30 de enero de 2019

MALVINAS Y ÉL VUELVE CADA VERANO A PINAMAR PARA RECORDARLO


 

Ezequiel Martel Barcia perdió a su padre el 1º de junio de 1982 en Malvinas. Era el piloto del único Hércules derribado en combate. Se hizo amigo del inglés que mató a padre y fue dos veces a surfear a las islas. Una historia de paz

Por Fernando SORIANO

¿Habrá pensado Rubén Martel en el último instante, antes de que la balacera inglesa terminara por estrellarlos a él y a su Hércules sobre el mar de Malvinas, aquel 1º de junio de 1982, en el futuro de Ezequiel sin él? ¿Se habrá preguntado el día que partió a la guerra sin saber si volvería si su hijo de 10 meses recordaría su cara cuando creciera?

Ezequiel Martel Barcia mira el horizonte del mar Atlántico. Exactamente en el mismo lugar donde hace 36 años, en brazos de su padre, con el sol de una mañana de enero encima, él, un bebé de 10 meses, posaba para la última foto juntos.

Ezequiel está agachado, plantado sobre la arena, mira el Atlántico y navega mentalmente hasta el extremo sur. Ahora tiene casi la misma edad que la que tenía su padre en la última foto. Se parecen mucho. La misma sonrisa, el mismo cuerpo y las mismas marcas. Solo que en el cuerpo de Ezequiel se ven sus tatuajes: remiten al escuadrón de su padre, piloto de la Fuerza Aérea, al escuadrón inglés que lo mató, al Sol Inca de la bandera, a los 55 aviadores caídos sobre las islas por ponerle el pecho al delirio de Galtieri y sus secuaces.

"Mi relación con Pinamar es personal. Es bajar a la playa y meterme al agua. Ese momento es especial porque es en el mar, en el mismo espacio donde él se quedó para siempre", explica Ezequiel, con los pies en el agua y los tres duplex blancos con tejas rojas de fondo tal como aparecen en la foto de 1982.

Ezequiel, en la misma orilla de la última foto con su padre (Diego Medina)
Ezequiel, en la misma orilla de la última foto con su padre (Diego Medina)

El cuerpo de Martel Barcia se monta sobre su tabla de surf. Es mediodía de enero de 2019, hace calor. Su mirada apunta al horizonte. Su voz pide permiso a los fantasmas oceánicos. Su memoria viaja a 1982, al día en que la guerra de Malvinas sacrificó a su padre, y vuelve al presente, en un trabajo que es como el ida y vuelta de las olas, ritual de cada verano: evocar la foto, reencontrase con aquel abrazo.

"Todos los veranos me meto en la misma playa, donde me saqué la foto con él. Pido permiso por dentro para entrar para estar cerca suyo. El avión cayó sobre el mar. Ahí descansan los restos de mi viejo", comenta, envuelto en el traje de neoprene.

Héctor Rubén Martel era Capitán de la Fuerza Aérea e integraba la tripulación del avión Hércules C-130. El 1º de junio de 1982, trece días antes del final de la guerra, despegó de Comodoro Rivadavia en una misión de exploración y reconocimiento junto al Vicecomodoro Hugo Meisner, al Capitán Carlos Eduardo Krause,  a los Suboficiales Julio Jesús Lastra y Manuel Alberto Albelos y a los Cabos Principales Miguel Ángel Cardone y Carlos Domingo Cantezano.

El piloto Rubén Martel, caído el 1º de junio de 1982
El piloto Rubén Martel, caído el 1º de junio de 1982

Se llamaba "la misión del loco" porque debían reconocer posicionamientos de barcos ingleses en la zona de Malvinas. Volaban con los equipos apagados y a muy baja altura cuando fueron identificados por dos aviones caza Sea Harrier. En uno de ellos volaba el jefe de escuadrón Nigel Ward, quien bajó al Hércules de los argentinos gracias al impacto de un misil y una descarga de municiones que hundió al avión de la Fuerza Aérea en el mar.

En el barrio de Belgrano, Ezequiel crecía junto a su mamá y a sus hermanas mayores. Era un bebé ajeno a las atrocidades humanas, obligado por la fuerza a alimentarse y crecer sin la presencia paterna.

"Mi infancia fue complicada como la de cualquier chico que pierde un papá o una mamá. Todos sufrimos igual. Y como todo chico en la adolescencia esa ausencia la sentí mucho. Me hubiese gustado charlar muchas cosas, preguntar, y no lo pude hacer", cuenta Ezequiel, su voz sale en el tono que tienen aquellos que han trabajado y se han esforzado por convivir de la mejor manera con las tragedias de la vida.

(Diego Medina)

-Mi viejo representa el orgullo de saber que tu apellido es parte de la historia y lo tenés que honrar de la mejor manera, como a los 649 apellidos que quedaron allá. Ellos, en el caso de los tripulantes del Hércules, se habían entrenado para eso.

- ¿Y qué sentís cuando te metés al mar?

-La sensación de cuando entro en Pinamar es que estoy en paz, tranquilo. El surf tiene eso, es un deporte tan natural que te implica el desafío de agarrar una ola, ponerte de pie sobre la tabla y sabés que te vas a caer y te tenés que levantar y volver a buscar la ola. Es como en la vida. Es como mi vida.

El proceso de construcción de identidad que atraviesa Ezequiel incluye la capacidad de comprender al otro, de borrar las nociones marciales del enemigo, de suprimir el odio y el rencor.

Para eso, Martel Barcia hizo mucho. Se contactó con el militar británico que derribó el avión Hércules, generó un vínculo con él, se peleó con algunos compañeros de su padre por eso, y también viajó a Malvinas, a correr aquellas olas, a sentirse cerca del hombre de la foto una vez más, a entender la vida y la historia de los kelpers. A perdonar.

