Por
Martín Balza (*)
La
Primera Guerra Mundial se inició el 28 de julio de 1914 (Shutterstock)
Un
reciente éxito cinematográfico, “1917”, recrea en una pequeña acción táctica
menor el drama de tensión y muerte que atraviesan dos jóvenes miembros del
ejército británico, un soldado y el cabo Schofield, en un conflicto conocido
también como la primera Guerra Mundial, que impactó al mundo a principios del
siglo XX. Ello traslada al recuerdo de la misma.
En
su momento, el Papa Benedicto XV (Giacomo della Chiesa) la calificó de “una
matanza inútil”; el cardenal Ildefonso Schuster afirmó que “la guerra se trata
de una matanza inútil y representa la mayor desgracia que puede golpear a la
humanidad”; y el General Douglas Mac Arthur expresó, con conocimiento de causa,
que “es un medio inútil para dirimir controversias, que había que sustituir por
recursos de naturaleza espiritual”.
Me
permito agregar que también es un renunciamiento a las escasas pretensiones de
la humanidad. Es muerte, viudas, huérfanos y mutilados; origina odios y rencores,
y no soluciona los problemas políticos, ni sociales, ni económicos, ni étnicos,
ni religiosos. Tampoco las rivalidades territoriales ni las disputas
diplomáticas, no pocas veces alimentadas por exacerbados nacionalismos.
Lo
que se conoce como la Gran Guerra duró 4 años, 3 meses y 11 días, desde el 28
de julio de 1914 hasta el 11 de noviembre de 1918. Enfrentó a millones de
soldados de 32 naciones de los cinco continentes. Las bajas totales superaron
los 15 millones de combatientes y una cifra importante de la población civil.
La Argentina mantuvo su neutralidad durante todo el conflicto con los mandatos
de los presidentes Victorino de la Plaza e Hipólito Yrigoyen. El conflicto
comenzó con un cierto modo de pensar de incompetentes políticos, convencidos de
que los problemas socio-económicos europeos podrían resolverse mediante el
empleo del factor militar; quizás interpretando erróneamente al filósofo
militar prusiano Carl von Clausewitz, que un siglo antes había sentenciado que
“la guerra es la continuación de la política por otros medios”.
Algunos
de los principales actores fueron: el Archiduque Francisco F. de Austria, quien
fue asesinado por el estudiante nacionalista serbio-bosnio Gavrilo Princip, esa
fue la excusa detonante, el Kaiser Guillermo ll, líder del II Reich, el
presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson (su país entró en la guerra en
abril de 1917). También se destacaron Georges Clemenceau, político, médico y
periodista francés, David Lloyd George, político inglés, Paul von Hinderburg, Mariscal
alemán, Ferdinand Foch, Mariscal francés, y el Mariscal y político francés
Henri P. Pétain.
Entre
otras batallas, fueron sinónimos del conflicto: Primera batalla del Marne
(1914), Tannenberg (1914), Galípoli (1915), Verdún (1916), Somme (1916), Ypres
(1918) y la Segunda batalla del Marne (1918). Varios de los protagonistas de la
Segunda Guerra Mundial (1939-1945) habían participado en la Gran Guerra con
distintas responsabilidades, entre ellos: Adolf Hitler, el Cabo de Bohemia,
Winston Churchill, el responsable del desastre y la derrota de Galípoli por el
que sufrió un eclipse político por varios años, Harry Truman, Hermann Göring,
Erwin Rommel, Heinz Guderian, Erich Raeder, Karl Dönitz, Chester Nimitz,
Charles de Gaulle, George Patton, Douglas Mac Arthur y Gueorgui Zhúkov.
Todos
ellos conocían la guerra, pero este fenómeno se repetiría veinte años después.
De nada sirvieron los desgarradores relatos de Ernest Hemingway (en su novela
Adiós a las armas), y de Erich María Remarque (en su novela Sin novedad en el
frente), sino que asistiríamos a una lucha más cruel y más encarnizada aún. La
Segunda Guerra Mundial vulneraría algunos límites que se respetaron en la
anterior: los indiscriminados ataques y masacres a las poblaciones civiles por
los distintos bandos, el bombardeo nuclear sobre las indefensas ciudades de
Hiroshima y Nagasaki, y el Holocausto, la Shoá. Fue el peor conflicto de la
historia de la humanidad, duró 6 años y el saldo total fue del orden de 70
millones de muertos.
Hay
una aceptable coherencia de los distintos bandos en condenar la incompetencia
militar, como en parte lo evidencia la película “1917”.
Trataré
de sintetizar la misma de esta manera: desconocimiento de la historia militar,
ausencia de imaginación, decisiones improvisadas, carencia de inteligencia
táctica y estratégica, subestimación del enemigo, optimismo irresponsable,
obediencia paralizadora, inmovilidad absoluta, frentes estáticos, mandos
débiles irascibles con el subordinado y mal uso de los recursos humanos. El
historiador, escritor y periodista inglés Alan J.P. Taylor no obvió sentenciar
al respecto: “Generales británicos que prolongaron la matanza conservaron sus
puestos y lograron ascensos”. El reconocido analista y escritor militar inglés
Liddell Hart dijo acerca de la emblemática Tercera Batalla de Ypres (Francia):
“Fue como si ningún comandante se atreviera a expresar opiniones contrarias a
las órdenes recibidas, pese a que los hechos lo exigían con gran fuerza”.
Cualquier similitud con los altos mandos durante la Guerra de Malvinas no es
mera coincidencia.
Formalmente,
el Tratado de Paz se firmó en Versalles el 28 de junio de 1919. La miopía del
torpe presidente de la conferencia, Clemenceau, y Wilson y Lloyd George,
sometieron a Alemania a draconianas medidas compensatorias y exorbitantes pagos
de indemnizaciones. Humillaron al pueblo alemán, que las consideró injustas e
intolerables, pues aún hoy muchas fuentes aseguran que Alemania no estaba
totalmente vencida. El entonces Secretario de Estado estadounidense Robert
Lansing manifestó: “La próxima guerra en Europa surgirá del Tratado de
Versalles, del mismo modo que la noche sigue al día”. El Primer Ministro
italiano Francesco Nitti dijo: “Sin paz en Europa”. El pago de las reparaciones
incidió en el pueblo alemán huelgas, inflación, desocupación, desengaño y lo
encauzó a valorar partidos políticos que proponían soluciones radicales: el
nacional-socialismo y el comunismo. Ello favoreció el advenimiento del nazismo
hitleriano. Es curioso que el inglés Lloyd George, siendo primer ministro
inglés en 1933, expresara que Adolf Hitler era “un gran hombre”. Alemania
finalizó el pago de las reparaciones de esa guerra el 3 de octubre de 2010.
La
Gran Guerra careció de liderazgos políticos y militares, y los altos mandos
ejercieron un comando autocrático y distante, como en nuestro caso ocurrió en
Malvinas. Lo que permite concluir que se puede prescindir de incompetentes
generales, pero no de buenos soldados, cabos, sargentos, tenientes, capitanes y
mandos medios.
(*)
El autor es Ex Jefe del Ejército Argentino, veterano de la Guerra de Malvinas y
Ex embajador en Colombia y Costa Rica
Fuente:
https://www.infobae.com
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