28 de octubre de 2020

ANTICIPO EXCLUSIVO, “LA GUERRA INVISIBLE-EL ÚLTIMO SECRETO DE MALVINAS”: EL PLAN DE THATCHER PARA ATACAR EL CONTINENTE Y MATAR A LOS PILOTOS

La nueva investigación de Marcelo Larraquy revela en detalle los sucesos que se produjeron en Inglaterra después del hundimiento del destructor Sheffield, alcanzado por un misil Exocet, El fin de la operación con que pensaban tomarse revancha era destruir la escuadrilla de cazas Súper Etendard que tenían en jaque a la flota británica y matar a los bravos pilotos de la aviación naval. 

Por Marcelo Larraquy 

El 4 de mayo de 1982, el destructor HMS Sheffield fue alcanzado por uno de los dos misiles Exocet lanzado por un par de aviones Súper Etendard que operaban desde la Base Aeronaval de Río Grande, en Tierra del Fuego. 

El 4 de mayo de 1982 la Escuadrilla de la Aviación Naval, con dos aviones Súper Etendard provistos con misiles Exocet atacó por primera vez en combate al destructor Sheffield. Los misiles fueron lanzados desde aproximadamente 40 kilómetros. Gran Bretaña suponía que los Exocet que la Argentina acababa de comprarle a Francia no podían lanzarse. El presidente francés Francois Miterrand le había asegurado a la premier Margaret Thatcher que no habían cedido los coeficientes para la computadora del avión, imprescindible para hacer funcionar su sistema de armas. Sin embargo, los misiles hundieron al Sheffield. A partir de ese momento, si la Argentina impactaba sobre los portaviones Hermes o Invincible, que transportaban aviones, helicópteros y material logístico para el desembarco británico, se pondría en riesgo la victoria militar británica. Entonces se decidió romper la propia zona de exclusión que había delimitado y atacar el continente con un grupo comando, para destruir los aviones, los misiles y matar a los pilotos. La operación, que se revela por primera vez, es parte del libro “La Guerra Invisible. El último secreto de Malvinas”, de Marcelo Larraquy. 

Aquí, el anticipo de La Guerra Invisible.

(…) El 8 de mayo, en Chequers, la residencia de campo oficial de gobierno —el mismo lugar donde se había decidido el hundimiento al crucero Belgrano—, se ordenó el traslado de las tropas terrestres de la isla Ascensión hacia el Atlántico Sur y se estableció la fecha del desembarco entre el 18 y 22 de mayo. Thatcher también avaló la gestación de la opción más extrema: eliminar el poder de destrucción del enemigo, el sistema de armas del Súper Etendard. Atacarlo en su punto de partida. Woodward suponía que en la base de Río Grande todavía había tres Exocet, de acuerdo a la información francesa —que ya no resultaba tan confiable—, pero seguía en la búsqueda de más misiles. Un informe de inteligencia, entregado por un enlace de la Comunidad Europea, aseguraba que la Argentina poseía diez misiles. Thatcher autorizó el ataque al continente luego de una proposición de la Marina Real. 

La operación requería la participación de una fuerza especial que, en una acción de alto riesgo, eliminara los aviones, los misiles y también a los pilotos. Se estudiaron tres opciones: a) La invasión a la isla de Tierra del Fuego y, en consecuencia, a la base de Río Grande; b) el bombardeo a la base de Río Grande con aviones Hércules, y c) la toma de la base con una fuerza especial. 

Dassault-Breguet Super Etendard 

Cualquiera de las opciones rompía con la zona de exclusión y el derecho a la “legítima defensa”, con el que Gran Bretaña había justificado el traslado de sus naves al Atlántico Sur. Ahora ya no importaba que el ataque activara el TIAR, recibiera la condena del Consejo de Seguridad de la ONU o incomodara a los Estados Unidos. Thatcher estaba decidida. Sabía qué quería, necesitaba saber cómo hacerlo. El Estado Mayor para la Defensa le ordenó al jefe del Special Air Service (SAS), Brigadier Peter de la Billière, que estudiara alternativas para la operación. 

(…) De la Billière pensó la maniobra en dos etapas. En la primera, una patrulla saldría desde la Fuerza de Tareas, se aproximaría a la base de Río Grande y recogería información de los objetivos: los aviones, los misiles, los pilotos del Súper Etendard. Sería una maniobra de exploración que desarrollaría un comando infiltrado. Se llamaría Operación Plum Duff. En la segunda parte, con los resultados de la inteligencia previa, dos aviones Hércules C-130 despegarían desde la isla Ascensión, se reabastecerían en el aire y aterrizarían en la pista de Río Grande: sesenta hombres armados se desplegarían sobre objetivos y los destruirían. El plan de fuga preveía retornar a los aviones y volar hacia Chile. Se denominaría Operación Mikado. 


Carga de misiles Exocet en el Súper Etendard, guerra de Malvinas

(…) La misión Plum Duff la desarrollaría el Escuadrón B del Regimiento 22. Era un escuadrón creado en 1951, cuando el SAS había enfrentado una insurrección comunista en Malasia; luchaban por la liberación del territorio colonial británico. El nuevo escuadrón había comenzado a entrenarse en áreas selváticas, como lo hacían sus enemigos, por períodos cada vez más largos, y demostraron que podían adaptarse a esta nueva geografía. Desde entonces, sus patrullas empezaron a integrarse con tres o cuatro hombres. Tres días después del ataque al Sheffield, el Escuadrón B comenzó a movilizarse en su base de Hereford. Ese día, el 7 de mayo, Gran Bretaña había extendido la zona de exclusión total hasta 12 millas de la costa argentina. No era difícil interpretarlo como la señal de un ataque al continente. Al día siguiente se presentó el primer plan, todavía en discusión. Había que delinearlo, pero la matriz era la siguiente: se formarían dos patrullas de exploración e inteligencia, una para la base de Río Grande y otra para la de Río Gallegos. Llegarían en helicópteros. Esta sería la primera fase. La segunda fase, la Operación Mikado, consistía en el vuelo apenas por encima del nivel del mar de dos Hércules que aterrizarían en la pista de Río Grande y de los que irrumpirían comandos en vehículos con ametralladoras pesadas. Matarían a los pilotos —que suponían alojados en la base—, destruirían aviones y misiles, y luego abordarían las aeronaves para refugiarse en Chile. 

Ninguno de los que habían planeado la operación formaría parte de ella, ninguno estaría en la bodega del avión al momento de llegar al continente. Este era un punto ríspido, que molestaba en el Escuadrón B y además: ¿cómo aterrizarían dos Hércules sin ser detectados por radares de la base? No se sabía. 

Súper Etendard en 1982 Guerra de Malvinas 

La duda era una sensación que concernía a la naturaleza de las operaciones bélicas. Pero el terror a un segundo ataque argentino con Exocet trascendía las dudas. Ahora la flota británica comenzaba a tener una percepción más real de la guerra. Hasta el ataque al Sheffield, se actuaba con profesionalismo, pero no se vivía la tensión que supone el peligro inminente, la vulnerabilidad constante frente al enemigo, la exposición a un riesgo mayor, la pérdida de vidas no como hipótesis sino como hecho factible, real. 

(…) La Operación Mikado entró en estado de incertidumbre. Pero se avanzó con la misión que la antecedía, la Operación Plum Duff, que era la que debía realizar la inteligencia sobre la base aeronaval. De la Billière confió la conducción al Capitán Andy Legg. Era el hombre elegido. Acababa de cumplir 28 años. Después de enrolarse en el Ejército, Legg había realizado un máster en Matemática aplicada en la Universidad de Reading, aunque su propósito siempre era integrarse al Regimiento de Paracaidistas, como paso previo a su ingreso al SAS. Un oficial de enlace universitario, en cambio, le recomendó unirse al Royal Hampshire, un regimiento militar local, para perfeccionar su formación. Legg tomó en cuenta el consejo, y aplicó en el curso de un año de entrenamiento en la Real Academia Militar de Sandhurst. En su momento también lo había realizado Winston Churchill. Al finalizar, alcanzó el grado de segundo teniente, con antigüedad anticipada por su máster universitario. Pero nunca abandonó su idea de ser miembro del SAS. 

En 1980, dos años más tarde de lo que había proyectado, superó las pruebas de selección y se integró al Escuadrón B del Regimiento 22. Ya había servido en una operación en Omán, en las montañas de Dhofar, y también en la selva de Belice, colonia británica en América Central, y se disponía a viajar a Canadá cuando le encomendaron la jefatura de un comando que debía infiltrarse en el continente argentino con la guerra iniciada. Legg había recibido la siguiente instrucción: “Esto será difícil, hágalo con firmeza, muévase lentamente y efectúe una buena observación de los alrededores antes de hacer algo. Realice la inteligencia a medida que avanza”, le recomendó su superior inmediato. 

El Capitán Legg pensaba que un acceso por Chile, con una exploración lenta hacia el objetivo, podría dar mejores resultados para elaborar un mapa de inteligencia que el ingreso por la costa a una distancia reducida del blanco. Además, desde Chile tendrían menores posibilidades de ser detectados. Pero su inquietud no encontró la atmósfera adecuada ni se abrieron posibilidades de discutir la viabilidad de la misión, como solía suceder. No había tiempo ni voluntad para generar cambios radicales en el diseño de la Operación Plum Duff. 

