Condecorado en tres oportunidades por sus actos de
valor, Mauricio Fernández Funes habla del estrés que dejará la pandemia, de los
héroes sin bronce que día a día hacen al país con su trabajo, de sus compañeros
caídos y de la gran lección que le dejó el conflicto de 1982
Por Sebastián Alonso
Mauricio Fernández Funes, de profesión y espíritu
militar, como su padre. Hoy en cuarentena, extraña los abrazos (Belisario
Fernández Funes)
Como tantos veteranos de Malvinas que después de
largos años han alzado su voz, el personaje expone un heroísmo silencioso. Con
mirada sensible y sonrisa amable, prefiere escapar a la primera persona. “Los
héroes se construyen de la periferia al centro, son los demás los que te dan
esa categoría. Me parece inútil hablar de uno”, expresa Mauricio Fernández
Funes, a contracorriente de singulares personalismos que se vanaglorian a
diario. Y tiene razón.
Sucede que, al mencionar a aquellos que ofrecieron
“la vida por la Patria” en el sentido más estricto, es complejo no evocar la
figura heroica. No es necesario emparentarla con el viaje del héroe mítico
trazado por Joseph Campbell. Se trata de innumerables hombres y mujeres que en
lo cotidiano promueven valores con su accionar, con sus decisiones, con lo que
les toca. Éste cordobés de semblante y tono sereno es uno de ellos.
En medio de la cuarentena más larga del mundo,
desde Pilar, provincia de Buenos Aires, a sus 69 años revive con Infobae
algunos tramos de su camino. Lo del Capitán de la Compañía de Comandos 602 en
la guerra de Malvinas de 1982, General retirado del Ejército Argentino y
actualmente Director Ejecutivo de Fundación Criteria, no son la mera narración
de su vida pasada. Con calma, despliega su visión y emociones sobre la
construcción del pasado que lo marco, del presente que lo mantiene encerrado en
su casa por el COVID-19 y del futuro “posible y necesario”.
“Esta situación disruptiva es un llamado a un
cambio profundo. La pandemia llega cuando tenemos problemas estructurales a
nivel planetario, el cambio climático a la cabeza, y la extrema diferencia
entre pobres y ricos que deja a la mitad de la humanidad sin posibilidades de
progreso. La llegada del virus es sintomática. Pero hay que tener una mirada esperanzadora:
si uno ve la cantidad de esfuerzos desarticulados que hay en esta dirección
encontraría una sensación de gran alivio y expectativas positivas”, se
ilusiona.
Embarcando para a Malvinas, junto a los Capitanes
Ferrero y Vercesi.
Como para tantos argentinos, el aislamiento social,
preventivo y obligatorio implementado para transitar la pandemia del
coronavirus le generó efectos de todo tipo. Para alguien que llevó con orgullo
sus condecoraciones de guerra, que escaló cinco veces el Aconcagua, fue enviado
a la Guerra de los Balcanes en la ex Yugoslavia (1992/1993), a los Estados
Unidos para una misión de la OEA (2001/2002) o formó parte de la Primera
Expedición Argentina al Polo Norte (2016), el contraste con este encierro
obligado es abrumador.
“El encierro es una condición necesaria, pero somos
seres gregarios, es la naturaleza humana, y afecta nuestra psicología. No
estamos preparados. Las situaciones extremas no pueden no dejar estrés
postraumático. En una guerra, por ejemplo, la probabilidad de no sufrirlo en
alguna manifestación tiende a cero. Acá hay familias que no pueden verse. La
tecnología otorga respuestas extraordinarias, pero la pantalla no reemplaza el
abrazo”, afirma el marido de Grace y padre de tres hijos.
¿Las vivencias y el riesgo experimentado pueden
preparar a alguien para enfrentar los traumas? De espíritu, formación y
prolífica carrera militar, Fernández Funes, orgullosamente “Vecino Destacado de
la Comuna 2” de la Ciudad de Buenos Aires (vivió gran parte de su vida en
Recoleta), reflexiona y responde:
“No sé si las respuestas a determinadas
experiencias son las mismas cuando cambias el contexto. Creo que situaciones
terminales como una guerra te enseñan y te educan. Ahí el dolor va creciendo en
cada pérdida. Es tremendo lo que uno vive, salir diez compañeros y volver
ocho... es un impacto que hay que asimilar y absorber. Esto es una prueba de
carácter. He pensado que, si Dios te diera a elegir desde chico entre
inteligencia y carácter, siempre elegiría el carácter”.
