En plena guerra de Malvinas, Anna Ingala, como parte de una tarea escolar, le escribió una carta a un combatiente; al terminar la contienda nada supo de él, pero no lo pudo olvidar; 28 años después, gracias a Facebook, logró dar con él; ésta es la emotiva historia contada en primera persona
Hacía pocas semanas que mi familia y yo estábamos de regreso en la Argentina después de un periodo viviendo en el extranjero. Corría el año 1982.
Sin darnos cuenta, de pronto, el país estaba en guerra. ¿La Argentina en guerra? Eran dos palabras que no se habían pronunciado juntas jamás.
Recuerdo a mi viejo repitiendo sin cesar: "No puede ser que mi Argentina esté en guerra".
En el colegio nos pidieron escribir una carta al "Soldado Desconocido" y sin tener mucha conciencia de lo que sucedía, de lo que era una guerra, la escribí y las enviaron a su destino: Las Islas Malvinas".
Un tiempo después recibí una carta de un soldado: el soldado Alejandro Príncipe, un nombre que quedaría grabado en mi memoria por el resto de mi vida. El soldado Príncipe me contaba sobre las islas y el frío, cosas que eran desconocidas tanto para él como para mí hasta ese momento.
Recuerdo haber contestado la carta, pero poco tiempo después, fue regresada al remitente. Corría junio, justo el mes en el que la guerra terminaba.
Cómo saber qué había sucedió: ¿seguía con vida o ya estaba de regreso por el fin de la guerra?
Una tarde de 1991, me dirigía a mi trabajo y el colectivo en el que viajaba, se detuvo frente al Monumento a los Caídos en Malvinas, en el barrio de Retiro, frente a la plaza San Martín.
Inmediatamente bajé y me dirigí al monumento para buscar ese nombre que no deseaba encontrar.
No recuerdo si los nombres plasmados en el monumento estaban en orden alfabético, pero recuerdo recorrer cada uno de ellos, muy lentamente, para cerciorarme que ese nombre que tanto recordaba, no estuviera escrito allí. Mi corazón latía cada vez más fuerte a medida que recorría los nombres hasta llegar al final. Con lágrimas en los ojos, recuerdo llegar hasta el último nombre y con una gran alegría, me dije a mi misma: "¡Qué suerte! ¡Está vivo!"
Las lágrimas comenzaron a caer sin cesar. Este soldado, que jamás había conocido y de quien sólo había recibido una carta contándome sobre la guerra y cuyo nombre jamás había olvidado, estaba vivo. Ese fue, sin lugar a dudas, un día de inmensa alegría.
Intenté buscarlo por Internet. Pero cada vez que escribía su nombre en Google, recibía las mismas respuestas:"Príncipe Andrés de Inglaterra en Malvinas", "Príncipe Guillermo", "Príncipe en Malvinas"
No lograba dar con el nombre o con un contacto.
Y así fueron pasando los años. Y seguían pasando. El nombre seguía grabado en mi cabeza.
Alguien me sugirió averiguar en la Comisión Nacional de Ex combatientes. También lo busqué. Y todo siguió igual: nada.
Hasta octubre de 2010. Sentada frente a mi computadora, una de esas noches frescas de primavera, una idea pasó por mi cabeza: buscarlo en Facebook.
Luego de escribir su nombre en el buscador, aparecieron muchas fotos. Pero fue esa primera imagen la que atrajo mi atención. Alejandro Príncipe. Mi corazón comenzó a latir como aquel día en el Monumento. "¡Es él, es él!", grité.
Comencé a buscar una forma de enviarle un mensaje, pero no encontraba la forma de hacerlo. Mientras mis dedos temblaban sobre el teclado, mi ansiedad crecía por no poder enviarle un mensaje. Lo único que podía ver en su perfil eran sus páginas favoritas:"Las Malvinas son Argentinas", "Nunca nos olvidemos de nuestros Héroes","1.000.000 de fans para que nos devuelvan las Islas Malvinas".
Era él, estaba segura que era él. Pero no tenia forma de enviarle un mensaje. Fue entonces cuando decidí contactar a una persona que tenia su mismo apellido. Después de disculparme por el atrevimiento de contactarla, le explique cuál era la situación y le pedí que si estaba a su alcance, le comunicara a Alejandro que necesitaba comunicarme con él.
Fue un viernes de octubre de 2010, al volver de mi trabajo, cuando encendí mi computadora y me encontré con una de las sorpresas más lindas que había tenido en mucho, mucho tiempo. Un mensaje de aquel soldado Alejandro Príncipe. "Soy Alejandro Príncipe y estuve en Malvinas. Si estás segura que soy yo, por favor contactate conmigo. Para mí es muy importante".
La emoción que me invadió fue indescriptible. Después de 28 años, logré encontrar al ahora ex combatiente, que un frío invierno de 1982, me enviaba una carta desde la guerra. Desde el horror de la guerra. Desde las frías islas del sur: Nuestras Islas Malvinas. ¡Siempre argentinas!
Lo que siguió a ese mensaje, fueron mas mensajes, y mails, y llamados, cargados de historias llenas de alegría, emoción y lagrimas. Desde Buenos Aires hasta San Luis, se había creado ese puente de alegría, emoción y lágrimas. Y una tarde de noviembre, decidimos encontrarnos. Era un día muy especial. Era el día en que ese nombre que sonó en mi cabeza durante 28 años y estaba vivo, finalmente se encontraba con un rostro y un héroe de la Patria.
Nos encontramos cerca de un shopping, entre nervios y abrazos, como si hubiésemos sido amigos de toda la vida. Ese mismo día, conocí a una de sus hijas: Estefanía. Compartimos una simple pizza entre historias, risas, lágrimas y emociones.
Y es hoy un honor, Alejandro, haber encontrado a un amigo que busque por mucho tiempo. Y es simplemente hoy, 02 de abril, que quiero brindarle este homenaje, tanto a este ex soldado de la Patria, Alejandro Príncipe, como a todos aquellos héroes que son y serán siempre, los que dejaron su vida para defender con valor a estas Islas Malvinas, que son y serán por siempre argentinas, porque están rodeadas por los colores de la bandera, la celeste y blanca de la patria.
"Con emoción te agradecemos
soldado de las Malvinas,
siempre en ti y en nosotros viven
nuestras islas Argentinas."
Anna Ingala
Fuente: lanacion.com. Publicado el 02 de abril de 2011
1 comentario:
Que emocionante relato y esas cosas del destino!
Habrán tantas historias parecidas como estas, de poder ver el rostro de quien escribió esa carta en aquel momento..
Excelente relato!!!
Un saludo grande!
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