Malvinas ha sido y sigue siendo un tema prioritario para nuestra política exterior. La salida de Londres de la Unión Europea puede convertirse en una oportunidad para fortalecer nuestra estrategia diplomática.
Por Mariano Roca
La “legítima e imprescindible soberanía sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur, Sándwich del Sur y espacios marítimos e insulares correspondientes” es una reivindicación irrenunciable, plasmada en la primera disposición transitoria de nuestra Constitución. El reclamo contra la usurpación británica, ocurrida el 3 de enero de 1833, es una política de Estado y todos los gobiernos argentinos se han mantenido firmes en su reivindicación ante la ONU.
El 16 de diciembre de 1965, la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la Resolución 2065, en la que tomó nota de la disputa de soberanía entre la Argentina y el Reino Unido en torno a Malvinas. Desde entonces, las negociaciones entre Buenos Aires y Londres mostraron algunos avances, pero el lobby de los isleños frenó el tratamiento de la cuestión de fondo por parte del Parlamento británico. La guerra de 1982 echó por tierra cualquier tipo de iniciativa diplomática y complicó las posibilidades de un acuerdo.
Sin embargo, recuperar las Malvinas no es una quimera. En este nuevo informe de DEF en YouTube, analizamos la historia reciente y el escenario que se abre para nuestro país a partir del Brexit.
DEL ALEGATO RUDA AL LEASEBACK
Si hacemos un poco de historia, un hito de nuestra política exterior fue el denominado “Alegato Ruda”. El 9 de septiembre de 1964, el embajador José María Ruda expuso las bases del reclamo argentino ante el Comité de Descolonización de la ONU. Allí hizo un detallado repaso del trasfondo histórico de la cuestión Malvinas y reclamó el “restablecimiento de la integridad territorial” de nuestro país mediante la devolución de las islas ocupadas ilegalmente por el Reino Unido. Además, rechazó la aplicación del principio de “libre determinación” cuando, como sucede en Malvinas, “parte del territorio de un Estado independiente ha sido separado, contra la voluntad de sus habitantes, en virtud de un acto de fuerza de un tercer Estado”.
En la siguiente década, a partir de la mencionada Resolución 2065 de las Naciones Unidas, los gobiernos argentino y británico se sentaron a la mesa de negociación. Allí se barajaron una serie de alternativas para resolver definitivamente la cuestión de la soberanía sobre las islas. El embajador Atilio Molteni, de larga trayectoria en la Cancillería y numerosos destinos en el exterior, recordó cuáles fueron esas posibles soluciones: el denominado leasebak o “retroarriendo”, y la “soberanía compartida”.
El leaseback consistía, básicamente, en prolongar por un determinado período de años la soberanía británica, con el compromiso de una posterior transferencia de soberanía. Un ejemplo de este modelo fue el caso de Hong Kong, cuyo territorio fue transferido por el Reino Unido a China en 1997, al cabo de unas negociaciones que habían derivado en un acuerdo firmado en 1984. La otra alternativa, la soberanía compartida, era un tanto más compleja e implicaba la atribución a la población local de una serie de prerrogativas que le permitieran mantener su identidad. Molteni recordó, a modo de comparación, el caso de las islas Aland, ubicadas en el Mar Báltico y administradas por Finlandia, pero cuya población es mayoritariamente sueca y goza de un alto grado de autonomía.
En el caso de Malvinas, la primera de esas opciones estuvo muy cerca de concretarse, pero el lobby isleño en el Parlamento británico y la posterior guerra de 1982 volvieron las negociaciones a “fojas cero”.
EL BREXIT, UNA OPORTUNIDAD PARA MALVINAS
Las últimas cuatro décadas han sido testigos de distintos períodos de acercamiento y enfrentamiento entre Londres y Buenos Aires, con acuerdos en los 90 en materia de pesca e hidrocarburos, que terminarían fracasando. Posteriormente, durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, la posición argentina se endureció. Tras un intervalo durante la administración de Mauricio Macri, que buscó profundizar en diálogos puntuales con el gobierno británico, hoy la polémica ha vuelto al centro de la escena.
El primer ministro británico, Boris Johnson, afirmó que estaría dispuesto a “usar la fuerza” para defender sus territorios de ultramar. En respuesta a estos dichos, la Cancillería argentina denunció, una vez más, la “ilegítima presencia” del Reino Unido en el Atlántico Sur. El comunicado del Palacio San Martín aludió a la amenaza que representa la base militar británica en Malvinas para la Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur (ZPCAS).
Como telón de fondo de esta “guerra de nervios”, se encuentra la salida del Reino Unido de la Unión Europea, que tendrá un impacto indudable en el comercio entre las islas y el Viejo Continente. “En el Brexit, no se incluyó un régimen especial para los territorios británicos de ultramar”, precisó el embajador Molteni. Por eso, enfatizó, “para la Argentina, en estos momentos, es una prioridad actuar sobre los 28 países que integran la Unión Europea, de manera que las islas no consigan el estatus especial que tenían mientras el Reino Unido era parte de la UE”. De esa forma, los productos pesqueros, principal fuente de recursos de los isleños, deberían pagar un arancel que los tornaría menos competitivos y apetecibles para el mercado comunitario.
Esta ventana que nos abre el Brexit debe ser matizada, sin embargo, por el poderío que aún conserva Gran Bretaña, que es, además, miembro de la OTAN. En ese sentido, el exvicecanciller Roberto García Moritán advirtió a DEF: “El Reino Unido sigue siendo un país económicamente importante, con una capacidad militar extraordinaria. Y el anuncio del primer ministro Boris Johnson sobre la ampliación de su arsenal bélico no es menor, ya que convertiría a Gran Bretaña en la cuarta mayor potencia nuclear del planeta, detrás de EEUU, Rusia y China”.
Fuente: https://www.infobae.com
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