A
35 años de la guerra, habla el capitán de navío Pedro Luis Galazi, su segundo
comandante en la última misión: “Todos los días de mi vida recuerdo esas caras
mirando al buque, y despidiéndose”
Por
Alfredo Serra
Domingo
2 de mayo de 1982. Cuatro de la tarde en la Argentina, nueve de la noche en
Londres. Desde Downing Street 10, casa de los primeros ministros británicos,
Margaret Thatcher firma una sentencia de muerte:
–¡Hundan
al Belgrano!
La
orden telefónica llega al Almirantazgo, y como un rayo al Capitán Chris Wreford
Brow, comandante del submarino nuclear Conqueror.
Veinte
minutos después, un torpedo impacta en el crucero y le vuela quince metros de
proa.
Fuego.
Gritos de espanto.
El
submarino lanza otros dos: uno impacta y el otro, falla.
El
Belgrano empieza a inclinarse. Y una segunda explosión lo condena al naufragio.
2
de mayo de 1982. Hora 16. El crucero ARA General Belgrano recibe el impacto de
dos torpedos del submarino inglés Conqueror
El
clima es otro calvario: nubarrones que ocultan el cielo y vientos fortísimos
que encrespan el mar. El peor escenario para el rescate de los sobrevivientes:
los 62 botes, el crucero lleva 72, pero una decena es de reserva, parecen más
pequeños y más frágiles, mientras el Belgrano se hunde ya sin remedio…
De
los 1091 tripulantes, mueren 323. En pocos minutos de horror, casi la mitad de
las 649 bajas argentinas en los 74 días de guerra.
Pero
las cifras no revelan el verdadero infierno.
Los
botes salvavidas están atados, pero es urgente cortar los cabos para evitar que
uno, al hundirse, arrastre a los otros. Algunos marineros llegan a los botes
cargando un compañero herido sobre sus espaldas. La rápida huida impide que
muchos alcancen los botes con ropa de abrigo. El frío es atroz. Varios mueren
congelados sobre el techo de los botes. Otros se calientan con su propia orina…
Arriba se agota la morfina para calmar a los quemados.
A
las 16.32 el capitán Bonzo ordena abandonar la nave
A
las cuatro y treinta y dos minutos, el capitán, Héctor Elías Bonzo, ordena
abandonar la nave.
A
las cinco en punto, todo termina: el mar lo devora.
Un
viejo guerrero de 185 metros de largo (eslora) encuentra su tumba 44 años
después de su nacimiento. Y con él, los marineros argentinos que no pudieron
escapar de la trampa.
Desde
los botes llega un grito:
–¡Viva
el Belgrano!
El
crucero se hunde. En la tragedia mueren 323 de los 1091 embarcados (Foto
Fernando Massobrio)
Pero
no sólo ha naufragado un barco. También una leyenda.
Construido
en Nueva York, entró en servicio en marzo de 1938 con su primer nombre:
Phoenix. Anclado en la bahía de Pearl Harbor, el 7 de diciembre de 1941 salió
indemne del brutal bombardeo japonés: 353 aviones en dos oleadas. Cuatro
acorazados hundidos, nueve buques dañados, y 2403 norteamericanos muertos en
agua y tierra. En 1951, la Argentina lo compró, lo bautizó 17 de octubre, y más
tarde recibió su nombre definitivo ARA General Belgrano.
El
dramático rescate de los sobrevivientes
Infobae
habló con Pedro Luis Galazi, su segundo comandante en el último y trágico
viaje. Extraña simetría. Galazi nació el 12 de marzo de 1938: el mismo día, mes
y año en que fue botado el Belgrano…
–¿Cómo
empezó la historia?
–El
buque estaba en pleno mantenimiento, y con su dotación reducida a no más de
cuatrocientos hombres. Pero en la madrugada del 15 o 16 de marzo me llamaron
del Comando de la Flota de Mar. Reunión urgente.
–¿Se
imaginó para qué?
–Nunca.
Mi generación pasó por todas las revoluciones, y pensé que podía tratarse de
algo así.
–¿El
crucero había sido descartado para ir a Malvinas?
–Sí.
Pero poco a poco la Armada destinó más hombres, y llegamos a los 1091. Y el 4 o
5 de abril nos ordenaron apurar las reparaciones para zarpar hacia la zona de
la Isla de los Estados, y esperar órdenes.
–¿La
tripulación estaba bien preparada para lo que sucedió?
–Era
muy heterogénea. Distintas edades, distintos grados de adiestramiento,
conscriptos que cumplían su segundo año de servicio, y otros sin ninguna
experiencia… ¡Muchos no sabían nadar!
–¿Todos
comprendieron a qué podían enfrentarse?
–Los
marinos entrenados, sí. Pero los más jóvenes no.
Los
62 botes parecen pequeños y frágiles en medio de la tormenta
–¿Temieron
un ataque de submarinos?
–Apenas
zarpamos, empezamos las tareas para prevenir ese tipo de ataque. El peor…
–¿Fue
un crimen de guerra? Porque el Belgrano estaba fuera de la zona de exclusión…
(Nota: decretada por Inglaterra el 30 de abril de 1982)
–La
zona de inclusión era inaceptable. Porque en ese momento, tanto en el
continente como en las Malvinas, gobernaban autoridades argentinas. La
soberanía era nuestra… Pero en una guerra, mantener la zona de inclusión es
imposible…
–¿Por
qué? ¿En qué caso?
–Cuando
cualquiera de los bandos está en condiciones de disparar.
Capitán
de Navío Pedro Luis Galazi
–¿Qué
pensó en el instante final? ¿Qué sentimientos lo dominaron?
–En
una tragedia semejante es imposible pensar en nada. Sólo en la acción concreta.
No hay tiempo para más. Pero hoy, cuando me encuentro con algún sobreviviente,
nos abrazamos y lloramos.
Fuente:
https://www.infobae.com
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