30 de noviembre de 2019

MALVINAS SECRETA: CUANDO FRANCIA LE DIJO BASTA A MARGARET THATCHER


En abril de 1982 los británicos descubrieron que se encontraban huérfanos de información sobre las fuerzas armadas argentinas. Debían recolectar todos los datos posibles de sus aliados. Francia contaba con la información sobre los aviones Mirage con misiles aire-aire Matra, y los Súper Etendard con sus mortíferos Exocet. En secreto, comenzó el flujo de información sensible sobre estos sistemas de armas y se realizaron ejercicios entre aviones británicos y franceses

Por Alejandro Amendolara


"Alló, Monsieur President", fue el saludo de Margaret Thatcher a François Mitterrand al responder su llamado telefónico al anochecer del sábado 3 de abril de 1982. "Le estoy llamando para expresarle mi solidaridad. No deseo que piense que Francia, como amiga cercana y vecina, no está con Usted", le respondió el mandatario francés.

Luego de que la Primera Ministra británica le agradeciera la comunicación y le comentara sobre el difícil momento que atravesaba su país, Mitterrand expresó: "Quiero que usted sepa que, si hay algo que podamos hacer para ayudar, nos gustaría hacerlo. Por supuesto, sé que Gran Bretaña es lo suficientemente grande para encontrar sus propias soluciones a este problema. Pero es importante que usted sepa que otros comparten su oposición a este tipo de agresión".

El ofrecimiento de ayuda francés fue como música para los oídos de Thatcher. Este parecía ser un primer paso promisorio en la relación entre ambos países durante el conflicto de Malvinas. Francia era proveedor de armas del régimen militar argentino, y la inteligencia militar se encontraba ansiosa en obtener la mayor información posible.

En sus memorias Los Años de Downing Street, Margaret Thatcher recordaría esta conversación: "Estuve especialmente agradecida al presidente Mitterrand quien, junto con los líderes del Viejo Commonwealth, estuvo entre los incondicionales de nuestros amigos y quien me telefoneó personalmente el sábado para comprometer su apoyo. (…) Nunca olvidé la deuda que teníamos con él por su apoyo personal en esta ocasión y durante la crisis de las Falklands".

Unos años después de finalizado el conflicto, el por entonces Ministro de Defensa británico, John Nott, describió en su libro Here Today, Gone Tomorrow la manera en que se materializaría ese apoyo: "De muchas formas, Mitterrand y los franceses fueron nuestros más grandes aliados. En años anteriores nosotros habíamos equipado a la Armada Argentina con destructores, mientras que los franceses les habían suministrado aviones Mirage y Súper Etendard. Los buques, especialmente el Belgrano, y los aviones estaban equipados con modernos misiles Exocet". (Nota del autor: el crucero ARA General Belgrano no contaba con misiles Exocet, sino que en una acción de engaño en 1978 se habían instalado cajoneras de madera simulando los lanzadores de estos misiles).

En su informe del 30 de junio de 1982 al Foreign Office sobre la actitud de Francia en relación al tema Malvinas, el embajador británico en París, John Fretwell, señaló: "La reacción inicial del gobierno francés fue admirable. Mitterrand ordenó inmediatamente el apoyo total a Gran Bretaña, una orden que se tradujo en la ayuda francesa para establecer el embargo de armas y sobre el comercio de la Comunidad Europea, y en el apoyo francés en la Resolución 502. Recibimos valiosa información práctica de las fuerzas armadas francesas relacionada con la performance de los sistemas de armas franceses en servicio con las fuerzas argentinas. Mitterrand merece el crédito sustancial por esta reacción. Dudo si Giscard (o Chirac) hubieran respondido tan bien".

El presidente Mitterrand saludando a la primer ministro Margaret Thatcher en una visita oficial a Francia
El presidente Mitterrand saludando a la primera ministro Margaret Thatcher en una visita oficial a Francia

No pasó mucho tiempo desde la conversación entre los mandatarios para que el Ministro de Defensa francés, Charles Hernú, actuando sobre expresas instrucciones de Mitterrand, se pusiera en contacto con su colega británico para poner a disposición un avión Súper Etendard y un Mirage, de modo que los pilotos de la Real Fuerza Aérea pudieran entrenarse y obtener información valiosa mientras que los buques de la Fuerza de Tareas se dirigía hacia el Atlántico Sur. Los británicos esperaban con ansiedad estos entrenamientos, como también toda la información técnica de detalle sobre el misil Exocet.

El 7 de abril por la tarde, uno de los agregados militares de la Embajada Británica en París fue recibido en persona por Hernú, quien dijo que "haremos todo lo que podamos para ayudarlos en cuanto a información dado que estamos de su lado", ratificando el compromiso asumido por Mitterrand. Luego de esta introducción, el oficial británico fue llevado a otra oficina por dos funcionarios civiles de jerarquía e invitado a formular preguntas. Textualmente fueron las siguientes:

A. ¿Podrían los franceses darnos la lista completa de ventas militares a la Argentina y especificar cualquier modificación/limitación impuesta a los sistemas?

B. ¿Cuántos Súper Etendard están modificados para portar el AM-39; cuántos misiles poseen y cuál es su estado operacional?

C. ¿Los argentinos, poseen Crotale y/o Roland, y en caso afirmativo, cuántos sistemas y misiles?

D. Radio de acción del Mirage 3 y 5, capacidad de armamento, sistema de navegación de ataque, índice probable de funcionamiento, consumo de repuestos y limitaciones conocidas, y aptitud de los pilotos argentinos si fueron entrenados por los franceses.

Al finalizar la entrevista los funcionarios enfatizaron que su gobierno apoyaba a "les anglais" y que las respuestas estarían listas para el día siguiente a las 19 horas. El oficial británico recalcó que toda la información provista sería tratada con la mayor discreción y que no se revelaría su fuente.

Mensaje del 7 de abril de 1982 del Agregado Militar de Defensa en la embajada británica en Francia, dirigido al Ministerio de Defensa, dando cuenta de la reunión en donde se solicitó información sobre armamento suministrado a Argentina
Mensaje del 7 de abril de 1982 del Agregado Militar de Defensa en la embajada británica en Francia, dirigido al Ministerio de Defensa, dando cuenta de la reunión en donde se solicitó información sobre armamento suministrado a la Argentina

Ese mismo día, el Ministro de Relaciones Exteriores francés, Claude Cheysson obtuvo la ratificación y respaldo del Consejo de Ministros a la decisión de imponer un embargo al suministro de armamentos a Argentina adoptada inmediatamente tras la invasión y que fuera aplicado en especial a los contratos en curso de ejecución en relación a aviones y misiles.

El 9 de abril, Cheysson telefoneó a su par británico, Francis Pym, para expresar su solidaridad con los británicos y comunicarle que estaría disponible en todo momento si se necesitaba llamarlo por teléfono. Pym agradeció el apoyo recibido de los franceses, mencionando especialmente la gratitud de la Primera Ministra por el llamado que había recibido del Presidente Mitterrand el 3 de abril.

