que lo empujó a la defensa militar de las Islas. Es sorprendente que eso es lo que terminó haciendo el gobierno político-militar, o eso intentó hacer. La paradoja fue experimentada como una contradicción después del 14 de junio, no durante el mes y medio en que la concordia predominó en todos los órdenes. Un caso verdaderamente asombroso de iniciativa política. ¿O no? 

Los soldados 

-Usted ha señalado varias veces la abundancia de material que podría surgir del estudio del papel de los conscriptos que combatieron en Malvinas, esos que por décadas quedaron reducidos a "chicos de la guerra". ¿A qué se refiere exactamente? 

-Precisamente, una de las novedades argentinas de Malvinas fue que por primera y única vez conscriptos argentinos pelearon en un escenario bélico internacional junto a sus FFAA. Si se recuerda a los soldados sólo como menores y, además, como torturados (lo que evoca la figura del "estaqueo"), esa novedad no se advierte ni analiza. Cuando recién empecé, allá por el 1989, mis interlocutores me agradecían por ser la primera que no les preguntaba MATASTE-TUVISTE-HAMBRE-TUVISTE-FRIO. Yo diría que ese tipo de preguntas les mostró a los mismos soldados que la sociedad no había entendido ni sabía cómo hablar. Eso dura hasta hoy, cuando un ex soldado de 60 años de edad empieza a contar sus vivencias y se lo mira con ojos de lástima. La sociedad que había pedido defender las islas con sus propios hijos, después del 14 de junio sólo atinó a disimular su activísima participación. Los intelectuales argentinos no hemos sabido entender ese proceso ni cómo ni por qué construimos nuestras ideas sobre aquella guerra y sus protagonistas. No hay lugar para siquiera imaginar a los soldados con la misma edad que algunos de sus jefes inmediatos, tanto suboficiales como oficiales; no hay lugar para ver su iniciativa para sostenerse en el combate, ni tampoco para seguir a sus mandos si éstos de verdad conducían. ¿Por qué hoy se siguen encontrando y abrazando para recordar y llorar juntos? 

-Varias veces ha señalado que detrás de la renuencia académica a tratar Malvinas se oculta el designio de "no producir nacionalistas". Me gustaría que ampliara esa idea. 

-Lo digo a partir de algunas intervenciones de importantes intelectuales argentinos que, tanto en el pasado como en el presente, han preferido pronunciarse moralmente sobre la guerra en vez de alentar a su estudio. Pongamos que lo que sucedió en 1982 fue un brote psicótico nacionalista. ¿Y? ¿No hay que analizarlo? ¿Qué clase de pensadores somos si moralizamos nuestra historia? Dicho esto sin considerar las implicancias de nuestras afirmaciones desde la esfera de la política internacional, sobre un territorio reclamado por la Argentina desde hace poco menos que dos siglos. 

-En los últimos años se ha intentado abordar Malvinas con "perspectiva de género". Usted también ha sido crítica con ese enfoque. En cambio ha sugerido investigar a las esposas o viudas de los militares que combatieron. ¿Qué preguntas se haría si encarara un trabajo semejante? 

-No soy crítica de la perspectiva de género por sí misma. Se pueden hacer muchas cosas con ella. El problema es cuando se traslada la agenda masculina a la femenina. ¿Hubo mujeres en la guerra? Sí. ¿Hacían lo mismo que los hombres? Generalmente no. ¿Las mujeres en la guerra estaban encuadradas en las FFAA? Sí y no. Las mujeres no somos interesantes porque hacemos lo mismo que los hombres, sino porque siempre estamos y porque proveemos una perspectiva original. La experiencia argentina debe ser la única que, salvo alguna excepción, no atiende a las esposas de los militares. Quizás se asume, gracias a algunas películas, que ellas vivían a través de las carreras de sus maridos, que eran tilingas ricas y poderosas y que llevaban una vida fácil. Pero la realidad es muy otra. Tan jóvenes, en los barrios militares, de pronto sin sus maridos, y en muchos casos reemplazando la relativa contención institucional con sus amigas, vecinas, comadres, en relaciones solidarias, fuertes, apoyándose en las cadenas de rezo, averiguando una por las demás, pasándose información, cuidando a los hijos de las demás. Ellas esperaban y hacían. Las había profesionales, docentes, amas de casa. Tampoco ellas querían la lástima. Algunas perdieron al amor de sus vidas y al amado padre de sus hijos. Algunas se reencontraron con la misma persona pero diferente. Y no sólo las esposas. También las hermanas, las madres, las novias, las amigas y las hijas. ¿Qué sabemos de todas ellas? Poco y nada. Esto me hace pensar que lo que suele llamarse "perspectiva de género", al menos en la Argentina, suele tener el efecto contrario al que busca, porque no reconoce a las mujeres de entonces por propio mérito, sino por haber cumplido en labores militares, que ciertamente las hubo. La perspectiva de género no parece aplicarse a mujeres cuidando a sus hijos, la casa o el departamento, y esperando la conexión telefónica de la operadora o el comunicado de radio. Así postulada, la perspectiva de género no puede reconocer la originalidad y pluralidad de las mujeres de entonces. Una mirada bastante poco feminista. 

Lugares comunes 

-¿Cómo evalúa el tratamiento periodístico, académico o político del 40ø aniversario de la guerra? 

