Resumen
En
las Argentina las memorias de la guerra de Malvinas se han superpuesto y
entrado en conflicto desde la derrota frente a los ingleses en junio de 1982.
Este artículo busca analizar la gestión de la memoria en torno a la guerra a la
que apelaron los gobiernos kirchneristas (2003-2015). Los usos políticos del
pasado de este acontecimiento implicaron un desafío, dado que la guerra fue
promovida y declarada por un gobierno dictatorial y unas Fuerzas Armadas
duramente criticadas por la violación a los derechos humanos.
Emergió así, durante el kirchnerismo, una memoria incómoda que buscaba compatibilizar
la reivindicación nacionalista de la causa Malvinas con la defensa de los
derechos humanos y los cuestionamientos a la dictadura. El objetivo del
artículo es mostrar la forma en que varió la memoria oficial de la guerra entre
el gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007) y el de Cristina Fernández de
Kirchner (2007-2015).
El
corpus documental en el que se detiene este análisis está constituido por todos
los discursos presidenciales que mencionaron a la guerra y por el guion
museográfico del Museo de Malvinas, inaugurado por el gobierno en junio de
2014.
Introducción
El
2 de abril de 1982, el gobierno militar que gobernaba a Argentina desembarcó en
las islas Malvinas que se encontraban bajo el poder de Gran Bretaña desde 1833.
En un contexto de crisis económica y desprestigio político de las Fuerzas
Armadas, la recuperación de las Malvinas, una reivindicación histórica de la
tradición nacionalista argentina, parecía ser una oportunidad para dispensar
legitimidad al régimen. La ocupación, que un mes después derivó en una guerra
contra Gran Bretaña, contó con un vasto apoyo de la opinión pública y de
dirigentes civiles. No obstante, la guerra finalizó rápidamente, el 14 de
junio, con la rendición de la Argentina, marcando así el colapso del régimen
militar y el inicio de la transición democrática.
La
guerra de Malvinas dejó densas capas de memoria individual y social que se superpusieron,
complementaron y entraron en conflicto desde 1982. Dichas memorias son muy
diferentes a los discursos construidos en torno a las guerras del siglo XIX, cuyo
recuerdo permitió forjar la identidad de la nación. Los protagonistas guerreros
decimonónicos se incluyeron en el Panteón de Héroes de la Patria y
representaron un modelo para formar ciudadanos. Pero la guerra de Malvinas se
resiste a los usos tradicionales del pasado y a inscribirse en la genealogía
trazada para el siglo XIX.
Estas
dificultades se deben, básicamente, a que dicha guerra fue promovida y
declarada por
un gobierno dictatorial y unas Fuerzas Armadas, duramente cuestionadas por la represión
interna que ejecutaron en esos años.
Durante
las presidencias de Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández de
Kirchner (2007-2015), la cuestión Malvinas cobró una renovada importancia conjuntamente
con la reapertura de los juicios perpetrados a los militares que participaron
de la dictadura militar entre 1976 y 1983. La recuperación del tema de la
guerra por parte de los gobiernos kirchneristas estuvo atravesada por su
vocación refundacional del sistema político, por las tensiones que heredaron de
las memorias precedentes y por las propias variaciones que presentaron las
coyunturas en las que se desplegó el discurso memorialista. Las dificultades
para compatibilizar la reivindicación nacionalista de la causa Malvinas con la
defensa de los derechos humanos y los cuestionamientos a la dictadura, dieron
por resultado una memoria incómoda. A la exploración de esos nichos de
incomodidad está destinado el presente artículo en el que se recorren las
imágenes exhibidas sobre la guerra de Malvinas en los discursos emitidos desde
el Poder Ejecutivo entre 2003 y 2015.
El
tema se inscribe en los estudios sobre memoria, y dentro de este vasto objeto
se apela a la noción de usos políticos del pasado como instrumento ideológico y
de poder que permite consolidar la legitimidad política. Según esta
perspectiva, las sociedades y los gobiernos se apropian del pasado, lo
conmemoran y lo recrean en función del presente[2].
En el caso que ocupa, el interés por crear una memoria oficial en torno a Una
memoria incómoda. La guerra de Malvinas en los gobiernos kirchneristas
(2003-2015) la guerra de Malvinas, se entiende a la memoria oficial como el
intento de definir y reforzar sentimientos de pertenencia que apuntan a
mantener la cohesión social y a defender fronteras simbólicas[3],
se enfrentó a las memorias que lo precedieron y a las propias tensiones
emanadas de los actores involucrados en ellas. Esa memoria oficial, que como
toda memoria producida desde un gobierno nunca es unívoca, triunfante e
incontestada[4],
debió gestionar tales tensiones, revelándose las dificultades que la tarea
implicaba. ¿Qué lugar debían ocupar las Fuerzas Armadas y los derechos humanos
en esa memoria? ¿Cómo malvinizar el discurso político y, simultáneamente, cuestionar
la dictadura mediante la reivindicación de la verdad y la justicia? La historia
se constituyó así en un campo de disputa dentro de la arena política por cuanto
el discurso oficial debió recoger, seleccionar y articular las diversas
memorias que fueron cimentándose sobre el hecho conmemorado.
En
esta dirección, la primera parte del artículo, de carácter introductorio, está destinada
a describir las memorias construidas en torno a Malvinas desde la transición democrática
hasta la llegada del kirchnerismo al poder en el 2003. Sobre la base de la
bibliografía más destacada que ha abordado el tema, se presenta allí el mosaico
de las memorias evocadas por soldados, familiares, Fuerzas Armadas y partidos
en el poder. En los dos apartados siguientes se desarrolla el tema central,
donde el foco de atención está puesto en la gestión de la memoria oficial
tramitada y disputada entre 2003 y 2015 para definir los recuerdos y olvidos en
torno a Malvinas. Dichos apartados corresponden respectivamente con las
presidencias de Néstor Kirchner (en adelante NK) y Cristina Fernández de
Kirchner (en adelante CFK). Además de considerar las principales políticas
públicas que, vinculadas al tema, se desarrollaron en sendos gobiernos, el
corpus documental en el que se detiene este análisis está constituido por todos
los discursos emitidos desde el Poder Ejecutivo en torno a la guerra y se
cierra con el guion museográfico del Museo de Malvinas inaugurado por el gobierno
de CFK en junio de 2014. Se busca mostrar en las siguientes páginas cómo el
intento posterior a 2003 de crear una memoria oficial sobre la guerra contra
Gran Bretaña, reveló variaciones tanto entre las dos presidencias del
matrimonio Kirchner como dentro mismo de cada uno de sus gobiernos.
