Por primera vez se cuenta la historia que, después
de la guerra de 1982, se fue transformado en mito. Infobae habló con algunos de
los protagonistas clave que permitieron develar el misterio guardado durante 36
años. Todos confirmaron que la turba malvinense atesora, en un lugar cuya
localización se guarda bajo siete llaves, la bandera y los sables del
Regimiento de Infantería 25
Por Adrián PIGNATELLI
Mientras el jefe del regimiento les revelaba que en
pocos días más participarían de la recuperación de las Islas Malvinas, que una
compañía de esa unidad sería la primera en pisar suelo malvinense y que debían
prepararse lo más rápido posible para ir a la guerra contra los ingleses, uno
de los jóvenes Subtenientes sólo atinó a quitarse como pudo el yeso que le
mantenía inmovilizada una de sus manos. Temía ser dejado en el continente.
Fue el viernes 26 de marzo de 1982, la unidad era
el Regimiento 25 y los oficiales escuchaban al Teniente Coronel Mohamed Alí
Seineldín, acompañado por el jefe de la compañía de ingenieros. En un silencio
reverencial atendían las órdenes y las indicaciones que les estaba impartiendo
en la sala de situación, donde se imponía la mesa de arena donde se
planificaban las acciones.
Ese día se armó la Compañía C. Su jefe sería el
Teniente Primero Carlos Esteban. Tendría tres jefes de sección: el Teniente
Roberto Estevez, y los Subtenientes Roberto Reyes y Juan José Gómez Centurión.
Debieron preparar su equipo, ya que en unas horas
más partirían. Seineldín les dio una orden que algunos hasta tomaron con
fastidio: debían llevar su sable porque iban a ir a la batalla.
Con la histórica bandera y los sables llegaron los
hombres del Regimiento 25 a Malvinas
El sable es el elemento de mando del oficial, y
deberían mandar en combate. El sable le es otorgado al graduado del Colegio
Militar de la Nación y en sí es la representación que la Patria otorga para que
la defiendan. "En aquel momento nos invadió un halo de mando",
recuerda uno de los presentes aquel día.
Otros tenían un sentido más práctico. "Llevar
el sable a Malvinas era un chino absoluto. Cuando llegamos todos los pusimos en
un lugar y no reparamos en ellos hasta el 14 de junio".
El significado del sable
La simbología del sable es explicada en el sitio
web del Colegio Militar. El puño simboliza la verdad y lleva acuñado en su pomo
el escudo nacional. El guarda manos ofrece la misma curvatura de origen
morisco, escogida por el general San Martín y que representa el equilibrio, la
justicia y La Paz. La efigie de Cuzco revela hasta dónde había llegado el
ejército libertador. En el nacimiento de la hoja esta Marte, el dios de la
guerra y en el reverso la libertad. La hoja lleva grabada la frase "sean
eternos los laureles" y la dragona posee una cinta con lazo corredizo,
para ceñirla a la muñeca al desenvainar, cinta que si se la despliega cabe la
cabeza de un hombre.
Un sable del Ejército como los que llevaron los
soldados a las islas
¿Cuál es el mensaje de todos estos elementos?
"Siempre que desenvaines tu sable, empuñando la Verdad y teniendo al
Escudo Nacional como divisa, en defensa de nuestra Libertad, aunque te empeñes
en la Guerra, las más caras y gloriosas tradiciones nacionales te protegerán la
mano. Tuya será la victoria y eternos serán los laureles, pero piensa que atado
a tu muñeca llevas un juramento prendido que te recuerda: ¡Más vale morir
ahorcado, que traicionar a la Patria!"
La hoja lleva grabada la frase “Sean eternos los
laureles”
Para entender por qué los oficiales del Regimiento
25 debieron llevar sus sables es preciso conocer al jefe que impartió semejante
orden. Mohamed Ali Seineldín era Teniente Coronel y todos coinciden en destacar
su capacidad de liderazgo.
Algunos de los que estuvieron bajo su mando le
comentaron a Infobae que "el Turco te decía: “Regimiento de Infantería
especial”. Y sabía que cada hombre se sentía especial. Y se preocupaba por su
entrenamiento y por su formación".
