7 de noviembre de 2019

30 AÑOS DEL ENCLAVE BRITÁNICO EN EL ATLÁNTICO SUR: LA FORTALEZA MALVINAS



Trabajo presentado en las V Jornadas de la Red Federal de Estudios sobre Malvinas. Refem 2065 Universidad Nacional de Rosario - 6 de noviembre de 2015


Por Daniel Argemi, Javier Luchetti, Oscar Mastropierro y Marcelo Troncoso.


Introducción

Luego de la Segunda Guerra Mundial, la política internacional se encontró enmarcada en el contexto de la Guerra Fría entre las dos principales potencias de la época, los Estados Unidos de América y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Las disputas entre ambas potencias no se produjeron directamente, sino que los países ubicados en lo que se conocía como Tercer Mundo, una mezcla de países democráticos, dictaduras militares, países socialistas, países capitalistas o de economía mixta, fueron escenario de las rivalidades geopolíticas de ambos países. Algunas áreas trascendentes fueron la zona de Medio Oriente por su importancia en la producción y exportación de petróleo, y América Central donde Estados Unidos asistió al nacimiento de un gobierno comunista en la isla de Cuba. Para evitar que a Cuba se le añadiera otro gobierno con fuertes lazos tanto con Cuba como con la URSS en Nicaragua, los norteamericanos armaron a los Contra nicaragüenses, que pelearon contra el gobierno sandinista para derrocarlo.

En nuestro país imperaba el gobierno de facto asumido en 1976 que, aliado de Estados Unidos en esta guerra, envió asesores militares a Honduras donde entrenaban los Contras. Creyendo que Estados Unidos apoyaría los reclamos argentinos por las Islas Malvinas, el gobierno de facto argentino invade las islas en 1982. Pero no solamente lo hizo pensando en esta cuestión, sino que debido al creciente descontento social, político y económico interno, terminó adoptando una decisión de política exterior cimentada en la inestabilidad de la política interna:

“La inestabilidad política interna puede disminuir la credibilidad de la política exterior del país y afectar el campo o la magnitud de la participación en el exterior (…). Algunos teóricos también han especulado en el sentido de que los gobiernos presionados por conflictos internos es probable que emprendan luchas contra “chivos expiatorios” externos, con el propósito de desviar la atención pública de los problemas internos y buscar la unificación del país. En este sentido pueden citarse algunos casos individuales que tienden a respaldar esta hipótesis: así sucedió en el caso de la invasión argentina a las islas Falkland o Malvinas, contra Inglaterra, en el año de 1982, en un momento de creciente malestar interno y de unas muy deterioradas condiciones económicas en Argentina. La fuerte respuesta dada por los ingleses a esta invasión en el Atlántico sur también se consideró en algunos sectores como una oportunidad del gobierno de la primera ministra Margaret Thatcher para recapturar una popularidad perdida, en el momento mismo en que el desempleo estaba creciendo apreciablemente (Pearson y Rochester, 2000: 183)”.

Posteriormente, Gran Bretaña prestó mayor atención a las islas, especialmente desde el punto de vista económico y militar. En este último, caso reforzó la defensa de las islas. A 30 años de la construcción de la base militar Fortaleza Malvinas, de la Organización del Tratado del Atlántico Norte[1], en el Atlántico Sur, y a 50 años del “Alegato Ruda”[2], Gran Bretaña establece esa necesidad puesto que Argentina y su reivindicación de la soberanía son una “amenaza”. Esto en realidad, encubre el hecho que desde el año 1983, todos los gobiernos democráticos de nuestro país han insistido siempre en la búsqueda de la restitución de las islas por la vía pacífica y el diálogo político. Sin embargo, son los recursos naturales, la proximidad al continente Antártico y su posición geográfica-estratégica, lo que lleva al gobierno de Gran Bretaña a incrementar el presupuesto para reforzar la defensa ante una posible amenaza de nuestro país.

La introducción de armas nucleares en el Atlántico Sur, es una contradicción al Tratado de Tlatelolco (Tratado para la Proscripción de Armas Nucleares en América Latina y el Caribe firmado en 1967), del cual Gran Bretaña es parte, cuyo fin es la desnuclearización militar de América Latina, habiendo todos los países sudamericanos renunciado a las armas de destrucción masiva. Es, sin duda alguna, una estrategia de disuasión militar-nuclear que amenaza seriamente la seguridad y soberanía de Argentina y del resto del continente.

El objetivo de la siguiente investigación, es el análisis de la importancia de los recursos naturales en disputa en torno a las Islas Malvinas, a partir de nuevos descubrimientos de petróleo en los alrededores de las mismas, y la consiguiente instalación de una base militar británica con gran poderío terrestre, naval y aéreo, lo que le permitiría al Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, “defenderse de las agresiones argentinas”, aunque desde el año 1983 nuestro país a partir de la presencia continua de gobiernos democráticos, no ha hecho más que pedir la devolución de las Islas Malvinas en forma pacífica. Ante estos reclamos, Gran Bretaña simplemente ha aumentado el nivel de provocación en la zona del Atlántico Sur, creando hace varias décadas la Fortaleza Malvinas a sabiendas de la debilidad estructural de las Fuerzas Armadas Argentinas y de la naturaleza para nada belicosa de nuestros legítimos reclamos.

1. Las Islas Malvinas desde una visión geográfica: el concepto de acumulación por desposesión.

Para el análisis de la presente investigación, se hace referencia a un concepto de especial trascendencia en la geopolítica mundial actual. Más allá de las diversas concepciones epistemológicas provenientes del concepto de territorio en la geografía, la que compete en la investigación es la sustentada por uno de los geógrafos críticos por excelencia, David Harvey. El concepto “acumulación mediante desposesión” presenta diversos factores enmarcados en el “nuevo imperialismo”:

“Estos incluyen la mercantilización y privatización de la tierra y la expulsión forzosa de las poblaciones campesinas; la conversión de diversas formas de derechos de propiedad– común, colectiva, estatal, etc.– en derechos de propiedad exclusivos; la supresión del derecho a los bienes comunes; la transformación de la fuerza de trabajo en mercancía y la supresión de formas de producción y consumo alternativas; los procesos coloniales, neocoloniales e imperiales de apropiación de activos, incluyendo los recursos naturales; la monetización de los intercambios y la recaudación de impuestos, particularmente de la tierra; el tráfico de esclavos; y la usura, la deuda pública y, finalmente, el sistema de crédito” (Harvey, 2004: 113).

Por tanto, las formas que establece la acumulación capitalista en el actual sistema, vuelve a poseer un papel predominante basándose en los contextos de crisis de sobreacumulación que imperan en nuestros días. Además, el autor agrega:

“Tanto Lenin como Rosa Luxemburgo, por razones muy distintas, y utilizando también diferentes argumentos, consideraban que el imperialismo, una forma determinada de producción de espacio, era la respuesta al enigma, aunque ambos planteaban que esta solución estaba acotada por sus propias contradicciones. En los `70 traté de abordar el problema mediante el análisis de los “ajustes espacio-temporales” y de su rol en las contradicciones internas de la acumulación de capital. Este argumento sólo tiene sentido en relación a la tendencia del capitalismo a producir  crisis de sobreacumulación, la cual puede entenderse teóricamente mediante la noción de caída de la tasa de ganancia de Marx […] el viraje reciente hacia un imperialismo abierto respaldado por la fuerza militar norteamericana puede entenderse como un signo de debilitamiento de su hegemonía frente a las serias amenazas de recesión y devaluación generalizada en el país […] la incapacidad de acumular a través de la reproducción ampliada sobre una base sustentable ha sido acompañada por crecientes intentos de acumular mediante la desposesión. Esta, según mi conclusión, es la marca de lo que algunos llaman “el nuevo imperialismo”” (Harvey, 2004: 99-100).