Sobre la base de un ejercicio coordinado con anterioridad a la operación militar argentina sobre Malvinas, pero que ahora tomaba vital importancia, se realizó el encuentro entre las aeronaves de ambos países. Las tripulaciones británicas del 1° Escuadrón de Caza podrían entrenar contra los tipos de aviones que probablemente enfrentarían en pocos días. El Armée de l'Air envió dos aviones Mirage III BE a la Base Aérea Militar de Coningsby desde Dijon-Longvic durante la mañana del 22 de abril. Ese día y el siguiente, los Mirage biplaza realizaron varias misiones contra los Harrier GR3, mientras que tres pilotos británicos de Sea Harrier del Escuadrón Aeronaval 809 lograron volar, por turnos, en el asiento trasero de uno de los Mirage. Al menos con ello se les otorgó una oportunidad para evaluar las capacidades de combate del Mirage antes de enfrentarse cara a cara con éste en el Atlántico Sur. También hubo involucrados aviones Súper Etendard de la Aéronavale francesa en el entrenamiento, pero no aterrizaron en el Reino Unido, para evitar que ojos indiscretos se percataran de su presencia.

La relación comienza a tensarse

Todo parecía estar en orden entre los dos países. Fluía la información, se realizaban los ejercicios, se mantenían los embargos comerciales y de armamento. Sin embargo, pocos minutos después de las 11 de la mañana del 4 de mayo se produciría un evento que cambiaría la historia y las tácticas de la guerra aeronaval. Un misil Exocet impactaba en la banda de estribor del destructor HMS Sheffield, provocando su hundimiento pocos días después mientras era remolcado hacia aguas más seguras.

Los franceses habían asegurado a los británicos que el mismo 2 de abril sus técnicos recibieron la instrucción de suspender la ayuda a la Argentina, y que el sistema de armas Súper Etendard–Exocet no se encontraba operativo. En Gran Bretaña, miembros del Parlamento y algunos medios periodísticos comenzaban a plantear dudas sobre la actitud y lealtad francesa, comenzando los primeros resquemores en la relación.

Con ello sucedió lo inevitable. Comenzó a filtrarse información a los periódicos en ambas márgenes del Canal de la Mancha.

El asesor de gabinete del Ministerio de Defensa francés, François Heisbourg, reclamó al agregado naval británico sobre el informe periodístico del The Mail on Sunday del 23 de mayo, titulado "Pilotos Británicos probaron aviones enemigos", detallando la ayuda militar francesa al Reino Unido. Insistió en que el artículo citaba que la información provenía de "una fuente de alto nivel en el Ministerio de Defensa británico", y que era probable que en Francia hubiera una tormenta con esto.

Por otro lado, con las acciones británicas en las islas Georgias del Sur sobre finales de abril, trascendió que el Teniente de Fragata Alfredo Astiz había sido tomado prisionero. Inmediatamente de conocida la noticia, los franceses solicitaron al gobierno británico su extradición para hacerlo comparecer en los juicios por su participación en la desaparición de las religiosas Alice Domon y Lèonie Duquet. Sin embargo, desde un primer momento, los británicos asumieron que no podrían cumplir con el pedido francés sin violar los Convenios de Ginebra referidos al tratamiento de prisioneros de guerra, por lo que decidieron dilatar su respuesta lo máximo que fuera posible.

Carátula de la Carta Rogatoria librada por el Juez Philippe Texier al Gobierno británico con el interrogatorio para Alfredo Astiz en relación al arresto ilegal y secuestro de personas con las religiosas francesas como víctimas
Carátula de la Carta Rogatoria librada por el Juez Philippe Texier al Gobierno británico con el interrogatorio para Alfredo Astiz en relación al arresto ilegal y secuestro de personas con las religiosas francesas como víctimas

Francia insistió requiriendo la entrega del prisionero, por lo que la demora en obtener una respuesta concreta solo logró tensar aún más la relación que comenzaba a transitar por un camino crítico. Finalmente, debieron conformarse con el envío de un cuestionario para que el prisionero fuera interrogado por la policía militar británica en los cuarteles de Sussex.

Perú entra en escena

Si bien los franceses habían impuesto un embargo a la entrega de misiles Exocet a la Argentina, los británicos realizaron un inmenso despliegue de inteligencia y espionaje a escala mundial tendiente a impedir que más misiles llegaran a manos argentinas. Perú tenía una orden de compra de misiles AM 39 Exocet en firme y pendiente de entrega, y ahora exigía a la fábrica su entrega.

El 13 de mayo, el Agregado de Defensa en la Embajada Británica en París informó al Ministerio de Defensa, en respuesta a un pedido del día anterior, que había confirmado con el gabinete del ministro Hernú que el gobierno peruano había alquilado un avión para recoger en Chateauroux la orden de cuatro misiles AM 39 lista para su entrega.

Los funcionarios del ministerio confirmaron que habían logrado detener el embarque, pero preguntaron por cuánto tiempo se estimaba que duraría el conflicto, ya que se sentían incapaces para demorar la entrega por más tiempo o cancelarla en modo definitivo. Argumentaron que perderían credibilidad como proveedores de armas y que se arriesgaban a un posible aprieto político al mostrar que no confiaban en Perú. Si bien los certificados de usuario final impedían la transferencia de los misiles a otros países, estos funcionarios buscaban justificar que el gobierno peruano sabía bien que si desconocían las condiciones del certificado se arriesgarían a una completa suspensión de entrega de armas en el futuro. Además, aventuraban que con un Secretario General peruano en la Organización de las Naciones Unidas no habría posibilidad para ellos de pasárselos a los argentinos sin comprometer a su persona.

De todas formas, dieron a entender que los misiles serían enviados por vía marítima y que ello sería recién a fines del mes de mayo, lo que claramente justificaba la pregunta sobre la duración del conflicto.

En tanto, el 25 de mayo, el Exocet se cobraría una nueva victoria en el Atlántico Sur. Dos misiles impactaron en el buque portacontenedores Atlantic Conveyor, ocasionando el mayor desastre logístico de la campaña para los británicos. Y la perspectiva que Argentina recibiera más misiles franceses a través de Perú, resultaba inaceptable para Margaret Thatcher.

Un nuevo llamado de Mitterrand

El 29 de mayo el presidente Mitterrand llamó telefónicamente a la Primera Ministra para discutir el problema del contrato de Francia para suministrar misiles Exocet a Perú. Expresó que había demorado el asunto tanto como lo había prometido y que recientemente un buque peruano había llegado a Francia para recibir los misiles, pero había sido despedido vacío. Ahora Perú estaba protestando a Francia por el incumplimiento de un contrato firmado, y anticipó que otro buque llegaría el próximo martes.

La Primera Ministra preguntó si había una condición en el contrato de que los misiles no fueran pasados a terceros países. Mitterrand confirmó que éste era el caso y que naturalmente Francia le haría el seguimiento. Thatcher le respondió que tenía buenas razones para creer que Perú estaba ofreciendo amplia ayuda a la Argentina y que sería un tema muy serio si los Exocet fueran entregados a la Argentina vía Perú. Mitterrand dijo que tenía poca fe en que Perú observara la prohibición de transferencia.

