13 de julio de 2020

MALVINAS Y SANTA CRUZ: UNA RELACIÓN HISTÓRICA QUEBRADA POR UNA GUERRA

Por María de los Milagros Pierini y Pablo Gustavo Beecher (*)

Introducción

El Territorio Nacional de Santa Cruz —creado en 1884 y convertido en provincia en 1957— tuvo en sus inicios una relación muy estrecha con las Islas Malvinas producto de su cercanía geográfica con el archipiélago y su propia historia demográfica y ganadera. 

Si bien con el paso de los años esa relación se fue atenuando, para Santa Cruz las Malvinas tuvieron una identificación que, a excepción de la isla de Tierra del Fuego, fue muy distinta al resto del país. 

La Guerra de Malvinas quebró violenta y dolorosamente ese vínculo, que fue sentido muy especialmente por los integrantes de la comunidad británica santacruceña muchos de los cuales eran descendientes de malvineros. Además, el hecho de que en Río Gallegos y Puerto San Julián estuvieran las bases aéreas desde donde partían los aviones que participaban en la guerra y de que hubiera en Río Gallegos soldados en espera de viajar a la Islas, hizo que la convivencia de la sociedad local con los pilotos y soldados le diera al conflicto bélico otra trascendencia y que se sintieran muy de cerca los sufrimientos que trajo aparejados. 

El objetivo de nuestro ensayo es analizar, a través de documentos y de testimonios orales, diversos aspectos de la historia de Santa Cruz que muestran la vinculación existente entre ambos territorios y contribuir, desde la Patagonia Austral, a enriquecer la historia de la relación entre las Islas Malvinas y el resto de la Argentina. 

La presencia malvinera en los inicios del Territorio de Santa Cruz 

Los hombres 

Las Islas Malvinas y la región magallánica, cuyo centro era la ciudad de Punta Arenas y fueron las vías de acceso preferenciales para el poblamiento europeo del territorio de Santa Cruz que se inició en 1880. En un lugar muy secundario ubicaremos a la zona central de la Argentina y la ciudad y puerto de Buenos Aires. 

Estas vías de acceso reforzaron la dependencia con esas dos regiones lo que, en el caso de Punta Arenas perduró hasta mediados de la década de 1920, conformando una "región autárquica argentino-chilena" y significó también la puerta de ingreso de los migrantes chilenos que, tanto estacional como definitivamente, ingresaron en Santa Cruz. 

La presencia británica en las Malvinas en la segunda mitad del siglo XIX y la implementación del proceso de "cadena migratoria" fueron las responsables del predominio de británicos en el poblamiento de Santa Cruz. Desde las Malvinas llegaron a la Patagonia los siguientes colonos: 

Herbert Felton —pariente de la esposa de Moyano—, John Scott, William Rudd, John Blake, Henry Jamieson, George Mac George, John Hamilton, Donald Patterson, John Halliday, Woods, Weldon, Woodman y Rodman que se asentaron en la zona de Río Gallegos y el Coyle. 

Robert Blake y Donald Munro lo hicieron cerca de San Julián. 

La política de ocupación de las regiones australes chilenas se materializó con la instalación de un presidio en Fuerte Bulnes en el año 1843 y poco después se trasladó a la “punta arenosa” de donde deriva el nombre de la ciudad de Punta Arenas. El presidio fue destruido por una sublevación en 1852, pero a partir de 1867 la población renació y cobró impulso mediante una política de atracción de pobladores y desarrollo económico, que tuvo cuna de de las principales medidas la eliminación de la aduana. Asimismo, la inauguración de la navegación regular con Europa en 1865 hizo que Punta Arenas se convirtiera en el puerto obligado para el aprovisionamiento de leña, agua, carne y hortalizas para las numerosas embarcaciones que cruzaban el estrecho de Magallanes. 

En la década de 1870, se inició la explotación ovina con ejemplares traídos desde las Islas Malvinas. Posteriormente, en la década de 1880, comenzó el avance de la frontera ovina hacia el territorio de Santa Cruz, generando nuevas necesidades —como aserraderos, casas comerciales y bancarias y transporte marítimo— que fueron cubiertas por la ciudad de Punta Arenas y las zonas aledañas. De esta manera, se constituyó la mencionada región autárquica integrada por el sur de Chile, Santa Cruz y Tierra del Fuego que estaba basada en la producción y exportación de lana y de carne a los mercados europeos. 

El centro de esta fue Punta Arenas desde la cual se iniciaron las diversas actividades económicas, exclusivamente de carácter privado, de las áreas circundantes que permitieron la acumulación de capital que, en los últimos años del siglo XIX, se invirtió en la ganadería ovina expandiéndose también en el territorio santacruceño. 

Al momento de iniciarse el poblamiento de Santa Cruz, y durante los primeros años, las tierras de las Islas Malvinas estaban ocupadas en su totalidad y se había introducido el ganado ovino en reemplazo del vacuno con muy buenos resultados. La Falkland Islands Company —empresa londinense— inició la ganadería ovina en Malvinas adquiriendo una concesión de 500.000 ha y, a los pocos años, monopolizó la comercialización lanera de sus pobladores llegados a partir de 1867 de Escocia, Inglaterra, Australia y Nueva Zelandia. Los escoceses fueron quienes desempeñaron mayoritariamente los cargos de capataces y ovejeros debido a su experiencia previa como pastores en su tierra natal. 

La concentración de la tierra en manos de la Compañía hizo que “prácticamente todos los campos pertenecieran a la misma y no había futuro promisorio para los empleados” por lo que —de acuerdo con los testimonios de los descendientes de los primeros pobladores— muchos de sus habitantes fueron “empujados” a emigrar a Santa Cruz. 

Asimismo, varios de los primeros malvinenses como Greenshields, Waldron, Felton, Hamilton, Saunders y Smith ya tenían campo en las Islas y buscaban ampliar sus actividades en la costa patagónica. 

Y, aunque no llegaron a convertirse en propietarios rurales en Santa Cruz, hubo muchos otros malvineros que también emigraron al continente. Algunos de ellos fueron empleados de establecimientos ganaderos y otros se establecieron en los pueblos dedicándose a actividades urbanas. 

Entre los numerosos testimonios existentes hemos elegido los más representativos. 

George Mac George, nacido en 1856, arribó a las Malvinas en 1875, donde trabajó diez años. En 1885 se trasladó a la Patagonia austral y en los años 1886 y 1888, realizó viajes a Río Negro con el objetivo de conseguir ganado —equino y ovino— para poblar sus campos sobre el río Gallegos. 

John Scott, llegado en 1879 a las Malvinas, decidió en 1889 emigrar a Santa Cruz donde varios malvineros escoceses ya habían cruzado para poblar campos. 

