27 de febrero de 2022

EL FRACASO DE LA CUMBRE ENTRE ARGENTINOS Y BRITÁNICOS QUE DECIDIÓ LA GUERRA: “EN UN MES TOMAMOS LAS MALVINAS”

 


Diplomáticos de ambos países se reunieron en Nueva York el 27 de febrero de 1982. La dilación británica aceleró los planes de la Junta Militar a pesar de los intentos de los Estados Unidos para que las negociaciones continuaran. La sorpresa de Margaret Thatcher y la destemplada reacción de Galtieri cuando le ofreció a Menéndez ser gobernador de las islas.  

Por Juan Bautista Tata Yofre 

Galtieri y Costa Méndez en la Plaza de Mayo el 10 de junio de 1982

Hace 40 años, un día como hoy, finalizaban en Nueva York los encuentros diplomáticos de la Argentina y el Reino Unido para intentar solucionar la cuestión de soberanía de las islas Malvinas, tal como lo disponía la Resolución 2065 (de 1965) de las Naciones Unidas. No era la primera vez que se encontraban, pero sí sería la última reunión antes del conflicto armado. Ese 27 de febrero de 1982, los diplomáticos, tanto de un lado como del otro, ignoraban que en el mayor secreto la Junta Militar que gobernaba la Argentina había decidido que, en el caso de fracasar las negociaciones, “se deberían comenzar los estudios para analizar la factibilidad y conveniencia de una ocupación de las islas”. 

La decisión se tomó el martes 5 de enero de 1982 y se consideró que debía adoptarse “una política agresiva” que “se debía mantener en el mayor secreto para que no fuera mal interpretada”. No era la primera medida ni sería la última: el 22 de diciembre de 1981, el día que asumió de facto la presidencia de la Nación el Teniente General Leopoldo Fortunato Galtieri, el comandante de la Armada, Jorge Isaac Anaya, disponía que se realice “un plan actualizado” para “la ocupación” de Puerto Stanley (más tarde Puerto Argentino). Tras estas dos decisiones la cuestión castrense se puso en movimiento y, semana a semana, fue tomando cuerpo. Por ejemplo, el martes 12 de enero, a las 9 de la mañana, la Junta Militar “por resolución no incorporada al Acta” designó a tres altos oficiales “para analizar la previsión del empleo militar para el caso Malvinas con un enfoque político-militar que especificara los posibles cursos de acción”. 

La antesala de la cumbre de Nueva York también fue iluminada por ciertos comentarios periodísticos que pocos tomaron en cuenta. Por ejemplo, Jesús Iglesias Rouco escribió en La Prensa, el 7 de febrero: “Si Londres no se aviene a ceñirse a un cronograma, Buenos Aires se reservaría el derecho de emprender otras acciones. Ya adelantamos hace quince días que entre esas acciones no es descartable, ni mucho menos, la recuperación de las islas por medios militares.” 

También, en su columna de tapa “El frente exterior”, habló de la presentación de un “cronograma” de las futuras negociaciones” (documento “bout de papier” presentado el 27 de enero) que Londres debería aceptar. Además, hizo uso de todos los argumentos disponibles que acompañarían a la ocupación, según la visión del gobierno militar. Entre otros que facilitaría una solución a la negociación del diferendo del Beagle y ofrecería “ventajas de orden doméstico” que son “simplemente adicionales, pero no por ello menos interesantes para quienes detentan el poder”. 

El miércoles 17, las tapas de los matutinos argentinos anunciaron que el 25 se reanudarían en Nueva York las negociaciones con Gran Bretaña por las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur. Un vocero del Foreign Office adelantó que ningún acuerdo sobre las islas será concluido sin el consentimiento de sus habitantes. “Las Malvinas, una necesidad” fue el título de tapa de la columna premonitoria de Jesús Iglesias Rouco en la primera página de La Prensa del jueves 18 de febrero. “No resulta fácil saber” —escribió— “hasta qué punto el nuevo gobierno está dispuesto a actuar, con firmeza y decisión, en pro de la rápida recuperación de las Malvinas. [...] Lo menos que se les puede pedir a los gobiernos militares es que no vacilen ante ninguna eventualidad militar cuando se trata de cuestiones de soberanía.” 

Al hablar de “la medida de la necesidad argentina”, el “gallego” Iglesias Rouco, en aquel momento con el auxilio de influyentes fuentes en el Palacio San Martín, hizo un escaneo de las razones que decidieron a los militares a tomar la decisión del 2 de abril: 

“1) El aislamiento que padece el país en lo que se refiere a los esquemas de concertación política y estratégica de Occidente, provocado por su errática política exterior de los últimos treinta años, su progresivo debilitamiento interior y más recientemente, los métodos empleados en la llamada guerra antisubversiva, que han colocado a la Argentina en una especie de ghetto internacional; 

2) los resultados desfavorables del arbitraje sobre el Beagle, y ahora de la mediación papal, que supone una amenaza inminente para nuestra posición en el Atlántico Sur; 3) la penetración soviética en la zona, con la consiguiente preocupación norteamericana [...]. 

En síntesis: si la Argentina no obtiene inmediatamente un nuevo punto de apoyo en el Atlántico Sur corre el riesgo de verse excluida de todo lo que allí se cocine”. 

La instrucción que el canciller Costa Méndez le fijó a los diplomáticos que presidían la delegación argentina, para las reuniones con los británicos del 25 y 27 de febrero en Nueva York, fueron determinantes: La delegación “tendrá permanentemente el hecho que es objetivo nacional y permanente de la República, el reconocimiento por parte de Gran Bretaña de la soberanía argentina sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur, y que por lo tanto es crucial para el desarrollo exitoso del proceso negociador que las tratativas versen de manera esencial sobre dicho tema”. Previamente, el 27 de enero, el gobierno argentino le había entregado al embajador británico un “bout de papier”, “para transmitirle la propuesta argentina sobre establecimiento de un nuevo mecanismo de negociación”. 

