8 de enero de 2019

VIEJOS RECUERDOS DE UN HEROE DE MALVINAS

Volando un biplano- Cadete Martínez, Subof. Figueroa y Curtiss Kelito en la pista del Clubde planeadores Los Caranchos - 1961-63

Por Exequiel Martinez (*)

Para un cadete de la Escuela de Aviación Militar, con la cabeza llena de historias extraídas de las películas de la I Guerra Mundial, volar un biplano era algo muy especial y hacerlo con el Suboficial Principal. Figueroa, el legendario “Gaucho volador”, también conocido como "Gaucho hilacha", era doblemente especial.

"Lo recuerdo siempre sonriente, nunca le vi el ceño fruncido o la cara seria, era una de las personas mas felices que he conocido"

Figueroa era uno de los pilotos que remolcaban los planeadores que volaban los cadetes y sobre él corrían, de boca en boca, innumerables anécdotas de su vida de piloto, aquí algunas de ellas:

"Un día, mientras el Gaucho "daba pala" a la hélice del Focke Wulf, el motor arrancó aceleradamente  lo que produjo que se soltaran las calzas que servían de frenos del avión, este libre de sus frenos corrió por el campo de la Fabrica Militar de Aviones y sin que Figueroa, que corría alocadamente detrás del avión, lo pudiera alcanzar hasta que este despegó solo, pero ..... no había nadie en la cabina. El avión en su incierto vuelo, cruzó la ruta adyacente al campo y cayó sobre unos arboles, en el predio de la Escuela de Suboficiales de la Fuerza Aérea Argentina.

El personal de la Escuela acudió rápidamente al lugar del accidente y buscaba afanosamente al piloto  para sacarlo de la maquina, sin poder encontrarlo, mientras todo ello ocurría, llegó al lugar un "flaco de bigotes", a bordo de una bicicleta y vistiendo ropa de vuelo gritando: ¡acá estoy! ¡acá estoy! ¡Yo soy el piloto¡, nadie podía creer lo que había pasado, pero fue real.

En oportunidad de participar en un festival que se realizaba en la Fábrica Militar de Aviones, llevaba como pasajero en vuelo a un fotógrafo, en uno de los virajes vio que, desde tierra, le hacían señas; como desde su puesto en la cabina, no alcanzaba ver nada anormal, le indicó al fotógrafo que mirara el tren de aterrizaje para ver si alguna de las ruedas tenía problemas. El fotógrafo se asomó y gritó: "La izquierda está bien y la derecha… ¡No está!". Figueroa realizó un impecable aterrizaje sobre una sola rueda haciendo un amplio giro en el terreno, ya sin velocidad, apoyó suavemente el plano en el pasto. "Aterricé en redondo", fue su explicación.

En aquella época, se hacían ciertas apuestas, muchas de ellas alocadas; durante la realización del curso de planeador primario, les formuló una apuesta a sus eventuales compañeros del curso, algunos de ellos luego llegarían a la jerarquía de brigadieres, la misma consistía en que siendo remolcado por una camioneta, luego de soltar la soga, haría un looping. ¡Por supuesto que Figueroa ganó la apuesta!

Un día me atreví a preguntarle: ¿Suboficial, cuantas horas de vuelo tiene?  Su respuesta fue simple: "A las 10.000 horas dejé de anotarlas"

Cuando terminaban los turnos de remolque, él debía trasladar el Curtiss para ser hangarado en la Fábrica Militar de Aviones, muchas veces me dejaba acompañarlo sentado el cockpit delantero y, haciéndose el cansado, me pedía por favor que yo tomara los comandos y piloteara el avión. Aquel momento era mágico para mí, entrecerraba los ojos y escuchando el zumbido del viento en los tensores de los planos, sentía que volaba en un triplano rojo y mi imaginación me colocaba en la escena donde se escuchaba el tableteo de las Spandau y el zumbar de los proyectiles enemigos.

"Gracias, Gaucho amigo, por dejarme los comandos para sentirme Von Richtofen con el viento en la cara y el zumbido de los tensores…."

(*)  Exequiel Martínez nació en la provincia de Chaco. Luego de terminar sus estudios secundarios ingresó a la Escuela de Aviación Militar donde egresó como piloto de helicóptero Bell 212. La Base Aérea Mar del Plata, la I Brigada Aérea de El Palomar y la VII de Moreno fueron algunos de los destinos donde cumplió funciones. Tras alcanzar el grado de capitán, en 1971 se retiró de la Fuerza Aérea pero siguió con su pasión por volar en el ámbito civil. 

Once años después, al enterarse de que el Conflicto de Malvinas había empezado, se ofreció para sumarse a las filas de los soldados argentinos y con su propia aeronave integró el “Escuadrón Fénix”, compuesto por pilotos civiles que operaron voluntariamente desde la Base San Julián. 












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