David Morgan piloteó aviones Sea Harrier durante el conflicto de 1982. Derribó dos aviones y dos helicópteros. El 8 de junio se enfrentó en los cielos con Héctor Sánchez. Años después, se conocieron, reconstruyeron la batalla -en la que David mató a dos pilotos- y se hicieron amigos. Este año publicó Cielos Hostiles, que en su versión en español editó un argentino
Por Joaquín Sánchez Mariño
La cara de David Morgan aparece al otro lado de la pantalla. “Good morning”, dice. Tiene los cachetes colorados, el pelo corto. Usa anteojos y lleva camisa celeste y blanca, pero no es un gesto demagogo sino más bien un uso y costumbre inglés: camisa a rayas y modales perfectos.
Es moderado y agradable ahora, pero conoce también la ira, el arrepentimiento, el deseo de matar y lo que es despertar en el infierno. Este hombre que hoy conversa desde Inglaterra acerca de su libro, Cielos Hostiles, es el mismo que en 1982 -a bordo de un Sea Harrier de la RAF (Royal Air Force)- realizó más derribos de aviones argentinos en toda la guerra de Malvinas. Fueron cuatro: dos aviones Skyhawk, un helicóptero Puma y un Augusta.
Las circunstancias en que logró su récord -triste no solo para nosotros sino, dirá, también para él mismo- las relata en el ya mencionado libro, que este año fue publicado en la Argentina (y en español) por la editorial El Cazador. Cualquiera que quiera leer “Cielos Hostiles- El conflicto de Malvinas a través de los ojos de un piloto de Sea Harrier” no tiene más que buscarlo en la librería, pero asombra ver ahora -de vuelta, al otro lado de la pantalla, vestido de celeste y blanco- la calma y la precisión con que Morgan recupera los hechos en su cabeza.
Un argentino es clave en su propia historia. Se trata del piloto Héctor Sánchez, quien volaba un Skyhawk y se enfrentó frente a frente con Morgan en los cielos. Fue el 8 de junio. Morgan vio que cuatro aviones argentinos atacaban un bote de desembarco inglés (lo hundieron, y en el ataque murieron todos los soldados ingleses a bordo), y se llenó de ira. Pronto se lanzó sobre ellos, pensando “ese piloto debe morir”, en relación al que había logrado hundir y matar a sus camaradas. A Héctor Sánchez en cambio no logra derribarlo, y cada uno seguirá caminos separados después de eso, hasta que un día se encontraron y, juntos, reconstruyeron lo que había pasado
Pero eso fue mucho después. Antes, Morgan volvió a su país con estrés postraumático, pasó años desesperando en medio de la noche con pesadillas (una, recurrente, lo situaba a él en medio de un ataque, lo derribaban y caía en un lodazal, del que no podía salir). Su derrotero fue oscuro hasta que decidió hacer algo y contar su historia. De allí nació el libro, y de allí nació también el comienzo de su sanación.
-Le dedica el libro a su familia, que lo apoyó “en los momentos más oscuros”, según escribe. ¿Cuáles fueron esos momentos?
-Creo que el peor momento fue después de que la guerra terminó y yo sufrí algunos severos problemas mentales. Estrés postraumático, como muchas otras personas que también lo sufrieron.
-¿Lo sufrió por mucho tiempo?
-Lo pude tapar al comienzo, y después hubo buenos días y malos días. Y más o menos diez años después decidí que tenía que hacer algo al respecto. Después encontré a una gran terapeuta y ella hizo que las cosas fueran mucho mejor. Y también conocer a Héctor Sánchez fue de gran ayuda.
-Comienza el libro contando una pesadilla que tuvo, y dice que vivió mucho tiempo con ellas. ¿Fue así?
-Sí, a veces venían. Y esa que cuento fue una particularmente mala. Yo nunca me tuve que eyectar afortunadamente, pero estuve cerca un par de veces. El primero de mayo, cuando fui alcanzado por disparos mientras hacía un ataque al aeropuerto en Puerto Stanley, pensé que me iba a tener que eyectar. Pero por suerte no fue necesario, mi avión resistió. Y después, en otra ocasión también pensé que me iba a tener que eyectar porque perdí el control de mi aeronave, pero a último momento pude evitarlo.