Donald Munro llegó a la zona de San Julián en 1889 junto con sus socios Juan M Ray y Roberto Giles trayendo ovejas y se instaló en el Cañadón Paraguay. Ray y Giles se retiraron poco después, Munro permaneció como primer poblador de la zona. Posteriormente, Munro se asoció con Mc Caskill y trajeron más ovejas de las Malvinas. 

En 1893, llegaron a la zona de San Julián los hermanos Roberto y Guillermo Patterson. Saliendo de las Malvinas —donde habían trabajado en las estancias de la Falkland Islands Company— pasaron por Punta Arenas y luego se instalaron en las estancias "Cañadón de las Vacas" y "La Colmena". Guillermo quedó al cuidado de la estancia "La Colmena" cuando su propietario, Guillermo Hope, partió a las Malvinas para casarse con Ana Kyle y trayendo a la familia de su esposa, liderada por Andrés Kyle, para que también se asentaran en la zona. 

En el caso de los Halliday, estos recibieron sus tierras en arrendamiento con opción a compra y pagaron nueve mil pesos oro por el campo de "Hill Station" (Los Pozos). Por su parte, “Christopher Smith quería que sus hijos dejaran las islas e intentaran labrarse un porvenir en el continente, es por lo que cuando cumplían los dieciocho años, les daba trescientas ovejas y algo de dinero para los comienzos". 

Recuerda Yolanda Bertrand de Jamieson que su bisabuelo: Llegó a ser el primer inspector de sarna de la Falkland Islands Company en Malvinas y cuando terminó con la peste, se quedó sin empleo. Cuando sus hijos varones retornaron de haber estudiado en Inglaterra, el padre les dijo que en Malvinas no tendrían porvenir porque no había manera de expandirse debido a la escasez de tierra. Era la época en que muchos malvineros comenzaron a marcharse al Continente, entre ellos Herbert Felton que pobló la estancia "KillikAike Norte”. 

Según el testimonio de Cecilia Alder, perteneciente a una antigua familia radicada en San Julián: Mi padre, Steven Alder, nació en Wildshire, norte de Inglaterra y dejó su país en 1882 a los quince años para ir de cadete a la estancia de los Waldron en las Islas Malvinas. Allí estuvo durante cinco años y recordaba haber vivido una linda etapa trabajando en el campo, nos contaba que era una fiesta cuando llegaban a las Islas los barcos de la Marina Británica. Cuando en 1887 finalizó su contrato en Malvinas, tenía la posibilidad de renovarlo, pero decidió dejar Malvinas. Había una línea marítima semanal hasta Uruguay y cruzó en barco hasta el puerto de Montevideo acompañado de un amigo, Oliver Ángel, y de allí fueron a la Argentina donde trabajaron en distintos puertos hasta llegar a Bahía Blanca donde mi papá fue estibador. Una vez que reunió el dinero suficiente viajó a Río Gallegos porque sabía que los Waldron también tenían campos en Santa Cruz y fue a trabajar a la estancia “Cóndor”. Se desempeñó como esquilador y alambrador y al cabo de un tiempo viajó de regreso Inglaterra para visitar a su familia y a la de su compañero de trabajo para llevarles una carta y allá conoció a la hermana de Oliver: Rose Annie Ángel y al cabo de unos meses se casaron. 

Coincidentemente con esta relación de carácter privado y económico tenemos que resaltar la acción institucional llevada adelante por Carlos M. Moyano, primer gobernador del recientemente creado territorio de Santa Cruz. Este tenía —al igual que los restantes gobernadores patagónicos— el mandato expreso del Gobierno nacional de poblar las regiones conquistadas a los indígenas. Además de su apreciación sobre el desarrollo de la ganadería ovina en las Islas —que conocía por las referencias proporcionadas por Luis Piedra Buena— Moyano tenía contactos personales muy estrechos con sus autoridades ya que estaba casado con Ethel Turner, sobrina del Gobernador. Por esos motivos realizó frecuentes viajes para promover el ingreso de ganaderos desde las Malvinas y Punta Arenas en los que ofrecía hasta cuarenta mil hectáreas a bajo precio. En mayo de 1885, Moyano firmó el primer contrato de arrendamiento con una sociedad de británicos integrada por Walter, Diego, Esteban, Tomás, Juan Federico y Enrique Waldron y Tomás Greenshilds por una superficie de doscientas mil hectáreas ubicadas en el extremo SE del territorio. En febrero de ese año, Eberhard y el escocés William Halliday realizaron un viaje exploratorio a Santa Cruz donde eligieron un terreno para cada uno y proyectaron atraer e instalar a otros pobladores. 

En el caso de los británicos llegados a Santa Cruz desde la región magallánica chilena fueron escoceses que habían sido contratados por la Falkland Islands Co y que, una vez finalizado el contrato, decidían no regresar a su país de origen trasladándose a la Patagonia para aprovechar las posibilidades ofrecidas por la naciente explotación ovina. El historiador chileno Mateo Martinic considera que su aporte fue fundamental ya que introdujeron una tecnología ovina absolutamente desconocida en Chile como fue el patrón de crianza anglo escocés adaptado a las Islas Malvinas y que se convirtió en “el fundamento tecnológico sobre cuya base cobró forma la estructura económica vertebral de Magallanes”. Dicho autor sintetiza el aporte británico al decir que: … la participación de capitales británicos en la génesis y posterior desenvolvimiento de la economía magallánica durante el período 1880-1920 fue absolutamente determinante en lo tocante a su producción matriz: la crianza ovina. La historia de Magallanes y de la región meridional americana entera habría sido diferente de no haber mediado tan oportuna como eficaz participación. 

Como agrega en su análisis el historiador chileno Laurie Nock, si bien hubo algunos británicos desde el momento de la fundación de Punta Arenas, las posibilidades de la ganadería ovina fueron las responsables del arribo de los británicos a Magallanes, mayoritariamente escoceses provenientes de las Malvinas. 

Los ovinos

Para la instalación de una empresa ganadera en Santa Cruz era fundamental la obtención de ovejas por lo que se recurrió, en primer lugar, a traerlas de las Malvinas lo que tenía la doble ventaja de la cercanía geográfica y el hecho de que ya estaban adaptadas al clima. Por eso podemos decir que, además del aporte humano, las Malvinas contribuyeron con una raza de origen inglés adaptada a la región austral, la malvinera. Las primeras razas radicadas en las Islas fueron la Cheviot y Southdown y luego llegaron la Romney Marsh, Lincoln, Merino, Corriedale, Border Leicester y Shropshire. En la década de 1920 las razas predominantes eran la Romney Marsh y la Corriedale. En las dos últimas décadas del siglo XIX el sobrante de ovinos malvineros comenzó a ser exportado al territorio de Santa Cruz. En 1886, Herbert Felton trajo ochenta ovejas malvinenses y, en 1889, lo hizo Donald Munro. 