-Evaluar es un término un poco fuerte, pero lo que pude ver en la TV (¡toda la TV!) y buena parte de la prensa escrita fue un tratamiento efectista que transcurre en lo conocido. Seguir machacando en que la guerra fue una improvisación, que los chicos se murieron de hambre, que el general borracho dio un manotazo de ahogado y que lo único relevante de los soldados eran los malos tratos de los superiores, significa caracterizar una guerra internacional como un conflicto interno. Me animaría a decir que (casi) todos los medios fueron a dar a los lugares comunes, asumiendo la remanida crítica (corrupción, abuso de autoridad, improvisación, arrogancia y simple estupidez) porque no saben cómo hablar del tema desde otros ángulos. Quizás temen ser tildados de pro-militares. Pero, y acá volvemos al principio, ese temor los ha hecho ignorantes, cómodamente empantanados en lo políticamente aceptable. Cuando hablamos de Malvinas, pareciera que a los argentinos se nos activa el chip de la crítica fácil sobre una materia que es, quizás, la más ardua de entender del alma humana: la guerra, un hecho exclusivamente humano y socio-cultural. En 1982 los argentinos tuvimos nuestra guerra internacional. Esto no es ni bueno ni malo. Depende qué estemos dispuestos a hacer, y lo que hagamos dependerá de cuánto hayamos decidido aprender. Tal como viene el mundo, quizás los próximos años nos lleven a pensar en Malvinas de otra manera. Sólo hace falta ver las noticias y la destrucción en lo que fue la casa de muchos de nuestros abuelos. 

-Ha dedicado un libro a la Fuerza Aérea, acaba de salir otro sobre la Armada coordinado por usted y ha expresado su interés por investigar algún aspecto del Ejército en el conflicto. ¿Qué tipo de investigación imagina en ese sentido? 

-Imagino la reconstrucción de combates terrestres. La guerra en las islas fue algo muy distinto a la guerra en el mar y en el espacio aéreo. Para mí es la más compleja, no sólo porque da pie a muchas de las cosas que se dicen de Malvinas, sino porque pone en cuestión la relación entre militares y civiles conscriptos. ¿Veremos a los soldados combatiendo al lado de sus superiores? De ser así, ¿estaremos dispuestos a revisar nuestras creencias? ¿Estamos los argentinos reflejados en cómo hicimos aquella guerra? ¿El Estado argentino ha cambiado tanto en estos 40 años? ¿En qué se parecen un cabo o un subteniente resistiendo a los "ingleses" en Monte Longdon, y un médico y sus enfermeros en la terapia intensiva del Hospital Posadas en junio de 2020? Malvinas nos muestra en carne viva, cómo fuimos entonces y probablemente cómo somos ahora. Nos guste o no nos guste, Malvinas es un espejo del que podemos aprender. 

Fuente: https://www.laprensa.com.ar

TAJANTE RESPUESTA DE BORIS JOHNSON A ALBERTO FERNÁNDEZ SOBRE LAS MALVINAS

 

El mandatario argentino se reunión con el primer ministro británico en el marco de la Cumbre del G7. 

El presidente Alberto Fernández se reunió esta mañana con el primer ministro británico, Boris Johnson. Si bien hablaron sobre múltiples temas relacionados a la cooperación entre ambos países, el mandatario argentino dijo que era necesario comenzar una negociación sobre Malvinas a lo que Johnson respondió que la soberanía de las islas "no está en cuestión. 

Según un portavoz de Downing Street, despacho del premier británico, Boris Johnson se mostró "firme" cuando Alberto Fernández "planteó la cuestión" de las islas ubicadas en el atlántico sur. 

"El primer ministro recalcó que los habitantes de las Malvinas, como todas las personas, tienen derecho a la autodeterminación", indicó el portavoz. 

Además, en la reunión Fernández y Johnson ensalzaron el "valor de la amistad entre los británicos y los argentinos", y apostaron por "encontrar vías para fortalecer la relación" entre los dos países. 

Reunión entre Fernández y Johnson 

En su reunión durante la cumbre de países industrializados, a la que Alberto Fernández asiste como invitado en representación de Latinoamérica y el Caribe, ambos mandatarios pactaron trabajar unidos en diversos ámbitos, incluido en el impulso a las "energías sostenibles". 

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El fuerte planteo de Alberto Fernández a Boris Johnson por la soberanía de las Malvinas 

También se abordaron soluciones para desbloquear las exportaciones de cereales desde Ucrania y dialogaron sobre la evolución de la invasión desatada por Rusia, el pasado 24 de febrero. 

Johnson subrayó "la importancia de que la comunidad internacional respalde la soberanía de Ucrania" y subrayó ante Fernández que "los ucranianos no dejarán de luchar" en ninguna circunstancia. 

Fuente: https://www.mdzol.com

24 de junio de 2022

ANATOMÍA DE UN PILOTO DE COMBATE EN MALVINAS: “TENÉS SANGRE FRÍA, ADRENALINA Y NO PENSÁS EN LA MUERTE”

 


El Halcón Talo Moreno fue el primer aviador en combatir, tuvo seis misiones sobre la flota británica. Dos años antes de su fallecimiento habló sobre la guerra y desgranó su particular visión del combate, la psicología del cazador y las claves del valor. 

Por Nicolás Kasanzew  

Carlos Talo Moreno, piloto de Mirage V Dagger fue el primer aviador en combatir durante la guerra de Malvinas

Según Aristóteles, el valiente es quien ha logrado un término medio entre la temeridad y la cobardía. Ese era Carlos Moreno, prudente y acometedor al mismo tiempo. El piloto de Mirage V Dagger, que emprendió su último vuelo el 12 de noviembre del 2019, realizó seis misiones en la guerra de Malvinas. En una de ellas, puso fuera de combate al destructor Antrim. Conversé largamente con él en mayo del 2017. El “Talo” no tenía ambages en tocar temas que para muchos son tabú. 

—Cuando vas al combate ¿qué prima, la serenidad o la adrenalina? 

—Están las dos. Tenés mucha adrenalina, pero necesitás sangre fría para no equivocarte en todas las maniobras. 

—Durante la misión, ¿pensás en la muerte? 

—No la tenés prevista en tu cabeza. Hay muchas cosas que hacer como para distraerte con la muerte. Ni con la familia, ni con los hijos, ni con nada. 

—Pero la adrenalina bombea… 

—Si, desde ya… Bombea más fuerte cuando te dicen: “Tenés una misión”. Ahí empezás a planificar, vas al avión, hacés un montón de tareas y el miedo va bajando. Miedo siempre hay, pero durante el vuelo disminuye. 

