Está
en Buenos Aires como protagonista de Campo Minado, la obra de teatro que reúne
a tres ex combatientes argentinos y tres del lado británico. ¿Qué tan
sanguinarios fueron los Gurkas en Malvinas? ¿Es cierto que peleaban drogados?
¿Por qué combatir para una reina ajena? El día que detuvo con su cuchillo kikri
a tres soldados argentinos
Por
Julián Zocchi
Sukrim
Kulapacha Rai, nació en Dharan, una de las ciudades más pobladas del Este de
Nepal y es uno de los famosos Gurkas que combatieron en la Guerra de Malvinas
(Maximiliano Vernazza)
La
piel trigueña, la risa fácil y la verba urgente. Ese hombrecito de uno
cincuenta y pico que camina por la avenida Corrientes, a 300 metros del
obelisco, bien podría ser el dueño de algún supermercado oriental instalado en
Buenos Aires, el representante de una compañía de tecnología o simplemente un
turista de algún país lejano. Pero la verdad es que carga con otra historia
sobre sus espaldas. Se llama Sukrim Kulapacha Rai, nació en Dharan, una de las
ciudades más pobladas del Este de Nepal y es uno de los famosos Gurkas que
combatieron en la Guerra de Malvinas.
A
tres horas de la función de Campo Minado (la obra de Lola Arias que reúne a
tres ex combatientes de Malvinas argentinos y tres del lado inglés donde Sukrim
es uno de los protagonistas), este Gurka que se retiró de la British Army en
1986 se encuentra con Infobae para hablar de todos los mitos que rodearon al
ejército de mercenarios nepaleses que hace 200 años sirve a la Corona
Británica.
¿Cuáles
mitos? El veterano Marcelo Vallejos cuenta los rumores que corrían entre los
soldados en 1982: “Decían que desollaban a los argentinos, que los mataban, les
cortaban las orejas con su cuchillo kukri y se las comían”, recuerda sobre el
escenario del San Martín. También cuenta lo que se juró durante años después de
la guerra: “Me gustaría tener un Gurka delante de mí para matarlo con mis
propias manos”.
Sukrim
en el escenario del Teatro San Martín, durante su presentación en Campo Minado
(Gustavo Gavotti)
Otra
de las leyendas aseguraba que los Gurkas combatían drogados sin ningún tipo de
instinto de supervivencia. “Se metieron en un campo de minas y saltaban por el aire,
pero seguían corriendo. Algunos chicos tiraban sus armas y se rendían, pero los
Gurkas los desollaban con sus cuchillos”, le contó un soldado argentino al
periodista español Arturo Pérez Reverte.
Ahora
estamos en el segundo piso del teatro San Martín antes del inicio de Campo
Minado. Sukrim Rai se para frente a la lente del fotógrafo apoyado en uno de
los ventanales que da a Corrientes. Pero la imagen clave se da cuando llega el
kukri (también llamado khukuri), el arma blanca que se convirtió en una
extensión del cuerpo de los Gurkas durante siglos y el elemento que acrecentó
su mito.
-Mientras
esperaban el contraataque británico, los soldados argentinos escucharon cientos
de historias sobre los Gurkas. Historias de decapitaciones y de canibalismo.
¿Qué fue mito y qué fue realidad?
-Eso
no ocurrió en Malvinas, tampoco en otras batallas. No sé cómo nace ese mito,
pero es algo que sólo se ha dicho en la Argentina. Quizá haya sido una
estrategia para amedrentar al enemigo, pero no sé de dónde salió. Es tan falso
que los Gurkas no mataron argentinos.
"Mi
Kurki fue subastado, porque fue el único que entró en combate en Malvinas. Hay
todo un mito acerca de nuestra participación en la guerra. Nunca nos comimos a
nadie, es algo que surgió acá durante el conflicto armado. Nosotros éramos
soldados profesionales que defendíamos a la Corona Británica y seguíamos
estrictos protocolos. El resto, forma parte del mito", asegura
-¿Ningún
soldado argentino murió a manos de un Gurka?
