El combate cuerpo a cuerpo con bayonetas caladas, la noche
más terrible para los paracaidistas británicos, las mentiras de los Generales
argentinos y la falta de armamentos y raciones
Por Martín Balza (*)
Darwin- Pradera del Ganso (captura de YouTube)
La no realización de una batalla aeronaval y el previsible
fracaso sobre las fuerzas británicas en el combate de Darwin–Pradera del Ganso
llevaron a que a partir del 8 de junio la guerra tuviera su definición en la
batalla terrestre de Puerto Argentino, que asumió las características de una
clásica batalla de cerco, llamada también de aniquilamiento perfecto. A ello se
llega cuando una fuerza está totalmente sitiada, sin posibilidades de romper el
sitio, y no existe probabilidad alguna de que desde afuera una fuerza propia
pueda lograr una conexión con la sitiada.
Salvando las circunstancias de tiempo, modo, lugar, ámbito
geográfico y efectivos enfrentados, la historia militar moderna nos remite a
casos parecidos: Stalingrado (1943), donde se rindieron 200 mil alemanes;
Singapur (1942), en que los japoneses tomaron prisioneros a 80 mil británicos,
y Dien Bien Phu (1954), donde los vietnamitas cercaron, derrotaron y se
rindieron 12.000 franceses.
El día 10 de junio, en horas de la tarde, concretamos un
ataque coordinado entre el GA 3 y tres aviones Pucará basados en el aeropuerto
local. Así lo recuerdo: una de las baterías de la artillería británica nos tenía
a maltraer, estaba ubicada cerca del monte Kent, fuera del alcance de nuestros
cañones; solo podíamos neutralizarla con medios aéreos basados en el aeropuerto
local. Hablé con el General Oscar Jofre y con el Brigadier Luis Castellano,
quienes estuvieron de acuerdo. Coordinamos el ataque con tres pilotos de la
Fuerza Aérea, Juan Luis Micheloud, Marcelo A. Ayerdi y Carlos Murales. Una
batería del GA 3 los “guiaría” con proyectiles fumígenos (humo blanco) en
dirección al objetivo, al que no podíamos batir porque no entrábamos en alcance
con nuestros obuses ya que nos faltaban unos 2/3 km. El ataque fue exitoso y la
artillería británica fue, en ese momento, neutralizada. Fue la primera acción
de cooperación en combate entre la artillería del Ejército y la Fuerza Aérea en
nuestra historia.
Monte
Longdon (AFP)
La noche del 11 de junio, aproximadamente a las 22:00 horas,
el batallón de Paracaidistas 3 (Para 3) británico atacó el Monte Longdon, que
estaba defendido por una compañía del RI 7 a órdenes del Mayor Carrizo
Salvadores. La sorpresa táctica se perdió como consecuencia de que un soldado
inglés pisó e hizo detonar una mina antipersonal.
Así se inició un intenso combate que duró el resto de la
noche, hasta que la compañía inició una difícil y confusa retirada hacia Puerto
Argentino. Una de las características de la lucha fue que se llegó al combate
cuerpo a cuerpo, con “bayonetas caladas”, algo bastante infrecuente en la
guerra moderna. La lucha fue encarnizada, duró diez horas, pero el batallón
británico era superior en número de hombres, en armamento, en equipamiento, en
adiestramiento y contaba con visores nocturnos y apoyo de fuego naval.
En uno de sus pedidos de fuego, el observador adelantado del
GA 3, Teniente Alberto R. Ramos, asignado al RI 7, me informó: “¡Esto es un
infierno! Hay ingleses por todos lados. Por momentos es difícil identificar si
las explosiones de los proyectiles de fragmentación y de iluminación son
nuestros o de los ingleses”. Su última transmisión fue: “Se inició la retirada
hacia el este”.
Al día siguiente me informaron que no estaba entre los que
regresaron. Se lo consideró como desaparecido hasta que en 2018 su cuerpo fue
identificado y hoy descansa como tantos otros soldados en un lugar histórico de
la Argentina: el cementerio militar de Darwin.
Para el corresponsal británico Leslie Dowd, el combate de
Longdon “fue la noche más terrible de mi vida. El Para 3 británico tuvo 23
muertos y 47 heridos” (The Sunday Times Insight Team). El RI 7 tuvo 36 muertos
y 148 heridos.