Parece significativo reexaminar éste concepto a la luz de los acontecimientos actuales con respecto al anacronismo colonial británico sobre las islas Malvinas. En una de sus conclusiones en el marco de las contradicciones del reajuste espacio temporal, Harvey aporta que “el capital, en su proceso de expansión geográfica y desplazamiento temporal que resuelve las crisis de sobre acumulación a la que es proclive, crea necesariamente un paisaje físico a su propia imagen y semejanza en un momento, para destruirlo luego. Esta es la historia de la destrucción creativa (con todas sus consecuencias sociales y ambientales negativas) inscripta en la evolución del paisaje físico y social del capitalismo” (Harvey, 2004: 103).

Es así que resulta una real correlación entre “acumulación por desposesión” instaurada por el gobierno británico y nuestro territorio. Se pretende, por tanto, reforzar una de las ideas de Harvey en la que, si el poder de mercado no es suficiente para alcanzar determinados objetivos, está disponible el inigualable poder militar abierto o encubierto, considerándose abierto, a la base de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en las islas. Aún más, ello supone reconocer las profundas heterogeneidades y complejidades que presentan las variables económicas-sociales concretas en su interior. La presencia de cuencas off-shore cercanas a las islas Malvinas, acentuó y profundizó aún más la exploración y explotación ilegal por parte del gobierno de Gran Bretaña, resaltando aún más las lógicas de acumulación capitalistas actuales por parte del imperialismo[3]. Lo que resulta interesante de temas como el imperialismo y el capitalismo, es que retrotrae, según David Harvey, a las relaciones entre la búsqueda de ajustes espacio-temporales, los poderes estatales, la acumulación por desposesión y las formas de imperialismo contemporáneo.

Cuando se observa el imperialismo, al mismo tiempo se está visualizando una serie de relaciones estratégicas que cambian por la situación geopolítica, que a su vez se encuentra en constante modificación. Varios países desarrollados han estado cada vez más sujetos a apropiarse de los recursos naturales, energéticos, tierra, etc. de los países de menor desarrollo a través de mecanismos como la propiedad absoluta o el arrendamiento de los recursos a fin de monopolizar su explotación, lo cual siempre significa que un poder externo probablemente esté actuando en alianza con fuerzas internas para ese efecto. En una entrevista, el autor plantea la visión que se sustenta en el concepto de territorio en el trabajo, mediante la apropiación de los recursos naturales:

“la explotación de los recursos naturales tiene dos dimensiones: la primera consiste en simplemente tomar el recurso sin remunerar a los que lo tienen, y la otra consiste en que una vez que se tiene el control sobre un recurso natural, se especula con él para extraer una renta. Lo que se observa es un gran incremento en los precios del petróleo, por ejemplo, y todos piensan que es porque se nos acaban las reservas de combustible, pero lo que ocurre en realidad es que los especuladores están guardando el petróleo y manipulando los precios. Por lo tanto, el obtener control sobre un recurso y monopolizarlo se convierte en una forma de extraer altas rentas (…) al hacernos pagar mucho más por el petróleo que lo que les costó sacarlo del subsuelo, las petroleras obtienen grandes riquezas de nosotros, y esto lo pueden hacer porque tienen el monopolio. Entonces, primero hay una lucha sobre la cuestión de la extracción y las condiciones de dicha extracción (…). Pero también hay una segunda lucha que es prevenir la monopolización del recurso y la extracción de rentas del monopolio sobre este recurso, lo cual se convierte en una forma de extraer riqueza de todos los que usen ese recurso. Por lo tanto, hay dos tipos de lucha, y son bastante distintas” [4].

Sobre ésta cuestión, el militarismo de la OTAN propone, especialmente luego de los atentados a las Torres Gemelas en el año 2001, ser la única respuesta al terrorismo global incluyendo los ataques preventivos, pero a su vez está siendo gradualmente reconocido como una mascarada para tratar de sostener una hegemonía amenazada dentro del sistema. Además, luego de la Guerra Fría, contrariamente a lo que se suponía, la OTAN no desapareció, sino que ha adquirido mayor importancia para la preservación de los intereses de las grandes potencias:

“En el mundo posterior a la Guerra Fría, la tendencia hacia los acuerdos institucionalizados de alianzas no ha disminuido. Lo que ha cambiado es la mayor importancia que ahora se concede a la consolidación y ampliación de mecanismos regionales cooperativos de seguridad o de defensa multilaterales (…). Tanto en el manejo rutinario de sus asuntos, como en épocas de crisis internacionales, la OTAN proporciona un mecanismo institucional para la toma de decisiones y la cooperación militar multilaterales, que califica en forma significativa la idea de la seguridad y la autonomía militar nacionales. La seguridad ya no se define simplemente en términos de la defensa de las fronteras nacionales, sino más bien en términos de la defensa colectiva y de la seguridad nacional” (Held, McGrew, Goldblatt, Perraton, 2002: 122-123).

2. Los recursos naturales en disputa.

La disputa global por los recursos naturales es uno de los elementos más relevantes de la dinámica del capitalismo contemporáneo y de su lógica de acumulación. América del Sur es un espacio importante dentro de esta afirmación, por la dimensión de las reservas de recursos estratégicos que posee y por su condición histórica de ser una región exportadora de materias primas. El alto grado de vulnerabilidad y dependencia de importaciones que Estados Unidos tiene en relación a un gran número de minerales que América Latina produce, y la creciente demanda china de estos recursos, muestran que la región goza de enormes condiciones de negociación y una oportunidad histórica para asumir soberanamente la gestión económica y científica de los recursos minerales que posee.

Como bien establece Bruckmann (2011: 1), “por la envergadura de estos objetivos y por la dimensión de los intereses en disputa, éste proyecto solo podrá avanzar si es asumido como una estrategia regional”. No cabe duda que, frente a lo que dimensiona la autora, “los países con medios militares más limitados recurrieron a alianzas para garantizarse una defensa creíble frente a las amenazas de las grandes potencias mundiales (…) no obstante, el desarrollo y la utilización del arma nuclear (…) pusieron de manifiesto la emergencia de un nuevo sistema político-estratégico: sistema de disuasión nuclear” (Calduch Cervera, 2009: 26).

Aunque, la fuerza militar sigue constituyendo una ventaja (tanto competitiva como comparativamente) en el mundo moderno, cada vez más depende de la abundancia de recursos energéticos. A escala mundial, Estados Unidos posee la supremacía en cuanto a la necesidad de suministro y abastecimiento de petróleo desde la Doctrina Carter que expresa que el interés vital para Estados Unidos es la seguridad del suministro del petróleo, como fuente principal de energía del país. Por otra parte, la Doctrina Bush, hijo, establece no reducir las importaciones de petróleo, sino aumentarlas, convirtiendo la seguridad energética en una política de Estado, debiendo asegurarse el suministro extranjero. Ahora, ¿cómo es que la energía ha llegado a desempeñar un papel tan crucial en los asuntos mundiales? Ante éste cuestionamiento, Michael Klare establece que “los productos derivados del petróleo son totalmente esenciales para mantener las coyunturas internacionales de la globalización: los aviones, trenes, camiones y barcos que transportan suministros y personas de una región del mundo a otra (…). Para las grandes potencias, la necesidad de los productos derivados del petróleo se multiplica con cada nuevo avance que se produce en la tecnología armamentista” (Klare, 2004: 25).