Y agrega: “Yo creo que sin dudas estas vivencias
vitales, tan duras, dejan huellas imborrables que tu metabolismo de alguna
manera expresa. Por supuesto, esto no exonera los miedos, las dudas. Cuando un
contexto como el que estamos viviendo no te toma a los 30, y ya sos una persona
grande, pensás cuánto tardaremos en volver a un mundo parecido o, quiera Dios,
mejor”.
La reinterpretación de Malvinas
El escenario planteado vía Zoom exhibe detrás del
entrevistado, retratos vinculados al conflicto armado del Atlántico Sur, un
tema obligado. Un motivo que, si atraviesa a todo un país, indefectiblemente se
apoderará de la presente conversación.
“Debemos hablar de Malvinas como gesta, porque las
gestas son hacedoras y constructoras de nacionalidad”, define. Y argumenta: “Es
la única circunstancia capaz de darnos una unidad genuina. Me gustaría pensar
que hoy, en el jubileo de los 40 años, ha habido un proceso de
reinterpretación. Se ha logrado porque aquellos jóvenes, muchos de ellos
impulsados por circunstancias que les eran ajenas, hoy se convirtieron en
padres y abuelos que quieren ser vistos como lo que son, hombres capaces de las
más lindísimas valentías”.
A Malvinas se sumó con la Comisión 602 de Comandos,
el máximo nivel de preparación militar en el país. Regresó 37 años después.
Hace unos 38 años, Fernández Funes llegó a las
islas como Capitán de la Compañía de Comandos 602. “Las guerras siempre son
feas. Es una situación terminal de la condición humana, donde la razón se
acaba. Pero en el trance de tener que vivirla, es bueno saber que hoy se habla
del valor del soldado en la trinchera, de 18 o 19 años. Lo dijeron los
ingleses, 30 años antes, destacaron el valor promedio del soldado argentino. La
política debe hacer lo propio para que nuestras islas vuelvan a estar bajo
soberanía irrestricta argentina, pero, mientras tanto, qué importante crecer
con la sensación de que valió la pena. Hay héroes que dejaron su vida y nos
están reclamando esta mirada”, remarcó.
Su lectura de lo sucedido y el recuerdo de sus
compañeros desembocan naturalmente en la identificación de los caídos en el
Cementerio de Darwin, uno de los actos de reivindicación, y humanidad, más
importantes desde que terminó la guerra. El reemplazo de la leyenda “Soldado
argentino solo conocido por Dios” por el nombre de cada héroe comenzó
formalmente en 2018 pero se gestó mucho antes, a partir de una labor en
conjunto e implacables convicciones.
Mauricio se unió el año pasado al segundo viaje
humanitario y vuelve a recordarlo: “Hubo un extraordinario trabajo de actores
que son bien conocidos. Gabriela Cociffi (directora editorial de Infobae), el
ex combatiente Julio Aro, a la cabeza de las voluntades de individualidades con
el soporte de la Cruz Roja internacional, Antropología Forense, la Embajada
Británica, nuestra propia Cancillería. Una acción sumamente sanadora para las
partes involucradas. Los familiares de los caídos han tenido la oportunidad de
regenerar y reconstruir su duelo. Es una lindísima imagen de lo que puede
hacerse a partir de una mirada bondadosa de la sociedad y el mundo”.
En marzo de 2019, en el Segundo Viaje Humanitario a
las islas, junto a familiares del Sargento Primero Mateo Sbert, muerto en
combate. (Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas e Islas del Atlántico
Sur)
Posteriormente comparte su concepción sobre quienes
durante el enfrentamiento en armas son “enemigos”, pero una vez concluido dejan
de serlo. Lo manifiesta con claridad: “La condición de enemigo dura en la
guerra. En términos políticos debe haber otra perspectiva desde el momento en
que las hostilidades se cierran y para un soldado profesional la emoción se
hace neutra, no hay odios. No puede haberlos. En el largo y arduo proceso de
identificación de las tumbas en Darwin, el capitán británico Geoffrey Cardozo,
enemigo en combate, fue una figura relevante”.
