4 de abril de 2022

ESCENARIO GEOPOLÍTICO EN 1982: LOS ACTORES INVOLUCRADOS Y LAS CAUSAS EXTERNAS QUE PROPICIARON LA GUERRA DE MALVINAS

 

Héctor Tessey era jefe de la Batería C del Grupo de Artillería 3 cuando hace cuarenta años se desató una guerra en el Atlántico Sur. Hoy, como experto en ciencias militares e investigador de la Universidad de Defensa Nacional, traza un análisis de la contienda geopolítica que influyó en un conflicto bélico que además de Gran Bretaña y Argentina tenía otros interesados 

Alexander Haig, secretario de Estado estadounidense, y Leopoldo Galtieri, presidente de facto en 1982 (Víctor Bugge)

Héctor Tessey no habla de la causa ni de la gesta. Su estudio es la cuestión. La causa se la deja al sentimiento patriótico, a la idiosincrasia popular, a la silueta de las islas en las banderas de los equipos de fútbol, en las ventanas de los autos, en los carteles de la ruta, en las paredes de las calles. La gesta la define como la actitud proactiva, la voluntad de emprender un norte, el orgullo de encolumnarse detrás de un objetivo. Pero no. Él hace mella en lo que ya pocos hablan -o en lo que se dejó de hablar-: la cuestión Malvinas. 

En la geopolítica, en el ámbito jurídico, en los temas de derecho internacional, en las cancillerías y en las Naciones Unidas, lo de Malvinas es una cuestión exenta de romanticismo popular, ideologías y proezas. “Es todo lo racional, lo que tenemos para ofrecer ante el mundo para argumentar por qué las Malvinas son nuestras. Geografía, historia, relaciones internacionales, todo lo demostrable y fundamentado”, describe Tessey una tarde de fines de marzo de 2022 en el segundo piso del Centro Naval, ante decenas de personas sentadas en el Salón Almirante Brown, en el marco de la conmemoración de los 40 años del conflicto del Atlántico Sur, bajo una charla denominada “Análisis geopolítico de la Guerra de Malvinas”. 

Tessey es licenciado en Ciencias de la Educación, Magister en Defensa Nacional, profesor en las cátedras de Mando y Liderazgo en el Colegio Militar de la Nación, investigador de la Universidad de la Defensa Nacional, director del Proyecto de Investigación “Mando en combate en Malvinas” e integrante del Proyecto de Investigación “Mar de Guerra”. Fue, antes de engrosar su bagaje académico, jefe de la Batería C del Grupo de Artillería 3 asignado al Moody Valley y es, hoy en un salón del microcentro porteño inspirado en el Palacio de Versalles, quien intenta explicar la paradoja que vivió hace cuarenta años: “Cuando en abril del 82 estaba en las Malvinas la noticia que nos llegaba de nuestros comandos en las islas era ‘no va a haber guerra’. Fuimos a la guerra, pero no iba a haber una guerra”. 

Se abocó a profundizar los conceptos vertidos en la investigación del doctor Mariano Bartolomé -director de la maestría en Defensa Nacional y profesor de la Escuela de Guerra del Ejército- titulada El conflicto del Atlántico Sur: la hipótesis de una guerra fabricada. El informe publicado en el boletín del Centro Naval en 1997 distingue dos causas primigenias de ocurrencia: las endógenas y las exógenas. Lo que dice Tessey es lo mismo que declamaba Bartolomé: las causas endógenas son “aquellas posturas que consideran que el conflicto respondió principalmente a causas inherentes al sistema político vigente en ese entonces en nuestro país, mientras que las causas exógenas “pretenden ubicar al conflicto dentro del sistema político internacional existente en ese momento, entendiendo que pueden haber existido causas cuyas génesis se encuentran fuera de nuestro país”. 

"El mar comprende el 71% de la superficie del planeta y poco más del 80% del comercio mundial transcurre en esa superficie. Para Argentina, el Atlántico Sur es un espacio de afirmación soberana que actualmente está ocupado por una potencia internacional", expuso Tessey (Nicolás Stulberg)

El informe de Bartolomé explora -y prioriza- las causas exógenas. Las endógenas -dice- incurre en contradicciones y apela al “reduccionismo histórico al justificar un conflicto interestatal únicamente a partir de elementos de política interna”. El abordaje de Tessey comparte el mismo lineamiento: “Quienes abogamos por las causas exógenas decimos que el conflicto del ‘82 obedecía a objetivos de política exterior del gobierno argentino, la usurpación ejercida por Gran Bretaña desde 1833 sobre los espacios sub atlánticos y el control del Atlántico Sur por parte de los aliados frente a la peligrosa e inminente presencia de la Unión Soviética. Yo me inclino por esta posición porque encontramos allí el real fundamento por el cual Argentina está en permanente disputa con Gran Bretaña: no para salvar un gobierno sino para recuperar lo que fue usurpado”. 

