30 de abril de 2022

MALVINAS: EL HELICOPTERISTA QUE PARTICIPÓ DE LA RECUPERACIÓN DE LA ISLAS Y SOBREVIVIÓ AL HUNDIMIENTO DEL BELGRANO


El autor era aviador naval de los Alouette durante 1982. El 2 de abril de 1982 integró el Grupo Aeronaval Embarcado, a bordo del Portaaviones ARA 25 de Mayo. Ocho días más tarde, se embarcó en el Crucero General Belgrano. Sus vivencias, el recuerdo de sus camaradas, los dramáticos instantes cuando fueron alcanzados por los misiles del Conqueror y los días congelado en las balsas antes del rescate. 

Por Mario Carranza Horteloup *

El helicóptero Alouette con el Teniente de corbeta Mario Carranza Horteloup y como piloto el Teniente de Fragata José Callisto

Hacía unos días que había regresado a mi Escuadrilla de helicópteros Aeroespatiale Alouette III luego de participar de la recuperación de nuestras islas Malvinas el 2 de abril, como integrante del Grupo Aeronaval Embarcado (GAE), a bordo del Portaaviones ARA “25 de Mayo”. Aún escuchaba las palabras del comandante del portaaviones, Capitán de Navío Sarcona, cuando reunió a los oficiales en el comedor del buque para comunicarnos que nuestro verdadero destino era Malvinas y nuestra misión recuperarlas. 

Aún sentía las emociones de la experiencia vivida. Recordaba, con cierta resignación, las transmisiones de las radios chilenas anunciando que “el portaaviones argentino había sido hundido por un submarino inglés”. Tenía claro que mi próximo evento trascendente sería el viernes 16 de abril en Buenos Aires como testigo del casamiento de mi íntimo amigo, aviador naval y compañero de promoción el Teniente de Corbeta Arturo Médici. 

Estaba en la sala de pilotos de mi escuadrilla cuando recibí la orden de embarcar con un Alouette en el Crucero ARA “General Belgrano”. La configuración ordenada era la de ataque antisuperficie y antisubmarina, es decir misiles AS-12 y torpedos. Por eso, la tripulación debía estar conformada por un Comandante Táctico es decir un adiestrado guiador de misiles aire–superficie, que recayó en el Teniente de Fragata Juan José Callisto, un piloto táctico que era yo mismo y un especialista en armamentos, el Suboficial Mayor aeronáutico Ramón Barrios. Para el mantenimiento y soporte técnico en armas y electrónica embarcaron el Suboficial Segundo Roberto Lobo, el Cabo Principal José María Gómez, el Cabo Primero Adolfo Suárez y los Cabos Segundos Guillermo Ricardo Carro, Dalmiro Horacio Muñoz y Néstor Andrés Scheffer, todos integrantes de la Escuadrilla. El Suboficial Mayor Barrios era el segundo más antiguo de la unidad. Cuando llegó la orden de embarcar se presentó al Segundo Comandante diciendo que debía ir porque no había nadie con más experiencia y conocimiento sobre los sistemas de armas que él, lo cual era cierto. Barrios era un señor. Fue un conductor para su gente y un ejemplo para todos. 

Alouette lanzando misiles AS-11

Con el Alouette matrícula 3-H-105 anavizamos en el Crucero el 10 de abril de 1982. El buque estaba amarrado a muelle y de inmediato fue hangarado. El hangar estaba a popa debajo de la plataforma principal y por diseño estaba previsto guardar allí, un hidroavión. La pluma permitía sacar el hidroavión del hangar y apoyarlo en la superficie del mar para que el avión pudiera despegar. Nunca la Armada Argentina había operado con un hidroavión desde el Crucero Belgrano. Sin embargo, a uno de esos ingeniosos hacedores que siempre existe se le ocurrió reanalizar su uso para embarcar un helicóptero sin que eso implicara perder la capacidad de las dos torres de artillería de popa con tres cañones de 5 pulgadas cada uno. Este hacedor fue el Capitán de Corbeta Enrique Gómez Paz. La maniobra de hangarar y deshangarar el helicóptero con la pluma había sido ensayada y practicada durante la navegación de enero del Crucero a Ushuaia llevando a los cadetes navales. El éxito fue absoluto. 

Estando todos a bordo la zarpada se pospuso varios días por razones que desconocíamos. Indudablemente obedecía a la evolución de la situación internacional del conflicto. Finalmente, el 16 de abril zarpamos y pusimos rumbo al sur. Me preocupaba mi faltazo al casamiento, sin previo aviso, y como lo subsanarían llegado el momento. 

El navío entró en Ushuaia para reabastecerse de combustible y munición 40-60, además se realizaron reuniones de coordinación relacionadas con las operaciones en curso. En la tarde del 26 de abril el Crucero General Belgrano dejó Ushuaia por última vez. Nunca volvería a un amarradero en territorio nacional. 

Esta pluma (grúa) es la que permitía deshangarar al hidroavión original

Comenzaba con la misión impuesta, que consistía en patrullar el sector sur de la Isla de los Estados y de Malvinas, para detectar un posible tráfico marítimo británico y constituir un Grupo de Tareas Naval de diversión y engaño para los británicos y por supuesto vigilar y disuadir a la marina chilena si eventualmente cruzaba. 

Efectuamos varios vuelos de simulacro de ataque a buques con misiles AS-12, algunas tareas de exploración y el menos agradable de avión blanco para las ejercitaciones de tiro antiaéreo. En esos adiestramientos vimos trabajar a nuestros hombres y a los del buque. Los más complicado era el cambio de configuración del helicóptero. El Suboficial Roberto Lobo era quien estaba a cargo del mantenimiento mientras el Suboficial Mayor Barrios tenía los sistemas de armas. La coordinación y el trabajo en equipo era fundamental, pero a eso se agregaba el buen ánimo y el mejor humor. En cada cambio de configuración todos trabajaban y lo hicieron en tiempos récord. Armas, Mecánicos y Electrónicos: todos eran todo. Siempre estuve orgulloso del personal de la Escuadrilla, pero allí fueron un reloj, una máquina. Los nueve éramos un equipo. 

Durante varios días operamos con las lanchas rápidas ARA “Indómita” y ARA “Intrépida”. En una nueva asignación de medios ordenada por la superioridad, los destructores ARA “Piedrabuena” y “Bouchard” junto al Buque Tanque “Puerto Rosales” de YPF se incorporaron a nuestro Grupo de Tareas 79.3 cuya nave capitana era el Crucero “General Belgrano”. 

El Crucero ARA General Belgrano en Ushuaia

El 29 de abril, al Teniente Callisto se le ordena examinar un lugar de aterrizaje para nuestro helicóptero en la Isla de los Estados para establecer un pequeño campamento. La razón era que el Crucero debía navegar a un rumbo general 090º/120º y si para empeñarse en combate y abrir fuego, el helicóptero en cubierta constituía una limitación y debería ser evacuado inmediatamente para usar las baterías de popa. El hangaraje requería algo de tiempo y maniobra. 

A fin de inspeccionar el lugar, con el Teniente Callisto nos trasladamos al Aviso ARA “Gurruchaga” que nos dejó en proximidades de la playa de Isla de los Estados. Desembarcamos en un zodiac del Aviso a cargo del Guardiamarina Carlos Enrique Aguilera para buscar un sitio conveniente. Esta tarea nos llevó varias horas. Luego de examinar el lugar y evaluar el soporte logístico necesario para operar desde la isla se asesoró que no era una opción adecuada. 