Mitterrand, por su lado, continuó explicando sobre el problema francés ante el incumplimiento de un contrato y sugirió que pasarían varios días antes que los misiles pudieran ser utilizados en contra de los británicos, asumiendo que los peruanos se los transfirieran. Insistió en tener una idea de cuán pronto podría tomar Puerto Stanley, esperando que ello fuera el fin de las hostilidades y que quería, en lo posible, retener la entrega hasta entonces.

Fue entonces que cambió el tono de la conversación. La Primera Ministra expresó su gran preocupación sobre la cuestión y que como estaban hablando por línea abierta, dijo que prefería enviarle al Presidente un mensaje por otros medios.

Concluida la conversación, Margaret Thatcher discutió el tema con varios de sus colegas del gabinete y con el Jefe de Estado Mayor de Defensa. Todos estuvieron de acuerdo en que era esencial que los misiles fueran retenidos por un plazo mayor.

Fue entonces que se decidió enviar un mensaje a París al embajador Fretwell para entregar en forma urgente a Pierre Bérégovoy, Secretario General de la Presidencia, con el pedido de que se pusiera inmediatamente en conocimiento de Mitterrand. La Primera Ministra había decidido que su mensaje fuera contundente de modo de convencer al presidente que los misiles no debían salir de Francia. El texto fue el siguiente:

Estimado Señor Presidente:

1. Se habrá dado cuenta de lo seriamente preocupada que estaba por su llamado telefónico sobre la posible entrega de misiles Exocet a Perú. Esta tarde discutí el asunto con mis colegas del gabinete más estrechamente involucrados en la disputa de las islas Falkland y con el Jefe del Estado Mayor de Defensa.

2. Debo decirle que todos quedaron consternados ante la perspectiva que Francia entregue estos misiles a Perú cuando, como usted reconoció, no puede dudarse que Perú los transferirá a la Argentina. Usted habrá visto desde que hablamos sobre la resolución adoptada en la Organización de Estados Americanos, que específicamente requiere de los Estados parte brindar a la República Argentina el apoyo que cada uno considere apropiado para asistirla en esta seria situación. Perú lo tomaría como una completa justificación para pasar los Exocet que usted propone entregar. Ya han sido empleados con efecto mortífero contra nuestros buques.

3. Entiendo el problema que usted enfrenta en relación al contrato con Perú, pero debo solicitarle con todo el énfasis y urgencia a mi alcance, que encuentre un medio para demorar la salida de estos misiles de Francia al menos por un mes. Naturalmente, preferiríamos que no sean entregados, pero las próximas semanas van a ser particularmente cruciales: no podemos estar seguros de cuán rápido serán las operaciones hacia Puerto Stanley, o si la Argentina aceptará un cese del fuego completo, aún si se vieran forzados a retirarse de las Falkland.

4. Quedé muy tranquila cuando usted me dijo en el N° 10 que había decidido que el cumplimiento del contrato de Exocet sería demorado todo lo necesario y, como usted sabe, hemos estado muy alentados por el apoyo incondicional de Francia tanto en público como en privado. Si esto se supiera, como seguramente lo será, que ahora Francia está entregando armas a Perú que seguramente serán pasadas a la Argentina para usar en nuestra contra, un aliado de Francia, esto tendría un efecto devastador en la relación entre nuestros dos países. En verdad, tendría un desastroso efecto en toda la alianza. Esto es lo último que cualquiera de los dos desearíamos. En consecuencia, espero enormemente que por el momento usted pueda encontrar alguna forma para mantener estos misiles en Francia.

Con los mejores deseos, Margaret Thatcher.

El mensaje fue entregado inmediatamente, y la dura advertencia de Thatcher logró que Mitterrand se las ingeniara para demorar la entrega de los misiles a Perú hasta julio.

Entrenamiento para defensa de las "Falkland"

Producida la rendición argentina en Puerto Argentino, los británicos aceleraron la planificación de las medidas de defensa de las islas ante la negativa de la declaración formal del cese de hostilidades. Entre esas medidas se encontraba la reparación y prolongación de la pista de la base aérea para permitir la operación de los caza-bombarderos F-4 Phantom. Estos aviones habían sido desplegados a la isla de Ascensión, y ahora aguardaban la finalización de los trabajos en Malvinas para comenzar su despliegue.

La amenaza argentina seguía latente, y en la Real Fuerza Aérea previeron la necesidad de reeditar los entrenamientos con los aviones franceses, esta vez para los pilotos de los Phantom.

El 23 de junio se elevó un requerimiento al Ministerio de Defensa con la idea para calificar un grupo de 16 pilotos en la base aérea de Coningsby, con un mínimo de 8 salidas, idealmente 16, por cada tipo de avión. El avión debería ser representativo de aquellos de primera línea con la misma firma de radar y capacidades de las aeronaves de la Fuerza Aérea Argentina en el teatro. En la consulta al Foreign Office, el ministerio de Defensa solicitaba "opinión sobre las implicancias políticas de estas propuestas, ya que los franceses aún podrían estar algo sensibles como resultado de la nota en The Mail on Sunday sobre su asistencia en suministrar entrenamiento para los Harrier".

El 3 de julio, el Agregado de Defensa Británico en París se comunicó con el General Bernard Capillon, Jefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea Francesa para consultarle "si era posible preparar un destacamento de F4 contra Mirage/Súper Etendard en el futuro próximo para entrenamiento de combate aéreo". La respuesta del General francés fue alentadora, "pero debería tener aprobación política", y que tendría que solicitar a la Aéronavale por los Súper Etendard, pero que estimaba no habría problemas para arreglarlo.

Tal vez por simple coincidencia, o cumpliendo el presagio de Thatcher en que se sabría públicamente si Francia entregaba armas, mientras que se preparaba la entrega de los misiles Exocet a Perú, el 25 de julio el The Sunday Times publicó un informe de Isabel Hilton en el que se afirmó que expertos franceses prosiguieron mostrando a los argentinos cómo utilizar los misiles Exocet aún después de comenzado el conflicto.

La noticia golpeó duro en la opinión pública y enfureció a las autoridades francesas. El informe revelaba que un equipo de nueve técnicos franceses de Dassault y Aérospatiale había ayudado a la Armada Argentina para preparar para el combate los Súper Etendard, colaborando y supervisando los trabajos de alistamiento de los misiles Exocet. Más embarazosa resultaba la mención de que el presidente de Aérospatiale era el General Jacques Mitterrand, hermano del presidente de Francia. "Estoy seguro que el señor Mitterrand nunca se lo habrá dicho a la señora Thatcher, pero en el fondo de su corazón debe haber estado muy, pero muy feliz", declaró un oficial naval argentino a la periodista británica.

“Equipo francés ayudó a ajustar los Exocet asesinos”, Informe publicado por “The Sunday Times” el 25 de julio de 1982, que provocó la furia de los franceses
“Equipo francés ayudó a ajustar los Exocet asesinos”, Informe publicado por “The Sunday Times” el 25 de julio de 1982, que provocó la furia de los franceses

En una entrevista radial el 26 de julio a Geoffrey Pattie, Subsecretario de Estado de Defensa, acerca de la controversia sobre los Exocet, el periodista Chris Lowe formuló una serie de preguntas cuyas respuestas por parte del funcionario comprometían a los franceses.