Las
memorias de la guerra
Las
diferentes imágenes y discursos que circularon en torno a la guerra de Malvinas
luego de 1982 fueron abordados por diversos autores, entre los que se destacan Federico
Lorenz, Rosana Guber y Vicente Palermo. A partir de sus investigaciones se
pueden distinguir tres relatos que se contrapusieron luego de la derrota, donde
la guerra adquirió diversos significados.
El
primero fue el que comenzó a circular en la opinión pública en los primeros
meses de la posguerra. Este relato consideraba a la guerra como una aventura
comandada por jefes militares irresponsables que llevaron a jóvenes sin
experiencia a enfrentarse a una muerte segura. De esta forma, la reivindicación
territorial y la guerra se unían a los objetivos del régimen militar,
degradándola al rango de guerra absurda[5].
Tal como lo explica Vicente Palermo, este relato buscó separar tajantemente la
causa Malvinas de la propia guerra, atribuyéndole a los militares la decisión
de ocupar las islas[6].
Aquí se presentaba a los soldados conscriptos (aquellos que fueron reclutados
por estar cumpliendo el servicio militar obligatorio vigente en aquel momento)
como víctimas del maltrato de los oficiales y de un gobierno de facto que los
envió a la guerra en condiciones inhumanas y sin preparación. En esta visión,
el lugar del enemigo no estaba ocupado por los británicos sino por los Generales
y Almirantes genocidas.
Según
Lorenz[7],
esta perspectiva victimizaba a los soldados a quienes les quitaba su capacidad
de agencia, nombrándolos bajo la etiqueta de chicos de la guerra. Al mismo
tiempo, anulaba el apoyo que la sociedad le dio a la guerra al presentarla como
víctima del engaño, el apoyo y la coerción[8].
El
segundo relato fue el patriótico, empleado por las Fuerzas Armadas en 1982 y
que hacía hincapié en la identidad nacional y en la guerra como una gesta que
debía unir a los argentinos[9].
La guerra era presentada como un enfrentamiento entre naciones encarnadas por
sus respectivos estados y ejércitos regulares. Así como los héroes de las
guerras de independencia eran tomados como modelo de sacrificio para los ciudadanos,
los héroes de Malvinas (y no los chicos de la guerra) debían ser incluidos en
el panteón patriótico, sin diferenciar conscriptos y miembros de las Fuerzas Armadas.
Dichas fuerzas esgrimieron este relato para defenderse de las acusaciones por
la represión ilegal y para presentarse como protagonistas del sacrificio
realizado por la nación. Esta perspectiva reproducía una visión esencialista de
la guerra y Malvinas se elevaba a una causa sagrada e incuestionable; cualquier
duda o crítica que se hiciera sobre ella era tildada de desmalvinizadora[10].
El
tercer relato estuvo representado por la voz de los ex combatientes. Dicha voz
se contraponía al primer relato por cuanto no se veían a sí mismos como
víctimas sino como agentes históricos que cumplieron con su deber de defender a
la patria. Sus visiones, remarca Lorenz, no eran antibélicas ya que la guerra
era una experiencia positiva que los aglutinaba y les daba una identidad. Sin
embargo, esto no los hacía identificarse con el relato de las Fuerzas Armadas.
Los ex combatientes se presentaban como una excepcionalidad dentro de la tradición
de exterminio de las Fuerzas Armadas:
[…]
reivindicaban una tradición militar vinculada con posturas que se nutrían en el
revisionismo histórico y que les permitía construirse como continuadores de una
genealogía iniciada por San Martín y su glorioso ejército libertador, el General
Güemes, el Almirante Brown, los héroes de la Vuelta de Obligado y todos
aquellos que honraron su uniforme, contribuyendo al engrandecimiento de la
patria[11].
Cabe
aclarar que el revisionismo histórico mencionado en la cita remite en la Argentina
a un conjunto de interpretaciones históricas nacidas en la década de 1930 por
fuera de los ámbitos académicos y cuya característica principal residió en la
crítica a una historiografía denominada genéricamente liberal. En esa línea se
reivindicó el nacionalismo, un antimperialismo básicamente antibritánico, los
caudillos federales del interior y la figura de Juan Manuel de Rosas[12].
El revisionismo fue incorporado más tarde a la tradición peronista y tuvo mucho
éxito en instalarse como una suerte de memoria histórica muy difundida hasta la
actualidad[13].
Así,
en el discurso de los ex combatientes se denunciaban, por un lado, las
asociaciones de
Malvinas con la dictadura como operaciones desmalvinizadoras, y por el otro, se
postulaba a las Fuerzas Armadas como un ejército popular. Este tercer relato,
sin embargo, no fue homogéneo; las divisiones dentro del movimiento de ex
soldados “dan cuenta de sus perspectivas sobre la guerra, la nación y el pasado
argentino[14].
Los
gobiernos democráticos posteriores a la guerra se enfrentaron, pues, a estas capas
de memorias sobre Malvinas. El gran desafío para el gobierno de la transición del
presidente Raúl Alfonsín (1983-1989), perteneciente a la Unión Cívica Radical, era
cómo conmemorar una derrota que había permitido el restablecimiento de la democracia.
Frente a este dilema, Alfonsín esgrimió un discurso democrático basado en el
respeto de los derechos humanos, una pieza clave de su gobierno que encaró los juicios
a las Fuerzas Armadas por los crímenes perpetrados durante la última dictadura.
Según
Palermo, Alfonsín se limitó a usar la cuestión de Malvinas “para ajustar las cuentas
del modo más seguro con el pasado militar”[15].
En tal sentido, su primer gesto fue suprimir el feriado del 2 de abril, impuesto
por los militares salientes, y trasladarlo al 10 de junio, conmemorando la
asunción de Luis Vernet como Comandante Militar de las islas en 1829,
representando a las provincias del Río de la Plata. En un discurso emblemático,
Alfonsín buscó restituirle a los muertos su civilidad como una forma de
continuar con la construcción de un panteón republicano, reemplazó la noción de
gloria por la de sacrificio y presentó a los combatientes como ciudadanos de
uniforme y no como soldados[16].
El entonces presidente se apoyó así en el primero de los relatos difundido
entre la opinión pública al separar a los soldados conscriptos de las Fuerzas Armadas
y al intentar apropiarse de las consignas nacionalistas en clave republicana.
