Por
José Ramiro Podetti
Los
vínculos del Uruguay con las islas Malvinas son históricos y vienen de muy
lejos. Los puertos
naturales de Maldonado, Montevideo y Colonia fueron puntos de recalada de navegantes
en sus itinerarios por el Atlántico Suroccidental desde el siglo XVI. A partir
del auge de la industria ballenera y foquera, en la segunda mitad del XVIII, el
incremento de esa navegación fue enorme; ya no se trataba solo de usufructuar
la condición de ser un punto del tránsito en la ruta marítima hacia y desde el
océano Pacífico, sino que las pesquerías convirtieron al Atlántico
Suroccidental en un destino en sí mismo. Las islas Malvinas y la costa patagónica
cobraron inusitado valor y estimularon diversas tentativas de colonización,
legales e ilegales. Los puertos uruguayos fueron entonces la última escala para
el reabastecimiento antes de lanzarse hacia las inmensidades desoladas del
Atlántico Sur. A partir de la creación del Apostadero Naval en 1776, las
Malvinas quedaron bajo la jurisdicción naval montevideana, lo que ha permitido
incluso postular a algunos estudiosos una posible reivindicación uruguaya de soberanía,
reiterada en un libro de reciente publicación.
La
cuestión Malvinas, derivada de su ocupación violenta por Gran Bretaña en 1833,
y la reivindicación
de su soberanía por Argentina desde entonces, ha motivado muchas veces a historiadores,
diplomáticos e internacionalistas uruguayos. En especial, como es lógico, desde
que en 1965 las Naciones Unidas recomendaron a Gran Bretaña y la Argentina
“proseguir sin demora las negociaciones” en torno al diferendo, aunque la
inclusión de Malvinas entre los territorios sujetos a descolonización data de
1946.
Todo
ese material representa un aporte de interés porque expresa puntos de vista de
la cuestión
desde una perspectiva proveniente de un tercer país, no involucrado
directamente en la controversia, pero para el que las islas Malvinas no
resultan un territorio ignoto, sino por el contrario, unido a su historia. Por
otra parte, Uruguay, junto con Brasil y la Argentina, en tanto ribereños del
Atlántico Suroccidental, comparte el interés por esas aguas, y no debiera
sentirse ajeno a la responsabilidad internacional sobre su seguridad, que
implica naturalmente en primer lugar a sus ribereños. Ello lo convierte en un
interesado directo en el desenlace de la cuestión Malvinas.
En
el año 2012 fui invitado a participar de la creación del Foro Malvinas en
Uruguay, una instancia
de diálogo, estudio y difusión sobre el tema, cuya acta constitutiva está
transcripta al final. Me pareció un excelente ámbito para proponer la edición
de un libro que recopilara algunos de esos materiales. La fundación de este
Foro se llevó a cabo en la Azotea de Haedo, en Punta del Este, un lugar
especialmente apropiado para la circunstancia, por la historia de esa casa, por
las ideas que en materia de política internacional sostuvo siempre su creador, Eduardo
Víctor Haedo, y por el compromiso sostenido con la causa Malvinas del embajador
Benito Llambí, de querida memoria.
Bastaría
recordar que la acción parlamentaria de Eduardo Víctor Haedo detuvo en dos
oportunidades, en 1940 y 1944, la instalación de una base aeronaval
estadounidense en el Uruguay, o su defensa consecuente, a lo largo de cuarenta años
de vida política, de la unión suramericana y latinoamericana, para saber que
hubiera formado parte con gusto de este Foro, que integra su hija, Beatriz
Haedo de Llambí.
Como
colaborador del embajador Benito Llambí me tocó coordinar algunas actividades referidas
a las Malvinas en la sede de la embajada argentina en Montevideo, y fui editor
de un pequeño volumen en que se publicaron diversas conferencias pronunciadas
en 1991 y 1992. Ello me puso en conocimiento de la existencia de numerosos
textos, de distintas épocas, géneros y procedencias, producidos por uruguayos,
sobre la cuestión Malvinas.
Teniendo
en cuenta este antecedente, propuse al Foro Malvinas en Uruguay, en su segunda reunión,
la publicación de un volumen que recogiera algunos de esos textos. Agradezco a
sus integrantes el interés y la aprobación de la iniciativa, del mismo modo que
al embajador argentino Dante Dovena, que de inmediato la apreció y apoyó.
Antes
de hacer una breve presentación de los autores seleccionados para esta
compilación, quisiera insistir en el valor e importancia de la relación
histórica entre el Uruguay y las islas Malvinas. Es importante atender al hecho
de que la creación del Apostadero Naval estuvo vinculada a los intentos de
Francia e Inglaterra de establecer colonias en las Malvinas. Ya la pequeña
flota con la que el primer gobernador español de las islas, Felipe Ruiz Puente,
tomó posesión de Puerto Luis, rebautizado Nuestra Señora de la Soledad, el 2 de
abril de 1767, había recalado en Montevideo para su abastecimiento y
preparación final antes del viaje a Malvinas.
Lo
mismo sucedería con la armada de Juan Ignacio de Madariaga, que permaneció casi
cinco meses en el puerto de Montevideo antes de partir, el 14 de mayo de 1770,
hacia las islas, de las que desalojaría, luego de pocas horas de combate, a la
fuerza británica que se había instalado tiempo antes. Esta primera expulsión de
los ingleses de Malvinas suscitó además precauciones defensivas adicionales en
Montevideo, entre ellas el refuerzo de su dotación militar, debido a la posibilidad
de represalias británicas.