—Y a la vuelta ¿te relajás, sentís que volvés a vivir, porque al despegar no sabías si volvías? 

—En realidad, no pensás que no vas a volver. Pensar eso disminuye las reacciones a lo que uno tiene que hacer. Al contrario, estoy seguro de volver, de que yo voy a arrollar al otro y el otro no me va a hacer nada. Esa es la agresividad que debe tener un piloto de combate. 

—¿El que piensa en la muerte se debilita y no va a combatir bien? 

—Es así. 

"La adrenalina bombea más fuerte cuando te dicen: 'Tenés una misión'. Ahí empezás a planificar, vas al avión, hacés un montón de tareas y el miedo va bajando"

—De hecho, hubo pilotos que salieron con miedo y se volvieron antes de tiempo, o tiraron las bombas al mar… 

—Ha pasado. Todos tenemos miedo, pero hubo pilotos que no lo superaron. Gente que, como vos decís, tiraba las bombas al mar, o sostenía que le fallaba el avión y eran fallas imaginarias. Y hubo un caso en que un tipo –no era piloto de combate- se pegó un tiro en la mano para no salir. En todos los conflictos bélicos ocurre esto. En la Segunda Guerra Mundial hubo muchos soldados que se pegaban un tiro en la pierna para no ir al combate. 

—En Malvinas también hubo… 

—Ah, ¿sí? Depende de la cantidad de miedo. 

—¿Hay una cantidad manejable de miedo y otra inmanejable? 

—Yo creo que sí. El valor consiste en ser el único en saber que estás asustado. Es decir, yo tengo miedo, pero no lo puedo demostrar. Sobre todo, cuando soy líder de escuadrilla, voy delante de los pibes, de los jóvenes. Si demuestro miedo, aflojaría al resto. 

—Y hay algo así como: yo tengo miedo, pero más miedo tengo de que piensen que soy un cobarde… 

—Claro. Es así la cosa. Hubo casos de gente que aflojó totalmente. Yo hice un análisis al respecto, cuando estuve en la Escuela Superior de Guerra. La franja de pilotos que no superó el miedo estaba entre los capitanes, que son los líderes de escuadrilla. No hay casos de Tenientes que hayan arrugado y no quisieran volar. 

—Con la edad crece el miedo… 

—Hay varios factores. El Teniente es soltero. El Capitán normalmente es casado y con hijos. Tiene otras cosas en qué pensar. El Capitán va adelante y es responsable de los numerales, los Tenientes. Es el tipo que tiene que guiar la misión. El pibe que va atrás, le forma al Capitán y piensa: este va al frente, yo lo sigo. Pero el Capitán no tiene a nadie adelante. Sin embargo, los ocho o diez tipos a quienes se les caían las bombas y fallaban, fueron la excepción. La mayoría anduvo bien. 

"El valor consiste en ser el único en saber que estás asustado. Es decir, yo tengo miedo, pero no lo puedo demostrar. Sobre todo, cuando soy líder de escuadrilla"

—¿La edad es un factor, porque con ella uno toma conciencia de su mortalidad? 

—Sí, cuando más grande sos… Sin embargo, para que no te supere el miedo, el factor fundamental es el amor a la Patria. Saber que lo estás haciendo porque esas islas son tuyas y las tenés que defender. Además yo juré, de cadete, hacerlo hasta perder la vida. Te preparan mental y físicamente para eso. Quien no lo siente así, afloja. Y el otro factor fundamental es el adiestramiento. Si estás bien adiestrado -y nosotros lo estábamos- sabés que indefectiblemente vas a derribar al otro, y no al revés. 

—¿Sensación de omnipotencia? 

—Sí. Hay un dicho anónimo que reza: “Si conocés al mejor piloto de caza del mundo, y no sos vos, no deberías ser piloto de caza”. Muy soberbio, pero es lo que debe pensar un piloto de combate para no aflojar. 

—No hay lugar para la humildad. 

—Claro. Debe ser así. 

—Me comentaron que en algunos casos de arrugue, cuando ciertos aviadores volvían en forma poco honrosa, por la noche los mecánicos les envolvían el avión con papel higiénico. 

—Yo escuché eso, no creo que haya pasado. Claro, los mecánicos saben quién dijo que hubo una falla cuando en realidad no existió. O si se repite la supuesta falla con el mismo piloto. No creo que haya ocurrido, pero se habló de eso. No sé. 

—¿Cómo reaccionaban ustedes ante esos casos? 

—El miedo es jorobado. En la guerra, cuando veíamos que un Capitán arrugaba, lo puteábamos, le decíamos de todo. Pasados los años yo digo: el tipo ese no se quería morir, es humano también. No puede ser militar, si no quiere ir a la guerra. Desde ya, hay que darlo de baja. Pero el tipo no se quería morir… 

Fuente: https://www.infobae.com

19 de junio de 2022

MALVINAS: LA HISTORIA INÉDITA DEL REGRESO DE UNA BANDERA ARGENTINA, A 40 AÑOS DEL CONFLICTO DEL ATLÁNTICO SUR

 

A cuatro décadas de la guerra, Jorge Leiva cuenta el orgullo que sintió por ser el abanderado de su unidad en las islas y la responsabilidad que implicó traerla de nuevo de regreso a casa. 

Por Redacción DEF 

Jorge Leiva cuenta el orgullo que sintió por ser el abanderado de su unidad en las islas y la responsabilidad que implicó traerla de nuevo de regreso a casa: "Siempre sentí orgullo por llevarla". (Fernando Calzada)

A Jorge Leiva se le quiebra la voz cada vez que habla de la bandera argentina: sucede que el símbolo patrio lo lleva a un episodio sucedido hace 40 años, en pleno conflicto del Atlántico Sur. Dicen que el tiempo cura todas las heridas, pero quizá las del alma requieran un poco más que eso. 

