Por Licenciado Juan Guillermo MILIA (*)
La
guerra
Todos
los 2 de abril se conmemora el aniversario de la recuperación de las islas
irredentas del Atlántico Sur por nuestras FFAA Muere allí, la primera víctima,
el capitán Giachino, quien al solicitar al gobernador la rendición de la plaza
lo hizo como un caballero y como respuesta recibió un disparo mortal.
Más
tarde otra muestra del traidor proceder del gobierno británico se da cuando el
crucero General Belgrano es atacado cuando se retiraba de la zona de conflicto
por haber cumplido su misión, sin el menor reparo por la suerte de sus
tripulantes, en las azarosas y frías aguas del Atlántico Sur. El ataque
misilístico del submarino atómico costó la vida de 323 marinos argentinos.
Luego,
ya en plena batalla, los certeros ataques de la aviación argentina hicieron
buen uso de los 4 misiles Exocet que poseían, volando al ras de las aguas para
evitar ser detectados por los radares enemigos.
En
el campo diplomático cabe agregar el falaz engaño del gobierno norteamericano
de Reagan, que no tuvo reparos en simular una posición neutral en el conflicto
asumiendo per se la función de intermediario, haciéndole creer a un poco
informado presidente de facto que suponía que le habían dado luz verde para
encarar semejante aventura bélica. No reparó el alcohólico general que unen a
ambos países vínculos culturales, históricos, comerciales y geoestratégicos. Además,
es su principal aliado y conspicuo miembro de la OTAN. Mientras, se ganaba
tiempo de esta manera para que llegaran los casi 200 barcos de la fuerza de
tareas británica al escenario del conflicto.
Este
sucio juego lo cumplió el secretario de Estado, mientras que el ministro de
Defensa le proporcionaba toda la ayuda bélica necesaria, incluso satelital,
para lo que tuvo que desviar la órbita de uno de sus satélites Landsat a fin de
cubrir la zona del conflicto y de esta manera darles información precisa a las fuerzas
inglesas.
A
ello cabe agregar la actitud carente de sinceridad del presidente Pinochet de
Chile, que le proporcionó toda clase de apoyo al invasor británico, mientras
aseguraba a nuestro país que la frontera oeste estaba bien resguardada.
Sin
esa ayuda, escribió un alto oficial retirado de la Royal Navy en sus memorias,
“difícilmente hubiéramos ganado la guerra”.
En
definitiva, fue una guerra relámpago, mal preparada, que concluyó con la
rendición de nuestras FFAA ante las del Reino Unido, evidentemente mejor equipadas.
Pero no constituyó un paseo para las tropas de élite inglesas fogueadas en
muchos escenarios y con vestimenta y equipo adecuado al terreno donde iban a
actuar. Los propios británicos destacan el coraje y valentía de nuestros
soldados.
El
cese de hostilidades
Todo
esto preparó el camino para lo que años más tarde haría incursionar a la
Argentina por el camino de la humillación y pérdida de soberanía. Todos los
países que fueron derrotados por los Estados Unidos y sus aliados hubieron de
pagar caro ese atrevimiento.
En
Versalles, al finalizar la Primera Guerra Mundial, los perdedores fueron
castigados muy severamente con pérdidas territoriales, pesadas indemnizaciones,
sanciones financieras, sociales y políticas. El país más castigado fue
Alemania. Este exceso en las sanciones hirió muy profundamente la sensibilidad
del pueblo alemán, lo que unido al desastre económico de la República de
Weimar, posibilitó el triunfo de Hitler como canciller de Alemania en 1933. De
allí al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, sólo mediaba un paso que costó a
la humanidad 60 millones de víctimas.
En
forma similar que Alemania, Austria, Japón, Italia e Irak, a la Argentina
también era necesario castigarla por la Guerra de las Malvinas.
El
cese de hostilidades significó la rendición del jefe militar de las islas al
jefe británico de ocupación. El general Menéndez, jefe militar durante la
ocupación argentina, había jurado que sólo muerto lo sacarían de las islas.
Tratado
de Versalles argentino
Su
nombre propio es "Tratado Anglo-Argentino de Promoción y Protección de
Inversiones". Fue firmado en Londres en 1990 y con la aprobación de
nuestros representantes en el Congreso de la Nación, se convirtió en ley N°
24.184.
Como
dicha norma constituye una vergüenza para el país, es necesario destacar
quiénes fueron sus gestores y firmantes: el presidente Menem y su ministro
Cavallo.
Entre
otras humillantes cláusulas, se destacan por su ignominia las siguientes: Según
dicho tratado el Reino Unido tendrá el control sobre las FFAA argentinas,
especialmente en la rica Patagonia, donde ya existen vastas inversiones yanquis
e inglesas. El art. 5º del Tratado dispone que la economía argentina se abriría
y desregularía en forma irrestricta (art. 12) de manera que empresas estatales
pudieran ser vendidas y privatizadas a precio vil (petróleo, minería,
ferrocarriles, autopistas, líneas aéreas, electricidad, gas, agua, fondos de
pensiones, seguros, reaseguros, bancos, etc.).
Madrid:
la firma del acuerdo de paz entre Argentina y Gran Bretaña
El
embajador argentino en España en aquel entonces, Lucio García del Solar,
confesó con toda sinceridad su desconocimiento del tema Malvinas hasta que la
casualidad lo colocó -dice él- en el trance de constituirse en el negociador
por la Argentina, en las tratativas realizadas entre 1989 y 1990, que
concluyeron con el restablecimiento pleno de las relaciones diplomáticas ocho
años después de finalizada la Guerra de las Malvinas. El documento se firmó en
1990.
Nos
conmueve la sinceridad del embajador, pero nos preocupa mucho saber que la
suerte de tan importante acuerdo estuviera en manos de un diplomático que
confiesa sin rubor desconocer uno de los más importantes temas de la agenda de
la diplomacia argentina.
El
acuerdo implicaría la reapertura de las respectivas representaciones
diplomáticas.
Entrando
en la parte sustantiva del acuerdo, diremos que la bilateralidad que se
determina en el mismo para la política militar, para la política exterior y
para la política económica, implica el reemplazo de la República Argentina
independiente por una virtual confederación anglo-argentina.
De
allí que otros califican este acuerdo como el ingreso de la república
sudamericana en la Comunidad Británica de Naciones.
Es
decir, la Argentina adhiere a todo a cambio de nada. Una franca derrota.
Finalmente,
diremos que el vaciamiento del patrimonio del Estado vendiendo por la décima
parte de su valor las empresas de servicios públicos, la política de
vaciamiento del patrimonio de los particulares esquilmados por impuestos y
gravámenes confiscatorios y la política de despojo de los salarios y
jubilaciones constituyen lisa y llanamente el pago de la indemnización que nos
impuso Gran Bretaña para resarcirse de los gastos de la Guerra de las Malvinas.
(*) Especialista en Política Internacional
Fuente: losandes.com.ar
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