El capitán alemán Hermann Eberhardt, propietario de la estancia "Chimen Aike" compró seiscientas borregas en Malvinas y en el traslado al continente en la goleta “Ripling Wave” —durante veinte días— fueron cuidadas y alimentadas por Scott. Como recuerda "Douggie" Scott: El capitán Eberhardt había comprado seiscientas borregas en Malvinas y el abuelo Scott —casado con una malvinera, Sara Betts— tomó la changa de cuidarlas en la travesía a bordo de la histórica goleta “Ripling Wave”. No solo había que cuidar los animales a bordo, sino que también debía alimentarlos. Scott pidió hacer un alto en una de las últimas islas antes de llegar al continente y recolectaron el pasto suficiente, especie de mogote-coirón, para que las borregas vinieran raboneando algo más que el agua. Así fue como los animales llegaron sanos después de casi veinte días de viaje. Si bien Eberhardt no conocía a Scott, sabía por comentarios de otros pobladores que era una persona responsable y contaba con buenos conocimientos por su experiencia en Malvinas y lo que antes había aprendido en Escocia como pastor de ovejas. 

La arquitectura

Un aspecto destacado a la hora de señalar las conexiones entre Santa Cruz y las Islas Malvinas es el de la arquitectura. La intervención del hombre en la construcción de su propio hábitat está siempre orientada a transformar la naturaleza para adaptarla a sus necesidades, es un esfuerzo notable de “culturización” del espacio. El mayor o menor éxito de esa transformación está dado por la capacidad de interpretación de los mensajes que llegan desde el ambiente, de manera de aprovecharlo sin llegar a producirle agresiones irreparables. La vastedad del territorio, las características de un suelo poco productivo y la rigurosidad climática constituyeron condicionantes naturales que requirieron respuestas particulares. De allí la calidad distintiva de la estancia patagónica, destacada por Ramón Gutiérrez, como consecuencia de esos requerimientos ambientales que “obligan a una rigidez tal que el asentamiento de la estancia adquiere las características de un verdadero refugio que debe tener los requisitos básicos de la autosuficiencia”. A ello se suman las condiciones de aislamiento en un territorio prácticamente despoblado. 

Tipológicamente, estas obras corresponden a la arquitectura funcionalista que, en nuestro país, llegó a soluciones admirables, fuertemente ligadas a la influencia inglesa dada la preponderancia política, económica y social que ese país ejerció durante la etapa de consolidación nacional y hasta las primeras décadas del siglo XX. Podría decirse, a modo de simplificación que, mientras Francia influyó en el diseño de los edificios ligados a la cultura, Gran Bretaña hizo lo suyo en la solución de estos nuevos requerimientos productivos y en el sistema ferroviario, a raíz de su rápido desarrollo industrial.  

Desde Inglaterra llegaban a la Patagonia austral los capitales, los productos, las técnicas y las ideas. En la región de Santa Cruz se adoptó un sistema constructivo que responde a los nombres de shingle style y balloon Frame. Sus características de facilidad de montaje y armado y la reducida cantidad de materiales utilizados —madera, chapa y clavos— explican su eficacia y difusión en los Estados Unidos y Gran Bretaña. También ofrece la posibilidad de intercambiar partes y funciones, dotándolo de una característica de suma importancia como es la flexibilidad. Como ejemplo se puede citar el caso de las viviendas que se proyectaban y construían con una galería exterior semicubierta.  

Esta galería, en las viviendas construidas en climas tropicales yo cálidos, servía como lugar fresco y de sombra para las habitaciones que se abrían hacia ese espacio. Esta misma vivienda construida en climas patagónicos cumplió la misma función, pero con la diferencia de no ser abierta sino cerrada, con paños de vidrio que la transformaban en un lugar receptor de luz y calor, sumamente confortable.  

Como dato ejemplificador, en 1894, en Río Gallegos, había entre veinte y treinta casas y galpones de zinc, sin pintar, los que, según relatos de Siewert, eran obras “sin arquitectura […] se oyen casi exclusivamente voces inglesas y se cree uno llegado a Old England o por lo menos a las Malvinas. Con excepción de los empleados de la Capitanía, todo es inglés: dinero, ovejas, idioma, bebidas, ladies and gentlemen. 

La conexión religiosa entre Santa Cruz y las Islas Malvinas 

Un hecho interesante en este análisis de las relaciones entre Santa Cruz y las Malvinas es la conexión religiosa llevada a cabo por la tarea de la Obra de Don Bosco, tanto de los sacerdotes salesianos como de las religiosas de María Auxiliadora.  

Desde que España se hizo cargo de las Malvinas, en 1767, hubo siempre un sacerdote católico a cargo de la población. El primero fue el mercedario Fray Sebastián Villanueva. Durante la comandancia de Luis Vernet y los primeros veinte años después de la usurpación británica iniciada en el año 1833 estuvo vacante la Capellanía. En 1853, los irlandeses residentes consiguieron un sacerdote, Lorenzo Kiewin, y, en 1873, lograron levantar la iglesia de Stella Maris. Sucediéronse varios capellanes irlandeses hasta 1885 en que vuelve a quedar vacante la iglesia malvinera.  

El 16 de noviembre de 1883 el papado creó el Vicariato Apostólico que abarcaba la Patagonia septentrional y central con los centros misioneros de Viedma y Patagones, y la Prefectura Apostólica de la Patagonia Meridional y Tierra del Fuego, que comprendía los territorios australes de la Argentina y Chile junto con las Islas Malvinas bajo la responsabilidad de José Fagnano y cuya sede se estableció en Punta Arenas que era el único centro urbano importante. Ambas circunscripciones dependían directamente de la Congregación de la Propagación de la Fe. En 1897, el Papa León XIII mantuvo ambas jurisdicciones, pero disponiendo que los territorios de Tierra del Fuego, Santa Cruz, Chubut y Río Negro pasaban a depender de la Arquidiócesis de Buenos Aires, mientras que los de Neuquén y La Pampa quedaban bajo jurisdicción de las diócesis de Cuyo y La Plata, respectivamente. En el año 1909, se disolvió el vicariato y se crearon, en su lugar, las Vicarías Foráneas de Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego —dependientes del Arzobispado de Buenos Aires—, Patagones y La Pampa —del Obispado de La Plata—y Neuquén —del Obispado de Cuyo—. En la década del cuarenta se conformaron las Inspectorías de San Francisco de Sales que incluía los territorios de Santa Cruz, Tierra del Fuego e Islas Malvinas, cuya sede estaba en la ciudad de Buenos Aires y la de San Francisco Javier que incluía a Chubut, Río Negro, Neuquén y La Pampa y cuya sede estaba en la ciudad de Bahía Blanca. 

