11 de diciembre de 2022

LA VISITA DE JUAN PABLO II AL PAÍS, EL ENOJO DE GALTIERI CON EL PAPA Y LOS TENSOS DÍAS ANTES DE LA RENDICIÓN

 

El 11 de junio de 1982, tres días antes de la caída de Puerto Argentino en las islas Malvinas, el Sumo Pontífice llegó al país como “Mensajero de la Paz”. Qué se habló en Casa de Gobierno, la posición de la Iglesia y lo que le dijo Galtieri al autor de la nota en la intimidad: “Es evidente que su presencia, en los momentos trascendentales nos perjudicó”. Los tensos días en el poder antes del final. 

Por Juan Bautista Tata Yofre 

Soldados británicos abandonan sus barcos bombardeados en Bahía Agradable

En Londres, el gobierno británico tuvo que reconocer que el martes 8 de junio había sido uno “de los peores días para la flota británica en esta campaña”. Había perdido la fragata HMS Plymouth, los buques RFA Sir Galahad y RFA Sir Tristram estaban seriamente dañados. Muchos hombres murieron y muchos más sufrieron serias quemaduras. Se hablaba de que los aviones argentinos habían tirado bombas de napalm (bomba incendiaria). Al estallar el barco Sir Galahad, las esquirlas alcanzaron a una gran cantidad de efectivos. 

“Ahora es impensable un arreglo”, declaró Margaret Thatcher. Las ediciones matutinas también mostraban a un Ronald Reagan cabalgando, con “breeches” y botas, al lado de la reina Isabel por los jardines de Windsor. En esas horas volvió a reiterar su más firme apoyo a Gran Bretaña en el conflicto de Malvinas.

Cabalgata del presidente Reagan con la Reina Isabel II en Windsor

Mientras se conversaba en voz baja de los rumores de la City, pocos le prestaron debida atención a un discurso, televisado en directo, de Ronald Reagan ante el Parlamento británico el 8 de junio de 1982. El informe de la Junta Militar subrayó, expresamente, el siguiente párrafo: “El tono del discurso fue de llamamiento a las democracias del mundo y en particular al Reino Unido para lanzarse en una cruzada destinada a fortalecer y expandir las formas democráticas de gobierno”. 

En el mismo lugar, también el presidente de los EEUU dijo: “Los jóvenes soldados británicos no están combatiendo por un mero territorio de rocas y tierra, ellos pelean por una causa, por la creencia que la acción armada no debe triunfar y que la gente debe participar en las decisiones del gobierno bajo el imperio de la ley. Si hubiera habido un más firme apoyo por estos principios hace 45 años, quizás nuestra generación no habría sufrido el desangramiento de la Segunda Guerra Mundial”. 

Horas más tarde, durante una comida en Downing Street 10, Ronald Reagan fue más explícito en su apoyo a Gran Bretaña: “Permítame decirle que he cruzado el océano con un mensaje: América está con Gran Bretaña”

Raúl Ricardo Alfonsín y Bernardo Grinspun y sus contactos castrenses

El Teniente General (RE) Alejandro Agustín Lanusse cree que “después de Malvinas se van a desatar pujas internas militares muy fuertes”, anotó el autor después de visitar al ex presidente, el 8 de junio de 1982. Otros sostienen que el General de División Juan Carlos Trimarco, Comandante del Cuerpo III, piensa que es posible que el régimen militar perdure después de Malvinas, siempre y cuando cambie radicalmente sus políticas. El General Trimarco se ve a sí mismo como una alternativa. Bernardo Grinspun, quizá el de mayores contactos militares en el círculo íntimo de Raúl Alfonsín, comentó: “Hay una conspiración en marcha, en particular con la oficialidad que está en el Sur. Ellos tienen mando de tropa en situación de combate. El generalato de división quedará superado”. 

Aunque el General de División José Antonio Vaquero podría ser el candidato de la transición hasta las elecciones, se habla de cambios totales de las políticas. Grinspun no rechaza una participación de la Unión Cívica Radical en el golpe, si se dan garantías “revolucionarias”, “por ejemplo si ‘el gordo’ (General Ricardo Flouret) entra en el ‘asunto’”. 

