La actuación de nuestros soldados
y las responsabilidades de los jefes militares que dieron las ordenes en la
conducción del conflicto, pero nunca pisaron las islas desde que estalló la
guerra. Las conclusiones del Informe Rattenbach
Por Martín Balza
La historia universal es pródiga
en calurosas acogidas de tropas derrotadas desde la más remota antigüedad. Uno
de los tantos ejemplos fue el recibimiento como héroes que, en Londres, en
1854, vivieron James Thomas Brudenell (Lord Cardigan) y sus soldados, luego del
aniquilamiento de su brigada de caballería en Balaclava en la guerra de Crimea.
Lamentablemente, muy distinto fue el recibimiento -ignoto y humillante- que
recibieron los combatientes de Malvinas en 1982.
Los mentores de ello fueron los Generales
Cristino Nicolaides y Juan Carlos Trimarco, olvidando que antes de la derrota
británica en Crimea nuestro Libertador San Martín había sentenciado: “Una
derrota peleada vale más que una victoria casual”.
Un lustro después, el General
Reynaldo B. Bignone, presidente de Nación, en oportunidad del regreso de
nuestros soldados manifestó que “…en una reunión de mandos del Ejército
inmediatamente después del 14 de junio de 1982, el General Leopoldo F. Galtieri
cargó la mayor parte de las culpas sobre los mandos tácticos que se
desempeñaron en Malvinas (…) La recepción se concretó de manera cautelosa y
silenciosa, a mi juicio equivocadamente. En forma privada, saludé
telefónicamente a los Generales Menéndez, Jofré y Parada en sus respectivos
domicilios”. (R. Bignone, El último de facto, págs. 123 y 133). Sin duda alguna
que él, en su carácter de entonces presidente de la Nación y comandante en jefe
de las Fuerzas Armadas, fue también responsable o corresponsable del desprecio
a los soldados que pelearon en Malvinas por un sentimiento.
La recepción fue distinta en la
Armada y en la Fuerza Aérea. Nicolaides, Trimarco, Bignone y otros solo
conocían lo que ellos denominaban “el enemigo interno y las guerras ideológicas”;
estas últimas, como dijo el General británico Fuller: “… son disparates, no
solamente porque las ideas son impermeables a los proyectiles sino porque,
invariablemente, cuando más santa es la causa, más demoníaco es el fin” (J.F.C.
Fuller, La Segunda Guerra Mundial, Ed. Rioplatense, pág. 10).
Desde que se inició concretamente
la guerra, el 1° de mayo de 1982, nuestros altos mandos no pisaron nunca
Malvinas, y la triste paradoja es que desde 1955 solo habían estado preparados
para tomar la Casa de Gobierno. Olvidaron que para que un ejército luche y que
los hombres arriesguen sus vidas hay que hacer como con los tallarines: ¡no se
puede empujar un tallarín, hay que tirar de él! Eso es lo que hicieron los
niveles tácticos en Malvinas.
Galtieri durante la guerra de
Malvinas (Víctor Bugge)
Muchos en el Ejército
pretendieron atribuir la derrota no a la incapacidad manifiesta de los mandos
superiores y a los complacientes seguidores -que hicieron casi todo lo que no
debía hacerse según la ortodoxia y la historia militar-, no a las
imprevisiones, no a la falta de abastecimientos, ni a nuestra inferioridad
aérea, ni a la ausencia de la flota de superficie, sino a las valientes tropas
y jefes tácticos.
El General británico Jeremy Moore
-digno adversario- respetó y valoró al vencido más que nuestros Generales, con
las excepciones del caso, entre ellas los Generales Benjamín Rattenbach, Tomás
Sánchez de Bustamante y Ricardo Flouret. Entre otros conceptos, Moore reconoció
que “en algunos sectores y fases del combate tropezó con tropas bien armadas y
aguerridas que ofrecieron dura resistencia”.
En tal sentido no puedo omitir
algunos comentarios sobre el desempeño de los soldados argentinos:
* “La campaña de Malvinas se
peleó con notable respeto hacia las normas morales, por los dos bandos (…)
Sentimos una sensación espléndida, después de la larga y dura serie de batallas
en las islas, sobre tan considerable extensión de terreno especialmente
inhóspito, y que todo haya concluido así. No cabe duda de que los hombres que
se nos opusieron eran soldados tenaces y competentes, y muchos han muerto en su
puesto” (General británico Anthony Wilson, comandante de la Brigada de
Infantería 5, The Sunday Times Insigth Team- Una cara de la moneda, págs. 343 y
382).
* “Los cuentos sobre un ejército
fascista (sic) argentino cometiendo monstruosidades no tenían fundamento” (M.
Hastings y S. Jenkins, La batalla de las Malvinas, pág. 334).
* “Algunos argentinos tenían
heridas producidas por fósforo blanco, serias, profundas y muy dolorosas. Sus
quejidos eran desgarradores. Uno o dos tenían heridas producidas por bayonetas,
cosa inusual en el combate moderno, y algunos estaban físicamente exhaustos. En
el combate cuerpo a cuerpo peleaban hasta con la culata de los fusiles o con
cualquier cosa que tuvieran a mano (…) Los argentinos combatieron muy bien” (M.
Middlebrook, Operation Corporate, Viking Press, Londres 1985, pág. 352).