Nuevamente a bordo del Crucero, el comandante ordenó a los buques poner proa al Este. Aparentemente la misión de nuestro Grupo de Tareas había cambiado. Alguna información sobre un ataque inglés al aeropuerto de Puerto Argentino había llegado. 

El 1º de mayo realizamos el que iba a ser el último vuelo del 3-H-105. Buscamos a los comandantes de los destructores escoltas Capitán de Fragata Horacio Grassi y Capitán de Fragata Washington Bárcena para una reunión de coordinación a bordo del Belgrano a cargo del Capitán de Navío Bonzo, comandante del Crucero y del Grupo de Tareas 79.3. Algunas horas más tarde los trasladamos de regreso a sus navíos y el helicóptero fue hangarado. Nunca más desplegaría las aspas de su rotor para volar. 

Durante la noche del 1º al 2 de mayo la tripulación entera cubrió puestos de combate, dado que, manteniendo arrumbamiento 090º/120º nos acercábamos a la zona de exclusión decretada por los británicos alrededor de las Islas Malvinas. Nos trasladábamos de una zona de operaciones a la nueva zona asignada, denominada Ignacio. La larga noche y la madrugada fue tensa, llena de expectativas. En el norte de las Malvinas, los buques de la Armada con el Portaaviones “25 de Mayo” iniciaban un acercamiento a las unidades de la Royal Navy para un enfrentamiento aeronaval y de superficie de una magnitud que desconocíamos. Nuestros amigos, nuestros camaradas estaban allí. Creo que nadie durmió esa noche. Circunstancias así nos llevan a hacer algunos análisis de nuestras vidas que debiéramos realizar con mayor frecuencia. Lo verdaderamente importante surge en estos contextos. 

Se visualiza la grúa, la tapa del hangar y las torres de artillería con los tubos cañón

En las primeras horas del 2 de mayo el rumbo cambió a 270º/ 290º. Volvíamos a la zona de la que habíamos partido. Habíamos pasado toda la noche en los puestos de combate y como supusimos que el peligro potencial disminuía al virar hacia el Oeste, la tensión también disminuyó. El buque mantuvo ese rumbo Oeste hasta que fuimos torpedeados minutos antes de las 16 horas del 2 de mayo. 

Después del almuerzo, el Teniente Callisto que había estado toda la noche y madrugada en la Central de Informaciones de Combate, se fue descansar. Yo me quedé con el Guardiamarina Sevilla que me iba a enseñar a jugar a las damas chinas. Charla agradable más que juego. A eso de las 15 horas decido irme a descansar y le comento que andaba sin linterna. El Flaco Sevilla, gaucho como era, me ofrece una suya y la va a buscar a su camarote. “Gracias Flaco, compro pilas y se la devuelvo mañana”, fue mi despedida. Nunca lo volvería a ver. Si bien abandonó el Crucero falleció en una balsa. Abandoné el buque con la linterna que me había prestado. Se la devolveré con un abrazo cuando me encuentre con él en el fondeadero final. 

Al llegar al camarote comencé a desvestirme para acostarme. El Teniente Callisto que estaba despierto me dice: “¿No sería mejor dormir vestidos?” Respondí que no ya que quería descansar, pero al pensarlo mejor así lo hice. Cuando tuvimos que salir del camarote con el buque a oscuras después del torpedo fue más fácil porque sólo debimos tomar el chaleco y el bolso. 

No sé cuánto tiempo dormitamos, cuando una violenta explosión nos despertó. “Nos dieron”, dijo Callisto e inmediatamente sentimos otra explosión similar a la primera. El buque se paró, se escoró unos 20º a babor y quedó en completo silencio. Nunca, desde mi primer embarco como cadete naval, había escuchado el silencio en un buque. Una sensación muy rara estar en el Crucero sin los típicos ruidos de máquinas y ventiladores. En total oscuridad saltamos de nuestras literas nos pusimos nuestras camperas de vuelo, los salvavidas y salimos para ver qué había sucedido. 

Nos encontramos con el Teniente Stuart que, con esa flema y voz calma que lo caracterizaba, organizaba y priorizaba la salida del personal que provenía de las cubiertas bajas hacia la cubierta principal a cubrir el rol de abandono. El personal evacuaba las cubiertas inferiores pues algunas se inundaban y otras estaban llenas de humo dificultando la respiración. Me di cuenta de que la situación era verdaderamente dramática. Tenía el revólver de supervivencia que podía ser útil en caso de pánico de la tripulación. Nunca me equivoqué tanto en mi vida, ya que el comportamiento de todos fue ejemplar. Entendí que eso era adiestramiento y más adiestramiento. Cada ejercicio, cada zafarrancho que se hacía y repetía durante las navegaciones era para esto. Era igual a los procedimientos de vuelo que una y otra vez repetíamos en la Escuela de Aviación Naval. Se continuó evacuando las cubiertas inferiores hacia la cubierta principal. 

Cuando llegué a la cubierta principal vi a los dos destructores escoltas alejándose del Crucero cumpliendo las instrucciones impartidas de hacerlo en caso de ataque submarino para evitar ser alcanzados por torpedos. En la cubierta me encontré con el Teniente Di Poi, nadador de rescate y único compañero de promoción a bordo. A partir de ese día mi hermano. Cada uno fue a su puesto de abandono para cumplir con lo ordenado. 

La imagen muestra la ausencia de la proa del Crucero

Se percibía una calma tensa, nos movíamos en silencio, sólo se escuchaban las órdenes que no se repetían, se acataban, en el puente de Comando había movimientos y la tripulación comenzó a formar frente a la balsa que le correspondía a cada uno, mientras el buque se escoraba más y más, pero lo hacía muy lentamente. 

El Comandante y su estado mayor evaluaban la posibilidad de salvar al Crucero, pero a las 4 y 20 de la tarde se da la orden de abandonarlo. Dos de nuestros hombres faltaban en la formación frente a nuestra balsa: los Suboficiales Barrios y Lobo. Supimos más tarde que el “Mayor Barrios” murió en la cubierta principal por las heridas que le generó la explosión del torpedo de proa. Del Suboficial Lobo, “Lobito” como le decíamos, nunca supimos nada excepto que, previo al ataque, se había ido a descansar y su alojamiento estaba en la zona de impacto del torpedo de popa. Pienso que murió allí. 

Nuestra balsa la conformábamos parte del personal de refuerzo a la dotación del Crucero y no estaba integrada por 20 personas como era lo habitual, sino por menos. Antes de abandonar el buque comprobamos que éramos aún menos (Barrios, Lobo y otros no estaban). La balsa siguiente a la nuestra no se había inflado adecuadamente. Por ello, se resolvió completar nuestra balsa con personal de la balsa desinflada hasta las 25 personas y reasignar a los 5 restantes a otras balsas para no exceder demasiado la capacidad ideal que era de 20 personas. Entre los 25 había dos (2) conscriptos que tenían quemaduras en sus manos. Dos jóvenes impecables que nunca se quejaron, nunca pidieron nada y nunca perdieron su buen ánimo. Lástima que no recuerde sus nombres. Fueron verdaderos hombres que se ganaron todo nuestro afecto y admiración. Una vez que la balsa estuvo en el agua, el Teniente Callisto, el más antiguo, nos ordenó al Cabo Principal Gómez y a mí lanzarnos primero sobre el techo de la balsa y prepararla para recibir a los heridos y ayudar a subir a aquellos que cayeran al agua. 

El oleaje estaba bravo y la balsa se movía caóticamente motivando que muchos al lanzarse cayeran al agua. Completamos la dotación prevista de la balsa. El último en embarcar fue el Teniente Callisto. 