Ezequiel en Malvinas, en 2017, con el escudo del escuadrón de su padre a punto de lanzarlo al mar
Ezequiel en Malvinas, en 2017, con el escudo del escuadrón de su padre a punto de lanzarlo al mar

"Para mí viajar ahí era lo más cercano que podía estar. A mí el cementerio de Darwin no me mueve. Él se quedó en el mar", explica.

A Malvinas fue dos veces. En 2015 y en 2017. La segunda es para Ezequiel la experiencia más emotiva y fuerte. "Antes de viajar estaba con miedo porque sabía que me iba solo. Enfrenté la situación con las ganas de decir llegué lo más lejos que podía llegar. Hice surf en la isla Borbón, apenas a 70 kilómetros de donde bajaron el Hércules. Fui el primer argentino en correr una ola en esa isla, es el punto más lejano", cuenta Ezequiel, y agrega: "Y es el más cercano a donde cayó mi viejo".

- ¿Y los isleños?

-De mi parte me sentí muy a gusto con los kelpers. Si me decís con qué me vine del viaje, te voy a decir que me trataron muy bien. Yo fui a buscar que me trataran bien. Me puse a disposición de ellos. Yo quería que me acompañaran. Fui con esa postura. Y ellos sabían y me sorprendieron todos los gestos que tuvieron conmigo.

Los habitantes de las islas lo recibieron con respeto y afecto. Lo llevaron en sus camionetas hasta las playas para que él pudiera surfear, lo acercaron a un sitio secreto donde aparecieron restos del avión, le sacaron fotos mientras surfeaban.

- ¿Qué conclusiones sacas del viaje y del encuentro con los kelpers?

-Que estos tipos tienen guerra desde hace siglos. Y Malvinas fue una más. Y que se las vieron fea, pero si me preguntas a quién le tengo bronca, no es a los ingleses, yo le tengo bronca a Galtieri, que se quedó mirando la guerra por la tele, que dijo "si quieren venir que vengan" y los tipos vinieron.

Ezequiel en la isla Borbón, en Malvinas, es el único argentino que surfeó allí
Ezequiel en la isla Borbón, en Malvinas, es el único argentino que surfeó allí

Él sabe que su postura causa polémica, sobre todo en la Fuerza Aérea o entre los ex combatientes o en la "familia militar". "Tuve que aprender, crecer y analizar. No tengo derecho a tratarlos mal. Lo que pasó en el 82 quedó en el 82. De algo triste saquemos algo bueno, hay que tratar de sacar algo bueno", reclama, y cuenta: "Mis mejores amigos son hijos de caídos. ¿Sabés qué nos duele? La ausencia física, no poder abrazarlos, charlar. Pero por otro lado sé que ellos están y son parte de la historia y no se cagaron, fueron y dejaron lo más preciado que tenían a cambio de nada, por la bandera, cumplieron con el juramento, defender la bandera con la vida".

Ezequiel se llevó un escudo del Escuadrón Hércules, al que pertenecía su papá, para lanzarlo al mar en 2015. "Pero pasó algo muy loco", cuenta.

Martel Barcia unió la insignia a una piedra y la arrojó, pero apenas se despegó de su mano el escudo cayó solo a su lado, sobre la playa. Ezequiel pensó que no se quería despegar de él y se lo guardó. "Como diciendo acá no fue. Lo agarré y vi que era una señal y me lo llevé", aclara.

Dos años después lo encintó a una piedra de la isla Borbón. Antes de entrar a surfear tiró el escudo al mar. Gritó: "¡Sesenta y tres!", por el nombre de la matrícula del avión. El escudo cayó en las aguas heladas del mar del sur y se hundió adherido a la piedra.

Ezequiel sintió que tenía el permiso para surfear y entró. Pasó algo para lo que hoy no tiene otra explicación que la mágica.

"Yo sentía que estaba en la playa de Pinamar, pero sabía a la vez que estaba lejos de casa. Empecé a sentir la cercanía de mi viejo. Estaba esperando el oleaje y de repente se ponen a sobrevolar en círculos encima mío siete albatros", describe. Hace silencio y termina la frase: "En el avión de mi papá murieron siete". El kelper que lo alojaba le sacó una foto sin saber la coincidencia. "Es creer o reventar", dice Ezequiel.

Los siete albatros encima de Martel Barcia en Malvinas
Los siete albatros encima de Martel Barcia en Malvinas

Hace unos años Martel Barcia encontró a Ward en Facebook y se pusieron en contacto. "La guerra es un absurdo. Yo me hablo con el inglés que bajó a mi papá, con el hijo, con algunos tripulantes del barco que detectó al avión de mi papá. Me hablo con los verdugos de mi papá. Nigel tiene dos hijos, el más grande se suicidó hace poco, y yo lo acompañé en ese momento a la distancia, nos escribimos, no tengo odio, al contrario", explica.

No piensan igual algunos ex combatientes de la Fuerza Aérea. A Ezequiel lo entristece esa postura. "Tuve enfrentamientos con otros pilotos porque ellos se enojaron cuando se enteraron que estoy en contacto con Nigel. Yo perdí a mi papá, nosotros perdimos a nuestros viejos. Y la guerra terminó, lo tienen que entender", dice.

Ezequiel mira las profundidades del mar pinamarense. Ya no se esfuerza por recordar momentos de su viejo. Su cara la tiene grabada, su espíritu lo lleva en la piel. Dice: "La foto la sacamos acá".