El contacto parece ser el Coronel Luis Carlos Sullivan y contó que le pidieron consejos para la elaboración de un plan económico. Para Grinspun el gran problema económico se sitúa en la deuda externa: “Costará mucho pagarla y se necesitarán los dólares para comprar insumos vitales para la industria. Por otra parte, movilizar el mercado interno requerirá una fina operación financiera, ya que las empresas necesitan invertir. A su vez, los empresarios no podrán distribuir salarialmente las ganancias dentro de los márgenes requeridos por las necesidades sociales y para elevar el poder de consumo de la población”. 

El miércoles 9 de junio los matutinos informaban que las fuerzas británicas habían sufrido serios reveses el día anterior en Malvinas, cuando intentaron desembarcar soldados a 30 kilómetros de Puerto Argentino. “Estamos muy fuertes [...] los argentinos debemos sentirnos líderes de Occidente”, dijo el ministro del Interior, Alfredo Saint Jean, durante la ceremonia de posesión del cargo como director general del Archivo General de la Nación de César García Belsunce. 

“La Argentina está dispuesta a retirar sus efectivos en la medida que Gran Bretaña retire los suyos y asuma el gobierno del archipiélago un delegado administrador de las Naciones Unidas”, dijo Leopoldo Fortunato Galtieri al Ya de Madrid.

Juan Pablo II es recibido por Leopoldo Fortunato Galtieiri en Ezeiza, el 11 de junio de 1982 (Michael Brennan/Getty Images)

Ese día se conocía que Monseñor Paul Marcinkus, responsable de la seguridad de Juan Pablo II, había llegado a Buenos Aires para ultimar los detalles de la visita papal que comenzaría el viernes 11. En coincidencia, se publicó que el Santo Padre había designado obispo de Mercedes a Monseñor Emilio Ogñenovich y el PEN liberó 128 detenidos, bajo el régimen de “libertad vigilada” y la Cámara en lo Contencioso Administrativo ordenó devolverle al sindicalista Lorenzo Miguel sus bienes incautados por la Comisión Nacional de Responsabilidad Patrimonial (CONAREPA). 

El jueves 10, fue el Día de Afirmación de los Derechos Argentinos en las Malvinas y en Buenos Aires se lo celebró con escenas que manifestaban un gran sentimiento patrio y enorme entusiasmo. Quizá fue el gran día de Nicanor Costa Méndez, el personaje central en los matutinos del viernes 11, en los que aparece sonriente abrazado a Galtieri y apretujado por la multitud. 

A las 11 horas dirigió una arenga en el Salón Dorado del Palacio San Martín, rindiendo un homenaje a los argentinos caídos en las islas “por una guerra justa: por la Patria”. Homenajeó a Latinoamérica que se impuso en la OEA en dos oportunidades a los Estados Unidos “condenándolo en este hecho que no tiene ningún vestigio ideológico, que no puede ser enmarcado por nadie de buena fe en el enfrentamiento Este-Oeste”. Y finalmente señaló que “a la emocionante y apasionada adhesión de América Latina siguió la no menos emocionante y apasionante adhesión del Tercer Mundo”. 

Tras sus palabras, hizo leer a su jefe de Prensa la declaración final del Movimiento de Países No Alineados aprobada en la Cumbre de La Habana. A las 18, en la Plaza de Mayo, se encendieron las luces de la fachada del Banco de la Nación Argentina, mientras la multitud ensayaba cánticos contra Gran Bretaña y los Estados Unidos. Con el paso de los minutos, la gente comenzó a corear: “Borombombón, borombombón, salí Galtieri, salí al balcón”. No salió al balcón, pero en la puerta de Balcarce 50, de viva voz, dijo: “Yo siento la palabra del pueblo, al observar esta gente que llegó a la Plaza de Mayo”. Luego, con Costa Méndez y otros funcionarios, se dirigió al centro de la plaza para arriar la bandera nacional. 