La primera y más ardua tarea fue alejarnos del costado del Crucero, ya que las olas nos empujaban contra el casco. Finalmente, después de mucho esfuerzo logramos alcanzar el objetivo y ubicarnos a una distancia segura. 

En cada balsa cabían 20 personas

En un momento me llama el Teniente Callisto para que vaya a la puerta de la balsa. Pudimos ver como el “Belgrano” escoraba cada vez más hasta recostarse 90 grados sobre la banda de babor mientras la popa se hundía lentamente, muy lentamente como si no quisiera irse y menos arrastrar ninguna balsa de sus tripulantes en ese hecho. A las 16:58 horas el viejo y orgulloso guerrero, el Crucero ARA “General Belgrano”, desaparecía en las grises y frías aguas del Atlántico Sur. A los pocos minutos sentimos en nuestras sentaderas un par de explosiones provenientes, probablemente, de las calderas. 

Después del esfuerzo físico que significó recibir a mis camaradas de balsa y de haberme mojado mucho tuve un estado de agotamiento y frío que me afectó seriamente. Fueron mis compañeros de balsa, en especial Carro y Scheffer, que subían mis piernas sobre sus pechos y la refregaban para ayudar a la circulación quienes fueron determinantes para que me recuperara. 

En el trascurso de la noche se organizaron turnos de vigilia para achicar el agua que entraba en la balsa a causa de la tormenta. A Dios gracias no faltó mano de obra con 25 hombres, más uno que rescatamos de una balsa a la que estábamos atados que tenía 9 hombres a bordo y que había naufragado. Esto nos permitió conservar el calor humano. Todos demostraron una gran fuerza de voluntad y nuestros heridos no se quejaron en ningún momento. Una figura importantísima en la balsa por su apoyo, iniciativa y espíritu fue el Cabo Principal Gómez que se transformó en una pieza clave para la distribución y realización del trabajo. 

Noche durísima, vientos muy fuertes que generaban olas que desde una balsa parece que va a devorarnos y parte de ella entraba a la balsa y nos recordaba lo que era el frío. A la mañana siguiente, 3 de mayo, el día se presentaba bastante mejor. Pudimos ver muchas balsas a la distancia. Recuerdo que nos asomamos con Callisto y nos preguntamos "¿vendrán a rescatarnos?" La amenaza submarina era cierta, pero los marinos no abandonan a otros marinos en el mar. Sean ingleses, argentinos o chilenos. 

El rescate de los sobrevivientes del Crucero General Belgrano

Pasado el mediodía escuchamos los motores inconfundibles de un Neptune, el avión explorador de la Armada que había ubicado la mancha de petróleo del Crucero y a partir de allí a las balsas con sus tripulantes. El Teniente Callisto se comunica con el Teniente Andersen, “la vieja Andersen”, copiloto del Neptune matrícula 2-P-111 avisando que estábamos bien. Allí nos informa que el rescate había comenzado. El sobrevuelo del viejo Neptune levantó los ánimos y reforzó aún más nuestra moral. 

A la tarde divisamos a los primeros buques de salvamento. Cuando cayó la noche los ubicábamos porque parecían barcos pesqueros de calamar con todas sus luces encendidas. Estaban a la vista, estaban cerca. Finalmente, a eso de las 23 horas le tocó el turno a nuestra balsa y fuimos rescatados por el Aviso ARA “Gurruchaga”. Volvíamos al mismo buque con el que habíamos explorado la Isla de los Estados. El Teniente Callisto hizo desembarcar a los heridos y a todo el resto y cuando sólo quedábamos nosotros dos me ordenó subir. Todos volvimos a casa, salvo Barrios y Lobo. 

Fueron los primeros dos muertos de la Aviación Naval. Cumplieron su juramento. Merecen descansar en paz con el reconocimiento de todos. 

Años después me enteré de que el Comandante del Aviso “Gurruchaga”, el Capitán de Corbeta Álvaro Vázquez al iniciar el rescate dijo a su tripulación: “Aunque haya un submarino en el área de acá no nos vamos hasta recuperar la última balsa”. Había que tener las convicciones bien puestas para decir eso antes de empezar la tarea y cumplirlo. De hecho, el pequeño gigante que fue el Aviso ARA “Gurruchaga” rescató al 46 por ciento de los náufragos. Tantos hechos que desconocen nuestros conciudadanos. Tanta gente que cumplió con su deber a la perfección sin pedir ni reclamar nada a cambio. 

Cuando me reencontré con los míos le pregunté a la flamante señora de Médici que había pasado en el casamiento. Allí me enteré que mi amigo Arturo estaba destacado en Malvinas y de que mi hermano, a quien ellos no conocían, había concurrido al Registro Civil y había actuado como testigo. Al final, mi apellido figuró en el Acta de ese entrañable matrimonio amigo que hasta hoy perdura. 

* El autor de este artículo es Marino egresado de la Escuela Naval Militar en 1979 y Aviador Naval. Participó en la guerra de Malvinas con el grado de Teniente de Corbeta. Desarrolló su carrera profesional en las Escuadrillas de Helicópteros y en la Escuela de Aviación Naval y en la de Aviación de Ejército. Fue Comandante de la Primera Escuadrilla Aeronaval de Helicópteros de diciembre de 1997 a febrero de 2000. Alcanzó la jerarquía de Capitán de Navío y se retiró del servicio activo de la Armada Argentina en 2012

 

Fuente: https://www.infobae.com

27 de abril de 2022

MALVINAS: EL COMANDO ARGENTINO QUE DERRIBÓ UN HARRIER Y SU ENCUENTRO CON EL PILOTO INGLÉS QUE PUDO HABER MATADO

 

Ocurrió durante la guerra de 1982. El 21 de mayo, el Gallego Fernández disparó un misil desde su hombro y abatió al cazabombardero británico. El piloto logró eyectarse y cayó en las heladas aguas frente a Puerto Yapeyú. El rescate del enemigo y el increíble encuentro de dos hombres que el destino puso entre la vida y la muerte. 

Por Nicolás Kasanzew

 

Una unidad de la Compañía 601 al mando del mayor Mario Castagneto con un misil tierra-aire Blow Pipe (Eduardo Farré)

El 19 de mayo, a sabiendas de que se avecinaba el desembarco inglés en la isla Soledad (ocurrió dos días después) los Generales Mario Benjamín Menéndez y Omar Parada enviaron al grueso de la Compañía de Comandos 601 a la isla Gran Malvina. ¿Por qué y para qué? Supuestamente porque al norte de Howard el radar Rasit había detectado movimientos sospechosos, que nunca se comprobaron. Los comandos del Mayor Mario Castagneto estaban furiosos. “Nos mandaron a correr sombras”, me decía el entonces Teniente Primero Sergio Fernández. “Éramos la reserva para actuar en el momento del desembarco. Estábamos preparados para atacar a los británicos ni bien pisaran tierra. Y nos rifaron”. 

Ya los habían rifado en una ocasión anterior, cuando Menéndez los obligó a custodiar su puesto de comando -distrayéndolos de sus misiones específicas- ante rumores de un golpe de mano inglés, que nunca ocurrió. 

Frustrado por haber perdido la oportunidad de llevar a los hombres de su sección al combate, el Gallego Fernández no imaginaba que se iba a destacar por un hecho único en la historia militar argentina. 

Durante tres años, desde el 79, había sido jefe del curso de lanzamisiles portátiles Blow Pipe, de fabricación británica. Una suerte de bazuca modernizada, de tres kilómetros de alcance, que dispara un misil de 14 kilos, a velocidad Mach 1, guiado manualmente después de los 400 metros, con lo cual no se lo puede interferir con contramedidas electrónicas, ni con chaff.