Pattie afirmó al aire que los franceses "enviaron aviones para que nuestros Harrier se entrenaran contra ellos antes que partiera la Fuerza de Tareas porque no estábamos familiarizados, particularmente con uno de los dos tipos de aeronaves que tenían los argentinos. (…) Bien, no estábamos particularmente familiarizados, en particular, con el Súper Etendard, y la Fuerza Aérea Francesa estaba preparada para proveernos una de estas aeronaves para permitirnos familiarizarnos con la performance de ese avión, de modo que nuestros pilotos supieran exactamente qué hacer y qué no y, como digo, ese es el tipo de actividad que uno podría esperar de un amigo y aliado". Ante la pregunta de si los franceses habían trabajado para ambos bandos, Pattie respondió en forma evasiva, pero sin negar la información: "Bueno, esas son… esas son sus palabras, no las mías. Quiero decir, yo no… ah… repito que el gobierno francés ha manifestado su posición. Se rehusaron a enviar más armas a la Argentina o suministrar algún personal. Si hubo alguna gente en la Argentina que permaneció allí, no estoy en posición de decirlo".

Fue entonces que Heisbourg, asesor del ministro de defensa francés, dijo a uno de los agregados militares británicos en París que Hernú se había sorprendido ante las recientes declaraciones del Sr. Pattie sobre la asistencia francesa a la Real Fuerza Aérea durante la crisis de Malvinas y consideró lamentable que un tema confidencial haya sido mencionado públicamente.

Heisbourg dijo que esperaba que el affaire del The Sunday Times ahora quedara cerrado y que la investigación realizada en Francia ya había terminado. Aun cuando su gobierno deseaba dar una vuelta de página al episodio, los fabricantes de armas franceses habían quedado señalados como los responsables, quienes sintieron que habían sido injustamente acusados. El funcionario francés advirtió a su interlocutor que los industriales comprometidos invocaban tener elementos que, si eran conocidos, desviarían la culpa hacia otro lado.

En privado alegaban que, durante el conflicto, una firma italiana que fabricaba bajo licencia de una compañía británica había suministrado repuestos para los asientos eyectores de los Mirage argentinos; que un equipo de Rolls Royce ya había regresado a la Argentina para discutir la venta de turbinas de aviones; y que la misión de adquisiciones argentina desplazada desde Londres se había establecido en Hamburgo y estaba muy ocupada en negociaciones con compañías de armas alemanas. Existía considerable rencor en la industria francesa de armamentos sobre lo que fue visto como un trato mezquino por la prensa británica después de todos los esfuerzos realizados.

El The Sunday Times volvió a la carga. El 1° de agosto publicó un nuevo informe señalando las omisiones y dudas que quedaban luego de la desmentida del gobierno francés, y que ésta no hacía más que confirmar el reporte original. Bajo el título "Cortina de humo en París" el editorial del diario señalaba: "La declaración oficial francesa sobre el informe, en realidad no resulta ser una negativa. En cambio, recurre a insultos, utilizando frases como 'erróneos' y 'tendenciosos', sin indicar los supuestos errores y prejuicios. Las autoridades francesas debieron actuar con mejor elegancia si hubieran admitido en ellos duplicidad o incompetencia. Esas son las dos únicas conclusiones para sacar".

Pero la paciencia tenía un límite. El Ministro de Defensa francés había decidido postergar sin fecha los entrenamientos con aviones de ambos países.

El 4 de agosto, el Vicejefe del Estado Mayor de Defensa francés, General del aire Jean Paul Arbelet, visitó personalmente al Agregado de Defensa en la embajada en París para explicar la decisión tomada por Hernú. Estaba directamente motivada en la saga de artículos del The Sunday Times sobre la ayuda francesa a los argentinos y el fracaso del gobierno británico en la negación de las afirmaciones allí contenidas.

Arbelet explicó que Hernú estaba muy molesto con las declaraciones del Sr. Pattie revelando que los Súper Etendard habían estado disponibles para entrenamiento con los Harrier británicos antes de su partida para reunirse con la Fuerza de Tareas. Hernú lo consideró una ruptura de confianza y un intento deliberado para comprometer el comercio de armas de Francia con América del Sur.

El embajador Fretwell envió su sugerencia al Foreign Office: "No estoy seguro que podamos persuadir a Hernú de cambiar de parecer luego que nos ha comunicado formalmente su decisión a través del Agregado de Defensa, pero usted podría considerar con el Ministerio de Defensa si podría enviarse un mensaje ministerial explicando nuevamente el contexto en el cual habló el Sr. Pattie y expresando la esperanza de que el entrenamiento de combate aéreo pueda ser reestablecido en una fecha próxima".

El Comodoro del Aire J M A Parker, Agregado de Defensa y Aéreo en la Embajada Británica en París, remitió una copia de la carta entregada por el General Arbelet confirmando la postergación indefinida del ejercicio, señalando que "la situación es sensible en este momento y considero que no se aplacará sino hasta que sea demasiado tarde para realizar este ejercicio antes que el escuadrón parta hacia el Atlántico Sur".

En el Ministerio de Defensa, el secretario R J Harding concluía el 6 de agosto que "esta es una peculiar reacción francesa a la situación y que nada se obtendrá continuando la discusión del asunto. En estas circunstancias, decepcionante como resulta ser, creo que debemos dejar que el tema descanse por un tiempo".

Una relación especial a punto de quebrarse

En su informe sobre la "Actuación de Francia sobre Malvinas", el embajador John Fretwell destacó que "la mayor presión sobre el gobierno para romper filas con el Reino Unido provino del lobby de la industria de armas. También debieron haber existido presiones de otros sectores del gobierno debido a la importancia de la venta de armas en la balanza de pagos de Francia", y que para evaluar la actitud de Francia durante el conflicto "también debemos tener en cuenta que en el momento de máxima preocupación británica durante la crisis de las Malvinas, Mitterrand eligió ponerse en contra nuestra algo despiadadamente en la Comunidad, sobre el tema de los precios agrícolas y el presupuesto; y siguió amenazándonos gratuitamente con una crisis sobre la naturaleza de la participación británica. Entonces, sin tener que ser groseros, deberíamos estar en guardia en contra que los franceses saquen ventaja indebida de nuestra gratitud por el apoyo que nos extendieron".

Tal vez de mayor relevancia, resultaba su apreciación sobre la posición francesa sobre la soberanía de las islas: "Los franceses no aceptan el reclamo británico sobre las Malvinas. Es probable que nuevamente nos soliciten negociar con Argentina si allí surge un gobierno estable. Probablemente no quedarán convencidos por los argumentos que les adelantaremos para justificar nuestra posición sobre la soberanía, pero podría responder a las advertencias sobre el peligro de socavar los acuerdos territoriales de larga data y el argumento simple que asumimos que los franceses no esperan que les digamos qué hacer con sus posesiones de ultramar".