Toda potencia con una alta necesidad de obtener energía contribuye a la intensidad de esta lucha. Cada vez más son las evidencias que sugieren que la era de los hidrocarburos convencionales está en un fuerte declive: “los expertos sugieren que cada nuevo barril que se añada a las reservas mundiales será más difícil y costoso de extraer que el anterior; estará a más profundidad en el subsuelo, más alejado de la costa, en entornos más peligrosos o en regiones del mundo más propensas al conflicto, más hostiles” (Klare, 2004: 27).

El nuevo orden energético mundial, divide en naciones con exceso de energía, y en naciones con déficit. Los países industrializados como Estados Unidos, o el bloque de la Unión Europea, constituyen hoy parte del segundo grupo, con consecuencias económicas evidentes como la dependencia de las importaciones especialmente de la conflictiva zona de Medio Oriente: “los líderes nacionales de las potencias parecen motivados no sólo por sus cálculos pragmáticos sobre los recursos energéticos mundiales, sino también por lo que sólo puede calificarse como cierto grado de histeria al evaluar la sostenibilidad futura de las reservas, junto con un miedo desmedido a la posibilidad de perder terreno frente a las tácticas más agresivas de sus rivales (…) desencadenando en una lucha brutal por los recursos energéticos existente” (Klare, 2004: 45).

Los escenarios cambian, las estrategias de los Estados también, tanto en sus políticas de alianzas en defensa, como en la conformación de bloques como la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR):

“el incremento de gastos en defensa en América Latina (47% entre 2003 y 2007) está enmarcado dentro de una tendencia global (aumento de 45% en los últimos diez años). La situación de la región frente a los gastos mundiales es, sin embargo, marginal (4%) y ante la fuerte concentración de este gasto en Sudamérica, el fenómeno de la elevada adquisición de armamento se presenta como una problemática subregional. La dimensión política del gasto militar responde a las particularidades de los países en cuestión. Por un lado, los objetivos y cambios en la política exterior y de defensa venezolana (temor a una invasión de EE.UU.) implican gastos en armamento, al igual que la adquisición de armamento contra insurgente en Ecuador y Colombia reviste una concreta preocupación por la situación fronteriza. Actualmente, Colombia tiene uno de los ejércitos más numeroso y mejor dotado de Latinoamérica. Por otro lado, el posicionamiento estratégico y la necesidad de elevar el perfil internacional de países como Brasil y Chile hacen de la participación en la industria bélica un factor cada vez más valorado” (Cadena Montenegro, 2009: 15).

Es de especial atención, por tanto, la “capacidad de los gobiernos del Cono Sur para construir alianzas que le permitan defender sus bienes naturales frente a la penetración de empresas transnacionales apoyada por Estados imperialistas en la fase capitalista caracterizada por un proceso de «acumulación por desposesión»” (Winer, 2013: 4).

3. Las Islas Malvinas como una potencia petrolera.

Entre los años 1975-1976 un conjunto de misiones británicas ratificaba importantes niveles de riqueza petrolífera y mineralógica en las islas. Una de las primeras exploraciones fue realizada por la multinacional anglo-neerlandesa Shell. Fue el mismo ingeniero que dirigió la misión, quien en el año 1996 creó la operadora Desire Petroleum, la cual obtuvo las primeras licencias otorgadas por los kelpers y se vinculó a las explotaciones off-shore malvinenses. Ante esto, “los resultados preliminares indican cantidades comercialmente viables de hidrocarburos. Con confirmación del prospecto Sea Lion al norte de las islas (…) el Reino Unido se estaría ahorrando cuatro años de importaciones de crudo por unos 25673 millones de dólares” (Bernal, 2011:47).

Alemania y Francia son dos de las potencias que poseen un alto grado de importaciones de crudo y derivados, mientras que Reino Unido se encuentra en las filas de uno a dos millones de barriles por día. Pero a ello, se debe sumar la declinación de las reservas petrolíferas en la cuenca del Mar del Norte a partir del año 1999, sufriendo en la actualidad una fuga importante de inversionistas que escaparon hacia otras regiones con mayores proyecciones de producción, y el “pico de Hubbert”, o pico de producción de petróleo, que sería superado entre los años 2015 y 2025. Este agotamiento no podrá ser detenido ni siquiera aumentando el precio de los mismos (Le Monde Diplomatique, 2009: 9). Los periódicos británicos se hicieron eco de esta situación, y por ejemplo, “The Guardian”, en agosto de 2012, manifestó que, “los ingresos fiscales al Tesoro Británico caen, así como la producción en un 18%, con una caída de 2,3 millones de libras en ingresos fiscales, y compara un total de 1,04 millones de barriles al día se bombeó en el año hasta marzo de 2012, frente a un máximo de 2,7 millones en 1999, y el más bajo desde 1970 […] torres de envejecimiento que tienen mayores costos de producción que sus rivales modernos y sufren desempleo como consecuencia de ello” (The Guardian, 2012).

De acuerdo a un estudio realizado por el Foro Económico Internacional de Energías, Instituto de Energías Renovables en Muenster, Alemania (2011), “la cantidad de petróleo crudo perforado desde el Mar del Norte cayó a 124,7 millones de toneladas en 2011. Esta es una disminución del 12% desde 2010, y representa la menor cantidad extraída del mar del Norte desde 1982”[5]. Gran Bretaña se preocupa por el agotamiento de las reservas petrolíferas del Mar del Norte, pero elabora su estrategia alternativa de provisión con las islas Malvinas. En éste escenario, y ante las políticas de seguridad energética impuestas por el ex Presidente de Estados Unidos, George Bush (hijo), actualmente Barack Obama y del imperialismo, junto a los miembros que conforman la OTAN, la guerra por el petróleo se expande por todo el mundo, avasallando incluso con poder de coerción militar o resolviendo cuestiones de conflictos geopolíticos a través de la “disuasión nuclear”. En Argentina se debe convivir con una potencia extranjera que ocupa ilegítima e ilegalmente territorio argentino. La seguridad nacional, económica y energética tanto argentina como del bloque UNASUR están gravemente amenazadas. El recurso petróleo posee su fundamento geoestratégico, y es fiel reflejo a las etapas económicas de las islas. Como una de las características propias de los recursos naturales renovables o no renovables, poseen un valor económico en concordancia al período histórico.

Durante el siglo XIX y hasta la resolución del conflicto bélico en el año 1982, la economía de estas islas estuvo vinculada a la explotación lanar, materia prima fundamental para la entonces ambiciosa industria textil inglesa. Desde su creación, la Falkland Islands Company (FIC), monopoliza esta actividad comercial. Sin embargo, años previos a la guerra, la caída de los precios internacionales de la lana, produjo que el producto bruto interno (PBI) de las islas cayera un 25% (Laver, 2001). Su economía padeció entonces una profunda recesión. Según Bernal, (de mantenerse la misma) la debacle económica y social de las islas hubiese terminado por entregárselas a la Argentina.