El Teniente General Galtieri y Costa Méndez en la Plaza de Mayo

Entre los que estaban ese día en la Casa Rosada, el Coronel Bernardo Menéndez era uno de los más activos. Era el segundo hombre en importancia en el Ministerio del Interior. Se destacaba de muchos uniformados por su inclinación permanente a escuchar y dialogar. “Parecía un civil” sabían decir los dirigentes políticos. Precisamente, después del acto en la Plaza de Mayo, Menéndez y Costa Méndez entraron juntos y se pararon en el Patio de las Palmeras de la Casa de Gobierno. Desde hacía un tiempo, “Canoro” sabía que Menéndez planteaba muchos signos de interrogación sobre el manejo diplomático del problema. De allí, entonces, la frase que le dirigió el canciller al Coronel Menéndez: “Coronel, yo sé que usted tiene resquemores de cómo se lleva la cuestión de las Malvinas. Yo, como canciller, le digo que esto está controlado y no va a terminar mal”.

Unos párrafos de los apuntes del autor del 10 de junio de 1982

En otro lugar de Buenos Aires se hablaba así: “Si se rechazara el ataque inglés sobre Puerto Argentino, la Fuerza Aérea pedirá negociar directamente con Gran Bretaña”, fue el concepto pronunciado el 10 de junio de 1982 por un Brigadier en actividad, durante un almuerzo con Raúl Alfonsín en el departamento de la avenida Alvear 1598 del Ministro de Embajada Oscar Torres Ávalos. 

Por la noche del mismo día, a escasas cuadras del lugar, en el Luna Park, una Comisión Popular de Defensa de la Soberanía de las Malvinas, con la heterogénea presencia de Simón Lázara, Luis Brandoni, Humberto Volando, Néstor Vicente y Vicente Solano Lima, realizó un acto donde se pronunciaron innumerables discursos. En la mañana había arribado la delegación sindical que concurrió a la asamblea de la Organización del Trabajo (OIT), en Ginebra. “Cumplimos con los objetivos”, declaró Saúl Ubaldini. Faltaban pocas horas para que llegara a Buenos Aires el Papa Juan Pablo II y a Menéndez le tocó organizar su seguridad y otros detalles con Monseñor Paul Marcinkus, “el banquero de Dios”, en la sede de la Nunciatura. 

Londres anunció que el viernes 11, a la noche, inició el ataque final a Puerto Argentino a través de golpes de comando. Las páginas principales de los matutinos del viernes 11 de junio se dedicaron a ensalzar la llegada del “Mensajero de la Paz”, Juan Pablo II, su misa en Palermo y la multitudinaria celebración religiosa que ofrecería en Luján por la tarde. También haría una visita protocolar a la Junta Militar en el Salón Blanco de la Casa Rosada. El vespertino La Razón del viernes 11 dedicó casi todas sus páginas a su llegada a Buenos Aires, esa mañana, y su visita, revestida con mensajes de paz en tiempos de guerra. El presidente Leopoldo Fortunato Galtieri lo esperó en Ezeiza; gente de todas las condiciones sociales se volcó a las avenidas para vitorearlo. Pasó por General Paz, 9 de Julio, Rivadavia, Callao, Alvear, Libertador.

El Papa Juan Pablo II saluda desde la Casa de Gobierno bajo la atenta mirada de la Junta

“En diversos sectores, incluso gubernamentales, existe hoy una mezcla de esperanza y de temor, de cara a la influencia que Juan Pablo II pueda ejercer en Buenos Aires, bien como hacedor determinante de una paz poco menos que incondicional —algunos la calificarían de rendición—, bien como una especie de mediador en nuestro conflicto con Gran Bretaña, que permita una solución honorable para ambas partes. Grupos de la curia y de algunos partidos políticos, como el peronismo, han puesto ya en marcha una campaña titulada ‘viva la paz’”, escribió en La Prensa Jesús Iglesias Rouco. “La visita relámpago del Papa a Buenos Aires es proféticamente un viaje de paz”, escribió L’Osservatore Romano. 

El Santo Padre dio dos misas públicas. Una en Luján en la tarde del mismo día en que arribó y otra al día siguiente, frente al Monumento de los Españoles. Ambas fueron multitudinarias, pero el gobierno, junto con algunos obispos, desalentó la de Luján. “En realidad, lo que aquellos dirigentes han querido poner de manifiesto es que la misa de Palermo, con sus palcos colmados de funcionarios, habría de tener, respecto de la celebrada anteayer, un tinte de mayor compromiso con el nivel gubernativo”, se escribió en La Nación del 13 de junio en su página 8. 

