El 8 de junio de 1982 la Royal Navy vivió en Malvinas su jornada más dramática con 56 muertos y el hundimiento de dos buques -el Sir Galahad y Sir Tristram- y una lancha de desembarco, mientras intentaban hacer pie frente al puerto de Fitz Roy. Tres pilotos argentinos murieron durante el ataque. El recuerdo de un oficial de la Fuerza Aérea destinado en Puerto Argentino durante la guerra.
Por Juan
Bautista Tata Yofre
En junio de 1982 Gilberto Esteban Oliva, Mayor de la Fuerza Aérea, estaba destacado en las Islas Malvinas por decisión propia. Su hermano Carlos también tenía el mismo grado militar y ambos eran hijos del Brigadier Gilberto Oliva quien, con el grado de Comodoro, fue Agregado Aeronáutico en Lima, Perú durante la gestión del embajador Felipe Ricardo Yofre. Después del conflicto de Malvinas, Gilberto llegó a Comodoro y Carlos “Caco” a Brigadier.
Gilberto fue uno de los artífices de lo que sucedió el martes 8 de junio. Así me lo relató: “Fue el día más negro de la flota inglesa, según sus propias conclusiones. Fue uno de los tantos ataques que realizó la Fuerza Aérea Sur (FAS), ese día en Bahía Agradable, frente al puerto de Fitz Roy.
La FAS
se alistó y se preparó desde su creación para defender las islas desde el
continente mediante la ubicación de blancos que les describíamos y precisábamos
desde la isla (Operaciones del componente Aéreo en Malvinas). Se contaba para
ello con el radar, la Red de Observadores del Aire (ROA), usada en la II GM,
que contaba con varios Puestos de Observadores del Aire (POAS), los informes
y/o avisos que llegaban de las bases aéreas propias, los Regimientos y los dos
Batallones de Infantería de Marina y comunicaciones seguras. En este aspecto,
estuvimos comunicados con el continente desde el comienzo hasta el final de la
guerra. Los equipos eran confiables y por si éramos escuchados o interferidos,
utilizábamos un vocabulario informal y hasta familiar, con mi hermano Carlos
que estaba en el continente”.
“En la mañana del 8 de junio se recibió el aviso del avistaje, desde tierra, de la presencia de buques de la flota Inglesa: los buques logísticos Sir Galahad y Sir Tristram y de una fragata. Como era habitual, luego se reconfirmaba y precisaba el blanco en cuanto a cantidad de buques, tipo, ubicación y clima reinante. Una vez obtenidos los datos, se informó a la FAS, pero se sugirió como muy importante que la misión se realizara con rumbo final de ataque desde el Sur, para lograr la sorpresa y evitar interceptaciones y derribos que se venían produciendo”.
“El éxito de la primera oleada (primeras escuadrillas) fue total, en efectividad y sorpresa, al punto que en el momento del ataque, como protección al desembarco, se encontraba sobrevolando una Patrulla Aérea de Combate (PAC) inglesa, conformada por aviones Harrier GR.3 y nada pudieron hacer. Un camarada, preocupado por la presencia de la PAC, me sugirió que ordenase suspender la misión. Era un momento crucial, pero la experiencia ya vivida, con la observación y análisis permanente del enemigo, permitía tomar decisiones inmediatas con seguridad y se continuó con la misión”.
“Los resultados fueron informados al continente y se condicionó la decisión de una segunda oleada, a la rapidez. Dije textualmente: ‘Es preferible un avión ya y no varias escuadrillas más tarde’. Pero a esa altura del conflicto las dificultades para planificar y preparar los aviones para un reempleo eran grandes. No obstante, a las pocas horas del primer ataque, se produjo el segundo, rápido, teniendo en cuenta los inconvenientes, la disponibilidad de aviones y la distancia de las bases a los blancos. El tiempo transcurrido entre la primera y segunda oleada, fue suficiente para que las tropas inglesas en el lugar se recuperaran mínimamente, se reorganizaran para la defensa y sus PAC quedaran en alerta”.
“Ante el excelente resultado del primer ataque, ingresé sin anunciarme, a la reunión que mantenían los Generales, un Almirante y un Brigadier para reclamar con urgencia la actuación terrestre pero se perdió, una vez más, la oportunidad de golpear en forma decisiva el ánimo y posibilidades inglesas. También entre el primer y segundo ataque, ingresó al puesto de Comando mi relevo, de mayor jerarquía, a quien intenté entregarle la conducción de las operaciones, pero me ordenó continuar a cargo, por conocer desde el comienzo todo lo sucedido. Horas después se produjo el segundo ataque. Si bien su resultado fue exitoso, la Fuerza Aérea Argentina perdió tres pilotos y sus aviones y la flota inglesa al HMS Sir Galahad, HMS Tristram, una fragata, un lanchón, pertrechos y tuvo numerosas bajas y heridos. Los tres pilotos argentinos que murieron en combate fueron: Primer Teniente Danilo Rubén Bolzán, Teniente Juan José Arrarás y Teniente Alfredo Jorge Vázquez”.
“De mi
paso por Malvinas, en apretada síntesis recuerdo que en la semana que estuve en
Comodoro Rivadavia y ante la ausencia de informes y análisis oportunos, sobre
las capacidades del enemigo, determinamos que la única forma de llegar hasta
los buques ingleses era mediante el vuelo rasante”.
