Documentos
secretos revelaron que 120 países contrataban las máquinas codificadoras de
mensajes de Crypto, que en secreto pertenecía a la Agencia Central de
Inteligencia y a su par alemana. En 1970 un ingeniero viajó a la Argentina para
manipular los dispositivos, de manera tal que los mensajes pudieran ser
espiados
Por
Gabriela Esquivada
El
gobierno de Reagan aprovechó la confianza de Argentina en las máquinas de la
empresa Crypto, que en secreto era propiedad de la CIA, y canalizó inteligencia
que ayudó a Margaret Thatcher durante la guerra de Malvinas. (Peter
Heimsath/Shutterstock)
Cuando
Ronald Reagan habló públicamente sobre la imparcialidad de los Estados Unidos
en el conflicto entre la Argentina y Gran Bretaña de 1982, Margaret Thatcher le
preguntó al secretario de Estado Alexander Haig, quien cumplía una visita
oficial en Londres a seis días del desembarco del 2 de abril en las Islas
Malvinas, cómo era eso de que la Casa Blanca se ofrecía como un mediador
desinteresado.
—Seguramente
la primera ministra sabe dónde se ubica el presidente, la tranquilizó el
funcionario de Reagan. No somos imparciales.
La
revelación, hecha a 30 años de la guerra por un documento desclasificado,
incluyó también el agradecimiento de Thatcher “por la cooperación de los
Estados Unidos en asuntos de Inteligencia y el uso de la isla de Ascensión”. Y
Haig se disculpó porque, tras haber “analizado la situación con detenimiento”
pensaba que había existido “una falla de inteligencia”.
Algo
que no volvería a suceder, según un nuevo documento, todavía secreto, al que
accedieron The Washington Post y la televisión pública alemana, ZDF.
Para
reforzar la capacidad de espiar a los argentinos la Agencia Central de
Inteligencia (CIA) contaba con un recurso extraordinario: las máquinas de
Crypto AG, una compañía suiza de encriptación. Vendidas a más de 120 países,
entre ellos la Argentina, permitían que Crypto pudiera acceder a los mensajes que se
cifraran en ellas. Y la empresa, que existía desde la Segunda Guerra Mundial,
era en realidad propiedad de la CIA y el servicio secreto alemán, BND, que la
habían comprado en secreto en 1970, por USD 5,75 millones.
Los
documentos secretos de la CIA muestran que los militares argentinos sospecharon
tras la derrota, pero un cientifico espía los convenció de la seguridad de los
dispositivos. (The Washington Post)
De
ese modo el gobierno de Reagan logró hackear todas las comunicaciones de las
fuerzas armadas de la dictadura argentina, se desconoce si la CIA también
conocía las prácticas del terrorismo de Estado con más profundidad de la que
han admitido sus documentos hasta la fecha, que se codificaban en los
dispositivos CAD 500, por ejemplo. Leopoldo Galtieri, presidente de facto en
ese momento, pagaba por esa tecnología e ignoraba que así facilitaba y
financiaba su propio espionaje.
“En
1982 el gobierno de Reagan aprovechó la confianza de la Argentina en el
equipamiento de Crypto y canalizó la inteligencia a Gran Bretaña durante la
breve guerra entre los dos países por las islas Malvinas, citó el Post, que
empleó el nombre Falklands, según el relato de la CIA, que no brinda más
detalles sobre qué clase de información se pasó a Londres. En general los
documentos comentan la inteligencia recogida en la operación en términos
amplios y ofrecen escasos detalles sobre el modo en que se la empleó".
Luego
de la derrota, los militares argentinos sospecharon de las máquinas, entre
otros elementos. En 2012 se conoció, entre esos otros factores, que la CIA hizo
análisis de fotografías aéreas que permitieron que Reagan compartiera con
Thatcher un gran detalle de las fuerzas: “Los buques presentes incluyen el
portaaviones 25 de Mayo sin aviones en la cubierta de vuelo", detalló un
documento sobre las observaciones en la base naval de Puerto Belgrano.
En
2012 se desclasificaron documentos que comprobaron las sospechas de que EEUU
había brindado ayuda de inteligencia a Gran Bretaña durante el conflicto de
1982.