Debido a estas disposiciones del papado, el Vaticano urgió la intervención de los salesianos y por ese motivo Monseñor Fagnano —quien hasta su muerte en 1916 manifestó una preocupación permanente por la misión salesiana de Malvinas— desembarcó en las Islas el 19 de abril de 1888 y dejó como capellán al Padre Diamond. 

Entre ambos restauraron la vieja capilla, bautizaron a los niños, regularizaron los matrimonios celebrados ante el pastor anglicano y administraron los sacramentos. El Padre O’Grady estuvo a cargo de la capilla entre los años 1890 y 1900. El Padre Diamond regresó entre 1900 y 1905, hasta que fue reemplazado por el sacerdote Mario Luis Migone, de nacionalidad uruguaya y formado en la Argentina. Migone fundó una escuela, fue profesor de castellano, instaló la primera usina eléctrica, introdujo el primer cinematógrafo en las Islas, ayudó a los pobres, socorrió a las víctimas de la guerra y fue un celoso defensor de la soberanía argentina en sus treinta y tres años de vida malvinera.  

Desde 1907, tuvo como poderoso auxiliar al colegio de las Hijas de María Auxiliadora. Su muerte acaeció el 1º de noviembre de 1937. Tanto amó al archipiélago que deseó vehementemente morir allí y ser enterrado en esa tierra.  

Por su parte, la religiosa María J. Ussher, después de realizar una meritoria labor en las Malvinas, durante treinta y cinco años, murió en Buenos Aires en 1949.  

La presencia salesiana se dedicó a la cada vez más reducida población católica y nunca pretendió la evangelización de los protestantes. En la primera etapa, los sacerdotes se encargaron de atender a la población de Puerto Stanley y visitar a las familias católicas del campo. Durante su larga estadía en las Islas, Migone se dedicó casi exclusivamente a los feligreses de Puerto Stanley y las Hermanas realizaron una importante tarea educativa en su escuela para ambos sexos. Esta se sostenía económicamente —además de las limosnas y actividades realizadas por la Congregación para recaudar fondos— por los aportes de compañías privadas: la Compañía Malvinera, la Casa Williams y la Falkland Islands Co. También se planteó la posibilidad —por medio de becas— que los alumnos continuaran sus estudios secundarios en Punta Arenas.  

La etapa final de la presencia salesiana en Malvinas concluyó con el cierre de la Misión. En primer lugar, las Hermanas finalizaron su actividad en el año 1942 y se quedaron los sacerdotes Hugo Drum hasta 1947 y Juan Kenny hasta 1952, respectivamente. En ese año el Visitador Modesto Bellido dio la orden de liquidar los bienes de la Misión y designó al sacerdote irlandés James Ireland para atender a los pocos católicos.  

Aunque no es tema de nuestro análisis podemos considerar que, a nivel religioso, el territorio de Tierra del Fuego también tuvo una conexión particular con las Malvinas ya que, además de la presencia de la Obra de Don Bosco, las misiones anglicanas que evangelizaron a los indígenas del archipiélago fueguino tenían su centro en Puerto Stanley.  

La repercusión de la Guerra de las Malvinas en la comunidad de Santa Cruz  

Si bien la relación entre la comunidad británica de las Malvinas y la santacruceña se fue atenuando paulatinamente debido al cese del ingreso de pobladores provenientes de esas islas —aunque en muchos casos se mantuvieron las relaciones entre las familias—, podemos considerar que el corte definitivo de esos contactos se produjo con el estallido de la guerra entre Gran Bretaña y la Argentina por el dominio de esta en 1982.  

Analizaremos en este espacio la repercusión de la guerra en la comunidad santacruceña en general, focalizándonos en las zonas que estuvieron históricamente más conectadas con las Islas como Río Gallegos y San Julián y, en especial, la repercusión en la comunidad descendiente de británicos. Utilizaremos para ello, fundamentalmente, los ricos testimonios orales recabados.  

La Guerra de las Malvinas debe ser comprendida en el marco de la dictadura militar implantada desde el 24 de marzo de 1976 que, ya en el año 1981, estaba mostrando profundas grietas en su consolidación resultado del fracaso del proyecto económico, el desprestigio del Gobierno, la débil unidad de las Fuerzas Armadas y el despertar de la sociedad civil. El General Leopoldo Fortunato Galtieri —que había asumido la presidencia de la Nación el 22 de diciembre de 1981— tuvo como uno de sus principales objetivos el recuperar el prestigio perdido y por ese motivo embarcó a su gobierno y a toda la Argentina en la Guerra de las Malvinas.  

El desembarco en las Malvinas, el 2 de abril de 1982, cambió el escenario político existente de manera favorable para el gobierno militar ya que conmovió al país y unificó a la mayoría de los sectores sociales y las agrupaciones políticas detrás de la reivindicación histórica. Pero, lamentablemente, la Guerra fue encarada sin ninguna preparación militar y con una errónea apreciación sobre la postura que tomarían los Estados Unidos y las principales potencias europeas, ya que se ignoró que el país americano priorizaría su apoyo a su principal aliado europeo en la OTAN —Gran Bretaña— antes que la posibilidad de hacerlo con la Argentina en cumplimiento del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca y lo mismo ocurrió con muchos países europeos.  

Por ese motivo, a pesar del apoyo brindado por numerosos países en los foros internacionales y la acción desempeñada por los combatientes, el 14 de junio la Argentina debió rendirse ante Gran Bretaña. Los analistas políticos coinciden en que este hecho —que Galtieri atribuyó a la superioridad material de Gran Bretaña y al apoyo logístico de los Estados Unidos— significó el inicio del fin de la dictadura militar. 

La repercusión en la comunidad santacruceña en general  

En Río Gallegos y en San Julián estaban instaladas las bases aéreas desde donde partían los aviones hacia Malvinas y en muchas de las localidades costeras de la provincia en las bases militares existentes —Puerto Santa Cruz, Puerto Deseado y Piedrabuena además de las ya citadas— se alojaron los soldados antes de partir hacia las Islas. La precariedad de las instalaciones aeroportuarias hizo que se tuvieran que buscar alternativas, como la instalación de planchas de aluminio en la pista de carreteo en San Julián y la utilización de parte de la Ruta Provincial N.º 5 en la zona de Güer Aike. Esta convivencia con los integrantes de las Fuerzas Armadas y la creación de organismos —como las Juntas Municipales de Defensa Civil que integraban la red provincial de Defensa Civil— y el fortalecimiento de la red de radioaficionados y de las filiales de la Cruz Roja hizo que la población civil siguiera más de cerca el desarrollo de la guerra, tuviera conciencia de las mentiras de los partes oficiales en lo referido a las bajas en la contienda y, si bien muchos se mostraron sorprendidos por el desenlace el 14 de junio, no fueron tomados tan de sorpresa como el resto de los habitantes de la Argentina.  