Sergio "El Gallego" Fernández había sido jefe del curso de lanzamisiles portátiles Blow Pipe, de fabricación británica. En Malvinas derribó un Sea Harrier

Cuando Castagneto tiene la idea de crear una Sección de Emboscada Antiaérea, manda a Fernández para que hable con el General Oscar Jofre en Stanley House, la casa de gobierno. En Malvinas el Ejército tenía tan sólo tres unidades de lanzamiento y seis misiles, en tanto que en el continente había 20 y 120 respectivamente. Se imponía traer ese armamento al campo de batalla. Pero al Caballo Jofre no le interesó la iniciativa: “No, es mucho problema, nos arreglamos con lo que hay”. 

El 21 de mayo se apostaron con sus Blow Pipe cerca del puesto comando del Regimiento 5 de Infantería, en Puerto Howard, rebautizado Yapeyú, el Capitán Ricardo Frecha, el Gallego Fernández y el Cabo Primero Jorge Martínez. Y muy pronto, a unos cuatro kilómetros de distancia, avistan un Sea Lynx. 

―¿Qué sentiste en ese momento? 

―El adrenalinómetro se puso en rojo… 

Pero el helicóptero no se acercó lo suficiente. Poco después, Fernández divisó un avión a reacción. Su reloj marcaba las diez menos cinco. La mira del Blow Pipe, de diez aumentos, no se prestaba a error: era la silueta inconfundible de un Harrier. 

El piloto Jeff Glover se eyectó antes de que se avión se convirtiera en una bola de fuego. Cayó a las heladas aguas frente a Puerto Yapeyú y fue rescatado

Frecha autoriza el tiro. El avión venía frontal sobre el agua y como los comandos se habían ubicado sobre una elevación, estaban parejos en altitud. Fernández decide tirarle desde lo más lejos posible, antes que descargue sus bombas. Pero de repente el Harrier quiebra la trayectoria sobre su derecha, hace un giro sobre las lomas y se pierde: los misiles no lo alcanzan. 

Los comandos recargan y casi inmediatamente ven aparecer desde el sur lo que creyeron era un segundo Harrier; años después comprobaron que se trataba del mismo. Ahí Fernández decide cambiar de criterio: lo dejará acercar lo más posible. 

―Eso implicaba mayor riesgo… 

―A esa altura uno ya estaba jugado y sin fichas. El miedo aparece el algún momento de reflexión, no cuando estás enfocado. 

―Y vos lo estabas. 

―Lo único que tenía en la cabeza era: “¡Hijo de puta, te la voy a poner en el blanco del ojo!” 

Cuando la máquina se empezó a colocar transversal, el Gallego disparó. Un segundo después, ante los ojos del comando, el avión caía en vivo y en directo, hecho una bola de humo y de fuego. Esos ojos también advirtieron el paracaídas desplegado del piloto. 

―¿Qué te pasó por dentro? 

―Estaba feliz por haber hecho bolsa al avión y doblemente feliz porque el inglés se había eyectado. Yo sólo buscaba neutralizar al Harrier.

El rescate del piloto británico de Sea Harrier, Jeff Glover, en Puerto Yapeyú

Una balacera espectacular acompañó la explosión del cazabombardero: los efectivos del Regimiento 5 le tiraban con ametralladoras, fusiles y hasta pistolas. 

Todo sucedió a una velocidad vertiginosa. Del disparo al impacto, pasaron menos de dos segundos. Del impacto a la eyección, menos de cinco. 

El piloto Jeff Glover cayó al agua a unos 1800 metros de donde estaban los apuntadores de Blow Pipe: ahora urgía evitar que se ahogara. Corriendo, trotando, caminando por un terreno desconocido, sorteando los campos minados argentinos, frenados por el peso de sus fusiles y cargadores, los comandos se dirigieron al lugar. Demoraron unos 45 minutos en llegar, pero -de purísima casualidad- el único bote de todo Puerto Yapeyú estaba amarrado justo frente al lugar en que cayó Glover. Y el Babo Primero Eduardo Ibarra, del Regimiento 5, viendo que el piloto flotaba moviendo un solo brazo, embarcó en él con un soldado para recuperarlo. 

En la playa lo esperaban los comandos. Fernández le tendió la mano a Glover para ayudarlo a bajar y al verlo morado de frío, lo abrigó con su campera de duvet. En el puesto principal de socorro, adonde lo llevó en su moto el comando-médico Llanos para ser atendido, el piloto británico no se quedó atrás en materia de caballerosidad. Al enterarse que se necesitaba sangre para un soldado herido del 5, ofreció la suya. 

Jeff Glover luego de ser rescatado junto a un médico argentino

Al día siguiente, un helicóptero lo evacuó de la Gran Malvina. Fernández se acercó a despedirlo. 

―Soy el que te derribó. 

―Me place estar vivo. 

―A mí también que lo estés. 

Tras varios intentos fallidos, recién en el 2016 volvieron a encontrarse. Glover formaba parte de la tripulación VIP de un jerarca de Medio Oriente que había llegado a Buenos Aires de incógnito. 

El encuentro entre el piloto británico Jeff Glover y el comando Sergio Fernández: "Si Dios quiso que sobreviviéramos, fue para que seamos mejores"

Un desayuno de cuatro horas en el Hotel Alvear sirvió para reconstruir minuciosamente lo que había acontecido aquel 21 de mayo en Puerto Yapeyú. En una reunión subsiguiente, en La Biela, se sumó el comando Llanos. Aclararon algunos tantos. “Sentí un bang grande, pero el ruido de armas portátiles se percibe como un granizo, y no experimenté eso”, comentó entre otras cosas Glover. 

―Pero, Gallego, y emocionalmente, ¿Cómo fue ese reencuentro? 

―Fuerte. Era el abrazo que nos teníamos que dar dos tipos que casi nos matamos entre nosotros. Y si Dios quiso que sobreviviéramos, fue para que seamos mejores. 

Fuente: https://www.infobae.com

EL PILOTO DE MALVINAS QUE CON UN AVIÓN DE 1960 Y ESQUIVANDO UN MISIL HUNDIÓ A UN PODEROSO DESTRUCTOR INGLÉS

 

Mariano Velasco lanzó sus bombas sobre la Coventry el 25 de mayo de 1982. Los radares lo habían captado y era blanco de la flota británica. Dos días después, en una nueva misión, su avión recibió un impacto y tuvo que eyectarse. Durante tres días, con un pie morado, tiritando de frío y sin alimentos, caminó hasta encontrar un refugio. 

Por Nicolás Kasanzew 

Jorge Barrionuevo y Mariano Velasco frente a un A4B

Aquel día el Primer Teniente Mariano Velasco y el Alférez Jorge Barrionuevo eligieron bien las bombas que iban a llevar: las españolas BR-250 de 500 libras. Las de 1000 libras, pensadas para romper pistas y bunkers, penetraban el casco de los buques ingleses y pasaban del otro lado sin explotar. El buen tiempo de ese 25 de mayo permitía un vuelo muy bajo, lo cual aumentaba el factor sorpresa. No tenían radar altímetro, pero Velasco calcula que se desplazaban a 10 metros sobre el mar. 