(Diego Medina)

La pensadora Susan Sontag escribió alguna vez que "la mayor vocación de la fotografía es explicar el hombre al hombre".

Ese es el viaje surfer de Ezequiel, quien habla antes de buscar de nuevo las olas: "Tuve un superior que me dijo que tendría que ir a matar a Nigel, que él podía armar un comando para ir a asesinarlo. Le respondí: 'Respeto su jerarquía, pero en estos 37 años que vengo construyendo y elaborando, si hago semejante pelotudez todo lo que construí lo tiro a la basura y me convertiría en un asesino, con odio y venganza'".

-De alguna manera sos un hijo de la guerra, ¿cuál creés que es tu misión?

-Yo estoy para unir, para buscarle la vuelta, para otra cosa. Estoy para buscar la forma de sanar. Y cuesta, duele, pero hay que buscársela. Si no te quedás hundido en que somos todos una mierda. Por eso vengo a surfear, a recordarlo. El agua sana. De algo triste saquemos algo bueno, hay que tratar de sacar algo bueno.

Fuente: https://www.infobae.com

29 de enero de 2019

BRIGADIER CRESPO: "MALVINAS FUE LA BATALLA AERONAVAL MÁS FUERTE"


Por Eduardo BARCELONA

El militar retirado, que comandó la Fuerza Aérea Sur durante el conflicto, advirtió que "los ingleses dicen que fue una guerra pequeña. ¡Qué pequeña!"

aviones de la armada. Los únicos que tenían armamento para el combate eran los de la Armada. Los pilotos navales era muy buenos
Aviones de la armada. "Los únicos que tenían armamento para el combate eran los de la Armada.

Los pilotos navales eran muy buenos", dijo Crespo.

El Brigadier (RE) Ernesto Crespo, jefe de la Fuerza Aérea Sur (FAS) durante el conflicto del Atlántico Sur, advirtió que "la Guerra de Malvinas fue una batalla aeronaval tan fuerte como nunca hubo, ni siquiera en la II Guerra Mundial".

La autocrítica del jefe aeronáutico no es óbice para señalar las responsabilidades internas de las Fuerzas Armadas que comenzó como un conflicto diplomático y luego derivó en la guerra con la tercera potencia naval del orbe, que envió a la zona de operaciones 120 barcos, 42 de los cuales fueron naves de guerra, seis submarinos, tres nucleares, y el resto, navíos mercantes reciclados como auxiliares.

"Yo diría que no fue meditada porque el día anterior le dieron al Almirante Walter Allara, jefe de la escuadra naval en 1982, la orden de replegar la flota. ¡Qué clase de ocupación de las islas iban a hacer! Es una cuestión apresurada de mirar las cosas que nos llevó a la guerra", añadió.

Responsabilizó al jefe de la Armada, Almirante Jorge Anaya, miembro de la junta militar del proceso, de haber dado la orden de repliegue de la flota de mar al Almirante Allara. "La noche del 30 de abril, a las 20:25, Anaya dio la orden a Allara de replegar las naves hacia Puerto Belgrano".

Según el aviador, "Anaya dijo “lo que pasa es que, si se pierde una fragata, no la puedo reponer y si pierdo un Capitán de Fragata, tampoco”. Es triste, lamentó el ex jefe de la FAS.

Desde el punto de vista militar, ¿la decisión fue correcta? "Le voy a dar un ejemplo, respondió. Había un barco, el Santísima Trinidad, que era un destructor, tipo 42, igual al que tenían en ese momento los ingleses. El destructor argentino se replegó tanto sobre la costa que cuando bajó la marea quedó varado, encalló, reveló. Fue cerca de Puerto Madryn, para evitar ser torpedeado por un submarino. Fue desafortunado replegar la flota".

Durante el conflicto, la flota británica sufrió siete barcos de guerra hundidos, otros cinco quedaron fuera de combate y 12 resultaron con averías de consideración. En total, sobre 42 naves de guerra, 24 fueron hundidas o dañadas, es decir, más de la mitad de las que llegaron para combatir.

"Menéndez fue un error"

También reconoce que fue un error designar al General Mario Menéndez al frente de las tropas desplegadas en el archipiélago. "Era un ineficiente. No era el hombre adecuado para el puesto de mando. Yo no hubiera puesto a Menéndez en el mando, no tenía ni idea de lo que tenía que hacer".

Según Crespo, Menéndez había sido designado al frente de las tropas en las islas, después de su participación en el operativo Independencia, en los montes tucumanos, donde combatió con una fuerza irregular de la guerrilla del ERP, en 1975.

Los comentarios posteriores de los jefes militares británicos fue que "el error argentino fue no haber tratado de impedir la cabeza de playa en la bahía San Carlos". Así lo manifestó el Coronel Julian Thompson, jefe de la infantería inglesa que llegó a Puerto Argentino el 14 de mayo de 1982, día en que se produjo la capitulación. Otro aspecto que destacó el Brigadier fue la descoordinación entre las armas. No hubo un jefe militar único. Crespo no se subordinaba ante ningún otro jefe. "La Fuerza Aérea no dependía de Menéndez, dependía de mí", subrayó. Por lo que se conoce ahora, a tres décadas y media el conflicto, tampoco el presidente de facto, General Leopoldo Galtieri, incidió en las operaciones militares y no hubo un comando conjunto al que se subordinaran las tres Fuerzas. El plan original fue entrar en Malvinas y luego negociar, partiendo de la base que los Estados Unidos, con Ronald Reagan como presidente, iban tener una posición neutral. Galtieri creyó en esa posibilidad tras la visita a los Estados Unidos. meses antes de la guerra, oportunidad en la que un militar norteamericano lo definió como "un General majestuoso".