El jefe del Regimiento les dijo a los soldados del
25 que debían llevar el sable “porque iban a dar batalla”
Otro explicó que "Seineldín tenía porte de
soldado; era un referente para los oficiales del 25 y de toda la guarnición en
Colonia Sarmiento. Destacaba a los oficiales del ejército japonés que habían
ido a combatir en la Segunda Guerra Mundial con sus espadas de samuráis, y él
quería mantener esa simbología".
"Nos sometió a un entrenamiento fenomenal.
Sabía que en las islas íbamos a estar solos y que nos veríamos obligados a
tomar nuestras propias decisiones. Él nos preparó para eso. Seineldín fue un
soldado que formó soldados", describen. "Poseía un sentido espiritual
muy profundo, que daba fuerza en el combate. Transmitía grandes valores en
pequeños gestos".
El trompeta
El sábado 27 de marzo fueron en avión a la base
aeronaval Comandante Espora y al día siguiente, a la salida del sol, embarcaron
en la flota. La misión consistía en hacer la recuperación, la infantería de
marina se replegaría y el Regimiento 25 quedaba como único guardián de las
islas, con Seineldín como jefe.
Todos los días se izaba la bandera y cuando los
hombres estaban en medio de un feroz bombardeo británico, Seineldín hacía tocar
“A la carga” con un trompeta y convertía un hecho intimidante, en uno que
generaba estímulo de pelea
Como es sabido, el grueso del 25 fue destinado a
Puerto Argentino. Y aunque nunca hubo combates en la capital de las islas, éste
era un punto probable que los ingleses podrían elegir para desembarcar.
Seineldín decía que "cuando desembarquen acá en la playa y ya no demos más,
le dijo a un joven Subteniente, usted va a llevar la bandera del regimiento, y
mientras el cabo primero Tabares toque “A la carga” con la trompeta, yo iré con
el sable y la pistola".
Porque Seineldín también llevó un trompeta. Era la
única unidad en Malvinas que lo hizo. Era el Cabo Primero músico de 19 años
René Omar Tabares. Tenía a su cargo izar y arriar la bandera del regimiento en
el mástil que estaba cercano a la casa del gobernador. Intervenía con su
instrumento en la rutina típica de la vida de cuartel. También era convocado
para participar en ceremonias más dolidas, como eran el entierro de soldados
argentinos.
"Todos los días hacía tocar diana y cuando los
infantes estaban a merced de un ataque aéreo inglés, Seineldín le hacía tocar “A
la carga” a Tabares. Y con “A la carga” venían los gritos, los fuegos reunidos
y convertía un hecho intimidante, en uno que te generaba estímulo de pelea. Y
ese era el Turco. Esa era su naturaleza de mando", recordó uno de los
oficiales.
El Teniente Coronel Seineldín en las islas Malvinas
Paradojas del destino: Seineldín, preparado para la
pelea, no disparó un solo tiro ya que con el grueso del Regimiento 25 tenía a
su cargo la defensa del aeropuerto de Puerto Argentino donde los ingleses se
empeñaron en bombardear su pista, pero no elegirían ese punto para desembarcar.
Uno de los oficiales que combatió a los ingleses en Darwin dijo que "eso
lo vivió con una entereza enorme. Estuvo en el pozo hasta el último día. Se
comió todas las bombas durante toda la guerra. Fue muy frustrante. Y nuestras
secciones entraron en combate en forma muy desproporcionada en lugares muy
aislados unos de otros. Pero eso es la guerra".
La jura a la bandera
Cuando pisaron suelo malvinense, los soldados
conscriptos clase 63 del 25 no habían jurado aún la bandera. Debían hacerlo. Se
organizaron dos ceremonias. Una en Puerto Argentino el 24 de abril, mientras
que en Darwin tuvo lugar la segunda el 25 de mayo. En el helicóptero Bell UH-1H
AE 409 de Aviación de Ejército Seineldín con su cuerpo de oficiales, sus sables
y la bandera del Regimiento volaron hacia ese punto. Y con ellos, por supuesto,
el trompeta Tabares.
La jura del Regimiento 25 en Darwin-Pradera del
Ganso
El Regimiento 25 tuvo una destacada actuación en la
guerra. No solo fue la única unidad de Ejército que participó del desembarco,
sino que luchó contra los ingleses en San Carlos cuando éstos establecieron la
cabeza de playa y además efectuaron el contraataque a Darwin.
