Inglaterra y la Argentina firmaron el 1 de julio de 1971, luego de
haber realizado varias rondas de negociaciones, un acuerdo conocido como
Declaración Conjunta de Buenos Aires; posteriormente, el 5 de agosto, nuestro
país aceptó también la “Nota Reversal”, redactada por el gobierno inglés.
Como consecuencia de ese acuerdo, se tomaron varias medidas: la
construcción de un aeródromo, la implementación de un servicio aéreo argentino
a las islas, la creación de un documento especial para los viajeros de ambos
países “White card” (Cedula blanca). Se incrementó el comercio y las
comunicaciones postales, telefónicas y telegráficas. Se instaló una agencia de
Líneas Aéreas del Estado (LADE), a cargo de la Fuerza Aérea Argentina, donde
trabajaban tres argentinos y dos malvinenses. El Ministerio de Educación, por
su parte envió dos profesores de lengua española.
Argentina construyó también una planta para YPF y envió a tres
especialistas para su atención. Gas del Estado proveía garrafas y cilindros que
eran llevados a Malvinas a través de transportes navales de la Armada
Argentina, que cumplían un servicio regular cada tres meses. Esos buques
también transportaban alimentos para ganado y comestibles diversos.
Todas las acciones que incluían estos acuerdos mejorarían notablemente
la vida de los malvinenses, aunque ellos no quisieran reconocerlo de inmediato
y, a su vez, permitieron un acercamiento argentino a las islas.
Obviamente quienes comercializaban todos aquellos productos, cada vez más
demandados, era la Falkland Islands Company
Ese mismo año, y para controlar la correcta implementación de estas
medidas, se designó un Representante Argentino ante la Comisión Consultiva
Especial residente en las islas Malvinas. Cumplieron esa función los
Vicecomodoros César Alberto de la Colina, Carlos Felipe Bloomer Reeve, Rodolfo
Abel Carnelli, Eduardo Julián Canosa sucesivamente. En enero de 1980, llegó a
Puerto Stanley para desempeñarse en tal cargo el Vicecomodoro Héctor Ricardo
Gilobert.
Funcionalmente dependía del Ministerio de Relaciones Exteriores y
Culto, orgánica y administrativamente de LADE y mantenía sus vínculos
institucionales con el Departamento Políticas de la Jefatura III Operaciones
del Estado Mayor General de la Fuerza Aérea Argentina.
Sus funciones eran estudiar, analizar y solucionar, conjuntamente con
el Representante británico, los problemas operativos o de interpretación que
surgieran de la aplicación de los Acuerdos de 1971. Debía, asimismo, coordinar
las actividades de todos los organismos que el Estado Argentino había
establecido en las islas.
Héctor Gilobert y su familia se adaptaron inmediatamente a la vida en
Malvinas. Deportistas y amantes de la naturaleza, el frío no los asustaba, ya
que vivían con todo confort y con mucha tranquilidad. Para su esposa, Teresita,
profesora de inglés, vivir en una comunidad angloparlante era un sueño hecho
realidad. En ese lugar, que parecía tan inhóspito, ella, mujer valiente, pudo
concretar otro anhelo, después de tres varones tuvo una hermosa niña.
Gracias al dominio del idioma, pudieron comunicarse y entenderse
perfectamente con los malvinenses cosa que no era muy fácil pues como en su
mayoría eran descendientes de escoses, galeses e irlandeses desconfiaban tanto
de los argentinos como de los ingleses. Los niños entablaron sólidos lazos de
amistad con sus compañeros de escuela que hasta el momento perduran.
Socializaron sin dificultad con los isleños y con las nuevas autoridades
inglesas que también acababan de llegar a las islas: el Gobernador, el
Secretario de Gobierno y el Pastor anglicano.
Gilobert, el Gobernador Rex Hunt y su Secretario trabajaban en
estrecha cooperación resolviendo con toda rapidez los problemas que se
presentaban cada día. La predisposición que presentaban las autoridades
británicas era indudablemente favorable al fortalecimiento de las relaciones
entre malvinenses y argentinos, a pesar de la presión que ejercían grupos
opositores, liderados por los miembros de la Falkland Islands Company
Las hostilidades quedaban a nivel de ese grupo y de los gobiernos de
los respectivos países. Ni el tema de la soberanía ni el tema territorial
afectaban su desempeño ni sus relaciones, entendían que para ambas partes era
mejor llevarse bien y solucionar los problemas que afectaban a toda la
población.
De pronto, Inglaterra comenzó a dar muestras de querer solucionar la
disputa por las islas. Para ello proponían el Lease back, o sea arrendar las
islas por un largo período. “Cuando un alto funcionario del Foreign Office
viajó a las islas, sin dudas estaba convencido de que su propuesta sería
rápidamente aceptada, ya que desde el punto de vista de un observador
desapasionado lucía como lógica y conveniente para todas las partes”.