El diario Crónica reproducía: “Si cayera Puerto Argentino, que no caerá, recuerden Dunkerque”, dijo Galtieri a la periodista italiana, mientras la revista Tiempo, de España, reprodujo una entrevista a Amadeo Frúgoli en la que decía que “el conflicto puede hacer variar el curso de la historia”. 


"Es evidente que su presencia, en los momentos trascendentales (viernes y sábado previos a la caída de Puerto Argentino) nos perjudicó", le dijo Galtieri al autor de la nota

Preguntado, el 12, sobre la impresión que le había dejado la visita de Su Santidad, el Teniente General Galtieri dijo: “Me siento espiritualmente feliz e interpreto que así lo está nuestro pueblo”. El 18 de agosto de 1982, dos meses más tarde, me diría todo lo contrario: 

—¿Cómo se concertó la visita del Papa? 

—Como recordará, Juan Pablo II tenía previsto –desde antes de la recuperación- una visita a Gran Bretaña. Da la casualidad que la misma se realiza justo cuando nos encontrábamos en pleno enfrentamiento. A mí, personalmente, me cae mal que él no postergue el viaje. Entonces, por aquellos días, es llamado al Vaticano el Cardenal (Raúl) Primatesta, quien lleva la inquietud de la Iglesia argentina en el sentido de que el Papa no podía aparecer avalando con su presencia en Gran Bretaña la posición de la señora Thatcher. Es allí, en ese momento, que Juan Pablo II decide venir a Buenos Aires. Él no podía aparecer, con su viaje a Londres, dando la sensación que se hallaba lejos espiritualmente de la Argentina y de América Latina. 

—¿Cuál fue para usted la posición de la Iglesia argentina durante la guerra? 

—La Iglesia se encontraba espiritualmente, ideológicamente, de acuerdo con el Gobierno. 

—¿El Papa trató con usted el tema de Malvinas? 

—No, no hizo ninguna referencia. Sólo conversó conmigo, en la corta entrevista que mantuvimos en el aeropuerto, el tema del Beagle, pues éste era su problema. Me pidió que aceleráramos una respuesta. Yo dije que era cuestión de sentarnos en una mesa con los chilenos y no levantarnos hasta que se produjera una “fumata”. Es evidente que su presencia, en los momentos trascendentales (viernes y sábado previos a la caída de Puerto Argentino) nos perjudicó.

La multitudinaria misa en la Basílica de Luján en plena guerra de Malvinas (AP Photo/Mark Foley)

“Durante los pocos minutos que estuvo a solas con las autoridades argentinas —con la Junta Militar o con el Presidente— el Papa habló de la paz ‘como un bien y un deber supremos de los cristianos’, y para conseguirla —habría dicho— ‘deben hacerse todos los esfuerzos posibles, aunque sea a costa de sacrificios’”, escribió Joaquín Morales Solá, el domingo 13 de junio. Luego sorprendió a sus lectores relatando, en la misma columna, que la Multipartidaria pensaba reclamar elecciones a fines del 1983 y entrega del gobierno a los pocos meses. Para Galtieri “no hay cronograma ni plazos (...). No lo había antes del conflicto con Gran Bretaña y los militares creen que la situación nacional no ha cambiado tanto como para dar un giro en ese estratégico flanco del régimen”.

La bendición de Juan Pablo II a los argentinos en la misa que se celebró en Palermo (Bettmann Archive)

Mientras se libran cruentos combates en las proximidades de Puerto Argentino, informan los matutinos dominicales: “Fuentes militares precisaron que la actual táctica de los ingleses está constituida por ataques nocturnos con empleo de material muy sofisticado para las operaciones en la oscuridad”. Sin decirlo abiertamente, para no revelar el estado de desamparo de las tropas argentinas, se informaba del uso de visores infrarrojos por los comandos británicos. Sólo bastaba para conocer de su existencia buscarlos en las revistas especializadas de caza. 