-Cuando
yo estuve frente a sus soldados, fue mi decisión matar o perdonarles la vida a
los argentinos. Entonces pensé en mi religión, Kirat, supe que, si yo hacía
algo bueno, Dios me iba a bendecir. Y fue lo que predominó a la hora de tomar
decisiones en Malvinas.
-Otro
mito de los 80 decía que los Gurkas veían cómo volaban sus compañeros sobre los
campos minados y seguían corriendo como si estuvieran bajo los efectos de alguna
sustancia.
-Si
eso hubiese ocurrido puede tener que ver con nuestra religión, no con estar
bajo los efectos de ninguna droga. Si uno es honesto consigo mismo y con Dios,
él lo cuida y nada puede pasarte. Entonces nos sentimos protegidos y somos
capaces de seguir y que nada nos detenga en pos del objetivo.
"Mi
kukri fue el único que entró en combate en Malvinas y por eso fue subastado.
Hay todo un mito acerca de nuestra participación en la guerra. Nunca nos
comimos a nadie, es algo que surgió acá durante el conflicto armado. Nosotros
éramos soldados profesionales que defendíamos a la Corona Británica y seguíamos
estrictos protocolos. El resto, forma parte del mito" (Maximiliano
Vernazza)
-¿El
kukri que tiene en la mano es el mismo que usó en la Guerra de Malvinas?
-No,
ya no conservo mi kukri porque fue subastado cuando volví a Inglaterra.
-¿Cuál
fue el motivo para que subastaran su daga?
-Es
que mi kukri fue el único que entró en combate en Malvinas. Hay todo un mito
acerca de nuestra participación en la guerra. Nunca nos comimos a nadie, es
algo que surgió acá durante el conflicto armado. Nosotros éramos soldados
profesionales que defendíamos a la Corona Británica y seguíamos estrictos
protocolos. El resto, forma parte del mito.
-Cuando
volvieron a Inglaterra las familias de los británicos fueron a recibir a sus
soldados, en cambio a los Gurkas no los esperaba nadie: ¿No sintió que esa no
era su guerra?
-En
su momento no, sólo lo sentí años después cuando no nos reconocieron la
pensión. Todos los esfuerzos que hice en mi vida fueron para poder satisfacer a
mi familia, pagar la carrera de médica de mi hija Dilisha y los estudios de
militar de mi hijo Umed.
Leyendas
y verdades de un Gurka
Sukrim
Kulapacha Rai nació en Dharan, una ciudad ubicada al pie de un cordón montañoso
que comienza a tejer el Himalaya desde el Asia meridional. A pesar de ser la
ciudad comercial más grande del este de Nepal, las oportunidades laborales no
abundaban. En la década del 50 se instaló un campo militar británico donde se
reclutaban Gurkas que quisieran servir a la Corona Británica. “Los gobernantes
son malos en mi país, no generan trabajo ni oportunidades para la gente. La
salud y la educación es muy cara. Por eso, jurar por Inglaterra era la mejor
opción posible”, asegura el asiático.
Fue
así que Sukrim Rai fue detrás los pasos de su abuelo, “que sospecho que habrá
combatido para Inglaterra en la Segunda Guerra Mundial”, y su padre, “quien me
contó que peleó en Malasia con los Gurkas para el ejército británico”, explica.
En
1976, con 18 años, Sukrim siguió el camino que le indicaba ese destino. Entró
al ejército. Desde 1816, cuando después de derrotar a un ejército Gurka los
británicos vieron su fiereza y decidieron reclutarlos para la corona, los
guerreros nepaleses se dividen entre los que sirven a la India y los que lo
hacen para la Corona Británica
En
1976, con 18 años, Sukrim siguió el camino que le indicaba ese destino. Entró
al ejército. Desde 1816, cuando después de derrotar a un ejército Gurka los
británicos vieron su fiereza y decidieron reclutarlos para la corona, los
guerreros nepaleses se dividen entre los que sirven a la India y los que lo
hacen para la Corona Británica.