Esta
situación cambió con los levantamientos militares que se produjeron en la
Semana Santa de 1987. El objetivo de los militares insurrectos, a quienes llamó
carapintadas, era detener los procesos judiciales a los represores de la
dictadura militar iniciados durante el gobierno de Alfonsín. Los discursos de
los carapintadas hacían numerosas alusiones a Malvinas y al rol que ellos
habían cumplido en la guerra. En ese contexto, Alfonsín malvinizó su discurso y
se refirió a ellos como héroes de la guerra de Malvinas, dando lugar a una
remilitarización de la memoria de la guerra[17].
Con
los gobiernos peronistas de Carlos Menem (1989-1999), la visión en torno a Malvinas
mutó radicalmente. Tal como lo ha señalado Lorenz, el nuevo presidente recurrió
al discurso en clave patriótica esgrimido por las Fuerzas Armadas, en consonancia
con las políticas de olvido del pasado e indultos a los militares decretados durante
su gestión. Al mismo tiempo, se utilizó la causa Malvinas para disciplinar y
poner bajo la égida del Estado a amplios sectores de ex combatientes. Para ello
se formó la Federación de Veteranos de Guerra de la República Argentina que representaba
a un sector de los ex combatientes, tanto conscriptos como cuadros de las
Fuerzas Armadas, y que guardaba fuertes vínculos con militares carapintadas. Si
bien Menem llevó adelante medidas de apoyo a los ex combatientes, fue la
Federación el único intermediario institucionalizado entre aquéllos y el
gobierno. Con la misma estrategia se creó la Comisión de Familiares de Caídos
en Malvinas que tenía muchos miembros en común con la Federación.
Durante
el gobierno de la Alianza presidido por Fernando de la Rúa de la Unión Cívica
Radical (1999-2001), se restableció como feriado el 2 de abril, una medida que adquiría
un profundo significado al restituir el feriado establecido por la dictadura y que
la prensa calificó como una concesión a los integrantes de las Fuerzas Armadas.
Ya
no se conmemoraría el día de la derrota en la guerra, que representaba el
inicio de la
transición democrática, sino el día del desembarco en las islas[18].
En
este intrincado laberinto de memorias confrontadas en torno a la guerra, los gobiernos
kirchneristas reinstalaron el tema de la causa Malvinas en la arena pública. Diversas
políticas llevaron adelante durante sus gestiones entre las que se destacan reiterados
reclamos ante el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas, suspensión
de los vuelos hacia Malvinas, pensiones para los veteranos de guerra, creación
de la Secretaría de Asuntos Relativos a Malvinas, apertura del Museo Malvinas y
desclasificación del Informe Rattenbach (documento emitido por la comisión
creada bajo el gobierno de Reynaldo Bignone, último presidente de facto, en el
que se evaluaba el desempeño de las Fuerzas Armadas durante la guerra de Malvinas).
A su vez, la estrategia de regionalizar el conflicto con el apoyo de los países
sudamericanos resultó ser una de las políticas más efectivas tomadas al
respecto[19].
Todas
estas políticas estuvieron acompañadas por discursos oficiales que, como se anunció,
variaron en las diversas coyunturas y expresaron distintas combinaciones de las
memorias heredadas en consonancia con la identidad política que el kirchnerismo
quiso instalar.
Entre
el ser nacional y los derechos humanos. La cuestión Malvinas durante la
presidencia de Néstor Kirchner (2003-2007)
Tal
como sostiene en un sugerente artículo Aníbal Pérez Liñán[20],
NK puede ser definido como un líder de reconstrucción. Se trata de presidentes
que se presentan a sí mismos como reconstructores de un régimen democrático,
para lo cual “[…] se sitúan en el discurso público de manera distintiva,
articulando una narrativa de oposición en referencia al pasado reciente, a los
compromisos ideológicos y a la constelación de intereses”[21].
Lo mismo afirma Javier Zelaznik al explicar que frente a la crisis política, económica
y social que experimentó la Argentina y que culminó explosivamente en 2001, el
kirchnerismo significó una respuesta política que se articuló con una retórica
fundacional. Esta retórica planteó el surgimiento de una Argentina nueva, sin
complicidades con el pasado, tanto en las políticas que llevó adelante como en
las coaliciones sociales y electorales en las que se basó[22].
Al
tener en cuenta este aspecto, los discursos de NK en torno a la historia
nacional buscaron generar una ruptura con los de sus predecesores, en especial
los referidos a la historia reciente. Desde su inicio, el presidente impulsó
leyes y políticas públicas que pusieron en superficie el debate sobre los
derechos humanos y la última dictadura. Entre esas políticas públicas se
destacaron la creación del Museo de la Memoria en el predio de la ex ESMA (la
Escuela de Mecánica de la Armada donde funcionó un centro clandestino de
detención durante la dictadura), la declaración de nulidad e inconstitucionalidad
de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final sancionadas durante el gobierno
de Alfonsín, y la apertura de los juicios a los militares acusados de crímenes
de lesa humanidad. Estas políticas hicieron que la historia reciente se convirtiera
en protagonista de los debates sostenidos en la arena pública.
Con
respecto a los usos políticos del pasado desplegados entre 2003 y 2007, Ana Soledad
Montero sostiene que “[…] uno de los rasgos más distintivos y novedosos del
discurso kirchnerista consiste en haber recuperado un imaginario político nunca
antes reivindicado desde la posición de enunciación presidencial: se trata de
la “memoria militante setentista”[23],
haciendo referencia con esta expresión al espíritu de época que invadió a los
jóvenes militantes de los años setenta, que desde diferentes versiones de la
izquierda y de posiciones revolucionarias, imaginaron y representaron la
política. Según Montero, NK construyó un ethos que se filió en la generación de
jóvenes militantes de los setenta para instaurar sobre ese pilar un nuevo
relato acerca del pasado y su propia imagen como líder político. La autora
distingue así dos relatos sobre el pasado reciente: un pasado denostado y otro
rememorado. El primero abarca los periodos de la dictadura militar y la década
menemista, homologándose ambos, hasta llegar a la crisis del 2001. A pesar de
que el kirchenrismo y el menemismo nacen y permanecen dentro del partido
peronista, el primero buscó tomar distancia del segundo por sus políticas
neoliberales y por el manto de olvido que impuso sobre la dictadura. El pasado
rememorado, más intimista, testimonial y subjetivo, se vincula con la
militancia setentista y está directamente relacionado con la propia experiencia
del locutor.
En
esa reinterpretación del pasado reciente, que asumió la defensa de la memoria,
la verdad y la justicia como política de Estado y que a la vez reivindicaba los
intereses nacionales como una causa prioritaria de gobierno, reflotaba la causa
Malvinas. Uno de los primeros gestos políticos de NK hacia el tema tuvo lugar
en julio de 2003, durante un encuentro informal con el primer ministro
británico Tony Blair, en el que el presidente argentino habló de la soberanía
sobre Malvinas como un tema ineludible de tratar[24].