Augusto Bedacarratz desciende de su Súper Etendard tras cumplir con éxito la misión 

El Escuadrón B del Regimiento 22 dirigido por Legg continuó su preparación. Era el único escuadrón que todavía no había sido enviado al Atlántico Sur. Primero entrenaron en Gales con tiros de rifles, emboscadas nocturnas y marchas forzadas. Luego se desplazaron a Wick, en el extremo norte de Escocia, para ensayar aterrizajes con el Hércules desde baja altura, a poca distancia del mar. 

Súper Etendard Guerra de Malvinas. Hundimiento del Sheffield 

Cuando regresaron a Hereford, el 14 de mayo, De la Billière los reunió con las novedades: las dos patrullas de exploración se fusionaban y, si se daban las posibilidades, también deberían atacar la base de Río Grande en una operación de acción directa. Por esta nueva planificación, debían llevar explosivos y detonadores por tiempo y resignar ropa y comida en su mochila. La base de Río Gallegos se había descartado como blanco. El Capitán Legg conduciría una patrulla única de siete hombres que llegaría a Río Grande y exploraría y destruiría la base. Ese era el nuevo objetivo. Todavía no existía una planificación final, se iría conociendo con el correr de los días. Podrían desembarcar desde una fragata, un submarino o un helicóptero. Esta última opción era la más probable. Lo único cierto era que debían volar hacia Ascensión al día siguiente para iniciar la maniobra. (…) 

(…) En Ascensión, antes de cruzar el hemisferio, Legg sostuvo una comunicación satelital con De la Billière. El Brigadier le dio algunos detalles del lanzamiento al océano y le informó que probablemente volarían al continente con un Sea King. La posibilidad de que la operación se cancelara y que a él lo reasignaran para unirse al resto del Escuadrón del SAS con la Fuerza de Tareas se acababa en ese momento, pensó Legg. Sintió que ya no había forma de escapar. Hubiera preferido un submarino o una lancha rápida para llegar a la costa, en todo caso. El ruido del Sea King representaría un seguro boleto de ida. Le preguntó a De la Billière qué sucedería con el helicóptero después de que los dejara en tierra. Temía que, si quedaba visible, se intensificara la búsqueda de su patrulla. “Tenemos activos que eliminarán la evidencia. No es un tema de su incumbencia”, fue la respuesta exasperada del Brigadier. No hubo más preguntas. Antes de cerrar la transmisión De la Billière les deseó suerte. Esperaba verlos en su regreso a Londres, le dijo. 

El 16 de mayo, siete horas después del despegue, a 17 mil pies de altura, el Hércules fue acoplado por la sonda de otro Hércules y tras dos intentos fallidos logró cargar combustible. Faltaba la mitad del viaje. El piloto les anticipó que había un poco de brisa desde el oeste. Nada de qué preocuparse. El tiempo era bueno. Seis horas después se colocaron su paracaídas y sus salvavidas y los ocho hombres saltaron desde 370 metros junto a sus armas y las mochilas. Desde el avión después les tiraron las cajas con pertrechos de guerra, que recuperaron en el mar. 

La tapa del libro de Marcelo Larraquy 

La Operación Plum Duff cruzaba al hemisferio sur por primera vez. Estaban dispersados por las olas, a 60 millas al norte de Puerto Argentino, pero todavía lejos del continente. El rescate se demoró. Esperaron más de media hora la llegada del buque de auxilio Fort Austin para levantarlos del agua congelada. Legg lamentó no haber pedido trajes de neoprene para su grupo. 

Desde el Fort Austin volaron en helicóptero hasta el Hermes. En el portaviones se conformaría la tripulación que los trasladaría al continente. Se les ofreció́ a los pilotos del Sea King postularse como voluntarios. Algunos acababan de regresar de la isla Borbón y mantenían el entusiasmo por el éxito de la operación. Pero, si para esa misión habían vuelto al Hermes, la misión Pluff Duff no tenía la posibilidad de llegar al continente y regresar. Era lo más parecido a un sacrificio humano. Y también material. El Almirante Woodward ordenó que utilizaran el modelo más antiguo del Sea King. El piloto de mayor graduación del escuadrón de transporte aéreo, Bill Pollock, lo convenció́ de que les permitiera utilizar la versión más moderna, el Sea King 4. Legg entendía que en el vuelo al continente se sacrificaría a tres pilotos, al Escuadrón B, además del helicóptero. Pero la superioridad creía que este sacrificio no representaba un costo alto frente a la posibilidad de poner en riesgo el resultado de la batalla. Aunque el éxito de la misión fuera mínimo, el sacrificio debía realizarse. 

Fuente: https://www.infobae.com

26 de octubre de 2020

FUE EL ENCARGADO DE YPF EN MALVINAS Y VIVIÓ EL DÍA DE LA RECUPERACIÓN: LOS KELPERS, LOS RUMORES DEL 2 DE ABRIL Y LA ODISEA PARA ABANDONAR LAS ISLAS

Sin siquiera imaginarlo, José Luis Boscardin protagonizó una increíble historia en las islas Malvinas. Estuvo a cargo de la planta de YPF y fue un testigo privilegiado el 2 de abril de 1982. Vivió allí dos años una experiencia que nunca olvidará. 

Por Adrián Pignatelli 

José Boscardin hoy, el protagonista de esta historia que le relató a Infobae. 

José Luis Boscardin se sorprendió al encontrarse con el Vicecomodoro Héctor Gilobert en las calles de la ciudad que días más tarde se llamaría Puerto Argentino. “No sabe lo bueno que usted esté aún acá”, le dijo enigmático. Eso ocurrió el 26 o 27 de marzo de 1982. Es que hacía un par de semanas que el Vicecomodoro, que se había desempeñado como representante del gobierno argentino, había partido al continente para asumir otras obligaciones y no se entendía por qué había regresado. 

Desde marzo de 1981 Boscardin era uno de los encargados de la planta de YPF en la capital de las islas Malvinas. Estaba preparando su regreso a Buenos Aires. Su esposa y sus dos hijos ya habían partido y él tenía pensado hacerlo en el vuelo del 14 de abril, luego de que hubiera instruido a su reemplazo que llegaría el 7. Con su familia despachó la mayoría de su ropa, ya que él pensaba viajar unos pocos días más tarde. 

Nunca imaginó lo que vendría. 

Desde Bahía Blanca, donde vive desde sus 3 años, Boscardin, ahora de 72, relató a Infobae su experiencia como testigo privilegiado de la recuperación de las Malvinas. 

En agosto de 1971, nuestro país y el Reino Unido firmaron la Declaración Conjunta referente a comunicaciones entre las Islas Malvinas y el territorio continental argentino, que suponía una serie de disposiciones tendientes a estrechar el vínculo con el archipiélago. Este acuerdo incluyó, por ejemplo, la construcción de un aeródromo, inaugurado al año siguiente, y la instalación de una oficina del correo, de Gas del Estado -que proveía gas natural a los isleños- y una planta y estación de servicio de YPF. 

Vivir en las islas 

A la planta de YPF, bautizada con el nombre de Antares, iban empleados solteros que se turnaban cada tres meses. En 1978, José Luis Boscardin se desempeñaba en la planta de Ingeniero White y le propusieron ir con la familia y durante un año. No respondió enseguida porque sabía que la vida allá era dura, con un clima hostil y una comunidad desconocida. Aun así, se decidió y en marzo de ese año viajó junto a su esposa y a su pequeño hijo de cuatro años, que haría el jardín de infantes en las islas. Junto con él, viajó su compañero Luis Giménez.  

Boscardin en las islas, cuando se desempeñaba como responsable de la planta de YPF (Gentileza Boscardin)

Cuando llegó le llamó la atención que, a pesar de los fuertes vientos, no volaba tierra, era toda turba húmeda. YPF le alquiló una de las cuatro casas de material que había entonces en un pueblo que no superaba las ocho cuadras por tres. Era de planta baja y primer piso y aún se levanta sobre la calle principal, Ross Road, justo frente al muelle. 

Era un trabajo conveniente, ya que prácticamente no tenía gastos. La empresa, además de la vivienda, le proveía de comida, se hacía cargo de los servicios y hasta podía disponer de un vehículo. 

Por la mañana asistía a los aviones de LADE, que salían de Comodoro Rivadavia, y por la tarde, a través de su estación de servicio, YPF vendía nafta y kerosén a los kelpers. También enviaba por mar bidones de combustible hacia el interior de la isla para abastecer a los establecimientos rurales. El gas oíl lo vendía la Falkland Island Company, la FIC. 

El trato con algunos kelpers era cordial, siempre y cuando no se tocase la cuestión de la soberanía. Otros, directamente, al saber que era argentino, ni lo saludaban. 

Boscardin regresó al continente en febrero de 1979 e inició una segunda etapa en Malvinas en marzo de 1981, acompañado por Carlos Degese. Ya tenía otro hijo. 