¿Por
qué arriesgar la vida por una reina ajena? Después de mucho indagar, la
respuesta parece ser una sola: “Por dinero”, va a largar Sukrim sobre el fin de
la charla. Aunque, más allá del objetivo monetario, este nepalés se despega de
la figura de un asesino a sueldo: “No somos mercenarios, somos soldados
británicos. Yo fui sargento mayor. La única diferencia es que cuando dejamos de
pelear tenemos una pensión más baja que los ingleses, lo que es una
injusticia”, contesta Sukrim y saca luz uno de los conflictos de los últimos
años entre nepaleses e ingleses.
El
salario de un Gurka arranca en 3 mil dólares, para los soldados rasos, pasa por
los 5 mil al siguiente nivel y un superior puede llegar a cobrar más de 9 mil
dólares. ¿Por qué en dólares y no en Libras Esterlinas? “Porque seguimos
dependiendo de la India”, explica Sukrim Rai. Aunque ese no es ni por asomo el
mejor salario que percibió este nepalés en su vida. Después de Malvinas se
convirtió en un trotamundos: estuvo en 41 países y siempre en zona de riesgo.
Trabajó en una mina de oro en Ghana y como seguridad en Irak donde prestó sus
servicios en una empresa que custodiaba una usina eléctrica y un pozo de agua,
los objetivos más buscados para los ataques: “Estuve tres años cobrando muchos
dólares por mes”, jura.
El
ejército Gurka en Malvinas
Hasta
1982, Sukrim había viajado por el mundo haciendo ejercicios tácticos de
combate. Entonces le tocó ir a la guerra. El 12 de mayo de 1982, subió al Queen
Elizabeth II rumbo a Malvinas. “Estuve más nervioso en el viaje que en la
guerra: me sentí muy mal, el barco se movía y yo no paraba de vomitar…”.
Veintiún días después, con trasbordo al Northland en el medio, llegó a las
islas.
El
nepalés tenía un rango de Lance Corporal y pertenecía a la patrulla de
reconocimiento, además de ser paramédico. “Para cumplir con la tarea que tenía
yo en Malvinas necesitabas estar muy entrenado”, dice Sukrim que muestra sus
músculos mientras repite “súper fit, súper fit”.
El
7 de junio, Sukrim Rai salió de recorrida desde Pradera del Ganso con un par de
Gurkas. Cuando llegaron a Egg Harbour capturaron a 7 argentinos que salían de
una casa. “Llamamos a un helicóptero para que se llevara a los prisioneros e
hicimos noche en el lugar”, recuerda.
Y
acá va a contar cómo usó su famosos kukri: “Al otro día, tres argentinos
vuelven a la casa. Mi amigo Budy los vio desde lejos, no les habían avisado que
sus compañeros habían sido capturados. Los observamos escondidos desde la
ladera. Estaban armados. Cuando los teníamos a unos 15 metros le dije a Budy: “Cubrime
que yo me voy a acercar desarmado, sólo con mi kukri. Si tratan de matarme o
lastimarme, dispará”. Y nos fuimos a emboscarlos", recuerda Sukrim.
Unos
minutos después, Sukrim saltó desde una montaña y los argentinos vieron caer un
Gurka desde el cielo con toda su leyenda a cuestas y su famosa daga en la mano:
“Ellos estaban armados, pero se vieron tan sorprendidos que no hicieron otra
cosa que rendirse: “Por favor, no me degüelles con tu kukri”, me pedían”,
asegura el nepalés que le dieron.
“Reduje
a los argentinos yo solo con mi kukri. Los llevamos a la casa y les hicimos una
merienda, tal como indica el protocolo de prisioneros. Ugarte era el de rango
más alto y me preguntó: “¿Por qué no me mataste?”. “Porque es mejor capturar
que matar. Por eso usé el kukri”, le contesté, a lo que me dijo: “Voy a estar
agradecido toda mi vida'"(Maximiliano vernazza)
Durante
años, la versión que circuló en la Argentina sobre aquella emboscada es muy
diferente. El Teniente Ugarte, de la Escuela de Aviación Militar, dejó su
detallado testimonio en el libro Con Dios en el alma y un halcón en el corazón,
de Pablo Carballo.