Durante mucho tiempo, se esperó que quienes estuvieron en la guerra de Malvinas y regresaron de ella permanecieran en silencio. Ese silencio –que contribuyó al proceso de “desmalvinización”– generó en muchos veteranos nuevas heridas de guerra, que, en algunos casos, todavía duelen. 

Algunos de ellos sanaron como pudieron y con las herramientas que encontraron. Otros, como Jorge Leiva, tardaron años en hacer un duelo con aquello que cuatro décadas atrás les cambió la vida para siempre. La voz de Jorge aún se quiebra cuando intenta contar una historia que lo atravesó de por vida: la de ser el abanderado del Grupo de Artillería de Defensa Aérea 601 durante la guerra y, una vez finalizado el conflicto, traer el estandarte patrio de regreso a casa. 

Sobre el momento en el que le tocó partir rumbo a Malvinas con sus compañeros, Jorge comenta y remarca un concepto particular: “En ese momento, nos íbamos a movilizar. No existía la palabra ‘guerra’”. (Fernando Calzada)

Un orgullo celeste y blanco 

Jorge Roque Leiva egresó del Colegio Militar de la Nación en noviembre del año 1981. Inmediatamente, como artillero del Ejército, lo destinaron al Grupo de Artillería de Defensa Aérea de la 601, en Mar del Plata. Tenía 21 años cuando llegó allí y fue designado como oficial de comunicaciones de esta unidad militar. 

Fue en el cuartel, donde compartía habitación con su hermano mayor –también oficial del Ejército y destinado en otra unidad de la Fuerza en Mar del Plata–, cuando, durante la mañana del 2 de abril, encendieron la radio y se enteraron de que Argentina había tomado la decisión de recuperar las islas Malvinas. “Todo fue alegría. Recuerdo el júbilo de la gente en Plaza de Mayo; estábamos todos muy contentos. Luego, el 6 de abril, la unidad recibió la orden de alistarse para ir”, comenta Jorge y remarca un concepto particular: “En ese momento, nos íbamos a movilizar. No existía la palabra ‘guerra’”. 

El 12 de abril, él y el resto de la unidad se prepararon para cruzar hacia las islas; sin embargo, Leiva tenía una misión muy especial: “Desde chico, todos los símbolos patrios eran lo máximo. La bandera de guerra, ya en el Colegio Militar, era algo sublime. Yo era el abanderado de la unidad y, en las primeras formaciones, noté el orgullo de llevarla. Pero, además lo noté en el jefe de la unidad, el general Arias. Él tenía un respeto inigualable. Cada vez que yo entraba a su oficina, donde estaba la bandera, él dejaba de hacer lo que estaba haciendo, se paraba y me autorizaba a entrar. Yo abría el cofre, sacaba la insignia y, en el momento en el que salía, él la saludaba”.

Un momento: Jorge Leiva en su refugio en Malvinas en tiempos de la guerra. (Gentileza J.L.)

Fue el día en el que le ordenaron que debía llevar la insignia de la unidad a Malvinas cuando comenzó, sin sospecharlo, una historia que lo marcaría para siempre. “Arias me llamó y me dijo que íbamos a llevarla. La retiré, hice la formalidad de costumbre, la enfundé, la tomé y la llevamos”, cuenta, y agrega: “La bandera de guerra de una unidad militar es la tradición y la historia de esa unidad. Representa todo. Yo, con la edad que tenía, sentí que me habían puesto un collar de hipopótamos. Era una carga. Además de dirigir a mi gente y de estar atento a su bienestar, debía llevar la bandera a una posible guerra. Era todo muy fuerte”. 

Bombas y más bombas 

Leiva relata que tomó conciencia de que su estadía en las islas no sería fácil cuando los británicos establecieron la zona de exclusión alrededor de Malvinas. El material, que iba a ser trasladado en barco, terminó transportándose a bordo de los Hércules C-130 de la Fuerza Aérea, lo que llevó a que la unidad, una vez en el archipiélago, debiera esperar el material en las inmediaciones del aeropuerto. “Ahí conviví con la bandera, en una carpa. Antes, en un cofre, preservada. Y, en Malvinas, la tenía al lado mío, trataba de que no se embarrara ni mojara. Si tenía que salir, lo primero que hacía al regresar era mirar si estaba en el mismo lugar”, comenta. 

Finalmente, Jorge se instaló en las afueras de Puerto Argentino, próximo al puesto comando, debido a su rol en el área de comunicaciones, mientras el resto de la unidad se desplegó en las islas, en un radio de 30 kilómetros. “A partir del 26 de abril, empezó el bombardeo naval. Fue algo de todas las noches, hasta el 1.° de mayo, que fue cuando ellos atacaron con sus aviones. Intentaron destruir el aeropuerto, pero logramos evitarlo gracias a la defensa aérea. Cuando lo cuento, la gente se asombra, pero teníamos el material más sofisticado. De hecho, nunca había sido puesto a prueba en combate, era nuevo. Así que se logró hacer un paraguas de defensa aérea”, refiere Leiva. 

Jorge Leiva ubicado en el cerro Sapper Hill, junto al suboficial operador del radar Alert de vigilancia. (Gentileza J.L.)

El bombardeo desgastaba al personal, y Leiva y su gente debían recorrer las posiciones para controlar los cables y llevar baterías para las radios. Esos trayectos debieron ser interrumpidos varias veces por los bombardeos. Con el pasar de los días, lograron acostumbrarse a correr riesgo de vida en las caminatas. 

El 14 de junio tras el cese del fuego, todo fue mucho más duro. “Fue una sensación traumática. Habían caído compañeros y soldados. “¿Por qué no seguimos?, ¿murieron en vano? ‘Si ellos siguieron y murieron, ¿por qué no voy a seguir?’, me preguntaba. Siempre cuento que lamenté no haber caído en Malvinas. Aquella era una muerte digna y honorífica; sin embargo, hoy puedo decir que tuve suerte porque pude construir una familia y tengo experiencias muy ricas, tanto en lo profesional como en lo humano”. 

El Aeropuerto de Malvinas en llamas, después del ataque del 1 de mayo por parte de los británicos. (Gentileza J.L.)

