Por Martín Balza (*)
La Defensa Nacional es un deber ineludible del
Estado y un precepto rector contenido en el preámbulo de la Constitución
Nacional (CN): "Proveer a la "defensa común", que debemos
diferenciarlo de otro: "Consolidar la paz interior". Tales
responsabilidades políticas están desarrolladas en las leyes de Defensa
Nacional (Nro. 23594/1988) y de Seguridad Interior (Nro. 24059/1991). En las
atribuciones del Poder Ejecutivo Nacional, la CN establece que el Presidente de
la Nación "Es el comandante en Jefe de todas las fuerzas armadas de la
Nación "(…)" Provee los empleos militares" (…) Dispone de las
fuerzas Armadas, y corre con su organización y distribución según necesidades
de la Nación" (…) Declarar la guerra "(Art.99, inc.12/15). También
faculta al Poder Legislativo Nacional para "Fijar las Fuerzas Armadas en
tiempo de paz y de guerra, y dictar normas para su organización y
gobierno" (Art.75, inc.27).
Las Fuerzas Armadas existen porque existe el
Estado, y porque éste tiene intereses y objetivos vitales a proteger, y ningún
organismo internacional o multinacional puede garantizarlos de manera
confiable. Los países, por más amantes de la paz que se declaren, no deben
soslayar amenazas latentes. Eso constituiría una omisión injustificable, un
absurdo, un desconocimiento de la historia y del incierto contexto
internacional actual.
Desde hace décadas nuestro país carece de un real
Sistema Integrado de Defensa Nacional en torno a claras definiciones y
objetivos para las Fuerzas Armadas. Los poderes citados, salvo excepciones
puntuales, han sido, por comisión u omisión, actores ausentes en la atención de
tan sensible tema y condujeron al estado actual de las mismas. Esto se concreta
en la obsolescencia del material y armamento; despliegue, estructura y
dimensionamiento desactualizado; una notoria desinversión que afecta la
logística, principalmente en las áreas de abastecimiento y mantenimiento, el
adiestramiento y la operatividad. El presupuesto ha ido disminuyendo y
actualmente es el menor de la historia argentina y el más bajo de las Fuerzas
Armadas latinoamericanas. El estado de indefensión actual afecta garantizar de
modo permanente la soberanía e independencia de la Nación y su integridad
territorial. Jean Bodin, creador de la doctrina clásica, se refiere a la soberanía
como "el poder absoluto y perpetuo de la República". Para el
constitucionalista Bidart Campos, "el Estado es o no soberano según su
poder tenga o no la cualidad de soberanía". La soberanía, el territorio y
la población constituyen los elementos esenciales del Estado.
El Instrumento Militar es un factor importante, y a
veces decisivo, para poder decir 'sí' o 'no' en una negociación. Sin desconocer
las restricciones presupuestarias actuales de nuestro país, aprecio imperioso
iniciar la instrumentación de un Sistema de Defensa que demandará no menos de
cinco mandatos presidenciales, requerirá de una mirada desideologizada de
corto, mediano y largo plazo, y un compromiso y compatibilización con las
principales fuerzas políticas que, en la alternancia democrática, una
circunstancial oposición —seria, madura y responsable— más temprano o más tarde
conducirá los destinos de la Nación.
En la elaboración del sistema citado se deberá
prescindir de los enciclopedistas, los abstractos y de los que pretenden abarcar
toda la esfera de la ciencia militar e imponer herramientas de última
tecnología en el mundo, cuando debemos concentrarnos en las que están a nuestro
alcance. Por la misma causa, prescindir también de los exhaustivos amantes y
eruditos de la máxima exploración de los mínimos e inalcanzables detalles. El
peligro está, como en el pasado, en demorarse en ideas generales o en las
síntesis prematuras. En una síntesis metafórica, no construir un reloj cuando
solo se pregunta la hora; ello conduce a la parálisis por análisis. Solo lo
simple promete éxito. Es interesante recordar que las Fuerzas Armadas de los
países más avanzados no renuncian al empleo de los conocidos medios
convencionales, aun cuando poseen y desarrollan tecnologías de punta vinculadas
a la ciberdefensa, los drones, los satélites y la inteligencia artificial.
Ejemplo de ello lo apreciamos en los conflictos actuales en Irak, Siria, Irán y
Afganistán; en el equipamiento de los países de la Organización del Tratado del
Atlántico Norte (OTAN) y en un reciente ejercicio militar conjunto entre dos
potencias mundiales, miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas, la Federación Rusa y la República Popular China (el Vostok
2018, palabra rusa que significa "Oriente") en el que participaron
más de 200 mil hombres, 36 mil tanques, miles de cañones y transportes
blindados de infantería, cientos de aviones y decenas de buques de guerra. En
síntesis: las innovaciones tecnológicas son apoyos importantes, pero hasta
ahora nunca fueron decisivas. El Instrumento Militar debe estar orientado y
capacitado para actuar como fuerza disuasoria ante las reales y potenciales
amenazas, en defensa de nuestros intereses vitales de alto valor histórico y
geopolítico, que no son desconocidos.
Quiero enfatizar que, como claramente lo expresa
nuestra Constitución Nacional, la responsabilidad primaria de la conducción de
las Fuerzas Armadas es de quienes han tenido y tienen la misión de conducir los
destinos de la Nación y a quienes en la estructura republicana están
subordinadas; en tal sentido no puedo obviar mencionar que lo más valioso que
ellas tienen son sus recursos humanos los que, a pesar de una objetiva
desatención desde hace mucho tiempo, mantienen una ejemplar profesionalización
y convicciones democráticas. Así lo han demostrado en los últimos 35 años.
Entre sus miembros actuales, no queda nadie a quienes se les pueda imputar
conductas disvaliosas de un pasado que todos, sin excepción, debemos superar
con la verdad y la justicia, sin odio, sin rencor y sin venganza.
Los necios y los mediocres dicen que aprenden con
la experiencia propia, sin valorar que normalmente cuesta mucho y llega tarde.
Yo prefiero aprovechar la experiencia de los demás, y de la historia que, como
decía Cicerón, es magistra vitae, maestra de vida y, por lo tanto, patrimonio
de experiencia universal.
(*) El autor es ex Jefe del Ejército, Veterano de la
Guerra de Malvinas y ex Embajador en Colombia y Costa Rica.
Fuente: www.infobae.com
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