Respecto de “la voluntad política del gobierno argentino de encontrar una solución pacífica y negociada a la disputa [...]. Dejará bien en claro que esa voluntad no puede mantenerse indefinidamente y sin que se concreten progresos sustanciales en la negociación y en su caso transmitirá a la delegación británica que se aproxima un momento de seria crisis en el proceso, precisamente por esa falta de progresos, que puede provocar la quiebra de dicha voluntad política. [...] La delegación argentina tratará durante la reunión de lograr de la contraparte una definición respecto a su voluntad política de negociar seria y profundamente sobre el tema de la soberanía y respecto a la iniciativa argentina adelantada al embajador británico el 27 de enero”. 

La delegación argentina estuvo integrada por los embajadores Enrique Juan Ros, Carlos Ortiz de Rozas y Carlos Lucas Blanco; el ministro Atilio Molteni; el secretario Domingo Cullen y el asesor de la Dirección Antártica y Malvinas de la Cancillería, Coronel (RE) Luis González Balcarce. La británica fue presidida por el ministro de Estado, Richard Napier Luce; el embajador británico en Buenos Aires, Anthony Williams; el jefe del Departamento América del Sur, Robert Fearn y los funcionarios del Foreign Office, Colin Bright, John Anthony Penny y Jeremy Creeswell. También fueron integrados a la delegación del Reino Unido los kelpers Lionel G. Blake y John Edgard Check. Las sesiones formales se realizaron los días 26 y 27 en las sedes de ambos países ante las Naciones Unidas y dos almuerzos de trabajo. 

Las conversaciones demandaron horas y fueron volcadas en un informe escrito de 36 carillas. Los temas volvían a reiterarse de otras reuniones y volvían a tratarse en todas esas horas. La cuestión de la soberanía de las islas debía ser el corazón del encuentro diplomático. Otro era el papel de los isleños en las tratativas, sobre si debían considerarse sus “deseos” (posición británica) o sus “intereses” (posición argentina). 

En un momento (26 de febrero a las 10 horas), Luce dijo que “los deseos de los isleños tiene prioridad absoluta”. Una condición inaceptable para los argentinos, ya que sólo deberían tenerse en cuenta “los intereses” de los isleños. Tal la letra escrita de la resolución 2065 de Naciones Unidas que dio origen a las negociaciones en la década del sesenta (presidencia de Arturo Illia). Los términos de los diálogos daban a entender la difícil posibilidad de un entendimiento. 

Ministro de Estado Richard Napier Luce, el principal negociador británico

LUCE: Los deseos de los isleños son de absoluta prioridad para nosotros. No debe haber cambios sin el consentimiento de ellos y el Parlamento [...] No tienen dudas sobre la soberanía británica. 

ROS: La Argentina no tiene duda alguna sobre sus derechos de soberanía. En el futuro debemos llegar a un “común entendimiento”. [...] Es esencial el elemento del reconocimiento de nuestra soberanía. Debemos tener en cuenta que dicho problema subsistirá mientras no se alcance una solución. En la Argentina existe una presión cada vez mayor al respecto [...] Y nada debe interpretarse en Buenos Aires que pueda llevar a inferir que se deja de lado la disputa sobre soberanía. 

LUCE: No creo que no nos estemos comprendiendo. Entiendo la sensibilidad especial pero también existe en nuestro Parlamento. Nuestro objetivo común es trabajar hacia la solución. 

ORTIZ DE ROZAS: No subestimo la sensibilidad de vuestro Parlamento, pero está más agudizado en la Argentina. 

También se habló de otros puntos contenidos del “bout de papier” presentado por la Argentina un mes atrás, sobre los que la delegación británica presentó dudas. Por ejemplo, sobre el lugar de reunión (de las próximas negociaciones); nivel (de las delegaciones); periodicidad de los encuentros (la Argentina proponía citas mensuales) y el plazo para alcanzar una solución dentro de las negociaciones (la Argentina pretendía un año). Además, consideraba muy especialmente la cuestión de “confidencialidad” de los temas tratados. “¿Cuánto les tomará una respuesta?”, preguntó Enrique Ros. 

LUCE: Yo volveré a Londres y recomendaré a mi gobierno, al señor secretario de Estado y a mis colegas ministeriales. Nos gustaría hacerlo lo antes posible. 

ROS: ¿Cuál es vuestra idea sobre un período de duración de un año? 

LUCE: La primera impresión es que si nos fijamos un tiempo preciso podría ser contraproducente. 

ROS: Hemos comenzado a negociar hace 16 años y hemos realizado poco progreso. Si en un año no conseguimos puntos comunes, qué sentido hay de continuar. Toda solución que pueda ignorar nuestra posición tradicional no será aceptable. 

LUCE: Debe ser tan comprensiva como se pueda. 

Palabras del embajador Enrique Ros durante las negociaciones

El 27 de febrero, cuando finalizaban los encuentros en Nueva York, en el matutino Convicción, de conocida vinculación con la Armada, y especialmente con el proyecto político de Eduardo Emilio Massera, apareció un artículo en el que se concluye que la toma de las Malvinas ayudaría a resolver el problema del Beagle, dado que fortalecería la posición argentina. “Están dadas todas las condiciones: tenemos un presidente decidido y un excelente ministro de Relaciones Exteriores. Si después de ganar la guerra sobre el terrorismo, recuperamos las Malvinas, la historia olvidará las estupideces económicas. La Argentina estará viva, consciente de su vigor y dispuesta a tomar un lugar en el mundo.” 