Por primera vez, luego de la derrota, se volvía a presentar Malvinas como un
reclamo histórico centrado en la cuestión de la soberanía. Este énfasis puesto
en la soberanía nacional está en consonancia con el discurso que NK dio el 2 de
abril de 2004. En algunos fragmentos es posible reconocer claramente tópicos
del relato que presentaba a la guerra como una gesta patriótica y a la causa de
Malvinas como sagrada e incuestionable:
Hermanos
y hermanas, combatientes de Tierra del Fuego presentes aquí: la lucha del 2 de
abril no significó, como algunos quieren decir, la decisión loca, atolondrada o
suicida de algún general de la Nación, más allá de lo que podría significar.
Bajo ningún aspecto se puede emparentar la lucha de los combatientes de
Malvinas, de los oficiales dignos de nuestras tres Fuerzas Armadas que
combatieron en Malvinas, con aquellos que miraron con la nuca al pueblo
argentino y cometieron atropellos […] Por eso en primer lugar quería estar como
presidente de la Nación aquí el 2 de abril para definir y asumir con claridad
la adhesión a la conducta, a la defensa de la Soberanía Nacional, a la dignidad,
a la calidad de héroes y mártires nacionales que deben ser honrados sin excusas
en todo el ámbito de nuestra Patria. (Aplausos) No se puede confundir lo que
significó esa lucha con la coyuntura o con las cuestiones mundanas de la
política cotidiana[25].
En
la misma clave exhibida por los discursos nacionalistas de la guerra, el
entonces presidente sostuvo que por encima de cualquier cuestionamiento se
encontraba la soberanía nacional y que los sujetos participantes eran los
héroes de Malvinas y no los chicos de la guerra. A dichos sujetos se los
sustraía del campo de las víctimas de la dictadura o de sus superiores en el
que los había colocado el primer relato de posguerra. Los héroes, sostenía NK,
deben ser honrados sin excusas, deslizándose la necesidad de homenajear no sólo
a los conscriptos sino a todos los miembros de las Fuerzas Armadas que
participaron de la guerra. En este primer discurso, entonces, la adscripción
sin matices al relato patriótico se contraponía, o al menos entraba en seria
tensión, con la política de derechos humanos llevada adelante por el
presidente.
En
un discurso del 5 de octubre de 2004, NK acentuó esta perspectiva nacionalista en
torno a la guerra:
Los
veteranos de Malvinas, como les dicen; los chicos, como les quisieron decir algunos
tratando de disminuir el valor, la lucha y la conciencia nacional que tuvieron
allá en 1982 y que yo los vi llegar al sur para ir a dar la batalla por la
Patria; el olvido permanente al que fueron sometidos y al que fue sometida la
causa de Malvinas con aquella famosa teoría que decía que había que desmalvinizar
el corazón de la Patria, cuando si se hubiera tenido identidad nacional y la
calidad de saber lo que es el ser nacional se hubiera tomado con toda fuerza el
sentido de la Guerra de Malvinas y de quienes fueron allí a luchar, que no
fueron a una guerra por una guerra, no fueron a servir a un gobierno nacional
determinado, sino que fueron a servir a esa causa tan noble que es la causa de
la soberanía nacional de la Patria, de la dignidad nacional, por la que los
argentinos estamos eternamente reconocidos[26].
La
distinción, en este caso, entre veteranos de Malvinas y los chicos de Malvinas remite,
además, a la importancia política que señala Federico Lorenz cuando se diferencia
entre el concepto de ex combatiente y veterano; una diferencia que no siempre
hicieron las bases y que limita la categoría de ex combatientes a los soldados conscriptos
y que engloba en la de veteranos tanto a los conscriptos como a los miembros de
las Fuerzas Armadas[27].
Por otro lado, el uso del término desmalvinizar no podía sino emparentarse una
vez más con el relato nacionalista a la vez que tomaba distancia del gobierno
de Alfonsín, acusado por dicho relato de encarnar una política desmalvinizadora.
En suma, NK realzaba hasta allí el valor supremo del ser nacional y de la
soberanía nacional de la patria.
Esta
visión, sin embargo, comenzó a virar en los discursos del año 2006, cuando el presidente
se refirió a la guerra como un crimen dictatorial:
Malvinas
fue, en un sentido, otro de los crímenes dictatoriales y una gran frustración;
la decisión irresponsable de emprender una guerra puso de manifiesto las muchas
limitaciones que los técnicos del horror tenían para las verdaderas batallas.
Pero Malvinas también es, en otro sentido, un altar de la Patria al heroísmo de
su pueblo que, como en los orígenes de nuestra corta historia, supo forjar
hombres capaces como nuestros Veteranos de Guerra de dar la vida por los demás,
de inmolarse por la Patria, aún ante el error estratégico y político de quienes
la conducían ilegítimamente en ese momento[28].
El
viraje discursivo coincidía con el clima memorialista que se desplegó en el
2006 por la conmemoración de los 30 años del inicio de la dictadura. Aquí la
guerra ya no era solamente una gesta heroica sino también una decisión
irresponsable, tomada por un gobierno ilegítimo. En este punto, la toma de
distancia respecto de la dictadura no era ajena al modo en que se fue
acentuando la política de derechos humanos como un pilar fundamental para
legitimar el gobierno de NK. La tensión que sus primeras alocuciones podían
generar con dicha política y con una opinión pública muy permeada por la
diatriba contra los militares desplazó la enunciación hacia una semántica que
sólo continuó criticando a los propulsores de la desmalvinización y realzando
la soberanía nacional y el carácter heroico de los soldados:
Por
eso, que se hayan cometido las cosas que hemos dicho y demás, jamás podrán
invalidar el justo reclamo y es justo decir que las Malvinas son nuestras y
argentinas y que estos hermanos que lucharon allá fueron por esos valores, fueron
a poner la cara por todos los argentinos, fueron a luchar en desigualdad pero
no lloraron, tuvieron la bandera levantada de pie con honor y orgullo[29].
Aquellos
soldados que lucharon en desigualdad, pero no lloraron quedaban fuera, una vez
más, de la dimensión victimizadora destacada en otros discursos. La no distinción,
por otro lado, de conscriptos y cuadros de las Fuerzas Armadas en el lugar de
héroes para el Estado se reforzó en algunas ceremonias públicas, como el desfile
del ejército realizado el 10 de junio de 2007 por la celebración del Día de la Reafirmación
de los derechos argentinos sobre las islas del Atlántico Sur. Ese día marcharon
3000 veteranos, ex conscriptos junto a oficiales y suboficiales, y el jefe del
ejército, Roberto Bendini, remarcó que “[…] la gesta de Malvinas hizo resurgir la
conciencia nacional de todos los argentinos”[30]
y que en 1982 “había llegado el momento de hacer justicia”[31].