Posteriormente, la producción lanar inició su declive, reconvirtiendo la economía de las islas al sector pesquero, aunque comenzó a generar rendimientos económicos prósperos en el año 1987 con la adopción de las 150 millas correspondientes a la Zona Económica Exclusiva de las islas, lo que constituyó un fiel reflejo de una represalia británica. Una vez asegurada la pesca, la economía de las islas comenzó a diversificarse con la exploración de hidrocarburos a través de la atracción de inversiones extranjeras, por lo que “la resolución del conflicto por medio de la guerra era indispensable. Haciendo uso de los primigenios fines por los cuales había sido creada, la FIC indujo al parlamento y a la Dama de Hierro a no ceder ante el agravio y el bochorno del país sudamericano” (Bernal, 2011: 54).

En un artículo publicado en el 2009, Bernal señala que las reservas comprobadas de petróleo en las islas equivalen a unos 271.950 millones de dólares (Bernal, 2009: 2). Ante esto, la estrategia de modernización económica lleva implícito colocar a la población de las islas en la mesa de negociación con la Argentina, violando la Resolución 2065 de la ONU, pues los principales interesados en la explotación del recurso serían los propios kelpers.

Efectivamente, esta cuestión se materializa de la página oficial de una de las empresas británicas (Rockhopper)[6] que opera en la zona, estableciendo las cuencas en la que existen ya exploraciones y explotaciones de petróleo crudo, las cuales totalizan un área de aproximadamente 400 mil km2, más de treinta veces el tamaño de las islas Gran Malvinas y Soledad juntas, y un 50% más grande que la propia cuenca del Mar del Norte. De ellas, “la menos costosa, por sus bajas profundidades y cercanía a las islas, y la de mayor potencial petrolero es la denominada Cuenca del Norte” (Bernal, 2011: 59). Las cuencas al sur y al este si bien muy prometedoras, están a mayores profundidades y las áreas licitadas más próximas a las islas se ubican recién a 150 kilómetros de distancia. Según confirmó la Ministra de Minería de las islas, Phill Rendellm, se ha creado un área de exclusión al sur de las islas donde se prohíbe cualquier tarea de perforación, ya que en esa zona se registraron hundimientos de barcos británicos que se presumen contienen material bélico nuclear.

El trazado de la ZEE de las islas por parte de los británicos es uno de los ítems conflictivos por la delimitación del territorio, que se solapa con el Mar Argentino, (incluso con la plataforma continental) delimitada en el año 1987. Con los datos de la fase de exploración que ya poseen los británicos, Shell, Amerada Hess, Lasmo, Lundin, el Servicio Geológico de Gran Bretaña y el Servicio Geológico de Estados Unidos; compañías británicas, la australiana BHP Billition y la kelper Falkland Oil and Gas Limited, se aprestan a adentrarse en la última etapa de la fase, aquella que finalmente ratificará la potencialidad petrolera malvinense e inaugurará la tan preciada fase extractiva. Según cálculos de las mismas operadoras, el potencial petrolero en el off-shore alrededor de las islas tendría un mínimo de 6.525 millones de barriles de petróleo. De comprobarse estas reservas probables, triplicaría las reservas certificadas de la Argentina a diciembre del año 2008 (Secretaría de Energía de la Nación, 2008). Como establece Bernal:

“el inicio de esta última fase exploratoria tiene para la Argentina (y UNASUR) no solo implicancias geopolíticas (base militar de una potencia extranjera en territorio nacional) y políticas (enclave colonial del siglo XXI en actividad), sino y fundamentalmente económicas y energéticas (de certificarse estas reservas, el horizonte de vida de las reservas probadas en la Argentina pasarían de seis a siete años a unos veintisiete años; una parte del petróleo de la Cuenca del Norte equivaldría a ocho meses de extracción en la Argentina) La iniciativa británica perjudica de sobremanera la seguridad nacional, económica y energética del país” (Bernal, 2011: 60-61).

La puja conflictiva del reclamo argentino, es que el lanzamiento de la actividad exploratoria debió contar con el beneplácito argentino, no como obligado requisito para su autorización, sino para dotar de seguridad jurídica a las potenciales petroleras interesadas en el área. Sin embargo, la impronta del modelo neoliberal llevado a cabo en la década de los noventa, marcó no sólo “relaciones carnales” con Estados Unidos sino, un acercamiento a Gran Bretaña en cuestiones diplomáticas, que, a la larga, en nada beneficiaron al Estado Argentino. El gobierno argentino en el período de Carlos Menem aprobó la Ley de Federalización de Hidrocarburos Nº 24.145, que en su artículo 1º establece que pertenecerán al Estado Nacional, los yacimientos de hidrocarburos que se hallaren a partir del límite exterior del mar territorial, en la plataforma continental, o bien hasta una distancia de 200 millas, mientras que pertenecen a las Provincias, los situados en el mar adyacente a sus costas hasta una distancia de doce millas medidas desde las líneas de base reconocidas por la legislación vigente. Los Acuerdos Bilaterales entre éste gobierno y Gran Bretaña entregaron los recursos petroleros y gasíferos a éste último, a lo que se suma el hecho de participar como socio extra-OTAN.

La “estrategia de seducción” iniciada por el canciller Guido de Tella a partir de 1992 fue el primer acercamiento de Argentina a Gran Bretaña, a través de el envío a fin de año de libros como El Principito o Winnie The Poo, aunque por otro lado esto significaba una grave señal de involucrar a los pobladores en la discusión de la soberanía de las islas. El gravísimo error consistió en considerar los deseos de los isleños y tratarlos como la tercera parte en las negociaciones, violando expresamente la Resolución 2065. No obstante, la población de las islas no sólo ratificó sus vínculos con Gran Bretaña, sino que se pronunció a favor de la soberanía británica a la vez que formuló severas críticas al sistema político argentino. El menemismo, además, contó con dos medidas adicionales que debilitaron la estrategia multilateral argentina: el distanciamiento del grupo de Países No Alineados, y el retiro de la Asamblea General de las Naciones Unidas del reclamo que venía haciendo con éxito desde el año 1965. La política de entrega menemista en relación a Malvinas tuvo su pico de apogeo en enero del año 1999 cuando el gobierno presentó extraoficialmente a los kelpers la oferta de congelar por veinte años los reclamos de soberanía.

Por otra parte, el gobierno luego presentó la fórmula del “paraguas de soberanía”, que consistió en proteger los derechos de cada parte, en lo que respecta a los archipiélagos y espacios marítimos circundantes que era un escollo en ese período, permitiendo la normalización de las relaciones diplomáticas, consulares y económicas. En ese entonces, el gobierno argentino, “no sólo accedió a la totalidad de las demandas comerciales británicas e isleñas con el Acuerdo de Pesca de Calamar y el Acuerdo de Petróleo de 1995, sino que además enterró los logros diplomáticos de casi veinte años de trabajo argentino frente al Reino Unido y a los organismos internacionales. Cinco días después de la firma de los acuerdos petroleros, los kelpers licitaron diecinueve áreas y concedieron 12 contratos, presentándose cerca de medio centenar de compañías” (Bernal, 2011: 66-67).