El
conflicto entre España y Gran Bretaña por las islas Malvinas, entre 1765 y
1774, tuvo mayor importancia de la que registra la memoria pública en Uruguay y
la Argentina. Para el historiador español Octavio Gil Munilla, la instalación
británica en las islas era inaceptable para España debido a la creación de la
ruta marítima del Cabo de Hornos, parte de las políticas marítimas y comerciales
del reinado de Carlos III. Por ello fue uno de los principales conflictos
suscitados entre las coronas de España e Inglaterra luego de la Paz de París
(1763) y antes de la declaración de guerra de 1779. De hecho, Gil Munilla
afirma que el conflicto tuvo una enorme trascendencia en las relaciones diplomáticas
de España con Francia e Inglaterra. En sus propias palabras:
La
política emprendida por Carlos III, a partir de este momento [1770], está
determinada por la necesidad de considerar la vertiente atlántica suroccidental
como el punto clave cuya posesión permitiría el disfrute tranquilo de los
dominios españoles del Pacífico. Es causa de la lenta pero progresiva
expansión, que, partiendo de Lima y Buenos Aires, conduce a las tierras
meridionales de América. Y sobre todo, de un mejor conocimiento de las
exigencias estratégicas americanas, que se plasmará, con el tiempo, en la
creación del virreinato del Río de la Plata[1].
En
este contexto debe ubicarse el relativamente poco conocido alegato del doctor
Samuel Johnson, tal vez el mayor crítico literario inglés de todos los tiempos,
“Reflexiones sobre los últimos acontecimientos relativos a las islas Falkland”,
escrito en 1771, cuando la noticia del desalojo de la fuerza británica allí
instalada estuvo a punto de suscitar una nueva guerra entre España y Gran
Bretaña. De este texto se ocupa el doctor Héctor Gros Espiell en uno de los artículos
incluidos en la presente compilación.
Ahora
bien, cuando se concreta la expedición española de recuperación de las islas en
1770, los vecinos de Montevideo tenían aún fresca en la memoria la incursión en
el Río de la Plata de una escuadrilla al mando del capitán británico John
McNamara, ocurrida apenas siete años antes. Esta expedición, que algunos
historiadores han llamado la “primera invasión inglesa”, y cuyo propósito era
la invasión y captura de Buenos Aires, despertó desde entonces preocupación, en
ambas orillas del Plata, con respecto a los designios británicos en esta parte del
mundo. Como es sabido, el intento del capitán McNamara -antiguo funcionario de
la Compañía de las Indias Orientales- fue repelido con éxito por la artillería
de Colonia del Sacramento, y tuvo un alto costo de vidas para los atacantes,
incluido su propio capitán, que murió como gran parte de la tripulación tras el
incendio de su nave insignia. La Lord Clive – rebautizada de este modo por
McNamara en honor al creador del dominio británico en la India, también
funcionario de la Compañía de las Indias Orientales- era una veterana de muchas
campañas, y había participado en la invasión y captura del Peñón de Gibraltar
por los británicos en 1704. Fue ubicada en el fondo del Río de la Plata frente
a Colonia hace algunos años.
Una
historia del reinado de Jorge III, publicada en Londres en 1825 –pocos años
antes de la invasión de Malvinas en 1833- consideraría al intento del capitán
McNamara como el “único fracaso” británico en las batallas angloespañolas de la
Guerra de los Siete Años[2].
Es
importante agregar el dato de que la expedición de McNamara fue financiada por
la Compañía de las Indias Orientales, ya que la misma empresa pagaría los
gastos de la invasión y captura del puerto de Adén, en el extremo suroccidental
de la península arábiga y llave de la ruta comercial entre el océano Índico y
el mar Mediterráneo. Esta ocupación, realizada seis años después de la de Malvinas,
en 1839, obedeció a las mismas razones que ésta y la de Gibraltar: el control
de pasos marítimos fundamentales de las rutas oceánicas.
De
las rutas oceánicas.
Vale
la pena leer la Real Orden del 9 de agosto de 1776 por la que la corona
española creó el Apostadero Naval de Montevideo, porque permite apreciar el
peso que en ese hecho tuvieron las islas Malvinas. La mayor parte de su texto,
así como el de sus instrucciones anexas, está dedicada a especificar la
rotación de las naves entre Montevideo y Malvinas, establece las que deberán
quedar fijas en Puerto Soledad, se ocupa de los detalles de las instalaciones
en las islas y del aprovisionamiento de su dotación marinera, y fija las
rutinas de vigilancia del archipiélago y sus costas. La Real Orden se inicia
con la explicación de que sus disposiciones derivan de la entonces extinguida
ocupación británica y en virtud del riesgo de nuevos intentos en ese sentido:
Real
Orden. Verificada ya por la Corte de Londres la evacuación del establecimiento
que hizo en la Gran Malvina *…+ ha resuelto S. M. que deben continuar en todo
tiempo dos fragatas destinadas al resguardo de este Río de la Plata y a la
conservación de Malvinas… reducida a la continua existencia de una de ellas en
aquella colonia, con dos bergantines que cuando se tenga por conveniente y en las
estaciones oportunas, recorran con cautela y disimulo la costa y puertos para
observar lo que pueda ocurrir y asegurarse de si efectivamente no vuelven los
ingleses en lo sucesivo a su antiguo establecimiento.
Otro
dato relevante del vínculo entre Montevideo y el Atlántico Suroccidental,
incluidas las islas Malvinas, es la creación de la Real Compañía Marítima en
1789, para la pesca y procesamiento de ballenas y focas. Tuvo un establecimiento
importante en Puerto Deseado, actual provincia de Santa Cruz, pero a partir de
1792 mudó su centro de operaciones al puerto de Maldonado, donde construyó, en
la isla Gorriti, oficinas, galpones y hornos. Aunque ello diversificó su actividad,
no dejó de fletar naves dedicadas a la captura de la ballena en el Atlántico Suroccidental,
y hay evidencia documental de la presencia de operarios de la Compañía en Malvinas,
así como remesas de subproductos como aceite de lobo al puerto de Montevideo.
