Por Marcelo Beccaceci (*)
Acuarela de William Dale, de 1852
Las cruces del cementerio de Darwin recuerdan a los
soldados argentinos caídos en Malvinas y en el monumento que abraza a las 230
cruces blancas están cincelados los 649 nombres de los héroes que dejaron su
vida en la guerra de 1982. Sin embargo, pocos recuerdan a los gauchos,
enterrados en las islas, prácticamente desconocidos, que vivieron en los
tiempos del gobernador Luis Vernet y que también hicieron historia.
En agosto de 1829 Vernet, con el cargo de
comandante político y militar bajo el brazo, se embarcó hacia las islas, con el
propósito de desarrollar la colonización del archipiélago austral. Llevó a su
esposa y a sus hijos. Pobló el archipiélago con colonos santafecinos,
entrerrianos, cordobeses, santiagueños y bonaerenses, además de franceses,
ingleses y de varios países del continente americano. Embarcó también a un
grupo de tehuelches y a esclavos con la promesa de libertad luego de una década
de trabajo.
Muchos de esos gauchos vivieron penurias de todo
tipo, enfrentando terribles condiciones climáticas y durísimas tareas en el
campo. También fueron objeto de intereses políticos y comerciales, sufriendo
abusos que desembocaron en tragedias como la que protagonizó el gaucho Antonio
Rivero. Este entrerriano había encabezado una rebelión en agosto de 1833 por
los maltratos que sufrían los peones de parte de Mateo Brisbane y de Juan
Simón, antiguos colaboradores de Vernet que no tuvieron ningún empacho en
trabajar para el ocupante inglés. Rivero y sus gauchos terminarían con las
vidas de Brisbane y Simón, pero su revuelta sería sofocada meses más tarde
cuando arribó el nuevo gobernador británico. Rivero y los suyos serían juzgados
en Londres y posteriormente liberados en Montevideo.
Un corral de piedras en Darwin realizado por los
gauchos argentinos
Manuel Coronel, nacido en la provincia de Santa Fe,
fue un destacado hombre de campo que llegó a las islas en 1826 en la segunda
avanzada exploratoria organizada por Vernet. Participó de numerosas acciones
llevadas a cabo para combatir las depredaciones de los tripulantes de buques
extranjeros, llegando a abordar naves con su facón en la cintura.
Más tarde se apartaría de la revuelta organizada
por su compañero Rivero, llegando a ser mediador entre los ingleses y el gaucho
rebelde que, más de un siglo y medio después, sería recordado en el billete de
50 pesos argentinos.
Manuel se unió a Carmelita, esclava que formaba
parte del séquito llevado por Vernet, con la que tuvo un hijo a quien bautizó
con su nombre. Sus restos están enterrados desde 1841 en Puerto Luis, sede del
gobierno español y luego del argentino, antes que los ingleses mudaran la
población a Port Stanley (Puerto Argentino).
Darwin maravillado con el asado con cuero
Un relato del famoso naturalista inglés Charles
Darwin hace referencia a dos gauchos que lo acompañaron en una de sus
expediciones en las islas. Cuenta:
Describiré a continuación una pequeña
excursión que efectué alrededor de una parte de esta isla. Salí por la mañana
con seis caballos y dos gauchos; estos últimos eran hombres excelentes para mis
propósitos y estaban acostumbrados a salvar cualquier obstáculo con sólo sus
propios medios.
El tiempo era tempestuoso y frío, con fuertes
granizadas de vez en cuando. A pesar de ello, avanzamos con bastante rapidez,
pero, a excepción de todo cuanto se refería a geología nada había menos
interesante que nuestra jornada diaria. El terreno era siempre la misma llanura
ondulada, la misma superficie cubierta de vegetación escasa y débil y de unos
pocos matorrales muy pequeños, todo ello asentado sobre un suelo turboso y
blando.
En los valles, se veían en algunos puntos
pequeñas bandadas de gansos salvajes, y el terreno era tan blando en todas partes
que la agachadiza podía alimentarse con facilidad. Aparte de estos dos, son
pocas las aves que viven allí.
La nómina de los primeros gauchos en las islas
(Archivo General de la Nación)
Tuvimos algunas dificultades para cruzar los
picos rugosos y estériles de una cadena de montañas de casi 2000 pies de
altura, formada por rocas de cuarzo. Por la parte del sur llegamos a la zona
más indicada para ganado cimarrón; sin embargo, no encontramos muchos
ejemplares, puesto que últimamente habían sido objeto de repetidas cacerías.
Por la tarde encontramos un pequeño rebaño.
Uno de mis compañeros, llamado Santiago, de inmediato escogió una vaca gorda, a
la que tiró sus boleadoras. Estas le dieron en las patas, pero como no
consiguieron enroscarse, el animal se escapó. A galope tendido, Santiago tiró
el sombrero al suelo para indicar el lugar donde habían quedado las boleadoras,
desenroscó su lazo y, después de una persecución agotadora, consiguió enlazar
de nuevo a la vaca, atrapándola por los cuernos.