El camión de YPF, en plena tarea en la capital de las islas. En primer plano, un pingüino, exponente clásico de la fauna local (Gentileza Boscardin) 

Estaba bastante integrado a la comunidad, en la que residían otros argentinos. Con algunos kelpers tuvo una estrecha amistad, como ocurrió con Alejandro Betts, que trabajaba en Gas del Estado y LADE, alguien que siempre estuvo muy identificado con la postura de la Argentina. 

Su vida social se circunscribió a jugar al fútbol los fines de semana. Lo hacía para el equipo Red Socks, uno de los tres que había entonces. 

El camión de YPF en plena tarea, asistiendo a un avión de la Fuerza Aérea (Gentileza Boscardin) 

Fue muy amigo de Patrick Watts, que en 1982 era periodista y locutor en la radio local y que se destacaría como director técnico del Stanley Football Club. Era un fanático declarado del Tottenham y de San Lorenzo, y solía viajar a Buenos Aires para verlo jugar. 

Semanalmente le enviaban a Boscardin las revistas Gente, El Gráfico, Siete Días y el diario La Nación, que se leían con mucha avidez. Y El Gráfico era ansiosamente esperado por Watts, que era viudo y criaba a dos hijas. 

A pesar de que muchos de los nombres se borronearon en su memoria, contó que se hizo amigo de Ramón Miranda, un carpintero chileno que hacía las cruces blancas para el cementerio. De ese grupo recuerda a la esposa chilena del capitán del Monsunen, embarcación que tuvo un papel destacado durante la guerra. Dicho barco era llevado a Chile para realizarle el mantenimiento y así fue cómo su capitán la conoció. También mantenía una cordial relación con el jefe de los bomberos, vecino suyo. 

Fútbol en Malvinas. Se jugaba los fines de semana, y en la época en que estuvo Boscardin, había tres equipos. (Gentileza Boscardin) 

Gracias a los vuelos de LADE, los isleños podían disfrutar de frutas y verduras frescas. La carne que se consumía era de cordero. Cada dos días, la Falkland Island Company dejaba en una suerte de caja con mosquitero, que se colgaba en el frente de las casas, un cuarto de cordero. Si uno no lo quería, debía señalarlo con una nota en esa caja. Y a fin de mes se pagaba lo consumido. 

Se cuidaba de asistir a las tabernas y solo iba cuando llegaba alguna visita del continente. Tenía una a la vuelta de su casa, The Globe. Todas abrían a las 19 y cerraban a las 22. Se jugaba a los dardos y se tomaba, y mucho. Solían invitarlo y negarse era considerado un desaire. Ocurría que cuando Boscardin saboreaba el primer wkisky, sus acompañantes iban por el quinto. Entonces, para evitar una borrachera segura, llegaba quince minutos antes del cierre. 

De las noticias del exterior se enteraba por las pocas estaciones de radio que se sintonizaban, especialmente las chilenas y alguna uruguaya. Para hablar por teléfono -Boscardin figuraba en la guía telefónica local de 1981 con el número 253- se debía pedir la comunicación a la operadora, que podía demorar hasta una hora. En los meses de verano los isleños mataban el tedio asistiendo a las carreras de caballos. 

“Mañana recuperaremos Malvinas” 

Boscardin recuerda que el 1 de abril de 1982 a las 9 de la mañana fue un día espléndido, y él y Degese lo dedicaron a hacer tareas de mantenimiento. Gilobert pidió hablar con él en un lugar reservado. 

-Si no ocurre lo que voy a contarle, debe llevarse el secreto a la tumba -le advirtió el militar. Hizo una breve pausa y le anunció: mañana recuperaremos las Malvinas. 

Boscardin no podía creerlo. Lo primero que se le cruzó por la mente fueron los amigos que había hecho. Con Watts no tuvo problemas. El mismo 2 de abril se encontraron y ambos coincidieron que todo era un problema entre dos gobiernos y que su amistad iba más allá. 

-Hoy a la tarde debe ir al aeropuerto y verificar si hay marines -le indicó Gilobert ese 1 de abril. 

Inventó una excusa para ir un día que no debían hacerlo porque no llegaba ningún vuelo. Fueron con el motivo de cambiar los matafuegos, instalados juntos a los dos tanques de combustible de 25 mil litros. Vieron un número inusual de soldados ingleses apostados en los alrededores. 

El frente de la casa que ocupó Boscardin mientras vivió en Malvinas. Entonces, era una de las cuatro de material que existían en la capital. (Gentileza Boscardin)

Cuando regresó al pueblo, en la oficina de LADE volvió a encontrarse con el Vicecomodoro quien, en un tono cómplice, le dijo al pasar: 

-Se hace lo del departamento en Buenos Aires. 

Esa noche, no pudo conciliar el sueño. Tenía la orden de presentarse en el aeropuerto a las 8 de la mañana. Pero a las 4 golpearon a su puerta. Era un kelper que hablaba español porque había estudiado en La Plata y con el que jugaban al fútbol. “Venite, José, vamos al Town Hall. Y traete una toalla”. 

Aún hoy no comprende el porqué de la toalla. En el Town Hall, ubicado en un primer piso arriba del correo, ya estaban otros civiles. Pasadas las 5 y media ya se escucharon disparos. 

A partir de ese 2 de abril el personal civil pasó a depender de la Fuerza Aérea. La vida continuó normalmente, despachando combustible y cuando les asignaron tareas adicionales, hubo un refuerzo de personal. Se ocupaban de los aviones de LADE y Aerolíneas, empleados para el transporte de tropas. Junto a ellos trabajaba un Sargento de Ejército, Pedro Larrosa, quien falleció en el bombardeo del 1 de junio. 

Boscardin alojó al personal de Policía Militar -muchos de ellos de Bahía Blanca- en los galpones de YPF y su vida transcurrió en esas seis cuadras que lo separaban de la planta, que estaba junto al cementerio. 

Solía comprarles provisiones a los soldados argentinos, ya que éstos tenían prohibido ingresar a los comercios. Y años después se enteró que soldados del Regimiento 6, como fue el caso de Carlos Di Santo, de la compañía A, se llevaron del depósito de YPF tirantes y chapas acanaladas para reforzar su posición. 

Un largo adiós 

Cuando ocurrió la rendición, tramitó su partida de las islas. Le indicaron que debía esperar que primero embarcasen a los soldados. Mientras tanto, en su casa se amontonaron nueve civiles argentinos que esperaban irse. Nadie quería salir por temor a represalias y racionaron la comida que tenían. Por la ventana del living veían cómo los ingleses registraban a los soldados argentinos antes de embarcarlos. Todos los días los dueños de la casa, un matrimonio mayor, los presionaban para que la desalojasen. 

En esa casa también estaban Alejandro Betts y su esposa, que ocupaban el dormitorio principal. “No te podés quedar en las islas, la vas a pasar mal”, le aconsejó. Betts luego se radicó en Córdoba. 

El 22 de junio, representantes de la Cruz Roja vinieron a buscarlos. Solo debieron cruzar la calle y entrar al muelle. Salieron en dos tandas. Iban juntos y entre ellos, medio escondido, Alejandro Betts. Subieron a una lancha que los llevó hasta el Bahía Paraíso. De la cubierta del buque, tomó la última fotografía. 

El 24 al mediodía llegaron a Puerto Belgrano. Para su sorpresa, su familia y el personal de YPF lo estaban esperando para darle la bienvenida que merecía. 

Continuó trabajando en YPF en Ushuaia y Neuquén hasta comienzos de los 90. Nunca quiso regresar a las islas. Los que la visitaron le cuentan que la ciudad está cambiada. Nunca más habló con sus amistades kelpers. Incluso con Watts, con quien discutió amargamente el 14 de junio de 1982. 

Cuando se entera de que alguien viaja, le pide que tome una foto del frente de su casa, hoy ocupada por una oficina municipal, con mástil y bandera inglesa al frente. Esa casa que es lo último que vio al partir para siempre y que aún hoy le trae recuerdos de una experiencia única que nunca olvidará. 

Fuente: https://www.infobae.com 

22 de octubre de 2020

DISPUTA POR LAS ISLAS MALVINAS: DURO CONTRAPUNTO ENTRE LA ARGENTINA Y GRAN BRETAÑA EN LA OEA

La observadora de Gran Bretaña en el organismo cuestionó las medidas que tomó el Gobierno sobre pesca ilegal y los nuevos reclamos de soberanía 

Por Martín Dinatale

Alberto Fernández y Boris Johnson 

La aprobación por amplia mayoría de una resolución en la OEA de apoyo al reclamo argentino por la disputa de soberanía en las Islas Malvinas desató este miércoles un duro contrapunto diplomático ente Buenos Aires y Londres. Es que la Argentina cuestionó la tesitura de Gran Bretaña de no sentarse a dialogar en la ONU por el conflicto y objetó la presencia militar en el archipiélago, mientras que el Reino Unido insistió con su defensa por la ocupación en las islas y cuestionó al gobierno de Alberto Fernández por las recientes medidas económicas tomadas contra los isleños. 

La OEA aprobó una resolución que planteó la necesidad de que los gobiernos de la Argentina y del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte reanuden, “cuanto antes”, las negociaciones sobre la disputa de soberanía, con el objeto de encontrar una solución pacífica a esta prolongada controversia. Esta decisión fue avalada por la mayoría de los miembros de la OEA. 