El 1° de marzo las delegaciones emitieron un comunicado conjunto en el que admiten que “las dos partes reafirmaron su decisión de hallar una solución a la disputa de soberanía y consideraron en detalle una propuesta argentina sobre procedimientos para lograr mayores progresos en este sentido”. En un momento de las conversaciones, el viernes 26 a las 16:10, el embajador Ros dijo: “El canciller Costa Méndez desearía el 1° de abril para su inicio” (de las reuniones). Y el ministro Richard Napier Luce, jefe de la delegación británica respondió: “1° de abril es ‘April Fool’s Day’ (Día de los Inocentes). De todas maneras, debo consultar con lord Carrington y a mis colegas. Contestaremos lo antes posible.” 

El embajador Enrique Ros informó al canciller Costa Méndez, después de las negociaciones: “La importancia de esta rueda de negociaciones está dada por el hecho de que por primera vez la delegación británica aceptó a su nivel el establecimiento de una Comisión Permanente Negociadora. [...] Las razones que habrían llevado a los británicos a aceptar el nuevo procedimiento de negociación propuesto se relacionan con el aumento de la presión diplomática argentina, su interés de que el conflicto no se agrave por la interrupción de los contactos entre ambos gobiernos. [...] Debe finalmente indicarse que la delegación [argentina] ha obtenido los objetivos fijados en las instrucciones en cuanto a que la propuesta argentina ha sido aceptada en los siguientes aspectos: Constitución de una comisión negociadora permanente cuyas reuniones tendrán la suficiente periodicidad para negociar la disputa de soberanía.” 

El embajador Ros se sentía satisfecho por los avances alcanzados en las reuniones de Nueva York, pero no era esa la sensación, ni el deseo, que reinaba en la mente del canciller Nicanor Costa Méndez. Solo así se comprenden las comunicaciones que se sucedieron después. La primera fue la llamada de Ros al ministro Guillermo González, uno de sus diplomáticos asesores, a quien el subsecretario, desde Nueva York, le comentó todo lo logrado en la cita con el embajador Luce. Luego de esa conversación, el asesor se comunicó con el embajador Gustavo Figueroa y le relató lo que había escuchado. Pocas horas más tarde, Figueroa llamó a González y le dijo: “Mañana subí al avión en el que llega Ros y decile que no diga una sola palabra. Ponelo en un automóvil y traémelo al Palacio San Martín”. Si Ros daba una versión optimista se caía —o entraba en abierta contradicción— el comunicado que daría el canciller Costa Méndez rechazando los logros de Nueva York. La decisión de ir a un enfrentamiento estaba tomada y no habría marcha atrás. 

Declaración unilateral del canciller Nicanor Costa Méndez

Horas más tarde, el canciller dejó en el aire al subsecretario Ros al levantar la confidencialidad tan reclamada de los ingleses. Años después, Margaret Thatcher diría que el gobierno argentino “violó los procedimientos acordados durante la reunión” a través del comunicado de Costa Méndez. “El único punto favorable que se obtuvo en la reunión de Nueva York fue el tácito reconocimiento inglés de que ‘la cuestión’ Malvinas incluía a las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur”, escribió meses más tarde en un informe secreto el almirante Jorge Isaac Anaya. 

El 2 de marzo, el canciller Costa Méndez dobló la apuesta: después de consultar a la Junta Militar, emitió un comunicado sosteniendo que “el nuevo sistema constituye un paso eficaz para la pronta solución de esa disputa (soberanía). Por lo demás, si eso no ocurriera, la Argentina mantiene el derecho de poner término al funcionamiento de ese mecanismo y de elegir libremente el procedimiento que mejor consulte a sus intereses”. El mismo día, el comandante en jefe del Ejército mantuvo un encuentro con el jefe de Operaciones del Estado Mayor, General Mario Benjamín Menéndez. En la reunión, Galtieri le comunicó que la Junta Militar está preparando la ocupación militar de las Malvinas y que la operación dependía de cómo evolucionen las negociaciones diplomáticas con Gran Bretaña. De llevarse a cabo la ocupación argentina, él sería designado gobernador de las islas. “Fue algo completamente inesperado, una gran sorpresa y me sentí profundamente emocionado. Si la ocupación militar se realizaba sería gobernador. No comandante militar, porque el gobierno no preveía la posibilidad de ninguna operación militar importante.” 

GALTIERI: Dígame, Menéndez, ¿cómo anda su inglés? 

MENÉNDEZ: Más o menos, señor. Igual que cuando lo acompañé en su viaje a los Estados Unidos. 

GALTIERI: Bueno, repáselo. Le hará falta. 

MENÉNDEZ: ¿Por qué? 

GALTIERI: Hemos tomado la decisión de recuperar militarmente las Malvinas y la Junta aprobó mi propuesta de que usted se haga cargo de la gobernación militar de las islas. 

Sorprendido por la noticia, el jefe militar, entre otras cuestiones preguntó: “Después que recuperemos las islas, ¿cuál cree que será la reacción británica?”.

Como toda respuesta, Galtieri afirmó: “Ese no es problema suyo”. 

