Lanzar un misil Exocet desde tierra era
impensado en 1982. Menos para ellos, quienes cambiaron un poco el curso de la
guerra.
Berreta, berreta, pero ese invento argentino dejó
fuera de combate a un buque inglés, en los últimos días de la Guerra de
Malvinas.
La “inventiva bajo presión”, así se lo calificó en
un congreso internacional de historia militar en Europa, llevó a dos civiles de
la Armada y a un ingeniero militar a desarrollar un lanzador de misiles Exocet
nunca antes imaginado; y a ser usado con éxito en una de las batallas más
cruentas del conflicto con Gran Bretaña, el 12 de junio de 1982, en el Monte
Dos Hermanas.
Lo llamaron ITB: Instalación de Tiro Berreta.
“Porque era feo, improvisado… una berreteada”,
cuentan Antonio Shugt y Luis Torelli, quienes lo idearon en sólo tres días,
junto con el Capitán de Navío Julio Pérez.
En el Taller de Misiles, Antonio y Luis alcanzaron
a conocer los Exocet como la palma de sus manos.
Antonio y Luis tenían 22 y 24 años cuando el
Capitán Pérez, su Jefe en la División de Misiles del Arsenal Naval Puerto
Belgrano, les encomendó una misión que parecía imposible: lograr disparar un
misil Exocet Mar-Mar 38 desde la costa para contrarrestar el bombardeo
británico sobre las defensas de Puerto Argentino.
—Sí, se puede —dijeron ellos.
—¡Es para ya, eh! —les advirtió el jefe.
Luis llevaba 6 años como civil de la Armada y 3
como técnico electrónico en la División Misiles del Arsenal. Junto con Pérez y
Shugt había estado en Francia, donde se fabrican los Exocet, cuando la
Argentina los adquirió. Por eso su conocimiento sobre el arma.
Es así que en el más absoluto de los secretos se
encerraron a principios de mayo en el Taller a tirar ideas, planos, cables…
“No existía ni en la Armada ni en ningún lado, dice
Luis, que explica, el misil sólo no hace nada; necesita una instalación de
tiro, que es una serie de equipamientos que le dan la orden al misil para ser
lanzado, información de blanco, condición de tiro, situación de vuelo… Había
que construir algo así, pero debía ser portátil, móvil, transportable.”
Luis, Antonio y el Capitán Pérez, en 1982.
“El jefe quería diseñar un circuito totalmente
nuevo, pero no teníamos tiempo. Así que nos pareció más práctico usar lo que ya
existía: la instalación de tiro de un buque, que es un cuarto grande lleno de
equipos que tarda un año en instalarse. Se usó la de uno de los destructores
viejos. Había que desmontarla y reducir eso”, relata Antonio.
Al tercer día salieron del taller con la idea de
hacer algo con los equipos más vitales, y al resto fabricarlos de manera más
sencilla.
¡Fue una apuesta! Y dio resultados. Probaron el
sistema con un simulador de misil en el destructor “Seguí”. En la cubierta
habían armado una carpa para que no los espiaran los satélites enemigos, pero
con el sistema y el misil solo no podían hacer nada. Había que pensar la rampa
de lanzamiento.
“A alguien se le ocurrió ponerlas arriba de un
acoplado. Así que sacaron las rampas del buque y se las puso sobre un carro. La
parte electrónica se hizo con un sistema de alimentación de unos antiguos
reflectores de arco de la Infantería de Marina que era móvil. Quedó el lanzador
y una unidad de control y comando en otra unidad. Todo eso interconectado”,
cuenta Luis.
Lo construyeron volando, trabajando todo el taller
en dos turnos las 24 horas, de 6 a 19 y de 19 a 6. Los Talleres Generales
hicieron la parte mecánica. Y quedó.
Fue todo urgente. A las 4 de la tarde lo probaron y
a las 6 ya estaban en la Base Espora subiéndolo a un avión Hércules de la
Fuerza Aérea para llevarlo a las islas y usarlo en batalla.
A Malvinas fue el Capitán Pérez. Él iba a operar la
ITB con los Tenientes de Fragata Edgardo Rodríguez y Mario Abadal. Por ser
civiles, a Luis y Antonio no los mandaron.
El ITB pudo llegar a las Malvinas el 31 de mayo,
después de varios vuelos esquivando los radares británicos.
Cada uno de los dos carromatos pesaba 5000 kilos.
Desplazarlo en Malvinas era muy difícil. Solo se podía por la ruta que iba al
Aeropuerto porque en la tundra se hundía.
Habían designado un sitio a 300 metros del mar
frente al aeropuerto de Puerto Argentino, al sur del archipiélago, ver mapa.
Los componentes estaban dispersos, lejos del lanzador, para evitar ser
detectados. Se apostaban alrededor de las 18 cuando oscurecía. Dos horas
tardaban en instalar la ITB. Y estaban hasta las 3 o 4 de la mañana en
posición. De día la desmontaban para evitar que los vieran los satélites. Durante
12 días montaron y desmontaron todo el equipo, esperando el momento ideal.
Emplazamiento de la ITB
Con un radar del Ejército que operaba el oficial
retirado Carlos Ríes Centeno, que había viajado como documentalista, se
rastreaban los movimientos de los buques. Era un radar antipersonal que operaba
con otro tipo de datos y había que convertirlos en información que les sirviera
a los sistemas del Exocet. Combinada con la que enviaba otro radar de
vigilancia se pudo determinar la derrota por donde pasaban todas las noches los
buques ingleses.
Una madrugada, el Capitán Pérez y su gente hicieron
el primer lanzamiento, pero el equipo tuvo problemas de conexión y el misil no
salió.