“Existen factores endógenos que podrían inducir a tomar decisiones, pero sin duda ambos gobiernos estaban fuertemente influenciados por las causas exógenas”, expresa Tessey. Y lo exógeno, aquello que surge o nace en el exterior, anunciaba en 1982 un escenario internacional fértil para un conflicto bélico. La proximidad de los 150 años de ocupación colonial por Gran Bretaña en las islas haciendo presión en la Junta Militar, el bloque aliado (Estados Unidos y la OTAN) enfrentado al bloque del pacto de Varsovia (la Unión Soviética y sus aliados), el expansionismo soviético en los mares, las alarmas de la OTAN y sus Estados miembros que habían advertido que, para la década del setenta, la URSS ya disponía de tres puertos sobre el Atlántico africano y de dos puertos sobre el Índico africano. 

Rescató la lectura que hizo Zbigniew Brzezinski, secretario del consejo de seguridad de los Estados Unidos entre 1977 y 1981: “Aun cuando los Estados Unidos puedan contar con un apoyo efectivo y duradero de la República de Chile y eventualmente de la Argentina que facilita la ejecución para los planes del Atlántico Sur en los tres océanos, es indispensable contar con el apoyo de Gran Bretaña. Debe ser alentada a mantener esas islas bajo su soberanía ante cualquier circunstancia, incluso en los casos que la Argentina reclama para sí, como las Falklands, las Sándwich y las Georgias del Sur”. Los referentes de la OTAN en el plano geopolítico -dice Tessey- estaban diciendo que las Malvinas eran importantes y que el dominio británico era prioritario. 

Una de las premisas públicas en políticas de defensa de Gran Bretaña en 1982 hacía referencia a la necesidad de “mantener la defensa de los territorios dependientes”. Y Malvinas era un territorio dependiente de la corona británica. “Puede suponerse que, a partir de la década del ochenta, Gran Bretaña estaba en capacidad y disposición para generar una crisis que escalara al conflicto diplomático vigente con Argentina, contexto en el cual congelaría indefinidamente las negociaciones asumiendo el riesgo de ocurrencia de una guerra limitada”, apunta el veterano de guerra. 

"El Informe Franks apuntó a cubrir, salvar y esconder los errores y crímenes que decidió Margaret Thatcher en aquel conflicto, quien supuestamente no sabía nada y tuvo que reaccionar ante un ataque de una dictadura fascista del cono sur", dice Tessey (Getty)

Expuso, a su vez, que hubo gestiones avanzadas que suponían la posibilidad de un retroarriendo por 99 años de las islas con bandera argentina y usufructo británico, a través de un non paper. “En términos diplomáticos el non paper es nada, solo charlas informales -precisa-. La soberanía no estaba encima de la mesa o al alcance de la mano. Ese non paper desapareció cuando el Parlamento tomó noticia de lo que estaba pretendiendo el Foreing Office”. 

Hacia 1981 las negociaciones de soberanía estaban neutralizadas por decisión británica. “Para vencer ese escenario de inmovilización había que generar algo que obligara a Gran Bretaña a volver a negociar. Eso es lo que se conoce como ‘ocupar para negociar’: ocupemos las islas, desalojemos y expulsemos a las autoridades, pongamos una autoridad transitoria y digámosle a Gran Bretaña y al mundo ‘queremos negociar y hace 149 años que ustedes no nos miran’”, expresa. Ese uso del instrumento militar en apoyo de una política internacional está “perfectamente pensado, planificado y ejecutado”, según la valoración de Tessey. 

El incidente Davidoff es la causa aparente que desata el conflicto. El desembarco de 40 chatarreros a cargo del empresario oriundo de Avellaneda, Constantino Davidoff, en las islas Georgias para desarmar tres estaciones balleneras y vender la chatarra, y el símbolo del izamiento de una bandera argentina colgada de un remo roto detonó en una guerra. Tessey afirma que Gran Bretaña sabía que eso podía suceder: “El contrato estaba firmado y autorizado. Estaba todo listo para que Davidoff fuera a desmantelar una factoría ballenera. La excusa de la tarjeta blanca sirvió para que se le ordenara al gobernador que desalojara a los argentinos, que se enviara al Endurance con infantes de marina y navíos al Atlántico Sur desde Gibraltar, Belice y Gran Bretaña”. 