Sin embargo, en medio del debate por otra resolución vinculada con las elecciones libres en Venezuela, la observadora de Gran Bretaña ante la OEA pidió la palabra para objetar la resolución aprobada y lanzó duros cuestionamientos al gobierno de Alberto Fernández en relación a su estrategia diplomática por la recuperación de las Malvinas. 

Wendy Morton (Foto: Parliament) 

La representante observadora del Reino Unido en la OEA, Wendy Morton, destacó que Gran Bretaña se muestra complacida por la cooperación que hay con la Argentina en relación a la apertura de una segunda línea área comercial entre las Islas Malvinas y el continente, destacó los trabajos conjuntos por la identificación de soldados argentinos enterrados en el cementerio de Darwin y la cooperación que entre ambos países se dio para la repatriación de ciudadanos de ambos estados varados en la región por la pandemia de COVID-19. Hasta allí todo iba tranquilo en el mensaje de Morton.  

Sin embargo, la delegada de Londres ante la OEA (es veedora ya que Gran Bretaña no es miembro de ese organismo) destacó que “lastimosamente la Argentina tomó medidas que han obstaculizado esta relación”. 

Así, enumeró las recientes acciones del gobierno de Alberto Fernández, como el incremento de las penalizaciones a la pesca ilegal en el Atlántico Sur, la ampliación de la plataforma continental submarina y la irrupción de los acuerdos de pesca con Gran Bretaña y los isleños que se habían dispuesto avanzar ambos países durante el gobierno de Mauricio Macri. 

“Esperamos que la Argentina pueda reconsiderar estas decisiones que tomó”, dijo la diplomática británica con tono molesto. De esta manera, Morton volvió a reiterar que “lastimosamente vemos que la Argentina toma pasos contrarios al camino andado”. 

Allí fue cuando la diplomática del Reino Unido se mantuvo firme en la histórica posición de Londres: “Seguiremos firmes en el derecho de Malvinas de definir su futuro. El Reino Unido no tiene dudas sobre su soberanía en las islas y las áreas marítimas circundantes y esos derechos están incluidos en la carta de ONU que defiende el derecho de desarrollo económico y social de un pueblo”. 

De esta manera, Morton planteó que la Argentina “debe respetar también las consideraciones vinculantes de autodeterminación” de los isleños y consideró que “no puede haber diálogo de soberanía (con la Argentina) si estas islas no son respetadas”. 

Así, Morton recordó el referéndum convocado por los isleños en 2011 en el que “se mandó un mensaje muy claro que el pueblo de las islas no quiere un diálogo” con la Argentina. Y recordó que muchas familias que viven allí vienen de nueve generaciones. 

“La relación del Reino Unido con ellos (por los isleños) no es colonialista porque el colonialismo se basa en una relación con una población distinta y este no es el caso”, remarcó Morton para rechazar el planteo permanente de la Argentina sobre la actitud de Londres. 

A la vez, hubo un pasaje que generó un fuerte malestar en el Gobierno. “La presencia militar en la zona es apropiada para defender el terreno”, sostuvo la diplomática británica al hacer una fuerte defensa de la presencia de más de 2.000 militares en la base de Mount Pleasant. Y solicitó que la OEA tome nota del reclamo de autodeterminación de los ciudadanos que viven hoy en las Malvinas. 

Dura respuesta 

Pablo Tettamanti (Foto: NA) 

El vicecanciller Pablo Tettamanti siguió por videoconferencia cada una de las palabras de la delegada de Gran Bretaña y cuando terminó su exposición pidió el micrófono para retrucar cada uno de sus mensajes. 

“La Argentina desea tener la mejor relación con el Reino Unido, pero nos resulta difícil entender cómo pueden ignorar que hay una disputa desde 1833 que fue la fecha en que el Reino Unido ocupó ilegalmente las Malvinas”, arrancó Tettamanti. 

De esta manera, el vicecanciller planteó que al gobierno argentino le llama la atención que no vea que esta no sea una “situación colonial” ya que Londres en 1945 incluyó a las Malvinas como un territorio bajo su control. 

“Esperamos que podamos empezar a negociar con Gran Bretaña por la disputa por la soberanía argentina en el ámbito de Naciones Unidas. Pero los argumentos que nos traen no son novedosos e ignoran cómo resolver la disputa en el ámbito de la ONU”, dijo, en tono también molesto, el segundo de Felipe Solá. 

En este contexto, Tettamanti pidió ante la OEA que Gran Bretaña no tome medidas individuales hasta tanto se haya resuelto la disputa. 

El tramo más duro del mensaje diplomático argentino fue cuando Tettamanti hizo referencia a la “presencia militar defensiva” de Gran Bretaña en las Malvinas. “No voy a hacer los números relacionados en la capacidad militar de la Argentina y la capacidad militar del Reino Unido, como no haré referencia a la capacidad nuclear de esas fuerzas británicas”, lanzó el vicecanciller. Se refería a las denuncias que hizo el Gobierno vinculadas a los buques con supuesta capacidad nuclear que están en las Malvinas y la fuerte presencia de soldados allí. 

A la vez, el vicecanciller objetó la legalidad del referéndum llamado por los isleños ya que fue “unilateral” y “nunca estuvo auspiciado por la ONU como se hace generalmente”. Para enviar también un mensaje a los isleños Tettamanti destacó que “la Argentina no ignora a los habitantes de las islas porque en la Constitución se compromete a llegar a un acuerdo”. 

Sin embargo, el diplomático argentino reiteró que “no tenemos dudas de la soberanía en Malvinas y los espacios marítimos circundantes. Queremos una buena relación con Gran Bretaña, pero las relaciones no van a ser perfectas si no se discute este tema”. 

Alberto Fernández (Foto: EFE) 

No hubo posibilidad ni intenciones de una respuesta por parte de la delegada de Londres en la OEA. 

Todo esto se dio hoy luego de que la Asamblea adoptó por aclamación la Declaración sobre la Cuestión de las Islas Malvinas, reafirmando, una vez más, la necesidad de que los Gobiernos de la Argentina y del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte reanuden las negociaciones sobre la disputa de soberanía, con el objeto de encontrar una solución pacífica a esta prolongada controversia. 

La declaración aprobada durante la 50a Asamblea General de OEA, renueva el constante apoyo de la región a la Cuestión Malvinas y reitera que resolver la disputa de soberanía entre los dos países sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur y los espacios marítimos circundantes continúa siendo un tema de permanente interés hemisférico. 

En ese contexto, el canciller Felipe Solá agradeció “a los países del hemisferio su continua solidaridad” y reiteró que “la recuperación del ejercicio pleno de la soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur y los espacios marítimos circundantes, respetando el modo de vida de sus habitantes y conforme al derecho internacional, es un objetivo permanente e irrenunciable que está consagrado en la Constitución Nacional y constituye una Política de Estado”. 

En tanto, el Secretario de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur de la Cancillería, Daniel Filmus, destacó que “el apoyo en la cuestión Malvinas adoptado por la OEA es una clara muestra de que se trata de una causa regional, no sólo de la Argentina” y remarcó que este año “nuestro país logró un avance histórico para consolidar la soberanía sobre las islas luego de que el Congreso Nacional sancionó por unanimidad la ley, impulsada por el presidente Alberto Fernández, de creación del Consejo Nacional de Asuntos Relativos a las Malvinas, una instancia plural que tendrá el objetivo de trazar y sostener políticas de Estado a mediano y largo plazo”. 

Fuente: https://www.infobae.com

19 de octubre de 2020

ISLAS MALVINAS ISLAS MALVINAS – LA CONVENCIÓN DE PAZ DE 1849

 

Por Stephen Potts (*)

 

El Tratado: 

Los argentinos ahora niegan que la Convención de Paz, firmada entre el Reino Unido y la Confederación Argentina y que fuera ratificada en 1850, pudiera afectar de alguna manera a las Islas Malvinas, pero muchos autores sostienen todo lo contrario. El propósito primordial del tratado era poner fin al bloqueo Anglo-Francés al Rio de La Plata. Aunque no se hace mención en el mismo a las Islas Malvinas en el tratado, su preámbulo claramente dictamina que es una: “Convención para el restablecimiento de relaciones perfectas de Amistad entre Su Majestad Británica y la Confederación Argentina”. 

Fue firmada en Buenos Aires el 24 de noviembre de 1849, se intercambiaron ratificaciones el 15 de mayo de 1850. (ver Convention of Peace Treaty, British and Foreign State Papers 1848-1849) 

Leyes sobre Tratados, la Convención de Paz y las Islas Malvinas: 

Es un principio legal que cualquier tierra o territorio no mencionado en un tratado de paz, permanece con la parte que lo posee. La ley vigente y aplicable en esos tiempos establecía que: “Un tratado de paz deja todo en el estado en que se encontraba a menos que se haya estipulado expresamente lo contrario. El estado de posesión se mantiene, excepto lo que sea alterado por el tratado. Si no se menciona nada sobre tierras conquistadas, ellas permanecen en manos de sus conquistadores y este título no puede ser desafiado después en el futuro” (ver Elements of International Law: With a Sketch of the History of the Science, Wheaton, H.1836, p288 and Elements of International Law, Halleck, H.W., 1866, p353). 