Velasco divisó al poderoso destructor Coventry y a la fragata Brodsword a unos 15 kilómetros de distancia, ubicados a la izquierda, a las 10 horas de la esfera del reloj, como definen los pilotos las posiciones. Para hacer el viraje hacia el blanco tenía que levantar su A4B: el radar británico lo captó. Y el piloto reparó en que la proa del buque enemigo se cubría de humareda: le habían disparado un misil. Entonces giró 45 grados a la izquierda, voló bajo durante 15 segundos y luego retomó su curso. Había conseguido despistar al Sea Dart. 

- ¿Cómo te diste cuenta de eso? 

- Advertí que su traza era divergente, porque se desplazaba oblicuo y yo veía su estela. En cambio, si ves al misil como un punto, es que viene convergente, hacia vos. 

El misil Sea Dart había perdido la señal, volaba cabeceando, subía y bajaba. “Era imponente, de varios metros de largo, pasó por mi costado a unos 200 metros”. 

Velasco y Barrionuevo observaron cómo sus camaradas Pablo Carballo y Carlos Rinke atacaban a la Broadsword, que se mantenía inmóvil. En tanto que el Coventry maniobraba frenéticamente tratando de ofrecer la menor figura posible a los cazadores argentinos. “Evolucionaba con una agilidad impresionante, parecía una lancha, al tiempo que nos tiraban con cañones, ametralladoras e incluso fusiles. Los piques levantaban chorros en el agua, salpicaban como una ballena que sale del agua para respirar.” 

En un recurso desesperado, los británicos hasta prendieron sus sistemas de iluminación para tratar de entorpecer la visión de los atacantes. Todo fue en vano.

Velasco le pegó al Coventry con las tres bombas en la línea de flotación. Las de Barrionuevo, empero, se trabaron

Velasco le pegó al Coventry con las tres bombas en la línea de flotación. Las de Barrionuevo, empero, se trabaron. Y ahí se suscitó un intercambio entre los cazadores que quedará en la historia: 

Barrionuevo: ¡Dio perfecto usted, señor! Era una CL42. ¡La vi clarito! 

Velasco: ¡Huiiijaaaaaa! 

Barrionuevo: ¡Pegó en la trompa; las tres habían explotado muy bien! 

Carballo: ¡Qué golazo, carajo!¡Eso! ¡Vamos pendejo, vamos pendejo, viva la Patria! 

Velasco: ¡A ver como explotó esa puta! 

Décadas después, el verdugo del Coventry me dice: “No debí haber gritado eso, lo que pasa es que después de una hora de silencio de radio, estalla el micrófono”. En esa circunstancia… ¿quién honestamente podría echárselo en cara? 

Además, fue un desquite, aunque Velasco no lo toma así. Esa misma mañana el Coventry había derribado los aviones de los Capitanes Hugo Palaver y Jorge Osvaldo García y el 9 de mayo abatió a la tripulación del helicóptero Puma de Ejército -Fiorito, Di Motta y Buschiazzo- que trataba de rescatar a los náufragos del pesquero Narwal. 

Lejos de sentir su misión como venganza, el entonces Primer Teniente después de la guerra se comunicó con los sobrevivientes del Coventry y les expresó tanto su respeto, como sus condolencias. “Yo sólo buscaba destruir el arma”, me aclara. 

Esa misma mañana el Coventry había derribado los aviones de los Capitanes Hugo Palaver y Jorge Osvaldo García y el 9 de mayo abatió a la tripulación del helicóptero Puma de Ejército -Fiorito, Di Motta y Buschiazzo- que trataba de rescatar a los náufragos del pesquero Narwal

En los 20 minutos en que los cazadores llegaron de vuelta al continente, el destructor ya se había hundido. Y, sin embargo, los ingleses sostienen haber sufrido tan sólo 19 bajas mortales. Velasco no lo cree así. “Eran más de 300 tripulantes, es muy raro. Hay gente que no logró salir, se puede ver en las fotos que las balsas no pudieron ser alistadas, muchas están a bordo mientras el buque es una hoguera gigantesca. De todos modos, eso no es lo importante”.

El Coventry se hunde luego del ataque argentino. Velasco, se comunicó con los sobrevivientes del Coventry y les expresó tanto su respeto, como sus condolencias. “Yo sólo buscaba destruir el arma”, aclara

- ¿Cómo era volar hacia la flota? 

- Hay miedo, pero uno se siente muy cobijado en el avión. Es una fusión hombre-máquina. No se oyen ruidos del exterior, es una burbuja aislada donde uno se siente muy a gusto. Y la adrenalina te da más empuje, más visión, funcionan mejor todos los órganos. 

- ¿Y la fe? 

- Te daba mucho apoyo para cumplir una misión por una causa sumamente justa. Nosotros teníamos las misas, comulgábamos, estábamos en paz. 

- Llevabas un rosario en tu mira… 

- Volábamos con el rosario, yo tenía la imagen de la Virgen de Loreto, protectora de los aviadores. Así y todo, cuando de cuatro pilotos volvían dos, era jodido. En mi escuadrón de A4B perdimos 10 aviones, el único que se salvó de los alcanzados, fui yo. 

- Un 25 por ciento de bajas… 

- Sí, un poco más que el porcentaje del coronavirus... 

"Volaba con la imagen de la Virgen de Loreto, protectora de los aviadores. Así y todo, cuando de cuatro pilotos volvían dos, era jodido. En mi escuadrón de A4B perdimos 10 aviones"

El 27 de mayo, con cuatro bombas cada uno, Carballo, Rinke, Velasco y Ossés debían atacar las instalaciones británicas en Bahía Ajax. 

Volando sobre el estrecho de San Carlos, “Cobra” Velasco escucha la advertencia de Carballo: “¡Guarda que nos están tirando!”. Y cuando llega a la bahía, un misil pasa entre él y su numeral Ossés. Se apresta a lanzar sus bombas, cuando siente impactos de cañones en el ala y el fuselaje. “Era como si golpearan al avión con un martillo”, compara. Descarga sus mortíferas BR-250 sobre los contenedores, helicópteros y depósitos que ve en tierra, pero su numeral le advierte que tiene fuego en la raíz de su ala izquierda. Al vuelo del intrépido Halcón le ha puesto fin el buque de asalto anfibio Intrepid. 

“Eyéctese, Mariano”, lo urge Carballo. El avión puede explotar en cualquier momento, pero el Primer Teniente, que está volando sobre el agua, prefiere elegir -con parsimonia provinciana- dónde se va a eyectar y a qué velocidad. Pone rumbo este hacia el continente y ve por el espejo retrovisor que hay mucho humo en el ala. Recién cuando está sobre la Gran Malvina, se eyecta y el silencio de la cabina es súbitamente reemplazado por el ruido ensordecedor del motor y de la explosión del cohete eyector. 

Descendiendo en su paracaídas, ve como debajo de él explota su máquina. Al tocar el suelo, se tuerce un tobillo y se lastima la columna. “Pero me ordené física y psíquicamente y comencé a caminar”. Lo hace, con el pie morado, tiritando de frío y sin alimentos, durante tres días y dos noches: 45 minutos de movimiento por 15 de descanso. Hasta que llega a un refugio. De ahí lo rescata una patrulla argentina que lo lleva a Puerto Howard, tras lo cual es embarcado en el buque hospital Bahía Paraíso. 

El 1 de junio de 1982 Mariano Velasco fue rescatado. Se había eyectado y, con el tobillo y la espalda lastimados, tiritando de frío y sin alimentos, había caminado tres días y dos noches hasta que fue hallado

- ¿Cómo pudiste sobrellevar esa odisea? 