Sobre este Acuerdo, en el año 2007, a veinticinco años de la finalización de la Guerra de Malvinas, el presidente argentino Néstor Kirchner, decide finalizar la Declaración Conjunta sobre Cooperación en actividades petroleras en el Atlántico Sud Occidental firmada por el entonces Presidente Menem. A partir del año 2001, las exploraciones arrojan resultados factibles y esperanzadores para el gobierno británico. En la actualidad, siete son las compañías petroleras que exploran y explotarán a partir de 2019, de acuerdo a lo anunciado por el gobernador de las islas, Colin Roberts el 4 de junio de 2014, en su primer discurso ante la Asamblea Legislativa de Malvinas los hidrocarburos del suelo argentino en el archipiélago malvinense: “Desire Petroleum-Arcadia Petroleum, Argos Resources, Falkland Oil and Gas Limited, BHP Billiton Borders and Southern Petroleum y Rockhopper Exploration, compañías de origen británico, kelpers y australiano”[7]. Las islas Malvinas poseían (al año 2011) 12,95 billones de barriles de petróleo en cuanto a reservas probables[8]. Aún más, datos publicados por la Policy Unit del Falkland Island Government (FIG) para las estadísticas del año 2014, establecen que los habitantes de las islas gozan del PBI más alto del mundo, y el salario mínimo es diez veces mayor al de un ciudadano argentino.

Comparado con datos publicados por la Secretaría de Energía de la Nación (diciembre de 2007), la Argentina contaba con 2.042 millones de barriles de petróleo probados, volumen que alcanza a cubrir el consumo nacional durante ocho años (Bernal, 2009: 1). Es decir, que “si se comprueban las reservas probables en las islas Malvinas, superarían a las reservas comprobadas en Argentina en un 317%, y si estuvieran legítimamente en manos del Estado argentino, el actual horizonte de reservas pasaría de ocho a veintisiete años” (Bernal, 2011: 68). Para demostrar aún más el potencial de éste recurso estratégico, y las intencionalidades del Estado británico en su ilegítima defensa de soberanía, “una vez que el crudo malvinense comience a fluir al exterior, el 99,9 % de la producción será exportada. De esta suerte, las islas Malvinas se transformarán no sólo en una de las principales potencias exportadoras de crudo de América, sino del mundo, con niveles similares a los Emiratos Árabes Unidos, Argelia y Arabia Saudita, todos miembros de la OPEP” (Bernal, 2011: 69).

Desde el año 2003 en adelante, no existe ni “paraguas de soberanía” ni “estrategias de seducción”, sino todo lo contrario: enlazar al petróleo con la cuestión de soberanía, empleándolo como una herramienta que permita el reposicionamiento del tema tanto en la escala internacional, como en lo local y regional. Desde que se agota el petróleo en el mundo y en especial en los pozos petroleros del Mar del Norte, Gran Bretaña inició un desplazamiento hacia el sur utilizando, la fuerza militar y nuclear como herramientas de disuasión.

La geopolítica del siglo XXI se caracteriza por la lucha de los recursos naturales estratégicos, y es en ese marco desde donde se debe partir para comprender los conflictos. El alza de los mismos se intensificó el 2 de abril del año 2015, en concordancia con el trigésimo tercer aniversario de la Guerra de Malvinas. Ese día, tres compañías británicas anunciaron un nuevo descubrimiento de petróleo en una zona ubicada a 220 kilómetros al norte de Malvinas. Las compañías Rockhopper, Premier Oil y Falkland Oil & Gas se encuentran implicadas en ésta exploración, en el área denominada “Zebedee”.

Instantáneamente, y coincidente con el 2 de abril, los periódicos británicos “Daily Telegraph” y “The Guardian” se hicieron eco de la noticia. Gran Bretaña, a pesar de los obstáculos que se le presentan en la actualidad en las islas: hostilidad del clima, bajo desarrollo del sector industrial, falta de infraestructura y de mano de obra limitada por la inmigración, y un mercado laboral casi a su máxima capacidad, apuesta y renueva las inversiones tratando de cooptar multinacionales que les sea redituable el negocio petrolero. Para ello incluso, en diciembre del año 2014 avanzó en la regulación de la explotación petrolera:

“para eso, la Asamblea Legislativa que gobierna las Islas reglamentó esta semana el llamado “Código de Prácticas para Contrataciones de las empresas de gas y petróleo y sus subcontratistas que operan en las Falklands”, una extensa guía con recomendaciones para la actividad de las multinacionales. Por el temor a ahuyentar las inversiones o recibir una avalancha de presentaciones judiciales, los nueve legisladores acordaron que por ahora el Código de Prácticas no sea una ley, sino tan sólo una sugerencia: aquellas compañías que no deseen acatarlo, podrán hacerlo sin ninguna consecuencia” (Infobae, 2014).

Conforme a la reforma de la Ley 26.659 del año 2011, se establece un castigo a todas aquellas empresas que realicen tareas sin permiso del gobierno argentino en la zona ubicada alrededor de las islas y prevé penas máximas de hasta quince años de prisión, multas al valor de 1,5 millones de barriles de petróleo, así como la prohibición de que personas y compañías operen en Argentina. Sin embargo, Londres hace caso omiso a ésta cuestión y a los últimos reclamos, estableciendo que Argentina no posee jurisdicción para impedir la exploración y explotación de petróleo, ya que las leyes nacionales de la Argentina no se aplican en las islas. Por ello, como mecanismo de “disuasión” Gran Bretaña invierte cada año millones de dólares en materia de seguridad militar para apropiarse del recurso no renovable. 

4. La militarización del Atlántico Sur.

Con respecto a sus nuevas intencionalidades como aparato estatal, Argentina está decidida a impedir por la vía diplomática todo tipo de actividades unilaterales británicas en territorio nacional, sean éstas de naturaleza militar, como en materia de exploración y explotación de recursos pesqueros y energéticos. En materia de diplomacia trabajará a nivel internacional, regional y nacional denunciando la violación sistemática que el Reino Unido hace de las Resoluciones de las Naciones Unidas. La presencia militar, Fortaleza Malvinas, la explotación pesquera y la exploración petrolera son todas las acciones unilaterales inadmisibles, ilegítimas e ilegales que crean un nuevo paradigma de seguridad militar y de presencia imperial británica en el Atlántico Sur. Cualquier país violatorio de lo estipulado por la ONU no debería recibir de la Comunidad Internacional más respuesta que un contundente rechazo, más aún en este caso donde ese país es un miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU.

La preocupación del gobierno argentino se ha acrecentado con las declaraciones y decisiones adoptadas por el gobierno británico de carácter netamente provocativo, cuyo corolario es la creación de una situación en el Atlántico Sur no deseada ni por la Argentina, ni por la región[9]. La introducción de armas nucleares en el Atlántico Sur es una contradicción al Tratado de Tlatelolco del cual Gran Bretaña es parte, cuyo fin es la desnuclearización militar de América Latina, habiendo todos los países sudamericanos renunciado a las armas de destrucción masiva. Gran Bretaña establece que la base militar es necesaria porque Argentina y su reivindicación de soberanía son una “amenaza”, cristalizando que sin bases no hay imperio, y encubriendo que desde el año 1983 todos los gobiernos democráticos de nuestro país han insistido siempre en la búsqueda de la restitución de las islas por vía pacífica y el diálogo: “hoy la Fortaleza Malvinas cuenta oficialmente con cerca de 1500 efectivos de los cuales 550 residen en forma permanente y los otros mil son parte de los contingentes rotativos que llegan a la base para ser sometidos a un duro entrenamiento de seis semanas a cuatro meses y luego son enviados a los frentes de batalla en Irak, Afganistán o cualquiera de las guerras en las que esté involucrada Gran Bretaña” (Luzzani, 2012: 424).