Los testimonios recogidos de quienes vivieron la guerra en Santa Cruz —independientemente de la edad y la ocupación del momento— coinciden en la expresión de los sentimientos que provocó la contienda.  

“Momentos difíciles y de mucha angustia” expresa un maquinista del tren que unía Río Gallegos con Río Turbio y agrega E. G. —madre de familia— “lo que pasamos fue espantoso, fue muy angustiante, no sabías qué iba a pasar en cada momento […]. Después de todo lo pasado, ya no me asusta nada. La gente de Río Gallegos no se olvida más.  

El mismo temor y la incertidumbre eran sentidos también por los niños y adolescentes de Río Gallegos como recuerda N. que contaba con doce años y que tiene también muy presente la Guerra de las Malvinas: Los simulacros en el colegio, los toques de queda, los sonidos que aún hoy recuerda, el silencio sepulcral día y noche cuando solo se escuchaba la usina, el ruido de las sirenas sin saber qué esperar. Estar acostada en la cama pendiente de cualquier ruido. Saber que habían salido cuatro aviones y regresado solo dos, que algún conocido no había vuelto, gente que veía todos los días y que no volvía. El vivir como encerrados y espiando por una rendija esperando ver avanzar a los ingleses. Sensación de desembarco en Río Gallegos y que ya estaban allí. Se dormía pensando que al despertar iban a ver en la plaza la bandera inglesa. Recuerda que Prefectura dijo que tres soldados habían desembarcado cerca de Río Gallegos: un español, un argentino y un inglés, y que los mataron. Agrega que nunca vio cielos nocturnos tan diáfanos como durante la guerra de las Malvinas.  

En algunos casos, las familias optaron por enviar a sus hijos a los hogares familiares lejos de Santa Cruz en los aviones que el Ejército había puesto a su disposición, como había ocurrido cuando se avecinaba la guerra con Chile, pero otras utilizaron medios alternativos como Raúl y Ana Heredia que, en los primeros días de la guerra, decidieron que fueran por seguridad a Punta Bandera donde la empresa familiar tenía un obrador. Lo hicieron junto con las madres y los niños de otras familias amigas, pero la falta de infraestructura adecuada —que era disfrutada como una aventura por los niños— a los pocos días impulsó a las mujeres a decidir el regreso a la ciudad.  

Muchas de las familias de Río Gallegos como de San Julián, se convirtieron en hogares sustitutos de los soldados y pilotos que estaban designados para partir a la guerra. Les proporcionaban cariño y contención psicológica, y les brindaban facilidades de orden práctico como una comida “maternal”, atención religiosa, esparcimiento, la posibilidad de bañarse y de hablar por teléfono con la familia lejana.  

Pero frecuentemente los intentos para distenderlos fracasaban ya que “les era prácticamente imposible salir del tema bélico y hablar de otra cosa”.  

La falta de información sobre los sucesos bélicos hacía que los hechos fueran sentidos con más temor. Como fue el caso de la bomba que fue arrojada en la ría local según lo relata Raúl Heredia: Ese mismo día estábamos justo en Rotary, haciendo un chocolate para doscientos cincuenta soldados. Me acuerdo de que cuando la bomba cayó algunos se largaron a llorar. Era un avión A-4 que venía de las Islas y no conseguía desprender una de las bombas que llevaba, entonces tampoco podía aterrizar porque dañaría la pista. En un último intento el piloto logró arrojarla en la ría, frente a la ciudad, de lo contrario iba a eyectarse. En un primer momento, la conmoción y el alboroto nos sobrepasaron, además que no sabíamos si era un bombardeo ni de qué bando era el avión. Un rato después nos fuimos enterando de las noticias.  

Recuerda E. G.: Se enteró del desembarco de ingleses cerca de Río Gallegos y que los habían matado. Tenía temor por la invasión de los ingleses. Compraban provisiones para tener por si bombardeaban la ciudad, también había que guardar el agua. Se acuerda de la ventana de su casa y de la nieve y que le decía a su marido que iban a ver llegar a los ingleses.  

La solidaridad de los habitantes de Santa Cruz con los protagonistas de la Guerra de Malvinas fue reconocida y agradecida por ellos. Como recuerda Ana Lamor de Heredia que acogió a muchos soldados en su vivienda. Una vez que terminó la guerra fuimos recibiendo muchas cartas de los mismos soldados o de sus familias agradeciéndonos lo que habíamos hecho y les hemos respondido. Es poco, todo es poco lo que se hace en una guerra, pero nos hicieron sentir muy orgullosos […] Me hubiese gustado volver a verlos, quizás cuando viajaban otros contingentes a las islas, pero no volvimos a verlos. En un viaje hemos visitado a Moraco en Junín dentro del Regimiento 101 de artillería. Fue una gran alegría vernos otra vez.  

Ese agradecimiento se sigue manifestando varios años después, como lo expresó en una disertación brindada en Río Gallegos, en el año 2012 el Capitán Luis Cervera, quien manifestó: … sacando lo fuerte y cruel que es la guerra, la vivencia que uno rescata es que la ciudadanía de Río Gallegos compartió la guerra, la vivió en carne propia, con oscurecimientos y un montón de cosas que tuvieron que vivir, con sirenas, alarmas de bombardeo y, en este sentido, la ciudad comprendió y nos acompañó mucho […] Nosotros estábamos parando en el hotel "Santa Cruz", iban a visitarnos, estaban con nosotros, gente que nos llevaba tortas para compartir a la noche, personas que nos invitaban a sus casas, se amalgamó mucho con nuestra actividad, y realmente fue algo muy importante porque estábamos solos, lejos de la familia, en un momento muy duro, y eso hizo la gente de familia, por eso estamos acá […] Agradecemos a los ciudadanos de Río Gallegos, estamos presentes, ellos nos tienen presentes, y una vez más nos acompañan para rendir este homenaje. 

Por su parte el Concejo Deliberante de Río Gallegos sancionó el 12 de abril de 2012 una Resolución en la que reconoce la labor desempeñada por Ana Lamor de Heredia durante la guerra, “por su enorme aporte humano para con los soldados establecidos en nuestra ciudad en la Guerra de las Malvinas”. 

