4 de marzo de 2023

A 41 AÑOS DE LA GUERRA DE MALVINAS, LAS MANOS DE LOS HÉROES QUEDARON GRABADAS PARA LA HISTORIA

 

 

La comunidad de Río Gallegos recibió con honores a los combatientes de la guerra de Malvinas. Allí se inauguró un monumento para homenajearlos. 

Por Mario Markic 

Los pilotos de la guerra de Malvinas volvieron a Río Gallegos 41 años después, ya convertidos en una leyenda viviente. Hubo una parada militar, un homenaje sencillo, un minuto de silencio por la ausencias. 

La razón del reencuentro con los recuerdos fue la inauguración de un monumento celebratorio, tres pilares de granito cerca del mar, y del viejo barco Marjorie Glen, encallado desde 1911. 

Un avión Pampa pasó raudo a 1.000 kilómetros por hora, rasante sobre el antiguo barco carbonero. Y en los tótems, las manos de los pilotos, estampadas como en el salón de la fama, para la posteridad, a modo de homenaje. 

Son las manos de nuestros héroes, las mismas manos que llevaron con firmeza los comandos de los aviones que se enfrentaron cara a cara con la flota inglesa durante 74 días en la última guerra aeronaval de la historia. 

41 años después, los pilotos volvieron a Río Gallegos y formaron, ya encanecidos, pero con los mismos trajes de vuelo de aquel invierno duro. 

Los pilotos de la guerra de Malvinas volvieron a Río Gallegos 41 años después, ya convertidos en una leyenda viviente. (Foto: Captura de El Trece)

También está el barco, el viejo barco encallado en la costa de Punta Loyola que sirviera de blanco a los pilotos, un inestimable auxilio para entrenamiento antes de lanzarse al mar hacia las islas Malvinas en busca de las fragatas inglesas. 

Yo revivo en mi mente aquellos días del conflicto. Imágenes algo borrosas, pero reales, de época, que muestran lo que ocurría con hombres y máquinas todos los días de la guerra en las pistas del profundo sur patagónico. 

Y de boca de sus protagonistas, cómo luchaban contra el fantasma más temido del ser humano en situaciones límite, cuando la moneda está en el aire, y la suerte está echada. 

Solo el ojo más entrenado descubre en los alrededores rastros, vestigios de la guerra. Hay búnkeres donde guardaban los aviones, y queda la famosa casita Bariloche, donde vivían muertos de tristeza por un camarada que no volvía de la misión o felices al comprobar que la escuadrilla completa regresaba sana y salva a la base. 

Como sucedía en la casa de Río Gallegos, por ejemplo, con sus hangares y pistas de rodaje y algunos búnkeres donde vivían los artilleros que la defendían de posibles ataques aéreos ingleses. 

Lo que sí nos indican esos lugares y otros –como las bases de San Julián y Río Grande en Tierra del Fuego- son vestigios emocionales que se traducen en algunas fotos, en los escasos videos de la vida cotidiana que muestran a aquellos pilotos que pelearon a brazo partido contra el enemigo. 

Más allá del contexto político -que voy a dejar deliberadamente de lado para no contaminar el foco de la historia- hoy me interesa evocar la lucha de un puñado de hombres que pelearon por la Patria, donde muchos de ellos, muy jóvenes, por cierto, dieron la vida. 

En Río Gallegos, en la desembocadura de la ría, está el barco. Todos lo conocemos por allá. Fue un barco que traía carbón desde Inglaterra y en 1911 se incendió y quedó varado cerca de la playa. Hoy es como un lugar de visita; en verano es muy fotogénico. 

Los pilotos agradecieron a la comunidad de Río Gallegos, que fue infinitamente generosa con todos ellos y que los contuvo durante todo el conflicto. (Foto: Captura de El Trece)

¿Por qué se ha hecho famoso el Marjorie Glen en función de la guerra de Malvinas? Porque los pilotos de la Fuerza Aérea no tenían entrenamiento para atacar blancos en el mar, de modo que ese barco quieto les sirvió para entrenarse contra reloj y aprendieron rápido. Por ejemplo, volaban bajo el radar, se pegaban al mar a tres metros del agua a 900 kilómetros por hora. 

El viento encrespaba el mar y salpicaba con gotas de sal el vidrio de la cabina del piloto. El viento les impedía ver; era un ataque a ciegas. Además, estaban expuestos a los misiles, a los proyectiles defensivos de las fragatas y a los temibles Sidewinder, misiles que los aviones ingleses Harrier podían disparar hacia el frente o a cualquiera de los laterales, porque buscaban a los aviones argentinos con precisión inaudita. 

Para el parabrisas que se llenaba de sal, la solución fue casera. Un lubricante con siliconas que formaba una película que resistía el frío y que rechazaba el agua y que impedía que la sal se cristalizara. 

Hoy, el Marjorie Glen es un monumento histórico muy querido por los veteranos pilotos. Está acribillado por proyectiles y hasta fue bombardeado. 

Los A-4B Skyhawk llevaron a cabo 133 misiones de combate desde Río Gallegos. Dos escuadrones. Una veintena de sus pilotos –algunos quedaron para siempre (nueve de ellos, en rigor) en el Atlántico Sur, otros han muerto de muerte natural- concurrieron al memorial de Punta Loyola. Para los veteranos, Río Gallegos es su segundo hogar y quedará para siempre en su recuerdo. 

Los halcones del Grupo 5 de Caza (con base original en San Luis) causaron gravísimos daños a la flota inglesa, la segunda más poderosa del mundo. 

Los pilotos agradecieron a la comunidad de Río Gallegos, que fue infinitamente generosa con todos ellos y que los contuvo durante todo el conflicto. 

También los familiares del Comodoro Ernesto Dubourg, recientemente fallecido, llevaron sus cenizas a la orilla del mar y las esparcieron cerca del Marjorie Glen. Sus hijos cumplieron su deseo de reunirse en el Atlántico sur con el alma de sus nueve camaradas caídos en el cumplimiento del deber. Fue una jornada sencilla y tremendamente emotiva. 

El Marjorie Glen es un barco que quedará para la historia como ícono de la Guerra de Malvinas junto con las manos de los pilotos, esos que llevaron los Skyhawk a enfrentarse cara a cara con la muerte… y que sin dudas tienen bien ganado el reconocimiento de héroes -como los caídos en combate- y el respeto y la admiración de todos los argentinos.

 

Fuente: https://tn.com.ar

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