El incidente Davidoff fue el desembarco de obreros argentinos en las islas Georgias, a 1.500 metros de las Malvinas

El desembarco de operarios argentinos en las Georgias era una trampa, sugiere Tessey. “Cuando (Margaret) Thatcher dice en el Informe Franks que fue sorprendida por la invasión a Malvinas miente descaradamente. Esto estaba pergeñado, estaba todo armado”, asegura. “Argentina estaba en una encerrona. Si no hacía nada quedaba sometida a una decisión soberana de Gran Bretaña de expulsar a connacionales de un territorio en disputa, y si los echaba porque quería ejercer esa parte de la disputa y proteger a sus connacionales iba a ser acusada de potencia agresora por Gran Bretaña, como efectivamente lo fue en la resolución 502. La Junta decidió rescatar y defender a los argentinos que estaban en Georgias. Galtieri dice en el Informe Rattenbach: ‘Lo hicimos salvaguardar la dignidad nacional’”. 

Se produjo una crisis bélica para Gran Bretaña y la OTAN, y diplomática para Argentina, de acuerdo al análisis crítico del experto. “Galtieri y Costa Méndez entendieron que esta crisis debía ser encarada como una crisis diplomática a través de una serie de negociaciones”, dice. Por eso, sostiene que cuando pisó las Malvinas convocado a una guerra aún creía que la línea diplomática no se había agotado. 

Pedro Edgardo Giachino, Capitán de Fragata de infantería de marina, fue el primer muerto argentino en combate el 2 de abril de 1982. Pero antes, había sido herido de muerte el TIAR, el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca: “Estados Unidos decide privilegiar su alianza con Gran Bretaña y su enfrentamiento con la Unión Soviética, pero fundamentalmente sus intereses vitales en el Atlántico Sur frente al pedido de Argentina de hacer valer un tratado que debía poner en marcha el sistema de defensa americano porque había una agresión de una potencia extracontinental. No hubo TIAR y sí hubo OTAN”. 

"El Atlántico Sur es un espacio de particular peligro para nosotros si no hacemos nada. Sin poder nos quedamos en la declamación", concluyó Héctor Tessey (Nicolás Stulberg)

“No puede descartarse que el conflicto del ‘82 haya sido el resultado de una deliberada creación de una crisis para ser escalada al plano bélico por parte de los británicos con apoyo de los Estados Unidos y la OTAN con objetivos no declarados pero sí manifiestos de asegurar el liderazgo político del primero y facilitar la presencia de los restantes en el marco del conflicto este/oeste del Atlántico Sur”, concluye -en coincidencia con Bartolomé- Tessey, quien en su presentación introduce una posición que Nicanor Costa Méndez, ex ministro de relaciones exteriores y culto durante la presidencia de facta de Leopoldo Galtieri, reconoce en su libro de memorias: “Después de años de estudio llego a la conclusión de que fue realmente Gran Bretaña la que nos llevó a la situación de ocupar las islas, surge de la documentación que leí y de la intuición de haber conocido los hechos”. 

Pasaron cuarenta años del conflicto que premió a Gran Bretaña con el puesto de secretario general de la OTAN entre 1983 y 1988 y que significó en la Argentina el principio del fin de la dictadura militar. La cuestión Malvinas sigue tan vigente como en pausa. Tessey reclama un interés serio, proactividad, involucramiento, decisión política de Estado y no esfuerzos de gobiernos de turno, arbitrariedades ideológicas o declamaciones. 

En el cierre de su ponencia, dijo “algo hay que hacer”. Su propuesta para avanzar con la cuestión Malvinas es regionalizar: “Llevar nuestros puntos de apoyo al ámbito no solo de Naciones Unidas y OEA, sino al marco regional: CELAC, UNASUR, Pacto Andino, zona de paz y cooperación del Atlántico Sur. Tenemos que llevar nuestra cuestión a todos estos ámbitos para regionalizar. Para que no quede en una mera expresión de deseo”. Su interés radica en incrementar la presencia en la zona con explotación de recursos y actividad submarina y naval. “Así estaríamos dando una demostración de decisión política para hacer algo frente a la nada que estamos haciendo ahora”, denuncia. 

Fuente: https://www.infobae.com

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