Por
Pablo Daniel Blanco (*)
La
iniciativa del gobierno argentino de ofrecer ayuda humanitaria a los
malvinenses de cara a esta pandemia de coronavirus me parece acertada. Son
comprovincianos nuestros, viven en nuestra Argentina y merecen todo el apoyo
del estado nacional y provincial. Celebro el gesto de ofrecerles alimentos
frescos, medicamentos, test para la detección del virus y vuelos sanitarios con
el continente. Ellos son fueguinos y deben ser tratados como cualquier
ciudadano argentino, tienen el mismo derecho que nosotros a acceder a nuestro
sistema de salud.
Celebro
esta iniciativa del canciller Felipe Solá y del secretario de Malvinas,
Antártida y Atlántico Sur, Daniel Filmus, porque la solidaridad tiene que estar
por encima de cualquier diferencia para enfrentar de forma satisfactoria a esta
crisis sanitaria que está poniendo en jaque al mundo.
Ojalá
que este gesto se materialice en hechos concretos en caso de que esta
enfermedad contagiosa llegue a las islas y la ayuda tome el carácter de urgente
y se vuelva necesaria.
Creo
que este es un avance, un cambio en la postura de un gobierno que no tiene
complejos en tratar a los malvinenses como lo que son: fueguinos y argentinos.
Este cambio de mentalidad diplomática debe profundizarse tendiendo lazos de
cooperación con los habitantes de las islas que vayan más allá de esta actitud
solidaria de cara a la crisis. Tenemos que estar cerca de ellos en las buenas y
en las malas. Simplemente porque ellos también son nosotros.
Esta
pandemia nos devolverá a un mundo distinto. En muchos aspectos habrá que
empezar de nuevo. Se hará sentir tremendamente tanto en la salud como en la
economía y sus derivaciones serán muy difíciles de prever. De lo que sí estoy
seguro es que esto nos marcará para siempre. ¿Cambiaremos cuando todo se normalice
o lo normal habrá cambiado? Es de esperar que en lo individual hayamos
aprendido a ser más solidarios y que esto se proyecte hacia lo colectivo. En un
mundo global la cooperación y la solidaridad para salir del pozo también
tendrán que ser globales. Por eso, puestos a imaginar, podríamos pensar que
ciertas políticas internacionales que atrasan deberían, justamente, quedar
definitivamente atrás. El colonialismo, en el mundo que viene, no debería tener
sentido.
No
hay que subestimar a este enemigo invisible que está entre nosotros, ha venido
por todo y no sabe de banderas.
Para
algunos gobernantes viene siendo muy difícil elegir entre salud y economía. Es
lógico intentar que la afectación sea la mínima en ambos campos; pero debe
entenderse que sin personas sanas no hay economía y que esta última debe estar
al servicio del hombre.
Todo
este cataclismo económico social va a repercutir necesariamente sobre la
política internacional y la forma de relacionarse entre los países. La
solidaridad, el entendimiento y la cooperación tienen que ser el camino. Es de
esperar que este ofrecimiento que ha hecho el gobierno argentino sea el
puntapié inicial para empezar a transitar por una nueva era de mayor apertura,
vocación de diálogo y disposición a la colaboración mutua en aquellas
cuestiones delicadas ligadas al futuro mediato de las Malvinas y su gente.
Los
malvinenses son argentinos y merecen tener los mismos derechos que cualquier
compatriota con o sin coronavirus. Es un lugar común decir que toda crisis es
también una oportunidad y nuestro gobierno parece haber entendido bien el
sentido del cambio. La oportunidad no debe confundirse con oportunismo: el
coronavirus, además de ser la llave de la caja de Pandora, podría dejar abierto
el camino hacia una nueva forma de encarar las negociaciones por la soberanía
de las islas cuando todo pase. Una negociación que deberá ser paciente,
decidida y solidaria. Considerar a los malvinenses como parte de lo nuestro y
no como a extraños es, sin dudas, un buen principio.
(*)
Senador nacional (UCR)
Fuente:
https://www.infobae.com
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