De Felippe en las Islas con un fusil al hombro a la izquierda de la foto: Fuente: Infobae
"Cuando se escucha Atlético Tucumán ya todo el mundo presta atención", afirmó "El Soldado", tras firmar su contrato. Mañana estará en la platea en la despedida de Zielinski del Monumental, mientras se prepara para tomar las riendas del equipo. La colimba, los recuerdos de la guerra y su carrera como entrenador.
Omar
De Felippe llegó a Tucumán y puso la firma que lo confirma como el nuevo técnico
del Club Atlético Tucumán: Ricardo Zielinski se despedirá mañana del Monumental
José Fierro y dirigirá hasta el final de la Copa Diego Maradona, momento en que
El Soldado quedará oficialmente al frente del plantel Decano.
Flamante
técnico de Atlético ya firmó su contrato y se hará cargo del equipo tras la
salida de su amigo El Ruso: llega acompañado por Walter De Felippe como
ayudante de campo; Fernando Gómez como preparador físico y Alfredo Rodríguez
como entrenador de arqueros.
"Agradecer
que nos hayan elegido, es muy importante. El mensaje es tener una continuidad
de trabajo y de funcionamiento de todo lo que ha tenido este equipo con El Ruso
Zielinski, que es una persona que conozco hace mucho tiempo y tenemos una
similitud en cuanto al pensamiento y al funcionamiento de los equipos. Ojalá
pueda ser tan bueno como lo fue El Ruso acá", fueron las primeras palabras
de De Felippe como técnico Decano.
En
diálogo con Los Primeros reconoció que "la vara es alta, pero nos gusta el
desafío" y destacó que "cuando se escucha Atlético Tucumán ya todo el
mundo presta atención porque es un equipo que en los últimos años ha hecho las
cosas muy bien y queremos tratar de seguir en esa senda".
"Tenemos
una relación de muchos años y hablamos a veces de distintas cuestiones que
tienen que ver con el fútbol, con las ideas, conozco a Miguel (Abbondándolo)
también desde hace muchos años y hace rato que hablamos de esta posibilidad que
se dio ahora", remarcó, y enfatizó estar "muy contento de estar
acá" a la vez que auguró "estar a la altura".
De
Felippe ratificó cuál es su compromiso de trabajo, la promesa que hoy le ofrece
al pueblo Decano: "Lo que vamos a ofrecer es trabajo, no puedo ofrecer
resultados; pero trabajo, perfil bajo como el que todos saben que tengo, y enfocarnos
en que los jugadores dentro de la cancha puedan rendir al 100%",
sentenció.
Mañana
ante Colón El Soldado estaría presente en el José Fierro, para comenzar a
analizar de cerca a sus futuros dirigidos. Sobre la pretemporada, adelantó que
se realizaría una parte en Tucumán y otra en Salta. "Todavía está El
Ruso", se excusó al ser consultado sobre posibles refuerzos.
El
camino de El Soldado
Como
futbolista, jugó en Huracán, Arsenal, Once Caldas (Colombia), Villa Mitre y
Olimpo de Bahía Blanca. Se inició como ayudante de campo de Ricardo Zielinski
en San Telmo; Julio César Falcioni lo convocó para que sea su ayudante de campo
en Vélez; luego lo acompañaría a Olimpo de Bahía Blanca y Banfield, donde
realizaron campañas históricas y llevaron al Taladro hasta los Cuartos de Final
de la Copa Libertadores.
En
2009, se lanzó como entrenador en Olimpo: ascendió a Primera, logró la
permanencia y alcanzó un cuarto lugar con 30 puntos. Reemplazó a Ricardo Caruso
Lombardi en Quilmes y consiguió el ascenso a Primera por detrás de River Plate.
Logró un quinto y aseguró la permanencia.
Su
próximo desafío fue en Independiente: asumió en la Fecha 5 en la B Nacional y
logró el ascenso en un desempate ante Huracán. De la mano de El Soldado, el
Rojo volvió a la máxima categoría. No le renovaron su contrato.
En
2015 llegó al poderoso Emelec de Ecuador y se coronó campeón de la Serie A de
Ecuador. Dirigió un total de 67 partidos y se hizo con más del 62% de los
puntos.
Regresó
al país para dirigir primero Vélez y luego Newell's, con resultados y
funcionamientos dispares. No dirige desde noviembre de 2018: sonó en muchos
clubes, pero no acordó con nadie hasta que llegó el llamado del Decano.
Recuerdos
de Malvinas
En
1981, Omar De Felippe (categoría 1962) jugaba en la tercera (hoy Reserva) del
Club Atlético Huracán mientras hacía "la colimba". En 1998, cuando se
desempeñaba justamente como ayudante de campo de Ricardo Zielinski en San
Telmo, rompió el silencio y habló por primera vez de la Guerra de Malvinas en
una entrevista con El Gráfico.