- El ser humano tiene fortalezas ocultas que desconoce y que aparecen ante las situaciones críticas de peligro. Sacás fuerzas de donde no tenés. Y algo sobrenatural, que para mí es Jesús Dios, es la brújula que te guía. Sumale el pilar fundamental que es tener una familia. Tenía dos niñas de 3 años y de 10 meses y experimentaba el terror de un padre ante la eventualidad de no poder proteger a su cría. Eso moviliza enormemente. 

Velasco habla con una triple tonada: mezcla de puntana, riojana y cordobesa. Este hijo y nieto de agricultores es de Traslasierra, el pago del Cura Brochero. 

- ¿La guerra quita caretas? 

- Si. Antes de la guerra había unos cuantos que parecían leones y luego se transformaron en palomas. 

- ¿No querían salir en misiones? 

- Siempre encontraban excusas… 

- ¿Cómo fue tu posguerra? 

- Algunos mandos se volvieron desmalvinizadores. 

- La envidia. 

- Y sí. Es que cuando había alguna visita, todos querían hablar con el Teniente, el combatiente. Y había superiores que estallaban: “¡Qué tanto Malvinas, dejen de hablar del tema!”. Eran los de mala leche, al buen nacido no le molestaba. En vez de nutrirse de la experiencia… Cuando vino a visitarme a Córdoba Neil Wilkinson, el artillero que me derribó, llamé diez veces al Estado Mayor y a la V Brigada, para que aprovecharan lo que él pudiera contar. No me atendían el teléfono. 

La escuadrilla de A4B

- ¿Y cómo ves el futuro de la causa Malvinas? 

- La causa es irrenunciable. Absolutamente todos los argentinos deben unirse alrededor de ella. Y entonces presionar diplomáticamente. 

- Nadie escucha a un país que está desarmado… 

- Pues hay que bajar los aviones de Malvinas de las plazas y arreglarlos. 

- ¿En serio? 

- ¿Por qué no? Tenemos técnicos extraordinarios para hacerlo… 

Si David Hart-Dyke, capitán del Coventry -quien testimonió que “los argentinos desplegaron su alto grado de destreza en vuelo y su fanático valor”,- escuchara estas palabras, probablemente sentiría un sudor frío recorriéndole la espalda. 

Fuente: https://www.infobae.com

23 de abril de 2022

OBSESIÓN CON MALVINAS Y PLANES SECRETOS: ANAYA, EL ALMIRANTE QUE FUE VECINO DE THATCHER Y SIEMPRE QUISO LA GUERRA

 

El plan secreto que hizo para la recuperación. Las tensas conversaciones con dos Almirantes sobre las islas: “Parecés un muy buen agente secreto de Thatcher”. Las advertencias de los embajadores sobre el desenlace de un posible conflicto armado con el Reino Unido. Los ocultamientos a cancillería. El pedido para frenar la “invasión”. Y la charla privada de Reagan y Galtieri antes de la guerra. 

Por Juan Bautista Tata Yofre 

Contralmirante Anaya

Hace cuarenta años la Argentina recuperaba las Islas Malvinas. Intentar volver a recordar los motivos que indujeron a esa decisión ya es innecesario. Es más importante rememorar las horas previas y a lo que condujo a esa decisión. No es un secreto para nadie aquello que una vez aseguró el General Vernon Walters, ex subjefe de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos y ladero del Secretario de Estado, Alexander Haig: “Fue una operación eminentemente naval”. 

Ahora sí, es necesario revelar que el jefe naval Almirante Jorge Isaac Anaya se encontraría varias veces con Margaret Thatcher. ¿Cómo? ¿Dónde? ¿Por qué? Anaya solía contarlo en reuniones íntimas. Tras ascender a Contralmirante, durante 1975 y 1977, mientras se desempeñó como Agregado Naval de la Embajada Argentina ante el Reino Unido y jefe de la de la Comisión Naval Argentina en Europa para la provisión de material naval, vivió en un edificio en el que también habitaba la dirigente conservadora, que en mayo de 1979 llegaría a Primera Ministro del Reino Unido y se mudaría a Downing Street 10. Anaya contó que se encontraban en el ascensor y se saludaban ceremoniosamente pero nunca se sentaron a conversar de cuestiones comunes. Entre otros, esto se lo reveló a un gran intendente bonaerense, quien le hizo un importante favor, y por eso le regaló su espada de Almirante. 

Ya en esos años le decían “Negro” por su color de piel aceitunado. Era hijo de un médico boliviano que fue cónsul en el país, por eso también era conocido como “el bolita”. Algo que obviamente lo disgustaba. Su experiencia en Londres no fue buena porque no pudo entrar ni en la razón ni el corazón de los altivos oficiales británicos. No hablaba bien inglés porque su fuerte era el francés. De allí que en el perfil que hizo la CIA sobre el jefe naval se señala: “Entiende y habla algo de inglés, pero prefiere conversar en español”. 

Era de poco hablar y obstinado. Era comprensible, su promoción –la 75 de la Escuela Naval—tenía como lema: “Cada día superándonos”. El primero del curso fue Carlos Castro Madero y el segundo Jorge Isaac Anaya. 

Según el historiador Jorge R. Bóveda, luego de su estadía en Londres fue a Francia “donde luego cursó la Escuela Superior Interfuerzas con sede en París, donde se hizo un ferviente admirador de Charles De Gaulle y donde, seguramente, adquirió su notoria antipatía por Inglaterra. Se sabe que su tesina de la Escuela de Guerra Naval versaba sobre un plan de operaciones para ocupar las Islas Malvinas (cuyo original ha desaparecido de los archivos de la ESGN). También sabemos que, durante el año 1977, siendo comandante de la Flota de Mar, preparó un oficio dirigido al Almirante Eduardo Massera, donde le proponía un plan para tomar las islas Malvinas por la fuerza. En 1978, dejó la flota para ocupar el cargo de Director General de Personal Naval”. 

El viernes 11 de septiembre de 1982, el Almirante Jorge Anaya asumió como comandante en jefe de la Armada. En la interna naval eso significaba que Massera aún mantenía una fuerte influencia. 

Memo interno del autor en la redacción del diario Clarín

El viernes 18 de diciembre de 1981 llegó a Buenos Aires el Contralmirante (R) Luis Pedro Sánchez Moreno, embajador argentino en Lima, Perú. Se tomaba una corta licencia porque venía a apadrinar la boda de su hija Dolores. Antes fue a visitar a cada uno de los comandantes de la nueva Junta Militar. Según me relató, concurrió a la audiencia que le fijo su compañero de la Promoción 75 y comandante de la Armada, Jorge Isaac Anaya. La entrevista se realizó en el despacho que el jefe naval tenía en el piso 13 del edificio Libertad. Se saludaron con afecto y Sánchez Moreno comenzó a hablar de la situación peruana mientras Anaya mostraba una mirada desatenta. Poco rato después lo interrumpió: 

—El Proceso se ha deteriorado mucho y tenemos que buscar un elemento que aglutine a la sociedad. Ese elemento es Malvinas. 

Dicho esto, se quedó esperando una respuesta. 

—He estudiado varios años en un colegio inglés —contestó su interlocutor—. Conozco a los ingleses tanto como vos, Margaret Thatcher no se va a dejar llevar por delante por un gobierno militar. Los ingleses son como los bull dog, cuando muerden a la presa no la sueltan… 

Al instante, Anaya dio por terminada la reunión. Asumió su papel de comandante y con un formal “es todo, Sánchez Moreno”, lo despidió. Sin embargo, la cuestión no terminó ahí. El 20, durante la fiesta de casamiento, el dueño de casa y el Almirante Carlos Castro Madero intentaron disuadir al comandante en jefe de la Armada, pero fue imposible. 