-¿Cuáles eran sus sentimientos hacia la Argentina o hacia los argentinos cuando venía hacia Malvinas? Uno imagina que si va a pelear una guerra debe inventarse sentimientos de odio hacia el oponente, cuanto más no sea para sobrevivir. ¿Tenía algo de esto?
-Bueno, ciertamente estábamos muy enojados, pero no había sentimientos de odio en lo absoluto. Creo que sabíamos que si nos hubiéramos encontrado con cualquier piloto argentino en un bar en cualquier otro momento o lugar del mundo hubiéramos sido grandes amigos. Pero como se dio la política, estábamos en lados opuestos. Así que estábamos enojados de que las islas hubieran sido invadidas. Pero no había odio.
-¿En su cabeza iban a “recuperar” las islas?
-Sí, exactamente.
-Su padre fue piloto de la RAF en la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué le dijo cuándo fue usted quien tuvo que ir a la guerra?
-Bueno, no tuve tiempo de despedirme, porque tuve que irme muy rápido. Pero nos mandamos muchas cartas durante el tiempo que estuvimos allá. Creo que él estaba nervioso, para empezar, y un poco envidioso también de que yo pudiera estar involucrado en una guerra, que hacía muchos años que él no podía estar en una. Él voló Seafire en la Armada (que eran el equivalente a los Spitfire).
-¿Le dio algún consejo antes de la guerra o en las cartas?
-Hablamos mucho. Yo había incluso volado con él en la Armada cuando entré, y después volamos juntos en algunas otras ocasiones. Así que habíamos hablado de volar.
-Cuenta en el libro que había sido entrenado para atacar, para pilotear, para llevar adelante misiones, pero no había sido entrenado para matar a alguien o para que alguien quisiera matarlo. ¿Cómo fue ese aprendizaje?
-Fue muy interesante porque nadie allá de quienes fuimos había visto acción en lo absoluto. Nadie había estado en combate, con la excepción del Capitán del Hermes, que había volado Seahawk en otro conflicto. Así que era algo muy nuevo para todos, y estábamos muy nerviosos al principio. Y después de nuestra primera misión, todos estaban muy exaltados. Y tras eso se fue haciendo más fácil cada vez por un par de días, hasta que nos acostumbramos. Psicológicamente hablando, todos lo vivimos y lidiamos con ello de diferentes maneras. Yo en lo personal iba a mi camarote y escribía poesía.
-Usted fue el piloto inglés con más derribos en Malvinas, ¿cierto?
-Sí. Derribé dos Skyhawk en la tarde del 8 de junio, un helicóptero Puma y un Augusta 109 en el 23 de mayo creo.
-¿Cómo se siente al respecto? ¿Orgulloso? ¿Culposo? ¿Las dos?
-Orgullo profesional por haber sido capaz de hacerlo, pero muy mezclado con remordimiento. Especialmente con los helicópteros, porque yo había sido piloto de helicóptero y sabía cómo era. Pero me puse muy muy feliz cuando me enteré, tiempo después, de que toda la tripulación del Augusta había sobrevivido. Con los Skyhawk el 8 de junio fue diferente porque los encontré atacando una de nuestras lanchas de desembarco y estaba muy enojado. Eran cuatro aviones. Cuando derribé al primer avión con un misil, yo estaba extremadamente feliz, y después derribé al segundo y estaba aún más feliz. Y después, cuando el piloto del segundo avión se eyectó y vi su paracaídas pasando por arriba de mi cabeza, tuve un enorme sentimiento de empatía, y estaba muy feliz de que se las había arreglado para eyectarse, aunque supe después que no sobrevivió (NdR: se trataba del piloto Danilo Rubén Bolzán). Y después estaba enojado otra vez cuando peleaba con el tercer avión. Así que las emociones iban cambiando hacia adelante y hacia atrás, y creo que eso causó mis problemas psicológicos después, el enorme cambio de las emociones.
-¿Se sintió comprendido de regreso en Inglaterra? Porque imagino que su gente lo trataba como a un héroe pero no sé si eran conscientes de estos dos lados que vivían dentro suyo.