* “Ambos, argentinos y británicos
son profundamente leales y patriotas, tienen una herencia militar orgullosa,
una convicción religiosa profunda y un arraigado sentido del valor y el
heroísmo. Pero la larga historia británica de guerras y batallas por más de 400
años, el adiestramiento permanente de sus fuerzas armadas con la OTAN,
combinado con la fresca memoria de la Segunda Guerra Mundial, Corea, Suez,
Belice y la permanente actividad en Irlanda del Norte, hacen a las fuerzas
británicas más actualizadas en tácticas y rápidas respuestas en el campo de
combate. Los argentinos no carecían de valor o lealtad, pero no ostentaban,
lamentablemente, la experiencia necesaria (…) Las unidades argentinas que
evidenciaron un alto grado de cohesión y se destacaron por su excelente
desempeño en combate fueron: el Batallón de Infantería de Marina 5, el
Regimiento de Infantería 25, las Compañías de Comandos 601 y 602 (del
Ejército), el Regimiento de Infantería 7, así como el Grupo de Artillería 3”
(Nora K. Stewart, South Atlantic Conflict of 1982- A Case Study in Military
Cohesion, págs. 82 y 94). La doctora Stewart entrevistó en la Argentina y en el
Reino Unido a varias decenas de excombatientes de ambos países. Su trabajo lo
hizo para el departamento de Defensa de los Estados Unidos.
Benjamín Rattenbach
El 2 de diciembre de 1982, la
nueva Junta Militar -General Cristino Nicolaides, Almirante Rubén Franco y Brigadier
Augusto J. Hughes- conformó una Comisión de Análisis y Evaluación de las
Responsabilidades Políticas y Estratégico-Militares en el conflicto del
Atlántico Sur (CAERCAS) con la finalidad de evaluar el comportamiento de los
miembros de la Junta Militar anterior y otros jefes militares y miembros del
Gabinete Nacional durante el conflicto. Dicha Comisión estuvo integrada por dos
oficiales superiores en situación de retiro de cada Fuerza: el Teniente General
Benjamín Rattenbach, el General de División Tomás Sánchez de Bustamante, el Almirante
Alberto P. Vago, el Vicealmirante Jorge Boffi, el Brigadier General Carlos A.
Rey y el Brigadier Mayor Francisco Cabrera.
La comisión no era un organismo
jurisdiccional, por lo tanto, sus conclusiones se entregaron a la justicia como
elementos de juicio, y se conocen como el Informe Rattenbach, que examinó y
evaluó la conducta de los responsables desde distintos campos: político, penal
militar, disciplinario militar y del honor. Curiosamente, no fueron sometidos a
ninguna evaluación los Generales Nicolaides y Juan Carlos Trimarco. En una de
sus conclusiones la CAERCAS puntualiza:
* “Es importante señalar que hubo
unidades que fueron conducidas con eficiencia, valor y decisión. En esos casos,
ya en la espera, en el combate o en sus pausas, el rendimiento fue siempre
elevado. Tal el caso, por ejemplo, de la Fuerza Aérea Sur (FAS); la Aviación
Naval; los medios aéreos de las tres Fuerzas destacadas en las islas; el
Comando Aéreo de Transporte; la Artillería del Ejército (Grupos de Artillería 3
y 4) y la batería de la Infantería de Marina; la Artillería Antiaérea de las
tres Fuerzas Armadas, correcta y eficazmente integradas al igual que el
Batallón de Infantería de Marina 5; el Escuadrón de Caballería Blindado 10; las
Compañías de Comandos 601 y 602 y el Regimiento de Infantería 25. Como ha
ocurrido siempre en las circunstancias críticas, el comportamiento de las
tropas en combate fue función directa de la calidad de sus mandos”. (Informe
Rattembach-1983)
Galtieri y Mario Benjamín Menéndez
en Malvinas antes de que comenzara la guerra
Para evitar que el lector golpee
las paredes de su casa, rompa algún plato, apague y/o encienda un nuevo
cigarrillo (si fuma), evitaré los comentarios e imputaciones consignados en el
citado informe sobre la Junta Militar y otros, incluidos por supuesto los Generales
Nicolaides, Trimarco, Menéndez, Jofre y Parada. En segunda instancia, la Cámara
Criminal y Correccional Federal de la Capital Federal -que ignoró el Informe
Rattenbach- condenó solamente al General Leopoldo Galtieri, al Almirante Jorge
Anaya y al Brigadier Basilio Lami Dozo a doce (12) años de reclusión, más la
accesoria de destitución y baja. Los causantes apelaron a la Corte Suprema de
Justicia y, antes de que ésta se expidiera, por Decreto N° 1005 del 6 de
octubre de 1989 fueron indultados por el Poder Ejecutivo Nacional. Además,
Galtieri también fue indultado en diez causas por delitos relacionados con la
violación a los derechos humanos. Murieron en uso del grado y del uniforme de
la Patria, como reiteradamente lo aprecié personalmente, a pesar de que en su
momento fueron imputados y condenados.
El General que condujo las
fuerzas terrestres a la victoria en Malvinas, Jeremy Moore, falleció en el
2007, en Londres, y fue despedido en una ceremonia sin rendición de honores
militares, acorde con el sobrio protocolo militar británico para el personal
retirado. Años antes, en el 2003 en Buenos Aires, había fallecido el General
Galtieri; se lo despidió con los máximos honores militares y se lo calificó
públicamente de “soldado ejemplar”.
Al respecto, el reconocido
periodista Andrew Graham-Yooll, entre otros conceptos, expresó: “Los plenos
honores militares que recibió el fallecido dictador Leopoldo F. Galtieri no se
condicen con un verdadero ejército del siglo XXI, decidido a superar las
infelicidades del pasado siglo” (19 de enero de 2003).
Al conmemorar los 200 años de la
muerte de otro gestor de nuestra independencia, el insigne Don Manuel Belgrano,
vienen a mi memoria sus orientadoras y sabias palabras: “El estudio de lo
pasado enseña cómo debe manejarse en lo presente y porvenir”.
*Ex Jefe del Ejército Argentino.
Veterano de la Guerra de Malvinas y ex Embajador en Colombia y Costa Rica.
Fuente: https://www.infobae.com
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