Ese 14 de junio, el grupo de Leiva se vio sorprendido por el fin de la guerra. Sabían que los británicos se aproximaban, pero imaginaron que iban a resistir ese avance. Cuando llegaron, un oficial inglés se acercó adonde se encontraba Jorge: “Estaba afeitado e impecable. Nosotros, embarrados y sucios. Me preguntó quién estaba a cargo y nos dijo que nos preparásemos. Yo le respondí que el único que nos podía ordenar era mi jefe. Así que esperamos a su llegada. Había gente aliviada, pero creo que los oficiales y suboficiales sentíamos un peso muy grande porque podríamos haber hecho más. Había una sensación de impotencia y de resignación: todo se había acabado”. 

“Leiva, tome la bandera” 

Todos los artilleros argentinos fueron tomados como prisioneros de guerra y les ordenaron ir a un punto de reunión, en Puerto Argentino. Entonces, recuerda Jorge, que Arias los reunió y les dijo: “Señores, vamos a embarcar porque nos devuelven al continente. Leiva, tome la bandera”. 

“Ahí, otra vez, el collar de hipopótamos. Marchamos hacia el lugar, yo, con la bandera al frente de la unidad. Me pareció que fue muy bueno para levantar la moral y no agachar la cabeza”, comenta, no sin antes explicar que, lamentablemente, él fue uno de los pocos de su unidad que llegó a embarcar, pues los británicos cortaron en un punto sin que él se llegara a enterar: “Yo estaba al límite del estrés. Me encontré dividido en dos, por haber dejado a mi gente y por tener el peso de la bandera. Eso me bloqueó. Mientras un barco nos llevaba al Canberra, llegué a sacar la bandera para colocarla entre mi ropa. Al llegar, me quisieron sacar el mástil, yo me resistí y me apuntaron. Me gritaron. Apareció un interlocutor hablando en castellano. En ese momento, entregué el mástil con la funda. Pero recuerdo que yo tenía la bandera. En el viaje, no compartí camarote con nadie. Ya en El Palomar, llamé a mi casa para avisar que estaba vivo. Hablé con mi hermano y, todavía hoy, se acuerda de que le comenté que tenía la bandera conmigo. Se ve que necesitaba decírselo”. 

Jorge Leiva en el aeropuerto de Malvinas el 1 de mayo de 1982, después del primer bombardeo, rodeado de granadas. (Gentileza J.L.)

Leiva fue enviado a Campo de Mayo. Su mamá lo fue a buscar, y lo paradójico de la situación fue que a la mujer le ordenaron que su hijo debía subir, esa misma noche, a un tren que lo llevaría de regreso a Mar del Plata. “Mi mamá le hizo caso a ese superior, y yo también. Me subí con un oficial médico. A él, lo esperaba su familia en la estación. Yo me tomé un taxi y me fui al cuartel. No recuerdo si, al llegar, dormí o no. Tengo una foto donde están condecorando la bandera. La corbata de la insignia es nueva, pero la bandera está gastada”, describe sobre aquel momento Jorge Leiva. 

El recuerdo aún hoy le duele, y Leiva no deja de emocionarse a cada instante. Todavía sigue sin poder recordar a quien se la entregó. “Hay una carta que le escribí a la mamá de mis hijos, mi novia por ese entonces, en la que le cuento lo de la bandera. Fue una situación de mucho estrés. Yo creo que me bloqueé. Me cuesta reconstruir la historia. Pasaron 40 años y siempre luché con eso. Yo antes hablaba de la bandera y directamente lloraba… no podía. Ahora logré juntar fuerzas y, además, permanecí todos estos años buscando reconfirmar los hechos. Hasta lo hablé con el psicólogo”, confiesa el veterano, para quien uno de los aspectos positivos de este conflicto fue haber podido comprobar que Argentina logró unirse ante la causa Malvinas. 

“Dentro de todo lo negativo de una guerra, está el hecho de que uno no vuelve siendo la misma persona. Es muy difícil sobreponerse a un montón de heridas que no se ven, que están en la cabeza", confiesa Jorge. (Gentileza J.L.)

“Dentro de todo lo negativo de una guerra, está el hecho de que uno no vuelve siendo la misma persona. Es muy difícil sobreponerse a un montón de heridas que no se ven, que están en la cabeza. Va una persona entera y regresa otra una dividida en dos: una con recuerdos, experiencias, sentimientos y con lo que pudo y lo que no; mientras que la otra tiene que enfrentar las realidades de la vida cotidiana: los veteranos no recordamos hechos, sino que los revivimos”, agrega. 

Este año Leiva regresó a la unidad que lo vio partir a Malvinas. Estuvo con el abanderado actual, lo saludó y se tomaron unas fotos: “Hay duelos que duran menos, otros más. Lo importante fue, a esta altura de la vida, poder aflojar la mochila y sacar toda esta historia que para mí tuvo un peso muy grande”. 

Fuente: https://www.infobae.com

“ESTAMOS ESPERANDO EL ATAQUE INGLÉS”: LAS CARTAS ENVIADAS DESDE MALVINAS, EN LA VOZ DEL CABO QUE LAS ESCRIBIÓ HACE 40 AÑOS

 


Por medio de ellas, Adán Bejarano le avisó a su madre que estaba combatiendo en la guerra. En el segundo de sus texto, aquel joven de 20 años expuso la crueldad de la guerra y el asedio británico que sufrió su regimiento: “Se ve morir a muchos compañeros”. 

Por Rodrigo Spiess  

Adán Bejarano y la lectura de la segunda carta desde Malvinas: "Se ve morir a muchos compañeros" 

Teresa (44) vestía con elegancia su tapado negro bajo el tibio sol de junio, pero en su rostro llevaba la angustia de largos meses sin saber de su hijo o, incluso, desconocer si estaba vivo o muerto. Pero cuando la puerta de aquel colectivo del ejército se abrió delante de ella afuera de la estación de trenes y lo vio bajar, todo cambió. 

