Hoy, 02 de abril de 2011, nos encontramos en la antesala del trigésimo aniversario de la recuperación de las islas Malvinas y de las Georgias del Sur en 1982. Dentro de un año muchos de nosotros estaremos aquí conmemorando esos hechos. Por eso es oportuno repasar lo ocurrido desde aquella mañana de 1982 para entender qué estuvo bien, qué estuvo mal, qué debemos mejorar y qué hay que cambiar para reencarrilar nuestra añeja disputa por la soberanía de todo nuestro Atlántico Sur.
¿Qué fue el 02 de abril de 1982? Fue el episodio por el cual la Argentina mostró al mundo su voluntad de recuperar esos territorios usurpados por Gran Bretaña. Mostramos nuestra decisión y nuestra voluntad. Y también mostramos otras facetas que cabe considerar.
¿Qué pasó ese día? Tal vez lo más importante no fue lo ocurrido en las islas, sino la reacción popular al conocer los hechos. La concurrencia masiva y espontánea a la Plaza de Mayo y a casi todas las plazas principales de las ciudades y localidades del interior, sin necesidad de recurrir a camiones o micros para el traslado de la concurrencia, fue la característica principal. Así se manifestó el júbilo popular y, tal vez, algún signo de inmadurez y de falta de experiencia sobre lo que era esperable como reacción del enemigo. Y quiero hacer una aclaración respecto a esta palabra enemigo: considero que en tanto Gran Bretaña persista en la usurpación de las islas es nuestro enemigo. Enemigo como consecuencia de su conducta y no como consecuencia de nuestros sentimientos. Pero es nuestro enemigo y se comporta como tal. La pregunta que surge es si nosotros nos comportamos como enemigos.
¿Y cómo nos portamos como pueblo? Durante la guerra mostramos comportamientos duales. Fueron evidentes el entusiasmo y la solidaridad popular, con manifestaciones de entrega y de generosidad que hacen recordar algunos episodios de la gesta de nuestra independencia. Muchas veces se ha dicho que las guerras se ganan o se pierden. Muy pocas veces se registra una suerte de empate. Tal vez la guerra por las Malvinas fue uno de estos últimos casos: Gran Bretaña recuperó su dominio sobre las islas, pero quedó con tantos problemas que el costo ulterior casi significó una derrota. La Argentina perdió el 14 de junio lo que había recuperado el 02 de abril, pero en el período inmediatamente posterior recogió los frutos internacionales del hecho de haber luchado por lo que creía suyo. Pero lo que ningún país se puede permitir es perder la posguerra. En ese período tanto el vencedor como el vencido curan sus heridas, reparan todos los daños recibidos y se deben rehacer. Nuestro comportamiento en la posguerra no fue el mejor y por eso hoy nos encontramos con Gran Bretaña en franco proceso de concretar la explotación de hidrocarburos y nosotros mirando con enojo y frustración lo que hace el enemigo.
En la posguerra inmediata al fin de la guerra nos caracterizó una conducta cercana a un estupor paralizante ante la derrota militar. No entendimos, y no hubo quien lo dijera en ese momento, que el 14 de junio se había rendido la guarnición de Puerto Argentino, pero no se había rendido la Argentina, cosa que los británicos entendieron muy bien. Nos comportamos como un pueblo que había perdido una guerra y sólo habíamos perdido una batalla. La posguerra mediata mostró un considerable esfuerzo de varios actores por desmalvinizarnos, sirviendo más al interés británico que al interés argentino. Esta acción tuvo un relativo éxito en ciertos sectores, pero fracasó en el corazón de la masa del pueblo, que a pesar de no tener orientación ni guía de la dirigencia, muestra sus sentimientos profundamente argentinos.