El General Luciano Benjamín Menéndez y el Contraalmirante Edgardo Otero en Malvinas

Cuando tomó conocimiento de los comentarios periodísticos y los informes del embajador Anthony Williams desde Buenos Aires, Margaret Thatcher, el 3 de marzo, consignó en un cable a Buenos Aires: “Debemos adoptar planes de emergencia”. Sin embargo, dijo años más tarde, “a pesar de mi inquietud, no esperaba nada parecido a una invasión, pensamiento coincidente con la evaluación más reciente de nuestra inteligencia”. Aprovechando que estaba en Nueva York, el embajador Richard Napier Luce viajo a Washington y logró hablar con el subsecretario de Estado para Asuntos de América Latina, Thomas Enders, que en pocos días más emprendería una visita a la Argentina y Chile. En la conversación, el funcionario británico le solicitó que durante sus entrevistas en Buenos Aires transmitiera un mensaje de tranquilidad en torno a la cuestión de Malvinas. 

Sin embargo, la Junta Militar relatará en su informe final que el 8 de marzo, durante la visita a Buenos Aires del subsecretario de los Estados Unidos para Asuntos Latinoamericanos Thomas Enders, el canciller y Enrique Ros conversaron sobre la cuestión de las Malvinas: “El Sr. Enders, que como hemos visto había sido informado por Luce en Washington, manifestó que a Estados Unidos no le inquietaba el tema Malvinas y que la posición de su país en el tema era de hands off (expresión que utilizó). A pesar de que se tenía conocimiento de que Gran Bretaña al parecer había pedido a Enders tratar sobre este tema con la Argentina, este no formuló manifestación alguna en Buenos Aires en relación a la posición o [los] pedidos británicos”. 

Síntesis del gobierno argentino sobre la visita del Subsecretario de Estado para Asuntos de América Latina de los Estados Unidos Thomas Enders

El informe de la Junta Militar no relata toda la secuencia. Entre los papeles que tenía Enders durante su visita se sostenía que, en cuanto al problema de Malvinas, la posición estadounidense era una sola: “Los Estados Unidos mantienen en esta cuestión una estricta posición de neutralidad entre Gran Bretaña y la Argentina y ambos países deben continuar resolviendo sus diferencias a través de negociaciones diplomáticas”. A pesar del escaso interés del Departamento de Estado, tanto Costa Méndez como el presidente Galtieri prestaron especial atención sobre la cuestión y con mayor profundidad lo hizo Enrique Ros, durante una exposición en el Salón Verde de la Cancillería. Sin embargo, el diálogo no terminó en esos encuentros. Por la noche del 8 de marzo, durante una cena que ofreció el embajador Harry Shlaudeman en su residencia, Costa Méndez reiteró el problema de Malvinas. Cómo habrán sido los interrogantes que invadieron a Enders, que este atinó a preguntar: 

—Por tanto, ¿no habrá guerra? 

—No habrá guerra —respondió Costa Méndez. 

—¿Seguro? 

—Absolutamente seguro. 

Nicanor Costa Méndez no decía toda la verdad. Años más tarde, el ex embajador y ex canciller Bonifacio del Carril contó que entre el 9 y 10 de marzo de 1982 —es decir, horas después de los encuentros del canciller con Enders— mantuvo una entrevista con Costa Méndez en su despacho. Lo sorprendió ver tantos mapas de los mares del Sur desplegados. Luego de dialogar sobre el tema que lo había llevado hasta ahí y cuando se estaba despidiendo, el canciller le dijo: 

—Con todos los líos que tengo, ahora se viene el de los chatarreros. 

—¿Qué chatarreros? —preguntó Del Carril. 

—Unos que van a las Georgias —respondió su amigo el canciller. Y luego de unos segundos, en voz baja, agregó: dentro de un mes tomamos las Malvinas.

 

Fuente: https://www.infobae.com

13 de febrero de 2022

MALVINAS: LA CRISIS, LA GUERRA Y EL OLVIDO DE LOS COMBATIENTES

 

El inicio de las hostilidades antes de disparar la primera bala. Los combates. El cese de fuego y sus consecuencias políticas. El regreso entre las sombras. Y el curioso aumento del número de veteranos del conflicto del Atlántico Sur.  

Por Martín Balza * 

La artillería se batió valientemente en Malvinas a pesar de la inferioridad de tecnología (Foto: Eduardo Farré).

Los momentos de crisis se dan en los hechos cuando nuevas situaciones plantean problemas que no se pueden resolver por los medios comunes existentes y el pensamiento pierde vigencia y contacto con la realidad. Implica relaciones conflictivas: políticas, económicas y diplomáticas entre dos o más Estados, que pueden o no introducir en forma real o potencial el empleo de la fuerza, pero sin llegar a una guerra. La crisis con el Reino Unido (RU) comenzó el 20 de marzo de 1982 con un incidente menor en la isla San Pedro en las Georgias del Sur, con motivo del desembarco de personal y material de la empresa privada argentina del señor Constantino Davidoff para desguazar una vieja factoría. La sorpresiva reacción del gobierno británico demostró la clara intencionalidad de generar una crisis, pues la citada empresa había cumplido con todos los requisitos. El 2 de abril se concretó la prevista Operación Rosario de recuperación de las Malvinas; el objetivo era profundizar la dictadura cívico-militar y desviar la atención de su descrédito nacional e internacional, como lo calificó el Almirante Carlos Lacoste: “Esto se arregla muy fácil, tomando las Malvinas” (La Nación, 24 marzo 2002, pág 13). Cinco días después, los británicos iniciaron una estrategia de desgaste: sanciones económicas junto con sus aliados, gestiones diplomáticas ficticias, efectivo empleo de una acción psicológica y la amenaza de un cerco naval y aéreo que se concretó el 22 de abril. La escalada continuó hasta fin de ese mes, con el fracaso del “mediador” estadounidense Alexander Haig, reconocido europeísta.