El centro operativo de la Real Compañía Marítima en isla Gorriti tuvo un
trágico final en la invasión británica de 1806, cuando después de sufrir el
bombardeo enemigo, la isla fue ocupada, y sus instalaciones saqueadas y
destruidas.
La
magnitud y variedad de la actividad desplegada durante el período español en
las islas Malvinas, a lo largo de más de cuarenta años, puede apreciarse a
través de oficios, cartas, rendiciones de gastos, listas de envíos a y desde
Malvinas, conservados en el Archivo General de la Nación en Montevideo. Más de
quinientos documentos, catalogados hace algunos años, dan cuenta del tráfico
que durante todo ese período se mantuvo entre Montevideo y el puerto Nuestra
Señora de la Soledad, denominado en la documentación de modo abreviado como Puerto
Soledad, o Soledad de Malvinas. Involucró en primer lugar la movilidad de
personas, como el recambio de funcionarios –el gobernador, el ministro de la
Real Hacienda, el médico cirujano- los dos religiosos franciscanos a cargo de
la capilla, y las dotaciones naval y militar.
También
operarios de distintos oficios, como albañiles, canteros, ladrilleros, yeseros,
carpinteros, herreros, peones para atender el ganado, panaderos, etc. Se
enviaron regularmente presidiarios –algunos de los cuales cubrían a su vez
oficios- e incluso aparecen algunos personajes desterrados, remitidos desde
España.
En
segundo lugar, hubo un tráfico significativo de suministros que permitieron
construir los edificios necesarios (ladrillos, tejas y cal), equiparlos
(muebles, tablas, maderas y clavos, vidrios, cañas, hojas de lata, vasijería,
lona, tiendas de campaña, calderos), y sostener a su población. Son numerosas
las remesas de ganado (vacuno, ovino y aviar) junto con el forraje para
mantenerlo, así como víveres de muy variado tipo. En las listas aparecen
también medicinas y utensilios de medicina, ropas y vestuarios, telas y
frazadas, carbón y leña, ruedas herradas para carretas, frenos y espuelas,
piezas y munición de artillería, pólvora, armas.
También
figuran remesas de dinero para pago de sueldos y otros efectos. Para todo este
tráfico, que involucró lo que se denominaba la “carrera de Malvinas”, se
construyó en Puerto Soledad un muelle de piedra y estuvieron afectadas
numerosas embarcaciones de distinto tipo y tonelaje. Para la defensa del sitio
se construyeron cuatro baterías con cañones de varios calibres, cuya munición
era proporcionada regularmente desde Montevideo.
De
acuerdo al inventario que recibe el oriental Francisco Javier de Viana, cuando
se hace cargo de la gobernación de las Islas en 1800, había por entonces
veintiséis edificios en total, doce de ellos de piedra, entre los que se
contaba la casa del gobernador, el hospital, la capilla y casa de los
religiosos, cuatro casas de oficiales, el cuartel de marina, el cuartel de
tropa y presidiarios, dos obradores y varios almacenes. De acuerdo al
inventario que recibe el Teniente de Navío Pedro Pablo Sanguineto en 1791, el
ganado vacuno ascendía entonces a 3.460 cabezas. Luego de la retirada española
en 1811, estas instalaciones fueron nuevamente ocupadas, y continuada la
actividad en Puerto Soledad, a partir de 1820, a través de resoluciones
adoptadas por el nuevo gobierno en Buenos Aires y de dotaciones previstas y
provistas desde allí.
Con
la ocupación británica de 1833, desde Uruguay hubo otros vínculos ocasionales
con las islas, además de los referidos a la navegación y emergencias sanitarias
de sus habitantes, frecuentemente atendidos en Montevideo. En 1836 Luis Vernet,
el último gobernador argentino en Malvinas, que por unos años intentó defender
sus intereses después de la ocupación británica, le propuso asociarse, para la
explotación de ganado lanar en las islas, al general Juan Antonio Lavalleja. La
iniciativa -relatada por el historiador argentino Ricardo Caillet-Bois en base
a su trabajo sobre la correspondencia de Vernet- finalmente se frustró, pero
incluye un detalle de interés: el ministro inglés en Buenos Aires H. Ch. James
Hamilton le advirtió a Vernet que tuviese cuidado con Lavalleja, porque podría
tener alguna “siniestra intención” sobre las islas, en combinación con el
Gobernador Rosas...
Pero
hubo en las islas acción colonizadora de origen uruguayo muy importante, a
iniciativa de la sociedad de Samuel Lafone, que en virtud de un convenio con la
corona británica se dedicó a la explotación lanar en la parte sur de la isla
Soledad. De hecho, el fundador de la actual Falkland Island Company fue su
medio hermano Alejandro Ross Lafone, y el área mencionada, en donde concentró
inicialmente su actividad, es llamada hoy Lafonia. En Lafonia se disputó una
batalla de la guerra de las Malvinas, y allí se encuentra el cementerio donde
reposan los restos de 237 soldados argentinos.
Más
allá de todo lo que representan los antecedentes mencionados, los textos elegidos
para componer este libro son apenas una parte de lo mucho escrito y publicado
en Uruguay sobre el tema. Razones de tiempo y de posibilidades lo han decidido
así. El asunto merecería una investigación más amplia, y ojalá exista la
oportunidad de hacerlo. Voy a hacer mención de algunos textos que forman parte
de las ricas y variadas voces de uruguayos hablando de Malvinas que no han
podido incluirse en esta edición.
