Ya había unido dos continentes, pero el agua de las
islas tenía un componente especial. “El único tema que une a todo el país es
Malvinas, ella nos unirá”, dijo a Infobae Agustín Barletti, el hombre que
recibió un rosario del Papa y lo dejó en la tumba de un “soldado solo conocido
por Dios”
Por Fernanda Jara
"La natación fue solo un vehículo que
posibilitó conocer de cerca y amar aún más la gesta de Malvinas y a cada uno de
los héroes que quedaron en las islas tras entregar sus vidas por la Patria”
“¡Vamos, mi viejo! ¡Vas a nadar por los héroes que
quedaron en las Islas!”, fue el aliento de Pablo Testa, su entrenador y amigo.
Poco después, el nadador cumplió una verdadera hazaña: “Con el ánimo de quien
recibe agua bendita para santificar el alma ingresé al mar de Malvinas”,
describe de Agustín Barletti a Infobae sobre el momento en que inició la proeza
que se había propuesto dos años antes.
Era el 9 de noviembre de 2014, cuando después de
una noche descompensado, Barletti se sumergió en las aguas. Tenía 53 años y con
2 grados de temperatura en el agua nadó, con el short con la bandera argentina
debajo de su traje de neoprene, por el estrecho de San Carlos, “el corredor de
las bombas”, donde en 1982 desembarcaron las tropas británicas. La hazaña fue
acompañada por sus amigos, la mirada atenta de los lugareños y el ánimo de
sentir que así homenajeaba a esa tierra, a los caídos en combate y los
veteranos.
“Me tomó cinco años poder escribir lo que viví
allí”, dijo Barletti sobre Malvinas, entre brazadas y memorias, el libro en el
que deja testimonio de su epopeya. “El tiempo transcurrido me sirvió para
comprender que la natación fue solo un vehículo que posibilitó conocer de cerca
y amar aún más la gesta de Malvinas y a cada uno de los héroes que quedaron en
las islas tras entregar sus vidas por la Patria”, remarcó el hombre que cree
que la causa Malvinas unirá a la Argentina.
La carta que lo marcó, su madre, el Estrecho de
Gibraltar y la hazaña
“Invité a Malvinas a dos compañeros del colegio
primario. Pablo Lima, el único que fue a la guerra y a Guillermo Luder, un
eximio fotógrafo. Fue como una aventura de estudiantes”
En 1982, una carta le advirtió a Barletti que no se
alejara de su residencia porque podría ser convocado para la guerra de
Malvinas. “A principios de junio, en pleno conflicto bélico, recibí una
notificación del Estado Mayor de la Armada que ordenaba no alejarme más de 40
kilómetros de casa porque como reservista podría ser convocado en cualquier
momento”.
Su hermano Pablo recibió la misma carta mientras
Martín, el tercero de los hermanos, ya cumplía con el servicio militar en la
Prefectura Naval, pero no fue movilizado a combate. Su madre, aterrada por la
situación, se acercó al Edificio Libertador, donde está la Armada, para avisar
que uno de sus hijos ya estaba “bajo bandera” y preguntar al guardia que la
recibió: “¿Es cierto que, además, pueden mandar a otros dos a la guerra?”.
“¡Siéntase honrada de poder entregar tres hijos para la defensa de la Patria,
señora!”, le contestó el oficial.
“Mi mamá lo agarró del cuello, la tuvieron que
separar", recordó Barletti sobre los días en los que su partida a las
islas parecía inminente porque unos meses antes fue dado de baja en la Marina,
donde cumplió el Servicio Militar.
No fue soldado. No le tocó, pero sí a Pablo Lima,
amigo y ex compañero de escuela, a otros de su edad y un poco menores. “Viví la
guerra de cerca, en carne viva”, dijo todavía angustiado por el recuerdo.
Su vida siguió. Los años pasaron, las anécdotas
fueron otras, llegaron los hijos y la vida adulta. “Hasta los 48 años tenía una
vida sedentaria, pesaba casi 100 kilos, no hacía ejercicios, padre de 5 hijos y
sentía que era candidato a un ACV... Pensé en qué hacer para revertir esa
situación, en algún deporte para mejor mi estado físico, pero en ninguno era
bueno y el único que había practicado de chico era natación así que volví a
nadar, pero me puse un objetivo: unir dos continentes nadando. Convoqué a Pablo
Testa, el mejor entrenador de aguas abiertas de Argentina”, contó el hombre
que, tras 19 meses de entrenamiento intenso, nadó por el Estrecho de Gibraltar.