En la segunda edición de La Nación del domingo 13 se publicó en la tapa el comunicado que emitió el Estado Mayor Conjunto a la 01:20, en el que informa que el día anterior los británicos “conquistaron Monte Dos Hermanas y parte de Monte Harriet. [...] El enemigo en su avance ha penetrado 3,5 km dentro del dispositivo de seguridad propio; esta situación no configura por sí un hecho determinante de éxito o fracaso, pues depende de la concepción operativa de la defensa”. Se estaba peleando en las puertas de Puerto Argentino. No se lo decía y el gran público no lo intuía. 

Fuente: https://www.infobae.com

MALVINAS: EL AUDIO INÉDITO DE GALTIERI CON EL SECRETARIO DE LA ONU, QUE LO ACUSÓ DE NO ESTAR “SOBRIO”

 

El diálogo telefónico sucedió el miércoles 19 de mayo de 1982 a las 17:45 de la tarde, entre el entonces mandatario argentino y el peruano Javier Pérez de Cuéllar. El fracaso del intento de mediación entre la Argentina y Gran Bretaña y el fin, para el organismo multilateral, de cualquier posibilidad de negociación por la paz. 

Por Juan Bautista Tata Yofre 

El martes 18 de mayo de 1982 la Argentina presentó un proyecto de acuerdo al Secretario General de las Naciones Unidas. El documento volvía a insistir que “los tres párrafos de la Resolución 502 son indivisibles en su tratamiento y por lo tanto el retiro de tropas es parte de las negociaciones y no condición previa para negociar”. A renglón seguido consideraba que “el ámbito geográfico dentro del cual deberá cumplirse el retiro de tropas abarca las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur”. El tercer punto del preámbulo era: “El retiro de las fuerzas de ambas partes deberá ser gradual y simultáneo. En un plazo máximo de treinta días todas las fuerzas armadas deberán hallarse en sus bases y áreas normales de operación”. 

“Pesimismo por las gestiones en la UN”, tituló La Nación el mismo martes. Y Carlos W. Otero en la columna de tapa se hizo eco de una opinión de Javier Pérez de Cuéllar: “El tiempo no está del lado de la paz”. La CEE renovó por una semana las sanciones comerciales a la Argentina, pero esta vez no adhirieron Italia e Irlanda. Mientras se negociaba en las Naciones Unidas, aquí aparentemente había tiempo para discutir lo que sobrevendría: “Después del conflicto se deberá retornar al cumplimiento del plan económico, elaborado por Roberto Alemann. De lo contrario algunos funcionarios quedarán de sobra. Mucha gente quiere que se quede el ministro de Economía, pero no el plan. Y eso no es posible”, confesó en la intimidad Jorge Eduardo Bustamante, integrante del equipo económico.

Javier Pérez de Cuéllar, que en 1982 era Secretario General de la ONU

El miércoles 19 de mayo, mientras los ingleses atacaban Puerto Argentino, Alberto Grimoldi, entonces director del Banco Central, fue llamado por Irene Philippi, una ex funcionaria suya y en esos momentos esposa de Álvaro de Soto, un estrecho colaborador de Pérez de Cuéllar. Durante la comunicación le dijo que su esposo quería hablar con él, en nombre del Secretario General de Naciones Unidas. Por la tarde, Grimoldi y Álvaro de Soto establecieron contacto telefónico y el funcionario peruano de las Naciones Unidas le dijo que en ese instante le estaban enviado a la cancillería argentina una propuesta que había encontrado receptividad en la señora Thatcher y que era “sumamente satisfactoria” para la Argentina. Álvaro de Soto se quejó por el estilo extremadamente detallista del negociador argentino, embajador Enrique Ros, y pidió abrir, a través de él, “un camino alternativo” porque “Pérez de Cuéllar temía que el presidente Galtieri no fuera bien informado de la propuesta”, relató años más tarde Manuel Solanet, testigo de esta gestión. A partir de ese momento se realizaron ingentes conversaciones en la Casa Rosada y en el Palacio San Martín. En un momento, Grimoldi hablaba con Álvaro de Soto desde la Cancillería y, en paralelo, Costa Méndez hacía lo propio con Pérez de Cuéllar. El canciller argentino se comprometió a responder a las 22 horas (de Nueva York). La respuesta nunca llegaría, y esa misma noche, en una conferencia de prensa organizada por Rodolfo Baltiérrez, Costa Méndez se expresó con un fuerte tono belicista. 