La relación entre Gran Bretaña y Francia durante el conflicto, si bien parecía ser óptima en abril, se fue deteriorando progresivamente a partir del funcionamiento operativo del binomio Súper Etendard–Exocet. Con el hundimiento del destructor HMS Sheffield comenzaron los recelos que persistieron aún finalizado el conflicto, con los británicos presionando al gobierno francés para que suspendiera las entregas de misiles, primero a Perú, y luego a la Argentina, tras levantar el embargo de armas. Francia terminó frustrando esos deseos, cumpliendo –aunque tardíamente- con los contratos firmados.

A pesar de las protestas británicas, en el puerto de Saint-Nazaire se embarcaron secretamente nueve aviones Súper Etendard, mientras que un cargamento de cinco misiles Exocet salía por medio aéreo hacia su destino en la Argentina en la noche del 20/21 de noviembre de 1982.

Los franceses lo hicieron con gran discreción a fin de "evitar interferencias británicas".

Fuente: https://www.infobae.com

MUJER Y PRIMERA MINISTRA: LOS DOS HOMBRES QUE MARCARON LA VIDA DE MARGARET THATCHER Y LA AYUDA EN MALVINAS


El tercer y último tomo de la biografía de la líder conservadora británica revela la relación que mantuvo con su amado Denis y con el presidente de los Estados Unidos

Margret Thatcher baila con Ronald Reagan, y sus cónyuges, Nancy Reagan y Denis Thatcher entre sí, en 1988. (Ron Sachs/Shutterstock)
Margret Thatcher baila con Ronald Reagan, y sus cónyuges, Nancy Reagan y Denis Thatcher entre sí, en 1988. (Ron Sachs/Shutterstock)

Uno fue su esposo, el padre de sus hijos Mark y Carol, el que la ayudó a convertirse en abogada y el que apoyó, a veces, y otras simplemente no interfirió, su carrera política. El otro fue un aliado político que sin querer se fue convirtiendo en un amigo, y en uno de los más queridos a medida que salieron del poder y se vincularon simplemente por gusto. Los dos hombres que marcaron la vida de Margaret Thatcher no podían ser más distintos: Denis Thatcher, un empresario inglés, hombre de gin, golf y monarquía, y Ronald Reagan, un presidente de Estados Unidos, hombre del oeste americano, jeans y Hollywood.

Los dos hombres recorren prácticamente las 1.000 páginas del tercer y último tomo de la biografía de Thatcher que escribió Charles Moore, Herself Alone, que cierra la vida que comenzó a contar en From Grantham to the Falklands y Everything She Wants. Al comienzo del nuevo volumen, que abre con la elección de 1987 en la cual la primera ministra se confirmó en el poder que ejercía desde 1979 en el Reino Unido, ambos están en grandes momentos; hacia el final, ella ya ha debido despedir a ambos, y entre la demencia senil y la gran depresión que le dejó la ausencia de Denis, parece alguien muy distinto de la mujer que impulsó la ola conservadora en el mundo y fue protagonista fundamental del fin de la guerra fría.

“Calma, querida” parecen haber sido las palabras que más dijo Denis a lo largo de los 52 años de su vida conyugal. Era la persona que le recordaba a Thatcher que ya se había terminado el día y era hora de descansar; la que alentaba que ella celebrara el inusual logro de 10 años como primera ministra, pero le recordaba que debía ser “muy cuidadosa” porque se lo iba "a utilizar muy mal”. Era también la persona ausente en numerosas apariciones laborales su mujer, en parte para dejarle espacio y en parte para tener él la distancia que necesitaba. Pero siempre estaba accesible para hablar, ya que en pocas personas en el mundo confiaba ella como en él.

Los Thatcher, Margaret y Denis, en 1976. (Clive Limpkin/Daily Mail/Shutterstock)
Los Thatcher, Margaret y Denis, en 1976. (Clive Limpkin/Daily Mail/Shutterstock)

Él apenas hablaba con la prensa, se refería a ella como “la jefa” y se dejaba pintar como el heredero de un empresario que solo sabía jugar al golf y tomar gin con sus amigos. Aunque le importaba la política, y tenía opiniones fuertes, nunca intervino para no perjudicar a Thatcher. Y a pesar de su tradicionalismo, vivió con alegría la ambiciosa carrera de ella. En 1975, cuando Thatcher ganó por primera vez el liderazgo conservador, le preguntaron cómo se sentía: “Encantado. Tremendamente orgulloso, naturalmente. ¿No lo estaría usted?”

Al otro lado del Atlántico, en cambio, el ex actor y gobernador de California no se perdía una oportunidad de figurar. Incluso cerca de su salida de la Casa Blanca, en una comida para Thatcher, dijo:

—Se cuenta que un cowboy salió a cabalgar un día y de pronto se halló frente al Gran Cañón. Se supone que dijo: “Bueno, aquí sí que ha pasado algo” —comenzó Reagan—. Bueno, primera ministra Thatcher, cuando contemplamos el mundo tal como está hoy y como estaba hace ocho años cuando nos encontramos aquí por primera vez, y también nosotros tenemos derecho a decir: "Sin dudas aquí ha pasado algo”.

Algunos en Washington DC se resentían por la fluidez de la relación de Reagan y la británica, en la que veían “una influencia desproporcionada de Thatcher”. James Baker, quien fue secretario del Tesoro, la admiraba, pero se molestó por lo que describió como “la manera en que Thatcher tenía a Reagan comiendo de su mano”. George H.W. Bush, vicepresidente que sucedió a Reagan en el cargo, dijo años después: “Ella hablaba por Reagan. En todas las reuniones internacionales: ‘Ronnie y yo pensamos esto. Ron y yo queremos hacer esto otro’. Y él, sentado ahí, asentía y decía ‘¡Sí!’”. Bush, en cambio, asumió un papel más distante: “¡Yo era el presidente de los Estados Unidos!”, ironizó.

En una de las últimas acciones presidenciales de su amigo Reagan, quien iba a ser sucedido por su vice, George H.W. Bush (Peter Heimsath/Shutterstock)
En una de las últimas acciones presidenciales de su amigo Reagan, quien iba a ser sucedido por su vice, George H.W. Bush (Peter Heimsath/Shutterstock)

“¿Dónde está DT?”

El matrimonio Thatcher, según otro biógrafo de la ex primera ministra británica, “fue más una sociedad de conveniencia mutua que un romance”. Hubo, sin embargo, episodios de una intensidad que no encajan en esa descripción, como cuando en 1964, luego de una elección en la cual su esposa había puesto cuerpo y alma, Denis sufrió un colapso nervioso y viajó a Sudáfrica sin decir si regresaría o no, aunque volvió dos meses más tarde. Otro estudioso de la vida de Thatcher, David Cannadine, describió el episodio como “la mayor crisis de la pareja”.

Por lo demás, estuvieron de acuerdo en muchas cosas, como por ejemplo en que el legado de Thatcher no estaba seguro en las manos de su sucesor, John Major, quien para Denis era “un hombre simpático e inútil que no puede ser líder”. Como a ella, no le gustaban los alemanes (sólo que, a diferencia de ella, solía expresarlo); el antieuropeísmo de ella contaba no ya con el aval sino con el aliento intenso de Denis, “quien siempre le decía que Europa era una estafa dirigida por granujas”.