El 23 de octubre de 2011, logró unir Europa y
África a nado: nadó más de 20 kilómetros en 6 horas y 7 minutos. Lo hizo junto
a delfines y tortugas marinas y tuvo la visita de un tiburón. Pese a eso no se
conformó. “Viste cuando estás 19 meses planificando algo, un casamiento, después
pasa todo en un segundo y quedás con esa sensación de “¿y ahora qué?”... ¡Así
me sentí! Y mi entrenador me dijo: ‘¡Ahora, Malvinas!’ ¡Y acepté el
desafío!".
En poco más de dos horas, Agustín Barletti unió a
nado las Islas Malvinas
—Desde la idea de ir a las Islas hasta concretarlo
pasaron tres años ¿a qué se debió ese tiempo?
—-En abril de 2012 avisé que lo haría en la
presentación de mi primer libro, Hazaña en Gibraltar, pero recién pude hacerlo
dos años después porque el primer pedido ante las autoridades británicas fue
negado. Apelé en el Consejo de las Islas que lo aprobó; luego me pedían el
soporte del barco, certificados médicos, el diploma de haber cruzado
Gibraltar... Todos los trámites llevaron tiempo y además el tema del pasaporte,
que fue un golpe al corazón entrar y que lo pidan para sellar... En el
formulario de migraciones nos pedían decir en qué hotel íbamos a parar, pero
paramos en el barco y el capitán llegó una semana antes del cruce. Hasta que él
no presentó todo no sabíamos si íbamos a poder cruzar.
—Mientras hacían los trámites ¿cómo fue en
entrenamiento para nadar en aguas heladas?
—En ese tiempo tuve que hacer un entrenamiento
especial porque no soy ni buen nadador ni rápido. Por mi edad y porque comencé
de grande; y el agua helada hace que tengas que cruzar muy rápido para evitar
la hipotermia, así que tardé dos horas y demoré cuatro en recuperarme.
—Poco antes de partir recibió un regalo especial
con un destino especial ¿cuál fue?
—¡Sí! El Papa Francisco se enteró de esta aventura
que estábamos por emprender y nos mandó un rosario que bendijo con la
sugerencia de que lo coloquemos en la tumba más despojada que viéramos en el
Cementerio de Darwin. En ese momento no estaba el proceso de reconocimiento de
los cuerpos que luego se hizo. Encontramos una y lo dejamos ahí.
—Llegó el día y el momento de nadar, ¿cuál fue la
sensación al entrar en las aguas de Malvinas? ¿Cómo vivió ese “bautismo”?
—¡Fue como entrar en agua bendita! Después de cinco
años, me sigo despertando por las noches y pienso: ‘¿Lo viví realmente?’. ¡Fue
algo tan increíble! Además, por la naturaleza del lugar. ¡Había delfines que
nadaban al lado mío! Y, yo que creo en los milagros, el día que nadé me tocó un
día muy lindo tanto que hasta la propia gente de las islas nos decía el buen
tiempo que hizo.
—Justamente, en el libro cuenta sobre las
inclemencias del clima en noviembre. La guerra fue en pleno otoño ¿pensó en
algún momento en lo que vivieron los soldados?
—¡Pensé mucho en ello! Recorriendo el Monte Longdon
comenzó a nevar en pleno noviembre y nosotros decíamos: “¡Lo qué habrá sido
esto entre abril y junio!", los meses que estuvieron aquí. Eso nos hizo
reflexionar mucho. Y lo más triste fue que mientras yo estaba en el agua fue
inevitable pensar en cuando se hundía el General Belgrano, cuando tuvieron que
evacuarlos... Y que otros tuvieron que salir con lo puesto.
Los veteranos y el recuerdo de los caídos en la
guerra que se desató el 2 de abril de 1982 y terminó el 14 de junio de ese año
estuvieron presentes durante la semana la que Agustín y sus amigos pasaron en
las Islas Malvinas, a las que ingresó con el pasaporte sellado. “Fue un golpe
al corazón”, dijo.