La ley Internacional de Tratados está determinada por la Ley de Tratados de Viena, 1969. Artículo 31 (3) dice: 

"Se tendrán en cuenta, conjuntamente con el contexto, (c) Cualquier ley internacional relevante, aplicable a las relaciones entre las partes. (ver Vienna Convention Law on Treaties, Article 31(3) C, 1969.) Con respecto a la interpretación del párrafo (c) el Profesor Lindefalk escribe, “Si se puede mostrar que la cosa interpretada es una expresión genérica a que se refieren las partes asumiendo que es alterable, entonces el factor decisivo para la determinación del significado de “leyes internacionales relevantes” será la ley que se aplicaba en los momentos de la interpretación. En todos otros casos, el factor decisivo será la ley aplicable en los tiempos en que el tratado fuera concluido”. (Ver On the Meaning of Treaties, Linderfalk, U. p182, 2007). 

El principio de la ley en los momentos de firmarse el tratado es también relevante. Sir Gerald Fitzmaurice en “The Law and Procedure of the Interational Courts of Justice” escribe, “En un número considerable de casos, los derechos de los estados (y más específicamente partes en disputas internacionales) derivan o dependen de derechos, o de una situación existente en algún momento en el pasado, o en algún tratado concluido en algún tiempo remoto del pasado… ahora puede ser considerado como principio de derecho internacional establecido que en tales casos la situación cuestionada se debe evaluar y el tratado interpretarlo, a la luz de las reglas de derecho internacional tal cual existía en esos momentos y no de la forma en que existen hoy”. (ver On the Interpretation of Treaties, The Modern International Law as Expressed in the 1969 Vienna Convention on the Law of Treaties, Springer, 2007, citando a, Sir Gerald Fitzmaurice en “the Law and Procedure of the International Courts of Justice” British Yearbook of International Law, 1953, vol 30, No 1 p 5). 

El principio mencionado arriba fue adoptado por el Instituto de Ley Internacional en 1975 cuando adoptaron la siguiente resolución: Cualquier interpretación de un tratado debe de tomar en cuenta todas las reglas relevantes de ley internacional aplicables a las partes en el momento de su aplicación. (ver The Institute of International Law, The Inter-temporal Problem in Public International Law, Sessions of Wiesbaded, 11 August 1975, p2). 

Lo anterior fue apoyado por el Vice Presidente Weeramantry en el caso: ICJ Danube Dam Case 1997, cuando dijo que “Se puede observar que no estamos aquí tratando cuestiones de validez del Tratado que son una consecuencia determinada por los principios aplicables en los tiempos del Tratado” (ver ICJ Danube Dam Case, Separate Opinion of Vice-President Weeramantry, 25 Sept 1996, p112, para 2.) 

Las palabras del Tratado: 

“Convencion para el restablecimiento de Relaciones perfectas de amistad, entre Su Británica Majestad y la Confederación Argentina”, son las palabras del preámbulo del tratado. En el caso de la Corte Internacional entre Libia y Chad se asevera que con respecto al significado del texto: “un tratado debe ser interpretado de buena fe y de acuerdo al significado ordinario que se da a su terminología dentro de su contexto y a la luz de sus obligaciones y su propósito. La interpretación debe basarse sobre todo en las palabras del tratado”. (ver ICJ Reports, 1994, Libya/Chad, Judgment, p21-22, para 41). 

Originalmente el tratado fue designado: “La Convención de Paz” por ambas partes: El Reino Unido y Argentina:

“Noviembre 24, la Cámara de Representantes autoriza al Gobernador Rosas a ratificar la convención de paz entre la Confederación Argentina y el Reino Unido de Gran Bretaña”, cuando fue presentada la ratificación Británica. El Tratado es reconocido como una Convención de Paz, firmada por los ministros plenipotenciarios de la Confederación y del Reino Unido” (ver Falklands Wars – the History of the Falkland Islands, R. Lorton, 2012, p 190). Este hecho confirma que era de hecho un tratado de paz y que ambas partes interpretaban que era para poner fin a todas las diferencias pendientes. 

Cuatro fuentes de habla castellana confirman que la convención de hecho puso fin a la disputa sobre las Islas Malvinas y que además puso fin a los reclamos de Argentina: 

Opiniones: 

Carlos Pereyra

El diplomático e historiador mejicano Carlos Pereyra, en su libro Rosas Y Thiers – “La diplomacia europea en el Rio de la Plata” (1838 – 1850) publicado en Madrid 1919, dice que él cree que Rosas (Jefe de Estado argentino) estaba predispuesto a comprar la partida de la flota británica del Rio de la Plata cediendo los reclamos de Argentina a las Islas Malvinas (página 202). Agrega que además que el artículo octavo - no escrito - era que el Reino Unido se quedaba con las Islas Malvinas (página 206) de La Diplomacia Europea en el Rio de la Plata 1835-1850, Carlos Pereyra, 1919, 202 y 206). 

Absalón Rojas:

El 19 de Julio de 1950, el diputado Absalón Rojas, en la Cámara de Diputados (cámara baja del Congreso) declara que él claramente piensa que la convención debería haber mencionado a las Malvinas para excluirlas, pero que no fue así. A continuación, dice en el registro oficial que esto tal vez no haya perjudicado judicialmente al reclamo argentino, pero que en realidad lo ha hecho (Cámara de Diputados de la Nación Absalón Rojas, 1950, p1096 y 1097) 

Ernesto Fitte:

El conocido historiador argentino Ernesto Fitte también escribió sobre la convención de 1849/50 en su libro “Crónicas del Atlantico Sur”, publicado en 1974, él sugiere que Rosas (cabeza de Estado de Argentina) “se olvidó” de mencionar a las Malvinas en 1849 cuando hizo la paz con el Reino Unido. Hay amplia cantidad de evidencia de que Rosas no se olvidó de las Islas Malvinas. La disputa sobre las Islas Malvinas era mencionada a menudo en esos tiempos. Además, el “parrafito” en el que mencionaba a las Islas Malvinas anualmente en su mensaje al Congreso, cesaron estas protestas después del tratado 1849/1850, así es que esta costumbre dejó de ser convencional hasta su restablecimiento en 1941 (Crónicas del Atlántico Sur, Ernesto Fitte, 1974, p 250). 

Juan José Cresto: 

El Sr. Cresto fue Presidente de la Academia de Historia Argentina en 2011 y en su libro publicado ese año “Historia de las Islas Malvinas” el escribió, “El 27 de agosto de 1849 (en realidad fue el 24 de noviembre de 1849) Rosas firmó el tratado de amistad con la Reina Victoria. Allí dice que “Bajo esta convención queda restablecida la amistad perfecta entre el gobierno de Su Británica Majestad y el gobierno de la Confederación argentina”. “En ningún artículo ni detalle en el documento se encuentra alguna provisión para la restitución de las islas que fueran usurpadas con iniquidad”. (Página 433). Cresto claramente piensa que Rosas entregó las Malvinas por haber fallado en reservarlas como excepción en el tratado de la convención 1849/1850 con el Reino Unido. En la parte inferior de página 433, Cresto hace referencia a la protesta de Moreno, embajador argentino en el Reino Unido que hizo a Palmerston el 31 de Julio de 1849, sin una sola sugerencia que el eximia a las Islas Malvinas de la convención. (Historia de las Islas Malvinas, Juan Jose Cresto, 2011, p 433). 

Lord Palmerston: 

En el “Daily News” de Julio 28 – 1849 se reporta sobre los asuntos de la Cámara de los Comunes de Julio 27 – 1849 y un debate entre el Sr. H Baillie M P (Miembro del Parlamento por Inverness), y Lord Palmerston, Secretario de Estado de Relaciones Exteriores.

El Sr. H. Baillie, pregunto si era cierto que el Gobierno de Buenos Aires había reclamado a las Islas Malvinas, y, de ser así, ¿que se había hecho al respecto?

El Vizconde Palmerston dijo que “había habido un reclamo un tiempo atrás, el cual había sido resistido por el gobierno británico. Gran Bretaña siempre ha negado el reclamo de España, y el gobierno no se inclinaba a ceder a Buenos Aires aquello que le negó a España. Como consecuencia unos diez o doce años antes los británicos habían tomado posesión las Islas Malvinas y desde entonces siempre ha habido una presencia suya allí. Él pensaba que, bajo las circunstancias, el caballero honorable podría ver que no tendría sentido resucitar las comunicaciones que habían cesado con el consentimiento de ambas partes. De hecho, durante los últimos diez o doce años habían ocupado a las Islas Malvinas como posesión de la Corona Británica.” (ver Palmerston, House of Commons, reported in the Daily News, 28th July 1849).

La respuesta de Palmerston a Baillie también fue reportada en forma idéntica en el diario “The Times” de Julio 28 1849 (ver Palmerston, House of Commons, reported in The Times, 28th July 1849).

Aunque los comentarios de Lord Palmerston fueron hechos en la Casa de los Comunes, no todos los comentarios hechos en la cámara eran registrados como se hace hoy. De los comentarios de Palmerston es evidente que él sabía que la Convención trataba del fin de los reclamos de la Argentina a las Islas Malvinas. 