En
primer lugar, corresponde mencionar el libro Treinta años de vida malvinera,
del sacerdote salesiano uruguayo Mario Luis Migone, publicado en 1948. El padre
Migone, educado en el Colegio Pío, hizo luego su carrera sacerdotal en
Argentina y fue finalmente destinado como párroco a las Malvinas en 1905, donde
ejerció su ministerio hasta su muerte en 1937. Además del cuidado pastoral de
los fieles católicos residentes, gestionó la presencia de religiosas en Malvinas
-que regentearon por varias décadas una escuela- y también iniciativas de
desarrollo urbano en la capital de las islas: la primera usina eléctrica del
archipiélago y también el primer cine. El padre Migone fue un convencido
defensor de los derechos argentinos sobre las islas, y es tan meritorio que
haya sostenido públicamente esa posición en las propias islas Malvinas, como la
tolerancia para con él de los distintos gobernadores ingleses con los que debió
convivir.
Como
relata en su libro, se aplicó a estudiar la cuestión, sin conocer nada sobre
ella, luego de su designación en Malvinas, y su conclusión, después de trabajar
sobre diversas fuentes, en especial las británicas, no le dejaba margen para
ninguna duda acerca de los fundamentos de los derechos argentinos. Cabe señalar
que la parroquia que por tantos años estuvo a su cargo, y que, por supuesto
sigue ofreciendo su servicio pastoral al día de hoy, pertenece a la Prefectura
Apostólica de las Islas Malvinas, creada en 1952 por Pío XII, y que depende directamente
de la Santa Sede.
Con
posterioridad al célebre discurso del embajador uruguayo ante Naciones Unidas
Carlos María Velázquez en 1964, que abre esta compilación, hay otros discursos
de significación sobre el tema, pronunciados por los embajadores uruguayos en
Naciones Unidas José Luis Bruno (1974), Manuel Lessa Márquez (1975) y Baltasar
Brum (1976), que no han podido ser incluidos.
Los
tres expresan la posición uruguaya de defensa de los derechos argentinos. En
1970, el doctor Augusto Legnani, en el mismo carácter que los anteriores,
elaboró un proyecto de documento de consenso sobre la cuestión Malvinas para
resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
En
1974 se publicó el libro del historiador Leslie Crawford, El Uruguay
atlanticense y los derechos
sobre la Antártida, que tuvo el gran mérito de tratar ampliamente, y con
perspectiva histórica, la importancia del Atlántico Suroccidental para el
Uruguay. La argumentación de Crawford se apoya en una abundante recopilación de
datos históricos, que incluye la política marítima y atlántica española en los
siglos XVI, XVII y XVIII, y haciendo eje en el significado geopolítico de la
creación del Apostadero Naval, señala la importancia del archipiélago de Malvinas
en todo ello.
Con
motivo de la guerra de 1982 hubo numerosos pronunciamientos, públicos y
privados, de distinto carácter y procedencia. Menciono los más importantes
entre los que he podido ubicar, aunque seguramente se trata de una lista
incompleta.
En
primer lugar, deben considerarse varios pronunciamientos uruguayos en las Naciones
Unidas y la Organización de Estados Americanos, como la intervención del
canciller Estanislao Valdés Otero en la II Sesión Plenaria de la XX Reunión de
Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores americanos, el 28 de abril de
1982 (cabe recordar que había sido elegido por unanimidad Presidente de la
Asamblea); el discurso del mismo canciller en la III Sesión Plenaria de la
misma XX Reunión de Consulta, el 27 de mayo de 1982, y la intervención del
ministro Jorge Azar Gómez –en ese momento titular interino de la Misión
Permanente de Uruguay ante las Naciones Unidas-; sin que fuera por entonces
Uruguay miembro del Consejo de Seguridad, se lo invitó a participar de la
sesión convocada para tratar la crisis de Malvinas, el 22 de mayo de 1982. Como
es obvio, todos ellos son piezas de gran valor jurídico e histórico sobre la
cuestión Malvinas.
La
Dirección de Política Exterior del Ministerio de Relaciones Exteriores de
Uruguay solicitó, con motivo de la recuperación incruenta de las islas Malvinas
por parte de Argentina, el 2 de abril de 1982, algunos informes a profesionales
calificados. He tenido acceso a “Antecedentes históricos sobre la posesión de
las islas Malvinas”, elaborado por el historiador Washington Reyes Abadie y que
está fechado el propio 2 de abril; “Posibles consecuencias jurídicas para la República
derivadas del desencadenamiento de hostilidades en el Atlántico Sur”, escrito
por el internacionalista Manuel A. Vieira el 4 de mayo, y “Situación del
problema Malvinas. Enfoque primario del mismo” a cargo del también
internacionalista Heber Arbuet, fechado el 20 de abril.
La
revista Geosur dedicó una edición íntegra, en diciembre de 1982, a la cuestión,
bajo el título “Las Malvinas y América Latina. Opiniones uruguayas”. Incluye
los siguientes artículos: del propio director de la publicación Bernardo
Quagliotti de Bellis, “América Latina, seguridad y defensa con soberanía”; “Las
Malvinas, un hito histórico”, por Washington Reyes Abadie; “Las Malvinas, nueva
frontera latinoamericana” de Alberto Methol Ferré; “Las Malvinas son argentinas,
sí; pero la paz es universal” de Héctor Payssé Reyes; “América después de las Malvinas”
de José Claudio Williman; “Un conflicto que también nos atañe” de Julio María Sanguinetti;
“Malvinas, la reina Victoria era una adulta” de Manuel Flores Mora;
“Declaración de la Asociación Uruguaya de Derecho Internacional”; “Malvinas,
una bofetada al colonialismo” de Rubek Orlando y “Aludir a la autodeterminación
sería una burla”, del embajador Julio César Lupinacci.