¿Qué mecanismo permitía que un conservador tradicionalista no se sintiera aplastado por la sombra de su enorme mujer? Según Herself Alone, “había un elemento de ausentismo” en la relación. “Denis, quien décadas antes había decidido preservar su propia independencia y tranquilidad mental al ofrecerle solo dos cosas: amor y lealtad, y nunca había tratado de dirigir la vida de ella de modo alguno, se mantuvo en esa tesitura” tras la renuncia. “Cuando Mark trató de que compartiera las oficinas con su esposa, se negó”, recordó Morton.

En 1991, Denis ya era el barón Thatcher, con el primer cargo creado ad hoc desde 1964. (BEI/Shutterstock)
En 1991, Denis ya era el barón Thatcher, con el primer cargo creado ad hoc desde 1964. (BEI/Shutterstock)

“Le gustaba llegar a su casa a la noche y encontrar a su esposa, tomar un trago con ella y quejarse de lo mal que estaba el país, pero durante el día se escabullía, al comienzo por sus negocios y el golf y luego, a medida que envejeció demasiado para hacer esas dos cosas, para almorzar con quienes llamaba sus “compinches” y mirar el rugby. Como Lady Thatcher “siempre quería ser la estrella”, señaló Crawfie, “simplemente se iba de la sala si Denis hablaba demasiado”. También tenía celos de los amigos de los almuerzos. “Se quejaba si estaba en casa y se quejaba si no estaba. Uno de sus comentarios más comunes era ‘¿Dónde está DT?’: una expresión de irritación a la vez que de amor”.

“Amor, no sigas”

La lealtad de él por ella era absoluta. Pero también, “consciente del paso del tiempo" y dueño del "coraje para hablar al respecto”, le dijo a Thatcher que 10 años era una buena cifra y era hora de dejar la dirección del país. “Sentía que su esposa estaba ‘terrible, terriblemente cansada’ y no veía que pudiera recuperar su popularidad. Según él mismo contó, le dijo a ella: ‘Mira, ¿por qué no te vas? O prometes renunciar y ayudas a que otro se haga cargo, o simplemente te vas’. Thatcher estaba dispuesta a escucharlo. ‘Es probable que tengas razón, creo’, le dijo”.

Comenzó a dar los pasos para hacerlo —“Tengo que elegir el momento adecuado para Su Majestad”, explicó— e hizo consultas. Pero uno de sus colaboradores le advirtió que, como no tenía sucesores visibles, fracturaría a los conservadores. Cuando se lo explicó a Denis, él reaccionó mal: “Desde luego nos peleamos por todo el maldito asunto, y ella se enojó”. Para él la explicación política era razonable, pero creía que “nadie había visto que ella estaba bajo gran presión”.

En 1978, tras haberse consoliado como líder conservadora y futura primera ministra, con Dennis y uno de sus hijos, Mark. (Clive Limpkin/Daily Mail/Shutterstock)
En 1978, tras haberse consoliado como líder conservadora y futura primera ministra, con Dennis y uno de sus hijos, Mark. (Clive Limpkin/Daily Mail/Shutterstock)

Él le siguió recordando "su mortalidad política”. Una vez que un líder partidario era desafiado resultaba altamente improbable que pudiera imponerse, le dijo; ella tenía que pensar en su salida. Cuando la primera votación no le permitió el triunfo, y ella se propuso ir a una segunda, Denis le aconsejó: “Amor, no sigas”. Según Morton, si bien ella le agradeció el consejo, le respondió: “Siento profundamente que debería dar pelea”.

El día que Thatcher comprendió la inminencia de su caída se encerró con él a hablar. “No quedaba mucho por decir, contó luego, pero me consoló. Él me había dado su veredicto antes, y había resultado ser cierto”. No obstante, esa noche, cuando regresó a Downing Street 10 tras comer con su hija, Carol, Denis se echó a llorar en el automóvil, que debió hacerlo ingresar por una puerta donde no hubiera prensa de guardia.

El último día, “de manera inusual”, notó Moore, tomó su mano el trayecto en auto que los llevó hasta el palacio de Buckingham, donde Thatcher se despediría de la reina Isabel II. A la noche, alojados en casa de amigos, se quedó con ella en silencio largo rato, sentados en la sala; cada tanto golpeaba rítmicamente una mano sobre las rodillas de ella, que tenía los ojos llenos de lágrimas.

A ella él también le importaba mucho, aunque parecía tener la cabeza en otro lado. Cuando, para honrarla tras su salida, la reina le dio a Denis el título de barón, Thatcher sintió una suerte de compensación de la vida: la primera esposa de él, que también se llamaba Margaret, lo había dejado por un barón mientras Denis peleaba en la Segunda Guerra Mundial. Ahora él sería uno. Y ella, Lady Thatcher.

La primera ministra Margaret Thatcher visitó las islas Malvinas, con su esposo, poco después de la guerra, en 1983 (Keystone/Hulton Archive/Getty Images).
La primera ministra Margaret Thatcher visitó las islas Malvinas, con su esposo, poco después de la guerra, en 1983 (Keystone/Hulton Archive/Getty Images).

Por él también se sumó como consejera de la tabacalera estadounidense Philip Morris, con un salario de USD 500.000 anuales. Su equipo le rogó que no lo hiciera, pero los ignoró. “Fue desacertado, ya que causó polémica, pero a ella no le importó porque Denis eran fumador convencido”, escribió Morton.

El final

Poco después de la publicación de sus memorias, Los años de Downing Street y El camino hacia el poder, Thatcher filmó un programa de televisión basado en ellas, que se extendió en cuatro partes, en el que también Denis participó ampliamente: dio, como ella, unas 30 horas de entrevistas. Mientras los grababan, la prensa comenzó a difundir rumores de que Denis estaba enfermo. Un día Thatcher llegó a la filmación, se plantó ante las cámaras y dijo al equipo: “Denis no tiene cáncer. No. No tiene cáncer”. A continuación caminó hacia la ventana, donde vio a un grupo de periodistas y fotógrafos. “¡Buitres!”, gritó.

Aunque según Morton ella lo ignoraba, “en realidad él tenía cáncer, de próstata, pero respondió a la radioterapia y entró en remisión”. Herself Alone destacó, sin embargo, que eso fue “un ejemplo temprano de un problema en aumento". Como era once años más grande que su esposa, Denis se acercaba a los 80 años. "Aunque había sufrido notablemente poco por sus muchos años de fumar 40 cigarrillos diarios y beber, bordeaba ya la vejez. Esto hacía que Lady Thatcher se angustiara por él y a veces se enfadara”.

Margaret Thatcher y su esposo Denis fuera de su casa en Dulwich, al sur de Londres (Shutterstock)
Margaret Thatcher y su esposo Denis fuera de su casa en Dulwich, al sur de Londres (Shutterstock)

Él sufrió mucho cuando comenzó el declive mental de ella. En general tenía palabras de apoyo, pero en alguna ocasión, si repetía algo varias veces, llegó a observarle: “¡Ya dijiste eso!”. Otras veces, más exasperado por la negación de ella ante lo que le sucedía, le dijo: “No se trata de cuántas más millas quedan. Se trata de la manera en que manejas el auto”.

