21 de marzo de 2022

MALVINAS, MÁS QUE LA GUERRA PERDIDA

 

Fusiles desechados entregados por soldados argentinos en Puerto Argentino el 14 de junio de 1982. Fotografía: Paul Haley/Soldier magazine

Por Federico Lorenz * 

Si la disputa fuera solamente por la soberanía de las islas, todo sería más sencillo. Pero las islas Malvinas encarnan mucho más que un archipiélago usurpado. Se transformaron, con el paso del tiempo, en lo más parecido a una idea de nación, hasta que “Argentina” y “Malvinas” devinieron sinónimos. Por eso la consigna gubernamental Malvinas nos une es tan acertada como parcial.  

Lo que nos une es la imposibilidad de la indiferencia: hay un acuerdo en la conmoción. Pero no queda mucho más allá de eso. Podría objetarse esta afirmación citando el mandamiento de que “las Malvinas son argentinas”. Más aún: “fueron, son, y serán”. Pasado, presente y futuro subsumidos en un único tiempo de una argentinidad aparentemente homogénea y única frustrada porque el territorio donde se realiza aún no está completo. Peligrosa esencialización que, entre otras cosas, llevó a la guerra hace cuarenta años. 

Las fotos de Federico Lorenz en las Islas Malvinas. Foto Federico Lorenz

Tres dimensiones del tiempo histórico 

Esas tres dimensiones del tiempo histórico, pasado, presente y futuro, tienen que ser separadas. Porque una forma de entendernos como país nos llevó a la guerra, transitamos una posguerra que parecería no haber terminado, y casi no abordamos la pregunta por el futuro: qué país es el que hipotéticamente recuperará las Malvinas, lo que implica que las islas sean un medio, un vector para pensar políticamente, y no un fin, una utópica Tierra Prometida. 

Pero devolverle historicidad y contenido político al archipiélago es muy difícil. Hay recuerdos que duelen y mandatos que transformaron a un punto del territorio argentino, y a un momento del pasado, casi en una religión. Como consecuencia, es complejo colocarse en el lugar de los herejes o los díscolos. 

Pese a esto, ya durante el conflicto muchos compatriotas actuaron y enunciaron la imposibilidad de hacer como si la guerra no hubiera sucedido, que es precisamente lo que la repetición del mandato de recuperación facilita: frente a la tarea pendiente, cualquier divergencia es secundaria: las responsabilidades políticas de la guerra y la posguerra, las distintas conductas sociales, las trayectorias individuales, los matices regionales para vivir la guerra de 1982. 

Las Malvinas pesan en la memoria y en la conciencia, pero los contemporáneos a la guerra deberían ser generosos, abrirse a mayores y más honestas discusiones, y no agregar también ese peso a la mochila de las nuevas generaciones. Y esto no es un llamado al olvido, sino una reivindicación del pasado que sirve al futuro. 

El arte, la literatura, la música y la poesía han sido mucho más audaces que la política a la hora de pensar Malvinas. Cumplieron una doble función: alimentar su latencia mientras amorosamente las diseccionaban, mostraban sus aristas, señalaban la imposibilidad de adherir a una forma unívoca de relacionarse con las islas. 

La tarea pendiente de reflexión crea la falsa de idea de que sobre Malvinas se ha escrito poco. Prolonga la idea conspirativa de que la verdad sobre la guerra se oculta. No es así. Muchas y muy buenas novelas, notables poesías, películas de calidad dispar pero que abrieron discusiones sobre la guerra de 1982 (recordemos que la vapuleada Los chicos de la guerra fue estrenada en 1984, un año antes de La Historia Oficial y dos de La Noche de los Lápices, los arietes cinematográficos de la denuncia del horror). 

La ausencia de discusiones sobre la guerra y sus consecuencias, o la cíclica recaída en los mismos tópicos, ha privado a la sociedad argentina de una gran posibilidad: la de conocer la historia de una enorme porción de su territorio antigua en cinco siglos, si de presencia europea se trata. Las cartas marinas ya registraban algunas de las rocas malvinenses cuando unos españoles famélicos abandonaban la primera Buenos Aires, ciudad y región cuya mirada, la del conquistador, a la larga se impuso sobre todo el país. Esa forma limitada de abordar el problema es también una de las consecuencias de la guerra. 

Una mujer visita el cementerio de Darwin, donde están enterrados los soldados argentinos que murieron durante la guerra de las Malvinas. Foto tomada el 16 de mayo de 2018. REUTERS/Marcos Brindicci

Es difícil escapar a la atracción que las Malvinas generan, a la seducción de ese espejismo, pero esto no debería ser solamente por la marca de una guerra perdida, por la herida al orgullo nacional, por una causa pendiente. No sería justo ni con las islas, ni con sus habitantes, ni con nosotros. 

Las islas son atrapantes porque recuerdan a los argentinos que son una sociedad aferrada a uno de los últimos espacios a los que llegó la expansión capitalista. Aquí algunos cambios todavía son posibles. 

Las islas son fascinantes por sus historias: marinos, náufragos, balleneros, pioneros a uno y otro lado del mar, conquistadores y soldados, en un escenario digno de mejor suerte que la de ser limitado al recuerdo de una guerra, aunque duela tanto que no deje lugar para otra cosa. Cada 2 de abril, esa fecha mezcla de orgullo y dolor, es una posibilidad de renovar el compromiso con la libertad para pensarnos desde Malvinas. 

* Es historiador y novelista. Enseña Historia en el Colegio Nacional de Buenos Aires, es Research Associate del Centre of Latin American Studies de la Universidad de Cambridge e investigador independiente del Conicet. Fue becario Guggenheim en dos ocasiones y dirigió el Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur hasta septiembre de 2018. Publicó las novelas Montoneros o la ballena blanca (2012), Los muertos de nuestras guerras (2013), el ensayo histórico Cenizas que te rodearon al caer. Vidas y muertes de Ana María González, la montonera que mató al jefe de la Policía Federal (2017) y el ensayo pedagógico Elogio de la docencia. Cómo mantener viva la llama (2019), entre otros libros. Su última novela es Para un soldado desconocido (A. Hache).

 

Fuente: https://www.clarin.com

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