¿Convención o Tratado? 

Otro argumento contrario es que la Convención de Paz, también conocido como Tratado de Arana-Southern no era un tratado de paz, solo una convención. Este argumento puede ser desestimado con facilidad ya que el uso de “convención” tenía uso regular para describir acuerdos bilaterales, pero en el presente se usa más bien para describir tratados formales multilaterales consistentes de una gran cantidad de signatarios. (ver Treaty Handbook, Section of the Office of Legal Affairs, UN, P64 Glossary). Ejemplos del uso del término “Convención” como de tratados de paz en las convenciones del Siglo XIX: 

“La Convención de 1814 de Moss” que reglamentara el cese de fuego en la guerra Suecia / Noruega; “La Convención de Kütahya 1833 conocida además como el Acuerdo de Paz de Kütahya que puso fin a la guerra entre Egipto y el Imperio Otomano. “La Convención de paz y amistad de 1860 que puso fin a la segunda guerra del opio". (ver Encyclopaedia-the Free Dictionary; History Database, Convention of Kütahya facts on line; 1860, Beijing Convention – Britain China External Relations – a History). 

Consentimiento y Exclusión (Aquiesencia y Estoppel) 

Una vez firmada la Convención de paz se notaron dos importantes factores. (i) Los oficiales argentinos hicieron declaraciones de consentimiento y (ii) El Gobierno de la Argentina no cuestionó la soberanía de las Islas Malvinas por muchos años.

Con respecto a al aquiesencia o consentimiento:

El 1° de mayo de 1865 el Presidente Mitre declaró ante el Congreso Argentino que “no había ningún impedimento para evitar la consolidación de relaciones amistosas entre nuestros gobiernos (Reino Unido y Francia). (ver Falkland Islands, South Georgia, the South Sandwich Islands, the History, Lorton R. citando a “Los Mensajes 1810-1910, Heraclio Mabragana, Buenos Aires, 1910, vol III, p 227).

Está muy claro y de acuerdo a las declaraciones del Presidente Mitre que Argentina no disputaba la posesión de las Islas Malvinas por parte del Reino Unido.

El 1° de mayo de 1866, el Vice Presidente Paz abría el Congreso de Argentina y se refirió a la vieja disputa con algunos ciudadanos británicos y declara que “El Gobierno Británico ha aceptado que el Presidente de Chile como árbitro en los reclamos pendientes con la República Argentina por daños sufridos por súbditos ingleses en 1845. Este asunto que es el único pendiente entre nosotros y la Nación Británica, todavía no ha sido resuelto”. (ver Falkland Islands, South Georgia, The South Sandwich Islands, the History, by Roger Lorton citando a “British and Foreign State Papers 1866-1867, p1007)

Obviamente, el Vicepresidente Paz no tenía problemas con la posesión Británica de las Islas Malvinas.

Es además digno de destacar que la primera Constitución Argentina de 1853; adoptada en 1862 y cuya representación estaba definida en base territorial de sus miembros, en ningún momento menciona a las Islas Malvinas. (ver Getting it Right: The Real History of the Falklands / Malvinas, Pascoe & Pepper 2008, p 31 & Comparative Constitutions Project, Argentina’s Constituton of 1853 with Amendments through 1860, 25 Sept 1860, International Bureau of the American Republics, 1906).

Además de todo lo ya mencionado, el 1° de mayo de 1869, en su mensaje al Congreso Argentino, el Presidente de Argentina Domingo Faustino Sarmiento anuncia que “Nada es reclamado de nosotros por otras naciones; no tenemos nada que reclamar a ellas excepto que perseveren en manifestar su simpatía al gobierno y al pueblo argentino que han honrado a la Republica, por su progreso y su sentido justicia.” (ver Heraclio Mabragana, 1910, VolumenIII, p 268, citado en “Falkland Islands, South Georgia, the South Sandwich Islands, the History, R. Lorton). Del mismo modo se aprecia que el Presidente Sarmiento en su declaración comparte la posición de que la Argentina no tenía ambiciones con respecto a la soberanía de las Islas Malvinas.

Las declaraciones consensuales o de aquiesencia anteriores se pueden vincular a su vez a la regla de exclusión (Estoppel) resaltada en el status legal de la Groenlandia Oriental en el caso de 1933. Aquí la Corte Permanente de Justicia Internacional determinó que era para detrimento de Noruega que no podía objetar la soberanía de Dinamarca a la Groenlandia Oriental ya que un oficial noruego había hecho una declaración inconsistente con tal reclamo. (ver Legal Status of Eastern Greenland, PCU, p 70) 

Ausencia de Protestas: 

Habiendo protestada la presencia británica en las Islas Malvinas en 1833, 1834, 1841 y 1849, la Argentina no volvió a protestar diplomáticamente por las Islas Malvinas hasta 1888. Un intento de reabrir la cuestión de soberanía se hizo en 1884 por medio de la introducción de un mapa proponía poner a las Islas Malvinas dentro del territorio nacional de la Argentina, pero ante protestas del Reino Unido desistió la Argentina de hacer esto. Desde entonces hasta 1941 no se tocó más el problema de la soberanía de las Islas Malvinas en el Congreso. (ver Falkland Islands, South Georgia, The South Sandwich Islands, the History, R. Lorton). 

El Ministro de Relaciones Exteriores José Luis Murature declaró que específicamente no había habido protestas argentinas sobre las Islas Malvinas desde 1888 y lo declaró en 1914 y otra vez en 1915. La colección de protestas argentinas de Alfredo Becerra no contiene ni incluye documentos entre 1888 y 1919 (31 años), y aquella oportunidad de 1919 es una comunicación puramente interna de Argentina. (ver Getting it Right: The Real History of the Falklands / Malvinas, Pascoe & Pepper 2008, p 24 citando Alfredo Becerra, protestas por Malvinas (1833 – 1946), Buenos Aires 1998). 

Un silencio de 31 años ha sido considerado suficiente para poder probar consentimiento o aquiescencia. (Opinión separada del Juez Ajibola, ICJ Libya/Chad Territorial Dispute, 3 Feb 1994, P81 & 90, paras 110 & 129).

 

(*) Jurist, historical and political researcher focusing on the Falklands and Gibraltar

 

Fuente: https://www.academia.edu

LA CUESTIÓN MALVINAS EN EL TRATADO ARANA-SOUTHERN

Por Enrique Aramburu 

Nuestro país tiene una larga historia de amistad y cooperación con Inglaterra, no obstante, la vieja disputa por la soberanía sobre las islas Malvinas. No hay por qué pelearse por unas islas; el Reino Unido las debe devolver y así se acabaría la “cuestión Malvinas”. De paso recuerdo que la cuestión “Malvinas” es la de a quién corresponde la soberanía sobre tres archipiélagos del Atlántico Sudoccidental al norte del paralelo de 60 grados sur, Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich. El cuarto, la Tierra del Fuego, por suerte no está ya disputado. 

A raíz de un artículo de la Dra. Hortensia Gutiérrez Posse[1] se me ocurrió revisar los tratados anteriores a 1966 entre la Argentina y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, lo que dio origen a un trabajo[2] que leí en las jornadas “Gibraltar-Malvins: semejanzas y diferencias” en abril en la Facultad de Derecho. Tomo de allí una parte para, un poquito más elaborada, exponerla ante ustedes. 

Sobre el método 

En ese momento me manejé con los tratados que están en el sitio web oficial de la cancillería argentina. Los tratados entre nuestros dos países son en total sesenta y nueve y de la más variada índole; se refieren a objetos de lo más dispares: servicio militar, encomiendas postales, amistad, comercio, navegación marítima y aérea, concesión de créditos, etcétera. 

Tomé sólo los tratados que no figuran como extinguidos, descartando éstos últimos; por más que la mención en ellos a la cuestión Malvinas o aunque sea solamente a las islas, pudiera tener un valor histórico.[3] 

Hago una diferencia que veremos se aplica aquí también: una cosa son menciones a las islas y otra la cuestión Malvinas en un tratado, i. e. cuando esta cuestión constituye su objeto o es fin del tratado. En efecto, una simple mención (o su falta) no puede constituir título. Es más bien un olvido o un efecto no querido que una renuncia o una declaración de la voluntad del Estado. Quizás desde el punto de vista histórico, es decir, a los efectos políticos, pueda tener algún valor demostrativo de la consideración en que era tenida la cuestión por tal o cual gobierno o generación argentina … o británica.[4] 

En este sentido es importante la metodología que usemos y la diferencia que hay en tratar el asunto desde un punto de vista legal o desde un punto de vista histórico. Por razones obvias, nos interesa el primero; aunque éste de hoy es más un trabajo de tipo histórico por la época considerada. 