En enero de 2003 Denis se debió someter a cirugía cardíaca. Tenía 87 años y necesitaba reposo, pero acaso por la tensión del episodio Thatcher sufrió una caída y se golpeó la cabeza. Mark decidió llevar a su padre a Sudáfrica, pero ella comenzó a angustiarse por los recuerdos de cuando él se había ido allí dos meses sin saber si regresaría o no. Por fin voló a encontrarlo, y pasaron juntos unas lindas vacaciones.

Serían las últimas. En los meses siguientes él comenzó a manifestar problemas para respirar, pero no quería avisarle a nadie para que lo dejaran en paz. Con la excusa de hacer un control de la aorta lo llevaron al hospital, donde descubrieron que tenía cáncer de páncreas. Murió el 26 de junio de 2003, a los 88 años. Thatcher estaba a su lado.

Margaret Thatcher y su esposo Denis fuera de su casa en Dulwich, al sur de Londres (Shutterstock)
Lady Thatcher en 2003, durante el funeral de su esposo, Sir Thatcher. (Reuters)

Ella quedó devastada por su ausencia. Durante dos meses le pidió a su secretaria que durmiera en la misma habitación que ella. Estaba deprimida y confundida. Cada tanto preguntaba “¿Dónde está DT?”. A veces su propia enfermedad le amortiguaba el dolor; otras veces recordaba en seguida que él había muerto. “No me gusta la idea de que puedo tener otros 10 años por delante hasta llegar a su edad”, decía.

El gran amigo Ronnie

Durante sus años en Downing Street 10 Thatcher tuvo históricas relaciones con distintos jefes de estado, fue la primera, por ejemplo, en abrirse al diálogo con Mijail Gorbachov, pero ninguno logró un lugar real en su vida como Ronald Reagan, “su amigo y aliado mayor”. Lo describía públicamente como “una persona cálida” y "muy subestimada intelectualmente”. En particular le gustaba el optimismo de Reagan, algo de lo que ella carecía. Nancy Reagan dijo a Moore: “Tenían misiones similares, pero para Ronnie el vaso siempre estaba medio lleno. Margaret, en cambio, tenía una visión más sombría”.

Al comienzo él estaba encantado, pero ella no tanto. “En parte por su natural diferencia de temperamento y en parte porque, a los 76 años, sus capacidades mentales estaban ligeramente en declive, Reagan quedaba más satisfecho al conversar con Thatcher que a la inversa. En un encuentro en Washigton, Frank Carlicci advirtió ‘un poco divertido’ el contraste: ‘Ella era pura sustancia. Pero apenas Ronald Reagan terminaba con los temas y asuntos, quería hacer chistes y charlar. Pero Margaret era trabajo y trabajo. Ella, con su mente estructurada y Ronald Reagan que quería contar chistes…'”.

Margaret Thatcher recibió a Ronald Reagan en Downing Street 10 en 1982, a semanas del comienzo de la guerra de Malvinas. (Shutterstock)
Margaret Thatcher recibió a Ronald Reagan en Downing Street 10 en 1982, a semanas del comienzo de la guerra de Malvinas. (Shutterstock)

Algunos en el entorno de la Casa Blanca también veían a Thatcher como una competencia en la escena mundial: Lou Cannon, quien luego sería biógrafo de Reagan, escribió en The Washington Post que el mandatario pagaba “un precio muy caro en términos de su reputación por la inspiración y la ayuda que recibe de Thatcher”, algo que se hacía más evidente cuando los dos se presentaban en público: era muy fácil “reconocer instantáneamente que Thatcher es a la vez el intelecto superior y la fuerza fundamental”. Pero ella siempre mantuvo “gran afecto” por el presidente estadounidense, “y una admiración genuina por sus convicciones sólidas y su don de comunicación”.

Gorbachov y la Argentina

Ella nunca hizo comentarios negativos sobre el trabajo de Reagan, ni siquiera cuando se chocaba con el suyo. Por ejemplo, cuando Reagan dijo, en su discurso más importante sobre la Guerra Fría, frente a la puerta de Brandenburgo, en Berlín: “Secretario general Gorbachov, si usted procura la prosperidad para la Unión Soviética y Europa del este, si busca la liberalización, ¡venga a esta puerta! Señor Gorbachov, ¡ábrala! Señor Gorbachov, ¡eche abajo el muro!”, ella no protestó a pesar de su esforzado diálogo con Moscú. Se limitó a hablar sobre los “acontecimientos históricos, de gran coraje, que están sucediendo en la Unión Soviética gracias al liderazgo de Gorbachov”.

Aunque hubo episodios como la invasión a Grenada y el caso Irán-Contras, que fueron políticamente delicados para las relaciones entre los dos países, el mutuo afecto sincero de los dos líderes nunca se dañó, al contrario. Cuando, bajo extrema presión, Reagan se disculpó públicamente por el intercambio de rehenes por armas, ella lo llamó de inmediato. Estaba “electrizada por el discurso”, creía que “todo volvería a su senda”. Lo animó: “Ronnie, hiciste lo que tenías que hacer. Le pusiste fin al asunto”.

Mijail Gorbachov y Ronald Reagan en 1987, durante la firma de uno de los acuerdos de no proliferación nuclear, para misiles intermedios.
Mijail Gorbachov y Ronald Reagan en 1987, durante la firma de uno de los acuerdos de no proliferación nuclear, para misiles intermedios.

En el pico del escándalo Thatcher voló a Washington DC; Reagan estaba herido y deprimido, y su esposa, Nancy, no podía dejar de escuchar y comentar cada crítica de los medios, lo que complicaba las cosas. Thatcher defendió a su amigo en varios programas de televisión: eludió el tema directamente y en cambio hizo una documentada defensa del exitoso gobierno de Reagan. Voló de regreso a Londres.

En uno de los programas más importantes, Face The Nation, hizo una argumentación aplanadora. Reagan la llamó, pero no la encontró; cuando ella le devolvió la llamada, él estaba en una reunión de gabinete. La atendió de todos modos: “Te quiero agradecer desde el fondo de mi corazón”, le dijo. Ella temía haberse excedido en el contraataque. “No, lo hiciste de una manera encantadora y dejaste a los periodistas sin nada que decir”, le contestó. Thatcher empezaba a despedirse cuando Reagan le pidió que esperase un momento y escuchara algo. “Hubo una larga ronda de aplausos”, contó Moore, del gabinete en pleno.

Por su amistad con ella, Reagan mantuvo firme la opinión de no vender armas a la Argentina, debido a la Guerra de Malvinas. Luego de la derrota, el gobierno argentino había intentado comprar aeronaves militares a los Estados Unidos. Thatcher quería impedirlo; Reagan no pensaba que fuera necesario hablar del tema. Pero antes del final de una reunión sobre muchos asuntos, ella “tomó su bolso y hurgó dentro y encontró una lista, como de compras”. La sacó e hizo que revisaba las cuestiones que debían tratar:

 AP 163

—Hay algo que nos olvidamos… Ah, sí: armas para la Argentina. No lo vas a hacer, ¿no? —le preguntó, simplemente.