“Durante mi permanencia en Malvinas, tuve algunas ideas que fui transmitiendo y luego se concretaron:
-Con la
colaboración del Grupo 1 de Construcciones de la Fuerza Aérea, después de un
ataque aéreo inglés a la pista, se simularon impactos y cráteres, que
posteriormente en las fotografías aéreas que ellos sacaban, indicaron que la
pista estaba inoperable. Sin embargo, fue utilizada por última vez por un
Hércules C-130, el día 13 de junio a la noche”.
-Como oficial de enlace ante el componente terrestre, sugerí y hasta insistí que trajeran los cañones SOFMA de 155 milímetros (sus medidas permitían su traslado en Hércules). Fueron de gran utilidad como defensa contra el fuego naval inglés, que casi a diario sometía a las tropas y unidades argentinas”.
-A modo
de pregunta sugerí a los camaradas de la Armada si no era posible desarmar de
alguna fragata un sistema completo de Exocet. Lo cierto y acertado fue que un
sistema llegó, se instaló y se hundió una fragata”.
-Desde Operaciones colaborábamos para hacer análisis sobre las bombas inglesas lanzadas, explotadas y sin explotar o con acción retardada o el efecto de los misiles antirradar; asistíamos a los aviones de transporte; acompañábamos a los heridos para su traslado y recibíamos y entregábamos la correspondencia.
-Comprobé que algunos Jefes que en tiempos de paz eran los más estrictos y exigentes, después de un bombardeo desaparecieron.
-Otro, de otra Fuerza, se hizo enyesar para regresar al continente.
-Por el
contrario, muchos, humildes y callados, demostraron valor y coraje heroicos”.
“El Puesto de Comando Conjunto, sobre la bahía, creo que se instaló por necesidad y no por vocación de las tres fuerzas y duró hasta que fue atacado por un misil filoguiado que cayó y explotó a unos 50 o 100 metros sobre el agua. Posteriormente, en el Puesto de Comando del componente terrestre, ubicado en otra casa de la ciudad, comprobé que también había sido atacado, a 5 metros de la salida había un proyectil de mortero sin explotar”.
“La
circulación en la ciudad durante la noche era riesgosa, no solo por la
topografía del terreno y el hielo en las calles, sino por la resistencia local
y por la necesidad de identificarse rápidamente (con el santo y seña) ante el
requerimiento de las patrullas que transitaban o estaban apostadas. Durante
abril se suponía el desembarco inglés durante la noche: las tropas argentinas
vivían en un estado de tensión y ansiedad permanentes, y en varias
oportunidades creyendo ver ingleses desembarcando o sombras, abrían fuego sobre
la propia tropa. La resistencia kelper operó de diversas maneras durante todo
el conflicto y aún el día de la rendición mataron a un soldado en la vereda de
la casa donde me alojaba. El fuego naval inglés fue muy persistente,
especialmente durante la noche y buena parte del conflicto. Tanto para ir o
regresar del aeropuerto había que esperar que pasara con su barrido para
evitarlo”.
“Desde el 14 de junio hasta el 14 de julio, después de la rendición, estuve prisionero, e inicialmente, pasamos la primera noche a la intemperie (inmediaciones de la pista), pero gracias a los oficios de nuestro oficial de comunicaciones, aún desde allí, pude comunicarme con mi familia. No sabíamos a donde nos llevarían ni por cuánto tiempo”.
“Más
tarde fuimos llevados a un frigorífico abandonado en Bahía San Carlos. En una
pared tenía incrustada una bomba argentina sin explotar. Como descanso, nos
sacaban a un sector delimitado con alambres de púa, pero que utilizaban para
arrojar excrementos humanos. Un día reaccioné y oriné sobre una carpa que se
encontraba del otro lado del alambrado y sin saber que adentro había
ingleses... ¡La furia con que salieron! Creo que literalmente me querían comer.
Hoy, no recuerdo qué hice o que pasó para superar el momento. El momento de
nuestra alimentación como prisioneros era muy problemático. No había vajilla ni
cubiertos, o eran insuficientes. Algunos habían obtenido o inventado algún
recipiente y se comía con las manos. Yo comencé a tallar en un trozo de madera,
una cuchara que aún conservo”.
“Luego, en el traslado desde tierra al buque Saint Edmond, de transporte de tropas, resbalé y caí en una de sus escaleras. Parecía un esguince de tobillo. Al regreso en Buenos Aires, se comprobó que era fractura de peroné”.
“En el buque, por parlantes, nos pasaban los partidos del Mundial que la Selección argentina de fútbol perdió. Como siempre ocurre en estos conflictos, los seres humanos fueron forzados hasta sus límites: se vieron los extremos de las debilidades y los extremos de las virtudes”.
“Dos semanas más tarde de la caída de Puerto Argentino, el Brigadier Ernesto Horacio Crespo, comandante de la Fuerza Aérea Sur (FAS) realizó un largo informe a su jefe de Estado Mayor sobre los hechos concretados por la aeronáutica durante el conflicto de las Malvinas, sus aciertos y sus falencias. Al referirse de la victoria argentina en Bahía Agradable, consideró la importancia del ‘ataque a la cabeza de playa de Bahía Agradable que proporcionaba tropas y fundamentalmente material bélico a las fuerzas del Reino Unido para el ataque a Puerto Argentino, constituyó, por su efectividad, uno de los hechos sobresalientes de la guerra’. Según Crespo, tras el triunfo y la sorpresa del ataque argentino, se cayó en el error de la ‘no utilización de situaciones tácticas favorables por absoluta carencia de movilidad táctica operacional de sus mandos y efectivos’”.
Fuente:
https://www.infobae.com
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