Las
tensiones entre las diversas miradas en torno a la guerra se pusieron en
evidencia en la muestra organizada por los 25 años de la guerra, en el año
2007, en la sede del Ministerio de Defensa adonde fueron convocadas las
organizaciones de ex combatientes, las Fuerzas Armadas y diversos artistas[32].
La titular de dicha cartera ministerial, Nilda Garré, invitó a exponer las
distintas visiones existentes en torno a Malvinas. El objetivo de la muestra
era lograr una autocrítica de parte de las Fuerzas Armadas sobre los
estaqueamientos a los que fueron sometidos algunos soldados durante la guerra.
En ese contexto, la Comisión de Familiares de Caídos se retiró del evento
porque el CECIM La Plata, organización de ex combatientes que solo admite ex
soldados conscriptos y que impulsa los juicios por delitos de lesa humanidad cometidos
por oficiales y suboficiales hacia miembros de su propia tropa, instaló el
maniquí de un soldado estaqueado que denunciaba los abusos sufridos por los combatientes
por parte de sus superiores. El CECIM buscaba que aquellos oficiales se hicieran
cargo “de los errores que cometieron, porque no podemos poner en el panteón nacional
a torturadores como héroes”[33]
por cuanto se trataba de “un capítulo que no está saldado y no ha concluido”[34],
según sostuvo Ernesto Alonso, integrante de dicha asociación. La muestra de
2007 dotó de mayor visibilidad al primero de los relatos en torno a Malvinas
aquí descriptos y puso en evidencia las críticas que despertaba entre muchos el
discurso épico expresado hasta ese momento por el Poder Ejecutivo.
Entre
los derechos humanos y la larga genealogía de una guerra. La cuestión Malvinas
durante las presidencias de Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015)
Durante
los dos gobiernos de CFK se ejecutaron numerosas políticas en relación con la cuestión
Malvinas. Entre ellas se destacan la desclasificación del Informe Rattenbach, la
creación de la Secretaría de Asuntos Relativos a Malvinas y la creación del
Museo de Malvinas. Si la aplicación de políticas específicas marca en algún
sentido cierta continuidad con la presidencia de su marido, en los discursos y
en el significado otorgado a dichas políticas, se advierten cambios
significativos respecto al tema que ocupa.
El
primero de ellos fue la clara inscripción de la guerra de Malvinas como una cuestión
de memoria, verdad y justicia. CFK retomó así algunas demandas presentes en los
reclamos de los organismos de derechos humanos y de algunas organizaciones de
ex combatientes como el CECIM La Plata. Un momento simbólico fue, en este sentido,
el acto organizado en Ushuaia en 2012, la ciudad más austral que sirvió de base
de operaciones durante la guerra, para conmemorar el 30° aniversario del conflicto
contra Gran Bretaña. En esa oportunidad se trasladaron ex combatientes de todo
el país para realizar una vigilia en las plazas donde se proyectaron
documentales y realizaron muestras. Luego de la vigilia, en el acto oficial, la
presidenta sostuvo:
Esa
verdad que revela que no fue una decisión del pueblo argentino la del 2 de abril,
que ni siquiera estaba atrás de ella el intento válido de ejercer soberanía y
rechazar el colonialismo, sino apenas un intento de lo que muchas veces nos acusan
a los políticos que es de perpetuarse en el poder. […] Memoria y verdad, entonces
y, fundamentalmente, que se descorra el telón que pretende hacer creer el Reino
Unido, que aquella decisión fue una decisión del pueblo argentino.
Había
presos sin nombre ni apellido en campos de concentración; había detenidos
desaparecidos que nunca volverán a aparecer. Parece ser que no se dan por
enterados. Es que tal vez sea el último justificativo que cada día resulta más
absurdo, más ridículo, más inverosímil ante los ojos de un mundo que ve, y lo
digo con orgullo, a este país, mi país, la República Argentina, por decisión
política del entonces presidente Kirchner y también por la decisión de esta
Presidenta, de convertir la política de Derechos Humanos en uno de los pilares
de Estado[35].
Este
discurso fue, en primer lugar, una respuesta a los dichos del primer ministro británico
David Cameron que, en el homenaje por los 30 años de la guerra realizado en
Inglaterra, afirmó que “en 1982 Argentina violó los derechos de los isleños”[36].
El
conflicto bélico era representado por Cameron como un acto de agresión que apuntaba
a robar la libertad de los habitantes de la isla[37],
enfatizándose así la postura de autodeterminación que presupone el derecho de
los isleños a decidir en torno a la soberanía. En segundo lugar, CFK dejaba en
evidencia una torsión discursiva significativa respecto del discurso oficial
que la precedió al adherir en algunos aspectos al primero de los relatos
descriptos al comienzo. La guerra de Malvinas no se tomaba de forma aislada
sino que se pensaba a partir de las circunstancias históricas que la generaron,
la dictadura militar, insertándose así en las políticas de memoria, verdad y
justicia. En tercer lugar, la idea de desmalvinización adquirió también un
significado diferente. Además de evocar el intento de olvidar la guerra y a los
combatientes, el término se amplió para referir al gesto de identificar
Malvinas con la dictadura Comenzó allí un proceso de desmalvinización. Algunos,
tal vez, con la buena fe de identificar dictadura con Malvinas; otros, tal vez,
como una estrategia sutil e inteligente, sutil e inteligente, para,
precisamente, lograr el propósito y el objetivo final: que los argentinos renunciáramos
definitivamente a lo que nos corresponde[38].
Los
héroes de la guerra eran vistos desde otra perspectiva, incorporados a una
juventud que no estaba lista para ir a un conflicto bélico y que los reubicaba
en el campo de las víctimas:
¿Por
qué será que la historia se lleva siempre a los más jóvenes en los momentos difíciles?
Por eso mi reconocimiento a esa juventud que marchó a las Islas, sin preparación,
sin los pertrechos suficientes, sin la formación, yo diría muchos también con
miedo. ¿Quién no siente miedo de ir a la guerra? Los que no sienten miedo no
son los valientes. Valientes son los que avanzan aún con miedo[39].