Según Manuel Solanet, desde Nueva York, Eduardo Roca explicó que “el 17 de mayo recibimos la conocida propuesta británica”, casi “un ultimátum” y que “sólo podía alcanzar modificaciones cosméticas”. Lo que no sabía Solanet, ni contaba Roca, era que entre el 17 y 20 de mayo se realizaron otras negociaciones paralelas que incluyeron al empresario Wenceslao Bunge y el Brigadier Basilio Lami Dozo, analizando la propuesta británica en la residencia de la embajadora Kirkpatrick, con los embajadores Enrique Ros y Roca (ocasión en la que Kirkpatrick opinó reservadamente que la impacientaba la manera minuciosa y lenta de negociar del vicecanciller Ros). Fueron tan extenuantes esas horas que en plena negociación, en la residencia de la embajadora norteamericana en las Naciones Unidas, Eduardo Roca se quedó dormido. En esas mismas horas, Javier Pérez de Cuéllar habló telefónicamente con Margaret Thatcher y Galtieri. En la intimidad comentó que cuando habló con el presidente argentino percibió, por el tono de su voz, que no estaba “sobrio”; un hecho absolutamente falso. Basta escuchar la grabación –realizada a las 17:45 del miércoles 19-- para darse cuenta que el presidente argentino hablaba con propiedad. 

Alexander Haig, Galtieri y Costa Méndez

JPC: “Mucho me complace y me honra saludarlo”. 

LFG: “El placer es mío Sr. Pérez de Cuellar, escucharlo y agradecer la ocurrencia de llamarme.” 

JPC: “Al contrario, es para mí una gran satisfacción no solamente como Secretario General sino como peruano. Señor Presidente yo me permití llamarlo para que tal vez cambiar con usted algunas impresiones como yo la veo ahora y naturalmente con una mezcla de angustia por el tiempo que transcurre con una velocidad peligrosa para la causa de la paz y por otro lado con un poco de esperanza de tal vez poder obtener en estas horas que me quedan una solución para este problema que no solamente emociona a su país y a la Gran Bretaña sino en realidad a todo el mundo.” Luego del prólogo el secretario de Naciones Unidas explicó: “Sé que los británicos consideran que la negociación está terminada para ellos pero no está terminada para mí, porque yo, como Secretario General de las Naciones Unidas no tengo en la mira el interés de alguna de las partes, sino el interés de la paz…”. 

LFG: “La Argentina –usted lo sabe—ha ido progresivamente flexibilizando la posición hasta límites que son, diría yo para ciertos sectores importantes de la opinión pública argentina, y me atrevería a decirle de la opinión pública latinoamericana, extremos de flexibilización”. Durante el mismo contacto telefónico Pérez de Cuellar le propuso a Galtieri enviar a Buenos Aires un hombre de su confianza (el subsecretario Cordovés) para tratar las cuestiones más sensibles de su propuesta. En particular cuando se hablaba de la aplicación del artículo 73 de la Carta de las Naciones Unidas y la autodeterminación de los kelpers. Para el canciller Costa Méndez aceptar este punto equivalía a devolver las islas a los británicos. 

El diálogo se extendió por varios minutos y seguidamente, a las 18:30, Galtieri lo relató en la reunión del Comité Militar (COMIL) que se realizó en el edificio del Estado Mayor Conjunto. Oportunidad en la que se trató el viaje del canciller en el caso de una reunión del Consejo de Seguridad.