El gobierno de entonces nunca se basó seriamente en lo que el RU se hallaba en capacidad de hacer a partir de la recuperación de las islas; priorizó dos supuestos: su no reacción y la neutralidad o apoyo a nuestro país por parte de los Estados Unidos (EEUU). Sin duda, ello fue desconocer la historia de esos países; entonces ante la evidencia de lo inevitable, se pasó del “ocupar para negociar a reforzar e ir a la guerra”, sustancial diferencia y máxima insensatez al descartar lo posible buscando lo inalcanzable, porque el RU conformó en ese momento la fuerza expedicionaria más grande desde la Segunda Guerra Mundial: 28 mil hombres, más de 100 buques (de guerra y logísticos), dos portaviones y cuatro submarinos nucleares. Está probada la presencia de armas nucleares en algunas fragatas, pero no se emplearon. Además, contó con el apoyo de los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), conducidos por los EEUU. 

Un conflicto absurdo y jamás previsto, calificado como la primera guerra de la era misilística, se inició el 1° de mayo, duró 44 días y tuvo dos fases: la primera con ataques aeronavales hasta el 20 de mayo, durante la cual los efectivos en tierra fuimos sometidos a un desgaste psicofísico en las húmedas y frías trincheras esperando el desembarco británico. La fase terrestre, entre el 21 de mayo y el 14 de junio, la iniciamos conscientes de nuestras propias limitaciones, de haber cedido totalmente la iniciativa al enemigo y de la incapacidad de recibir ningún apoyo del continente. Nuestras fuerzas fueron eliminadas por partes: primero nuestra flota de superficie, que se automarginó del conflicto sin siquiera intentar disputar el espacio marítimo; segundo, la Fuerza Aérea y la Aviación Naval, debido a las importantes pérdidas sufridas, a pesar de los reconocidos éxitos iniciales y la excelente profesionalidad evidenciada; por último, los efectivos terrestres del Ejército y de la Infantería de Marina, cuando se concretó el previsible cerco terrestre que condujo a la inevitable rendición. En Puerto Argentino se organizó una débil plaza defensiva que nunca hubiera podido impedir el previsible cerco naval, aéreo y terrestre. Un viejo axioma dice: “Plaza sitiada, sin posibilidades de recibir refuerzos o romper el cerco: plaza tomada”. Ejemplos de ello fueron Stalingrado (Segunda Guerra Mundial-1943) y Dien Bien Phu (Indochina-1954). Nuestro caso en Malvinas era aún más grave. 

El General Menéndez en las instancias de firmar el cese de fuego con su par inglés Jeremy Moore

La posguerra —particularmente en el Ejército— se inició con una recepción ignota, ingrata y humillante de los combatientes por parte de los altos mandos y del propio presidente de la Nación. Con ello comenzó un período de “desmalvinización” que duró casi una década. Recién en 1990, el Congreso Nacional, por impulso del diputado Lorenzo Pepe, otorgó una valorada condecoración. La situación de los mismos mejoró con el presidente Carlos Menem, y fue el presidente Néstor Kirchner quien otorgó el reconocimiento y pensión más significativa. En cuarenta años, el citado Congreso no sancionó una ley que definiera unívocamente quién es veterano de guerra; su condición quedó librada a la norma que fijó cada fuerza y a la interpretación de algunos fallos judiciales. En mi opinión: Son los oficiales, suboficiales y soldados de las Fuerzas Armadas, de Seguridad y civiles que prestaron servicios durante el conflicto en la zona de combate en las islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur, o dentro de la zona de exclusión fijada unilateralmente por el RU, o sobre la superficie aérea, o fuera de la zona de exclusión si se hubieran producido acciones de combate en tierra, aire o mar (caso del crucero “General Belgrano”). 

No puedo omitir mencionar algo curioso e inédito. En un principio, el número de excombatientes era del orden de los 14.200, pero a fines de 1999 tomé conocimiento por la página de Internet del Ministerio de Defensa que, sorpresivamente, había ascendido a 22.200. Según algunas fuentes, hoy el número sería mayor. Pero hay otro dato por demás llamativo e incomprensible: en 1982 se registraba un 26% de oficiales y suboficiales y un 74% de soldados, muy razonable con la realidad y estadísticas de otras guerras del siglo pasado. Pero, según el citado Ministerio, a fines de diciembre de 1999 el número de cuadros había ascendido a 48% y el de soldados disminuido a 52%, lo que no resiste el más mínimo análisis y es totalmente falso. De inmediato informé todo lo expresado al entonces ministro de Defensa, Jorge Domínguez, y a los presidentes de las Comisiones de Defensa de las Cámaras de Senadores y de Diputados, Jorge Villaverde y Juan Manuel Casella respectivamente. Ninguno acusó recibo. 

Ignoro los asesoramientos y las causas y elementos de juicio que el nivel político tuvo en cuenta para concretar lo expresado que, hasta hoy, mantiene plena vigencia. El Ejército de entonces nunca fue consultado sobre tan sensible tema. Es de destacar que desde fines de 1999 hasta la fecha han pasado doce ministros de Defensa Nacional, más de doscientos miembros de las Comisiones de Defensa de ambas Cámaras y seis jefes del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas. Estoy convencido de que la citada anomalía atenta contra la memoria de nuestros muertos, del erario público y de los verdaderos combatientes, que estuvieron expuestos y sufrieran frío, hambre, mutilación, muerte y serias secuelas psicofísicas. Comparto con Georges Clemenceau que “la guerra es un asunto demasiado importante para confiárselo a los militares”, y agregaría que la mentira grande, lamentablemente, puede ser creíble. Recordemos que desde 1983 hasta hoy en nuestro país la Defensa Nacional ha estado –y está– conducida por civiles. Los resultados son conocidos. 