Cuadernos
del Claeh dedicó también un espacio al tema en su edición N° 22, aparecida en diciembre
de 1982, con un artículo de Romeo Pérez y Ernesto Rodríguez, “Malvinas: nuevo impulso
al no alineamiento”. Se trata de un trabajo que analiza el conflicto en clave
mundial, destacando el valor estratégico y geopolítico del archipiélago y
encuadrándolo en las relaciones norte-sur. Más allá que el fundamento de este
análisis pase por el conflicto entre la NATO y el TIAR que planteó la guerra de
Malvinas, es destacable esta mirada, elaborada varios años antes que la caída
del Muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética desdibujaran la línea de tensión
este-oeste en la lógica de las relaciones internacionales. Desde la perspectiva
jurídica, los autores respaldan los derechos argentinos, con varias citas del
discurso de Carlos María Velázquez.
Al
año siguiente, 1983, se editó el opúsculo “América Latina y las superpotencias
en el conflicto de las Malvinas”, del profesor Washington Reyes Abadie, por el
Comité Uruguayo pro Integración Latinoamericana. Se trata de la versión impresa
de una exposición irradiada por la emisora CX 30 de Montevideo el 4 de junio de
1982. También en 1982 publicó Alejandro Rovira Malvinas ahora, un estado de la
situación que repasa la historia del conflicto y evalúa su futuro a partir de
la política internacional.
En
1985 se publicó, en la Revista Argentina de Estudios Estratégicos (II, 5) el
artículo del geopolítico uruguayo Daniel Castagnin “El conflicto de Malvinas
desde la perspectiva uruguaya”.
En el libro que recogió las conferencias de 1991 y 1992 en la embajada
argentina, aludido más arriba, se publicó el texto de la participación de José
Claudio Williman “La cuestión Malvinas y la doctrina Monroe”.
Con
motivo de los doscientos años del Apostadero Naval de Montevideo, en 1996, la
Academia Uruguaya de Historia Marítima y Fluvial auspició un ciclo de
conferencias que luego publicó en forma de anuario. Varios de sus textos tocan
la cuestión Malvinas, entre ellos el de Julio César Cotelo, “El Apostadero de
Marina de Montevideo y las islas Malvinas” y “Las batallas del Apostadero de
Montevideo”, del entonces capitán de fragata Alberto Caramés. Julio César Cotelo
tiene una decena de otros artículos que tratan, directa o indirectamente, sobre
la cuestión Malvinas, la mayoría publicados.
Hay
otras publicaciones de la misma Academia atinentes al tema. “La depredación
pesquera del Atlántico Sur por balleneros ingleses y estadounidenses y el
concepto del derecho de pesca de José Bonifacio de Andrada e Silva en 1820”
(2003) y “Piratas ingleses en Gorriti y las costas de Rocha” (2007), ambos del
historiador Oscar Abadie-Aicardi, ofrecen datos significativos sobre la
importancia de la industria ballenera a partir de la revolución industrial. Hay
también información atinente en “Actividad corsaria en el Río de la Plata
(1797-1805)” de José Antonio Varese (2003). Ana María Musicó Aschiero –miembro
correspondiente de la Academia de Historia Marítima y Fluvial- en “Avances
anglo-portugueses en el Río de la Plata durante los siglos XVII y XVIII”
(2004), además de reseñar los hechos de 1763 y 1770, incluye la descripción de
un curioso libro publicado en Inglaterra en 1711, “Una propuesta para humillar
a España”.
La
propuesta era la conquista de Buenos Aires, y entre las citas que la autora
reproduce, vale destacar la convicción del ignoto autor de que “el Río de la
Plata será la más importante y la menos gravosa de las colonias que la corona
de Inglaterra haya poseído jamás”. Otra publicación que ofrece datos
significativos es “Las pretensiones francesas sobre el Río de la Plata en
tiempos de Luis XIV” (2006), de Alfredo Köncke Miranda, que también incluye referencias
sorprendentes, como el informe que un comerciante de Saint-Malo –la ciudad que
dio su nombre español a las Malvinas, que es una castellanización de Malouines-
presentó a la corte francesa en 1697, en el que proponía la ocupación militar
de Buenos Aires, destacando las enormes ventajas que representaría para el
comercio francés. La Academia de Historia Marítima y Fluvial publicó también en
2008 la obra del investigador de temas navales y estratégicos, capitán de navío
Francisco Valiñas Malvinas, una visión desde Uruguay, que ofrece una
pormenorizada historia de la puja por la posesión de las islas.
En
años más recientes, deben mencionarse dos investigaciones en marco académico:
la de Miguel Lagrotta, “La cuestión de Malvinas y la diplomacia uruguaya:
viejos pleitos, orgullos nacionales y la diplomacia en muletas” (para la
Maestría en Investigación en Historia Contemporánea del Claeh, 2010) y la de
Bárbara Stanley y Ernesto Messano, “La política exterior del gobierno uruguayo
ante la Guerra de Malvinas” (para la Licenciatura en Relaciones Internacionales,
Universidad ORT Uruguay, 2011). En el curso de este año apareció el libro de Juan
Ackermann y Alfredo Villegas Las Malvinas, ¿son uruguayas?, que retoma la idea
de que la jurisdicción naval del Apostadero de Montevideo permitiría alegar
derechos uruguayos de soberanía sobre las islas.
El
material reunido en el presente volumen se inicia, como ya se ha dicho, con el
discurso pronunciado
por el embajador uruguayo en Naciones Unidas Carlos María Velázquez en 1964.
Muchas
razones lo justifican, pero basta con señalar que su hondura conceptual, la
claridad de su argumentación y su forma prudente y moderada de sostener los
títulos argentinos sobre las Malvinas, tuvieron un impacto sumamente favorable
en el tratamiento posterior de la cuestión, no solo en el ámbito de las
Naciones Unidas.