Producida la recuperación de Malvinas el 2 de abril de 1982, Gran Bretaña pidió una reunión urgente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU), donde después de arduas negociaciones los ingleses consiguieron la aprobación de la resolución 502, que era la derrota diplomática de la Argentina. Aquí comenzó a perderse la guerra.

Estados Unidos, que había insinuado neutralidad ante el diferendo, le dio la espalda a la Argentina y también al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), que había impulsado en 1947 para que si un país americano era agredido/invadido por otro extracontinental los demás debían asistirlo en solidaridad. Analistas militares del Reino Unido revelaron en el curso de estos años, que en el mismo momento en que el Consejo de Seguridad votó en contra de la Argentina, los Estados Unidos, a través del departamento de Defensa, comenzó la asistencia militar y aprovisionamiento a la Task Force británica, llevando misiles, armas de todo tipo y combustible a la isla Ascensión, base logística en medio del océano Atlántico.

Otro aspecto que destacó Crespo relacionado sobre la falta de coordinación de las fuerzas es la resolución militar del dictador y presidente de la Nación, Juan Carlos Onganía, que en 1969 dispuso el ámbito de funcionamiento de las Fuerzas Armadas. "El Ejército tenía la tierra, la Armada tenía el mar y a la Fuerza Aérea le pusieron como coto de operaciones las 15 millas marítimas, esto es, 28 kilómetros. De ahí en adelante, no podíamos ir. Cuando se armó la guerra, salimos igual", dijo.

Crespo reconoce el error propio. "La Fuerza Aérea también tiene la culpa, no sé si por no demostrar una desunión de las Fuerzas Armadas ante la sociedad o qué. Eso fue una burrada del tamaño de una casa, no se puede limitar el vuelo de un avión", observó. Crespo sostuvo que la Aeronáutica no tenía las armas adecuadas, algunas naves, como los Mirage, no podían reabastecerse en vuelo; los Skyhawk A4B y A4C eran naves sin misiles, dos de los sistemas que llevaron el peso del combate aéreo.

"Los únicos que tenían armamento para el combate eran los de la Armada. Por los aviones franceses Súper Etendard, que portaron los misiles Exocet; por la flota, tenían dos destructores tipo 42 (Santísima Trinidad y Hércules). Los pilotos navales eran muy buenos, muy bien entrenados y tenían cinco misiles Exocet. Y muy valientes. También la infantería de marina, el BIN 5, cumplió una tarea excelente", ponderó Crespo. "Nosotros teníamos bombas, no misiles. Salimos igual. Los Súper Etendard tiraban los misiles a 40 kilómetros y luego se retiraban, nosotros seguíamos y allí nos bajaban los misiles británicos. Todos nuestros pilotos, eran oficiales", explicó.

Para Crespo, "la Guerra de Malvinas fue una batalla aeronaval tan fuerte como nunca hubo, ni en la II Guerra Mundial pasó nada parecido. Los ingleses dicen que fue una guerra pequeña. ¡Qué pequeña! Inglaterra puso todos los medios que tenía, apoyados por la OTAN y por los Estados Unidos".

"Nosotros peleamos contra el mundo. Sin ayuda. Lo único que queda para rescatar es que la Fuerza Aérea no se rindió. Peleó hasta el último día y nos pidieron que no siguiéramos luchando", terminó el jefe de la Fuerza Aérea Sur (FAS) en la Guerra de Malvinas.

Antes de que finalizara el año de la guerra, el presidente de facto, Reynaldo Bignone, firmó el decreto de creación de una comisión investigadora de las acciones durante el conflicto que encabezó el Teniente General Benjamín Rattembach, nombre con el que se conoce ahora el informe, y compuesta por otros jefes militares que juzgaron a sus colegas al mando de las tropas en Malvinas.

Las conclusiones fueron muy duras con el General Galtieri, jefe del Ejército, y presidente de facto de la Argentina, con la falta de profesionalismo del General Menéndez, por la rendición sin presentar batalla de los hombres en las islas Georgias y Sándwich del sur, y con la ausencia de coordinación entre las fuerzas durante el conflicto bélico.

"Peleamos contra el mundo. Sin ayuda. La Fuerza Aérea no se rindió. Nos pidieron que no siguiéramos"

Fuente: https://www.lacapital.com.ar

25 de enero de 2019

LA INGENIOSA INSTALACIÓN DE ARMAMENTO AÉREO EN SOPORTES TERRESTRES


Ante la inminencia que los ingleses se acercaban a Darwin, ya habían destruido varios aviones propios, el personal militar argentino “fabricó” sus defensas terrestres.

Resultado de imagen para Una cohetera de Pucará como 'mini Instalacion de Tiro Berreta'Un grupo de suboficiales liderados por el Suboficial Mayor Juan Carlos Mansilla e integrado los C1º Luis Tolosa, Raúl González y el Cabo Juan Mansilla dieron rienda suelta a su ingenio e instalaron lanzadoras de cohetes y ametralladoras que equipaban los aviones Pucará sobre diferentes soportes.

El primer “desarrollo” se concretó sobre un tractor local que había sido confiscado e integraba la dotación de la Base. La idea inicial fue colocar dos y hasta tres coheteras sobre el techo del vehículo, pero este fue cediendo a causa del sobrepeso, a pesar que se llegó a colocar un caño en el interior de la cabina para apuntalar la estructura del techo. Finalmente se instaló una sola cohetera que se accionaba eléctricamente utilizando la propia batería del tractor, este artilugio paso a llamarse “el tractor misilístico”.
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Y el ingenio del equipo dio para más, también instalaron una cohetera sobre una vieja y pesada carretilla, que los pobladores utilizaban para transportar la turba necesaria para calefaccionar sus viviendas. Esta “carretilla misilística”, por su mejor maniobrabilidad, podía acceder a sitios difíciles de terreno donde el tractor no podía llegar. 