Fuente: https://www.infobae.com 

*Ex Jefe del Ejército Argentino. Veterano de la Guerra de Malvinas y ex Embajador en Colombia y Costa Rica

7 de febrero de 2022

FUERTE RECHAZO DE GRAN BRETAÑA AL APOYO DE CHINA POR LAS MALVINAS: “DEBE RESPETAR LA SOBERANÍA DE LAS ISLAS”

 

 Alberto Fernández y Xi Jinping. China apoyó el reclamo de soberanía en Malvinas y Gran Bretaña reaccionó. Foto AP

Fue luego de que el reclamo argentino fuera respaldado en la reunión entre Alberto Fernández y Xi Jinping en Beijing. Respuesta oficial.  

El gobierno de Gran Bretaña salió al cruce del respaldo que le dio China a la Argentina en su reclamo por la soberanía en Islas Malvinas, después de que ese asunto diplomático fuera uno de los puntos del acuerdo que firmaron Alberto Fernández y Xi Jinping. 

"Rechazamos por completo cualquier cuestionamiento sobre la soberanía de las Falklands (sic). Las Falklands son parte de la familia británica y defenderemos su derecho a la autodeterminación", escribió Liz Truss, ministra de la Corona Majestad para Relaciones Exteriores y asuntos del Commonwealth. 


"China debe respetar la soberanía de las Falklands", agregó la funcionaria británica en un pronunciamiento a través de su cuenta de Twitter.
 

Como parte de su visita a China, Alberto Fernández incluyó la cuestión Malvinas en el temario de su reunión con el presidente de ese país. 

"China reiteró su apoyo a los reclamos de ejercicio pleno de soberanía de la Argentina en la Cuestión de las Islas Malvinas, así como a la reanudación a la mayor brevedad de las negociaciones encaminadas a la solución pacífica de la disputa, de conformidad con las resoluciones pertinentes de la Organización de las Naciones Unidas", informaron desde Cancillería. 

A cambio, el Presidente reafirmó la adhesión argentina "al principio de una sola China", relevante para la tensión entre Beijing y Taiwán. 

Ya el 24 de junio de 2021, China había mostrado su acompañamiento ante el reclamo argentino. 

En el Comité Especial de Descolonización de la Organización de las Naciones Unidas, el representante permanente adjunto de Beijing en la ONU, Geng Shuang, exhortó a la Argentina y al Reino Unido a cumplir con la resolución 2065 de la Asamblea General de la ONU, lo que implica retomar el diálogo ante la disputa territorial. 

"China apoya firmemente la reclamación legítima de Argentina sobre la soberanía de las islas Malvinas", dijo en aquella oportunidad. 

La respuesta oficial a Gran Bretaña 

Tras el tuit de la ministra británica llegó la respuesta del Gobierno argentino. El encargado fue Guillermo Carmona, secretario de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur en la Cancillería Argentina, cartera a cargo de Santiago Cafiero. 

El funcionario le respondió directamente al mensaje publicado en Twitter. 

"Sra @trussliz : Reino Unido debe respetar el derecho internacional y el llamado de la comunidad internacional. Esperamos que el Reino Unido cumpla las Resoluciones ONU sobre #Malvinas. ARG y RU deben retomar el diálogo y negociaciones sobre la soberanía", cruzó Carmona.


 
El tuit -replicado en español y en inglés- terminó con un hashtag que demarcó el reclamo argentino. "Las Malvinas son argentinas". 

La evaluación de Fernández 

Tras la firma de un documento con China por el cual la Argentina ingresa a la Franja y la Ruta de la Seda, Alberto Fernández hizo un positivo balance de su visita al gigante asiático. 

"Ambos valoramos el vínculo profundo y sostenido de las relaciones chino-argentinas. Acordamos profundizar las relaciones de cooperación política, comercial, económica, científica y cultural entre nuestros países", escribió el mandatario. 

Puso la lupa en los entendimientos económicos, "Es una excelente noticia. Nuestro país obtendrá más de US$ 23 mil millones de inversiones chinas para obras y proyectos", dijo sobre la incorporación a la Ruta de la Seda. 

"Hoy tenemos la oportunidad de promover la inversión extranjera directa de su país, ampliar la participación de proveedores argentinos en obras de infraestructura y acelerar las negociaciones sanitarias, fitosanitarias y las habilitaciones para estimular las exportaciones a China", continuó Fernández. 

Alberto Fernández en su visita a la planta de Huawei en China. Foto Presidencia

Y concluyó: "La decisión de China de incentivar un mayor uso de las monedas nacionales en el comercio y las inversiones y de apoyar el reclamo argentino de la revisión de la política de sobrecargos del FMI son avances cruciales. Guardaré en mi memoria el cálido recibimiento del pueblo chino". 

Después de una visita a Vladimir Putin en Rusia en plena tensión con Ucrania, el Presidente viajó a China. Allí asistió a la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Invierno, a pesar del boicot impulsado por el gobierno de Joe Biden. 

Tras una breve escala en Madrid, Fernández llegará este lunes a Barbados. El martes se entrevistará en Bridgetown, la capital de la república recientemente separado del Reino Unido, con la primera ministra, Mia Mottley. Abordarán como tema principal el cambio climático. También mantendrá un encuentro con países que conforman la Organización de Estados del Caribe Oriental (OECO).

 

Fuente: https://www.infobae.com

EL SOLDADO DE MALVINAS QUE LE ROGÓ A DIOS QUE NO LO DEJARA MORIR “DESPACITO” TRAS SER SEPULTADO VIVO POR UNA BOMBA

 

Fue conscripto del Regimiento 25. Quedó atrapado bajo la turba en su pozo de zorro durante dos horas junto a un compañero. El milagroso rescate y su encuentro con el Papa. Hoy acompaña a los veteranos que no pasan por un buen momento y lucha para que la sociedad comprenda la pesada mochila que llevan los excombatientes. 