Ahora
bien, la marca más original de la posición adoptada por CFK respecto de Malvinas
fue la perspectiva histórica de largo plazo en la que la inscribió. La
presidenta incorporó la guerra de 1982 en la genealogía de batallas
decimonónicas, intentando articular así la tradición nacionalista con los
discursos en torno a la memoria, la verdad y la justicia.
Esta
filiación en la larga duración le permitía diluir o atenuar las contradicciones
inherentes a Malvinas en la construcción de ambas memorias. Dicha genealogía
ubicaba a Malvinas en un proceso que abarcaba dos siglos de historia y que se
podía rastrear desde las invasiones inglesas en 1806 y 1807, pasando por la batalla
de la Vuelta de Obligado en 1845, consagrada por la presidenta con un nuevo feriado
nacional para recordar el intento del gobierno de Juan Manuel de Rosas de frenar
el avance fluvial de las tropas que conformaron el bloqueo anglo-francés al puerto
de Buenos Aires:
Creo
que el hecho colonial, colonial por historia, porque también creo que deberíamos
comenzar a considerar los argentinos los días 2 y 3 de enero, del año que
viene, se van a cumplir 180 años exactos de la usurpación y el desalojo de los
argentinos de nuestras Islas Malvinas deberíamos comenzar a considerar también
esta fecha (APLAUSOS). Fecha que, por cierto, no es la única en los intentos
que hubo de someternos, si vamos un poquito más atrás de 1833, nos vamos a
encontrar el 1806, cuando aún éramos colonia española, y en 1807, rechazando
las invasiones inglesas. Y más tarde, bajo la égida del Brigadier General Don
Juan Manuel de Rosas, en el año 45, rechazando también el bloqueo
anglo-francés. (APLAUSOS)[40].
La
recuperación de la línea histórica trazada por el revisionismo histórico fue
muy persistente durante la gestión de la presidenta y no se limitó sólo a la
causa Malvinas. En todo caso, Malvinas era un tópico que permitía explotar de
manera directa y sin cortapisas su discurso antimperialista a través del
contraste entre la reivindicación de la soberanía nacional y el coloniaje.
Puesta en esa temporalidad, CFK podía distinguir lo que NK no había
diferenciado: la dictadura militar no había iniciado la guerra como una lucha
contra el colonialismo, como expresó en el discurso citado de 2012, sino que se
había valido de ella para perpetuarse en el poder.
Los
rasgos revisionistas del discurso Malvinas se reforzaron con la reivindicación
del Gaucho Rivero, personaje que formó parte de un alzamiento en las islas
contra los ingleses en 1833. Esta figura, que según sostienen los revisionistas
fue invisibilizado por la historia liberal, pasó a formar parte en el 2015 de
un nuevo billete de 50 pesos.
El
24 de agosto de 2012, CFK realizó un acto de homenaje en su memoria afirmando que
quería “[…] recordarlo a él porque lo anonimaron […], lo desaparecieron, […] lo
difamaron diciendo que era un bandolero”[41],
y concluía diciendo que “el Gaucho Rivero muere, como no podía ser de otra
manera, en la Vuelta de Obligado”[42].
Como
parte de una apuesta mucho más ambiciosa en el plano de los usos políticos de
la historia, la presidenta reinterpretó la guerra de 1982 como un episodio más dentro
de la supuesta invisibilización que la llamada historia oficial hizo de todos los
acontecimientos que a lo largo de dos siglos expresaron la lucha popular y antimperialista.
Dicha apuesta quedó plasmada claramente en el Museo de Malvinas, destinado a
visibilizar aquello que CFK venía anunciando en sus discursos. Inaugurado en
junio de 2014, el Museo de Malvinas se instaló por decisión presidencial en el simbólico
predio que había ocupado la ESMA. Aquel tenebroso lugar de detención y represión
clandestina de la dictadura militar, convertido en Espacio Memoria durante la
presidencia de NK, alojaba ahora la memoria de Malvinas a la vez que intentaba consagrar
una memoria oficial sobre la guerra:
Por
eso, también, hemos decidido que esta construcción, que este Museo, tuviera
lugar en este sitio de la memoria, en la ex ESMA, por esto que acabo de
mencionar, que la historia no se puede fragmentar ni tomar con beneficio de
inventario. Y nosotros que tenemos en la memoria uno de los pilares fundamentales
de nuestras políticas, hemos querido también hacerlo aquí[43].
Para
la construcción del Museo de Malvinas se demolió en el 2012 un pabellón de dormitorios
que pertenecía a la ESMA, una decisión que, como destaca Adrián Gorelik, se
caracterizó por la ausencia total de debate en el espacio público en torno a
esta política de memoria[44].
El guion museográfico presenta al Museo Malvinas desplegado en cuatro etapas:
vida, pasión, muerte y resurrección. La vida se corresponde con la flora y
fauna de las islas, la pasión con los numerosos reclamos de soberanía
realizados a lo largo de los siglos XIX y XX, la muerte con la guerra de 1982
y, finalmente, la resurrección con la causa Malvinas recuperada durante las presidencias
de los Kirchner.
El
contenido mesiánico de la metáfora que estructura el guion museográfico le
otorga al kirchnerismo el lugar de redentor de la causa de la soberanía
nacional e inscribe a la guerra de Malvinas en una temporalidad histórica de larga
duración, en sintonía con el discurso desarrollado hasta allí por CFK. Esa
larga historia inicia en 1520 con el descubrimiento de las islas, y se cierra
en el 2014. Como sostuvo el director del Museo, Jorge Giles: “No será el museo
de la guerra, sino que recorrerá toda la vida e historia de las islas”[45].
La
línea histórica contiene, por un lado, menciones a episodios históricos
relacionados directamente con las islas y, por otro lado, referencias
históricas que no guardan relación directa con la cuestión Malvinas pero que se
las busca asociar a ella desde un discurso que defiende la soberanía nacional.
Entre las primeras referencias se destacan: el descubrimiento de las islas; las
legislaciones del gobierno argentino entre 1820 y 1824 referidas a Malvinas; la
asunción de Vernet como comandante-gobernador; la ocupación británica de 1833;
el levantamiento del Gaucho Rivero; diversas menciones de escritores sobre la
soberanía de las islas; el aterrizaje de Fitzgerald en Malvinas para enarbolar
una bandera argentina en 1964; la resolución 2065 de la ONU, aprobada en 1965
en la que se reconoce la existencia de una disputa de soberanía entre el Reino Unido
y la Argentina en torno a Malvinas; el Operativo Cóndor de 1966 que implicó una
acción armada por parte de argentinos que desviaron un avión civil de
Aerolíneas Argentinas para obligarlo a aterrizar en las islas; la guerra contra
Gran Bretaña de 1982; el apoyo de la UNASUR a la causa Malvinas; la
desclasificación del Informe Rattenbach y la creación del Museo.