La repercusión de la Guerra de Malvinas en los descendientes de británicos 

En el caso de la comunidad británica de Santa Cruz, si recordamos los lazos que tuvo en los comienzos de su instalación en el territorio de Santa Cruz con las Islas Malvinas, ya que de allí provino una importante corriente pobladora y de allí también arribó una raza de ovinos, es comprensible que esta guerra fuera sentida especialmente por sus integrantes a pesar de que, luego de varias generaciones de nacidos en este suelo, se sintieran más argentinos que británicos.  

Pero a pesar de este sentimiento de pertenencia a la Argentina, ante los ojos de parte de la comunidad santacruceña los descendientes de los pobladores británicos eran sentidos como súbditos de la nación agresora por lo cual sus testimonios respecto a su vivencia de ese período están cargados de tristeza y de extrañeza ante una postura hostil que consideraban injustificada. Esta situación ambivalente dejó, en un primer momento, perplejos a los miembros de la colectividad británica y con el sinsabor de sentimientos encontrados a lo que se sumó el pesar experimentado —como todos los habitantes de Santa Cruz— ante la muerte en combate de los soldados argentinos.  

Entre los testimonios representativos de estos sentimientos podemos citar los de Amy Beecher quien “durante la Guerra de Malvinas no dudó en reconocerse naturalmente argentina, más allá de sus orígenes, el orgullo familiar y una fuerte tradición, aunque mucha gente vio, desacertadamente, a los ‘gringos’ lugareños como enemigos”.  

Recuerda Roberta Lambert: … cuando fue la guerra de Malvinas, papá se sintió humillado porque la gente cambió el trato hacia su persona. Anteriormente, el hecho de ser inglés era un símbolo de seriedad y confiabilidad en cualquier emprendimiento comercial, laboral o social y luego de Malvinas, ser un inglés o un "gringo", pasó injustamente a ser mala palabra.  

Relata Yolanda Bertrand de Jamieson: Durante la Guerra de Malvinas en 1982, papá vivió una experiencia interior bastante conflictiva porque él había nacido en Gobernador Gregores donde transcurrió su infancia y su juventud, fue educado en Buenos Aires y vivió muchos años en Malvinas; entonces lamentó muchísimo una guerra tan absurda cuando todos sabían que Gran Bretaña estaba próxima a entregar las Islas a la Argentina.  

Jorge Jamieson —a cargo en ese momento de la presidencia del Club Británico— recuerda: Una vez declarada la guerra decidí llamar a los medios de comunicación locales para que difundieran un acto [realizado en esas instalaciones] en el que leí un discurso donde mencioné que seguramente estábamos viviendo un momento muy similar a lo que debió haber sido en 1808, 1809 y 1810, cuando los mayores se sorprendieron de que sus hijos quisieran separarse de la madre patria y de ahí en más nacía la nación Argentina. A continuación, bajé el cuadro con el retrato de la reina y coloqué, en el mismo lugar, el de San Martín. Eso fue impactante. La gente entendió que muchos éramos descendientes de británicos, pero sobre todo argentinos. Hubo quienes quisieron cambiar el nombre del Club y me opuse porque entendía que debíamos ser sensatos, pero de ninguna manera renegar de nuestros orígenes. Una noche robaron la placa original donde se leía "British Club" e hicimos una nueva con el nombre de "Club Británico". 

Por su parte, la actividad del Club Británico decayó notablemente debido al malestar popular porque algunas personas veían asociada a la colectividad británica o a sus descendientes con el enemigo. Como testimonia un socio no británico, si bien durante la Guerra de las Malvinas hubo algunas rispideces —aunque leves— no recuerda que hubieran renunciado socios. Debemos recordar que la situación interna de este Club también se había hecho eco de conflictos desarrollados en Europa como las dos guerras mundiales.  

Como una de las consecuencias de la guerra de Malvinas podemos mencionar el cierre del Viceconsulado honorario británico de Santa Cruz.  

Años después de la finalización de la guerra, en 1987, el coordinador del tema Malvinas de la Cancillería argentina, Coronel retirado Luis Balcarce, le ofreció a Yolanda Bertrand de Jamieson viajar a los Estados Unidos para participar de la misión argentina ante la Organización de las Naciones Unidas que solicitaba al Comité de Descolonización que Gran Bretaña se sentara a dialogar con la Argentina por la cuestión de Malvinas. Yolanda Bertrand viajó con Luis Vernet, descendiente directo del primer gobernador de las Islas Malvinas.  

Luego del discurso del representante de Malvinas, Yolanda Bertrand —que se sintió muy honrada al ser elegida por su historia familiar para representar a su país en tan importante acontecimiento internacional— leyó el suyo que versó sobre la vida de su familia en la Argentina, el respeto del país por su religión, la relación de las Islas Malvinas con la Patagonia argentina y la necesidad de reestablecer contactos aéreos desde Río Gallegos a las Islas. El resultado de este discurso fue que los votos se volcaron a favor de la Argentina y, hasta la fecha, se mantiene esta postura que permitió que el Comité de Descolonización instara a Gran Bretaña a sentarse a conversar con nuestro país sobre el tema Malvinas.  

Asimismo, Juan Douglas "Douggie" Scott y James Lewis, descendientes de malvineros, también viajaron a la ONU año tras año para mantener la postura argentina. Algo similar ocurrió con Guillermo Clifton, nieto de un malvinero llegado a Santa Cruz luego de la Primera Guerra Mundial, quien conserva familiares en las Islas con los cuales se mantiene en contacto y fue peticionante en el Comité de descolonización de la ONU.  

El aventurero itinerario de un barco  

Como dato anecdótico de la relación entre Santa Cruz y las Islas Malvinas podemos mencionar el caso de un barco que, como decimos en el título, tuvo un “aventurero itinerario”. Originalmente el "Ketch ‘Feuerland" —también llamado "Holzpantine" y erróneamente calificado como goleta— perteneció a Gunther Plüschow, capitán de la Armada Imperial alemana, quien lo había hecho fabricar expresamente en el puerto de Büsum (Alemania) para utilizarlo en su recorrido entre 1927 y 1929 por la región austral argentino-chilena. Luego de venderlo en 1929 a John Hamilton, Plüschow regresó nuevamente a la Patagonia donde murió en enero de 1931 debido a un desperfecto mecánico de su avión —el "Cóndor de Plata"— cerca del Lago Rico.  