Obviamente a los integrantes de la Falkland Islands Company, que se
enriquecían manejando la economía de las islas, no tenían ningún interés en
esta postura.
De nada sirvió que YPF proveyera de petróleo, gas oíl y nafta a todos
los malvinenses, tampoco los conmovió que les trajeran semanalmente en los
vuelos de LADE encargos de todo tipo sin costo alguno (desde medicamentos hasta
arreglos de zapatos)
Tampoco contribuyó que Gilobert organizase los vuelos de LADE para que
los malvinenses pudieran viajar desde Puerto Stanley a Ezeiza y, sin pernoctar,
continuaran el vuelo a Londres
La Argentina becaba a los adolescentes para que pudieran estudiar en
colegios británicos en la Argentina beneficio que luego se extendió al Liceo
Aeronáutico Nacional, en Rosario. El joven que la obtuvo, Paul Betts, terminó
su carrera, se casó con una argentina y nunca más regresó a Malvinas.
El funcionario argentino intuía que la generación de adultos no quería
dejar de depender de Inglaterra, pero confiaba que, con medidas adecuadas,
paulatinamente las próximas generaciones se sentirían más inclinadas hacia la
Argentina.
Cuando Mr. Rowland llegó a Malvinas con la propuesta del Lease back,
la mayoría de la población lo recibió con disgusto y pancartas que decían:
“Vete con la propuesta del Lease back a otro lado”.
La audiencia pública que se realizó con ese funcionario y los
habitantes de Puerto Stanley, fue a puertas cerradas y sin la presencia de la
autoridad argentina. El fracaso fue total para el inglés. La negativa a la
propuesta que traía fue rotunda. Los kelpers querían solamente “relaciones
comerciales” con los argentinos.
¿Cómo se supo todo esto?, porque el desarrollo de la asamblea se
transmitió por radio local para que todos los habitantes del interior supieran
lo que se estaba tratando.
Obviamente los argentinos de las islas escucharon toda la transmisión.
Gilobert inmediatamente mandó un informe a las autoridades de Buenos Aires,
quienes con Galtieri a la cabeza comenzaron a urdir un plan.
Pocos días después en una cena, Hunt le transmitió a Gilobert su
inquietud por las medidas que pudiera tomar el gobierno militar encabezado por
Galtieri, a quien no le tenía mucha simpatía.
Posteriormente en la cena de despedida del Representante argentino, el
Gobernador volvió a manifestar su desconfianza, pero el oficial de la Fuerza
Aérea lo tranquilizó asegurándole que sus dudas eran infundadas.
Terminada su misión, y ya de regreso en Buenos Aires el Vicecomodoro
fue llamado a una reunión en el Estado Mayor de la Fuerza Aérea. El Brigadier
Sigfrido Plessl le informó sobre la decisión de recuperar las Islas Malvinas y
le pidió que guardara el máximo secreto. Siguieron luego otra serie de
reuniones con oficiales del Ejército y Armada.
Por el conocimiento que poseía de las islas y de sus habitantes, por
su buena relación con las autoridades británicas le asignaron la tarea de
mantener informado al Estado Mayor sobre la situación en Malvinas, efectivos,
grado de conocimiento, apresto, actitud de la población y todo aquello que
resultara útil antes del desembarco; en vísperas del desembarco, comunicarme
con la Fuerza de Tareas Naval para aportar la información que pudiera haber
recogido y organizar, con el personal argentino, una patrulla para infiltrarse
en la zona del aeródromo y desde allí apoyar el asalto aéreo mediante el
señalamiento y guiado.
Arribó a Puerto Stanley el 30 de marzo de 1982, con la excusa de que
venía a evaluar el estado de las oficinas de LADE, que habían sufrido un atentado.
Al día siguiente fue recibido por las autoridades que en ese momento
estaban muy preocupadas y analizando un mapa de las islas. Hunt reiteró sus
sospechas de un posible conflicto. Obviamente los ingleses tenían espías en
Buenos Aires que transmitían los planes argentinos. Ese mismo día, a las 1900
horas, por la radio local se difundió la noticia que la flota argentina
navegaba hacia Puerto Stanley.
Gilobert y Gamen, su sucesor en el puesto de Representante, se
instalaron en la casa de este último a planificar sus actividades.
El 1 de abril, los dos fueron invitados a cenar a la casa del
meteorologista del aeropuerto, una manera cortes y elegante de mantenerlos
vigilados. Mientras tanto la tensión era palpable en la ciudad, se había
bloqueado la pista y colocado guardias en las casas de los argentinos. Al
regreso de la cena se encontraron con cuatro hombres armados alrededor de la
casa. Los habían puesto tácitamente bajo arresto domiciliario.
En vano trataron de comunicarse con las fuerzas navales, pero luego de
escuchar el ruido de las armas supieron que el asalto anfibio había comenzado.
