11 de febrero de 2011

LOS GUARDACOSTAS PNA GC 82 ISLAS MALVINAS Y EL GC 83 RÍO IGUAZÚ


Por el Prefecto Mayor D Jorge Carlos Carrega (*)

Los guardacostas PNA GC-82 Islas Malvinas y el GC-83 Río Iguazú zarparon del Apostadero del Servicio de Buques Guardacostas de la Prefectura Naval Argentina, el 06 de abril de 1982, con destino a las islas Malvinas. El día que zarpamos hicimos una gran ceremonia de despedida con la participaron nuestras autoridades. Todos estábamos muy emocionados y "orgullosos".

Recuerdo:

El mensaje de zarpada nos fijaba como lugar de arribo Puerto Deseado, para de ahí cruzar a las Islas Malvinas. No pensábamos en una guerra y teníamos un profundo sentimiento patriótico; las órdenes eran crear una Subprefectura en Puerto Argentino. Traigo al presente, recuerdos imperecederos que están en mi memoria y deseo mencionar a los verdaderos y auténticos héroes; aquellos que no tuvieron la dicha de regresar y hoy ocupan un destacado lugar junto a Dios. Ellos ofrendaron sus vidas sin distinción de jerarquías ni fuerzas. Sin vacilar, marcaron la impronta en el tiempo, con el honor de ser argentinos fieles a sus convicciones soberanas. A ellos no puedo dejar de elevar mi plegaria y reconocer en sus padres el gran sacrificio y honor de tener hijos dignos de elevado patriotismo, que marcan ejemplos de grandeza para generaciones futuras.

ATAQUE INGLÉS

Quiero destacar el accionar de la tripulación del guardacostas, que actuó maravillosamente; al Grupo Albatros y los camaradas de Aviación de Prefectura quienes nos transmitían fuerza. Nunca, pero nunca, hubo problemas con la tripulación. Estaban perfectamente involucrados en el tema y todos conscientes de la gran responsabilidad que teníamos. El primer ataque de los ingleses, lo sufrimos desde un helicóptero SEA KING. No lo esperábamos; más bien estábamos atentos a los aviones enemigos, aunque para estos aparatos nosotros pasábamos ser una piedra en el paisaje, pero para los helicópteros no.

Luego de una tarea de apoyo en Puerto Tamar y al no poder ingresar en Puerto Argentino, que estaba recibiendo un fuerte bombardeo, el guardacostas fondeó en bahía de la Anunciación para ofrecer un blanco menos detectable. Debajo de unas elevaciones, cerca de la playa y junto al Forrest, un buque pesquero inglés tripulado por personal de la Armada, también adoptó esa táctica. Para nosotros era un escenario perfecto desde donde visualizar el ataque de la aviación inglesa comprometida en el bombardeo a Puerto Argentino. El ataque del Sea King fue sorpresivo. Desde las elevaciones de la costa hacia el este, venía volando muy bajo, quizás con el objetivo de registrar las operaciones de la aviación inglesa. No podía ser detectado desde Puerto Argentino, ni tampoco ser contrarrestado.

Nuestra estrategia fue maniobrar la ametralladora 12,7 mm, que teníamos a popa, pero el comandante del helicóptero también lo sabía, por eso nos buscaba de proa. Le tiramos con todo lo que teníamos, hasta con las 9 mm y las Halcón. En este ataque inglés, cayó herido el Cabo Segundo Antonio Grigolatto, que se desempeñaba como maquinista, quien en ese momento tenía asignado como puesto de combate el puente alto sobre la banda de babor. Grigolatto era un tripulante valiente que actuó bajo el ataque, a pesar del dolor de sus heridas, ya que había recibido un impacto de MAG en la zona abdominal.