John Hamilton —a quien ya nos referimos— era un ovejero con propiedades en la zona de Río Gallegos y en el archipiélago de Malvinas (las islas de Weddell, Beaver, Passage y Saunders). Utilizó el navío de Plüschow —al que bautizó Auxiliary Ketch Penelope— en la navegación entre sus establecimientos isleños. Hamilton murió en 1945 y lo heredó su hija Penélope. En 1949, el barco fue entregado al Servicio británico de exploración antártica, pero finalmente se continuó utilizando para la navegación entre las islas transportando gente, ganado y otros materiales. En 1952, este Servicio lo vendió al estanciero Jim Lee, dueño de la isla Sea Lion. En 1967 fue comprado por la Falkland Islands Co continuando con sus actividades habituales. Al comenzar la Guerra de Malvinas, fue decomisado por la Armada argentina, en mayo de 1982, quien le asignó siete tripulantes, entre ellos, el conscripto Roberto Herrscher en calidad de intérprete por sus conocimientos del inglés. Luego de finalizada la guerra, en 1989 la Falkland Islands Co lo vendió a Finlay y Bob Ferguson. Posteriormente, en el año 2006, Bernd Buchner —un apasionado admirador de las hazañas de Gunther Plüschow— compró el “Penélope” a quien era su propietario desde el año 1993 —Michael Clarke—, le devolvió el nombre original y lo trasladó al puerto de Hamburgo —a donde llegó en julio de 2008— para que permaneciera en el museo de barcos antiguos Ovelgöne.  

Algunas conclusiones

Como fuimos analizando, el territorio Nacional de Santa Cruz tuvo desde sus inicios en la década de 1880 una relación muy estrecha con las Islas Malvinas producto de su cercanía geográfica con el archipiélago y su propia historia demográfica, cultural y ganadera.  

Durante mucho tiempo, existió una idiosincrasia común entre malvineros y patagónicos, un permanente intercambio entre las Islas, Santa Cruz y Magallanes, además de un mismo paisaje, clima e imaginario colectivo. Sin embargo, los cambios políticos, económicos y sociales que se iniciaron en la provincia de Santa Cruz, a partir de la mitad del siglo pasado, fueron mellando esa relación.  

La Guerra de Malvinas significó una ruptura violenta y dolorosa en las relaciones entre Malvinas y Santa Cruz. Esta fue sentida muy especialmente por los integrantes de la comunidad británica santacruceña, muchos de los cuales eran descendientes de malvineros y conservaban parientes en el archipiélago con los que, en algunos casos, tenían frecuentes contactos. La guerra interrumpió o, en el mejor de los casos dificultó, el mantenimiento de los lazos familiares.  

Además, el hecho de que en Río Gallegos y en Puerto San Julián estuvieran las bases aéreas de donde partían los aviones que participaban en la guerra y que hubiera en Río Gallegos soldados en espera de viajar a las islas, hizo que la convivencia de la sociedad local con los pilotos y soldados le diera al conflicto bélico otra trascendencia y que se sintieran muy de cerca los sufrimientos que trajo aparejados.  

Nos propusimos analizar, a través de documentos escritos y testimonios orales, aspectos de la historia de Santa Cruz que mostraban la relación existente con las Malvinas y señalar el hecho de que para nuestra provincia las Islas tuvieron una identificación muy particular y muy distinta a la mantenida por el resto de la Argentina.  

De esta manera deseamos contribuir —desde la historia de la Patagonia Austral— a enriquecer el análisis de la relación entre las islas Malvinas y el resto de la Argentina y promover la posibilidad de reanudar las relaciones entre ambas poblaciones que fueron interrumpidas violentamente en el año 1982.

 

Notas

1 - Si bien Elsa Mabel Barbería en Los dueños de la tierra en la Patagonia Austral. 1880 - 1920. Río Gallegos, Universidad Federal de la Patagonia Austral (1995) ubica su finalización en el año 1925, el historiador magallánico Mateo Martinic señala el año 1943 como de efectiva disolución de la esta (Citado por Susana Bandieri, en “La Patagonia: mitos y realidades de un espacio social heterogéneo”; en (coord.) Jorge Gelman, “La historia económica argentina en la encrucijada. Balances y perspectivas.” Buenos Aires, Prometeo Libros. 2006. p. 390).

2 - Elsa M. Barbería, Op. cit. pp. 97, 172; aportes de Edward Halliday. 2011. El concepto de ‘cadenas migratorias o de llamado’ tiene una larga tradición en el mundo anglosajón; John y Leatrice Mac Donald, ya desde la década de 1960 definen la cadena como “el movimiento por el cual los migrantes futuros toman conocimiento de las oportunidades laborales existentes, reciben los medios para trasladarse y resuelven su alojamiento y su empleo inicial por medio de sus relaciones sociales primarias con emigrantes anteriores”. Hernán Otero, “Redes sociales primarias, movilidad espacial e inserción social de los inmigrantes en la Argentina. Los franceses de Tandil, 1850-1914”; en María Bjerg y Hernán Otero, Hernán comp. “Inmigración y redes sociales en la Argentina moderna”. Tandil, CEMLA – IEHS. 1995. pp. 81-105 y pp. 89- 90.

3 - Elsa Barbería, Op. cit. pp. 54-56.

4 - Al respecto afirmaba Reginald Lloyd, en 1911, que “hombres de las dos nacionalidades (escoceses e irlandeses) están más dispuestos que los ingleses a adaptarse al medio y tomar los hábitos y costumbres del pueblo con el que comparten su destino”. Citado por Andrew Graham Yooll. “La colonia olvidada”. Tres siglos de habla inglesa en la Argentina, Buenos Aires, EMECE, 2007, p. 165.

5 - Entrevista de Pablo Beecher a Eric Rudd, 1999.

6 - Testimonios de John L. Blake. 2010. Parte de sus aportes están contenidos en su obra A story of Patagonia, Sussex, T he Book Guild Ltd., 2003.

7 - Entrevista de Pablo Beecher a Juan Douglas “Douggie” Scott.

8 - VV. AA. Centenario de Puerto San Julián. 1901 – 2001. Una ventana al pasado. Provincia de Santa Cruz. Patagonia argentina. 2002. Tomo I. p. 145.

9 - Op. cit., pp. 145-146. Entrevista de Pablo Beecher a Ancel Patterson, 2006.

10 - Aportes de Edwaed Hallyday. 2011.

11 - Entrevista de Pablo Beecher a Anne Hewlett.

12 - Entrevista de Pablo Beecher a Yolanda Bertrand de Jamieson.

13 - Entrevista de Pablo Beecher a Cecilia Alder.

14 - Matero B. Martinic. Los británicos en la región magallánica. Valparaíso, Universidad de Magallanes y Universidad de Playa Ancha de Ciencias de la Educación [s. f.], pp. 78.