Con el palo de una escoba y enarbolando un repasador blanco, a manera
de improvisada bandera de tregua, Gilobert se dirigió, en medio del fuego, hacia
la casa del gobernador, distante a unos trescientos metros. Consiguió llegar y
entrar al vestíbulo, fue recibido por el Mayor Norman, luego por Hunt y Baker.
La sala mostraba un enorme desorden y había un denso humo producido por
documentación que estaban tratando de quemar.
“Hunt le increpó: ¡Héctor, tome contacto con su comandante y dígale que,
en nombre de la Corona, exijo el inmediato cese del fuego y el retiro de las
tropas invasoras... y continuó como si recitara una fórmula”.
Trató de hacerle entender que por lo desproporcionado de las fuerzas
la situación en que se encontraban era insostenible, le expresó además que las
tropas argentinas tenían instrucciones de no producir, dentro de lo posible,
bajas entre los efectivos británicos y que el todo personal sería tratado con
todo respeto. Aquellos argumentos no
convencieron a Hunt de aceptar la capitulación, pero ante la desigualdad de las
fuerzas, el inglés no tuvo más remedio que aceptar la capitulación. Gilobert y
Baker se dirigieron entonces hasta la radio local y allí el argentino explicó,
primero a los malvinenses sobre lo que estaba pasando y les infundió
tranquilidad; luego se dirigió al Jefe de la flota, Contraalmirante Busser,
para que se encontraran en un punto de la ciudad e ir juntos desde allí a la
casa del gobernador. En ese momento aterrizaba un Hércules, el jefe de policía
presente exclamó: “Todo ha terminado”.
El encuentro entre el marino argentino y el gobernador inglés fue muy
breve y terminó con la rendición de Hunt y un apretón de manos entre ambos
contendientes.
De inmediato, en un clima de total confusión, Hunt dijo: “Hay heridos
que debemos socorrer. Corrieron hacia la parte de atrás de la casa, donde
estaban caídos los cuerpos de algunos combatientes argentinos. A todo esto, las
tropas bajaban en tropel desde la colina y se mezclaban con los soldados
ingleses, sin saber qué hacer ni entender lo que pasaba.
Ayudado por el Mayor de los Marines, Gilobert cargó a uno de los
heridos en un vehículo Land Rover y partieron velozmente hacia el hospital.
Posteriormente se enteraría que se trataba del Capitán de Corbeta Pedro E.
Giachino, quien falleció pocos minutos después.
En esos momentos la confusión era alarmante, ya que de todas
direcciones convergían hacia la casa de gobierno, tanto las tropas argentinas
como las británicas, sin tener en claro cuál era la situación; agotados pero
muy nerviosos se cruzaban con sus armas cargadas y amenazantes”.
Ese 2 de abril amaneció claro y soleado, a las 08.30 horas se procedió
al izamiento de la bandera argentina en el mástil de la casa de gobierno. El
comandante de las fuerzas terrestres exigió que se repitiera la ceremonia de
rendición, esta vez en el Town Hall, con la presencia de la prensa. Gilobert,
que hasta ese momento había actuado como traductor oficial, fue desplazado de
la escena y reemplazado por un marinero (la foto debía ser histórica y él no
tenía previsto un lugar en ella).
Esta vez Hunt rechazó la diestra que le ofrecía el General García, en
esas circunstancias públicamente no podía estrecharle la mano al enemigo. Entre
el ofuscamiento de uno y la tozudez del otro que repetía lacónicamente la
fórmula para que se retiraran las tropas argentinas, se produjo una situación
muy tensa. Finalmente, el gobernador fue deportado esa misma tarde.
El día 7 de abril arribó a Puerto Argentino el General de División
Mario Benjamín Menéndez, quien había sido designado para cumplir las funciones
de Gobernador Militar de las Islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur. Ese
mismo día, el General de División Osvaldo Jorge García, procedió a ponerlo en
posesión del cargo. El Acta correspondiente fue firmada por un grupo de
prestigiosas personalidades representantes de todos los sectores políticos y de
la sociedad argentina que viajaron especialmente a Puerto Argentino para avalar
el acto de posesión.
Después del 2 de abril, Gilobert permaneció en Puerto Argentino
integrando el Estado Mayor del Componente Aéreo Malvinas al mando del Brigadier
Luis Guillermo Castellano. Fue hecho prisionero de guerra y regresó al
continente el 15 de julio de 1982. Alcanzó la jerarquía de Brigadier; desempeñó
distintas funciones en el Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas. Fue
Comandante de Operaciones Aéreas. Solicitó su pase a situación de retiró el 2
de diciembre de 1992. Actualmente vive en Córdoba. Su espíritu intrépido y
deportista no ha decaído en absoluto; en el año 2009 cruzó la Cordillera de los
Andes a pie y en el año 2010, junto a su esposa, lo hizo a caballo.
Fuente: Fundación Malvinas, Malvinas Historias Ocultas de la Guerra,
Ediciones del Boulevard, 2012
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