Los tratados anteriores al Arana-Southern 

Todos los tratados que consideramos en su oportunidad reúnen los requisitos enunciados por Gutiérrez Posse en su artículo; en efecto, desde que “la forma en nada altera su naturaleza jurídica, las normas de derecho relativas a la validez, la eficacia y los efectos, la ejecución y el compelimiento, la interpretación y la extinción, se aplican por igual a toda clase de acuerdos internacionales”.[5] 

De esta manera los consideramos aquí y por supuesto con la regla de oro de su interpretación: el artículo 31 de la Convención de Viena.[6] 

Tenemos así el nombramiento de cónsul de 1823, que sería el primer tratado entre Gran Bretaña y Argentina; ya que el 15 de diciembre de 1823 el gobierno del Estado de Buenos Aires prestó aquiescencia contestando la carta patente dirigida por George Canning al Ministro de Gobierno por la que nombraba en tal calidad a Woodbine Parish, Esq. Es considerado el reconocimiento de la independencia de la Argentina por parte del Reino Unido. 

Luego seguirían la convención postal de 1824,[7] el tratado de Amistad, Comercio y Navegación de 1825, las conferencias de 1827 (tres conferencias sobre la paz con el Brasil entre el representante de Su Majestad Británica, lord Ponsonby, y el delegado argentino, Domingo Olivera),[8] la compensación por daños sufridos en la guerra con el Brasil (acuerdo para atender los reclamos de súbditos británicos que buscaban compensación por daños[9] provocados por naves al servicio del gobierno de Buenos Aires en la guerra con Brasil) y el protocolo de la Conferencia sobre Tráfico de Esclavos. 

Llegamos luego a la convención de 1849, que fue negociada por Howden en 1848 y Southern en 1849, firmada por Southern y el ministro de relaciones exteriores de la confederación, Arana, y ratificada en 1850 por la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires. 

Después se firmaron muchos acuerdos más; yo tengo registrados veintitrés posteriores, entre ellos el tratado para la navegación de los ríos Paraná y Uruguay, los arreglos de 1862 para el pago de la deuda, el convenio de 25 de enero de 1864, el convenio de arbitraje de 1864, la convención para regularizar las comunicaciones postales, el convenio de aumento de peso postal y un largo etcétera. Como se ve, la materia es muy variada y las fechas se suceden sin solución de continuidad. 

El tratado Arana-Southern 

O convención Southern – Arana, como lo llaman Saldías y otros, cuyo verdadero nombre es “Convención para restablecer las perfectas relaciones de amistad entre la Confederación Argentina y Su Majestad Británica”. 

Llama la atención por una aparente generalidad; no aparece en todo el tratado la cuestión Malvinas ni mención alguna a las islas, por lo que ha sido invocado como una fuente formal del abandono del reclamo argentino después de la toma de las Malvinas por la fuerza. 

Dicen, por ejemplo Absalón Rojas en su intervención parlamentaria del 16 de julio de 1950 que “Rosas [no] se acordó de reclamar las Malvinas”[10] o Pascoe y Pepper, que manejan bibliografía argentina, y mucha: “The Convention of Settlement[11] ended Argentina´s protests over the Falklands”.[12] Éstos últimos autores dan luego a entender que a partir de ahí la Argentina no reclamó más el atropello de 1833 porque abandonó la pretensión a las islas y nunca más se mencionó el tema en los mensajes presidenciales al Congreso. [13] 

El texto del tratado no deja lugar a ambigüedades: con su firma se pone fin a las desavenencias entre ambos países, se concluyen "las diferencias existentes" y restablecen "las perfectas relaciones de amistad" entre ambas naciones. Las diferencias que separaban la Argentina (la provincia de Buenos Aires en aquel momento) de Gran Bretaña “que han interrumpido las relaciones …;”[14] eran las surgidas por la intervención británica en el Río de la Plata. La cuestión Malvinas, aunque había sido permanentemente invocada por el gobernador en tiempos de relaciones normales, no las había interrumpido jamás. 

Declara en el preámbulo del tratado el gobierno de S. M. no tener objeto separado o interesado a la vista al firmar la convención como no sea ver “seguramente establecida la paz y la independencia de los Estados del Río de la Plata[15] 

Como señala J. W. Cooke,[16] en el tratado que nos ocupa no se dice nada de la cuestión Malvinas. Yo agrego que tampoco se dijo nada durante la negociación; y pero agrego también que sí se dijo algo luego de la firma: es la salvedad que hace Rosas ante la Junta de Representantes en su mensaje cuando solicita la aprobación de lo actuado y la consecuente aprobación del tratado y dice específicamente que le agrada saber el “satisfactorio resultado que había tenido su reclamo, en lo respectivo al verdadero estado de la cuestión”.[17] Ya veremos el significado de la expresión “verdadero estado de la cuestión”. 

El mensaje de 1849 a la Junta de Representantes 

El objeto del tratado está en el mensaje del Ejecutivo a la Junta de Representantes de la Provincia de Buenos Aires: se le expresó a Southern que “era impulsado también el Gobierno del vivo deseo de corresponder al de S. M. el espíritu de moderación y concordia que había desplegado en estos últimos tiempos en la cuestión del Plata”.[18] 

El mensaje a la legislatura primero relata las negociaciones para el tratado que pondría fin a la cuestión del Plata, el tema del nombramiento del cónsul y la accesión a negociaciones confidenciales, después sigue relatando lo actuado por el Ejecutivo en su relación con Gran Bretaña: privilegios a los paquetes, arreglo del tema de la barca “Manuelita” en relación con el tratado del 2 de febrero de 1825 en su artículo 7º, el libelo de la revista del obispo de Melipotamos, vicario apostólico en Londres,[19]  la venta a la Baring de la concesión por quince años del guano de todas las islas y costas patagónicas y el abastecimiento de carbón mineral.

Hasta ahí nada dice de las islas el mensaje, pero a partir de aquí precisamente hace una síntesis de la cuestión Malvinas para terminar expresando a la Junta de Representantes el agrado del gobierno dado el reconocimiento hecho a Moreno por lord Palmerston del estado en que estaba la cuestión Malvinas entre los dos países. A saber: tal como éste lo había expresado[20] en su nota del 31 de julio de 1849, plena época de negociación del tratado. Por lo tanto pide el Gobernador a la Junta que se pronuncie sobre “si el Gobierno debe o no ratificar la anunciada Convención”.[21] 

A propósito del valor de este “estado de la cuestión”, no es ocioso recordar que cuando se retoman las protestas expresas ante el Reino Unido,[22] el memorandum que acompaña la nota del 2 de enero de 1885 del canciller Ortiz al Ministro Monson funda los “indisputables derechos a la soberanía de las islas Malvinas como parte integrante del territorio nacional” […] “en la formal protesta que tiene pendiente, según la declaración dada a su representante en Londres, en 1849”.[23] 

No había sido Rosas el único ni el primero en mencionar la cuestión; ya lo había hecho Juan José Viamonte cuando le tocó gobernar la provincia. Dijo el 7 de mayo de 1834 a la Legislatura reunida “al mismo tiempo es sensible al gobierno anunciaros que la protesta dirigida por el ministro argentino en la corte de Londres, sobre la ocupación de aquellas islas por fuerzas inglesas, no ha sido contestada satisfactoriamente pero el gobierno, confiado en la ilustración y justicia del gabinete británico, no menos que en la claridad de los derechos de esta república, no desiste de su empeño”.[24] 

En cuanto a los mensajes del Ejecutivo al Congreso, en los que no se mencionó más la cuestión hasta 1946 según Pascoe y Pepper, lo que probaría el abandono del reclamo, tenemos dos cosas: una, que en 1851 el Gobernador es eximido por ley por la Junta de Representantes de dar su mensaje por la situación de guerra interna.[25] Dice la Legislatura en su ley del 9 de diciembre de 1851: 

“Art. 1º: Queda exonerado el Exmo. Señor Gobernador y Capitán General de la Provincia, Jefe Supremo de la Confederación Argentina, Brigadier D. Juan Manuel de Rosas, del deber de presentar el Mensaje y presupuesto que anualmente ha presentado durante su actual administración en el día 1º de cada año.”[26] 

Faltaría ver qué pasó, si es que se dio, con el mensaje de 1850, que no está en el Archivo General de la Nación. 

Ya en tiempos constitucionales modernos, en el “Mensaje a la segunda legislatura constitucional del Estado de Buenos Aires”, el titular del Poder Ejecutivo no dice nada al respecto. Como las islas formaban parte del territorio de la provincia en aquél momento, es ocioso buscar el tema en los mensajes de la Confederación; de modo que hasta 1860 no tienen por qué aparecer. Sin embargo de lo cual, aparece en los mensajes de los ministros del Poder Ejecutivo al Congreso.[27] 

Volviendo al tratado, finalmente, el hecho de que se requiriera la conformidad de Oribe, “condición indispensable”[28] para aprobarlo, da la exacta dimensión de su alcance. 

Hallazgos 

Además de las citas y la bibliografía encontramos un par de cosas interesantes.

Como hemos visto arriba, el objeto del tratado es la cuestión del Plata, no la cuestión Malvinas. 

Vimos en nuestro recorrido por la bibliografía la crítica parlamentaria del diputado Absalón Rojas, que habría dado pie a la interpretación de Pascoe y Pepper. 

Encontramos también el mensaje de 1849 del gobernador Rosas a la Legislatura,[29] la falta oficial de mensaje de 1851 y la falta, por lo menos en la bibliografía, del de 1850. La ausencia de menciones se explicaría por la guerra interna o por las urgencias de tomar determinadas políticas; o por ambas cosas. 