Algo más criollo, y mucho más sencillo, fue la instalación de una cohetera sobre la base de un pequeño cajón de madera, debidamente amarrada con la cámara de una rueda de bicicleta y otra sobre el techo de una precaria edificación de madera.







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Adicionalmente se instaló una cohetera sobre un tobogán, que seguramente utilizaban algunos niños del lugar. El famoso “tobogán lanzacohetes” estaba instalado en las afueras de Darwin.

Siempre utilizando partes de los aviones destruidos, se desmontaron algunas ametralladoras calibre 7,62 mm, se fabrican elementales soportes y se instalaron en el campanario de una vieja iglesia. Con algunos tubos y maderas se fabricaron soportes móviles, las cuales se disparaban utilizando la energía de viejas pilas de 1,5 volts.

Todo aquel improvisado armamento terrestre fue distribuido estratégicamente, a la espera del avance inglés. El día 28 de mayo, cuando sobrevino el ataque final a la base de Darwin, todas estas improvisadas armas fueron usadas. Con las coheteras móviles y la del tractor se dispararon más de 200 cohetes, hasta que se agotaron. El efecto de las armas debe haber sido muy efectivo ya que los británicos mandaron 3 aviones Harrier para silenciar y/o combatir contra los supuestos “Pucaras aún operativos”, pero las bombas arrojadas no acertaron en los blancos.

Finalizada la batalla con la rendición de la Base Cóndor, el personal argentino fue insistentemente interrogado por el enemigo sobre dónde estaban ocultos los aviones y helicópteros que habían disparado los cohetes; grande fue la sorpresa cuando vieron los extraños engendros creados para la ocasión, artilugios dignos de la famosa serie televisiva Brigada A.

Fuente: https://twitter.com

LA INGENIOSA INSTALACIÓN DE TIRO BERRETA EN MALVINAS


Lanzar un misil Exocet desde tierra era impensado en 1982. Menos para ellos, quienes cambiaron un poco el curso de la guerra.

Berreta, berreta, pero ese invento argentino dejó fuera de combate a un buque inglés, en los últimos días de la Guerra de Malvinas.

La “inventiva bajo presión”, así se lo calificó en un congreso internacional de historia militar en Europa, llevó a dos civiles de la Armada y a un ingeniero militar a desarrollar un lanzador de misiles Exocet nunca antes imaginado; y a ser usado con éxito en una de las batallas más cruentas del conflicto con Gran Bretaña, el 12 de junio de 1982, en el Monte Dos Hermanas.

Lo llamaron ITB: Instalación de Tiro Berreta.

“Porque era feo, improvisado… una berreteada”, cuentan Antonio Shugt y Luis Torelli, quienes lo idearon en sólo tres días, junto con el Capitán de Navío Julio Pérez.

En el Taller de Misiles, Antonio y Luis alcanzaron a conocer los Exocet como la palma de sus manos. 
En el Taller de Misiles, Antonio y Luis alcanzaron a conocer los Exocet como la palma de sus manos.

Antonio y Luis tenían 22 y 24 años cuando el Capitán Pérez, su Jefe en la División de Misiles del Arsenal Naval Puerto Belgrano, les encomendó una misión que parecía imposible: lograr disparar un misil Exocet Mar-Mar 38 desde la costa para contrarrestar el bombardeo británico sobre las defensas de Puerto Argentino.

—Sí, se puede —dijeron ellos.

—¡Es para ya, eh! —les advirtió el jefe.

Luis llevaba 6 años como civil de la Armada y 3 como técnico electrónico en la División Misiles del Arsenal. Junto con Pérez y Shugt había estado en Francia, donde se fabrican los Exocet, cuando la Argentina los adquirió. Por eso su conocimiento sobre el arma.

Es así que en el más absoluto de los secretos se encerraron a principios de mayo en el Taller a tirar ideas, planos, cables…

“No existía ni en la Armada ni en ningún lado, dice Luis, que explica, el misil sólo no hace nada; necesita una instalación de tiro, que es una serie de equipamientos que le dan la orden al misil para ser lanzado, información de blanco, condición de tiro, situación de vuelo… Había que construir algo así, pero debía ser portátil, móvil, transportable.”

 Luis, Antonio y el Capitán Pérez, en 1982.
Luis, Antonio y el Capitán Pérez, en 1982.

“El jefe quería diseñar un circuito totalmente nuevo, pero no teníamos tiempo. Así que nos pareció más práctico usar lo que ya existía: la instalación de tiro de un buque, que es un cuarto grande lleno de equipos que tarda un año en instalarse. Se usó la de uno de los destructores viejos. Había que desmontarla y reducir eso”, relata Antonio.

Al tercer día salieron del taller con la idea de hacer algo con los equipos más vitales, y al resto fabricarlos de manera más sencilla.

¡Fue una apuesta! Y dio resultados. Probaron el sistema con un simulador de misil en el destructor “Seguí”. En la cubierta habían armado una carpa para que no los espiaran los satélites enemigos, pero con el sistema y el misil solo no podían hacer nada. Había que pensar la rampa de lanzamiento.

“A alguien se le ocurrió ponerlas arriba de un acoplado. Así que sacaron las rampas del buque y se las puso sobre un carro. La parte electrónica se hizo con un sistema de alimentación de unos antiguos reflectores de arco de la Infantería de Marina que era móvil. Quedó el lanzador y una unidad de control y comando en otra unidad. Todo eso interconectado”, cuenta Luis.