—No, Margaret, por supuesto que no —le confirmó él.

“El destino les ha hecho una mala jugada”

El 16 de noviembre de 1988 Reagan brindó una comida en honor a Thatcher, que a la vez funcionó como su despedida, ya que pronto dejaría la Casa Blanca al presidente electo, Bush. Un encuentro “cálido, amistoso y nostálgico”, describieron a Moore los asistentes. “Reagan y Thatcher eran ‘dos buenos amigos que se iban a extrañar’”. En su discurso, Reagan destacó: “Nancy y yo nos sentimos orgullosos de decir que los Thatcher son nuestros amigos, del mismo modo que los Estados Unidos están orgullosos de decir que el Reino Unido es un amigo y un aliado”.

La homenajeada llegó con un resfrío pertinaz. La escasa voz que le quedaba se había agotado en los discursos; al reunirse con el mandatario en el Salón Oval, apenas si podía hablar. “Reagan no parecía tener otro deseo que ayudarla”, reconstruyó Moore. Ken Duberstein, subjefe de Gabinete, le dijo: "Nunca antes había visto a Ronald Reagan mimar tanto a alguien. Él mismo le llevó una tetera, él mismo le acercó sus pañuelos… Lo recuerdo corriendo de aquí para allá en el Salón Oval tratando de ponerla más cómoda. Eso lo dijo todo sobre la relación que tenían”.

El canciller de Alemania Occidental Helmut Kohl, la reina Isabel II, el presidente Ronald Reagan y la Primera ministra Margareth Thatcher, en 1984. (AP)
El canciller de Alemania Occidental Helmut Kohl, la reina Isabel II, el presidente Ronald Reagan y la Primera ministra Margareth Thatcher, en 1984. (AP)

En 1990 él se preocupó mucho por la salida del poder de Margaret Thatcher, que no fue tan prevista ni funcionó como una ocasión de celebración. Apenas una semana después, aprovechando que estaban en Londres por una cena de trabajo, los Reagan fueron a tomar el té con Thatcher en el Claridge’s. “Ella les habló sin reservas sobre su congoja. ‘No se quedó callada’, recordó Nancy Regan. ‘Estaba apesadumbrada. Fue muy explícita sobre cómo se sentía'".

Ya antes Thatcher había pedido consejo a Reagan durante una conversación telefónica, y en esa ocasión se lo brindó, en detalle y en persona. Según Fred Ryan, su coordinador de personal luego de que dejara la presidencia, "Reagan se sintió muy mal cuando la sacaron. Sentía que ella era una gigante de su época y que no debería haber sido expulsada de ese modo. Se sentía decepcionado por ver la pérdida que sufría una amiga”.

Poco después de la visita Ryan le envió a Thatcher un memo con consejos detallados sobre la experiencia de Reagan. Terminaba: “El presidente Reagan quisiera hacer lo posible para ayudar a la señora Thatcher en su transición a la vida privada”. Le recomendó que siguiera la tradición estadounidense de las giras de conferencias pagas. Ya dos británicos lo habían hecho antes: Oscar Wilde y Winston Churchill. La presentó a la agencia que se encargaba de gestionar los discursos de él, Washington Speakers Bureau. El contrato ofrecía un mínimo de USD 50.000 por cada conferencia y la comprometía a unas 30 a 40 por año.

(Globe Photos/mediapunch/Shutterstock) Ronald Reagan Speaking On Stage Margaret Thatcher Ronald Reagan and Margaret Thatcher 1988
(Globe Photos/mediapunch/Shutterstock) Ronald Reagan Speaking On Stage Margaret Thatcher Ronald Reagan and Margaret Thatcher 1988

Se siguieron viendo. Thatcher fue al cumpleaños 80 de Reagan en Los Ángeles, en febrero de 1991. Pero cuando ella cumplió 70, sólo Nancy Reagan pudo asistir a la fiesta en Londres: el presidente ya estaba muy deteriorado por el mal de Alzheimer. “El destino les ha hecho una mala jugada a ti y a él”, le escribió luego para agradecerle. “La mejor medicina en la vida es la bondad de los amigos verdaderos, y ustedes tienen muchos más de los que creen”.

“Ronnie, estamos en Washington”

Cuando volvió a California para el cumpleaños 82 de Reagan, Thatcher tenía una misión: ayudar a recaudar fondos para la Biblioteca Presidencial. Aunque le dijeron que los Reagan vivían de una manera sencilla en el Rancho del Cielo, en las montañas de Santa Ynez, y vestían jeans, el conductor del automóvil que la pasó a buscar por el hotel Bel Air encontró a Thatcher con zapatos blancos, vestido blanco y cartera y sombrero al tono. Vestida como nadie más en la reunión, sólo se sintió incómoda cuando vio, por primera vez directamente, lo que la enfermedad le hacía a su amigo. Reagan repitió las palabras del brindis, sin notarlo.

Más adelante, en otros encuentros debió calmar la desorientación del ex mandatario, “Ronnie, estamos en Washington”, y tolerar la angustia de ver que él no la reconocía. Una noche, en un momento de claridad, Reagan le escribió: “Siempre he creído que el camino de latida ha sido determinado por una fuerza más poderosa que destino. Creo que el Señor nos acercó con un propósito profundo, y que yo he tenido la magnífica bendición de haberte conocido. Me enorgullezco de considerarte una de mis amistadas más queridas, Margaret; me enorgullezco de haber compartido muchos de los momentos importantes de la vida contigo”. Como señaló Moore, ya Reagan se deslizaba hacia el tiempo pasado.

Thatcher asistió al funeral de Ronald Reagan, pero ya estaba enferma: llevó su elegía grabada en video más de un año antes. (AFP)
Thatcher asistió al funeral de Ronald Reagan, pero ya estaba enferma: llevó su elegía grabada en video más de un año antes. (AFP)

Thatcher, que se había comprometido a cumplir con el deseo de Reagan de ser quien lo despidiera en su funeral, comenzó a viajar con un borrador de discurso y un cambio de ropa negra elegante en su equipaje. Pero Reagan viviría hasta los 93 años, y en ese tiempo los episodios de isquemia comenzarían a afectar el cerebro de Thatcher. Ya en 2002, dos años antes de la muerte del ex presidente, se sabía que “ella no estaría bien como para pronunciar el discurso en persona, pero se acordó con la oficina de Reagan que lo haría de otra manera”.

En 2003 Thatcher grabó su discurso fúnebre en video. Y un año más tarde, cuando pudo asistir a la despedida de Reagan, pero no hablar, “tuvo la experiencia inusual de estar sentada en una congregación y verse a sí misma proyectada en pantallas de plasma”. Quienes la acompañaron notaron “su confusión intermitente, pero también su determinación”. Fue la única que acompañó a la familia Reagan en el avión presidencial que llevó el féretro a su tumba, frente a las elevaciones de Santa Mónica.

Fuente: https://www.infobae.com