Completa su explicación con lo que puede ser una
metáfora de aplicación cotidiana, a las batallas de todos los días: “La
camaradería, que es una expresión extraordinaria de la amistad entre militares,
se da también en más espacios, porque hay posibilidad de crecer con otros, es
la única manera de salir adelante. Nadie se salva solo, uno se salva con el que
está al lado. Esta es la visión que hay que fomentar. Entre todos hacemos cosas
extraordinarias, hay que mirar al otro como si fuera uno”.
La dignidad humana como motor de cambio
El 22 de abril del 2016, diez días después de la
partida, la primera expedición 100% argentina al Polo Norte plantó bandera en
la latitud 90 00″ 00′ N. Recorrieron 120 kilómetros caminando sobre hielo y
nieve, con temperaturas de hasta 38 grados bajo cero y una geografía hostil
para alertar sobre las consecuencias del cambio climático. Fernández Funes
participó como noveno integrante encargado de enlazar comunicaciones y
eventuales acciones de rescate. El sueño de un grupo de hombres comprometidos
se hizo realidad y la hazaña en el punto más boreal del planeta significó el
lanzamiento de Fundación Critera.
Fernández Funes es el director ejecutivo de la
organización desde donde se impulsan diversos programas orientados a la seguridad
humana y el desarrollo sostenible, al crecimiento económico acompañado de
cuidado ambiental e inclusión.
“Es impacto social positivo. Cuando uno mira a la
sociedad observa diferencias que tienen que ser salvadas. Cuando pensamos en
seguridad humana, hablamos de dignidad humana, la dignidad de los más
vulnerables. Hay muchísima gente que necesita de nosotros y debemos trabajar
juntos para cambiar el mundo”, asegura.
Entre otras iniciativas, visibilizan la causa de
Malvinas y sus veteranos (Criteria coprodujo en 2016 la película “Soldado
Argentino sólo conocido por Dios”), contribuyen con la integración del Barrio
31 de CABA o coordinan capacitaciones, como una Tecnicatura de Seguridad Humana
para el Desarrollo Sostenible junto a UCEMA en la que forman “líderes de
diferentes ámbitos con conciencia social y ambiental”.
Por la Patria y el otro, todo
Su desempeño en Malvinas y en el Polo Norte le
valió sendas condecoraciones. Ante la insistencia de Infobae, devela el origen
de una tercera. Fue por el rescate de cuatro médicos argentinos a quienes daban
por perdidos en el área de los hielos continentales. En medio de una travesía
de norte a sur de la Escuela Militar de Montaña, dieron con ellos y pudieron
guiarlos de vuelta. “Son pequeñas misceláneas de la vida que han quedado en
casa. Yo era el jefe de la expedición y por eso seguramente recibí la palmada
de agradecimiento más fuerte, pero éstos son equipos”, resume.
Junto a su esposa, Grace, durante un desfile de
veteranos del 9 de Julio.
Las últimas palabras reflejan la esencia del
protagonista, que no guarda recuerdos materiales de sus misiones sino “imágenes
imbatibles en la memoria” y transmitió su legado en organizaciones educativas
del Ejército:
“He vivido en la más tranquila y serena conformidad
porque volví de la guerra teniendo la sensación de que no le debía nada a
nadie, que había hecho todo lo que podía hacer en medio de mis miedos. No me
imagino cómo habría vivido estos casi 40 años con una deuda a mis amigos. Me
hubiera negado la posibilidad de ser feliz. El horror de la guerra y el miedo a
la muerte es nada al lado del horror de fallarle al amigo o la Patria”,
sentencia.
“Los compañeros caídos merecen no solo el respeto y
el recuerdo permanentes, sino devolverles el sacrificio extremo con vidas
inspiradoras. Cada día hay que ser mejor que ayer. Y no solo los héroes de
Malvinas, sino los héroes cotidianos, que se levantan todos los días para
construir un mundo y una Argentina mejor. Algunos van al bronce y otros no,
pero yo creo que de esto se trata”.
Tal vez las teorías sobre el heroísmo se hayan
agotado y, por suerte, la realidad las desbordó. Si es necesario reescribirlas,
éste sincero final podría ser el comienzo.
Fuente: https://www.infobae.com
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