¿Y cómo se portó nuestra dirigencia? Fundamentalmente mostró que no tiene sentido de lo que es el interés nacional. Durante la guerra la dirigencia militar mostró fallas propias de su inexperiencia guerrera, y la dirigencia civil, léase los partidos políticos y los políticos, mostraron en muchos casos seguir con oportunismo la entusiasta reacción inicial popular para pasar, después de la derrota militar, a formular, con el mismo oportunismo, duras críticas a todo lo hecho y a la lucha misma. Fue en muchos casos una desvergonzada muestra de oportunismo sin importar el interés nacional. Tal vez los casos más vergonzosos fueron los de tres políticos que años después serían presidentes de la República, y que inmediatamente después del 02 de abril se manifestaron apoyando todo lo hecho, pero que tan pronto ocurrió la derrota, o años después, formularon duras críticas.
¿Y cómo se comportaron los integrantes del Estado Nacional? Inmediatamente después del 14 de junio comenzaron los tironeos por el poder, destituyéndose al Presidente sin tener previsto su reemplazante, mientras el enemigo seguía realizando operaciones militares. No obstante, poco después se adoptaron algunas medidas de afirmación de la posición argentina, como el eficaz accionar en las Naciones Unidas o la resolución de disponer el feriado del 02 de abril. Pero la fuerte posición lograda en las Naciones Unidas, posterior a la guerra, se fue desdibujando desde 1984, y a partir de 1989 dejamos de presentar proyectos de resoluciones como se había hecho casi una rutina desde 1982. Desde 1988 hasta el presente hemos dejado de tener resoluciones de Naciones Unidas que obligaban a Gran Bretaña a desobedecer el mandato de las Naciones Unidas. Los llamados acuerdos de Madrid de 1989 y 1990, tan beneficiosos para Gran Bretaña y tan desfavorables para la Argentina marcaron el comienzo de un enorme retroceso en nuestra posición relativa, sin que nadie les haya formulado cargos a los responsables de esas concesiones.
¿Y cómo se portó Gran Bretaña? Poco a poco fue mostrando sus verdaderos objetivos, que son apoderarse de las riquezas que se puedan encontrar en las islas y en sus inmediaciones. Por ese motivo ha realizado un amplio ejercicio de soberanía y de administración de recursos y una persistente tarea de exploración de hidrocarburos y, por primera vez, hace pocos días, informó que ha encontrado un yacimiento económicamente rentable, por lo que cabe esperar que dentro de no mucho tiempo comience su explotación. No obstante seguirá sosteniendo que actúa en defensa de la autodeterminación de los isleños. La reciente presencia de buques británicos en nuestros puertos, cuando hace poco el Uruguay negó ayuda a un buque británico que iba a operar en las Malvinas, muestra nuestra falta de consistencia en la defensa de nuestra posición y cómo se puede actuar siguiendo el magnífico ejemplo de nuestros hermanos uruguayos, que parece que entendieran el interés nacional argentino mejor que nosotros mismos.
Todas esas circunstancias, argentinas y británicas, nos obligan a pensar en cuál debe ser nuestra conducta nacional futura.
He dejado, para cerrar estas palabras, una referencia a los hombres que combatieron en las Malvinas. A los soldados del aire, del mar y de la tierra, a los que cayeron en la lucha ofrendando sus vidas y a los que regresaron con heridas o sin ellas. A todos ellos los debemos reconocer por su entrega y su patriotismo. Quien pretenda marcar diferencias por origen o jerarquías le estará haciendo un flaco favor a nuestra causa malvinera. Y creo que todos ellos, yo también, tenemos una nueva obligación con la Argentina: es la de transmitir nuestros sentimientos a nuestros hijos y a nuestros nietos, para que la causa Malvinas sea una eterna reivindicación, hasta que ellas vuelvan al seno de la Patria.
Y también tenemos que pensar en otra cosa que me parece importante: Veo aquí muchos jóvenes, A ellos los tenemos que convocar para que se incorporen, en esta antesala del trigésimo aniversario, en un firme trabajo de estudio y de actividades, que comiencen a mover los espíritus, dando dinamismo al proceso de recuperación de las islas. Lo que podemos hacer los que fuimos a las islas en 1982 es transferirles la posta a ustedes, los jóvenes de hoy, porque el futuro es indudablemente de ustedes.
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