—¿Qué haces acá, mamá? —le dijo él sorprendido y se abrazaron. 

Ella había estado recorriendo los edificios de las Fuerzas Armadas durante toda la guerra de Malvinas buscando certezas sobre Adán, su hijo de 20 años. Poco sabía de él tras su partida desde Corrientes: solo dos cartas que él logró enviar desde las islas la pusieron en aviso. Primero, le contó que se encontraba combatiendo en la guerra; segundo, le reveló que aquel lugar era un “infierno”. Entre tanto, ella transitaba los días por el camino de la incertidumbre. 

Tras su regreso de Malvinas, Adán nunca volvió a hablar con su madre de aquellas cartas. Pero, poco después de que ella muriera en 2019, sus hermanos encontraron los sobres casi intactos en la habitación de la mujer. 

—Después de que ella murió hace dos años, mis hermanos fueron a la casa y se pusieron a limpiar. Ahí fue cuando mi hermana encontró las cartas y me mandó un mensaje: “¡No me vas a creer, encontré las cartas que vos le mandaste a mamá cuando estabas en Malvinas!”. Yo me había olvidado porque habían pasado 38 años desde aquel momento. Después me las dio y me junté con las cartas hace dos años. Están intactas. No se borraron —precisa el ex Cabo en diálogo con Infobae. 

Adán Bejarano (60) vive en Apóstoles, provincia de Misiones, pero integró el Regimiento de Infantería 5 de Pasos de los Libres (Corrientes) que combatió en Malvinas. Cuenta que antes que él, nacieron sus tres hermanas. Su padre quería un varón, por eso recibió el nombre de Adán al nacer: fue el primer hombre. Luego llegó otro hermano. 

En su regreso a la Argentina, Adán Bejarano —derecha— se tomó la única foto que guarda de su paso por la Guerra de Malvinas

Pocos días después del 2 de abril de 1982, el regimiento de Adán comenzó a ser trasladado en distintas etapas. Primero, a Corrientes. Luego, Entre Ríos. Más tarde, Comodoro Rivadavia. Allí. Y una madrugada lo despertaron y lo notificaron: el avión que tomarían, descendería con el amanecer en Puerto Argentino, en Malvinas. 

—¿Qué recuerda de aquel momento en el que escribió aquella primera carta para avisar que estaba en Malvinas? 

—Estábamos siempre en el pozo del zorro, donde uno vivía día y noche. Está escrita en una hojita de libreta, porque no tenía papel. Y esa era mi libreta, en la que hacía anotaciones. Incluso llegué a escribir un diario pero después lo perdí. No es que había lugar en el que uno se pudiera sentar para escribir. Cuando tuve tiempo, armé esas cartas para mi mamá. 

En su primera carta, fechada el 24 de abril de 1982, Adán destaca lo adverso del clima y la geografía aunque también empieza a dar señales del tormentoso escenario: “Acá estoy dentro de un pozo esperando el ataque de los ingleses”. 

La primera carta que logró enviar Adán a su madre, "Tereza" Bejarano, desde Malvinas

Carta 1 

Malvinas Argentinas 24-4-1982 

Queridos Padres 

Mis deseos son que al recibir mi carta se encuentren bien, quedando bien yo gracias a Dios. 

En primer lugar quiero decirles que estoy muy orgulloso de estar en las Malvinas. Sí, estoy acá. Te juro que nunca pensé estar acá. Para mí es lo mejor que me pudo pasar pues me siento útil y también si salgo de esta poder contar tantas cosas de acá. 

Acá hace un frío que no te imaginas y el viento es impresionante pues te levanta. 

Anoche tuve que dormir vestido porque hizo un frío de locos y el viento es impresionante. En estos momentos el viento es terrible y el frío no te digo nada. 

Acá estoy dentro de un pozo esperando el ataque de los ingleses, pero te aseguro que esto no lo ganan pues la defenderemos hasta morir. 

Quiero decirles que les agradecería que me manden algún chocolate pues acá no hay nada. Estoy muy cerca de la orilla del océano y el terreno es pelado pues árboles no hay. 

Quiero decirles que se queden tranquilos y que no se preocupen por nada pues pienso salir de esta y poder estar junto a ustedes muy pronto y así poder contarles las experiencias que estoy viviendo pues son pocos los que tienen el honor de poder estar acá. Nosotros estamos para defender y hay que estar acá. 

Quiero que me escriban y contarme cómo están las cosas y de Hugo qué saben. 

Bueno, queridos padres les cuento cómo llegué acá. Del aeropuerto de Comodoro tomamos un avión hasta las Malvinas y el viaje tardó una hora y cuarto. 

Bueno sin nada más que contarles me despido de ustedes con un fuerte beso y el cariño y el amor que siento por ustedes. 

Dale saludos a todos mis hermanos y besos para mis sobrinos y saludos para mis cuñados. 

Decile a Carlos que lo estoy esperando para que venga acá que no se quede debajo de la pollera. 

Bueno, será hasta la próxima carta. 

Y espero recibir carta de ustedes muy pronto y así poder quedarme tranquilo de saber que ya tienen noticias mías pues yo no sé si esta carta llegará hasta ustedes. 

Bueno en estos momentos son las 2 y 48 de la tarde y dejo de escribirles. Si fuera por mi le seguiría escribiendo pero como no puede ser verdad les digo hasta la próxima y suerte para todos. 

Besos. 

Adán 

Les mando un poco de frío y de viento desde acá, desde las Malvinas. 

Saludos para todos los muchachos del barrio y deciles que me escriban. 

Adán Bejarano y la lectura de la primera carta desde Malvinas: "Acá estoy dentro de un pozo esperando el ataque de los ingleses" 

En Malvinas y con el correr de los días, Adán fue trasladado a Puerto Howard, rebautizado como Puerto Yapeyú. En ese lugar, integró la Compañía C del Regimiento de Infantería 5 que resistió el brutal asedio británico durante gran parte de la guerra. 