“El único componente inglés que tenía la ITB falló:
un diodo sin valor. Pero dio la casualidad de que la Artillería Antiaérea de la
Infantería de Marina tenía exactamente el mismo que se nos había quemado”,
contó el Capitán Pérez.
El segundo día hicieron otro lanzamiento. Esta vez
falló por un error humano con los cálculos de los datos de radar.
A la tercera o cuarta noche ya no pasaban los
buques ingleses. Nada cerca en los radares.
“Ya era cerca de la madrugada y a uno de los Tenientes
de Fragata se le ocurre hacer algo que solían hacer de guardiamarinas en el
terreno y les resultaba: bailar a lo indio alrededor de un árbol para invocar
la lluvia. “¿Y si hacemos una vuelta?”, dice. Imagínese a dos Tenientes y un Capitán
haciendo eso. Nos llegan a ver…”, dice Pérez.
Pero en un momento dado, Pérez les dice: “Ahora,
que no nos ve nadie. Y en el medio de la oscuridad dimos dos vueltas al
carromato cantando como los indios. Crease o no, a la media hora nos avisan que
había un buque inglés en la zona”.
Aprestaron todo y lanzaron. La tercera fue la
vencida. ¡El Exocet dio en el blanco!
Un montaje fotográfico muestra tres componentes
esenciales de la ITB en acción.
El ataque
12 de junio de 1982. La artillería británica abría
fuego sobre las posiciones de la defensa en Puerto Argentino y esa misma
madrugada, la Argentina disparaba por primera vez en el mundo un misil Exocet
desde tierra contra un buque. Ingenio argentino, dos puntaltenses civiles de la
Armada lo habían ideado en Puerto Belgrano y ahora estaba en las islas, en el
fragor de la batalla.
A las 3.30, el HMS “Glamorgan”, que apoyaba desde
el mar la avanzada británica sobre el Monte Dos Hermanas, ya había descargado
casi 4 toneladas de explosivos. Los royal marines agradecieron esa ayuda, pero
cuando el destructor iba a tomar otra posición entró en el alcance del radar de
la ITB.
“Actualizo rumbo. Tri, cinco, ocho, cero. Distancia
29960 metros”, se oye a Ríes Centeno por el intercomunicador.
“Detectan un buque y lanzan”
“Nuestro radar alcanzaba a 30000 metros nada más, explicó
el Capitán Pérez. Había poco tiempo para introducir los datos y efectuar el
tiro. ¡Pudimos!”
Fogonazo en la madrugada seguido por una estela
serpenteante y un sonido a turbina que se pierden en la oscuridad del
horizonte.
Esa luz brillante que se aproximaba capturó la
mirada de todos en el puente de comando del “Glamorgan”. Desde la costa también
la vieron.
Eran las 3.36 y en los radares del Glamorgan
tardaron nada en darse cuenta de que estaban siendo atacados por un Exocet. No
alcanzaron las maniobras para evadirlo y el misil entró por la popa.
“3.37. ¡Boom! El buque se movió como si chocara
contra el muelle. Nos quedamos sin luces. Fue un caos”, contó un tripulante del
buque inglés.
El Exocet MM-38 lanzado con la ITB había hecho
blanco.
Los daños provocados por el Exocet argentino
dejaron al buque británico fuera de combate.
“El helicóptero en el hangar del buque estalló y la
noche se volvió día con llamas de 300 metros que sobrepasaban el mástil del
buque”, relató el oficial británico que intentó evadir el misil argentino. El
impacto dejó un hueco de 4 metros de diámetro en la cubierta y de metro y medio
en la galería inferior. La explosión se vio desde Darwin y Pradera del Ganso.
Tardaron 4 horas en apagar los incendios. El “Glamorgan” tuvo 14 víctimas y una
veintena de heridos.
La guerra de Malvinas terminó 2 días después, con
la rendición argentina. Severamente averiado, tardaron un mes en reparar al
“Glamorgan” para poder volver a su país. 4 años después fue desafectado del
servicio y vendido a la Armada de Chile. Desafectado en 1998, se hundió en 2005
en el Pacífico cuando lo remolcaban para desguace.
¿Qué pasó con la ITB después de la guerra? ¿Dónde
quedó?
Los restos del invento argentino no volvieron a
verse en las islas, pero el legado perdura.
“No sabemos, dice Antonio. Se lo llevaron los
ingleses. Yo escuché de un francés que lo tenían en un museo de armas de
guerra. Los ingleses hicieron una versión mejorada llamada Excalibur y la
instalaron en el peñón de Gibraltar.” Se llama Excalibur, como la espada del
rey Arturo clavada en la piedra.
Cuando terminó la guerra, el Capitán Pérez y los
otros oficiales se preparaban con granadas de mano para volar la ITB, pero les
ordenaron dejarla así, “para que los ingleses se enteren con qué les dimos”.
“Siento el orgullo de haber trabajado en algo que
funcionó”, dice Antonio.
“Se basaron en nuestros diseños. Sin dudas.
Tendríamos que haberles cobrado la patente”, dice Luis, un poco en broma y un
poco en serio.
El accionar de los militares argentinos en la
Guerra de Malvinas fue épico y heroico. Incluso los ingleses lo rememoran. Uno
de los oficiales británicos que murió en el “Glamorgan” le contaba a su familia
en varias cartas previas al ataque que “la valentía de los argentinos demuestra
que tienen mucho más que un tibio interés en estas islas. Son mucho más
patriotas con respecto a las Malvinas que nosotros”. Igual de épico y heroico
fue el trabajo de estos civiles de la Armada para desarrollar un dispositivo
nunca antes imaginado.
Fuente: http://gacetamarinera.com.ar
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