¿Y cuáles son las consecuencias de estos hallazgos? 

Conclusiones 

En principio se puede decir que el trabajo de los que sostienen que esta falta de alusión a las islas es prueba de que la Argentina había dejado el reclamo es muy amateur, por decir lo menos, y lo mismo los que lo realizan. O tienen muy malas intenciones. 

Otra conclusión es que se habían interrumpido las relaciones normales y mediante esta convención quedaba restablecida “la perfecta amistad entre el Gobierno de la Confederación y el de S. M. B., á su anterior estado de buena inteligencia y cordialidad”,[30] lo que no implica necesariamente que hubiesen dejado de existir otras cuestiones no abordadas en su materia y que no eran consideradas tan graves como para interrumpir las relaciones. 

Segundo, ante la objeción de que se omitió la cuestión Malvinas en el texto,[31] ya sea como reserva, declaración o dentro del cuerpo mismo del tratado, lo mismo se podría decir de todos los demás tratados firmados entre la Argentina y el Reino Unido. Extremando esta postura no podríamos haber tenido relaciones normales con el Reino Unido a partir de 1833. Postura quizás balanceada por la otra de no recordar la disputa con el Reino Unido, pase lo que pase. 

Quedaría por ver, no tenemos acceso a ello, la situación en el Parlamento británico respecto del tratado que consideramos. Recordemos que el principio constitucional británico supremo es precisamente la preeminencia del Parlamento sobre todos los poderes del Estado británico. 

Un buen tema de investigación archivística o de hemeroteca sería encontrar el mensaje del año 1850, si es que existe, y comprobar si en él se hace o no referencia a la cuestión con Gran Bretaña. Por cierto, que, por lo dicho arriba, se puede concluir que, de todas maneras, en tanto Rosas en su mensaje de 1849 aclara muy bien la cuestión, no sería necesario recurrir a él para demostrar que la cuestión quedaba expresamente afuera del tratado de 1849. 

Bibliografía 

  • Cisneros, Andrés y Escudé, Carlos (dirs.). Historia general de las relaciones exteriores de la República Argentina. Bs. As., Grupo Editor Latinoamericano, 1998, t. VI.
  • Cooke, John W. Acción parlamentaria. Bs. As., Colihue, 2007.
  • Mulhall, Michael G. The English in South America. Bs. As., Standard Office, 1878.
  • Mulhall, Michael G. y Mulhall, E. T. Handbook of the River Plate. Bs. As., Standard Court, 1892. [Tiene una linda descripción de las Malvinas, con dos cosas interesantes: el estrecho dice que se llama Carlisle y las ovejas pobladoras, que llevó Lafone, son Cheviot cruza con merino argentino, supongo las de Colonia, traídas por Gutiérrez?]
  • Gutiérrez Posse, Hortensia D. T. “La cuestión Malvinas en el contexto del derecho de  los tratados” en Canclini de Figueroa, Judith A. y Jalabe, Silvia R. (coords.). Década de encuentro. Argentina y Gran Bretaña 1989-1999. Bs. As., Grupo Editor Latinoamericano, 2001.
  • Hernández, José. Las islas Malvinas. Bs. As., Joaquín Gil, 1952.
  • Mabragaña, Heraclio. Los mensajes. Historia del desenvolvimiento de la Nación Argentina redactada cronológicamente por sus gobernantes. Bs. As., Comisión Nacional del Centenario, 1910. Tomo II.
  • Muñoz Azpiri, José. Historia completa de las Malvinas. Bs. As., Oriente, 1966.
  • Pascoe, Graham y Pepper, Peter.[] Getting it Right: the real history of the Falklands/Malvinas. En: http://www.britishempire.co.uk/maproom/falkland/ gettingitright.pdf. Bajado el 8.4.12.
  • Poder Ejecutivo Nacional. Mensaje a la segunda legislatura constitucional del Estado de Buenos Aires. Bs. As., La Tribuna, 1855.
  • Registro Oficial del Gobierno de Buenos Aires. Bs. As., Imprenta del Estado, 1849. Tomo XXVIII.
  • Rojas, Absalón. Rosas y las Malvinas. Buenos Aires, Ed. del Autor, 1950.
  • Saldías, Adolfo. Historia de la Confederación Argentina. Bs. As., Félix Lajouane Editor, 1892.
  • Visiconte, Mario. “Las islas Malvinas y Juan Manuel de Rosas” en Nuestra historia, Nº 37-38, Buenos Aires, diciembre 1991.

 

Fuente: https://www.academia.edu



[1] Gutiérrez Posse, Hortensia D. T. “La cuestión Malvinas en el contexto del derecho de los tratados” en Canclini de Figueroa, Judith A. y Jalabe, Silvia R. (coords.). Década de encuentro. Argentina y Gran Bretaña 1989-1999. Bs. As., Grupo Editor Latinoamericano, 2001.

[2] Aramburu, Enrique J. “La cuestión Malvinas en los tratados anteriores a 1966”. Bs. As., 2012. Inédito.

[3] Como para decir “en tal época, tal firmante se olvidó de ellas” o “en esta oportunidad Fulano se acordó”.

[4] Cabe aclarar que somos totalmente conscientes de que la cuestión es política: el Reino Unido quiere las islas y las mantiene gracias a su poder militar, que empleó para tomarlas en 1833 y en 1982. Ello independientemente del mejor derecho, que no ha conseguido hasta ahora hacer reconocer por ningún tribunal de justicia.

[5] Op. Cit., p. 28.

[6] Que dice (art. 31): Regla general de interpretación. I. Un tratado deberá interpretarse de buena fe conforme al sentido corriente que haya de atribuirse a los términos del tratado en el contexto de éstos y teniendo en cuenta su objeto y fin.

[7] Este tratado no figura en el sitio de la Cancillería; pero es citado por Mulhall en su obra, The English in South America. Bs. As., Standard Office, 1878.

[8] los memoranda que las resumen, firmados por ambos, constituyen un acuerdo internacional y son un tratado en el sentido de Gutiérrez Posse

[9] “actos ilegales y violencias cometidas por los Corsarios comisionados por él”.

[10] Rojas, Absalón. Rosas y las Malvinas. Buenos Aires, Ed. del Autor, 1950, pág. 14.

[11] Curiosamente, así la bautizan.

[12] Cf. Pascoe, Graham y Pepper, Peter. Getting it Right: the real history of the Falklands/Malvinas, §24.

[13] Ibidem.

[14] Art. 1º del tratado.

[15] Cf. el preámbulo del tratado.

[16] Cámara de Diputados de la Nación. Diario de sesiones. 1950, t. II, pág. 1796. Citado por Duhalde, Eduardo L. (comp.) Obras completas de John Willam Cooke. Bs. As., Colihue, 2007, p. 386.

[17] Mabragaña, Heraclio. Los mensajes. Historia del desenvolvimiento de la Nación Argentina redactada cronológicamente por sus gobernantes. Bs. As., Comisión Nacional del Centenario, 1910. Tomo II, p. 256.

[18] Mabragaña, op. cit., p. 267.

[19] Que acusaba de tirano a Rosas, el Jefe de uno de los Estados firmantes.

[20] En la nota a Palmerston, Moreno le aclara que la cuestión no está como dicen los diarios, cesada la correspondencia “por el consentimiento de una de las partes, y el sostén de la otra” sino que lo que hay es una intermitencia en la correspondencia debida a “estar la discusión casi agotada, y al estado de las relaciones desde la intervención” y por lo tanto no existe “un consentimiento y aquiescencia tácita o expresa, que de ningún modo se ha dado por el gobierno argentino a los actos a este respecto del gobierno de S. M”. Y le responde Palmerston, Secretario del Foreign Office el 8 de agosto: “I have always understood the matter in question to stand exactly in the way described by you in your letter.”

[21] Mabragaña, Ibidem, p. 283.

[22] La cuestión seguía vigente a nivel interno. Piénsese solamente en lo que digo sobre los informes de los ministros al Congreso, la tesis de Areco o los artículos de José Hernández que se citan más abajo.

[23] Muñoz Azpiri, José. Historia completa de las islas Malvinas. Bs. As., Oriente, 1966. Tomo II, p. 229.

[24] Díaz Molano, Elías y Homete, Esteban. Tierras australes argentinas. Bs. As., Sociedad Geográfica Americana, 1948, p. 178.

[25] Recordemos que debería haber sido dicho ante la Junta en los últimos días de diciembre. El 3 de febrero de 1852 tiene lugar la batalla de Caseros, que definió la suerte de Rosas a manos de Urquiza.

[26] “interin dure la presente guerra, y hasta tres años después de haber obtenido el triunfo”, según reza el artículo segundo de la ley. Bs. As., Registro oficial. Edición de 1855.

[27] Por de pronto tenemos las de 1884 y 1886 citadas en Muñoz Azpiri, op. cit., p. 250.

[28] Cf. Art. 6º del tratado.

[29] En aquella época eran mensajes de rendición de cuentas, no como ahora.

[30] Art. 7º.

[31] Cf. la postura del diputado Absalón Rojas en su intervención en la Cámara del 19 de julio de 1950.