Se
hizo el primer vuelo a las islas por Latam. Ningún cordobés pagó el viaje: 800
dólares.
Centro
de Malvinas. Memorial de los soldados caídos en combate. (La Voz)
Por
Gabriel Esbry
Desde
el aire, la primera impresión es que son más grandes de lo que uno imaginaba.
Aun con el cielo algo nublado, desde la ventanilla del avión se podían
descubrir los mismos contornos geográficos que alguna vez dibujamos de chicos
en la escuela. Y son realmente parecidos.
Ya
en tierra, lo que primero llama la atención es el intenso viento, que
literalmente te empuja y hasta te puede tirar al piso. Y también el clarísimo
parecido del paisaje y el entorno natural con la estepa patagónica, plagado de
piedras por doquier y arbustos que no superan el medio metro de altura.
La
Voz realizó ayer el primer vuelo directo entre Córdoba y las Islas Malvinas,
invitado por Latam Brasil, que partió de San Pablo e hizo una escala en el
aeropuerto Ambrosio Taravella. A las 11.50, puntual, el Boeing 767 despegó de
Pajas Blancas.
La
mayoría del pasaje estaba integrado por funcionarios del Gobierno británico en
las islas, más un puñado de periodistas argentinos, chilenos, brasileños y
uruguayos. En total, no más de 50 personas, lo que hacía parecer semivacío al
avión. No había pasajeros que hubieran comprado su ticket aéreo en Córdoba (800
dólares).
El
vuelo fue tranquilo, con varios idiomas escuchándose por los pasillos de la
aeronave: el castellano, de los periodistas invitados; el inglés, de los
funcionarios de las islas; y el portugués, de la tripulación. Tres horas más
tarde, apenas pasadas las 15, el avión aterrizó en el aeropuerto de Malvinas.
Pisar
suelo malvinense emociona. Tantas veces uno escuchó y habló de Malvinas, de la
guerra, de los soldados, de los caídos, de los isleños, de la soberanía… Muchos
años, muchas cosas pasaron, y al final las islas están allí, debajo de nuestros
pies. Inhóspitas y salvajes. Tan cercanas, tan lejanas.
Después
de llenar los formularios de rigor, y ante una celosa vigilancia del personal
de seguridad, la delegación recorrió los poco más de 30 kilómetros que separan
el aeropuerto de Puerto Argentino y se alojó en el Malvina House, un hotel moderno,
pero con el típico diseño arquitectónico de paredes de madera y techos
inclinados.
El
personal del hotel llegó de distintas partes del mundo. Joselyn es chilena, de
Punta Arenas, y fue la que primero nos ayudó a lidiar con la clave de internet
(la conectividad de las islas es pésima y pone a prueba la paciencia de
cualquiera). “Estoy aquí hace tres años, con mi pareja. Estamos ahorrando
dinero para proyectos personales a futuro. Acá pagan muy bien”, cuenta.
Tras
una interesante charla, llegó la pregunta de rigor: ¿qué piensan los isleños de
los argentinos? “Está todo bien. Si uno llega de malas, se ponen a la
defensiva. Pero si los argentinos llegan por las buenas, no tienen ningún
problema”, asegura Joselyn.
Con
apenas dos horas en las islas, todavía no es posible chequear del todo la afirmación
de la joven chilena. Los primeros isleños miran a los periodistas argentinos
casi con curiosidad. No llega a ser desconfianza, pero tampoco una actitud
claramente amigable. Quizás falta tiempo y momentos de encuentro. Veremos…
Fuente:
https://www.lavoz.com.ar
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