Lo construyeron volando, trabajando todo el taller en dos turnos las 24 horas, de 6 a 19 y de 19 a 6. Los Talleres Generales hicieron la parte mecánica. Y quedó.

Fue todo urgente. A las 4 de la tarde lo probaron y a las 6 ya estaban en la Base Espora subiéndolo a un avión Hércules de la Fuerza Aérea para llevarlo a las islas y usarlo en batalla.

A Malvinas fue el Capitán Pérez. Él iba a operar la ITB con los Tenientes de Fragata Edgardo Rodríguez y Mario Abadal. Por ser civiles, a Luis y Antonio no los mandaron.

El ITB pudo llegar a las Malvinas el 31 de mayo, después de varios vuelos esquivando los radares británicos.

 

Cada uno de los dos carromatos pesaba 5000 kilos. Desplazarlo en Malvinas era muy difícil. Solo se podía por la ruta que iba al Aeropuerto porque en la tundra se hundía.

Habían designado un sitio a 300 metros del mar frente al aeropuerto de Puerto Argentino, al sur del archipiélago, ver mapa. Los componentes estaban dispersos, lejos del lanzador, para evitar ser detectados. Se apostaban alrededor de las 18 cuando oscurecía. Dos horas tardaban en instalar la ITB. Y estaban hasta las 3 o 4 de la mañana en posición. De día la desmontaban para evitar que los vieran los satélites. Durante 12 días montaron y desmontaron todo el equipo, esperando el momento ideal.

Emplazamiento de la ITB

Con un radar del Ejército que operaba el oficial retirado Carlos Ríes Centeno, que había viajado como documentalista, se rastreaban los movimientos de los buques. Era un radar antipersonal que operaba con otro tipo de datos y había que convertirlos en información que les sirviera a los sistemas del Exocet. Combinada con la que enviaba otro radar de vigilancia se pudo determinar la derrota por donde pasaban todas las noches los buques ingleses.

Una madrugada, el Capitán Pérez y su gente hicieron el primer lanzamiento, pero el equipo tuvo problemas de conexión y el misil no salió.

“El único componente inglés que tenía la ITB falló: un diodo sin valor. Pero dio la casualidad de que la Artillería Antiaérea de la Infantería de Marina tenía exactamente el mismo que se nos había quemado”, contó el Capitán Pérez.

El segundo día hicieron otro lanzamiento. Esta vez falló por un error humano con los cálculos de los datos de radar.

A la tercera o cuarta noche ya no pasaban los buques ingleses. Nada cerca en los radares.

“Ya era cerca de la madrugada y a uno de los Tenientes de Fragata se le ocurre hacer algo que solían hacer de guardiamarinas en el terreno y les resultaba: bailar a lo indio alrededor de un árbol para invocar la lluvia. “¿Y si hacemos una vuelta?”, dice. Imagínese a dos Tenientes y un Capitán haciendo eso. Nos llegan a ver…”, dice Pérez.

Pero en un momento dado, Pérez les dice: “Ahora, que no nos ve nadie. Y en el medio de la oscuridad dimos dos vueltas al carromato cantando como los indios. Crease o no, a la media hora nos avisan que había un buque inglés en la zona”.

Aprestaron todo y lanzaron. La tercera fue la vencida. ¡El Exocet dio en el blanco!

Un montaje fotográfico muestra tres componentes esenciales de la ITB en acción. 
Un montaje fotográfico muestra tres componentes esenciales de la ITB en acción.

El ataque

12 de junio de 1982. La artillería británica abría fuego sobre las posiciones de la defensa en Puerto Argentino y esa misma madrugada, la Argentina disparaba por primera vez en el mundo un misil Exocet desde tierra contra un buque. Ingenio argentino, dos puntaltenses civiles de la Armada lo habían ideado en Puerto Belgrano y ahora estaba en las islas, en el fragor de la batalla.

A las 3.30, el HMS “Glamorgan”, que apoyaba desde el mar la avanzada británica sobre el Monte Dos Hermanas, ya había descargado casi 4 toneladas de explosivos. Los royal marines agradecieron esa ayuda, pero cuando el destructor iba a tomar otra posición entró en el alcance del radar de la ITB.

“Actualizo rumbo. Tri, cinco, ocho, cero. Distancia 29960 metros”, se oye a Ríes Centeno por el intercomunicador.

“Detectan un buque y lanzan”

“Nuestro radar alcanzaba a 30000 metros nada más, explicó el Capitán Pérez. Había poco tiempo para introducir los datos y efectuar el tiro. ¡Pudimos!”

Fogonazo en la madrugada seguido por una estela serpenteante y un sonido a turbina que se pierden en la oscuridad del horizonte.

Esa luz brillante que se aproximaba capturó la mirada de todos en el puente de comando del “Glamorgan”. Desde la costa también la vieron.

Eran las 3.36 y en los radares del Glamorgan tardaron nada en darse cuenta de que estaban siendo atacados por un Exocet. No alcanzaron las maniobras para evadirlo y el misil entró por la popa.

“3.37. ¡Boom! El buque se movió como si chocara contra el muelle. Nos quedamos sin luces. Fue un caos”, contó un tripulante del buque inglés.

El Exocet MM-38 lanzado con la ITB había hecho blanco.

Los daños provocados por el Exocet argentino dejaron al buque británico fuera de combate.
Los daños provocados por el Exocet argentino dejaron al buque británico fuera de combate.