Por Adrián Pignatelli  

Los que lo vieron jugar, decían que era un 10 habilidoso y talentoso, que prometía, un derecho que le pegaba con las dos piernas. Cuando imaginaba su futuro se veía en la primera del Jorge Newbery, el club donde se lucía y de ahí tal vez pasar a uno de Buenos Aires. Jorge Eduardo Palacios, que había nacido el 17 de octubre de 1963, vivía con su familia en el Ceferino, un barrio de casas bajas con un monoblock en su centro, en Comodoro Rivadavia. Su papá Juan Paulino trabajaba en el hospital Alvear, su mamá se llamaba Silvia y tiene tres hermanas y un hermano. Él es el tercero. 

Febrero de 1982. Jorge Palacios en el vivac del regimiento 25. (Gentileza Jorge Palacios)

Cuando en enero de 1982 le llegó el telegrama para incorporarse al servicio militar -en el sorteo le había tocado el 832- se ganaba la vida como ayudante de chapista y pintor. Su destino fue el regimiento 25 de Colonia Sarmiento. 

El día que habló con Infobae, volvía de la plaza, donde todos los 2 se canta el himno. Lo primero que hizo notar fue que cumplía exactamente 40 años de su incorporación al servicio militar. De Malvinas, su primer recuerdo es la fotografía que le tomaron al momento de subir al avión. Instantes después, en la escalerilla del Hércules un Subteniente les dijo que iban a ir “a un lugar donde desean estar todos los argentinos. Vamos a recuperar las Malvinas”. 

Como no tenía reloj, no pudo precisar la hora de la madrugada en que pisó suelo malvinense el 2 de abril. 

Junto a Antonio Naudan, el 25 de marzo de 1982. Con Naudan eran amigos del barrio Ceferino. (Gentileza Jorge Palacios)

Recuerda que los primeros días estuvo en el pueblo, montando guardia y a partir del 21 de ese mes los trasladaron al aeropuerto. Tomó real conciencia de lo que era estar en una guerra cuando por primera vez soportaron un bombardeo británico. Sintió miedo a lo desconocido, a esa incertidumbre de lo que le podía ocurrir. 

Se emociona cuando cuenta que el 24, cerca de la pista y con un barco abandonado como escenografía de fondo, juró la bandera con sus compañeros. Es que debían hacerlo antes de entrar en combate y los soldados del Regimiento 25 fueron los primeros en dar el sí juro. Dicha unidad organizó otra ceremonia en Darwin el 25 de mayo. 

Esta foto se tomó el día que juraron la bandera. Palacios es el segundo desde la izquierda en la fila de abajo. (Gentileza Jorge Palacios)

Los malos presentimientos que sentía se hicieron realidad el 4 de mayo. Recuerda que el día anterior, con unos diez compañeros, rodilla en tierra, habían rezado el Rosario. Lo hacían habitualmente. 

Esa madrugada estaba de guardia sobre un cerrito que miraba al mar, frente a la torre de control del aeropuerto. 

Cerca de las tres lo sorprendió un ruido, al que confundió con el vuelo de un Hércules. En realidad, eran dos grandes bombas arrojadas por aviones Vulcan ingleses. Una estalló a unos 30 metros de su posición. La otra, que impactó a escasos seis, y que dejó un cráter descomunal, fue casi fatal para él. 

En fracción de segundos, sintió que la onda expansiva le hundía la cara, le hizo dar vuelta la cabeza y lo arrojó violentamente en el pozo de zorro. Su brazo derecho le quedó apuntando hacia arriba y el izquierdo aprisionado por la turba y las piedras. La manta que llevaba sobre los hombros para abrigarse quedó inexplicablemente desplegada sobre su cuerpo. Él está convencido que era el manto de la Virgen. 

Debajo suyo quedó el soldado Raúl Ortiz, que en el momento de la explosión estaba durmiendo. Tenían encima cerca de dos metros de tierra y piedras. 

“Che, Ortiz, hagamos fuerza”. Fue inútil porque los escombros no se movían. 

Gritaron. Palacios cree que repitieron el pedido de auxilio unas diez mil veces. Pero nadie escuchaba. 

Perdió la noción del tiempo. Intuyendo lo peor, se preparó a morir. Mentalmente se despidió de sus viejos, de su hermanos, de sus amigos. Como en una película en blanco y negro se vio con sus seres queridos en aquellos momentos de alegría que pasó junto a ellos. 

De pronto sintió que hablaba con Dios. Se sorprendió de la paz que experimentaba, en esa oscuridad, atrapado. Remarca que esa paz no la volvió a sentir nunca más. 

No estaba desesperado. Se preguntó por qué Dios lo hacía morir despacito. “No me haga morir así, Señor, por favor”, repetía. Percibía las lágrimas que corrían por sus mejillas. 

Ortiz estaba inmóvil, pensó que había fallecido. Comenzó a notar que la tierra se hundía, alguien caminaba en la superficie, justo donde estaban enterrados. “¡Gritemos!”, casi le ordenó a su compañero. Lo hicieron con las últimas fuerzas que les quedaban, no entendían cómo aún podían respirar. 

Los soldados los escucharon y excavaron con lo que tenían a mano, hasta con sus propias manos. De pronto alguien cortó la manta con un cuchillo, y apareció la cara de Palacios. 

Los habían dado por muertos. Nadie lo podía creer. Todos lloraban mientras los abrazaban. 

En el hospital, el doctor Capitán José Luis Corominas se sorprendió al comprobar que no tenían ninguna herida. Este médico también es de Comodoro y cuando se encuentran por la calle, en el centro, siempre se saludan. 

