Un texto que aborda, un poco más allá de la guerra, por qué se debe insistir con el reclamo de soberanía territorial y económica sobre el archipiélago.
Por Guillermo Arnaud
Descubierta América, el papa Alejandro VI dictó en 1494 el Tratado de Tordesillas, que implicó la donación a España de la soberanía de los territorios, y estableció el monopolio comercial y de navegación sobre ellos. Al no reconocer la jurisdicción del papa y estar en favor de la libre navegación de los mares y de la libertad de comercio internacional, Gran Bretaña llevó a cabo la agresión, robo y contrabando en los territorios de España y sus sucesores. El 2 de enero de 1833 se produjo la usurpación de Malvinas. Respecto a posteriores negociaciones, cabe recordar que las hubo pero que fracasaron. En tres oportunidades, durante el gobierno provincial de Juan Ramón Balcarce, en 1833, y las presidencias de Julio Argentino Roca, en 1884, y de Miguel Juárez Celman, en 1888, el Reino Unido rechazó una propuesta de arbitraje. A partir de la Resolución 2065 (xx) de 1965 de Naciones Unidas, que invita a ambos países a negociar la “disputa”, y hasta 1982, el gobierno británico participó en seis iniciativas de negociación, falsas, dilatorias, ilusas y costosas, dado que en última instancia la decisión final la tiene y la tendrá el Parlamento británico.
Nuestro archipiélago se encuentra en el Atlántico Sur y, si bien no es momento de negociar la devolución, nuestra prioridad hoy no es la soberanía, que la tenemos, sino la plataforma marítima y el océano Atlántico. La Argentina posee un litoral marítimo de más de 5000 kilómetros, que nos vincula al mundo, puente de salida de nuestra producción, en donde se encuentran once cuencas sedimentarias para la exploración de hidrocarburos. Las aguas del Atlántico bajo soberanía y jurisdicción argentina efectiva cubren 3.162.000 km².
La
plataforma continental, reconocida por la Comisión de Límites de la Plataforma
Continental de Naciones Unidas comprende 1.783.278 km². El Reino Unido nos
usurpa 1.638.000 km². Las aguas y el suelo del Atlántico son muy ricos, y
nuestra industria pesquera debe ser protegida por ser fuente de ocupación
laboral y de ingresos por exportaciones, instrumento de radicación industrial y
poblacional.
No teniendo soberanía, Gran Bretaña ha creado la ficción de una nación independiente a cuya población denominan “kelpers”. Excluyendo la presencia militar británica, Malvinas tiene una población de 3398 habitantes, 2107 son kelpers, 781 son británicos y 510 son migrantes de 13 nacionalidades. Es decir, población trasplantada. La Argentina no puede aceptar una nación malvinense ni negociar con los kelpers. Solo debe sentarse con su par, Gran Bretaña.
Actualmente, con un gobierno conservador-populista, el Reino Unido está en crisis y busca nuevos mercados como consecuencia del Brexit. Con realismo y conforme a nuestro interés nacional, es el momento de negociar acuerdos de intercambio, en particular, de libre comercio. Asimismo, debemos gestionar la exclusión de Malvinas de la Unión Europea.
El
autor es diplomático de carrera y fue embajador de Argentina en Israel, Turquía
y Suecia
Fuente: https://www.infobae.com
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