TAREAS COTIDIANAS

Trabajábamos muy fuerte patrullando en Puerto Darwin, Bahía del Aceite y Puerto Tamar, entre tantas misiones. Además, hacíamos tareas de practicaje en aguas minadas al buque mercante Río Carcarañá, al buque pesquero Forrest o al remolcador Yehuin. La tripulación siempre participó activamente, sin retacear su esfuerzo, con pleno conocimiento de las misiones. En nuestro tiempo libre tratábamos de animar a los tripulantes más jóvenes; nos reuníamos para hacer tortas fritas y tomar unos mates, agradeciendo por la alegría de seguir vivos. Los integrantes de la Agrupación “Albatros” habían cavado unas trincheras al pie del apostadero del guardacostas, en caso de alguna emergencia "pesada". Cuando sonaba alerta roja, al principio corríamos a ese refugio, pero con el paso del tiempo nos acostumbramos a las situaciones de tensión y seguíamos merendando. A medida que iban pasando los días y que los hechos fueron avanzando, nos dimos cuenta que necesitábamos armamento individual de largo alcance. Lo pedimos pero, en una guerra a veces las cosas no son fáciles.

Finalmente recurrimos al ingenio; embarcábamos a los Albatros que además de su excelente entrenamiento y equipo siempre "cargaban" algún pertrecho extra que elevaba fuertemente su potencial de fuego, como cuando incorporaron los lanzagranadas a los fusiles FAL.

LA GUERRA

Para mí, la guerra tuvo tres etapas; la primera fue la zarpada, la orden de establecer una dependencia, de llevar a cabo las tareas típicas de nuestras funciones, tal como lo hacemos todos los días del año, tanto en el norte como en el sur de nuestro país, en cualquiera de las dependencias de la Prefectura. La segunda etapa se desplegó a partir del 1 de mayo. Ahí empezamos a tomar conciencia cierta de que éramos personas que estábamos cumpliendo una función bélica. La tripulación desarrolló al máximo su imaginación para contrarrestar las desigualdades del poder ofensivo inglés, tanto en su potencial de fuego como en su equipamiento tecnológico. La tercera etapa fue la capitulación y haber sido prisionero británico. La capitulación fue muy dolorosa. El mensaje lo recibimos por el radiogoniómetro del Guardacostas y lo verificamos. Reconozco que con la capitulación se salvaron vidas, especialmente de los soldados que eran muy jóvenes y sufrieron mucho. En esos momentos se siente que el mundo se desmorona, pero mantuvimos nuestro orgullo. Nunca dejamos de lado nuestros distintivos, insignias, e identificación institucional, incluso en los interrogatorios a que nos sometían los ingleses.

ANÉCDOTAS

En todos los momentos vividos, se presentaron situaciones que expresaron la propia grandeza de la tripulación. En momentos en que se producía el ataque al Guardacostas intentando virar la cadena del ancla, ésta se atascó y el Cabo Segundo Marcelino Blater, no dudo en tomar una sierra y cortar un eslabón para que rápidamente el barco pudiera maniobrar. Recuerdo especialmente al cabo segundo Rivadeneyra, del escalafón navegación”. “Tuvimos que convencerlo para que abandonara el buque y acatara la orden de capitulación. “El “Tucu” se negaba a desembarcar porque estaba preocupado por no dejarnos solos y por la suerte del buque. En realidad, le hicimos comprender que debía desembarcar porque se desafectaba la tripulación, no obstante fue el último que lo hizo.

LA CAPITULACIÓN

El momento de la capitulación fue el más doloroso, a pesar de que fue muy civilizada. Cuando ingresábamos, los ingleses llenaban unas fichas identificatorias y nos ponían un número. El mío era el 611 y por éste número debía responder. Ejercían sobre nosotros una muy fuerte acción psicológica y teníamos serias dudas acerca de nuestro futuro. Estábamos encerrados en un viejo frigorífico de San Carlos Norte. A la distancia, creo que la inteligencia inglesa no creía que habíamos hecho el cruce desde el continente a las islas con nuestro rumbo y sin contar con lo que ellos llamaban buques – madre o de apoyo. No creían que por el porte del Guardacostas se pudiera intentar el cruce tan por “afuera”. Había carencias, la planta potabilizadora había volado, el agua la obteníamos de los buques ingleses y el frío era muy intenso. Después del frigorífico, nos mandaron al buque transporte Sir Edmond, donde compartimos el lugar con presos de máxima seguridad. También me dejaron escribir una carta, tal como autoriza la Convención de Ginebra. Fue vía Cruz Roja Internacional y, cosas de la ironía, con el tiempo la recibí yo mismo en mi casa.


(*) Ex capitán, como Oficial Principal, del GC 82 Islas Malvinas durante la guerra

Fuente: Programa Radial Destino Malvinas

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