"Los isleños no quieren ser ingleses ni
argentinos. Se sienten isleños, de allí"
En el agua, Barletti mezcló pensamientos y la
concentración ante el desafío. Además de lo que tuvo que vencer en aguas
desconocidas, pero estudiadas por mapas: “El otro problema, aparte del clima,
fue la corriente. En el Estrecho de San Carlos es un embudo por donde pasa una
corriente tremenda y hay que buscar la estola de marea, que es el momento en
que deja de crecer y empieza a bajar. Ese es el momento de marea neutra. Si no
se así la marea te saca. En ese estrecho desembarcó la flota inglesa, ese lugar
se conocer como el corredor de las bombas porque ahí les dieron a los ingleses
para que tengan y guarden. Cuando yo pasé era un páramo con una paz”.
Luego de dos horas, la hazaña estaba cumplida. La
sensación de realizarla se apoderó de su ser. “¡Fue indescriptible!”, resumió
sobre el momento que quedó sellado en su memoria y que luego de cinco años pudo
traducir en palabras.
“Malvinas. Entre brazadas y brazadas”
“El cruce fue realizado hace cinco años, antes
crucé el Estrecho de Gibraltar, y en ese momento escribí un libro casi de
inmediato, pero en este caso pasaron 5 años y recién hace 2 meses pude
escribirlo... ¡Fue tan fuerte lo que viví allá que necesitaba tiempo para que
caigan ideas, para poder ser lo más objetivo posible!”, asumió como si el
tiempo necesitara excusas.
"La llegada. Momento en que Agustín finaliza
el cruce. El reloj marcó las 14:07 del 9 de noviembre de 2014"
—¿Hizo algo relacionado con el proyecto del libro
durante esos cinco años?
—Me dediqué a investigar porque tengo el vicio de
investigador y porque quería escribir un libro que cuente la historia de la
natación, pero también que rescate situaciones heroicas vividas por los
veteranos de la guerra de Malvinas. En el libro cuento el infierno vivido
durante la última batalla en el Monte Longdon y las increíbles hazañas del
Batallón de Infantería de Marina N° 5 y de los marinos mercantes.
—¿Cómo fue esa investigación?
—Tuve acceso a documentación británica, otra de la
Cancillería de Argentina, charlé con muchos protagonistas de la gesta Malvinas,
tanto ex combatientes de Argentina como británicos, hablé con militares que
estuvieron en combate y, mientras estuvimos allá, con muchos isleños porque en
Islas, que están lejos del mundo, no pasa nada.
"Amanecer malvinero. 9 de noviembre,
aproximadamente a las 5 de la mañana. El sol comienza a despuntar un día
mágico"
—¿Hasta dónde comparten los recuerdos de la guerra?
—Son personas que no quieren ser ingleses ni
argentinos. Se sienten isleños, de allí. Son amables y suelen compartir
opiniones en bares, no se cierran al diálogo, pero ellos suelen después de
estar en un bar, por ejemplo, seguir la reunión en una casa. A esa invitación
no se llega.
—¿Qué le dejó la experiencia de unir Malvinas
nadando?
—La natación fue una excusa que me permitió vivir
todo lo que viví. Después me quedó la sensación muy linda de esa empatía que
generamos en Malvinas e imagino que el camino es por acá. Creo que cuando pasa
algo en referencia a las Islas siempre se genera empatía, unión, por eso creo
que es el camino para ablandar a nivel país la situación, para lograr como
compatriotas un acercamiento. Creo que los gobiernos deberían fomentar y
subsidiar viajes de egresados de estudiantes argentinos a Malvinas para que se
genere un vínculo entre los jóvenes. Malvinas te obliga a reconocer a un
veterano, por eso, si tenés a uno cerca abrazalo porque hacerlo es lo más
cercano a abrazar a la Patria.
“Me tomó cinco años poder escribir lo que viví
allí”
Barletti publicó en junio de este año Malvinas.
Entre brazadas y memorias, el libro donde relata sus encuentros con él mismo en
el agua de las Islas, la experiencia de conocer a los veteranos de San Luis, a
los isleños que estuvieron en combate y a los más jóvenes. Además, hace una
investigación desde una mirada diferente de lo que fue el conflicto bélico que
nos dolerá para siempre.
Algunas fotos de la hazaña de los amigos en
Malvinas
"Atardecer en San Carlos. 8 de noviembre a las
17:30, el estrecho nos recibe con este atardecer"
A la salida del puerto se encuentra esta típica
cabina de teléfono público
"Detenida en el tiempo. En la avenida
principal de las islas está la oficina de correos con su típica construcción
estilo inglés"
"Único. En West Store se compra comida, ropa y
libros. Es el único lugar donde se compra"
Fotos: Gentileza Guillermo Aldo Luder
Fuente: https://www.infobae.com
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