Otro
informó sobre lo que se veía en “instalaciones militares argentinas” en las
áreas de “Curuzú Cuatiá, Reconquista, General Urquiza, Mariano Moreno, Buenos
Aires, Tandil, Mar del Plata, Bahía Blanca, Comandante Espora y Puerto
Belgrano”, lo cual le permitió medir cómo se incrementaban o disminuían los
despliegues: “Ocho Mirage III/V, un posible Mirage III/V y un probable 707
argentino están en el aeródromo de Tandil. Mirage III/V está en la pista, siete
Mirage III/V están en los dos estacionamientos principales y un posible Mirage
III/V en el área de mantenimiento. El 707 está en el estacionamiento con la
puerta de carga del costado abierta”.
Al
recelar de los dispositivos suizos CAG 500, los militares argentinos se
quejaron a la compañía que, no sabían pertenecía a la Compañía. “Luego de la
guerra de Malvinas, los argentinos descubrieron que los británicos y los
estadounidenses habían penetrado sus sistemas", dice el documento
publicado por el periódico y ZDF. “Los argentinos, furiosos, convocaron a Henry
a Buenos Aires para que lo explicara”.
Henry
era el nombre en clave de Kjell-Ove Widman, un profesor de matemática que hoy
disfruta de su jubilación en Estocolmo y no quiso hablar con la prensa. Además
de científico, era un militar de la reserva que había colaborado con la
inteligencia sueca y había mostrado admiración por los Estados Unidos durante
el año que pasó en Washington en un intercambio estudiantil. Ahí le había
quedado Henry: la familia que lo había recibido no podía pronunciar Kjell-Ove.
Durante
la guerra de Malvinas, EEUU se ofreció como mediador neutral pero apoyó en
secreto al Reino Unido.
Su
reclutamiento fue sencillo: luego del sondeo de rigor, a cargo de la
inteligencia de Suecia, en 1979 viajó a Munich como candidato a un empleo en
Crypto. Lo entrevistaron ejecutivos de la empresa y Jelto Burmeister, un
oficial del BND.
—¿Usted
sabe qué es ZfCh?, le preguntó por la Zentralstelle für das Chiffrierwesen, la
autoridad criptográfica de Alemania Federal.
—Sí, contestó Henry.
—Bueno,
¿y entiende quién es realmente el propietario de Crypto AG?
En
ese momento le presentaron a Richard Schroeder, “un oficial de la CIA destinado
a Munich para gestionar la participación de la agencia en Crypto”, según The
Washington Post. “Widman luego diría a los historiadores de la agencia que
entonces su mundo se vino abajo. Si fue así, no dudó en incorporarse a la
operación”.
Cuando
le tocó ir a Buenos Aires como “consejero científico”, habló con los militares
argentinos. “El asunto no era sencillo, dijo Henry”, según los nuevos
documentos secretos de la CIA. “Parecía que la Agencia de Seguridad Nacional
(NSA, de los Estados Unidos) había entrado a un sistema analógico de voz: esos
sistemas eran notoriamente débiles, dijo. Pero los sistemas CAG eran
inquebrantables”.
Los
servicios secretos de EEUU y Alemania compraron Crypto en secreto en 1970; los
alemanes se retiraron al comienzo de los '90s y la CIA la vendió en 2018.
(REUTERS/Arnd Wiegmann)
El
sabía que los algoritmos habían sido tocados, pero sobre todo sabía que eso
estaba hecho “con una prominencia técnica” que garantizaba que el hackeo fuera
“imposible de detectar mediante las pruebas estadísticas habituales” y que, en
caso de que se los descubriera, se podían “enmascarar fácilmente como errores
de implementación o errores humanos”.
Acaso
explicó eso. Lo cierto es que los militares de la dictadura creyeron en él:
"El engaño funcionó. A los argentinos les costó tragárselo, pero siguieron
comprando el equipamiento CAG”, dice el documento.
Las
sospechas de la Argentina se reavivaron en 1995, sin embargo.
Tres
años antes un vendedor de Crypto, Hans Buehler, había viajado despreocupadamente
a Irán, como otras 24 veces antes, para ofrecer sus productos, pero sus
clientes en los servicios de inteligencia lo detuvieron en una celda de
aislamiento y lo acusaron de ser un espía a sueldo de los Estados Unidos y
Alemania.