"Una
vez Víctor Hugo Morales me quiso hacer una nota. Yo estaba en el vestuario para
salir a la cancha y se acercó un muchacho con el micrófono. Ahí me trabé y me
di cuenta de que no podía hablar del tema... Hoy, sí. Porque puedo yo. Y porque
pasó el tiempo. Hubo cosas que... uno tiene que tener un respeto bárbaro por
los que no están, los chicos que no volvieron. Y sobre todo, por no herir a sus
familias... Apenas volví nombré a un soldado por la radio, al que yo vi morir,
al lado mío, en un bombardeo. Estábamos en el mismo batallón. Recibió una
esquirla en el estómago y otra en la pierna, y se nos fue ahí... Al otro día de
contarlo, en el entrenamiento de Huracán, el Loco Candedo me avisa: “Che,
Gurka... te busca un muchacho". Era el hermano del pibe. Me acuerdo que
era cartero. Me contó que nadie les había dicho nada. "Mi vieja todavía lo
está esperando", me dijo, y yo me hubiese cortado la lengua... Me pidió
por Dios que le contara cómo había muerto el hermanito. Se lo conté. Y me quedé
mudo hasta hoy", relató.
"Hice
la colimba con edad de cuarta, en el Regimiento de La Tablada. El 23 de
diciembre del '81 me dieron la baja, con 18 años. Volví al club y empecé a
entrenar. El 2 de abril se toman las Malvinas. El 3 de abril cumplí los 19
años. Y el 9 de abril, a las 06:00 de la mañana, me acuerdo que estaba
durmiendo, cae un soldado con una cédula de citación. Mi vieja lo recibió...
lloraba... yo le dije: "No te hagás problema", y me volví a dormir. A
las 10:00 me fui para el regimiento. Muy tranquilo, porque en ese momento se
decía "no va a pasar nada". El viernes nos cortaron el pelo. Nos
visitaron las familias... El sábado iba a venir mi vieja con unos pollos para
todos. Pero ese mismo viernes, a las 06:00, 07:00 de la tarde, nos armaron, nos
dieron la ropa y hacia la medianoche salimos en micros. Me acuerdo del aliento
de la gente... íbamos por la avenida Crovara, y todo a lo largo estaban las
casas con banderas argentinas, y la gente al costado del camino, cantando sobre
la guerra con los cantos de la cancha. Nosotros también. Un entusiasmo bárbaro.
Recién cuando llegamos a El Palomar y nos subimos a los aviones... llegó el silencio.
La euforia quedó atrás. Éramos como cien en el piso del avión, que era un avión
de línea, pero sin asientos. Las seis horas de vuelo a Río Gallegos no habló
nadie... un mate cocido. Y de Río Gallegos a Malvinas. Ahí fue cuando dijimos:
"Ah, esto va en serio". Y se acabó la sensación de que era un partido
de fútbol", indicó.
"Cargué
mi ametralladora, las balas y tres cartas"
De
Felippe confesó que "lo más bravo para el grupo nuestro lo vivimos cuando
faltaban dos o tres días para el final y los combates eran feroces por todas
partes. Nos vinieron a buscar a la posición y nos llevaron a un galpón donde
había comida...montones de comida... que allá era uno de los grandes problemas
para los soldados. Y nos dejaron comer lo que quisiéramos. Yo me di cuenta de
que era algo así como la última cena... Después nos pusieron en marcha y nos
dijeron. "Dejen todo, menos las armas, las municiones... y las cartas de
sus familias". Nunca me voy a olvidar ese momento con los muchachos, mis
compañeros de toda la guerra, el Cabo Primero Torrecín, Juan Fernández, que lo
sigo viendo, y Sergio Leal, que íbamos a la primera línea. Y que no
volvíamos... Cargué mi ametralladora, las balas y tres cartas. La de mi vieja,
la de mi novia y la que me mandaron de Huracán. También me llevé las que
recibíamos de los chicos de las escuelas, que no te conocían, pero te ayudaban
tanto... Había que estar allá para entenderlo".
"Era
todo muy raro. Por momentos, uno se sentía como si estuviera viendo una
película. Otras veces te decías a vos mismo: "¿Qué carajo estoy haciendo
acá?" Ese día, cuando nos mandaron al frente, yo iba en la segunda línea.
Adelante van los fusileros y, como yo tenía la ametralladora, la MAG, que es
más pesada y de más alcance, unos dos mil metros, iba unos 100, 200 metros
atrás de ellos. Tirábamos por arriba. Y por arriba nuestro, los cañones de 90
milímetros, que venían atrás de todo, completando el apoyo... Entonces los
fusileros nos vinieron a buscar porque, nos dicen: "Miré, allí hay un nido
de ametralladoras de los ingleses y no nos dejan avanzar, nos están haciendo
pomada. Barrelos vos..." Mi compañero y yo nos preparamos, desde el
principio nos habíamos puesto de acuerdo en que yo era el que tiraba, y los
ametrallamos. No sé si los maté o se escaparon. No maté a nadie, que yo lo haya
visto. Lo único que sé es que dejaron de tirar y seguimos avanzando. ¿Qué
querés que te diga, hermano? Ojalá se hayan escapado...", rememoró el
flamante técnico Decano.