El complejo de Monte Agradable es, en sí mismo, una ciudad. Levantado en la región más llana de la isla Soledad, con fácil acceso al mar y sin obstáculos para el movimiento de aviones y helicópteros, allí habitan más de 2000 personas, de ellas, 1500 militares. La población total de la isla, sin contar la base, apenas supera las 3000 personas:

“Cuenta con dos barcos de guerra de la Real Navy: un HMS Clyde y un HMS Montrose. Este último será reemplazado a fines del mes próximo por el HMS Dauntless, uno de los más sofisticados buques de guerra británicos (…). En la zona también realiza patrullajes el HMS Protector, un barco científico destinado a la Antártida. De todos modos, el principal aporte a la fortaleza de Mount Pleasant, sede de las fuerzas británicas para las Malvinas y para el resto de los territorios bajo su poder en el Atlántico Sur, lo hace la Royal Air Force (…) En la base, hay un Hércules C130 que dos veces por semana une este lugar con la isla de Ascensión y con Londres, un avión de cuatro hélices, dos helicópteros Sea King, cuatro aviones caza Tornado y uno de carga combustible aérea. La fortaleza se completa con más de 30 baterías tierra-aire fijas, de misiles Rapier, los mismos que se usaron en 1982. Esos cohetes pueden alcanzar objetivos distantes hasta ocho kilómetros. Junto a los grandes galpones de chapa verdes, que ocupan la mayor parte de los cerca de 3 kilómetros cuadrados que tiene la base, pueden verse estacionadas 52 tanquetas Land Rover y 6 camiones, todos con acoplado cubierto con lona verde oscuro (…) Entre los 1500 militares, hay una compañía de infantería, de unas 120 personas, que se renueva cada cuatro meses. La mayor parte de los soldados británicos llegan aquí para realizar entrenamientos de combate (…) También hay un complejo con cines y bares, una cancha de fútbol, y otra de rugby” (La Nación, 2012).

Monte Agradable se encuentra a 50 kilómetros al sudoeste de Puerto Argentino, y además, “cuenta con dos pistas de 2590 y 1525 metros con capacidad para operaciones diurnas y nocturnas bajo cualquier condición meteorológica, siguiendo las normativas implementadas por la OTAN para sus bases militares. El complejo comprende residencia para los militares destinados en esa base e instalaciones con capacidad para alojar hasta 4.000 efectivos. Cuenta con áreas para la práctica de diversas actividades deportivas, peluquería, un centro médico, un centro educacional, un café y una tienda” (De los Reyes Marcelo, 2012).

En la presentación del gobierno argentino relativa a la militarización del Atlántico Sur por parte del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte ante la ONU en febrero del año 2012, Argentina denuncia que, “eso hace de los archipiélagos en disputa una pieza fundamental del esquema estratégico británico de naturaleza y alcance globales, donde se concentra un enorme poderío militar y el único nuclear de la región; pudiendo concluirse que la infundada defensa por el Reino Unido de la autodeterminación de los 2.500 isleños no es más que una excusa para el establecimiento de una poderosa base militar que sirva a sus intereses estratégicos en el Atlántico Sur con proyecciones a la Antártida, al Pacífico y al Índico” (Página 12, 2012).

Por lo tanto, es una base militar donde, “el funcionamiento y mantenimiento de la base demanda al Reino Unido alrededor de 150 millones de dólares anuales. Un costo no demasiado alto si se tiene en cuenta el declarado objetivo de «proveer seguridad en los territorios de ultramar en el Atlántico Sur» y un negocio redondo para la Corona, teniendo en cuenta las enormes ganancias que obtiene de la ilegal adjudicación de licencias de pesca y explotación de otros recursos naturales de la zona”.[10]

La Fortaleza recibe, el 7% del presupuesto de la OTAN (El Malvinense, 2009). Además, de los ciento cincuenta millones de dólares anuales, se cree que “es financiado a través de la adjudicación ilegal de licencias de pesca y explotación de otros recursos de la zona otorgados por la corona a empresas de capitales ingleses o estadounidenses” (Winer, 2013: 7). Para el año 2015, el gobierno británico anunció que “invertirá 268 millones de dólares para reforzar la defensa de las islas ante una posible «amenaza» del país suramericano” (El Cronista, 2015). Para dimensionar el mismo, se puede observar que, “el gasto militar de Gran Bretaña en Malvinas hizo del archipiélago usurpado una de las zonas más militarizadas del mundo, medida en inversión por habitante […]. Prescott dijo que Gran Bretaña destina al gasto militar en Malvinas «65 millones de libras esterlinas cada año», según datos oficiales de 2015 y que, «en total, como gasto acumulado desde 1982 a la fecha, invirtió más de 1.000 millones de libras esterlinas (1540 millones de dólares) en mantener a los 2000 isleños, esto es, aproximadamente 500000 libras (unos 770000 dólares por habitante” (La Capital, 2015).

El anuncio realizado en marzo de éste año, se vio agravado ante la escalada de aumento de tensiones diplomáticas con Londres en abril por la denuncia de Snowden de espionaje británico hacia nuestro país:

“Documentos filtrados por el ex analista de la CIA Edward Snowden muestran un supuesto plan de espionaje británico a Argentina, que tendría como objetivo principal averiguar información sobre los planes argentinos sobre las disputadas islas Malvinas, según reveló el canal Todo Noticias. La información publicada por la cadena de televisión argentina y el medio digital The Intercept, que trabaja con los archivos filtrados por Snowden, consta de correos electrónicos, informes, presentaciones y comunicados internos comprendidos entre 2006 y 2011, que muestran el interés de la inteligencia británica por Argentina[…] El principal objetivo de la inteligencia británica era “prevenir que Argentina recupere las Islas Malvinas”, cuya soberanía es reclamada al Reino Unido por el país suramericano. También se desprende de los documentos la preocupación de Londres por las “actitudes suramericanas” con respecto a la cuestión Malvinas. Para todo ello, Reino Unido habría contado con el apoyo de Estados Unidos, de acuerdo a los documentos filtrados” (El Mundo, 2015).

Entre el aumento del potencial bélico en las islas, la inminente explotación de los recursos petroleros off-shore, y el agravio de las denuncias del espionaje cibernético que realizara el ex agente de seguridad Edward Snowden, Londres además presta una vital importancia a la ubicación geoestratégica de Malvinas, por lo cual adquiere proyección de poder sobre la región circundante, especialmente en la Antártida, y controla las rutas marítimas de transporte comercial entre el Atlántico y el Pacífico (La Capital, 2015). La escalada militar británica preocupa no sólo a la Argentina sino también a los países del área y fuera de ella. La Cumbre Iberoamericana en diciembre del año 2010 y en octubre del año 2011, y la UNASUR en octubre del año 2011, se adhirieron a Argentina en el rechazo al despliegue militar británico en la zona. Sin embargo, el Reino Unido niega la presencia de una base de la OTAN en las islas: “las afirmaciones de que las islas Falkland (Malvinas) son una «base militar nuclear de la OTAN en el Atlántico Sur» o de que representan una amenaza militar para la región son obviamente falsas: la presencia militar británica es de naturaleza puramente defensiva y el número de fuerzas británicas ha decrecido hasta el mínimo necesario para defender las islas (Infobae, 2014). Tal contradicción no se refleja en el informe realizado por académicos de la Universidad de Cambridge y Londres en el año 2009[11].