—Decían que iba a venir el correo, entonces me senté a escribir. Estuvimos mucho tiempo aislados y no es que podíamos recibir o enviar cartas todos los días. Vivíamos en un pozo, haciendo cosas y cuando uno podía se ponía a escribir. El bloqueo y el aislamiento que le hicieron al regimiento no lo sufrió ninguna otra unidad que haya estado en Malvinas. Nuestro gran problema era ese cerco. En la segunda carta es en la que le conté todo a mi mamá, porque ya estábamos en junio y la situación era muy complicada y muy difícil. 

El bloqueo británico impidió la llegada de alimentos y artillería, lo que generó un desgaste importante en las condiciones de vida para el regimiento. La brutalidad de ese escenario quedó plasmada en la segunda carta que Adán logró enviar a su familia. En relación al primer texto, su percepción del escenario muestra un cambio dramático. 

El inicio de la segunda y última carta que logró enviarle Adán a su mamá desde Malvinas

Carta 2

Puerto Howard 5-6-82 

Queridos padres: 

Mis deseos son que al recibir mi carta se encuentren bien, quedando yo bien gracias a Dios. 

En primer lugar quiero decirles que recibí las cartas pero la encomienda no, pero eso no importa. Y no puedo contestarles porque no se puede y hoy les escribo en esta carta porque viene un barco hospital a llevar a los heridos más graves. Les cuento que acá no la estamos pasando bien. Para qué les mentiría, pues no hay casi comida y hace frío y aparte ya recibimos varios ataques, pero gracias a Dios estoy vivo. 

Yo no quiero que con estas palabras se preocupen o se pongan mal pero quiero pedirles que tengan fe pues yo regresaré y pronto estaremos juntos y les podré contar esta gran experiencia que estoy viviendo. 

Justo ayer a la noche tuvimos un cañoneo naval que duró 1 hora y media, pero te juro que no me pasó nada. Todos nos perdimos en los pozos de zorro hasta que terminó. 

Bueno, quiero decirles que hasta ahora esto no termina y no veo la hora que esta guerra de mierda se termine y salga de este infierno pues les aseguro que la guerra es muy fea pues se ve morir a muchos compañeros y eso es feo. 

Les cuento que vivo en un bunker. Es un refugio contra ataques aéreos que hicimos nosotros. 

Acá ya empezó a nevar, nunca vi nevar y es lindo pero hace frío. 

Quiero decirles que quisiera estar con ustedes pero bueno ya pasará y les aseguro que estoy muy bien y que las bombas ya no asustan pues estamos acostumbrados. 

Bueno, quiero que me disculpen por las cosas que les escribo pero otra cosa no tengo para contarles. Espero que ustedes me comprendan. 

Quiero que le digan a mis hermanos que me disculpen por no escribirle pero no puedo pues solo una carta se puede hacer y aparte no tengo papel y sobre. Esto lo conseguí apenas. 

Bueno, espero que cuando regrese me esperen con las cosas más ricas del mundo pues me pongo a pensar y me dan unas ganas locas de comer y comer. Así que prepárense para cuando vaya. 

Decile a Carlos, a Blanca y a Jorgelina que me disculpen pero no puedo escribirles. 

Y decile a Carlos que es mejor que no esté acá. 

Bueno, saludo para todos mis hermanos y sobrinos y cuñados. 

Y para ustedes, los cariños más sinceros y los besos más grandes de su hijo que los ama y los quiere mucho. 

Bueno mamá, hasta pronto y suerte para todos. 

Saludos para los vagos del barrio. 

El cierre de la segunda y última carta enviada por Adán desde la guerra

Cuando la guerra terminó y Adán regresó al continente, habían pasado casi dos semanas desde la última carta. Su madre no sabía, entonces, si él había regresado o no con vida. 

—Ella fue al Estado Mayor a mirar las listas de vivos y muertos y nadie sabía nada sobre mí. Mi nombre no figuraba. Pero alguien, no sé quién, le avisó de una tanda de combatientes que había llegado y estaba en la Escuela (de Suboficiales General) Lemos. Entonces, mi mamá fue hasta Campo de Mayo a buscarme pero nadie la dejó entrar. Tampoco le dijeron si yo estaba ahí o no. Pero le avisaron de un contingente de colectivos que saldría para la estación Martín Coronado, en la provincia de Buenos Aires, con destino a Corrientes. 

Adán Bejarano es Secretario del Centro de Veteranos de Malvinas en Apóstoles, Misiones

—¿Cómo recuerda a su madre en aquel reencuentro? 

—Mi mamá tendría 44 años cuando fue la Guerra de Malvinas. Era una mujer muy elegante, muy linda. Siempre de pelo corto, de una contextura mediana y ojos negros. Tengo la imagen grabada en la memoria: mi madre ahí parada con su tapado negro. Fue durante la mañana en la estación del tren Urquiza. Esas vías van a Corrientes. Ese día bajo del micro y, así como cuando alguien se encuentra de sorpresa con otro, me la encuentro de frente. Bajé por la puerta de adelante, era mi mamá. Fue una gran sorpresa para mí. “Mamá, ¿qué haces acá?”. Ahí fue que nos abrazamos. Habrá sido una gran alegría para ella saber que estaba vivo después de tanto que anduvo buscándome. 

—¿Después se volvió con ella o cómo siguió todo? 

—Fue un encuentro muy breve. No te permitían saludarte y había mucha gente esperando en el lugar. Tocó justo que la encontré a ella de casualidad. Si yo llegaba en otro micro, seguramente no nos hubiéramos encontrado. Tal vez ella se hubiera ido de ahí sin saber si yo estaba o no. La saludé y después me tuve que embarcar en el tren. Así volví a Corrientes. Pudimos no habernos visto nunca y ella seguir buscándome. 