"El
inglés no lo quiso matar"
"Vos
no querés matar a nadie. ¿Quién va a querer, por más que estés en la guerra? Es
fulero. Y hay de todo. En los dos lados, Hace poco fui a ver a un ex compañero
a que es boxeador. Me enteré que peleaba en Villa Insuperable y lo fui a
alentar. Allá me encontré al Sargento, que también lo había ido a ver... Me
acuerdo que el Sargento viajó a Malvinas gordo. En la guerra se puso flaco. Y
ahora lo encontré más flaco todavía. Vos sabés que la primera línea, el cuerpo
a cuerpo, es lo más bravo de todo... La otra, creo yo, es cuando te bombardean
y lo único que podés hacer es rezar. El Sargento me contó lo que le había
pasado. "Un inglés me metió un tiro y me caí. Me levanté y me metió otro
tiro en una mano. Volví a caer. Arranqué de nuevo y me metió un tercer tiro en
un brazo... Ahí me di cuenta de que me estaba dando un mensaje. No me quería
matar. Me decía te estoy hiriendo, boludo, no sigas avanzando". Y le hizo
caso. El inglés no lo quiso matar", recordó el entrenador en aquella nota
publicada en 1998.
Sobre
sus primeros días en las Islas, De Felippe detalló que "había chicos que
estaban en el frente desde el primer día. Y me quedó grabado, grabado... lo que
era verlos volver. Con la mirada perdida, arrastrando el fusil por el suelo...
Nosotros les preguntábamos: "¿Cómo está la mano allá?". Y alguno te
contestaba, sin mirarte..."Mal, flaco, mal". La mirada de esos pibes
las tengo grabadas. Nunca me las voy a olvidar".
"Al
principio, algunos pibes se herían a propósito, para volver a casa. Cuando
estaban limpiando las armas, se pegaban un tiro en un pie... decías que se te
había escapado... y volvías. Cuando lo empezaron a hacer demasiados, los jefes
se avivaron y dijeron, bueno, en adelante por más heridos que estén se quedan
igual. Yo, por supuesto, nunca lo hubiera hecho. No por guapo ni nada por el
estilo, sino porque tenía la motivación puesta en volver a jugar en Huracán...
no me hubiera lastimado un pie ni loco. El miedo mío era perder un miembro y no
poder seguir jugando...", confesó.
"Si
para algo sirvió"
"Más
allá de sentir que las Malvinas son argentinas, yo no quiero opinar sobre
política, ni sobre Fuerzas Armadas. Tuve la suerte de volver entero y sentir el
apoyo de mi familia, de mi club... Nosotros teníamos mucho miedo, porque no
sabíamos cómo nos iban a recibir al volver... Pero la gente nos apoyaba, nos
daba comida a lo largo del camino de vuelta... En su momento también hice
terapia y participé de grupos de ex combatientes. Era necesario. Vi replegarse
a los nuestros, con los chicos heridos, o directamente tapados... Viví el día
que los ingleses batieron la zona nuestra con morteros. Y en la piedra donde yo
había estado un minuto antes volaron por el aire varios de los nuestros...
Pregunté "¡¿Qué pasó?! " Y me dijeron: "Le dieron al
Negro". ¡Justo al Negro! No sé... Si para algo sirvió, te diría, es para
no aflojar nunca".
El
reencuentro con mamá y una piña en la cancha
Tras
el fin de la guerra, Rosa Alaniz de De Felippe fue a buscar a su hijo Omar a
Campo de Mayo. “Como no lo encontré, pensé lo peor. Pero una chica lo halló por
casualidad y me trajo una gorra de él, en la que había escrito: "Madre
querida, volveré". Todavía la tengo guardada. Al otro día lo fui a buscar
y, cuando por fin lo vi, sentí que recuperaba mis ojos".
Tras
años sin ir a la cancha a ver a su hijo, un día volvió sin aviso: "Cuando
empieza el partido, uno del equipo contrario, que estaba detrás mío, le grita:
"¡De Felippe... vos tendrías que haberte muerto en las Malvinas!" Fue
tal la impotencia que sentí, que me di vuelta, lo miré fijo y le dije...
"iYo soy la madre!". Y le di un trompazo. Después no sabía cómo
disculparse... "Señora... son cosas de hincha". Yo... bueno… no le
podía aceptar la disculpa". Finalmente, el hincha, con los ojos enrojecidos,
se retiró del estadio, avergonzado..."
Fuente: https://www.eltucumano.com
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