-Tuvimos mucha suerte porque todo Inglaterra estuvo detrás nuestro y nos trató extremadamente bien cuando volvimos a casa. A diferencia de los argentinos que pelearon en las islas, que no fueron bien tratados en lo absoluto, lo cual me produce una enorme pena. Con nosotros todos eran muy complacientes, y cuando empecé a tener problemas psicológicos, una vez que lo admití, fui muy bien ayudado.
-¿Cómo fue que un día decidió conocer algunos ex combatientes argentinos?
-Una vez volé con un argentino llamado Maxi Gainza, que vivía en Londres y era un periodista de aviación. El vino a mi base y voló conmigo en un Harrier. Y me dijo que él había volado con Héctor Sánchez en Argentina. Me preguntó si quería conocerlo. Yo no estaba seguro en ese momento, habían pasado pocos años de la guerra y no estaba seguro. Pero después, en 1993, Héctor estaba en el Medio Oriente como parte de las fuerzas de paz, y él iba a estar en Inglaterra con su mujer por una semana en su camino de regreso a la Argentina. Y Maxi Gainza me preguntó otra vez si quería conocerlo, habían pasado más de diez años de la guerra así que acepté y nos encontramos en Londres. Y después vino a quedarse conmigo en Somerset. Y nos emborrachamos mucho, y a eso de la 1 de la madrugada agarramos un mapa y dos lapiceras de colores y dibujamos nuestro enfrentamiento del 8 de junio, para reconstruirlo.
-¿Hoy lo considera su amigo?
-Sí, mucho. De hecho, hace dos años nos encontramos en las islas y pasamos unos días juntos allá.
-¿Hubo en algún momento, tal vez al comienzo, alguna tensión, algún sentimiento negativo?
-Para nada. Sus primeras palabras fueron: “no te preocupes David, los dos estábamos haciendo nuestro trabajo”. Y nunca hubo ninguna tensión entre nosotros.
-Habla en el libro del ataque al buque argentino Narwal, y critica algunas de las acciones cometidas por sus compañeros. Específicamente el ataque a dos balsas salvavidas en las que la tripulación intentaba sobrevivir luego del hundimiento, y a las que unos pilotos ingleses dispararon. Usted estuvo en el ataque al Narwal pero critica esta acción. ¿Cómo fue?
-Yo estaba muy molesto porque ya nos habíamos asegurado de que el buque no pudiera ir a ningún lugar, y estos dos pilotos -sin ninguna autorización- atacaron otra vez. Para ser justos, era muy difícil ver que habían puestos los botes salvavidas en el agua, y atacaron igual y algunos de los botes fueron alcanzados y dañados. Ellos no tenían idea de que los botes estaban ahí, pero igual hubo una investigación muy veloz y fueron llevados a un costado al regresar al portaaviones y se los castigó y explicó que eso no puede pasar.
-¿Qué puede decir de los pilotos argentinos que enfrentó?
-Los pilotos argentinos realmente piloteaban sus aeronaves muy bien. Ciertamente atacaron con gran valentía. Nuestras tácticas probablemente eran más conocidas que las del ejército argentino, porque nuestra fuerza ya había volado en otros conflictos y habíamos revelado bastante nuestra táctica. Pero los pilotos argentinos eran más desconocidos, e hicieron un trabajo de mucho coraje.
-¿Cómo fue la decisión de publicar este libro en la Argentina? ¿Tenía miedo de que fuera mal tomado?
-Me lo propuso el editor, que quería saber si podría traducirlo. No estaba seguro al principio porque no quería que fuera visto como una declaración política. Está escrito puramente como mi historia personal y traté de mantenerlo tan verdadero como fuera posible. No quería que la gente en la Argentina pensara que yo estaba tratando de hacernos quedar como grandiosos a nosotros y mal a ellos. No fue escrito para eso.
-¿Cambió algo para la edición argentina?
-No, hice un nuevo prólogo y eso fue todo. Todo lo demás es exactamente igual. No quería cambiar nada porque me tomó mucho trabajo escribirlo, y fui muy riguroso, y tal vez alguno de los hechos o datos puede estar errado, pero realmente hice mi mejor esfuerzo para contar la absoluta verdad. Por eso no quería cambiar nada. Escribí el libro hace 25 años, y mis sentimientos desde entonces han cambiado muy poco.
Fuente:
https://www.infobae.com
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