“El helicóptero en el hangar del buque estalló y la noche se volvió día con llamas de 300 metros que sobrepasaban el mástil del buque”, relató el oficial británico que intentó evadir el misil argentino. El impacto dejó un hueco de 4 metros de diámetro en la cubierta y de metro y medio en la galería inferior. La explosión se vio desde Darwin y Pradera del Ganso. Tardaron 4 horas en apagar los incendios. El “Glamorgan” tuvo 14 víctimas y una veintena de heridos.

La guerra de Malvinas terminó 2 días después, con la rendición argentina. Severamente averiado, tardaron un mes en reparar al “Glamorgan” para poder volver a su país. 4 años después fue desafectado del servicio y vendido a la Armada de Chile. Desafectado en 1998, se hundió en 2005 en el Pacífico cuando lo remolcaban para desguace.

¿Qué pasó con la ITB después de la guerra? ¿Dónde quedó?

Los restos del invento argentino no volvieron a verse en las islas, pero el legado perdura. 
Los restos del invento argentino no volvieron a verse en las islas, pero el legado perdura.

“No sabemos, dice Antonio. Se lo llevaron los ingleses. Yo escuché de un francés que lo tenían en un museo de armas de guerra. Los ingleses hicieron una versión mejorada llamada Excalibur y la instalaron en el peñón de Gibraltar.” Se llama Excalibur, como la espada del rey Arturo clavada en la piedra.

Cuando terminó la guerra, el Capitán Pérez y los otros oficiales se preparaban con granadas de mano para volar la ITB, pero les ordenaron dejarla así, “para que los ingleses se enteren con qué les dimos”.

“Siento el orgullo de haber trabajado en algo que funcionó”, dice Antonio.

“Se basaron en nuestros diseños. Sin dudas. Tendríamos que haberles cobrado la patente”, dice Luis, un poco en broma y un poco en serio.

El accionar de los militares argentinos en la Guerra de Malvinas fue épico y heroico. Incluso los ingleses lo rememoran. Uno de los oficiales británicos que murió en el “Glamorgan” le contaba a su familia en varias cartas previas al ataque que “la valentía de los argentinos demuestra que tienen mucho más que un tibio interés en estas islas. Son mucho más patriotas con respecto a las Malvinas que nosotros”. Igual de épico y heroico fue el trabajo de estos civiles de la Armada para desarrollar un dispositivo nunca antes imaginado.

Fuente: http://gacetamarinera.com.ar

22 de enero de 2019

A 186 AÑOS DE LA OCUPACIÓN BRITÁNICA, EL GOBIERNO RATIFICÓ EL DERECHO DE SOBERANÍA SOBRE LAS ISLAS MALVINAS



Cancillería manifestó en un comunicado la intención de “reanudar las negociaciones que permitan encontrar una solución al conflicto”.

 
Las Malvinas fueron ocupadas en 1833 por las fuerzas armadas del Reino Unido.

A 186 años de la ocupación de las Islas Malvinas por parte del Reino Unido, el Gobierno ratificó su derecho de soberanía sobre el archipiélago del Atlántico Sur. "Constituye un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino", aseguró mediante un comunicado, en consonancia con lo que postula la Constitución Nacional.

A través de un texto difundido por el ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, manifestó la intención de "reanudar las negociaciones que permitan encontrar una solución" al conflicto de soberanía. Además, reiteró la voluntad de trabajar en "la construcción de un clima de confianza para que ello suceda".
  
Cancillería, además, remarcó que las Naciones Unidas "reconocen la existencia de una situación colonial en las Islas Malvinas" y que la Argentina "continúa recibiendo el apoyo de los países de la región a sus legítimos derechos de soberanía en la Cuestión Malvinas, tanto bilateralmente como a través de distintos foros regionales".  "Otros foros multilaterales como la OEA, el G7 más China y la Cumbre Iberoamericana han solicitado la reanudación de las negociaciones", agregó.

Sobre el final del comunicado, el Gobierno reafirmó los "legítimos e imprescriptibles derechos de soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes".

El 3 de enero de 1833, las Malvinas, que integran territorio nacional argentino, fueron ilegalmente ocupadas por las fuerzas militares del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte.

Soldados argentinos en Malvinas. (Archivo: DYN)
Soldados argentinos en Malvinas. 

En abril se cumplirán 37 años el enfrentamiento armado, tras el intento argentino de recuperar la soberanía de las islas por la fuerza.

Fuente: https://www.clarin.com

LOS BEATLES Y LA ISLA DE LOS CONDENADOS: CÓMO FUE LA GUERRA PSICOLÓGICA DEL REINO UNIDO EN MALVINAS



Documentos desclasificados en Londres revelan una estrategia de propaganda para desmoralizar a los soldados argentinos que en 1982 lucharon en las islas

Por Federico Rivas MOLINA

Guerra de Malvinas 
Detalle del panfleto lanzado por los británicos sobre soldados argentinos durante la Guerra de Malvinas.

Abril de 1982 en las Islas Malvinas. ¡¡Islas de condenados!!, lee un soldado argentino en un pequeño papel impreso en letras rojas que acaba de recoger en los cerros de Monte Longdon. Hay cientos de ellos desparramados entre los arbustos achaparrados por el frío y el viento. Debajo de ese titular de reminiscencias dantescas hay un pequeño texto: “Soldados de las fuerzas argentinas: están Uds. completamente a solos. Desde su patria no hay esperanza de relevo o ayuda. Pronto caerán sobre ustedes los rigores de un invierno cruel y despiadado […] Sus familias viven en el tremendo terror de que nunca volverán a verlos". El soldado no lo sabe, pero acaba de dar con el producto de una elaborada guerra psicológica ideada en Londres para minar su moral y convencerlo de que lo mejor es entregarse a las fuerzas británicas.