“Llegamos
a una casa abandonada. Aparentemente no había nadie. Pero atrás de una roca
apareció un oficial inglés y nos pidió que nos rindiéramos. Uno de nuestros
oficiales le disparó, y al instante nos vimos rodeados por cerca de 35 gurkas.
Pensé que estábamos perdidos y le dije a mis hombres: “Ya no hay nada que
hacer. Resistir es hacernos matar inútilmente. Arrojemos las armas”. El oficial
pegó un grito y los gurkas se nos vinieron encima. Pero el inglés pegó otro
grito en nepalés y los chinitos se frenaron como el perro cuando grita su amo.
Los gurkas empezaron a rodearnos. En una mano el fusil y en la otra el
cuchillo. Hacían gestos, como si fueran a degollarnos. Nos tiraron al suelo y
nos apuntaron a la cabeza. Me puse a rezar. Pasamos la noche con un gurka al lado
de cada uno de nosotros. Con la punta de su cuchillo en nuestro cuello”
Los
soldados que cuentan la historia de la guerra en "Campo Minado":
Gabriel Sagastume, David Jackson, Sukrim Rai, Rubén Otero, Marcelo Vallejo y
Lou Armour
Sukrim
Rai tiene otra versión: “Los reduje yo solo con mi kukri. Los llevamos a la
casa y les hicimos una merienda, tal como indica el protocolo de prisioneros.
Ugarte era el de rango más alto y fue a una habitación solo. En un momento me
pidió que le trajera la billetera de su mochila, empezó a besar las fotos de
sus hijos y se puso a rezar. “¿Por qué no me mataste?”, me preguntó. “Porque es
mejor capturar que matar. Por eso usé el kukri”, le contesté, a lo que me dijo:
“Voy a estar agradecido toda mi vida”.
-¿Sospecha
que en algún momento pudo haberse cruzado con alguno de sus compañeros de la
obra Campo Minado en la Guerra de Malvinas?
-De
haber durado un día más la guerra, con Marcelo Vallejos suponemos que podríamos
habernos encontrado porque los dos estuvimos en la batalla final de Monte
Williams. Quizá estuvimos a metros, a un par de kilómetros. Yo soy el único
Gurka que estuvo en acción en Malvinas cuando capturé a este teniente. Mi amigo
Budy y yo. El resto no peleó, lo que desmiente todas las teorías de asesinatos
sangrientos.
La
billetera que el oficial argentino que él tomó prisionero le regaló años
después de la guerra, y donde él lleva la foto de su familia que lo acompañó
durante el conflicto de 1982 (Gustavo Gavotti)
-Esas
versiones hicieron que su compañero Marcelo Vallejo sienta un gran rencor
contra ustedes, los gurkas: ¿Cómo ha sido la relación entre ambos desde el día
que se encontraron?
-Yo
no los sentí enemigos ni en la guerra. Solo pertenecíamos a distintos
ejércitos. Yo no me di cuenta que estaba con el enemigo, no tenía miedo, por el
momento sentí que era un ejercicio como los que había tenido años antes de
Malvinas. En cuanto a Marcelo, yo le expliqué que no sentía odio. Y tampoco
sentí que él tuviera nada en contra mío. Creo que no fue incómodo ni para él ni
para mí. Solo éramos soldados haciendo su trabajo y cuando terminó ese trabajo,
terminó la guerra.
-¿Y
cómo se siente en este nuevo rol donde no arriesga su vida ni tiene que
amenazar con su cuchillo a nadie?
-Es
realmente hermoso. En el ejército tenía que cumplir con un deber por dinero, en
cambio aquí no lo hago por dinero porque gano muy poco. Ya no volvería a una
guerra que deciden un par de tipos tomando whisky y a través de un celular. Los
conflictos deben arreglarse sobre una mesa y con una lapicera. Esas son las
armas que hay que usar.
Fuente:
https://www.infobae.com
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