En marzo del año 2012, el bloque regional UNASUR se pronuncia acerca de las Malvinas, instando al Reino Unido a iniciar una mesa de diálogo con la Argentina por el tema de las Islas Malvinas y prohíbe la entrada de toda embarcación llevando la bandera "ilegal" de las islas Malvinas. Un paso muy importante en la consolidación regional del continente sudamericano y la defensa de su soberanía, lo mismo que sus recursos naturales. En ese sentido, es importante subrayar que, al estar en litigio tanto la militarización del Atlántico Sur por la presencia de la “Fortaleza Malvinas” como la soberanía de los recursos naturales argentinos, el bloque regional sudamericano UNASUR se unifica ante la presencia del anacronismo colonial británico. El eje en materia de defensa constituye sin dudas uno de los principales pilares del bloque regional UNASUR. Además, debe tenerse en cuenta que el continente sudamericano posee una gigantesca acumulación de recursos naturales: energía, petróleo, litio, cobre, gas, carbón, tres grandes cuencas hídricas, un gran pulmón vegetal, la mayor biodiversidad del mundo y un 27 % del agua dulce del planeta.

A éstos hechos, se le suma en febrero del año 2012 buques de la plataforma petrolera británica Leiv Eriksson que invaden aguas de Tierra del Fuego, violando el límite denominado como ZEE argentina: “la plataforma avanzó entre 8 y 10 millas náuticas más allá de lo permitido acercándose unas 190 millas a la Argentina, lo que abrió las especulaciones de que la compañía estaría realizando un tercer pozo” (Lozano y Domínguez Rotta, 2012: 4).

A la contradicción mencionada en párrafos anteriores frente a la publicación del documento “The Status and Location of the Military Installations of the Member States of the European Union and their Potential Role for the European Security and Defense Policy” realizado por dos de las universidades más prestigiosas de Gran Bretaña, despertó la preocupación alarmante respecto a los intereses argentinos, entendidos desde una perspectiva regional. El documento adjunta un mapa donde se pueden observar la ubicación de las bases y las zonas posibles de “proyección de poder”. Ante el ascenso de China, India y Corea del Sur en términos de potencial marítimo y aumento de despliegue de bases navales y la declinación europea, y el costo financiero creciente para el Reino Unido y Francia para sostener su despliegue de ultramar, la propuesta es compartir el financiamiento entre los Estados miembros, “europeizando” su utilización bajo la administración de un organismo creado en el marco de la Unión Europea.

La militarización del Atlántico Sur por parte de Occidente, en este caso el Reino Unido de Gran Bretaña, convierte la “Cuestión Malvinas” en un eje clave para la estrategia de defensa continental sudamericana (UNASUR). Además, en una entrevista realizada en abril del 2012 a Jorge Battagliano, Profesor de la Universidad Di Tella, él establece que, “a medida que el tamaño de los buques no permita el uso del canal de Panamá, el paso por el Atlántico Sur aumentará” (La Nación, 2012). Con ello, se potenciaría el llamado control del “triángulo estratégico” del Cono Sur (Islas Malvinas, Tierra del Fuego, pasaje de Drake y costas antárticas). Las Malvinas cobraron relevancia como proyección de la OTAN fuera de sus límites[12]. Sin embargo, el deterioro del material militar argentino también genera preocupación si se quiere adoptar una posición en conjunto desde la UNASUR, o asimismo, la defensa de la soberanía marítima y aérea de nuestro país:

“Apenas un 17 por ciento de los aviones de la Fuerza Aérea está disponible para volar: Falta de mantenimiento, niveles de inversión alarmantes y escaso adiestramiento de los pilotos. El estado de la flota, trascendental para la defensa nacional, y especialmente para defender al país de una agresión externa, ubica a la Argentina entre los peores países del mundo. Solo en la región, Brasil y Chile lo superan ampliamente, con un 50 por ciento de la flota disponible. Y países del primer mundo, como Estados Unidos o Francia, alcanzan un 75 por ciento (…) Los buques de la Armada también están en crisis: de los 60 sólo 16 están en condiciones de navegar” (Clarín, 2013).

Frente a éste panorama, la irrupción en Latinoamérica de gobiernos poco proclives a acatar los mandatos de Washington, el descubrimiento de gigantescas reservas petroleras, y los avances en los procesos de integración regional, reactivaron además el armamento en Estados Unidos. Tras años de desatención por las urgencias propias de las invasiones a Afganistán e Irak, la Casa Blanca resolvió reactivar la Cuarta Flota. La sede central de esa flota se encuentra en la ciudad portuaria de Maryland. Aunque la flota no tenga completa su formación total, en esa ciudad por lo menos existen veintiún navíos estacionados y seis escuadrones de helicópteros de la marina americana, que patrullarán mares caribeños y sudamericanos. Según el Pentágono, la misión será la lucha contra el “narcotráfico y el terrorismo”. Sin embargo, países como Venezuela descreen de la versión estadounidense, y anticipan que realizarán las propias tareas de espionaje. El re lanzamiento de la Cuarta Flota, es una pieza más de la nueva estrategia regional pensada hasta el año 2016 y esbozada en un documento del año 2007. El texto postula la necesidad de afianzar la supremacía de Estados Unidos en Latinoamérica, la búsqueda de países que propicien la instalación de bases militares, entre otras.

Estados Unidos reconoce que América Latina vive una oleada progresista. Tras la oleada neoliberal que devastó el subcontinente, se han producido diversas victorias de gobiernos progresistas en varios países de la región. A esta situación se suma el reciente descubrimiento de los grandes campos petrolíferos en la costa brasileña, con más de 300 km. mar adentro y debajo de la plataforma continental, deduce que la mirada imperialista también se encuentra enfocada en éste espacio. Las reservas estimadas y deducidas de la cuenca de Santos, Campos y algunas otras zonas del noreste pueden colocar a Brasil en el mismo nivel que los países que integran la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) de la industria del petróleo, pudiéndose situar entre las tres mayores del planeta.

Con el proceso de reactivación, la mayoría de los presidentes sudamericanos presentaron sus quejas. El ex presidente brasileño Lula Da Silva (2003-2010) cuestionó la necesidad de la reactivación de la Cuarta Flota, relacionándolo inmediatamente con el descubrimiento de petróleo en la Cuenca de Santos, en Brasil. No sólo el ex Presidente Da Silva la cuestionó, sino que también lo hizo en su momento Hugo Chávez (1999-2013) y Evo Morales (2006 a la actualidad), entre otros presidentes sudamericanos. Todos cuestionaron las intenciones de Estados Unidos y dudaron de los propósitos “pacíficos” alegados por los estadounidenses. La reactivación, según declaraciones del propio gobierno norteamericano, es la de brindar asistencia humanitaria en aquellas regiones del hemisferio sur donde sean requeridos. La potencialidad real de la Cuarta Flota es en función de remarcar la presencia estadounidense en la región.