Un panfleto como aquel que leyó el soldado argentino está entre las 189 páginas de documentos que bajo el rótulo de “ultra secretos” acaba de desclasificar el ministerio de Defensa del Reino Unido. Los textos, publicados por BBC Mundo, revelan los detalles de una guerra psicológica hasta ahora apenas conocida. El Grupo Especial de Proyectos (GEP) tuvo la misión de engañar a los soldados que la dictadura argentina había desplegado en Malvinas a partir del 2 de abril de 1982. El eje de la campaña fue convencer a esos jóvenes que apenas tenían 18 años de que sus jefes eran unos ineptos que, más temprano que tarde, los dejarían abandonados en Malvinas, a merced del frío, mal pertrechados y cerca de morir de hambre. Desertar era la mejor solución para terminar con esos padecimientos y reencontrarse con esa familia que los esperaba en el continente con una cama caliente.

Guerra de Malvinas 
Mensaje elaborado por el GEP para las tropas argentinas en Malvinas.

“Yo he tenido en la mano esos panfletos”, dice a EL PAÍS Mario Volpe, presidente del Centro de Ex Combatientes Islas Malvinas (CECIM) La Plata. “Aparecían tirados por ahí en medio del campo, desparramados desde algún avión o tal vez por los mismos kelpers. Yo estuve en Monte Longdon, a 14 kilómetros del pueblo, y algunas veces encontré panfletos en los cerros. Los recuerdo, de color rojo, con tres o cuatro textos diferentes. Uno era el de la isla de condenados y recuerdo otro que hablaba de los Beatles. El mensaje era algo así como “compartimos la misma música cuando éramos jóvenes, qué sentido tiene ahora que peleemos”. Todos giraban alrededor de la misma idea: “No pierdas el tiempo peleando por estas islas”, explica.

El GEP imprimió unos 12000 panfletos de propaganda “desmoralizadora”. Además de los Beatles y la “Isla de condenados”, un tercer modelo apelaba a la derrota de guarniciones argentinas para advertir sobre las consecuencias de la resistencia. Usaron para ello la foto del Capitán Alfredo Astiz, luego famoso por su participación en la identificación y asesinato de integrantes de Madres de Plaza de Mayo durante el terrorismo de Estado.

El soldado veía a Astiz cuando entregaba las armas en las islas Georgias del Sur. “Tus valerosos compañeros de armas ubicados hace poco en las islas Georgia del Sur han vuelto a su tierra patria. Fotografías de ellos recibiendo la bienvenida con honores militares y reunidos con sus seres queridos han aparecido en todos los periódicos", dice el panfleto en manos de la BBC. “Tomaron una decisión correcta y honorable. Tú debes ahora hacer lo mismo. Piensa en el peligro que te encuentras. Tus raciones y pertrechos de guerra están escasísimos […] Piensa en tus seres queridos y en tu hogar que esperan tu dichoso retorno".

Los británicos tildan de incompetentes a los jefes de la ofensiva militar argentina en Malvinas.
Los británicos tildan de incompetentes a los jefes de la ofensiva militar argentina en Malvinas.

Para fomentar aún más las deserciones, los británicos también arrojaron sobre los argentinos salvoconductos con la firma del jefe de las fuerzas británicas, el Contraalmirante John Woodward. Pero los documentos revelan también lo rápido que los británicos percibieron el fracaso de la campaña. El GEP se quejaba en 1982 de la falta de información necesaria para dar con “las características psicológicas de la audiencia", es decir los soldados argentinos. Incluso pusieron en duda que los mensajes hayan llegado alguna vez a sus destinatarios, algo que 35 años después el argentino Mario Volpe puede aclarar. Los soldados sí tuvieron contacto con los panfletos. “Aparecían cada tanto y eran el comentario entre los soldados. Los milicos nos decían “ojo con la propaganda inglesa”, pero lo cierto es que no tuvieron ningún efecto entre los soldados, no conocí nunca un caso de deserción que pueda atribuirse a esos mensajes”, dice.

Salvoconducto entregado por Reino Unido a los soldados argentinos.
Salvoconducto entregado por Reino Unido a los soldados argentinos

A la guerra de panfletos los británicos sumaron otra estrategia comunicacional muy de la época: una radio con emisiones con mensajes de propaganda en castellano. Fue un fracaso: el GEP argumentó entonces que los soldados argentinos no tenían radios portátiles. “Eso no es cierto. La radio inglesa no la escuché nunca pero no fue porque no tuviésemos cómo hacerlo”, dice Volpe. “Sintonizábamos radio Carve de Montevideo y radio Provincia de Buenos Aires. Se escuchaban bien por el tema del agua, que facilita la señal. Incluso llegaba Radio Colonia desde Uruguay, sobre todo por la noche”, dice Volpe.

¿Y qué hubiesen escuchado los argentinos en caso de sintonizar la emisora Radio Atlántico Sur (RAdS), como la llamaron los ingleses? Una emisora “neutral e imparcial que informe de los hechos", según la definió el GEP. La idea fue que contara con fuentes del gobierno británico y de Argentina, como contracara de los discursos triunfalistas que los argentinos recibieron del aparato de propaganda de la dictadura. El GEP admitió luego que el problema de fondo no fue de contenido sino de forma. La respuesta la encontró en una comunicación del ejército argentino interceptada por sus servicios de inteligencia. Lapidarios, los militares argentinos nunca se tomaron en serio a la RAdS porque “el lenguaje usado era cercano al de los centroamericanos y carecía del conocimiento idiomático del español de Argentina”. En el GEP faltaron expertos en lenguas.

Fuente: https://elpais.com