Al ver entrar a Anaya en la fiesta, Sánchez Moreno le cuenta a Castro Madero lo que había conversado con el comandante sobre Malvinas. Los dos se aproximaron al compañero y Castro Madero, tomándose la cabeza, le dijo: “No, por favor Jorge”. La respuesta de Anaya no fue buena, ni educada. A lo que Castro Madero le respondió: “Parecés un muy buen agente secreto de Margaret Thatcher”. Entendiendo el mensaje subliminal de una frase tirada al aire, Anaya solo dijo: “Bueno, si vos lo decís”. Y se retiró inmediatamente de la celebración. 

Jorge Isaac Anaya, Leopoldo Fortunato Galtieri y Basilio Lami Dozo

Tras la guerra de 1982, Anaya contará que Malvinas era una de sus obsesiones: “En el año mil novecientos setenta y siete, siendo yo Comandante de la Flota de Mar, personalmente y solo hice todo un pequeño plan, manuscrito por mí, de cómo debía procederse” para ocupar las Malvinas. 

Ese plan, esa idea, se vería alimentada en mayo de 1981 por un plan del Vicealmirante Juan José Lombardo y, más profundamente, por los planes que se trazaron a partir de diciembre de 1981 y 1982 con el conocimiento de la Junta Militar que integraban Leopoldo Fortunato Galtieri, Basilio Lami Dozo y Anaya. La misma que va a echar al presidente de facto Roberto Viola y entronizar a Galtieri. Con el santiagueño “Balo” Lami Dozo tenía poco que ver, pero con Galtieri se trataban de “vos” porque habían sido compañeros de promoción en el Liceo Militar General San Martín. Lo mismo que con Albano Harguindeguy y Raúl Alfonsín. 

Luego de tres meses de preparación la Junta Militar tomó la decisión de recuperar Malvinas el viernes 26 de marzo, cerca de las 19 horas. La medida se adoptó sin la participación del canciller Nicanor Costa Méndez, pero fue notificado poco más tarde. 

El Almirante Carlos Alberto Busser también reconoció ante el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas haber sido informado después. No era necesario, tanto el canciller como el jefe de la Infantería de Marina sabían para qué se estaban preparando. En su libro de memorias, Costa Méndez relató que volvió al Palacio San Martín, reunió a sus colaboradores más íntimos, y luego de hacerlos jurar que no revelarían el secreto, les informó de la decisión de la Junta Militar. Pero el canciller no va a revelar un detalle importante: el equipo de funcionarios que integraba el Grupo Especial Malvinas no tenía terminadas todas las medidas necesarias para acompañar en el campo diplomático la acción castrense de ocupar las Malvinas. 

El domingo 28 de marzo el canciller va a pedir una postergación del Operativo. Tras cuarenta años de silencio, el entonces secretario Roberto García Moritán relató: “Costa Méndez me mandó a Campo de Mayo con una carta personal a Galtieri en donde le solicitaba unos días de postergación a la invasión. Cuando llegué, Galtieri estaba con su esposa en una terraza. Luego, pasamos a su despacho, entregué la carta que leyó adelante mío. Luego de terminar de leer, el presidente me afirmó: ‘Dígale al canciller que absolutamente no’. Y como si esto fuera poco, me devolvió la carta luego de escribir ‘absolutamente no’”. 

El memorando de una carilla y media que recibió Galtieri decía que: “1) si se estima necesario levantar la invasión, esta decisión puede aún realizarse; 2) comunica que la posición de los Estados Unidos es poco clara. No hay seguridad de que apoye (juegue bien) con la Argentina; 3) con los No Alineados, si bien partimos de una situación no favorable, podemos en un corto tiempo recomponerla y lograr su solidaridad en virtud de nuestra lucha antiimperialista”. 

Ese 28 de abril de 1982 la flota que ocuparía Puerto Stanley se echó a la mar. 

Costa Méndez con los ex cancilleres Zabala Ortíz, Paz y Carlos Muñiz

El martes 30 de marzo de 1982, mientras la Ciudad de Buenos Aires se encontraba fuertemente vigilada en vista de la manifestación sindical con la consigna “Pan, paz y trabajo”, que se iba a realizar a la tarde con la intención de llegar a Plaza de Mayo, el Comité Militar (COMIL) se reunió dos veces en el edificio Libertador. Según la Memoria de la Junta Militar: “Durante la primera reunión se resolvió que el General Héctor García fuera el Comandante de Teatro de Operaciones Malvinas hasta el día D+5 aproximadamente, luego de esto se crearía el Teatro del Atlántico Sur a partir de la desactivación del Teatro Malvinas, designándose al Vicealmirante Juan José Lombardo como Comandante (Acta Nº 5 ‘M’/82). En dicha reunión el Jefe del Estado Mayor Conjunto informó sobre las capacidades del enemigo y el análisis de las mismas después del día D+5″. 

En la segunda reunión del COMIL, el jefe del Estado Mayor Conjunto, Vicealmirante Leopoldo Alfredo Suárez del Cerro, “informó sobre la previsión meteorológica para el desembarco, informando que el Comandante de Teatro de Operaciones Malvinas decidió que el 02 de abril a las 0000 horas fuera la fecha para iniciar las operaciones”. Un temporal impedía realizar la operación el 1º de abril. También se resolvió que “por razones de política internacional, convenía que el Gobernador Militar (General Mario Benjamín Menéndez) tuviera jurisdicción sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur (Acta Nº 6 ‘M’/82)”. 

Ese mismo día, el canciller convocó en el Salón Verde del Palacio San Martín a la primera línea de la Cancillería. Luego de tomarles juramento de mantener el secreto, expuso sobre la situación en Malvinas; recordó las distintas etapas de las negociaciones en los últimos años; se refirió a las excelentes relaciones con los Estados Unidos, “grandes defensores de los pueblos jóvenes contra los colonizadores y su rol en el mundo contra el comunismo”; mencionó la decadencia del Reino Unido y del gobierno de la señora Margaret Thatcher (quien seguramente perdería las próximas elecciones), así como la difícil situación económica de su país, que lo llevaría a vender su único portaaviones y otros barcos de guerra porque no podía mantenerlos. Finalmente, sostuvo que alguien tenía que tener el coraje de hacer algo por la recuperación de las Malvinas y no olvidó decir que todo esto facilitaría la difícil situación política con Chile. 

Luego inquirió si alguien tenía alguna pregunta. El embajador Carlos “Quico” Keller Sarmiento, jefe del Departamento Europa Occidental, pidió hacer unos comentarios, los que no fueron grabados. No obstante, volcó lo que pensaba en un memorando titulado “Malvinas”, de cuatro carillas, con fecha 14 de abril de 1982. 

Primer párrafo del embajador Keller Sarmiento

“Parto de la base que llevar el conflicto a un enfrentamiento militar de resultado dudoso para la Argentina es nuestra peor opción. (Total aislamiento, riesgo de una humillación, graves consecuencias económicas, institucionales y políticas, destrucción parcial o total de nuestra Fuerza Aérea, flota y efectivos militares, probable caída del gobierno, disminución de la capacidad para negociar con el Reino Unido el futuro status de las Islas, probable creciente intervención de Brasil o Chile como fuerza de paz y pérdida de credibilidad y prestigio en el ámbito internacional)”. 

“De acuerdo a lo conocido hasta el momento, en un enfrentamiento militar es muy difícil contar con la victoria total argentina. En caso de victoria parcial se enardecerían los ánimos, podría sobrevenir un probable bloqueo de puertos, subsistirían las medidas de agresión económica por parte de la CEE (Comunidad Económica Europea) que podría extenderse a otros países e incremento creciente de la opción URSS para nuestro país. Estimo que esta debería evitarse”. 