El
discurso de Velázquez cobró nueva notoriedad, como es natural, en abril de
1982, al ser citado e invocado reiteradamente como expresión de la posición del
Uruguay frente a la cuestión Malvinas. El diario colorado El Día lo reprodujo
íntegramente en su edición del 3 de abril de 1982, y el periódico blanco La
Democracia hizo lo mismo en su número 16, de abril del mismo año, con un título
de tapa que reza así: “Embajador Velázquez. Carta Magna del anticolonialismo”.
En el interior, la transcripción del discurso es parte de una nota titulada “Colonialismo
en América: la posición del Partido”.
La
posición de Velázquez pudo desplegarse con los atributos indicados porque
respondía a convicciones muy fundamentadas sobre la política internacional
moderna y sobre el colonialismo y el proceso de descolonización. Su pensamiento
en esta materia puede estudiarse en el volumen Las Naciones Unidas y la
descolonización (Montevideo, M.B.A., 1964, 202 pp.), como en La política
internacional en el pensamiento de Luis Alberto de Herrera (Shrewsbury, Wilding
and Son Ltd., 1968) y en su libro póstumo El Uruguay y las Naciones Unidas 1959-1965
(Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1978, 182 pp.). José Rilla ha incluido a Velázquez
–dentro del apartado “Nacionalismo institucionalista y revisión histórica”- en
su reciente artículo “Revisionismos e izquierdas en Uruguay y Argentina” (Revista
Uruguaya de Ciencia Política, XIX, 1, 2010).
Velázquez
formó parte de un distinguido grupo de estudiosos de las relaciones
internacionales; vínculos de amistad personal, política e intelectual lo
ligaron con Héctor Gros Espiell y con Felipe Ferreiro, en cuya casa sostuvieron
por muchos años una tertulia los miércoles por la noche, y de quien Velázquez
fue discípulo. Entre los varios y distinguidos hitos de su carrera diplomática
deben señalarse su participación, junto a Eduardo Jiménez de Aréchaga, en la elaboración
del primer proyecto de “Convención Interamericana de Derechos Humanos” (1959) y
junto a otros distinguidos internacionalistas latinoamericanos, en la
elaboración del Tratado de Tlatelolco.
Merece
especial destaque, por su directa relación con la cuestión Malvinas, su
discurso en la Comisión de Descolonización de Naciones Unidas sobre el Peñón de
Gibraltar, planteando que debía ser devuelto a España en aplicación de la
Resolución 1514 (XXI) de Naciones Unidas. Gros Espiell, a quien sigo en estas
referencias, sostiene que “se ha reconocido en España que la contribución del
Uruguay a la afirmación de los derechos de España sobre Gibraltar fue el aporte
más serio, importante y sistemático, en base al Derecho Internacional, hecho en
las Naciones Unidas”.
Por
último, para completar esta semblanza de la carrera diplomática de Velázquez,
debe señalarse
su reconocida actuación en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas –del
que Uruguay fue miembro entre 1963 y 1965- frente a la invasión estadounidense
a la República Dominicana. Se atribuye a ese discurso influencia en el tono que
adquirieron las deliberaciones del Consejo y especialmente en el contenido de
la Resolución 2131 (XX), “Declaración sobre la inadmisibilidad de la
intervención en los asuntos internos de los Estados y protección de su independencia
y soberanía” del 21 de diciembre de 1965. Gros Espiell ha sostenido que este discurso
de Velázquez en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas debe
considerarse “medular en la historia de la política internacional del Uruguay”.
El
artículo “Las islas Malvinas: historia de una usurpación” de Oscar
Abadie-Aicardi fue publicado
en la revista América Meridional en 1983. No es el único en que su autor se
ocupa del tema Malvinas, como lo muestran las referencias hechas más arriba y
“Sobre los títulos argentinos a la soberanía de las Islas Malvinas” de 1992.
Las investigaciones de Oscar Abadie sobre temas marítimos del período hispánico
fueron significativas, del mismo modo que sobre los conflictos
hispano-lusitanos en los siglos XVII y XVIII.
Diversos
libros y publicaciones en revistas académicas así lo acreditan. Formado en la
Universidad de la República y con estudios de posgraduación en Lovaina,
desarrolló la docencia en la Universidad de la República, el Instituto de
Ciencias y Letras de la Universidad Católica y la Universidad de Montevideo,
donde dictó por varios años Historia de América I dentro de la licenciatura en
Humanidades opción Historia.
De
los seis artículos de Héctor Gros Espiell, cuatro se escribieron y publicaron
entre abril y junio de 1982, de modo que reúnen el interés por la visión del
distinguido internacionalista uruguayo y su contemporaneidad con el transcurso
mismo del conflicto. Se trata por otra parte de materiales publicados en
México, de poco o ningún conocimiento en Uruguay. Los otros dos son apenas
posteriores, de octubre de 1982 y febrero de 1983. Todos aportan puntos de
vista técnicos, que analizan el conflicto desde categorías del Derecho
Internacional o desde perspectivas históricas de interés. Resulta especialmente
significativa la comparación que establece entre la recuperación de la colonia
de Goa por la India en 1961 y la recuperación argentina de Malvinas en 1982.
También el rescate, ya aludido, del olvidado texto del doctor Samuel Johnson,
criticando la posibilidad de una guerra entre España y Gran Bretaña a raíz de la
primera recuperación de Malvinas en 1770. Por último, “El caso de las Malvinas
y el derecho a la libre determinación de los pueblos”, texto correspondiente a
la conferencia que pronunció en Caracas invitado por la Academia de Ciencias
Políticas y Sociales de Venezuela, se ocupa de un asunto que ha vuelto a tener
actualidad debido al reciente plebiscito realizado en las Malvinas, al
argumentar que la aplicación válida del principio debe ajustarse a lo
determinado por las Naciones Unidas en los casos de desmembración de una
porción de territorio soberano a manos de otra potencia.