El General Galtieri en una reunión de gabinete en plena guerra de Malvinas

El jueves 20, Javier Pérez de Cuéllar anunció en el Consejo de Seguridad el fracaso de su gestión mediadora y daba por terminada su gestión. Y el Reino Unido, a través de sus canales diplomáticos notificó extraoficialmente al Secretario General de las Naciones Unidas que no había más razones para seguir negociando. En la misma jornada, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas mantuvo un encuentro informal porque Gran Bretaña se opuso a la realización de una reunión formal. En la ocasión, los Estados Unidos sugirió la conveniencia de invitar a la Argentina a una reunión informal. La Argentina rechazó el convite y Panamá pidió que se realizara una convocatoria formal al Consejo de Seguridad, que fue aprobada. Mientras se realizaban los escarceos diplomáticos, la embajadora Kirkpatrick le comentaría a un negociador argentino: “Londres ya dio la orden para el ataque final”. 

“Durante muchos años tal vez durante siglos, se discutirá en nuestro país para establecer si fue o no el momento preciso para hacerlo (la recuperación). Pero entendemos que la justicia y la reivindicación contenidas en este acto de gobierno, merecen que la decisión sea compartida por todos los habitantes de la República Argentina”, afirmaron, el 24 de mayo de 1982, Deolindo Felipe Bittel y Antonio Cafiero, en una declaración pública que fue registrada en la Memoria de la Junta Militar (Anexo 1195). “Ese mismo día, la Secretaría de Información de la Presidencia, recibió el último sondeo a la opinión pública. A la pregunta sobre si se debía ceder en algo para preservar la paz SIN COMPROMETER LA SOBERANÍA 40.4% de los entrevistados afirmaron que sí, mientras que el resto de los entrevistados respondió que en nada a costa de una guerra”, dejó asentada la Junta Militar. El 25 de mayo, durante un ataque masivo de aviones argentinos, fueron averiados varios barcos de guerra británicos. Entre otros el destructor “Coventry” (gemelo del “Sheffield”) y el portacontenedores “Atlantic Conveyor” que cargaba aviones “Harrier” y helicópteros de transporte de tropas. Para el comandante de la Brigada 3, Julián Thompson, fue un día negro para Gran Bretaña: Él esperaba recibir del Atlantic Conveyor 4 helicópteros Chinook y 6 Wessex con los cuales desplazar sus tropas y materiales de apoyo. Los aviones Harrier que transportaba habían sido retirados antes del ataque. Apenas cuarenta y ocho horas más tarde, en la reunión de gabinete que comenzó a las 10 de la mañana del 27 de mayo, Galtieri explicó que “los ingleses han desembarcado en la zona de San Carlos” y “no extrañó pues las Malvinas son de un perímetro muy extenso.” Pérez de Cuéllar comentaría que “mis esfuerzos ya no sirven al objetivo de la paz”.

 

Fuente: https://www.infobae.com

UN CURA MALVINERO Y MÁS DE DOS SIGLOS DE HISTORIA ARGENTINA: ¿QUÉ HAY EN EL MUSEO DEL EJÉRCITO?

 


En el partido de Tres de Febrero está el Museo del Ejército. Allí, detrás de unos muros con acento medieval, se encuentra parte de nuestra historia bicentenaria. En el lugar, el conflicto del Atlántico Sur se respira –y recuerda– en cada rincón. Uno de ellos, el más reciente, cuenta la historia de un sacerdote que estuvo en la guerra. 

Por Patricia Fernández Mainardi 

Museo del Ejército (Fernando Calzada)

Corría abril de 1982 y, en las Malvinas, ya flameaba la celeste y blanca como resultado de la Operación Rosario. Así como cientos de argentinos partieron hacia el archipiélago para defender nuestras islas, 22 sacerdotes dejaron el continente para acompañarlos en la guerra. Puede resultar contradictorio por lo violento del escenario, pero es en este tipo de situaciones cuando los soldados se aferran con más fuerza a la fe. De hecho, son numerosos los testimonios que señalan que el rezo del Rosario y las celebraciones religiosas fueron un ingrediente clave para el espíritu de aquellos hombres que dieron todo de sí en defensa de nuestra soberanía. 

Para recordar a los clérigos castrenses, el Ejército Argentino inauguró una capilla en el museo que tiene la Fuerza en el partido de Tres de Febrero, que integra a la figura del padre Santiago Mora. Allí, DEF pudo conocer sobre su vida, pero también sobre otros tantos detalles históricos de una institución bicentenaria. 