Batalla de Monte Longdon (Imperial War Museums)
El espacio entre Longdon y el cerro Dos Hermanas estaba a
cargo del Mayor Oscar Jaimet, con efectivos del RI 6, que evidenciaron un
excelente comportamiento en los momentos finales de la batalla, pero que en la
noche del 11 al 12 de junio no tuvieron una activa participación en los
combates por la sencilla razón de que no recibieron un ataque directo de los
ingleses. Posteriormente, Jaimet y sus hombres tuvieron una destacada
actuación, su regimiento tuvo 13 muertos y 35 heridos.
El cerro Dos Hermanas estaba ocupado por una compañía del RI
4 a órdenes del segundo jefe del regimiento, Mayor Ricardo Cordón, que no
ofreció resistencia, y cedió en forma prematura la posición mediante una
desordenada retirada hacia Puerto Argentino, sin que a mi juicio se hubiera
hecho el esfuerzo para sostenerla. El enemigo se apoderó así de una de las más
importantes alturas, sin mayores exigencias. El Mayor Cordón fue pasado a
retiro obligatorio después de la guerra.
La posición del Monte Harriet estaba a cargo del jefe del RI
4, Teniente Coronel Diego Soria, quien concurrió a la guerra dejando en el
continente a un hijo adolescente que padecía una enfermedad terminal, y con su
regimiento disminuido soportó con entereza el abrumador ataque británico conducido
por el Teniente Coronel Chris Keeble, el mismo que con su Batallón de Comandos
2 había combatido en Darwin-Pradera del Ganso. El RI 4 fue sorprendido y
rodeado, su desgaste en los días previos fue notorio y no pudo evitar el
envolvimiento. Entre las 05.00 y 06.00 horas. del 12 de junio, los ingleses
ocuparon Harriet. El RI 4 sufrió 22 muertos y 110 heridos.
Monte Harriet
Sobre ese combate, el General británico Julian Thompson
dijo: “Nos encontramos con 300 prisioneros, incluidos el jefe del Regimiento de
Infantería 4 y varios oficiales. Esto muestra las mentiras de las informaciones
de la prensa, según las cuales los oficiales huían dejando a sus soldados
conscriptos para que fueran masacrados o se rindieran como ovejas. Oficiales y
suboficiales se batieron duramente” (Thompson J., No picnic, Ed Atlántida, pág.
168).
Entre los prisioneros estaba el pelotón de observación
adelantada del GA 3, a cargo del Capitán Tomás Fox. Por su parte, el
corresponsal inglés de la IRN (Independent Radio News), Kim Sabido, que
presenció las acciones en Harriet, entre otros conceptos, relató: “Los hombres
que teníamos enfrente no iban a ceder si no era tras una lucha
encarnizada" (The Sunday Times Insight Team, pág. 375).
Lamentablemente, en los días anteriores a la ofensiva final,
el General Jofre hizo un empleo inadecuado de la Compañía de Comandos 602, a
cargo del Mayor Aldo Rico. En las pocas incursiones que esa compañía realizó en
la profundidad del campo de combate –coordinadas y apoyadas por el fuego del GA
3– evidenciaron la profesionalidad que debe caracterizar a un elemento de
fuerzas especiales, y aportaron su cuota de sangre.
Desde las primeras luces del 12 de junio, los cerros
Longdon, Dos Hermanas y Harriet estaban ya en poder del enemigo. Sobre esas
posiciones, nuestra artillería (GA 3, GA 4 y la batería del BIM 5) realizó
fuego intermitente durante gran parte de la mañana: “Mientras nos
reorganizábamos, el fuego de la artillería argentina, de los cañones pesados
(155 mm) en su mayor parte, comenzó a caer sobre las posiciones que los
argentinos acababan de perder. Los infantes de marina británicos se protegían
entre las fisuras de las rocas, mientras los proyectiles argentinos explotaban
a su alrededor” (Thompson J., No Picnic; Leo Cooper y otros, pág. 157).
Estaba claro que los siguientes y últimos objetivos del
enemigo serían los cerros William, Sapper Hill y Tumbledown, ocupados por el
Batallón de Infantería de Marina 5 (BIM 5), a órdenes del Capitán de Fragata
Carlos H. Robacio, distantes entre 3 y 7 km de Puerto Argentino. El BIM 5
poseía un alto grado de adiestramiento adaptado al clima, tenía su dotación de
hombres, material y armamento al completo, y su sistema logístico no
experimentó grandes variantes puesto que fue abastecido en forma directa por
aviones de la Armada. Poseía una batería de obuses de 105 mm (a cargo del Capitán
de Fragata Mario Abadal) que, como manifestó el Contraalmirante Carlos Büsser,
“…se incorporó al sistema unificado de control y dirección de fuego terrestre
que operaba la artillería del Ejército de la guarnición Malvinas” (Villarino
E., Batallón 5, Aller Atucha, pág. 13). Con el BIM 5 realizamos coordinaciones
estrechas que dieron resultado en los combates terrestres más intensos de la
guerra que se libraron las últimas 48 horas.