Sería
una pretensión imposible resumir en pocas líneas la trayectoria de Gros
Espiell. Internacionalista de vasta actuación profesional dentro y fuera del
país, profesor emérito de Derecho Internacional de la Universidad de la
República, recibió numerosas distinciones académicas internacionales,
incluyendo a la Academia de Derecho Internacional de la Haya. En el campo
internacional fue director ejecutivo del Instituto Interamericano de Derechos Humanos
en Costa Rica, juez y presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos
y miembro en representación del Uruguay de la Comisión de Derechos Humanos de
las Naciones Unidas. Fue también Subsecretario General de las Naciones Unidas y
representante especial del Secretario General para la cuestión del Sahara
Occidental. Fue titular del Ministerio de Relaciones Exteriores del Uruguay
entre 1990 y 1993, y tuvo un rol destacado en la creación del Mercosur. En sus
últimos años tuvo a cargo la representación diplomática uruguaya en París, y presidió
la actuación de Uruguay ante el Tribunal Internacional de La Haya con motivo
del conflicto con Argentina en torno a las pasteras ubicadas sobre el río
Uruguay. Su producción científica está publicada en diversos libros y órganos
de difusión jurídica, así como en su
participación
en resoluciones de organismos internacionales en que participó, discursos y conferencias
y dictámenes profesionales.
El
texto de Alberto Methol Ferré “Las Malvinas y la unidad sudamericana” proviene
de una conferencia pronunciada en Argentina en 2002.Tampoco es la única ocasión
en que Methol se ocupó del tema. El artículo integra la cuestión en su marco
global e histórico, muy acorde con el método de análisis de la actualidad que
aplicó siempre, y formula a la vez una hipótesis sobre el conflicto Malvinas
que involucra de modo bastante explícito a Estados Unidos. La trayectoria de
Methol no podría tampoco ser resumida razonablemente aquí, por su diversidad y
amplitud: preocupado desde muy joven por la búsqueda de visiones e
interpretaciones de la historia uruguaya y regional que fueran capaces de
abarcar sus relaciones con el proceso global, produjo diversos textos de
interés geopolítico e histórico a partir de los tempranos “La crisis del
Uruguay y el imperio británico” (1959) y “El Uruguay como problema” (1967).
Actuó por más de veinte años como consultor del Consejo Episcopal
Latinoamericano (CELAM), aunando su militancia católica con su vocación
latinoamericanista. Su magisterio, expresado en alta medida a través de sus
clases (fue profesor del Instituto Artigas del Servicio Exterior, del Claeh, de
la Universidad de Montevideo y de la Universidad Católica del Uruguay) y de sus
innumerables conferencias por toda América Latina, está afortunadamente siendo
publicado digitalmente en el sitio metholferre.com. La Universidad de
Montevideo, a su vez, está organizando su Archivo y diversas entidades, entre
ellas la Fundación Vivián Trías a través del Espacio Methol Ferré, el CEFIR por
medio de la Cátedra Methol Ferré y la propia Asociación Alberto Methol Ferré,
desarrollan actualmente actividades regulares de investigación y difusión de su
obra.
Los
textos de Felipe Ferreiro, Rolando Laguarda Trías, Edison González Lapeyre y
Julián González
Guyer se justifican, pese a su extrema brevedad, por su relación con aspectos específicos
e interesantes de la cuestión Malvinas. En el caso de Felipe Ferreiro,
distinguido historiador, docente y publicista, ya mencionado varias veces, por
ser tal vez el primer planteo que contrastó el caso con la doctrina Monroe.
Integró su libro Estudios Históricos e Internacionales, pero fue originariamente
publicado en el periódico del Partido Nacional “El Debate” –en el que Ferreiro
colaboró muchos años- en 1948.
Las
páginas del militar e historiador Rolando Laguarda Trías son la dedicatoria de
su libro Nave Española descubre las Islas Malvinas en 1520, publicado en
Montevideo en 1983. Se trata de una investigación sumamente valiosa para la
historia del litigio malvinense, ya que aportó, en base a documentación
existente en la Biblioteca Nacional de París, la prueba definitiva del descubrimiento
de las islas Malvinas por parte de un barco integrante de la expedición de Magallanes.
Laguarda Trías ha dejado una copiosa obra de investigación, con énfasis en la Geografía
histórica y en la cartografía histórica.
La
inclusión de la carta del doctor Edison González Lapeyre a un semanario, en
2012, se explica, pese a su brevedad, por la extraordinaria importancia del
asunto del que se ocupa, muy poco o nada conocido, que es el intercambio de
notas entre el Uruguay y el Reino Unido en torno a la soberanía y jurisdicción
del Río de la Plata, realizado mientras la flota británica se hallaba en el Atlántico
en dirección a Malvinas. La firme actitud del gobierno uruguayo tuvo
implicancias de peso para el alcance de los hechos posteriores, como lo explica
muy bien el texto. Edison González Lapeyre es un internacionalista de vasta
trayectoria profesional, como investigador, docente y consultor. Fue integrante
del equipo negociador uruguayo para la elaboración y redacción del Tratado del
Río de la Plata entre Uruguay y Argentina en 1973, y también para el Estatuto
del Río Uruguay en 1975, y recientemente fue parte del equipo legal que sostuvo
la posición de Uruguay en el Tribunal Internacional de La Haya en el conflicto
de las pasteras.
El
artículo de Julián González Guyer “Islas Malvinas. La solidaridad de Uruguay
con el reclamo argentino”, publicado en 2012 en la revista de la Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO, Guatemala), analiza brevemente la
decisión del gobierno uruguayo de no permitir el acceso al puerto de Montevideo
de buques con bandera de las Malvinas, sus implicancias económicas y políticas.