Tuvieron 12 bajas: siete soldados, cuatro
suboficiales y un oficial. Y 35 de sus integrantes recibieron medallas. La Cruz
La Nación Argentina al Heroico Valor en Combate, que es la más alta
condecoración, integrantes de Ejército recibieron siete y dos de ellas fueron
para el Teniente Roberto Estévez (post mortem) y para el Subteniente Centurión,
ambos del 25.
Una misteriosa ceremonia
Algunos dicen que fue el 15, otros el 16. Acuerdan
que fue posterior a la rendición. Seineldín ordenó a un Capitán de logística
juntar los sables de los oficiales de su unidad y los hizo llevar al
aeropuerto. Luego de realizar una formación en la que se arrió la bandera del
Regimiento, a un oficial le cupo la tarea de recortarle el sol.
"Era una bandera histórica, la que Juan
Domingo Perón, como presidente, había obsequiado a la unidad en 1947 cuando el
25 era la Agrupación Motorizada Patagonia".
También se le separó el escudo nacional y la
moharra, que es la punta metálica que coronaba el asta.
Luego de realizar una formación en la que se arrió
la bandera del Regimiento, a un oficial le cupo la tarea de recortarle el sol,
el escudo y quitar la moharra. Hoy estos objetos se guardan en el museo del Regimiento
25 en Colonia Sarmiento, Chubut.
Cuando tuvieron todos los sables, fueron cubiertos
con el paño de esa bandera sin sol. Luego los envolvieron en un plástico al que
ajustaron con cinta de embalar. Seguidamente, con una manta se arrolló ese
paquete y repitieron el procedimiento de la cinta. Una vez realizada esta
tarea, lo ajustaron dentro del recipiente usado para transportar munición de
105 milímetros. El recipiente se selló con cinta y posteriormente se envolvió
en plástico, que volvió a ser asegurado de la misma manera. Todo fue
introducido en un cajón de munición y vuelto a cubrir con plástico asegurado
con más cinta.
Los soldados del Regimiento 25 escogieron un lugar
secreto en las islas para enterrar los sables y la bandera. Allí juraron volver
para recuperar las islas y los objetos que quedaron en la turba malvinense.
Escogieron un lugar de las islas que los testigos a
lo largo de los años lo visitaron y que aseguran que está tal cual lo dejaron
en junio de 1982. Su localización exacta aún se mantiene en el máximo secreto.
Allí Seineldín, junto a algunos de sus oficiales,
enterraron ese paquete en una suerte de ceremonia muy reservada. Alrededor del
pozo que habían cavado, les hizo juramentar que sus hijos o bien sus nietos
serían los encargados de regresar a las islas a desenterrarlos para volver a recuperarlas.
"Tienen la obligación de hacerlo…", insistió. Y taparon el pozo.
Otros sables, otros destinos
No todos los sables fueron enterrados en esa
misteriosa ceremonia. Hubo otros casos en que esas armas fueron voladas junto
con las posiciones que ocupaban las fuerzas argentinas. Asimismo, se inutilizó
todo el armamento posible, haciendo detonar granadas en las bocas de los
cañones y tirando partes de armas al mar.
La bandera de guerra en Malvinas
Años después, cuando el hermano de un oficial
veterano del 25 visitó Malvinas, se propuso recuperar el sable que había
enterrado en su posición, cercano al aeropuerto. En compañía de un kelper
muñido de una pala, fue guiado vía celular. La clave estaba en partir del lugar
exacto donde al inicio de la guerra habían emplazado una virgen, en una de los
tantos puntos defensivos. Estaba "a siete pasos al oblicuo izquierdo y a
un metro de profundidad", aún recuerda. Pero no tuvieron suerte.
Otro oficial relató que "no íbamos a permitir
que los sables los entreguen o los tiren; yo enterré el mío junto con mi
pistola y otros efectos personales, soñando que algún día nos podía ser útil
porque las íbamos a volver a buscar".
Menos suerte tuvieron aquellos sables que
terminaron en vitrinas de museos militares en Gran Bretaña o en poder de
ingleses, como trofeos de guerra.
El que quiera apreciar el sol que había sido
recortado de la bandera de guerra del regimiento, puede contemplarlo en un
cuadro en el museo del Regimiento 25 en Colonia Sarmiento, provincia de Chubut.
El resto de la bandera aún está de guardia en las
islas, bajo la turba. Como los sables.
Fuente: https://www.infobae.com
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