Capilla Nuestra Señora de las Victorias (Fernando Calzada)

Una capilla con sello malvinero 

“Nuestra Señora de las Victorias” es el nombre de la capilla que posee el Museo del Ejército, reinaugurada y puesta en valor días atrás por las autoridades del organismo, no sin antes tomar la decisión de que también este sea un lugar para recordar la guerra de Malvinas. Por ello, quienes la visiten, hoy pueden encontrar en ella a la figura del sacerdote Santiago Mora, a quien el museo eligió como referente de los capellanes que participaron del conflicto. 

Mora fue un sacerdote italiano que, al instalarse en el país, se sumó al clero castrense. “Fuimos muchos los bendecidos al tener al ‘curita’, como lo nombrábamos todos los integrantes de la defensa de Pradera del Ganso-Darwin. Sus formas humildes, su hablar lento en español con acento italiano y su incansable manera de recorrer las posiciones –de día y de noche– lo convirtieron en una fuente de fortaleza espiritual para las tropas, en la espera y durante el combate”, cuenta el General retirado y veterano de guerra de Malvinas Oscar Reyes. Para él, la presencia del sacerdote fue la garantía de contar con la palabra profunda y alentadora que requiere el espíritu de los soldados. Incluso, dice Reyes, junto a quienes cubrían las posiciones de la primera línea, Mora asistió, cuidó y contribuyó a fortalecer las acciones de la defensa. “Lo recuerdo con su hábito negro, agazapado, dando misa, y abrazando a algún soldado”, cierra el veterano del Regimiento 25. 

Figura del sacerdote Santiago Mora (Fernando Calzada)

Otra anécdota, esta vez del encargado del museo, Suboficial Mayor César Silva, profundiza en la vida de Mora: “El sacerdote prestó varios años de servicio en la Escuela ‘General Lemos’. Durante este tiempo, no solo dio clases, sino que creó el hogar del aspirante con el objetivo de brindarles un lugar a aquellos jóvenes de todo el país que se trasladaban para estudiar en este Instituto de la Fuerza y que no tenían donde alojarse durante los días que no asistían a la Escuela”. 

Una decena de salas, un mismo denominador 

A poca distancia de la autopista General Paz, se encuentran unas fortificaciones de estilo medieval que llaman la atención de los transeúntes. De hecho, fueron estas las que le dieron el nombre a la localidad donde se encuentran: Ciudadela. 

Si bien originalmente fueron destinadas a ser cuarteles del Ejército, hoy en sus instalaciones se ubica el Museo Histórico de la Fuerza. El lugar es una visita obligada para aquellos que quieran recorrer los más de 200 años de historia del país, ya que sus salas abarcan desde el nacimiento de nuestra Patria hasta la guerra de Malvinas. De hecho, al conflicto del Atlántico Sur le destinaron varios metros cuadrados. Entre fotografías, maquetas, y documentos de la guerra, el visitante puede encontrar un objeto que interpela a todos: la bandera que flameó en las Malvinas una vez que fueron recuperadas. Frente a ella, se encuentra otra británica: la que supo pertenecer a la casa del gobernador. 

Sala Malvinas Argentinas del Museo del Ejército (Fernando Calzada)

Son varias las organizaciones y personas que colaboran con este sitio y sus muestras, estáticas e itinerantes. Entre ellos, un grupo de veteranos de guerra de Malvinas. Uno de ellos es el soldado conscripto clase 62 Ricardo Zarza. Él, junto a otros tantos, partió desde Ciudadela hacia las islas integrando el Grupo de Artillería de Defensa Antiaérea 101. “Para mí, el cuartel de Ciudadela es mi segunda casa. Tenemos un lugar para nosotros, lo cual es una inyección de vida, porque no solo nos ayuda a recordar, sino también a conmemorar a nuestros compañeros que quedaron allá”, confiesa Zarza. Cabe señalar que, en Malvinas, el grupo tuvo tres bajas: los Soldados Claudio Romero y Marcelo Planes, y el Cabo Adrián Bustos. 

El museo puede ser recorrido de lunes a viernes y sábados por la tarde. Y, quienes lo hagan durante el fin de semana, pueden finalizar la visita con un paseo en vehículos militares. 

Fuente: https://www.infobae.com