Estos
acontecimientos se intercalan con otros, cuya selección se nutre de la línea histórica
revisionista ya mencionada: las invasiones inglesas; el empréstito que firmó el
ministro de gobierno Bernardino Rivadavia en 1822 con la firma británica Baring
Brothers, por lo que los revisionistas le atribuyen a dicho ministro ser el
inventor de la deuda externa argentina; el combate de la Vuelta de Obligado
donde algunos historiadores afirman que murió el Gaucho Rivero; la Guerra de la
Triple Alianza en la que la coalición formada por Argentina, Brasil y Uruguay
derrotó al Paraguay en 1870 y en la que Inglaterra alentó la destrucción de la
fuerte industria paraguaya; el 17 de octubre de 1945 que simboliza el
surgimiento de Juan Domingo Perón como líder del movimiento nacional-popular;
el triunfo de Perón en las elecciones de 1946 y la nacionalización de los ferrocarriles
realizada durante su primer gobierno.
El
Museo se convierte así en una reivindicación de la soberanía nacional sobre las
islas, pero donde la guerra de 1982 representa un acontecimiento más dentro de
un largo continuum que interpreta a dicha guerra como derivación lógica
asentada en un fundamento histórico. Dentro de este relato museográfico, el
principal enemigo está encarnado por Gran Bretaña, cuya intervención en la
historia argentina se puede observar en tres paneles titulados británicos en la
Argentina. En esos paneles se desarrollan las invasiones inglesas, la Vuelta de
Obligado, el empréstito Baring Brothers, el pacto comercial Roca-Runciman
firmado entre la Argentina y el Reino Unido en 1933 (considerado un ejemplo de
coloniaje pro-británico), la Forestal (compañía inglesa instalada en la Argentina
desde el siglo XIX para producir tanino), los ferrocarriles de origen
británico. Junto a estos paneles se despliegan las diversas luchas por la
soberanía: el Gaucho Rivero, Fitzgerald y el Operativo Cóndor. La dicotomía
imperialismo y nación ocupa así el centro de la escena.
Mientras
todo lo descripto hasta aquí se expone en la planta baja y el primer piso del Museo,
la guerra de Malvinas se desarrolla en el segundo piso con el tópico momento kirchnerista.
En uno de los paneles sobre el tema se hace alusión al caso de Pedro Edgardo
Giachino, un militar que formó parte de la represión durante la dictadura y
que, sin embargo, es considerado como un héroe nacional por encontrar la muerte
durante la guerra. Con este gesto se busca recuperar un fragmento de la memoria
que reclamaba la diferenciación entre militares represores y conscriptos. La
guerra, no obstante, queda cristalizada en un guion donde el principal
protagonista no es un actor en particular sino la defensa de la soberanía
nacional frente a los ingleses. La cuestión de la memoria y la justicia de la
guerra parecen quedar así en un segundo plano, intentando desplazar del centro
de atención el hecho de que se trató de un conflicto bélico desatado por una
dictadura en nombre de la soberanía nacional.
Reflexión
final
El
kirchnerismo intentó gestionar la memoria oficial de la cuestión Malvinas,
lidiando con las densas capas de memorias construidas después de la guerra y
buscando reforzar a través de ella la vocación refundacional que lo animaba. En
ese intento chocó no solo con las tensiones inherentes a las visiones que
circulaban y encarnaban los diversos actores involucrados, sino también con las
contradicciones nacidas de un discurso que pretendía compatibilizar en la causa
Malvinas la reivindicación de la soberanía nacional con la política de derechos
humanos. Las variaciones descriptas aquí entre el discurso de NK y el de CFK,
como asimismo las que se exhiben dentro de sus respectivas gestiones, revelan
un punto central en común: la soberanía nacional debía ocupar el protagonismo.
Pero ¿cómo despegarse de las denostadas Fuerzas Armadas que también articularon
su gesta a esa reivindicación?
El
gradual desplazamiento del discurso patriótico y nacionalista de NK a otro que procuraba
atenuar la contradicción con las políticas de derechos humanos impulsadas por
su gobierno no logró conciliar las memorias en conflicto. CFK, en cambio,
gestionó dichas memorias inclinándose mucho más por las sostenidas por los
organismos de derechos humanos y por los excombatientes. Esta variación puede
atribuirse, en parte, a la creciente debilidad de las Fuerzas Armadas y a la
domesticación que el gobierno logró sobre ellas en esos años, pero también a la
más marcada vocación de CFK de hacer un uso político del pasado acentuado en el
clima de las celebraciones bicentenarias que coincidieron con la repentina
muerte de NK el 27 de octubre de 2010. Esta recurrencia a la historia de dos
siglos para legitimar muchas de sus políticas se apoyó, más que nunca, en el
difundido sentido común instalado por el revisionismo histórico y que formaba
parte del background del que el matrimonio Kirchner se había nutrido en los años
setenta. Ese sentido común, que reforzaba una visión dicotómica del pasado para
anclar en un presente también dividido entre defensores y enemigos de un
proyecto nacional-popular, contribuyó a reubicar la guerra de Malvinas en un
arco temporal que buscaba diluir las tensiones heredadas. Aislarla de las
circunstancias históricas que la generaron para inscribirla en un continuum de
lucha contra el imperialismo británico parecía una salida capaz de liquidar la
incomodidad manifiesta que acompañó la causa
Malvinas
desde sus inicios.
Sin
embargo, esa gestión de memoria que parece concluir con el Museo de Malvinas no
está exenta de contradicciones y disputas. El Museo revela la persistencia de
esa incomodidad, donde los silencios son reemplazados por elocuentes líneas
históricas.
Su
emplazamiento en la ESMA para inscribir la cuestión Malvinas en un sitio de memoria
sigue exhibiendo las tensiones con una parte de esa memoria. Los silencios del
Museo, por otro lado, contrastan con las voces de algunos ex soldados que todavía
hoy se hacen sentir disruptivamente en el espacio público. Un grupo de ex
conscriptos que cumplieron servicio militar en la Patagonia durante el
conflicto armado contra Gran Bretaña, reclaman ser reconocidos como veteranos
de guerra, aunque no hayan combatido en las islas. Sus demandas se expresan
actualmente a través de piquetes y bloqueos de tránsito en lugares emblemáticos
de la Capital Federal, como la Plaza de Mayo o la intersección de la avenida 9
de Julio con la avenida de Mayo. La gestión de la memoria Malvinas parece no
estar aún saldada.