15 - Mateo B. Martinic. Op. cit., p. 105. Coincide John Blake en que la evolución del sistema de manejo extenso de ovinos fue responsabilidad de la presencia de británicos como Ernest Hobbs (‘Gente Grande’) y A. A. Cameron (‘Explotadora’) en María de los Milagros Pierini y Pablo Gustavo Beecher Chile, Waldron, Fenton y Wood a ambos lados del Estrecho y Blake en San Julián (Testimonios de John Blake. 2010).

16 - Laurie Nock, “Los Británicos en Magallanes”; Anales del Instituto de la Patagonia. Serie Ciencias Sociales. Punta Arenas (Chile) Vol. 16. 1985-1986. pp. 23-40.

17 - Elsa M. Barbería, Op. cit., pp. 53-54, aportes de Yolanda Bertrand de Jamieson. 2010.

18 - VV AA. Centenario de Puerto San Julián. 190-2001. Una ventana al pasado. Buenos Aires, Imprenta del Congreso de la Nación, 2002, Tomo I, pp. 145, 215; Elsa M. Barbería, Op. cit., pp. 251-252.

19 - Entrevista de Pablo Beecher a Juan Douglas “Douggie” Scott.

20 - Ramón Gutiérrez, Arquitectura y Urbanismo en Iberoamérica, Madrid, Cátedra, 1983, p. 333.

21 - Marcelo Gustavo Cufré y María Marcela Zonaro. “Análisis de la tipología de vivienda patagónica en Río Gallegos”; en Juan Bautista Baillinou. Centenario de Río Gallegos. 1885– 1985, Municipalidad de Río Gallegos, 1985, pp. 136-142.

22 - Carlos Siewert fue un ingeniero agrónomo que realizó mensuras para la estancia Cóndor.

23 - Silvia Mirelman, Liliana Lolich y Julio Fernández Mallo, Arquitectura Pionera de la Patagonia Austral-Capítulos de la historia de Río Gallegos (1885-1940) , Instituto Salesiano de Estudios Superiores.

24 - Juan Carlos Moreno, “En las Malvinas”; Juan E. Belza, Juan. SDB Argentina salesiana. Setenta y cinco años de acción de los hijos de Don Bosco en la tierra de los sueños paternos, Buenos Aires, Talleres Gráficos Buschi, 1952, pp. 182-183.

25 - M. Andrea Nicoletti, Indígenas y Misioneros en la Patagonia. Huellas de los Salesianos en la cultura y religiosidad de los pueblos originarios, Buenos Aires, Continente, 2008, pp. 48-55.

26 - Juan Carlos Moreno, Op. cit., pp. 183.

27 - Ibidem.

28 - Ibidem.

29 - M. Andrea Nicoletti. Una misión en el confín del mundo: la presencia salesiana en las islas Malvinas (1888-1942), Neuquén., 1999, pp. 215-234.

30 - Ibidem.

31 - “El día del desembarco una multitud calculada en diez mil personas se concentró en Plaza de Mayo para celebrar la ‘exitosa hazaña’”. Citado por Hugo Quiroga, “El tiempo del ‘Proceso’”, en Juan Suriano, Dictadura y democracia (1976-2001). “Nueva Historia Argentina, Tomo X”, Buenos Aires, Sudamericana, 2005, pp. 33-86.

32 - Hugo Quiroga, Op. cit., pp. 76-79.

33 - VV. AA. 1901-2001. Centenario de Puerto San Julián. Una ventana al pasado, Tomo I, Buenos Aires, Imprenta del Congreso de la Nación, 2001, pp. 213-214.

34 - IB. pp. 215. Todos los testimonios coinciden en señalar que veían regresar menos aviones que los que partían de las bases aéreas santacruceñas.

35 - Entrevista de Pablo G. Beecher a Esteban Tita, 20/9/2009.

36 - Entrevista de M. Milagros Pierini a E. G. 24/7/2009. Neuquén.

37 - Entrevista de M. Milagros Pierini a N. S. 24/7/2009. Neuquén

38 - Entrevista de Pablo G. Beecher a Raúl Heredia y Anita Lamor, 10/6/2012.

39 - Ibidem.

40 - Entrevista de Pablo G. Beecher a Mabel Tournour y Guillermo Rossi, 14/11/2010.

41 - Entrevista de Pablo G. Beecher a Raúl Heredia y Anita Lamor, 10/6/2012.

42 - Entrevista de M. Milagros Pierini a E. G., 24/7/2009, Neuquén.

43 - Entrevista de Pablo G. Beecher a Raúl Heredia y Anita Lamor, 10/6/2012.

44 - Diario La Opinión Austral, 9/6/2012.

45 - Entrevista de Pablo G. Beecher a Raúl Heredia y Anita Lamor, 10/6/2012.

46 - Debido a las disposiciones de las Fuerzas Armadas, mientras en Comodoro Rivadavia se encontraba instalado el Ejército, en Río Gallegos y San Julián estaba la Fuerza Aérea por lo cual todos los testimonios recogidos hacen referencia a la partida de un número determinado de aviones y el regreso de una menor cantidad.

47 - Testimonios de Pablo Beecher, 25/10/2009.

48 - Entrevista de Pablo Beecher a Roberta Lambert.

49 - Entrevista de Pablo Beecher a Yolanda Bertrand de Jamieson.

50 - Este había sido donado por la Embajada Británica de Buenos Aires el 21 de noviembre de 1977, Libro de Actas del Club Británico.

51 - Entrevista de Pablo Beecher a Jorge Jamieson, 2010.

52 - Entrevista de Pablo Beecher a Jesse Aldridge, 1998.

53 - Entrevista de Pablo Beecher a Yolanda Bertrand de Jamieson.

54 - Ibidem.

55 - Entrevista radial con Patricia Aguirre, LU 12, Río Gallegos, 13/6/2012.

56 - Las apasionantes aventuras de Plüschow y sus compañeros y su admiración por los maravillosos paisajes de la Tierra del Fuego —a la que califica de “país de mis sueños eternos”— están magistralmente descriptas en su obra Sobre la Tierra del Fuego. “En velero y aeroplano a través del país de mis sueños”, traducida al español en 1930 y de la que hay varias ediciones.

57 - A su muerte, en 1987, sus herederos vendieron las islas al gobierno de las Malvinas quien las entregó —en el marco de división de los latifundios y entrega de lotes a pobladores— a la familia Marsh.

58 - Roberto Herrscher, “Los viajes del Penélope”. La historia del barco más viejo de la guerra de Malvinas, Buenos Aires, Tusquets, 2007.

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(*) María de los Milagros Pierini es magíster en Historia y profesora de la Universidad Nacional de la Patagonia Austral (UNPA). Pablo Gustavo Beecher es periodista y pertenece al grupo de investigación de la profesora Pierini en la UNPA.

Fuente: https://www.academia.edu


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