El otro gaucho había continuado la marcha
conduciendo a los demás caballos, y por lo tanto Santiago tuvo cierta
dificultad en matar a la furiosa bestia. Consiguió arrastrarla hasta un espacio
llano, aprovechando las ocasiones en que el animal se lanzaba contra él; cuando
la vaca no avanzaba, mi caballo, que estaba adiestrado para ello, se le
acercaba y con el pecho le daba un violento empujón. De cualquier manera, una
vez en terreno llano, no parece tarea fácil para un hombre matar a un animal
loco de terror. Y no lo sería si el caballo, al quedar libre, sin el jinete, no
aprendiera pronto, por su propia seguridad, a sostener el lazo tirante; de
forma que, si la vaca o el buey se mueve hacia delante, el caballo avanza
exactamente en la misma dirección; o bien permanece quieto, inclinándose hacia
el lado opuesto a donde está el animal. Este caballo, no obstante, era muy
joven y no se mantenía firme tirando del lazo, sino que iba cediendo a los
embates de la vaca.
“L’Antiojo Stream”, un legado de los antiguos
gauchos que llegaron del continente
Fue admirable ver la destreza con que
Santiago logró situarse tras el animal, hasta que consiguió por fin darle el
golpe fatal en el tendón principal de la pata trasera, después de lo cual, sin
gran dificultad, clavó su cuchillo en la parte superior de la espina dorsal de
la vaca, que se desplomó como fulminada por un rayo.
Cortó entonces algunos pedazos de carne, con
la piel, pero sin huesos, en suficiente cantidad para nuestra expedición.
Nos dirigimos luego hacia el punto que habíamos
escogido para pernoctar, y cenamos “carne con cuero”, o sea carne asada con la
piel. Es tan superior al buey común como lo es la carne de venado con respecto
a la de carnero. Sobre las brasas se asa un gran pedazo circular de la espalda,
de forma que la piel quede expuesta directamente al fuego y haga las veces de
sartén, con lo cual se consigue que no se pierda ni una gota del jugo. Si
aquella noche hubiese cenado con nosotros algún digno concejal, sin duda la “carne
con cuero” pronto se habría hecho famosa en Londres".
Gauchos en Malvinas, acuarela de 1852
En su relato Darwin, hace referencia a los gauchos
Santiago López y Manuel Coronel, quienes compartieron con el científico una
cabalgata por el interior de Malvinas en el año 1834.
Los paisanos eran parte del escaso grupo
sobreviviente que había traído Vernet ocho años antes y que permanecieron
durante la ocupación inglesa.
Los que no regresaron a sus pagos
Además de Manuel Coronel, hay otros argentinos que
no volvieron al continente. Es el caso del gaucho correntino José María
Arguello, quien llegó a las islas en la nave Amelia, durante la segunda
"gran oleada" de gauchos en 1853, esta vez desde Montevideo y
entreverado con numerosos gauchos orientales enviados por el comerciante inglés
Samuel Lafone.
Esta operación ganadera en gran escala, originó
luego la Falklands Islands Company, empresa que aún existe, y que tuviera un
papel determinante en el desarrollo económico de las islas. Arguello está
enterrado en Darwin desde 1867, cerca del cementerio militar donde otros
correntinos dejaron su vida en 1982.
Recibos de sueldo de los gauchos en Malvinas
(Archivo General de la Nación)
Hay más gauchos que descansan en distintos sitios
de Malvinas.
En el cementerio de Stanley (Puerto Argentino) yace
Fermín Escalante, santafesino que, de acuerdo a los archivos de las islas,
murió en 1871 a los 82 años de edad, siendo uno de los más longevos y que fuera
censado ya en 1852.
En ese mismo sitio está enterrado Félix García, un
gaucho proveniente de algún lugar de la Patagonia. También allí descansa
Celestino Zapata, joven entrerriano que llegó a Malvinas en 1855 con esposa e
hijos y con trabajo asegurado, pero que fuera abandonado por su inescrupuloso
empleador sin pagarle el sueldo prometido. Celestino murió de desnutrición y al
momento de su temprana partida de este mundo, su única posesión era su poncho.
Las historias de los gauchos y las de sus esposas e
hijos, hablan de desarraigo, pobreza, tristeza y enfermedades, pero también de
coraje y orgullo de paisanos.
El legado rioplatense está allí. Los magníficos
corrales de piedra y la toponimia criolla aún subsisten. La presencia de estos
jinetes legendarios se adivina entre los cerros.
* Autor del libro Gauchos de
Malvinas (editorial South World).
Fuente: https://www.infobae.com
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