Sin embargo, los propósitos son claramente intimidatorios, al igual que Gran Bretaña en Malvinas. Son señales que los Estados Unidos envían al territorio sudamericano, de que están atentos al desarrollo de los acontecimientos políticos del subcontinente. Una clara amenaza en el aire contra todos pueblos latinoamericanos. Ya no implica una amenaza para un país, sino para Latinoamérica. Ante esto, como ya se ha dicho, un Imperio en su fase de decadencia cada vez se va volviendo más agresivo y más belicista.

Conclusiones.

A lo largo del trabajo hemos verificado que el reclamo argentino al Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte por las Islas Malvinas, se ha mantenido en el tiempo aún con altibajos, es decir, a pesar de las pésimas políticas de acercamiento de nuestro país desarrolladas en la década de los años noventa. Se ha venido reclamando pacíficamente por la devolución de las islas, y a pesar de ello, Gran Bretaña lo que ha hecho es crear la Fortaleza Malvinas, para defenderse de los posibles ataques argentinos a sabiendas de la debilidad estructural de nuestras Fuerzas Armadas y de la legalidad y pacifismo de nuestro reclamo.

Argentina ha protestado en diferentes foros internacionales sobre la presencia de la base militar británica en el Atlántico Sudoeste, el tráfico marítimo sin el permiso correspondiente, la zona de exclusión de pesca y los ejercicios militares que afectan a la soberanía de nuestro país. La base de Monte Agradable a 700 kilómetros de la costa patagónica con sus pistas de aterrizajes para aviones y helicópteros, sus instalaciones terrestres y el puerto de aguas profundas, sirve para que allí puedan dirigirse hombres, navíos y aviones pertenecientes a la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

Los recursos naturales de la zona son el imán para que los británicos hayan construido semejante base en el sur del planeta, a lo que se le suma la posición estratégica respecto al continente americano y a la Antártida. La pesca, los minerales, el petróleo de las islas y la reserva de agua del continente antártico son objeto de presiones para la acumulación de los mismos, es decir, presenciamos un claro ejemplo de “acumulación por desposesión”. Peor aún, lo que hace el Reino Unido es entablar la (no) negociación desde una posición de fuerza, es decir, mediante el mantenimiento económico de una base militar que le cuesta millones de libras esterlinas anuales al presupuesto británico, apoyándose ante los sucesivos gobiernos argentinos, desde una postura basada en la superioridad de las armas.

De todos modos, para finalizar, más allá de la intransigente posición británica, los reclamos argentinos tienen legitimidad geográfica, histórica y jurídica, por ende es imprescindible insistir en los distintos foros internacionales como las Naciones Unidas, la Organización de Estados Americanos y otros, en la necesidad de que ambos países entablen las negociaciones correspondiente como inclusive mencionan las diferentes resoluciones de las Naciones Unidas para que las Islas Malvinas y todo el territorio marítimo adyacente vuelvan a su legítimo dueño, el Estado argentino. Por lo tanto, hay que seguir exhortando para que los efectivos de la OTAN asentados en las islas se retiren pacíficamente, y no constituyan una amenaza permanente para Suramérica.

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Daniel Argemi: Profesor de Historia. Profesor en Ciencias Políticas. Maestrando en Ciencias Sociales, con mención en Problemas Políticos Latinoamericanos. Facultad de Ciencias Humanas. Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. Tandil.
Javier Luchetti: Profesor de Geografía. Profesor de Historia. Docente de la Licenciatura en Relaciones Internacionales. Facultad de Ciencias Humanas. Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. Tandil.
Oscar Mastropierro: Profesor de Geografía. Docente de la Licenciatura en Relaciones Internacionales. Facultad de Ciencias Humanas. Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. Tandil.
Marcelo Troncoso: Profesor de Geografía. Docente de la Escuela de Educación Agraria N° 1. Docente del Colegio San Ignacio. Tandil.



[1]Los países integrantes de la OTAN son: Albania, Bélgica, Bulgaria, Canadá, Croacia, República Checa, Dinamarca, Estonia, Francia, Alemania, Grecia, Hungría, Islandia, Italia, Letonia, Lituania, Luxemburgo, Países Bajos, Noruega, Polonia, Portugal, Rumania, Eslovaquia, Eslovenia, España, Turquía, Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y Estados Unidos. Cualquier Estado europeo puede ingresar adoptando los principios del Tratado.
[2]Intervención del embajador argentino José María Ruda ante el Subcomité III del Comité Especial encargado de examinar la situación con respecto a la aplicación de la Declaración sobre la Concesión de la Independencia a los Países y Pueblos Coloniales, ocurrida en New York el 9 de septiembre de 1964.
[3]Offshore u offshoring es un término del idioma inglés que significa literalmente "en el mar, alejado de la costa", pero es comúnmente utilizado en diversos ámbitos para indicar la deslocalización de un recurso o proceso productivo.
[4]Composto, Claudia y Rabasa, Magalí 2011 “Entrevista con David Harvey. Nuevo imperialismo y cambio social: Entre el despojo y la recuperación de los bienes comunes” en Herramienta Debate y Crítica Marxista (Buenos Aires). En <www.herramienta.com.ar/entrevistas/entrevista-con-david-harvey-nuevo-imperialismo-y-cambio-social-entre-el-despojo-y-la-rec> acceso 10 de Octubre de 2015.
[5]Foro Económico Internacional de Energías, www.iwr.de/welcomee.html.
[7]www.the-falkland-islands-co.com, acceso 6 de abril de 2015.
[8]Representan catorce veces el producto bruto interno (PBI) argentino y el doble del PBI Británico. En Rodríguez, Hugo (2012) “De que se trata el conflicto actual de Malvinas. Análisis Geopolítico” en <www.youtube.com/watch?v=8155pyDQmJ0>.
[9]Cabe recordar además, que en abril del año 2015, se revelaron documentos de inteligencia, aportados por Edward Snowden, ex analista de la Agencia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, del Reino Unido en los que se demuestra el espionaje a funcionarios y militares del gobierno argentino en la última década. El documento se denomina “Top Secret/Strap1”.
[10]www.alainet.org/es/active/52746, acceso 14 de Octubre de 2015.
[11]En tal informe (The Status and Location of the Military Installations of the Member States of the European Union and their Potential Role for the European Security and Defense Policy), se explicita: “La investigación, que fue pedida por la Comisión de Seguridad y Defensa del Parlamento Europeo, llama a una urgente reforma de la estructura de seguridad de Europa en función de los «tiempos que se avecinan» y coloca en el centro de esa reestructuración a las bases militares que los miembros de la Unión Europea poseen en sus colonias de ultramar. La propuesta es clara: la protección de las rutas comerciales, la seguridad y la cada vez mayor «competitividad geopolítica» del siglo XXI han revalorizado lo que ellos llaman «las líneas de comunicación por el mar», en Luzzani, Telma (2012: 430).
[12]Es así que “la defensa de las islas y su proyección hacia el Atlántico Sur está encargada a la British Forces South Atlantic (BFSA). La misma tiene su asiento en la Fortaleza Falklands, ubicada en Mount Pleasant hoy es una realidad y no una potencialidad militar” en (Perfil 2007).

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