“Me
interrogaron durante cinco horas por día durante nueve meses”, dijo Buehler a
The Baltimore Sun, el primer medio del mundo que investigó a Crypto en 1995.
The
Baltimore Sun hizo la investigación pionera del espionaje mediante las máquinas
de Crypto, en 1995.
La
empresa pagó USD 1 millón y Buehler regresó a Suiza. Se asombró al encontrarse
despedido y entender que, mientras se consideraba un buen vendedor de un
producto útil, en realidad había estado poniendo su vida en peligro. “Habló con
varios ex empleados de Crypto que le contaron que creían que la firma llevaba
mucho tiempo cooperando con la inteligencia de los Estados Unidos y de
Alemania”. Uno de ellos había estado en la Argentina.
“Un
ex ingeniero dijo que la primera vez que escuchó que las máquinas se
‘ajustaban’ fue de boca de Boris Hagelin Jr., hijo del fundador de la empresa y
gerente de ventas para América del Norte y del Sur. Una vez que habían quedado
solos en Buenos Aires, por unos pocos días, en 1970, Hagelin hijo se había
quejado al ingeniero de que su padre lo obligaba a amañar las máquinas”,
publicó el Sun.
Al
regresar a Suiza el ingeniero habló con Hagelin, quien confirmó los dichos de
su hijo. “Dijo que los distintos países necesitaban niveles diferentes de
seguridad”, lo citó el hombre, que pidió no ser identificado. Siguió el
periódico de Baltimore: “Mientras que los Estados Unidos y otros países líderes
occidentales necesitaban comunicaciones completamente seguras, le explicó
Hagelin, tal seguridad no sería apropiada para los países del Tercer Mundo que
eran los clientes de Crypto”.
Otros
tramos de los documentos de la CIA que hablan sobre Minerva, nombre en clave de
Crypto. (The Washington Post)
Tras
la explicación paternalista, Hagelin le dijo al ingeniero: “Tenemos que
hacerlo”. No abundó en detalles sobre quiénes eran ellos, el sujeto tácito.
Pero
el escándalo fue grande, y al menos cinco países cancelaron los contratos con
Crypto en 1995: la Argentina, Italia, Arabia Saudita, Egipto e Indonesia.
Así
se comenzó a conocer la operación que, 25 años más tarde, revelaron el Post y
ZDF. Originalmente se llamó Thesaurus y luego Rubicón, porque acaso hubiera
sido mucho llamarla Caballo de Troya: hacia la década de 1980, la
descodificación del material que los clientes de Crypto enviaban confiadamente
representó el 40% de todas las comunicaciones que los analistas de mensajes
encriptados de la CIA procesaron para producir informes de inteligencia, y el
90% en el caso del BND. Mientras tanto, la CIA y el BND cobraban millones por
los contratos a esos mismos países.
“Fue
el golpe de inteligencia del siglo”, estimaron los documentos secretos que
consiguieron los periodistas. “Los gobiernos extranjeros pagaban buenas cifras
por el privilegio de que al menos dos (y posiblemente cinco o seis) potencias
extranjeras leyeran sus comunicaciones secretas”. La estimación podría aludir
al acuerdo Five Eyes, por el cual los Estados Unidos, Canadá, el Reino Unido,
Australia y Nueva Zelanda compartían inteligencia: cinco ojos más el sexto de
Alemania.
Boris
Hagelin, fundador de Crypto en la Segunda Guerra Mundial, y una de sus máquinas
para criptógrafos. (Wikipedia)
La
empresa del ruso Boris Hagelin, quien luego de la revolución bolchevique se
instaló en Suecia y, durante la Segunda Guerra Mundial, ante la invasión nazi a
Noruega, pasó a los Estados Unidos, produjo originalmente unas 140.000 máquinas
de codificación portátiles para las tropas aliadas. Luego de 1945 Hagelin
regresó a Europa, y se instaló en Suiza, cuya proclamada neutralidad resultó
óptima para su negocio.
Pero
la NSA lo convenció primero de restringir la venta de sus equipos más modernos
a algunos países aprobados por el Departamento de Estado, y de no desperdiciar
el resto de su inventario, máquinas que los criptógrafos estadounidenses podían
hackear, sino venderlo a otros. Más aún: le pagarían USD 700.000 para
compensar las pérdidas potenciales que ese acuerdo de caballeros podría
causarle.