Por esas mismas horas, el embajador Gustavo Figueroa llamó al ministro Atilio Molteni para decirle: “El departamento que andabas buscando se va a desocupar”. Eso quería decir que se iba a producir la ocupación y que iba a tener que dejar Londres, donde se desempeñaba como encargado de Negocios. 

Los británicos y los norteamericanos detectaron los movimientos de los barcos de la flota argentina de ocupación; sin embargo, esa información no fue comunicada por el gobierno a los parlamentarios durante el debate del 1º de abril (o fue relegada). Ante la inminencia del ataque, una de las primeras decisiones de Margaret Thatcher fue enviarle un mensaje a su amigo Ronald Reagan para que intentara convencer a Galtieri de que no invadiera las islas. 

El diálogo telefónico entre Reagan y Galtieri fue un fracaso porque el argentino, entre otras cosas dijo: “Le agradezco el llamado, pero es tarde, los hechos están lanzados”. 

Mientras tanto, Gran Bretaña pedía una reunión urgente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. 

Lo primero que hizo Margaret Thatcher fue enviarle un mensaje a su amigo Ronald Reagan para que intentara convencer a Galtieri de no invadir las islas (AP)

El mismo día, se le envió un largo cable “S” —cable 697— al embajador Eduardo Roca, instruyéndolo a solicitar el 1º de abril, “en hora que será determinada a vuestra excelencia telefónicamente (…) a fin de llamar la atención del Consejo de Seguridad la situación de grave tensión existente entre la República Argentina y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte”. 

En el mismo texto “Secreto” y “Muy Urgente” se le ordena a Roca que “simultáneamente con presentación nota a Consejo de Seguridad, sugiérese a V.E. entrevistar a representantes permanentes de China y de Unión Soviética fin de imponerlos situación. V.E. les señalará que la Argentina confía en seguir contando con tradicional apoyo sus países sobre cuestión Malvinas”. 

La instrucción no fue llevada a cabo. Además, se enviaron cables a Pekín y Moscú con el mismo texto: “Se señala que objetivo argentino es lograr que (China/URSS) oponga el veto en el Consejo de Seguridad a cualquier resolución que sea contraria a nuestro país”. 

Desde antes de 1982, Wenceslao Bunge tenía muy sólidos contactos con los centros académicos de los Estados Unidos y, por ende, con altos funcionarios de la administración Reagan, como la embajadora Jeane Kirkpatrick. Por esta razón, y por consejo de Eduardo Roca, el 30 de marzo fue invitado a un almuerzo en lo de Adalbert Krieger Vasena, en avenida Alvear y Libertad. A la mesa se sentó un grupo de hombres que, se especulaba, conocían a los Estados Unidos: el dueño de casa, Pedro Real, Carlos Manuel Muñiz, Jorge Aja Espil, Arnaldo Musich, Guillermo Walter Klein y Jorge Labanca. Roberto Alemann no asistió porque no estaba en el país. 

Cuando se había servido el primer plato apareció Nicanor Costa Méndez y se le cedió la palabra. Luego de una corta introducción, el canciller pidió a cada uno de los presentes un consejo, una opinión, sobre cómo hacer para profundizar la relación con Washington. Se escucharon muchas observaciones plagadas de lugares comunes, hasta que le tocó hablar a Musich. El primer embajador del régimen militar en los Estados Unidos opinó que poco podía hacerse si no se producía la institucionalización de la Argentina. Bunge, sentado a su lado, agregó: “Ellos desean entenderse con instituciones legítimas, y la única forma de mejorar las relaciones con los Estados Unidos pasa por la normalización democrática del país”. 

El invitado central no miró al joven Bunge con su mejor expresión. A dos días de la ocupación de las Malvinas, cuando la flota se encontraba en alta mar, ninguno de los invitados tenía un conocimiento profundo de lo que estaba sucediendo en las islas Georgias. Mucho menos sabían lo que ocurriría el 2 de abril de 1982. “Wences” Bunge, al salir, escuchó decir a Musich: “Lo que viene es muy grave, creo que se han vuelto locos”, pero no entendió a qué se refería. También oyó decir que Roca no había ido al almuerzo porque había tenido que viajar de urgencia a su destino en Nueva York, ya que debía participar en una reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que trataría el conflicto con Nicaragua. Tras ese almuerzo, Bunge partió a Saint Louis, Missouri, Estados Unidos, en viaje de negocios.


Jeane Kirkpatrick y Wenceslao Bunge

El 2 de abril a la mañana recibió un llamado del embajador Takacs para reiterarle la invitación a una comida, esa noche, en homenaje a Jeane Kirkpatrick. Durante la conversación, Takacs le dijo: “Mirá, Wenceslao, hemos invadido las Malvinas y quiero hablar con vos”. 

Esa noche Bunge asistió a la cena con black tie (smoking) en la calle Q 1815. Concurrieron, entre otros, Walter Stoessel, subsecretario de Haig; Frank Carlucci, subsecretario de Defensa; Thomas Enders, subsecretario del Departamento de Estado; William Middendorf, embajador americano ante la OEA; John Marsh, Secretario de Guerra; Alejandro Orfila, secretario general de la OEA; la periodista Barbara Walters y los tres agregados militares argentinos: el General Miguel Mallea Gil, el Almirante Rubén Franco y el Brigadier Oscar Peña. A los postres se hizo un brindis. Takacs señaló que ese era un día “muy difícil para nosotros en la Argentina”. Y la homenajeada dijo una frase poco recordada: “Los argentinos son muy capaces para muchas cosas, pero no se destacan por administrarse bien a sí mismos. Espero que aprendan de lo que está sucediendo”. 

Los norteamericanos se retiraron temprano de la residencia, y quedaron solo los argentinos analizando la situación. Todavía no se había realizado la reunión del Consejo de Seguridad, de la que saldría la Resolución Nº 502. El Almirante Franco afirmó que la Argentina pensaba sacar once votos a favor, dos abstenciones y dos votos en contra en el Consejo de Seguridad. El Brigadier Peña opinó de modo diferente al señalar que los americanos y los ingleses votarían juntos porque son “primos hermanos”. “Todo esto es una gran fantasía”, agregó. 

Al día siguiente —3 de abril—por la mañana, Bunge concurrió al National Press Club para desayunar con su amigo Zbigniew Brzezinski, ex consejero de Seguridad del presidente Jimmy Carter. Luego de estrecharse las manos, Brzezinski le dijo: “Te felicito, se acabó el gobierno militar”. Y le explicó que nadie mueve un ejército para invadir o recuperar un lugar que el mundo no le ha reconocido, y “esto no será permitido”. 

“Si se detiene el conflicto —sostuvo—, si llegamos a un acuerdo, que espero que sea posible porque sinceramente deseo que haya gente sensata, esto igualmente significa la terminación del gobierno militar. Y creo que va a ser lo único positivo de esta agresión argentina, porque es de tal torpeza lo que ha sucedido que no hay forma de sostenerlo”. 

Además, agregó: “Poseen un Ejército que no ha peleado ninguna guerra en lo que va del siglo; una Fuerza Aérea que tiene elementos tan sofisticados que no puede utilizar y la Armada Brancaleone″. Para el Almirante Lombardo no era la Armada Brancaleone, era, con su lenguaje llano y crudo, “el rejuntado de Chivilcoy jugando con la primera de Boca”. Pero eso lo diría luego del 14 de junio de 1982.

 

Fuente: https://www.infobae.com