Soldados que partieron en tren desde Paso de los Libres, Corrientes en el marco de la Guerra de Malvinas

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17 de junio de 2022

MALVINAS 40 AÑOS – LOS CANBERRA BOMBARDEAN POSICIONES BRITÁNICAS


 

 

Por Redacción

Sábado 5 de junio de 1982. El clima es nublado durante el día, aunque mejora progresivamente gracias al desplazamiento de un centro de baja presión, lo cual habilita a una mayor visibilidad en el Teatro de Operaciones. 

Dos C-130 desafían los bloqueos enemigos y llegan a Malvinas


C-130 TC-65 el pasado 6 de mayo.

C-130 matrícula TC-66 junto a su tripulación conformada por el Vicecomodoro Roberto Noé, el Mayor Roberto Briend, el Capitán Osvaldo Bilmezis, el Suboficial Mayor Juan Cufré, el Cabo Principal Carlos Golier, Suboficial Auxiliar Héctor Sosa, Suboficial Ayudante Juan Marmoni, Cabo Amílcar Cerruti, y Raúl Leguizamón arribó a Malvinas a las 18:15 horas. 

C-130 matrícula TC-65 junto a su tripulación conformada por el Mayor Walter Véliz, el Capitán Cristóbal Villegas, el Vicecomodoro Francisco López, el Suboficial Principal Nicolás Segovia, el Cabo Principal Jorge Contigiani, el Suboficial Ayudante Sergio Tulián, y el Suboficial Ayudante Roberto Puig, arribó a Malvinas a las 20:21 horas. 

Ambos, traían consigo cuatro Exocet con sus respectivos traillers, tambores de nafta, y municiones para cañones 155. Además, se ordenó el traslado de los MK.62 arribados a GAL para emplearse sobre el Atlántico en una futura misión estratégica, según lo esperado. 

Operaciones aéreas argentinas: bombardeo sobre el Monte Kent 

La Fuerza Aérea Sur se concentró durante el día de hoy en principalmente encontrar objetivos navales rentables a los cuales dirigir sus medios disponibles, además de emplear a los MK-62, a pesar de no cumplir los requisitos de aceptabilidad requeridos (tales como la poca información acerca de las características del suelo y las condiciones meteorológicas). Sin embargo, se intentaba teniendo en cuenta el alto valor moral que significaría para las tropas terrestres. 

El primer par de MK-62 que describiremos, bajo el indicativo PATO, partieron desde GAL a las 05:00 hs armados con cinco bombas MK17 cada uno, y su tripulación conformada por el Capitán Juan Bertoldi, el Capitán Raúl Sánchez, el Teniente Daniel González, y el Capitán Daniel Hernández. El objetivo material era el Monte Kent. Fue entonces que a tan sólo 50 MN antes de la Isla San José, el guía ordenó una apertura de 50 metros al numeral: se veían dos luces que surgían de la capa de nubes y se dirigían al guía. Rápidamente se ordenaron de una ruptura hacia la derecha, pero al volver a su rumbo original, se seguían percibiendo dichas luces. Fue entonces cuando nuevamente se dirigieron hacia la derecha y partieron en retorno a GAL, eyectando las cargas externas. Arribaron a las 06:30 horas. 

MK-62 Canberra

Los hechos fueron muy diferentes para los MK-62 que partieron tan solo 10 minutos previos: bajo el indicativo GAUCHO I y II y junto a la tripulación conformada por el Capitán Alfredo Bredeston, el Capitán Miguel Sisco, el Primer Teniente Antonio Mauad, y el Primer Teniente Raúl Acosta, despegaron de GAL a las 04:50 horas, armados con cinco bombas MK-17 cada uno, con espoleta SSQ y MU 12. A 25 kilómetros de Puerto Argentino, los Canberra realizaron exitosamente un bombardeo sobre las instalaciones británicas ubicadas en Monte Kent y Dos Hermanas. Sin embargo, a 60 MN de la Isla San José, el guía GAUCHO I advirtió el avistaje de la misma luz que percibieron los MK-62 indicativo PATO, desde abajo y al frente, confirmada a su vez por el GAUCHO II, y se advirtió que se trataba de un misil: luego del bombardeo, habían sido detectados por el radar del destructor británico HMS Exeter, quien dio aviso al portaaviones HMS Hermes, el cual desplegó la patrulla aérea de combate Sea Harrier. Fueron capaces de escapar de los mismos virando hacia la derecha exitosamente. Finalmente, aterrizaron a las 06:50 horas en GAL sin mayores novedades. 

Fueron realizados, además, vuelos de reconocimiento por parte de los F-27, C-500, dos IA-58, B-707 y DHC-6. 

Nuevas planificaciones de la Fuerza Aérea Sur 


M-5

Fueron planificadas para realizarse a lo largo de esta tarde, las salidas hacia la zona donde se presume que se encuentra la unidad que atacó a los MK-62, aproximadamente al norte del estrecho de San Carlos. Partieron dos M-5 a las 14:00 horas en formación defensiva, sin ninguna novedad, regresando a las 16:00 horas. Lo mismo sucedió con el HS-125 que partió a las 14:15 horas, arribando finalmente a las 16:55 horas. Y las partidas planificadas finalizaron con tres A-4B que partieron a las 14:10 horas y regresaron a las 16:10 horas sin novedades, al igual que tres M-5 que partieron 14:40 horas y arribaron a las 17:00 horas. 

Movimientos británicos en el Teatro de Operaciones 

Entre los movimientos más importantes, podemos destacar que hoy el radar Malvinas detectó un Harrier a 47 MN patrullando en la zona de Monte Kent. A su vez, para las 16:46 horas bombardearon la Base Aeronaval Calderón empleando a tres Harrier GR.3. Además, la Task Force desplazó unidades durante el día hasta cercanías del Puerto Argentino. 

Por su parte, luego de conocer las posibles planificaciones enemigas, la Compañía Obra dejó de ser reserva del Batallón N° 5 de Infantería de Marina para ocupar una posición en el sector S. del Monte William ante la posibilidad de una incursión británica en dicha dirección. 

Fuente: https://www.zona-militar.com