"En
1960 la CIA y Hagelin celebraron un ‘convenio de licenciamiento’ que le pagó
USD 855.000 para renovar su compromiso con aquel acuerdo de palabra. La agencia
le pagó USD 70.000 por año de anticipo y comenzó a darle inyecciones de
efectivo de USD 10.000 a la empresa en concepto de ‘gastos de marketing’ para
garantizar que Crypto, y no otros advenedizos en el negocio de la encriptación, cerrara contratos con la mayoría de los gobiernos del mundo.
La
llegada de los circuitos integrados acercó más aún a los estadounidenses y la
empresa suiza: en 1967 el nuevo modelo, completamente electrónico, de Hagelin,
el H-460, contó con diseño interno de la NSA.
El
modelo H-460, de 1967, fue el primero de la empresa suiza que contó con diseño
interno de la NSA. (Jahi Chikwendiu/The Washington Post)
La
inteligencia francesa, que seguía de cerca esa evolución, le ofreció un trato a
la inteligencia de Alemania Occidental: comprar Crypto. Pero Hagelin se negó.
En 1970, en cambio, aceptó la oferta de los alemanes y la CIA, que se disimuló
tras una fachada de compañías con sede en Lichtenstein. El nombre en código de
Crypto fue Minerva.
La
firma creció, administrada por sus dueños reales: duplicó su personal y llegó a
vender equipos a más de 120 países hasta bien entrado el siglo XXI. “Sus
clientes incluyeron a Irán, las juntas militares en América Latina, los rivales
nucleares de India y Paquistán y hasta el Vaticano”, explicó el Post. Desde
luego, ninguno de ellos tenía la idea más remota de que los dispositivos podían
ser intervenidos.
Y,
de manera notable, nunca Moscú ni Beijing compraron siquiera una máquina de
Crypto.
Los
documentos que analizaron los periodistas “identifican a los funcionarios de la
CIA que dirigieron el programa y a los ejecutivos de la empresa a los que se
confió su ejecución", según la nota. “Describe cómo los Estados Unidos y
sus aliados explotaron la credulidad de otros países durante años, cobrando su
dinero y robando sus secretos”.
A
comienzos de la década de 1990, tras la caída del muro de Berlín y la
desintegración de la Unión Soviética, el BND consideró que el riesgo de
exposición era demasiado alto y quiso dejar el negocio. La CIA compró su parte
y “simplemente siguió adelante, sacándole a Crypto todo su valor en materia de
espionaje hasta 2018, cuando la agencia vendió los activos de la empresa, según
funcionarios actuales y anteriores”, sintetizó el Post.
Los
documentos secretos identifican a los funcionarios de la CIA que dirigieron el
programa y a los ejecutivos de Crypto que lo ejecutaron. (AP Photo/Carolyn
Kaster)
“¿Que
si tengo algún escrúpulo?”, dijo al periódico Bobby Ray Inman, director de la
NSA y subdirector de la CIA a finales de los ’70s y comienzos de los ’80s.
“Cero”. Rubicón, recordó, “fue una fuente muy valiosa de comunicaciones sobre
grandes partes del mundo importantes para las autoridades estadounidenses”.
Bernd Schmidbauer, ex coordinador del servicio secreto alemán, agregó a ZFD:
“La operación Rubicón claramente contribuyó a hacer del mundo un lugar un poco
más seguro”.
Los
documentos secretos no dicen nada sobre si, o cuánto, conocimiento tenían los Estados Unidos y Alemania “sobre países que utilizaban máquinas de Crypto
mientras realizaban complots de asesinato, campañas de limpieza étnica o
violaciones a los derechos humanos”, destacó la nota.
Dos
días antes de la revelación periodística, Suiza inició una investigación
oficial. Desde su venta, Crypto se dividió en una empresa de servicios
nacionales, CyOne, y una que continuó los servicios originales para el mundo,
donde actualmente atiende a una docena de países, Crypto Internacional. Andreas
Linde, el inversor sueco que compró esta parte, pidió a los periodistas que lo
citaran: “Si lo que están diciendo es cierto, entonces me siento totalmente
traicionado, y mi familia se siente traicionada, y siento que habrá muchos
empleados que se sentirán traicionados, al igual que clientes”.
Fuente:
https://www.infobae.com
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