El autor es docente e investigador del Instituto de Ciencia Política de
Universidad de la República, donde dirige el Programa de Investigación sobre
Seguridad Regional, Fuerzas Armadas Política y Sociedad. Es consultor de
diversas instituciones oficiales uruguayas y organismos internacionales,
compilador de varios libros y autor de numerosos artículos sobre su
especialidad, publicados en revistas académicas y en libros editados, tanto en
diversos países de América Latina como en Estados Unidos y Europa.
El
libro se cierra con su texto más extenso, Malvinas, última frontera del
colonialismo, del doctor Camilo Rodríguez Berrutti. Se trata seguramente de la
más ambiciosa publicación de autor uruguayo sobre la cuestión Malvinas.
Publicada originalmente por la Editorial Universitaria de Buenos Aires (Eudeba)
en 1975, ha desaparecido hace años de las librerías, y de allí su inclusión en
esta compilación. Elaborado desde la especial óptica de la aplicación del principio
de Derecho Internacional denominado “estoppel” o “preclusión”, esta obra
recorre minuciosamente la historia del litigio desde 1765, indicando con
precisión cada hecho en que se genera necesariamente la aplicación del
principio a Gran Bretaña. Otra razón del interés de este texto es que contiene
una puesta al día de la cuestión a mediados de la década de 1970, y permite
recordar el contexto previo a los hechos de 1982: los grandes avances en el relacionamiento
de las islas con el resto del territorio continental argentino, contrastando
con la pertinaz reticencia y negativa del Reino Unido a entablar la negociación
reclamada por las Naciones Unidas. El doctor Rodríguez Berrutti es también un
prominente internacionalista, graduado en la Universidad de la República, donde
fue docente antes de radicarse en la Argentina, donde ha enseñado en varias
universidades. Mantiene una regular producción en distintas materias de Derecho
Internacional, que puede apreciarse en su sitio en internet (http://www.rodriguezberrutti.com.ar/).
Sigue de cerca la cuestión Malvinas (diecinueve artículos
de publicación reciente, entre junio de 2010 y febrero de 2012).
Debo
algunos agradecimientos a personas que apoyaron la elaboración del trabajo de
distintos modos. Además de reiterar el agradecimiento a los miembros del Foro
Malvinas en Uruguay y al Embajador Dante Dovena, debo dejar constancia del
apoyo y colaboración inestimables del Ministro Máximo Gowland, sin el cual hubiera
sido muy difícil realizar este trabajo en tan corto tiempo. También al
responsable del Archivo Histórico Diplomático del Ministerio de Relaciones Exteriores
Álvaro Corbacho, cuyo conocimiento del Archivo y diligencia para resolver
cualquier duda facilitaron mi trabajo sobre las cajas que contienen material
referido a Malvinas. Del mismo modo a la Prof. Beatriz Eguren, Directora de la
División Documentación del Archivo General de la Nación, y a la bibliotecóloga
Alicia Sanginés, que integró el equipo que catalogó la documentación referente
a las islas Malvinas, por su preocupación y asistencia en mis consultas sobre
esos materiales, así como al personal del AGN por su disposición y cordialidad.
Debo
asimismo agradecer la autorización para las correspondientes publicaciones
facilitadas por Beatriz de Abadie-Aicardi, Mercedes Gros Cibils, Belén Sastre
de Methol y Marcos Methol Sastre, Camilo Rodríguez Berrutti, Edison González
Lapeyre, Eduardo Panizza, Julián González Guyer y Soledad Velázquez. A Mercedes
Gros Cibils agradezco además muy especialmente su disposición para buscar entre
los papeles de su padre materiales referidos a Malvinas, que sumó cinco
artículos al único con que yo originalmente contaba, y a Edison González
Lapeyre su colaboración para el contacto con el doctor Rodríguez Berrutti. Al
doctor Heber Arbuet debo un intercambio muy interesante con relación a su
posición sobre la soberanía argentina de las Malvinas, que ha variado con
relación a la que sostuvo en su informe de 1982, y hoy abre espacio a algunas
dudas sobre la cuestión, en atención a variaciones en el concepto de soberanía,
materia sobre la que ha estado trabajando los últimos años. Al profesor Julio
César Cotelo agradezco las referencias sobre publicaciones de la Academia de Historia
Marítima y Fluvial.
Espero
que esta recopilación pueda contribuir a un mejor conocimiento de la cuestión Malvinas,
y al mismo tiempo estimule el interés por la situación y el destino del
Atlántico Suroccidental,
un espacio oceánico de enorme importancia para sus tres ribereños, Brasil, Uruguay
y la Argentina.
(*)
Publicado en Podetti, J. R. comp. (2013): Visiones uruguayas de Malvinas.
Montevideo, Fin de Siglo.
Fuente:
https://www.academia.edu
[1] GIL MUNILLA, O.
(1948): Malvinas. El conflicto anglo-español de 1770. Sevilla, Consejo Superior
de Investigaciones Científicas, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, p. 269
y 422.
[2] El autor se ocupa del
tema bajo el título “Failure of an expedition against Buenos Ayres”. Miller, J. R. (1825): The History of Great Britain from the death of
George II to the Coronation of George IV. Londres, Jones & Company, pág. 29 y ss.
Es interesante la forma en que explica James Miller, en 1825, las razones que
impulsaron el proyecto de la conquista de Buenos Aires de 1763. También la
sencillez con que este autor inglés, contemporáneo de la expulsión de las
autoridades argentinas en Malvinas en 1833, calificaba la invasión y captura de
territorios extranjeros; simplemente, “enterprises”: “It was deemed expedient
to encourage some private adventurers to add to the other operations against so
extensive a sphere of commerce, an attack upon the colony of Buenos Ayres in
South America. The conquest of this place was doubly desirable, as it
would afford great security to the Portuguese settlements, and prove, at the
same time, an excellent station for farther enterprises against the dominions
of Spain upon the SouthSeas”.
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