Bibliografía
Fuentes
primarias
Artículos
de prensa
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de libros
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Publicaciones
en Internet
Discursos
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Gorelik,
Adrián. “Materiales de la memoria”, en Informe Escaleno, 29 de marzo del
(*)
Doctora en Historia, Universidad Nacional de Buenos Aires (en curso). Magíster
en Ciencias Políticas, Universidad Torcuato Di Tella, Buenos Aires. Profesora
de Historia, Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de
Rosario. Correo electrónico: camipero@gmail.com.
Fuente:
https://www.researchgate.net
[1] Una versión preliminar
de este artículo fue discutida como ponencia en las XV Jornadas
Interescuelas/Departamentos de Historia, Comodoro Rivadavia, septiembre del
2015.
[2] Sobre los usos
políticos del pasado: Hobsbawm, Eric y Ranger, Terence. The invention of tradition (Cambridge/New York: Cambridge University
Press, 1982); Nora, Pierre (Dir.). Les lieux de memoire (París: Gallimard,
1997); Kammen, Michael. Mystic chords of memory (New York: Vintage Books,
1993).
[3] Pollak, Michael.
Memoria, olvido, silencio (La Plata: Editorial al Margen, 2006).
[4] Cattaruzza,
Alejandro. “Dimensiones políticas y cuestiones historiográficas en las
investigaciones históricas sobre la memoria”, en Storiografia. Rivista Annuale
di Storia, núm. 16, Roma, año 2012, pp. 71-91.
[5] Guber, Rosana. De chicos
a veteranos. Memorias argentinas de la guerra de Malvinas (Buenos Aires:
Editorial Antropofagia, 2004), p. 21.
[6] Palermo, Vicente. Sal
en las heridas. Las Malvinas en la cultura argentina contemporánea (Buenos
Aires: Editorial Sudamericana, 2007), p. 283.
[7] Lorenz, Federico. Las
guerras por Malvinas (Buenos Aires: Edhasa, 2012).
[8] Guber, Rosana, Op.
cit.
[9] Lorenz, Federico, Op.
cit.
[10] Ibíd.
[11] Ibid., p. 228.
[12] Devoto, Fernando y
Pagano, Nora. Historia de la historiografía argentina (Buenos Aires: Sudamericana,
2009), p. 201.
[13] Sobre la tradición
revisionista: Halperín Donghi, Tulio. “El revisionismo histórico argentino como
visión decadentista del pasado nacional”, en Punto de Vista, año VII, núm. 23,
Buenos Aires, 1987, pp. 9-17; Cattaruzza, Alejandro. “El revisionismo
itinerario de cuatro décadas”, en Cattaruzza, Alejandro y Eujanián, Alejandro,
Políticas de la historia argentina 1860-1960 (Buenos Aires: Alianza, 2003), pp.
143-185; Quatrocci Woison, Diana. Los males de la memoria. Historia y política
en la Argentina (Buenos Aires: Emecé, 1995), Goebel, Michael. La Argentina
partida. Nacionalismos y política de la historia (Buenos Aires: Prometeo
Libros, 2013).
[14] Guber, Rosana, Op.
cit., p. 28.
[15] Palermo, Vicente, Op.
cit., p. 287.
[16] Lorenz, Federico, Op.
cit.
[17] Ibíd.
[18] Ibíd.
[19] Battaglino, Jorge.
“Una estrategia política eficaz la regionalización del conflicto”, Tiempo
Argentino, 20 de enero de 2012.
[20] Pérez Liñán, Aníbal.
“Liderazgo presidencial y ciclos de poder en la Argentina democrática”, en
Revista SAAP, vol. VII, núm. 2, noviembre de 2013.
[21] Pérez Liñán, Anibal,
Op. cit., p. 390.
[22] Zelaznik, Javier.
“Las coaliciones kirchneristas”, en Malamud, Andrés y Luca, Miguel de
(coords.), La política en tiempos de los Kirchner (Buenos Aires: Eudeba, 2011),
pp. 95-104.
[23] Montero, Ana Soledad.
¡Y al final un día volvimos! Los usos de la memoria en el discurso kirchnerista
(2003-2007) (Buenos Aires: Prometeo Libros, 2012), p. 17.
[24] Cibeira, Fernando.
“La soberanía es un tema ineludible”, Página 12, 14 de julio del 2003.
[25] NK, conmemoración del
XXII aniversario de la gesta de Malvinas, Río Grande, 2 de abril del 2004.
[26] NK, acto de anuncios
a los veteranos de guerra de Malvinas, 5 de octubre del 2004.
[27] Lorenz, Federico, Op.
cit.
[28] NK, conmemoración del
día del “veterano de guerra y de los caídos en la guerra de Malvinas”, 2 de
abril del 2006.
[29] Ibíd.
[30] “Bendini reivindicó
la Guerra de Malvinas”, Perfil, 10 de junio del 2007.
[31] Ibíd.
[32] Lorenz, Federico, Op.
cit.
[33] Minutouno.com.
Malvinas… una cosa que duele, http://www.minutouno.com/notas/27556-malvinasuna-cosa-que-duele
(16 de mayo del 2007).
[34] Ibíd.
[35] CFK, Acto por el 30º
aniversario de la guerra de Malvinas, 2 de abril del 2012.
[36] “No pedimos otra cosa
que diálogo para resolver la soberanía”, Página 12, 3 de abril del 2012,
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-191033-2012-04-03.html.
[37] “Cameron: «Se buscó
robar la libertad de los isleños»”, La Nación, 2 de abril del 2012. http://www.lanacion.com.ar/1461634-cameron-se-busco-robar-la-libertad-de-los-islenos.
[38] CFK, acto de homenaje
a los caídos en Malvinas a 28 años del comienzo del conflicto bélico, Ushuaia, 2
de abril del 2010.
[39] CFK, Acto por el 30º
aniversario de la guerra de Malvinas, 2 de abril del 2012.
[40] Ibíd.
[41] CFK, Acto de homenaje
al Gaucho Rivero, 24 de Agosto del 2012.
[42] Ibíd.
[43] CFK, Inauguración del
Museo Malvinas en la ex ESMA, 10 de junio del 2014.
[44] Gorelik, Adrián.
“Materiales de la memoria”, en Informe Escaleno, 29 de marzo del 2014,
http://www.informeescaleno.com.ar/index.php?s=articulos&id=134 (28 de
noviembre del 2015).
[45] “Un museo para
Malvinas”, Pagina 12, 7 de junio del 2014.
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