El 8 de mayo, se hizo una procesión con la imagen de la Virgen. Palacios y Ortiz la llevaron. En un extremo, Seineldín está atento a la situación. La fotografía está dedicada a Palacios por el capellán de guerra. (Gentileza Jorge Palacios)

Al volver a sus posiciones, el Coronel Seineldín los arengó. Le dijo que estuvo casi dos horas bajo tierra. El día 8 unos doscientos soldados rezaron la misa y llevó junto con Ortiz la imagen de la Virgen en procesión por los alrededores del aeropuerto. Años después le alcanzaron una fotografía de ese momento, que el capellán Padre Vicente Martínez Torrens se la dedicó en 2008. El salesiano entonces le advirtió que tenía una misión, y que solo él tenía que descubrirla. 

Lo último que imaginó cuando la dejó en un jeep es que volvería a ver esa imagen 37 años después. 

En los últimos días del combate, le tocó ir a reforzar el frente de batalla. Nuevamente se encomendó a Dios porque estaba seguro que no volvería vivo al continente. 

Se entristece hasta las lágrimas cuando menciona el momento en que arriaron la bandera en Puerto Argentino. “La derrota fue muy dura”. Nuevamente menciona a Dios para agradecer que no regresó con secuelas físicas. 

Cuando regresó al continente, lo primero que deseó hacer es ver a sus padres. Cuando ingresaron al cuartel de madrugada, había gente esperándolos. Estaban ellos, con los que se abrazó y lloraron. 

Con su mamá Silvia, en junio de 1982. Cuando vio la fotografía, se sorprendió de su aspecto. (Gentileza Jorge Palacios)

Aunque estuvieron solo unos pequeños momentos, pudieron tomarse una fotografía. Al verla, aún hoy se sorprende de su rostro flaco y demacrado. 

Una vez de regreso a la vida civil, a su mamá le contó lo de la bomba muy por arriba, para no preocuparla. Le dolió que cuando relató el episodio, por lo general la gente no le creyera, que no podía ser. 

En los primeros meses le costó salir a la calle, y menos ir a jugar al fútbol, su pasión. Sus amigos lo iban a buscar, y él se hacía negar mientras espiaba a través de la cortina de la ventana. Quería estar con su mamá, que le preparaba la comida, le hacía un té, lo atendía y lo contenía. 

Demoró unos seis meses en soltarse. 

Un día inolvidable. En la plaza San Pedro, Francisco observa la fotografía de la procesión. (Gentileza Jorge Palacios)

Fue duro cuando salió a buscar trabajo. En 1984 entró junto a otros compañeros en la municipalidad y hoy está jubilado gracias a una ley especial para veteranos, según explica. 

En ese año, junto a Mónica formó una familia. Tuvo 6 hijos y soportó el dolor de perder a uno cuando contaba con un año y ocho meses. Fue un 20 de junio, el día del Padre y el de la Bandera. Es otro de esos dolores que no se van. 

Sus hijos le dieron cinco nietos y una lección de vida. Cuando la mayor comenzó a ir a la escuela, fue la que le insistió en que contase su experiencia en la guerra. 

Fue sanador el poder hablar, y ahí todos creyeron el terrible episodio que vivió en ese pozo de zorro. Con la misma elocuencia que evoca sus días en Malvinas, subraya el dolor que siente cuando hablan mal de los veteranos o cuando se refieren a ellos como “los chicos de la guerra”. Del 2005 al 2015 fue el presidente del centro de veteranos de guerra local. 

Advierte que llegar a los 40 años de aquel 1982 representó transitar un camino muy duro. Acompaña al veterano que está mal y se lamenta cuando cuenta que, en noviembre pasado, uno falleció, no muy bien atendido. “Se nos fue un hermano”, dice. “Porque, aunque no lo haya conocido, es mi hermano”. 

En esa misma mañana que atendió a Infobae, lloró por la noticia que acaba de recibir: la muerte de su amigo Juan Carlos González, integrante del Escuadrón Alacrán en Malvinas. “La partida de cada veterano es muy dura. Yo sé que no somos eternos, solo espero que la gente entienda que la mochila que cargamos en la espalda es difícil de llevar”. 

A Ortiz, su compañero de infortunio, lo vio recién después de 27 años. Dice que vive en Trelew, que le cuesta hablar de la guerra y que no siempre le responde los whatsapps que le envía, que lo entiende. 

Tiempos lejanos. Cuando en 1981 jugaba en el equipo del Club Jorge Newbery. De izquierda a derecha, es el último en la fila de abajo. (Gentileza Jorge Palacios)

En 2018 lo contactó La Fe del Centurión. Le comentaron que la imagen de la Virgen que él había llevado en procesión estaba en poder de los ingleses, y que se estaba programando un intercambio en El Vaticano y que él podría ser uno de los que la fueran a buscar. Para él, era la misión mencionada por el padre Martínez Torrens. 

Creía estar soñando ese 30 de octubre de 2019 cuando Francisco lo abrazó en la Plaza San Pedro. El Papa no podía creer que el de la foto de la procesión, fuera él. “Este soy yo”, le indicó. “¿Sos vos?”, preguntaba. Lo miraba una y otra vez. También compartió la instantánea con veteranos ingleses presentes en el lugar, les explicó que en la guerra fue un soldado infante, y que tenía entonces 18 años.

Desde 1989 vive en una casa de un plan de vivienda en el Barrio Isidro Quiroga e integra el equipo de fútbol de veteranos del club Jorge Newbery, donde un año antes de la guerra ya le decían que era un chico que prometía y que su único sueño era el de jugar en primera. 

Fuente: https://www.infobae.com