Cerro Dos Hermanas
En las primeras horas de la tarde del 12 de junio, y estando
próximo a una de mis baterías, alguien a mi lado gritó ¡Cuerpo a tierra!, al
tiempo que un Harrier nos sobrevoló a unos 300 m de altura. El fuego, con
misiles y cañones de 20 mm, se dirigía hacia la ladera del cerro Sapper Hill
donde estaba la batería de cañones pesados. Temimos lo peor, pero solo tuvimos
heridos leves, el Cabo Primero Omar Liborio y 6 soldados. Uno de los cañones
quedó fuera de servicio. Los refugios para los operadores de los cañones
pesados preparados por el Teniente Primero Luis Daffunchio limitaron los
efectos del ataque del Harrier. De inmediato el Mayor Carlos A. Milanese
concurrió al lugar y evacuó los heridos al Hospital Militar Conjunto de Puerto
Argentino, a cargo del Mayor médico del Ejército Enrique M. Ceballos. La labor
de todo el personal de sanidad fue encomiable y abnegada; durante el conflicto
se internaron 1.990 pacientes.
A todo esto, según el General Mario B. Menéndez, el
presidente de la Nación, miembro de la Junta Militar y comandante en jefe del
Ejército, General Leopoldo F. Galtieri, dijo en Buenos Aires: “Yo conozco todas
las dificultades que tienen, pero hay que aguantar. Los veo muy apegados al
terreno. Hay que tener más movilidad” (Túrolo, C., Malvinas: Testimonios de su
gobernador, Ed Sudamericana, Pág. 261).
Muestra clara de soberbia y desconsideración, no exenta de
cobardía y desprecio por sus subordinados. Él, y sus presuntos asesores
-principalmente los del área de logística, los Generales Eduardo A. Espósito y
Gerardo J. Núñez-, no podían ignorar que en esos días carecíamos del
indispensable combustible, de la necesaria movilidad aeromóvil, y de munición
de artillería terrestre y antiaérea; y que en algunas unidades el racionamiento
diario se reducía a un magro desayuno (mate cocido y una rebanada de pan), con
lo que muchos de nuestros hombres recibían solo alrededor de 2.000 calorías,
cuando las necesarias en ese lugar para un combatiente eran de no menos de
5.000 calorías diarias. Además, carecíamos de raciones de combate, nunca
llegaron. Ignoraban que todas las tropas estaban expuestas a bajas
temperaturas, lluvia, nieve esporádica, humedad y vientos helados.
No obstante, uno de los responsables de la desatención de
los combatientes, el citado General Núñez, dijo en Buenos Aires a algunos
familiares de los combatientes: “Soy responsable de la logística, no tienen
problemas de abrigo y les aseguro que no pasarán frío y volverán más gordos”.
Totalmente falso e insensible, rayano a una lesa profesionalidad.
(Foto: Eduardo Farré).
La ofensiva británica sobre Puerto Argentino continuaría
hasta el 14 de junio. En ese lapso se desarrollaron las acciones terrestres más
intensas de toda la guerra. Ante lo narrado hasta ahora en distintas entregas,
es lamentable y triste escuchar a un exgobernador de una provincia y actual
diputado de la Nación, al referirse tangencialmente a la Guerra de Malvinas en
un programa televisivo a 38 años del conflicto, calificándola como “el fiasco
de Malvinas”. Podría serlo para los políticos que concurrieron, junto con Jorge
Rafael Videla, a la jura del gobernador Mario B. Menéndez, en Puerto Argentino,
el 7 de abril de 1982; pero no para los que combatieron, y muchos de ellos
murieron, por un sentimiento del pueblo argentino. Recordemos juntos la
sentencia de nuestro Libertador: “Una derrota peleada vale más que una victoria
casual”.
(*) Ex Jefe del Ejército Argentino. Veterano de la Guerra de
Malvinas y ex Embajador en Colombia y Costa Rica.
Fuente: https://www.infobae.com
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